BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



miércoles, 3 de noviembre de 2021

Las nuevas obsesiones



El Papa Francisco, al comienzo de su pontificado, allá por 2013, comentó en una entrevista que los católicos no debíamos estar hablando todo el rato del aborto, los homosexuales o los anticonceptivos.

Desde luego, la Iglesia no debe estar hablando siempre sobre esos temas, pero si en algo se ha caracterizado la Iglesia a lo largo de los siglos ―o al menos, eso debería buscar― es por ser una voz profética; es decir, señalar aquellos errores que su tiempo no ve, en los que cae sin un atisbo de escrúpulos.

Esas obsesiones que citaba el Santo Padre atentan o contra la vida, como es el caso del aborto, o contra la antropología del ser humano, como es el caso de las cuestiones sexuales, y están tan extendidas en el mundo y vistas como derechos y avances, que el deber de la Iglesia, a mi juicio, es intentar arrojar luz sobre estos errores.

Evidentemente, siendo cuestiones graves, los jerarcas eclesiásticos tampoco deberían estar continuamente hablando de estas cuestiones, algo que, por otra parte, nunca he visto. Más bien era la práctica habitual de los medios de comunicación, en los que solo aparecía algún obispo o cardenal en los medios generalistas cuando expresaba la doctrina de la Iglesia sobre estas cuestiones, algo que provocaba escándalo en las masas post-modernas.

Lo que si veo, queridos lectores, son las obsesiones de los últimos años. Si un futuro Papa fuera entrevistado dentro de unos años, bien podría decir que los católicos no deberíamos estar hablando todo el rato del cambio climático, las vacunas o la multilateralidad.

Hoy, 3 de noviembre, he entrado en la página web del medio vaticano Vatican News y he visto las siguientes noticias:

“COP26. Detener deforestación para el 2030”

“COP26: Movimiento Laudato si’ pide compromisos más ambiciosos a gobiernos”

“Brasil: Misioneros combonianos invierten en agroecología”

“Papa a la COP26: Deuda ecológica y deuda externa obstaculizan el desarrollo de los pueblos”

“Las experiencias de la Laudato si’ recogidas en un e-book”

“El Papa: del grito de la tierra y de los pobres un llamamiento a cambiar el modelo de desarrollo”

“La tierra que sufre es el grito de los pobres y será el grito de todos”

“Algodón orgánico, una oportunidad para 300 niñas de la India”

“Caritas Internacional: adoptar políticas climáticas a favor de los pobres”

Creo que no hace falta que añada nada más. Bueno, sí. A diferencia de las anteriores obsesiones, que el mundo ha olvidado y, es más, transgrede con fiero entusiasmo, las nuevas, como es el cambio climático, coinciden milimétricamente, salvo alguna vaga referencia a la Creación, con las de los poderosos y activistas que se reúnen estos días en Glasgow.

Fernando Beltrán

¿Cómo van a creer los fieles en el purgatorio? (Bruno Moreno)



¿Cómo van a creer los fieles en el purgatorio, si los pastores no creen en él? El Papa, hoy, al visitar el cementerio militar francés de Roma, ante la tumba de soldados muertos en combate, ha afirmado:
“Estoy seguro de que todos ellos están con el Señor. Pero nosotros, ¿estamos en camino? ¿Luchamos lo suficiente para que no haya guerras?”
Si el mismo Papa, ¡en el día de Todos los Difuntos!, afirma de un gran grupo de difuntos a los que no conoce de nada, que está “seguro” de que están ya en el cielo, ¿cómo van a creer los fieles en el purgatorio? ¿O en el infierno? Y no es un problema del Papa en particular. No hace mucho, hablamos de un obispo que daba a entender lo mismo. En toda mi vida, puedo contar con los dedos de una mano las veces en que he oído mencionar el purgatorio en una homilía. Y me sobran dedos. En cambio, en multitud de ocasiones he oído a sacerdotes dar por supuesto que los difuntos están todos en el cielo.

Algo similar, mutatis mutandis, podríamos decir de otras muchas partes de la fe y la moral de la Iglesia que no están de moda, desde la indisolubilidad del matrimonio a la existencia de los ángeles, desde la inmoralidad de los anticonceptivos al descenso a los infiernos, la resurrección de la carne, el juicio particular o incluso la misma existencia de Dios. O bien se niegan directamente o bien, y esto es casi peor, se da por supuesto que ya nadie cree en ellas, que son cosas de otra época o que se pueden conservar en el plano teórico pero en la práctica hay que vivir prescindiendo de ellas.

La crisis de la Iglesia tiene muchas causas, pero la incredulidad de los clérigos es fundamental y, de hecho, fue el desencadenante de la crisis en la época posconciliar. ¿Cómo pueden creer los fieles, viendo que tienen a su alrededor sacerdotes, obispos y religiosos que claramente no creen, porque así lo muestran en todo lo que hacen y dicen? Muchos fieles han sacado la conclusión humanamente más lógica y han ido dejando de creer. A fin de cuentas, si los “expertos” no creen, por algo será, no hay que ser más papistas que el papa y todo eso.

En cambio, los que conservan la fe lo hacen de forma extraordinaria, agarrándose contra viento y marea a lo que les enseñaron de niños, refugiándose en grupos físicos o virtuales empeñados en mantener la fe católica, o buscando entre la multitud, como Diógenes, a algún sacerdote u obispo que crean de verdad y les confirmen en la fe, prescindiendo de lo que piensen otros clérigos incrédulos. Digo que es de forma extraordinaria porque esta situación no se puede mantener mucho tiempo. Los fieles tenemos derecho a poder fiarnos de la Iglesia, sin tener que estar distinguiendo si lo que dice este cura o aquel obispo es conforme a la fe católica o no. ¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?

Antes o después, Dios tomará cartas en el asunto y nos dará la medicina que necesitamos. Y, como suele suceder con las medicinas, no será agradable. Quizá sea una guerra o una persecución grande, que históricamente han clarificado mucho las cosas (porque nadie va voluntariamente a la muerte por cosas en las que en realidad no cree). O quizá todavía pueda sanarse el árbol sin una poda tan fuerte y surja una generación de santos que renueve la Iglesia. Dios sabrá. Mientras tanto, recemos por el Papa, los obispos y sacerdotes, recemos por nuestra propia conversión y, hoy más que nunca, recemos por los fieles difuntos.

Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua.

Bruno Moreno