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domingo, 31 de enero de 2021

Católicos y crisis de autoridad. El arzobispo Viganò responde a un sacerdote




En la respuesta a un sacerdote que se publica a continuación sobre la crisis de autoridad, que se ha agravado en referencia a la emergencia pandémica, Mons. Viganò también responde sustancialmente a la externalización de Bergoglio durante la audiencia en la oficina de catequesis del CEI (ayer 30 de enero). Cito: " O te quedas en la Iglesia y, por tanto, sigues el Concilio ", " o si lo interpretas a tu manera no estás en la Iglesia, el Concilio no debe ser negociado ". Luego invitó a la Iglesia italiana a iniciar el proceso de un Sínodo nacional, mencionando la Convención de Florencia.

En realidad estamos sufriendo los efectos de una desafortunada actualización revelada como subversión que ve su culminación en este concilio post-Bergogliano y Pachamamiano puesto en marcha por el actual pontificado ... Aquí está el índice de intervenciones anteriores y afines.

Reverendo y querido sacerdote de Cristo,

Recibí su carta, en la que me presenta algunas preguntas serias sobre la crisis de autoridad en la Iglesia, una crisis que se ha ido agravando en los últimos años y en particular durante la "emergencia pandémica", con motivo de la cual la gloria de Dios y la salvación de las almas se han dejado a un lado en beneficio de una supuesta salud del cuerpo. Si pretendo hacer pública mi respuesta detallada a tu carta es porque responde a los numerosos fieles y sacerdotes que me escriben de todas partes, exponiéndome a preguntas y tormentos de conciencia sobre estas mismas cuestiones graves.

El problema de una autoridad pervertida, es decir, que no actúa dentro de sus propios límites o que se ha dado autónomamente un fin opuesto al que la legitima, es abordado por las Sagradas Escrituras para recordarnos que omnis potestas a Deo ( Rom 13: 1) y que aquí resistit potestati, Dei ordinationi resistit (ibidem., 2). Y si san Pablo nos dice que obedezcamos a la autoridad civil, con mayor razón estamos obligados a obedecer a la autoridad eclesiástica, en razón de la primacía que tienen las cuestiones espirituales sobre las temporales.

Ella observa que no nos corresponde a nosotros juzgar la autoridad, porque el Hijo del hombre volverá para hacer justicia al final de los tiempos. Pero si tuviéramos que esperar el día del Juicio para ver a los impíos castigados, ¿con qué propósito habría establecido la divina Majestad una autoridad temporal y espiritual en la tierra? ¿No es su trabajo, como vicarios de Cristo Rey y Sumo Sacerdote, gobernar y gobernar a sus súbditos en esta tierra, administrar justicia y castigar a los impíos? ¿Qué sentido tendrían las leyes si no hubiera quienes las hacen cumplir, sancionando a quienes las violan? Si la arbitrariedad de quienes están constituidos en autoridad no fuera castigada por quienes tienen autoridad sobre ellos, ¿cómo podrían los súbditos - civiles y eclesiásticos - esperar obtener justicia en la tierra?

Me temo que tu objeción, según la cual los eclesiásticos que ostentan un poder derivado de la autoridad del oficio que ostentan sólo pueden ser juzgados al final de los tiempos, lleva por un lado al fatalismo y la resignación de los sujetos, y por otro constituye una especie de estímulo para abusar del propio poder en los Superiores.

La obediencia a una autoridad pervertida no puede considerarse obediente o moralmente buena, simplemente porque a su regreso el Hijo del hombre volverá para hacer justicia al final de los tiempos. La Escritura nos insta a ser obedientes, moderando nuestra obediencia con paciencia y espíritu de penitencia, pero en absoluto nos exhorta a obedecer órdenes intrínsecamente malas, simplemente porque quienes nos las imparten están constituidas en autoridad. Esa autoridad, en efecto, precisamente en el momento en que se ejerce contra la finalidad para la que existe, se priva de la legitimidad que la justifica y, aunque no caduca en sí misma, exige sin embargo de los sujetos una adhesión que debe ser examinado y juzgado en bóveda. Con la Revolución, el ordo christianus, que reconoció que la Autoridad constituida provenía de Dios, fue derrocada para dar paso a las llamadas democracias en nombre del estado laico y su separación de la Iglesia. Con el Concilio Vaticano II esta subversión del principio de autoridad se coló en la propia Jerarquía, provocando que ese orden querido por Dios no solo fuera cancelado de la sociedad civil, sino incluso socavado en la Iglesia. Obviamente, cuando se manipula la obra de Dios y se niega su autoridad, el poder se compromete irremediablemente y se crean las condiciones para la tiranía o la anarquía. La Iglesia tampoco es una excepción, como podemos ver dolorosamente: el poder se ejerce a menudo para castigar a los buenos y recompensar a los malvados; las sanciones canónicas casi siempre sirven para excomulgar a quienes permanecen fieles al Evangelio; los Dicasterios y los órganos de la Santa Sede favorecen el error e impiden la difusión de la Verdad. El propio Bergoglio, que debería representar a la máxima autoridad en la tierra, utiliza el poder de las Sagradas Llaves para apoyar la agenda globalista y promover doctrinas heterodoxas, consciente de ello.First Sedes para nemine judicatur que le permite actuar sin ser molestado.

Esta situación es obviamente anómala, porque en el orden establecido por Dios, la obediencia se debe a quien representa la autoridad. Pero en este admirable kosmos Satanás insinúa el caos , manipulando el elemento frágil y pecaminoso: el hombre. Ella lo destaca bien en tu carta, querido sacerdote: "Ahora bien, lo más diabólico que ha logrado nuestro enemigo, es utilizar precisamente a quienes se presentan al mundo investidos de la autoridad conferida por Jesucristo a su Iglesia, para hacer el mal, y con esto: por un lado, para involucrar en el mal a algunos de los buenos, por otro a escandalizar a los buenos que se dan cuenta ", y luego contextualiza esta situación en el caso actual:" La autoridad de Jesús fue abusivamente utilizada para justificar y sustentar una terrible operación, que es presentado debajo del nombre falso de la vacunación '.

Coincido con usted en las valoraciones de inmoralidad objetiva de la llamada vacuna contra Covid-19, debido al uso de material derivado de fetos abortados. También estoy de acuerdo con la absoluta insuficiencia - científica, así como filosófica y doctrinal - del documento promulgado por la CDF, cuyo Prefecto se limita a ejecutar supinamente más que cuestionables órdenes dadas desde arriba: la obediencia del réprobo es emblemática, en estas situaciones, porque sabe ignorar casualmente la autoridad de Dios y de la Iglesia, en nombre de una esclavitud cortesana al autoritarismo del superior inmediato.

Sin embargo, me gustaría señalar que el documento de la Santa Sede es particularmente insidioso no solo por haber analizado solo un aspecto remoto, por así decirlo, de la composición de la droga (independientemente de la legitimidad moral de una acción que no pierde gravedad con el paso del tiempo); pero por haber ignorado deliberadamente que para "refrescar" el material fetal original es necesario agregar periódicamente nuevos fetos, obtenidos de abortos del tercer mes inducidos ad hoc, y que los tejidos deben ser extraídos de criaturas aún vivas, con corazones latiendo . Dada la importancia del tema y la denuncia de la comunidad científica católica, la omisión de un elemento integral para la producción de la vacuna en un pronunciamiento oficial confirma, en la hipótesis más generosa, una incompetencia escandalosa y, en la más realista, la voluntad deliberada de hacer pasar las vacunas producidas con abortos inducidos como moralmente aceptables. Este tipo de sacrificio humano, en su forma más abyecta y sangrienta, es por tanto considerado insignificante por un Dicasterio de la Santa Sede en nombre de la nueva religión de la salud, de la que Bergoglio es un acérrimo defensor.

Coincido con usted en la omisión de las evaluaciones sobre la manipulación genética inducida por algunas vacunas que actúan a nivel celular, con fines que las empresas farmacéuticas no se atreven a confesar, pero que la comunidad científica ha denunciado ampliamente y de las que están No se conocen todavía las consecuencias a largo plazo. Pero la CDF evita escrupulosamente expresarse también sobre la moralidad de la experimentación en humanos, admitida por los propios fabricantes de vacunas, que se reservan el derecho de proporcionar datos sobre esta experimentación masiva solo en unos pocos años, cuando será posible entender si la droga es eficaz y a costa de efectos secundarios permanentes. Así como la CDF guarda silencio sobre la moralidad de especular vergonzosamente sobre un producto que se presenta como la única defensa contra un virus de la influenza que aún no se ha aislado sino que solo se ha secuenciado. En ausencia de aislamiento viral, no es científicamente posible producir el antígeno de la vacuna, por lo que toda la operación de Covid se muestra, que no está cegada por el prejuicio o la mala fe, en toda su criminal falsedad e inmoralidad intrínseca. Una falsedad confirmada no solo por el énfasis casi religioso con el que se presenta el papel salvífico de la llamada vacuna, sino también por la obstinada negativa de las autoridades sanitarias mundiales a reconocer la validez, efectividad y bajo costo de los tratamientos existentes, desde el plasma. hiperinmune a hidroxicloroquina e ivermectina, desde la ingesta de vitaminas C y D para aumentar el sistema inmunológico hasta el tratamiento oportuno de los primeros síntomas. No olvidemos que, si hay personas ancianas o debilitadas en salud que han fallecido con Covid, es porque la OMS ha recetado a médicos generales para no tratar los síntomas, lo que indica una atención hospitalaria absolutamente inadecuada para quienes presentan complicaciones y daños. También en estos aspectos la Santa Sede guarda silencio, cómplice evidente de una conspiración contra Dios y contra el hombre.

Volvamos ahora a la autoridad. Ella escribe: « Por eso, quien se encuentra frente a personas investidas por la Autoridad de Jesús que evidentemente actúan en contra de su mandato, se encuentra en condiciones de preguntarse si puede o no obedecer su Autoridad, cuando en situaciones terribles como esta quien ejerce autoridad en el nombre de Jesús está claramente en contra de sus mandatos". La respuesta nos llega de la doctrina católica, que pone límites de actuación muy claros a la autoridad de los prelados y la autoridad suprema del Papa. En este caso me parece claro que no es competencia de la Santa Sede expresar valoraciones que, por la forma en que se presentan y analizan y las obvias omisiones en las que se producen, no pueden caer en el ámbito determinado por el Magisterio. El problema, visto más de cerca , es lógico y filosófico, incluso antes que teológico o moral, porque los términos de la quæstio son incompletos y erróneos, y por lo tanto la respuesta será errónea e incompleta.

Esto no quita la gravedad del comportamiento de la CDF, pero al mismo tiempo es precisamente traspasando los límites propios de la autoridad eclesiástica que se confirma el principio general de doctrina, y con él también la infalibilidad que el Señor garantiza a Su Vicario cuando pretenda enseñar una verdad relacionada con la Fe o la Moral como Supremo Pastor de la Iglesia. Si no hay verdad que enseñar; si esta verdad no tiene nada que ver con la fe y la moral; si quien promulga esta enseñanza no tiene la intención de hacerlo con la Autoridad Apostólica; Si no es explícita la intención de transmitir esta doctrina a los fieles como una verdad para ser sostenida y creída, la asistencia del Paráclito no está garantizada, y la autoridad que la promulga puede serlo, y en algunos casos debe serlo.- ignorado. Por tanto, los fieles pueden oponerse al ejercicio ilícito de una autoridad legítima, al ejercicio de una autoridad ilícita o al ejercicio ilícito de una autoridad ilícita.

Por tanto, no estoy de acuerdo contigo cuando dices: « Si la infidelidad toca esta autoridad, sólo Dios puede intervenir. También porque incluso contra autoridades de menor rango se hace difícil apelar con la esperanza de hacer justicia ». El Señor puede intervenir positivamente en el curso de los acontecimientos, manifestando su voluntad de manera prodigiosa o incluso acortando los días de los malvados. Pero la infidelidad de quien se constituye en autoridad, aunque no pueda ser juzgada por sus súbditos, no es menos culpable de ello, ni puede reclamar obediencia a órdenes ilegítimas o inmorales. En efecto, una cosa es el efecto que tiene sobre los sujetos, otra el juicio sobre su forma de actuar y otra más el castigo.que pueda merecer. Así, si no corresponde a los súbditos condenar al Papa por herejía (aunque Santo Tomás de Aquino considera que la pena de muerte es proporcional al crimen de quienes corrompen la Fe), podemos reconocer a un Papa como un hereje, y como tal se niegan, caso por caso, a darle la obediencia a la que de otro modo tendría derecho. No lo juzgamos, porque no tenemos la autoridad para hacerlo; pero lo reconocemos por lo que es, esperando que la Providencia despierte a quienes pueden pronunciarse definitiva y autoritariamente.

Por eso, cuando Ella dice que " no son los subordinados de los malvados quienes tienen la autoridad para rebelarse y derrocarlos de su lugar ", es necesario distinguir primero qué tipo de autoridad está en cuestión, y segundo qué orden es dado. y cuál sería el daño que ocasionaría la eventual obediencia. Santo Tomás considera moralmente lícitos la resistencia al tirano y al regicidio, en algunos casos; así como la desobediencia a la autoridad de los prelados que abusan de su poder contra el propósito intrínseco del poder mismo es lícita y deber.

En su carta, identifica la marca de la ideología comunista en la rebelión contra la autoridad. Pero la Revolución, de la que el comunismo es una expresión, pretende derrocar a los soberanos no como posiblemente corruptos o tiránicos, sino como insertos jerárquicamente en un kosmos que es esencialmente católico y, por lo tanto, antitético del marxismo.

Si no fuera posible oponerse a un tirano, los cristeros habrían pecado, que se rebeló con las armas contra el dictador masónico que perseguía a sus ciudadanos en México abusando de su autoridad. Los vendeanos, los sanfedistas, los insurgentes habrían pecado: víctimas de un poder revolucionario, pervertido y pervertido, frente al cual la rebelión no solo es lícita, sino necesaria. Incluso los católicos que, a lo largo de la historia, se vieron obligados a rebelarse contra sus prelados, por ejemplo los fieles que en Inglaterra tuvieron que resistir a sus obispos que se convirtieron en herejes con el cisma anglicano, o los que en Alemania se vieron obligados a negarse a obedecer. a los prelados que habían abrazado la herejía luterana. La autoridad de estos Pastores que se convirtieron en lobos fue de hecho nula, ya que estaba orientada a la destrucción de la Fe más que a su defensa, contra el papado más que en comunión con él. Ella correctamente agrega: "Entonces los pobres fieles, frente a sus pastores que cometen tales crímenes, y de manera tan desvergonzada, se consternan. ¿Cómo puedo seguir en el nombre de Jesús a alguien que en cambio hace lo que Jesús no quiere? "

Aún un poco más adelante leo estas palabras tuyas: « Quien niega su Autoridad, en realidad niega la Autoridad de quienes lo establecieron. Y quien quiera negar la autoridad de quienes las establecieron, también debe negar su autoridad. Por otro lado, quienes permanecen sujetos a la autoridad de los ministros constituidos en autoridad por Jesús, sin hacerse cómplice de sus errores, obedecen a la Autoridad de Jesús, quien los hizo.". Esta proposición es claramente errónea, ya que al vincular indisolublemente la autoridad primera y original de Dios a la autoridad derivada y vicaria de la persona, se infiere una especie de vínculo indefectible, vínculo que en cambio desaparece precisamente cuando quien ejerce en nombre de Dios, en realidad lo pervierte, trastorna su propósito al subvertirlo. Al contrario, yo diría que es precisamente porque debemos tener la autoridad de Dios en el más alto honor que no se puede ignorar obedeciendo a quienes están sujetos por naturaleza a la misma autoridad divina. Por eso San Pedro (Hch 5, 29) nos exhorta a obedecer a Dios antes que a los hombres.: la autoridad terrenal, ya sea temporal o espiritual, está siempre sujeta a la autoridad de Dios. No es posible pensar que, por una razón que parece casi dictada por un burócrata, el Señor quisiera dejar Su Iglesia a merced de los tiranos. , casi prefiriendo su legitimidad procesal legal al propósito para el cual Él los ha puesto para pastorear Su rebaño.

Por supuesto, la solución de la desobediencia parece más fácilmente aplicable a los Prelados que al Papa, ya que éstos pueden ser juzgados y depuestos por el Papa, mientras que este último no puede ser depuesto por nadie en la tierra. Pero si es humanamente increíble y doloroso tener que reconocer que un Papa puede ser malvado, esto no nos permite negar la evidencia y no nos obliga a rendirnos pasivamente al abuso del poder que ejerce en nombre de Dios, pero contra Él, querrá atacar los Sagrados Palacios para expulsar al huésped indigno, también se pueden ejercer formas legítimas y proporcionadas de oposición real, incluida la presión para que renuncie y abandone el cargo. Es precisamente para defender el Papado y la sagrada Autoridad que recibe del Sumo y Eterno Sacerdote que es necesario remover a quienes lo humillan, la derriba y la abusa. Me atrevería a decir, en aras de la integridad, que incluso la renuncia arbitraria al ejercicio de la sagrada autoridad del Romano Pontífice representa una gravísimavulnus al papado, y debemos responsabilizar a Benedicto XVI de esto más que a Bergoglio.

Luego menciona lo que el prelado tiránico debería pensar de su propia autoridad: “ un ministro de Dios […] debe ante todo negar su autoridad como apóstol, o enviado por Jesús. Debe reconocer que no quiere seguir a Jesús, y vete. Así el problema quedaría resuelto". Pero ella, querido Sacerdote, espera que el inicuo actúe como una persona honesta y temerosa de Dios, mientras que precisamente por ser malvado abusará sin consistencia y sin escrúpulos de un poder que sabe muy bien que ha conquistado maliciosamente para demoler. eso. Porque está en la esencia misma de la tiranía, como una perversión de la justa y buena autoridad, no sólo ejercerla de manera perversa, sino también querer desacreditar y repeler la autoridad de la que es una grotesca falsificación. Los horrores hechos por Bergoglio en los últimos años no solo representan un abuso indecoroso de la autoridad papal, sino que tienen como consecuencia inmediata el escándalo del bien en su contra, porque hace que incluso el Papado en sí mismo sea odiado y odioso, con la parodia del Papado. ,

Escribe: « Por tanto, nadie es lícito obedecer órdenes injustas o perversas, ilegítimas, ni hacer daño con el pretexto de la obediencia. Pero ni a nadie se le permite negar la autoridad del Papa porque la ejerce de manera perversa, saliendo de la Iglesia constituida por Jesús sobre la roca del Apóstol Pedro ». Aquí la expresión " negar la autoridad " debe distinguirse entre negar que Bergoglio tenga autoridad como Papa y viceversa negar que Bergoglio, en este orden específicoque imparte a los fieles, tiene derecho a ser obedecido cuando la orden esté en conflicto con la autoridad del Papa. Nadie obedecería a Bergoglio si hablara a título personal o fuera empleado del catastro, pero el hecho de que como Papa Enseña doctrinas heterodoxas o escandaliza al sencillo con declaraciones provocadoras, hace sumamente grave su culpa, porque quienes lo escuchan creen estar escuchando la voz del Buen Pastor. La responsabilidad moral de los responsables es inconmensurablemente mayor que la del sujeto que debe decidir si obedecerle o no. El Señor pedirá inflexiblemente cuenta de esto, de las consecuencias que el bien o el mal hecho por el superior conlleva en los subordinados, incluso en términos de buen o mal ejemplo.

Visto más de cerca, es precisamente para defender la comunión jerárquica con el Romano Pontífice que es necesario desobedecerle, denunciar sus errores y pedirle que dimita. Y ruega a Dios que lo llame a sí mismo lo antes posible, si de esto puede derivarse un bien para la Iglesia.

El engaño, el engaño colosal del que he escrito en varias ocasiones, consiste en obligar a los buenos - llamémoslos así por brevedad - a permanecer presos en reglas y leyes que los malos usan en fraudem legis . Es como si comprendieran nuestra debilidad: es decir, que nosotros, a pesar de todos nuestros defectos, estamos orientados religiosa y socialmente al respeto de la ley, la obediencia a la autoridad, el honor a nuestra palabra, el actuar con honor y lealtad. Con esta debilidad nuestros virtuosos, nos garantizan obediencia, sumisión, máxima resistencia respetuosa y prudente desobediencia. Saben que nosotros --pobres tontos, piensan-- vemos la autoridad de Cristo en ellos y tratamos de obedecerla aunque sabemos que esa acción, aunque sea moralmente irrelevante, va en una dirección muy específica ... Así que impusieron la Misa reformada sobre nosotros. así nos han acostumbrado a oír cantar las suras del Corán desde el ambón de nuestras catedrales y verlas transformadas en restaurantes o dormitorios; así quieren presentarnos como normal la admisión de mujeres al servicio del altar ... Cada paso que dio la Autoridad, desde el Concilio en adelante, fue posible precisamente porque obedecimos a los Sagrados Pastores, y aunque ciertos sus decisiones parecían desviadas, no podíamos creer que nos estuvieran engañando; y tal vez ellos mismos, a su vez, no se dieron cuenta de que las órdenes dadas tenían un propósito injusto. Hoy, siguiendo elFil rouge que une la abolición de las Órdenes Menores a la invención de acólitos y diaconisas, entendemos que quienes reformaron la Semana Santa bajo Pío XII ya tenían ante sus ojos el Novus Ordo y sus atroces declinaciones. El abrazo de Pablo VI con el Patriarca Atenágoras despertó en nosotros esperanzas de una verdadera ecumène , porque no entendíamos - como algunos habían denunciado en cambio - que este gesto era preparar el panteón de Asís, el ídolo obsceno de la pachamama y, en breve, el Astaná. Sábado.

Ninguno de nosotros quiere entender que este impasse se rompe simplemente por no seguirlo: debemos negarnos a enfrentarnos en un duelo con un oponente que dicta las reglas a las que solo nosotros debemos cumplir, dejándose libre para romperlas. Ignoralo. Nuestra obediencia no tiene nada que ver ni con el servilismo ni con la insubordinación; por el contrario, nos permite suspender cualquier juicio sobre quién es o no Papa, y seguir comportándonos como buenos católicos aunque el Papa se ría de nosotros, nos desprecie o nos excomulgue. Porque la paradoja no radica en la desobediencia del bien a la autoridad del Papa, sino en el absurdo de tener que desobedecer a una persona que es a la vez Papa y herejía, Atanasio y Arrio, light de jurey oscuridad de facto. La paradoja es que para permanecer en comunión con la Sede Apostólica debemos separarnos de quien debe representarla y vernos excomulgados burocráticamente por quienes se encuentran en un estado objetivo de cisma consigo mismos. El precepto evangélico de "No juzgar" no debe entenderse en el sentido de abstenerse de formular un juicio moral, sino de condenar a la persona, de lo contrario no podríamos realizar actos morales. Por supuesto, no depende del individuo separar el trigo de la mala hierba, pero nadie debería llamar a la mala hierba del trigo ni a la mala hierba trigo. Y a quien se le conceda la Santa Orden, más aún si en la plenitud del Sacerdocio, no sólo tiene el derecho, sino el deber de señalar a los sembradores de cizaña, lobos voraces y falsos profetas. Dado que incluso en ese caso, junto con la participación en el sacerdocio de Cristo,

De lo que no nos damos cuenta, tanto en el ámbito político y social como en el eclesiástico, es que nuestra aceptación inicial de un supuesto derecho de nuestro adversario a hacer el mal, basado en un concepto erróneo de libertad (moral, doctrinal, religiosa), ahora se está convirtiendo en una tolerancia forzada del bien como pecado y el vicio se ha convertido en la norma. Lo que ayer fue admitido como nuestro gesto de indulgencia hoy reclama plena legitimidad y nos confina a los márgenes de la sociedad como minoría moribunda. Próximamente, en línea con la ideología anticristiana que preside este inexorable cambio de valores y principios, la virtud será prohibida y quienes la practiquen serán condenados, en nombre de una intolerancia hacia el Bien señalada como divisiva, integralista. , fanático. Nuestra tolerancia hacia quienes, hoy, promueve las demandas del Nuevo Orden Mundial y su asimilación al cuerpo eclesial conducirá infaliblemente al establecimiento del reino del Anticristo, en el que los fieles católicos serán perseguidos como enemigos públicos, como en la época cristiana los herejes eran considerados enemigos públicos. En definitiva, el enemigo ha copiado, derribando y pervirtiendo el sistema de protección de la sociedad implantado por la Iglesia en las naciones católicas.

Creo, querido Reverendo, que sus observaciones sobre la crisis de autoridad pronto se verán complementadas, al menos a juzgar por la rapidez con que Bergoglio y su corte asestaban sus golpes a la Iglesia.

Por mi parte, oro para que el Señor saque a la luz la verdad hasta ahora oculta, permitiéndonos reconocer al Vicario de Cristo en la tierra no tanto por la túnica que viste, sino por las palabras que salen de su boca y por el ejemplo de sus obras.
Recibe mi bendición mientras me entrego confiado a tu oración.

+ Carlo Maria, arzobispo
31 de enero de 2021
Dominica en la Septuagésima

viernes, 10 de mayo de 2019

Cardenal Baldisseri: Cuando habla el Papa, es magisterio (Carlos Esteban)



Teólogos y cardenales se han reunido en Roma para contrarrestar la carta de 19 teólogos dirigida a los obispos de todo el mundo acusando al Santo Padre de herejía. Todos han estado de acuerdo en que, lejos de ser hereje, Francisco es lo mejor de lo mejor.

“El Papa Francisco es el papa, y cuando él habla es magisterio”, ha declarado el cardenal italiano Lorenzo Baldisseri, secretario general de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, a la revista Crux, tras el simposio teológico ‘Teología y Magisterio en la Iglesia con el Papa Francisco’ celebrado en la Gregoriana este 8 de mayo.

La declaración de Baldisseri no llega al disparate manifiestamente herético del padre Thomas Rosica, según el cual Francisco estaba personalmente por encima de la Tradición y la Escritura, un comentario que nadie en Roma se encargó de censurar pese a que Rosica sigue siendo responsable de las comunicaciones vaticanas en lengua inglesa. Y el hecho de que el comentario fuera uno de sus innumerables plagios no es excusa en absoluto.

Pero sin llegar a tanto, las palabras de Baldisseri evidencian un forofismo peligrosamente heterodoxo y una ignorancia teológica indigna del cardenal encargado de organizar los sínodos, tan importantes en esta nueva ‘Iglesia sinodal’ de Francisco. No, Eminencia, no todo lo que diga Francisco es magisterio, afortunadamente.

Si lo fuera, tendríamos los católicos un problema muy serio. Porque si lo que dice el Papa es siempre magisterio, y el católico está obligado a creerlo, ¿qué pasa cuando contradice lo que ha dicho un Papa anterior? Porque imaginamos que esa potestad magisterial le viene de ser Papa, no de ser Jorge Bergoglio. Y afirmar que lo que antes era verdad ahora no lo es, sencillamente, es animar a que muchos católicos aguarden a que lo que hoy es verdad deje de serlo mañana y, sobre todo, destruye la idea central de un magisterio perenne, una transmisión de la verdad de Cristo, que es el mismo ayer, hoy y mañana. Es decir, la negación misma de la Iglesia, convertida en un trivial club filosófico con rituales y sombreros raros que va recogiendo lo que dicte en cada momento el pensamiento dominante.

Por otra parte, no debemos extrañarnos del entusiasmo de Baldisseri, vista su fulminante carrera eclesial con este Papa. Baldisseri era el secretario del cónclave en el que fue elegido Francisco, que le nombró cardenal casi inmediatamente, algo que sólo había sucedido una vez en los diez cónclaves anteriores. Jorge Mario Bergoglio, nada más ser proclamado, se quitó el solideo rojo de cardenal y lo puso en la cabeza del secretario del cónclave, el arzobispo Lorenzo Baldisseri. El gesto tuvo lugar en la Capilla Sixtina ante los ojos de todos los cardenales electores, que lo aplaudieron.

Carlos Esteban

sábado, 16 de marzo de 2019

¡Basta ya de clericalismo manipulador de la doctrina! (F. Lacalle)



Los fieles laicos, los tan manoseados fieles laicos, tenemos un derecho estricto por parte de los pastores a que se nos transmita el depósito de la Revelación y los medios de santificación sacramentales.

Dice el Concilio Vaticano II (en su letra y en su espíritu) que “la Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida”.

Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer” (Dei Verbum, 10).

Todo clericalismo es –para empezar- una desviación de esta misión de servicio y de colaboración con los laicos. Atribuirse una potestad que no les corresponde, porque no fueron elegidos para eso. A, mí no me representan –jamás los voté-, representan a Jesucristo. Pero no le sustituyen, ni le enmiendan.

Los obispos alemanes, según se publica hoy, van a manosear durante los próximos meses nuestra fe, nuestra enseñanza moral, en nombre de Jesucristo. Lo ha explicado el cardenal Marx, al acabar una reunión del episcopado que ha abierto plazo hasta septiembre para una “discusión sinodal”.

Pues bien, no hay derecho a que se manosee la fe de la Iglesia y su perenne enseñanza moral. Tampoco bajo el lema del aggionarmento, ni bajo el procedimiento de la sinodalidad, ni bajo la excusa de la adaptación a los tiempos, ni so capa de “debates teológicos” que no deben estar encorsetados por autoridad alguna, ni aduciendo que se hace solo para el ámbito germánico.

No, señores sucesores de los Apóstoles, señor cardenal, ustedes no son quiénes para manosear un depósito que no les pertenece. Sinodalicen si quieren el celibato –Dios no lo quiera, pero es evidente que es un tema sobre el que pueden debatir hasta gastar todo el dinero de nuestras limosnas-, pero no sinodalicen la moral sexual. Si hay que explicarla mejor, dejen que los expertos hagan sus esfuerzos. Pero no: ustedes dicen querer cambiarla; es decir: abandonarla, traicionarla.

¿Es irrespetuoso pedir que el Santo Padre intervenga para evitar la confusión que semejantes discusiones en sede sinodal tienen para el Santo Pueblo de Dios? ¿No basta con la propaganda incesante de la cultura contemporánea y de los poderes del mundo, para que tengamos que escuchar las mismas sandeces de boca de los pastores impunes? ¿Qué hace el cardenal Marx en el consejo de los colaboradores más íntimos del Papa? ¿No añade esta cercanía fuerza a sus posiciones sembradoras de confusión –y a veces, sencillamente, de errores?

No hay que perder la esperanza, que lleva a perder la caridad y la comunión con los pastores y los demás fieles, y al final la fe. La esperanza es lo que parecen haber perdido estos pastores desanimados por su esterilidad, deslumbrados por los señuelos de la aprobación del mundo, llevados de aquí para allá por cualquier viento de doctrina…

Alegres en la esperanza, sin embargo, hay que gritar un ¡ya basta! Y practicar la tolerancia cero con lo que aparta de Jesucristo. 


Lo único bueno es que uno en días así lee los salmos con más intensidad y confianza que nunca (salmo 42):

1. Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.

2. Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

3. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

4. Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.

5. ¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabar

Fernando Lacalle

martes, 18 de diciembre de 2018

Pablo VI y la nueva concepción del magisterio (Padre Álvaro Calderón)



El Papa de la ruptura


Siempre es importante analizar detenidamente el primer acto realizado después de un cambio en la vida, ya que éste muestra claramente las intenciones detrás de este cambio, y estas intenciones se vuelven a ocultar una vez que el nuevo estado se vuelve habitual. Un ladrón siente un fuerte remordimiento solo después de su primer robo, y un buen cristiano después de su primera conversión siente una fuerte atracción por Dios.

Pablo VI fue el papa de la ruptura con la Tradición, y por este mismo hecho tenía plena conciencia de la violencia del cambio que impuso a la Iglesia. Puso su mano en el timón, incluso mientras lamentaba en conciencia la contradicción que imponía sobre la vida de la Iglesia. Fue un papa dividido.

Es por eso que tenemos que analizarlo tanto a él como a sus declaraciones, si deseamos entender los verdaderos motivos del movimiento conciliar y hasta qué grado sabía si estaba rompiendo o continuando lo que la Iglesia había vivido hasta ese momento.


La naturaleza "pastoral" del Concilio

En su discurso inaugural, el Papa Juan XXIII quiso cambiar la naturaleza del magisterio del Concilio, refiriéndose a él como "pastoral", pero al principio, nadie sabía cómo hacer esto. Las Comisiones Preparatorias, en su intensa labor durante los dos años previos a este Concilio, tuvieron en cuenta esta intención, pero lo hicieron de una manera tradicional, elaborando borradores doctrinales en términos precisos pero menos teológicos. Pero eso no era lo que el Papa quería, ya que al comienzo de la primera sesión dio su permiso para la eliminación de todos estos borradores.

Esta naturaleza pastoral estuvo marcada por dos disposiciones iniciales que pusieron a los Padres del Concilio en una situación sin precedentes. La primera fue el silenciamiento de la Curia con la eliminación de todos los borradores preparatorios, con el fin de dar la palabra a la nueva generación de lo que podríamos llamar "los teólogos del Rin". Este cambio fue significativo: los borradores y la Curia eran la voz de la Sede romana, pero estos teólogos afirmaron ser la voz del pueblo de Dios. Los oídos de los obispos se apartaron de Cristo, el Pastor Supremo que habla a través de Su Vicario, y se dirigieron al rebaño hablando a través de los especialistas. De hecho, llegó a ser conocido como el "Concilio de los Especialistas".

La segunda decisión de Juan XXIII fue la transparencia al mundo a través de los medios de comunicación. Los concilios anteriores mantuvieron sus puertas cerradas para que no entrara ninguna influencia exterior, pero en el caso de Vaticano II, se organizó un centro de prensa, y esto no solo provocó que las discusiones conciliares se emitieran ad extra, sino que también ocasionó que las repercusiones del evento en la prensa internacional se sintieran ad intra. Dado que se celebró en el siglo de la comunicación, el Concilio deseaba adaptarse. El decreto Inter Mirifica sobre los medios de comunicación comienza con las siguientes palabras: "La Iglesia acoge y promueve con especial interés aquellos [maravillosos descubrimientos tecnológicos] que tienen una relación más directa con las mentes de los hombres y que han descubierto nuevas y más fáciles vías de comunicación, de opiniones y enseñanzas de todo tipo... como la prensa, el cine, la radio, la televisión, etc.” En seguida, las conversaciones de los Padres conciliares con los periodistas llegaron a ser tan importantes o más que las discusiones en las reuniones del Concilio. Los obispos no buscaban la voz del Espíritu Santo en el silencio de sus propios corazones a la luz de la fe, sino en el ruido de los hombres en todo el mundo, expresado por los medios de comunicación.

Juan XXIII murió en el intervalo posterior a la primera sesión, y Pablo VI fue elegido. El nuevo papa confirmó de inmediato su intención de continuar el Concilio, insistiendo en la naturaleza pastoral que pretendía su antecesor.

La Definición del Nuevo Magisterio

Durante la segunda sesión, de octubre a diciembre de 1963, el tema de la colegialidad se discutió acaloradamente y los borradores sobre el ecumenismo generaron amplios debates. El espíritu de los nuevos borradores fue ganando terreno, al ser redactados por los teólogos del Rin.

Durante el segundo intervalo, con la Iglesia en un estado de tumulto, Pablo VI promulgó, en la fiesta de la Transfiguración, el 6 de agosto de 1964, su primera encíclica Ecclesiam Suam, en la que definió minuciosamente el nuevo Magisterio que ya estaba siendo puesto en práctica: "Id, pues, enseñad a todas las gentes" (Mt. 28:19) es el supremo mandato de Cristo a sus apóstoles. Estos con el nombre mismo de apóstoles definen su propia indeclinable misión. Nosotros daremos a este impulso interior de caridad que tiende a hacerse don exterior de caridad el nombre, hoy ya común, de diálogo. La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio... Este tipo de diálogo es el que caracterizará a nuestro ministerio apostólico." (§64-67).

La nueva dignidad que el hombre ha obtenido con la cultura moderna exige una nueva forma de llevarlo a la verdad: "Nos parece que la relación entre la Iglesia y el mundo, sin cerrar el camino a otras formas legítimas, puede representarse mejor por un diálogo... Este tipo de enfoque es sugerido por la madurez que el hombre ha obtenido en la actualidad. Religioso o no, su educación laica le ha permitido pensar, hablar y tratar un diálogo con dignidad." (§78). "En nuestro deseo de respetar la libertad y dignidad del hombre, es verdad que este diálogo no trata de obtener de inmediato la conversión del interlocutor." (§79). La jerarquía ya no intentará imponer sus enseñanzas en nombre de su autoridad: "Lo que da autoridad a este diálogo es la verdad que expone, por la caridad que difunde, por el ejemplo que propone; no es un mandato ni una imposición." (§81). A partir de ahora, el Papa y los obispos estarán ahí para escuchar: "La dialéctica de este ejercicio de pensamiento y de paciencia nos hará descubrir elementos de verdad aun en las opiniones ajenas, nos obligará a expresar con gran lealtad nuestra enseñanza y nos dará mérito por el trabajo de haberlo expuesto a las objeciones y a la lenta asimilación de los demás, en caso de que lo asimilen." (§83).

Los papas que vinieron después de Pablo VI dejaron en claro que el diálogo se había convertido en la forma habitual y normal de ejercer su magisterio, pero Pablo VI tenía conciencia de que estaba imponiendo un gran trastorno al pasar del magisterio de la autoridad ejercido hasta ese momento, al diálogo instituido por el Concilio.



El nuevo Magisterio en su sentido más estricto

El que participa en un diálogo no ejerce ningún magisterio, si entendemos esta palabra en su sentido correcto. El diálogo busca la verdad comparando la comprensión de los participantes; si el diálogo está de acuerdo con la razón o con la fe, el criterio es un acuerdo común; mientras que alguien que ejerce un magisterio, en el sentido correcto de la palabra, ilumina a sus discípulos, y el criterio de la verdad es decisivo, basado en un conocimiento superior. Tomando el sentido correcto de ambas palabras, el magisterio y el diálogo son antónimos.

El Magisterio eclesiástico se basa en el conocimiento divino de Jesucristo y propone sus propias decisiones, llamadas definiciones, como regla y criterio de la verdad. Cuando se expresa con la mayor autoridad y de acuerdo con las condiciones establecidas por el Concilio Vaticano I para un magisterio ex cathedra, es infalible. Por eso, cuando Roma habla (ex cathedra), el diálogo y la discusión se terminan: Roma locuta, causa finita. Sin embargo, el Papa es libre de involucrar la ayuda que recibe de Cristo en mayor o menor grado, según lo dicte su prudencia, y puede expresarse a menudo en base a su propio entendimiento a la luz de la razón y de la Fe.

Por diversos motivos, Pablo VI consideró apropiado que a partir del Concilio, la jerarquía de la Iglesia ya no intervendría como antes con un verdadero magisterio de autoridad, sino simplemente en pie de igualdad con creyentes y no creyentes, en forma de diálogo. Los católicos bien informados pueden haber pensado que esta nueva forma de presentar las cosas sería vista como un signo de humildad y atraería a las almas con más certeza a la verdad ampliamente expuesta por el magisterio eclesiástico anterior. Pero los promotores de la nueva teología, bajo sus trampas modernistas, afirmaron que el diálogo no era opcional, sino que era necesario, ya que el Espíritu Santo no sólo asistía a la jerarquía sino a todos los hombres sin excepción. La conclusión a la que se llegó fue que el Papa y los obispos tenían mucho que aprender de los simples fieles y también de los no creyentes.

Un Magisterio disputado

Pablo VI no fue claro en sus motivaciones; a veces hablaba como un católico bien intencionado desilusionado por los acontecimientos, y otras veces como si estuviera influenciado por las nuevas teologías. Pero no hay duda de que introdujo el diálogo, no solo en el ejercicio de su propio pontificado, sino también en las propias instituciones de la Santa Sede, al crear la Comisión Teológica Internacional para el diálogo entre las Iglesias, y otras mil comisiones para el diálogo con grupos no católicos.

La consecuencia fue que, ante las graves controversias planteadas por el Concilio Vaticano II, la voz definitiva de Jesucristo ya no se escuchaba desde el Trono de Pedro. Roma ya no define, Roma dialoga, y las discusiones son infinitas. Pablo VI fue el primero en cosechar lo que había sembrado cuando, tres años después del término del Concilio, promulgó la encíclica Humanae Vitae, en la que se oponía a la práctica del control de la natalidad que se extendía como un incendio por toda la Iglesia; él mismo había renunciado a la fuerza imponente de la palabra pontificia, y su enseñanza fue abiertamente cuestionada a diestra y siniestra. El magisterio del diálogo tiene la desgracia de ser un magisterio en constante contradicción.

Pablo VI fue el papa que introdujo la contradicción. El diálogo sin precedentes sobre la moralidad familiar, como tantos otros, continuó con una extraordinaria perseverancia bajo Juan Pablo II y Benedicto XVI, conduciendo a Amoris Laetitia con Francisco. La jerarquía y los teólogos se han acostumbrado a tener acaloradas discusiones, la primera intenta no ser demasiado explícita y los segundos tratan de mantener una apariencia suficientemente respetuosa.

Pablo VI cargó con todo el peso de la ruptura con la Tradición, lo que hace que la incongruencia de su canonización sea aún más sorprendente.

Padre Álvaro Calderón

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sábado, 10 de noviembre de 2018

EXCLUSIVO: Análisis del documento final del Sínodo de Jóvenes por el obispo Atanasio Schneider (Diane Montagna)

(Traducido al español por Infovaticana)


El documento final del recientemente concluido Sínodo de Obispos sobre los Jóvenes “está lleno de expresiones sentimentales” y también manifiesta, en algunos pasajes clave, que la jerarquía superior “ha utilizado a los jóvenes” para llevar adelante su agenda, ha declarado mons. Athanasius Schneider.

“El enfoque básico del documento manifiesta claramente una tendencia hacia el naturalismo, el antropocentrismo, la ambigüedad doctrinal, el sentimentalismo y el subjetivismo”, ha dicho el obispo auxiliar de Astaná, Kazajistán, en una entrevista exclusiva a LifeSiteNews, el 5 de noviembre. “Esta tendencia puede identificarse inequívocamente como un neo-pelagianismo vestido de clericalismo”, ha añadido.

Ha continuado diciendo que mientras que los Padres de la Iglesia se reunían sobre todo para rechazar las herejías, el actual sínodo de los obispos permanente lleva a “una mayor burocratización” de la Iglesia, a expensas de la “Iglesia de los pobres”.

También ha discutido otras áreas específicas que son motivo de preocupación del documento final del sínodo, como la sinodalidad, la sexualidad, la conciencia, los abusos sexuales por parte del clero y el papel de las mujeres en la Iglesia.

Ha dicho que la sinodalidad ha sido utilizada por algunos representantes de la alta jerarquía eclesial para “promover su agenda personal”; que el tema del papel de las mujeres en la Iglesia también ha sido utilizado para llevar adelante un “ideología feminista poco femenina” y que el documento final “esquiva el tema central” de los abusos sexuales porque fracasa en debatir el debate sobre el papel “demostrado” y “crucial” que tiene la homosexualidad en el abuso sexual de menores.

También ha observado algunos elementos positivos en el texto, pero ha indicado que hay “omisiones” y “términos tendenciosos” que, dice, “reflejan una ideología concreta”.

En lugar de dar a los jóvenes “un pan casero, sano y nutritivo”, les han ofrecido “una limonada excesivamente edulcorada”.

A continuación, la entrevista de LifeSiteNews a mons. Athanasius Schneider.

LSNExcelencia, como pregunta general, ¿en qué difiere el documento final del Sínodo sobre los Jóvenes, recientemente concluido, de otros documentos finales, en lenguaje, contenido y estilo?

MAS: La principal diferencia entre el documento final de este sínodo y los de los sínodos anteriores la hallamos en el hecho de que ha sido inmediatamente aprobado por el Papa. Respecto al contenido, ha sido la primera vez que una asamblea con obispos católicos de todo el mundo ha abordado de manera explícita el tema de los jóvenes. El lenguaje y el estilo también es bastante diferente a los documentos de los sínodos anteriores en la medida en que le falta claridad doctrinal y está lleno de expresiones sentimentales, un rasgo que también ha caracterizado, en parte, el Informe Final del Sínodo sobre la Familia de 2015.

Importancia del magisterio

LSNSegún la nueva constitución apostólica sobre la estructura de los sínodos, Episcopalis Communio, si el documento final “es aprobado expresamente por el Romano Pontífice”, o si él “concede a la Asamblea del Sínodo potestad deliberativa, según norma del can. 343 del Código de derecho canónico”, el documento final “participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro”. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Cómo deben comprenderlo los laicos?

MAS: Primero tenemos que aclarar el significado de “Magisterio ordinario”. Esta expresión es nueva y no existía hasta antes el tiempo del Papa Pío IX. Sin embargo, el Papa Pío IX y el Concilio Vaticano I nunca utilizaron la expresión “Magisterio ordinario”, sino más bien “Magisterio universal ordinario”. El ejercicio del Magisterio se comprendía como infalible, lo que significa que todo el episcopado, junto con el Papa, enseña de manera inalterable siempre y en todos los lugares las cosas necesarias para la salvación. Fuera de las definiciones infalibles del Papa (llamadas ex cathedra), de las definiciones doctrinales infalibles de los Concilios Ecuménicos y de la enseñanza constante e infalible del Magisterio universal ordinario, no hay otros documentos del Magisterio que puedan ser considerados como infalibles.

Para evitar confusiones con el “Magisterio universal ordinario” infalible, sería mejor utilizar expresiones como “Magisterio diario ordinario del Romano Pontífice y los obispos”, o “Magisterio diario del Romano Pontífice y los obispos”. Desde un punto de vista teológico, es posible -y a veces, desde un punto de vista pastoral, también útil-, hacer esta distinción, por ejemplo, cuando el Romano Pontífice, junto al colegio cardenalicio, o con representantes de todo el episcopado, o con un grupo de obispos de una región, emite un documento no-infalible como parte del Magisterio diario ordinario.

El papel que tiene un sínodo

LSNEpiscopalis Communio, en el n. 3, dice: “El Sínodo de los Obispos, que en el nombre se remitía simbólicamente a la antigua y riquísima tradición sinodal de la Iglesia, tenida en gran estima sobre todo en las Iglesias de Oriente, tendría normalmente función consultiva, ofreciendo al Romano Pontífice, bajo el impulso del Espíritu Santo, informaciones y consejos sobre las distintas cuestiones eclesiales. Al mismo tiempo, el Sínodo podría gozar también de potestad deliberativa cuando el Romano Pontífice se lo concediese”. ¿Qué luz arrojaban los Padres de la Iglesia sobre el papel de un sínodo? En su forma actual, ¿puede un sínodo ser deliberativo?

MAS: En la época de los Padres de la Iglesia, había frecuentes reuniones regionales o sínodos de obispos, cuyo objetivo era triple: rechazar las herejías, definir de manera más concreta la doctrina católica y resolver cuestiones disciplinarias de gran relevancia, corrigiendo los abusos y la laxitud presente en la disciplina de la vida de la Iglesia. En esos tiempos no había reuniones de obispos por el mero hecho de tenerlas, sin más, o para discutir programas pastorales, como sucede ahora con la práctica actual del Sínodo de los Obispos, iniciada por el Papa Pablo VI en 1965. En la época de los Padres de la Iglesia no se organizaban encuentros para discutir los programas pastorales. Sólo se reunían cuando había una emergencia real y grave. Preferían dedicar su valioso tiempo a la oración y a llevar a cabo una evangelización directa y ferviente.

En lo que respecta a la situación actual, a partir del Concilio Vaticano II, el Romano Pontífice ha aumentado la participación de los obispos de las distintas regiones en la toma de decisiones y en el proceso consultivo de los dicasterios de la curia romana: en primer lugar, hay obispos que son miembros de los dicasterios; y, en segundo lugar, hay obispos que son consultores de los dicasterios.

No debemos olvidar que el colegio cardenalicio es el primer cuerpo consultor del Romano Pontífice. La amplia mayoría de los cardenales son, actualmente, obispos diocesanos procedentes de las distintas regiones del mundo. Por lo tanto, en la actualidad tenemos tres grupos estables de miembros del colegio episcopal cuyo papel es aconsejar y ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal. La institución del Sínodo permanente de los obispos es, en mi opinión, una innecesaria multiplicación de instituciones. Desgraciadamente, esto lleva a una mayor burocratización de la vida de la Iglesia, lo que conlleva un gasto enorme en un momento en el que la Iglesia continuamente declara ser una Iglesia de los pobres.

Además, los frecuentes y básicamente innecesarios encuentros del Sínodo de los Obispos les quita un tiempo valioso a los obispos, que deberían utilizar sobre todo para la oración y para proclamar la verdad del Evangelio (cf. Hch 6, 4).

Respecto a la pregunta si un sínodo en su forma actual puede ser deliberativo, diría que, de manera excepcional y con normas claramente definidas, es posible. Pero si esta asamblea sinodal deliberativa tuviera que reunirse de manera regular, se confundiría con el poder deliberativo de un concilio ecuménico, que es estrictamente colegial y universal y, como tal, es una forma extraordinaria de ejercicio del ministerio episcopal. Una asamblea episcopal deliberativa permanente a nivel universal es problemática desde un punto de vista dogmático, puesto que el Señor instituyó a Pedro y sus sucesores, y no a todo el episcopado, como gobierno universal supremo ordinario de la Iglesia. Tener asambleas sinodales deliberativas casi-permanentes conllevaría tener los efectos negativos del “conciliarismo”, que la Iglesia ya sufrió en el siglo XV.

Instrumentum laboris

LSNExcelencia, el Instrumentum laboris (IL) se ha abierto paso hasta el documento final (n. 3). Durante el sínodo, el IL fue ampliamente criticado por diversas razones; la principal fue su naturaleza demasiado sociológica. También incluía el acrónimo “LGBT” utilizado por el lobby homosexual. Un padre sinodal, que según parece hablaba en nombre de muchos obispos, dijo que esperaba que el documento de trabajo “muriera” para que así uno nuevo pudiera “germinar y crecer”. ¿Cuál es su opinión sobre la inclusión del Instrumentum laboris en el documento final?

MAS: El acrónimo “LGBT” es un astuto eslogan que es utilizado en una campaña de propaganda global para promover la ideología homosexual y la legitimación de los actos homosexuales. La mención neutral y no crítica de dicho término en un documento de la Santa Sede es inaceptable y demuestra, por este simple hecho, una especie de colaboración de la Santa Sede con la dictadura de la ideología homosexual totalitaria de nuestros días. La inclusión del Instrumentum laboris en el documento final del Sínodo es un modo deshonesto de aceptar que entre por la puerta de atrás, como si tal cosa, el inaceptable acrónimo político “LGBT”.

Sexualidad

LSNEl párrafo que ha encontrado más oposición por parte de los padres sinodales es el 150, con 65 votos en contra, de un total de 248. ¿Cuál es su valoración de este párrafo 150, sobre todo en lo que concierne a su uso del término “orientación sexual” y su llamada a una “profundización pastoral, teológica y antropológica” de la sexualidad? 

MAS: La referencia a la Carta a los obipos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales proporciona la correcta interpretación del término “orientación sexual”. Sin embargo, a nivel general se sabe, y se puede probar fácilmente, que hoy en día el término “orientación sexual” es altamente ambiguo, y es utilizado principalmente por la sección de propaganda ideológica del lobby homosexual y de las Naciones Unidas. El Catecismo de la Iglesia Católica utiliza el término “tendencia homosexual” que, de manera más apropiada, expresa las distintas inclinaciones morales y psicológicas desmesuradas, o la concupiscencia debida al pecado original. El término “orientación” implica una realidad positiva, un fin positivo y, por consiguiente, no debe utilizarse para expresar una tendencia homosexual.

Para un verdadero católico, y aún más para el Magisterio, una profundización pastoral, teológica y antropológica sobre la sexualidad puede sólo significar lo siguiente: mostrar de manera aún más clara la verdad revelada sobre la sexualidad humana, tal como Dios la concibió y la creó, y tal como la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia la han enseñado de manera inalterada y siempre con el mismo sentido y significado. Una profundización de este tipo deberá incluir necesariamente una estima por la virtud de la castidad.

Por desgracia, al documento final del Sínodo de los Jóvenes le falta esta declaración católica clara sobre la castidad. Espiritualmente podría haber sido de gran ayuda para los jóvenes si el documento final hubiera citado textos sobre la castidad, como el siguiente del Papa Juan Pablo II: “La verdadera felicidad exige entereza y espíritu de sacrificio, rechazo de cualquier componenda con el mal y disposición a pagar personalmente, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos. ¡Qué actual es este mensaje! Hoy se exaltan a menudo el placer, el egoísmo o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y de felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que se debe defender la pureza del corazón y del cuerpo, porque la castidad “custodia” el amor auténtico” (Angelus, 6 de julio de 2003).

Sinodalidad

LSNTambién ha habido mucha oposición al número 121 del documento final, sobre la forma sinodal de la Iglesia; 51 padres sinodales han votado en contra. Aunque apenas se ha abordado el tema de la sinodalidad durante el Sínodo, esta cuestión domina la tercera parte del documento final, lo que ha causado gran sorpresa entre los padres sinodales. Algunos sugieren que la sinodalidad será utilizada para hacer pasar una enseñanza más heterodoxa. ¿Cuál es su opinión e inquietud sobre el énfasis acerca de la sinodalidad presente en el documento final?

MAS: El hecho de que el tema estrictamente eclesiológico y, de algún modo, “clerical”, de la sinodalidad sea tan prominente en el documento del sínodo es asombroso, y parece sospechoso. Está claro que algunos de los componentes del clero de la jerarquía superior han utilizado el Sínodo sobre los jóvenes -y, por lo tanto, también a ellos, a los más jóvenes- para promover su agenda con el fin de mejorar su capacidad de toma de decisiones en el seno de la Iglesia, introduciendo así su ideología personal en la vida de la Iglesia, justificando sus fines a través de vagas referencias a los Padres de la Iglesia.

Es irónico que en el n. 121 del documento final se mencione a san Juan Crisóstomo para apoyar la “sinodalidad”, cuando fue precisamente este santo el que fue condenado por “sinodalidad”, es decir, por un sínodo de obispos. La condena sinodal de san Juan Crisóstomo cita los cánones del sínodo arriano de Antioquía, que por su parte condenó a san Atanasio.

Dos de los más grandes Padres y Doctores de la Iglesia, san Atanasio y san Juan Crisóstomo, fueron víctima de la “sinodalidad”. Fueron condenados por sínodos. Actualmente, san Juan Crisóstomo y san Atanasio, junto a san Ambrosio y san Agustín, están representados en las estatuas monumentales que sujetan en alto la cátedra de san Pedro, en el ábside de la Basílica de San Pedro en Roma.

Además, sabemos bien lo que pensaba san Gregorio Nacianceno, uno de los grandes teólogos de los Padres de la Iglesia, sobre la “sinodalidad”. Dijo: “Estoy decidido a evitar todo encuentro de obispos, porque no he visto ningún sínodo acabar bien, como tampoco he visto aplacar, en lugar de agravar, los problemas” (Ep. ad Procop.). Insistir en el tema de la “sinodalidad” en el documento final, haciendo caso omiso de los auténticos métodos sinodales -dado que este tema no fue suficientemente debatido en el aula sinodal, y no hubo tiempo suficiente para leer el texto final, que fue entregado a los obispos sólo en italiano-, es una clara demostración de clericalismo exasperado. Este clericalismo “sinodal” quiere transformar la vida de la Iglesia en una especie de parlamento mundano y protestante, en el que haya continuas discusiones y procesos de votación sobre cuestiones que no pueden ser sometidas a votación.

El papel de las mujeres en la Iglesia

LSNEl número 148, sobre el papel de las mujeres en la Iglesia, también ha sido citado como uno de los pasajes más controvertidos del documento final. Una fuente cercana al Sínodo ha dicho que la referencia a las mujeres de este párrafo como presentes en “los cuerpos eclesiales a todos los niveles”, rompe con la naturaleza apostólica de la Iglesia, y representa un “rechazo profundo” a las intenciones de Cristo sobre el liderazgo episcopal, además de socavar la paternidad espiritual de los sacerdotes. ¿Está usted de acuerdo? ¿Cree usted que hay maneras legítimas mejores con las que la Iglesia pueda involucrar a las mujeres en el proceso de toma de decisiones? ¿Y cuáles son los límites?MAS: La inclusión del tema “el papel de las mujeres en la Iglesia” en el debate sinodal y en su documento final demuestra, una vez más, el abuso que miembros de la alta jerarquía eclesial hacen de nuestros jóvenes, de los más pequeños, por su deseo de tener otra Iglesia: quieren dar a una ideología feminista poco femenina la base para una acción dentro de la Iglesia. Una mujer verdaderamente católica no desea tener el poder de decisión en la política eclesial, o sobre cuestiones que, por su naturaleza, pertenecen a la jerarquía establecida de manera divina. Una mujer verdaderamente católica detesta las luchas de poder en la vida de la Iglesia. El mayor poder de toma de decisiones que tiene una mujer católica en la vida de la Iglesia es el ejercicio cristiano de la maternidad en la familia. ¿Puede haber un poder de toma de decisiones mayor que el de un madre que educa a un futuro santo sacerdote, un futuro santo obispo, un futuro santo papa? ¿Cuál es el increíble poder de decisión que tiene una joven que se convierte en Esposa de Cristo en la vida religiosa, y que por medio de su vida consagrada en un convento de clausura representa el corazón de la Iglesia? Hay mujeres santas que son Doctoras de la Iglesia. Conocemos sus nombres: santa Hildegarda de Bingen, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila, santa Teresa de Lisieux, por no mencionar a las dos patronas de Europa, santa Brígida de Suecia y santa Teresa Benedicta de la Cruz. Enseñaron a la Iglesia con lo que recibieron de la Iglesia, no con sus propias ideas, y pudieron hacerlo gracias a sus vidas contemplativas, de santidad y de amor a la integridad de la doctrina de la Iglesia.

En tiempos de gran tribulación para la vida de la Iglesia, y por amor a ella, estas santas mujeres no tuvieron miedo de elevar su voz para corregir filialmente a obispos y papas. Los clérigos, sin embargo, a menudo fueron cobardes y, preocupados por sus carreras, eligieron no expresar una corrección que era necesaria a la jerarquía. Las santas mujeres nombradas más arriba no pertenecían al poder que tomaba las decisiones en la Iglesia en su época. No hagamos que las mujeres católicas estén en los ámbitos donde se toman las decisiones porque si no perderán la libertad de corregir públicamente los abusos perpetrados por los clérigos, o de expresar una corrección filial a los niveles más altos de la jerarquía. No necesitamos mujeres clericalizadas que formen parte de la burocracia eclesial. La Iglesia de nuestros días necesita urgentemente nuevas santas Hildegardas, nuevas santas Catalinas, nuevas santas mujeres que, con su sabiduría y oración, enriquezcan la comprensión de la fe, y que con su valentía reprendan a los clérigos negligentes y abusadores a todos los niveles.

Conciencia

LSN¿Qué opina sobre cómo se ha abordado en el documento final el tema de la conciencia? (Ver ns. 107-109)

MAS: Las declaraciones del documento final sobre la conciencia en los números 107-109 reflejan la enseñanza de la Iglesia y son bastante aceptables. Para una comprensión más completa de la conciencia hubiera sido útil, sin embargo, que el documento mencionara también los peligros de los errores de conciencia y los obstáculos a una conciencia justamente formada. Hubiera sido de gran ayuda para los jóvenes si el documento final hubiera incluido explicaciones sobre la conciencia como, por ejemplo, la siguiente, del Beato John Henry Newman: “El sentimiento de lo justo y de lo injusto, que en la religión es el primer elemento, es tan delicado, tan irregular, tan fácil de confundirse, de oscurecerse, pervertirse, tan sutil en sus métodos de razonamiento, tan maleable desde la educación, tan influenciado por el orgullo y las pasiones, tan inestable en su curso que, en la lucha por la existencia, entre los múltiples ejercicios y triunfos de la mente humana, este sentimiento al mismo tiempo es el mayor y el más oscuro de los maestros; la conciencia no es un egoísmo clarividente, ni el deseo de ser coherentes con uno mismo” (Carta al duque de Norfolk).

Abusos sexuales

LSN¿Cuál es su opinión sobre el modo cómo el documento final ha abordado el tema de la crisis de los abusos sexuales, que ha afectado de manera especial a unas regiones concretas del mundo? (Ver ns. 29-31). El arzobispo mons. Charles Chaput ha dicho que los pasajes sobre el tema eran “inadecuados y decepcionantes” y que los líderes de la Iglesia de los países que no han sido sacudidos por la crisis de los abusos “claramente no comprenden su objetivo y gravedad”. “Falta en el texto unas disculpas de corazón”, ha añadido, y el clericalismo “es parte del problema de los abusos, pero no es en absoluto el tema central para muchos laicos, sobre todo para los padres”.

Estoy de acuerdo con las observaciones de mons. Chaput. La respuesta del documento a la cuestión de los abusos sexuales en la Iglesia es realmente insuficiente. La más dolorosa y, seguramente, una de las heridas más profundas en la vida de la Iglesia -los abusos sexuales de niños y adolescentes por parte de sacerdotes-, no se menciona de manera explícita, y está incluida en una lista de diferentes tipos de abuso, como el abuso de gente joven, el abuso de poder, el abuso de conciencia, los abusos económicos, etc.

El texto esquiva el tema central y no pone el dedo sobre la llaga. Al no hablar sobre el hecho demostrado de que la homosexualidad ha jugado un papel crucial en los abusos sexuales de menores, es deshonesto o está motivado ideológicamente, por ejemplo, se ha hecho para proteger la homosexualidad o por motivos políticos, es decir, para ser políticamente correcto con la opinión dominante, que niega la conexión entre homosexualidad y abuso sexual de menores.

En un estudio académico reciente, el Ruth Institute (situado en Louisiana, EE.UU.) demostró claramente la conexión entre los abusos sexuales de menores y la homosexualización del clero. Según este estudio, el 78% de los menores víctimas de abusos no eran niños, sino adolescentes varones post-púberes. El documento del Sínodo sobre la Juventud 2018 seguramente pasará a la historia como un texto en el que la jerarquía no admitió una de las causas principales del abuso sexual de niños y adolescentes, que es la homosexualidad en el clero. ¿Acaso esta negación de la evidencia en el documento sinodal no es también una forma de clericalismo?

Elementos positivos

LSN¿Qué elementos positivos ve usted en el documento final?

MAS: Hay, claro está, varios elementos positivos en el documento final. Se podrían mencionar los siguientes:

La llamada a la santidad, sobre todo en el n. 165.
Una descripción hermosa y teológicamente correcta de la Sagrada Liturgia en el n. 134; la importancia del silencio, el temor reverencial ante el Misterio, etc.
La importancia de la oración, la contemplación, la adoración Eucarística, la interioridad, las peregrinaciones y las devociones populares.
La necesidad de dar respuesta y razón de nuestra Fe, citando a 1 Pe 3, 15.
La mención de no crear una nueva Iglesia en el n. 60.
La mención de la gracia – siete veces; sin embargo, la palabra “acción” es mencionada el doble de veces que “gracia”.
La importancia de la dirección espiritual.
La mención de la ascesis y la lucha espiritual, y de la formación de la conciencia.
La oración por las vocaciones.
La hermosa conclusión en el n. 167.

Omisiones y términos tendenciosos

LSNExcelencia, ¿le gustaría añadir alguna cosa?

MAS: Para poder evaluar un documento hay que considerar las omisiones y los términos tendenciosos, ya que estos reflejan una ideología concreta. Desde luego, el enfoque básico del documento manifiesta claramente una tendencia hacia el naturalismo, el antropocentrismo, la ambigüedad doctrinal, el sentimentalismo y el subjetivismo. Esta tendencia puede identificarse inequívocamente como un neo-pelagianismo vestido de clericalismo.

Hay que considerar, por ejemplo, las siguientes omisiones, que hablan por sí solas. No hay palabras como: “sagrado”, “santo”, “roca”, “eterno”, “eternidad”, “sobrenatural”, “cielo” (en el sentido de vida eterna), “vencer”, “conquistar”, “resistir”, “defender”, “soldado”, “victoria”, “objetivo”, “fin”, “virtud” (en el sentido teológico), “alma” (en cambio “cuerpo” se menciona 19 veces), “verdad” (no en el sentido teológico o metafísico, sino sólo en relaciones psicológicas y humanas), “objetivo”, “objetividad”, “claro”, “convicción”, “ley de Dios”, “observancia”, “mandamientos”, “arrepentimiento”, “obediente”, “obediencia”, “martirio” (en el sentido de morir por la fe católica y Jesucristo), “reverencia” y “respeto hacia Dios”.

Hay también las palabras tendenciosas: “humano” (20 veces, mientras que “divino” aparece sólo dos), “cuerpo” (19 veces, mientras que “alma” no aparece nunca); “historia” (15 veces); “experiencia” (52 veces); “libertad” (38 veces); “acción y actividad” (25 veces, mientras que “gracia” sólo 7 veces); “tierra” (6 veces); “ecología” (3 veces); “sinodal o sinodalidad” (105 veces).

Es asombroso que las siguientes citas bíblicas, aptas en grado sumo para la formación de los jóvenes, no estén incluidas en el documento final:

“Se acercó uno a Jesús y le preguntó: ‘Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?’. …Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”(Mt 19, 16-17).
“Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad” (1 Cor 15, 19).
“Por eso corro yo, pero no al azar; lucho, pero no contra el aire” (1 Cor 9, 26).
“Arraigados y edificado en él, afianzados en la fe” (Col 2, 7).
“Huye de las pasiones juveniles y busca la justicia” (2 Tim 2, 22).
“La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve” (Heb 11, 1).
“Estáis firmes en la verdad que poseéis” (2 Pe 1, 12).
“Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe” (1 Jn 5, 4).

La voz eterna de la Iglesia

Las siguientes palabras de Juan Pablo II y de Pío XII reflejan la voz eterna de la Iglesia en su enseñanza a los jóvenes. Esta voz es intemporal en su contenido y lenguaje:
“¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?… ¿No somos nosotros la generación a la que el mundo y el progreso temporal llenan completamente el horizonte de la existencia?… Cuando nos ponemos ante Cristo, cuando Él se convierte en el confidente de los interrogantes de nuestra juventud, no podemos poner una pregunta diversa de la del joven del Evangelio: «¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?». Cualquier otra pregunta sobre el sentido y valor de nuestra vida sería, ante Cristo, insuficiente y no esencial. … Hemos de suponer que en este diálogo que Cristo sostiene con cada uno de vosotros, jóvenes, se repita la misma pregunta: ¿Sabes los mandamientos? Ésta se repetirá infaliblemente, porque los mandamientos forman parte de la Alianza entre Dios y la humanidad. Los mandamientos determinan las bases esenciales del comportamiento, deciden el valor moral de los actos humanos, permanecen en relación orgánica con la vocación del hombre a la vida eterna, con la instauración del Reino de Dios en los hombres y entre los hombres. … Si es necesario, sed decididos en ir contra la corriente de las opiniones que circulan y de los «slogans» propagandísticos. No tengáis miedo del amor, que presenta exigencias precisas al hombre. Estas exigencias –tal como las encontráis en la enseñanza constante de la Iglesia– son capaces de convertir vuestro amor en un amor verdadero” (Juan Pablo II, Carta Apostólica Dilecti Amici a los jóvenes del mundo, 31 de marzo de 1985).
“Jóvenes católicos, queréis ser verdadera y plenamente tales. A la irreligiosidad y la incredulidad que os rodean, oponéis vuestra fe firme, viva y activa. Vuestra fe será firme y luminosa sólo si la conocéis, no superficialmente o de manera confusa, sino clara e íntimamente. Vuestra fe será viva si vivís según sus máximas y observáis los mandamientos de Dios. El joven que santifica las fiestas afrontando cualquier dificultad o problema, que se acerca a menudo a la Mesa del Señor, que es verdadero y leal, dispuestos a socorrer a los necesitados, que respeta a las jóvenes y a las mujeres y que tiene la fuerza de cerrar los ojos y el corazón a todo lo que es impuro en los libros, las imágenes, las «películas», demuestra tener verdaderamente una fe viva. Observad que si no es viva, la fe ni siquiera es activa. Si otros hacen estos grandes esfuerzos para las obras del maligno, ¡cuán mayor deberá ser nuestro celo por la causa de Dios, de Cristo y de la Iglesia!. Cumpliréis con vuestro deber, también en vuestra vida terrenal, sólo si sois hombres de espíritu sobrenatural, para los que la unión con Cristo, la resurrección gloriosa y la vida eterna valen más que todas las cosas humanas. El mundo católico lleva en sí una fuente inagotable de prosperidad y de bien también en el campo de la vida terrenal, precisamente porque sitúa lo eterno por encima de lo temporal. Si no fuera así, su fuerza se extinguiría. […] En nuestros tiempos, la humanidad ha oído el mensaje del «derrumbamiento de todos los valores» (Umwertung aller Werte). … Precisamente en estos años de agitación económica y social, los valores religiosos y eternos han demostrado con fuerza su total indestructibilidad: Dios y su ley natural; Cristo y su Reino de verdad y gracia; la familia cristiana, siempre la misma y siempre espina dorsal y medida de cualquier orden económico y público; la dulce y segura esperanza del más allá, de la resurrección y de la vida eterna” (Discurso de Pío XII en el 80 aniversario de la juventud italiana de Acción Católica, 12 de septiembre de 1948).
Es una pena que en el primer sínodo sobre los jóvenes de la Iglesia no se citara una obra importante de un gran santo y Doctor de la Iglesia, san Basilio, que aborda explícitamente el tema de los jóvenes. Vale la pena citar de esta obra patrística los pasajes siguientes, que son intemporales y tan actuales para la juventud de hoy. Escribe san Basilio:
“Nosotros cristianos, hijos míos, sostenemos que esta vida humana no vale absolutamente nada y de ningún modo consideramos ni calificamos de «bueno» nada que nos reporte la plena satisfacción pero sólo restringida a aquella. … En nuestras esperanzas vamos más lejos y todo lo hacemos en preparación de la otra vida. […] Lo cierto es que quizá os lo expondría con suficiente claridad sólo con deciros que si uno con el pensamiento reúne a la vez y agrupa en conjunto toda la felicidad desde que existen seres humanos, no la encontrará equivalente ni siquiera a la parte más pequeña de aquellos bienes, sino que la totalidad de las lindezas de aquí por su valor se queda más lejos del más minúsculo de aquellos de lo que la sombra y el sueño lo están de la realidad. Es más, para servirme de un ejemplo más apropiado, tanto cuanto el alma es en todo más preciada que el cuerpo, tan grande es la diferencia entre una y otra vida. […] No, no hay cosa de la que más deba huir alguien sensato que de vivir pendiente del qué dirán y de tener en cuenta el parecer de la mayoría, y no hacer de la recta razón guía de la vida: en consecuencia, aunque haya que contradecir a toda la humanidad, tener mala fama y correr peligros en favor del bien, no elegirá remover nada de lo que se juzga correcto” (San Basilio Magno, A los jóvenes, capítulos 2, 9).
En lugar de dar a los jóvenes, metafóricamente hablando, un pan casero nutritivo y sano, proporcionándoles una formación pastoral, espiritual y doctrinal auténtica en contenido y lenguaje, el documento final de este sínodo ha fracasado en este aspecto y podemos decir, metafóricamente también, que es una “limonada excesivamente edulcorada”. La limonada dulce no le gusta a todo el mundo y no siempre, mientras que un pan casero, sano y nutritivo, es un alimento que tiene un gusto imperecedero y que da verdadera fuerza. Así han sido los documentos magisteriales auténticos de la Iglesia durante más de dos mil años: reflejaban de manera fiel e inequívoca, en su contenido y lenguaje, la Tradición perenne de la fe católica, testimoniada de manera privilegiada por los Padres y Doctores de la Iglesia, y también por muchos mártires y confesores jóvenes.

Publicado por Diane Montagna en LifeSiteNews; traducido por Elena Faccia Serrano para InfoVaticana.