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viernes, 23 de septiembre de 2022

Homilía │San Pío de Pietrelcina, presbítero│ 23.09.2022 │P. Santiago Martín FM│Magnificat.tv



Duración 8:43 minutos


Sobre la importancia fundamental de la confesión

Entrevista al cardenal Müller en InfoVaticana: «El papa no tiene autoridad para cambiar la enseñanza de la Iglesia»



El cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha concedido una entrevista a InfoVaticana.

El purpurado ha respondido a las preguntas de este medio sin escurrir el bulto y entrando de lleno en las cuestiones planteadas sobre el reciente consistorio de cardenales celebrado en Roma a finales de agosto o sobre la dramática situación que vive la Iglesia en Alemania.

El cardenal Müller, acaba de terminar de predicar unos ejercicios espirituales a más de 400 sacerdotes en Polonia. Müller visitará España el próximo mes de octubre. El día 25 participará en una conferencia en Madrid sobre «Juan Pablo II y la Nueva Evangelización. Fuente de renovación moral y espiritual».

Entrevista con el cardenal Gerhard Ludwig Müller

P-Hace unas semanas participó en el Consistorio de los Cardenales en Roma, ¿con qué sensaciones concluyó el trabajo en ese momento?

R-En primer lugar, agradecí al Santo Padre que volviera a convocar un consistorio después de una pausa de muchos años para que los cardenales pudieran discutir con él la situación de la Iglesia en el mundo actual. Pero el tema se limitó a la discusión del documento ya publicado Praedicate Evangelium sobre la reforma de la curia y sobre el Año Santo 2025.


P-Hay algunos cardenales que lamentan no haber podido hablar todo lo que les hubiera gustado. ¿Hubo oportunidad para que los cardenales le expresaran sus preocupaciones al papa?

R-No hubo oportunidad de debatir sobre las cuestiones candentes, por ejemplo, sobre el ataque frontal a la imagen cristiana del hombre por parte de las ideologías del posthumanismo y la locura de género o sobre la crisis de la Iglesia en Europa (ya no hay vocaciones sacerdotales, las iglesias están vacías los domingos, etc.). Las contribuciones críticas se referían a la teoría del papado como un poder ilimitado de derecho divino sobre toda la Iglesia, como si el papa fuera un Deus in terris. El recién nombrado cardenal Ghirlanda, SJ, como asesor más importante del papa en la reforma de la curia, sostiene la opinión de que todo lo que los papas han dicho o hecho en el curso de la historia de la Iglesia es un dogma o una ley de jure divino. Esto contradice toda la tradición católica, y en especial el Vaticano II, de que los obispos y los sacerdotes sólo tenían autoridad para realizar actos sacramentales, mientras que el papa estaba en posesión exclusiva de toda la jurisdicción, la cual podía delegar a su voluntad en clérigos o laicos. En realidad, en el sacramento del Orden, Cristo confiere al obispo (o al sacerdote) la autoridad para predicar, santificar y gobernar (incluso para administrar justicia). El papa no confiere jurisdicción a un obispo, sino que solo le asigna una diócesis específica a un obispo, que no es representante del papado, sino de Jesucristo (Lumen Gentium 27). En un concilio ecuménico, los obispos consagrados ejercen su parte en la jurisdicción del episcopado universal no como delegados del papa, sino en virtud de la autoridad que les ha sido conferida por Cristo. La teoría del papa como autócrata, traída de la teología jesuita del siglo XIX, no solo contradice el Concilio Vaticano II, sino que socava la credibilidad de la Iglesia con esta caricatura del ministerio petrino. La promesa de una mediación ecuménica de la doctrina católica del papa (cf. Encíclica de Juan Pablo II Ut unum sint, de 1995) como «principio perpetuo y visible de la unidad de la Iglesia en la verdad de Cristo» (cf. Lumen gentium 18; 23) se hace francamente ridícula.


P-¿Qué temas destacaría que son actualmente de mayor importancia en el Vaticano?

R-Por «Vaticano» entendemos las instituciones occidentales de la Santa Sede. Pero yo hablo aquí del ministerio de la Iglesia romana, es decir, del papa con el Colegio Cardenalicio (y las instituciones de la curia romana) a la comunión y unidad de todas las Iglesias locales en la verdad de la revelación divina y la misión sacramental de llevar a todos los hombres al conocimiento de Cristo, Hijo de Dios y único mediador de la salvación.


P-Una pregunta un tanto controvertida: ¿por qué se habla cada vez más en la Iglesia de temas como la ecología, el planeta u otros temas, y menos de Jesucristo y sus enseñanzas?

R-En un mundo en el que el sentido y la meta del ser humano se limitan materialmente a contenidos temporales y transitorios (como la adquisición de poder, prestigio, dinero, lujo, satisfacción placentera), es más fácil hacerse interesante como agente de este programa de un «Nuevo Orden Mundial sin Dios» (según las lecturas capitalistas o comunistas). «¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt 16,26). Si queremos ser discípulos de Jesús, también debemos obedecer su palabra: «Buscad más bien su reino, y lo demás se os dará por añadidura» (Lc 12,31). No existe una oposición estricta entre los bienes eternos /espirituales y las necesidades temporales/ perecederas de la vida. Pero antes pedimos a Dios, nuestro Padre, que venga su Reino y que se haga su santa Voluntad en el cielo como en la tierra. Y también pedimos el pan de cada día, el perdón de nuestros pecados como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, y la salvación de todos los males derivados de nuestra separación pecaminosa de Dios, como origen y meta de todo ser humano. En su sucesión de San Pedro, el Papa une diariamente a toda la Iglesia en la confesión de Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16). Y Cristo construye su Iglesia sobre Pedro, la roca, dándole a él y a los obispos la autoridad para proclamar el Evangelio del Reino de Dios, administrar los Sacramentos y, como buenos pastores, conducir el rebaño de Cristo al buen pasto de la Palabra y de la Gracia.


P-Toda la Iglesia sigue con atención y preocupación los pasos del Camino Sinodal alemán ¿Qué opina de las decisiones de la IV Asamblea del Camino Sinodal alemán?

R-En el lenguaje teatral, no se sabría exactamente si hablar de tragedia o de comedia con respecto a este acontecimiento. Todos los textos, muy abundantes pero no muy profundos, no tratan de la renovación de los católicos en Cristo, sino de una rendición ante un mundo sin Dios. El único tema entre todos los temas es la sexualidad. Sin embargo, no se entiende como el don de Dios concedido a los seres humanos como personas creadas (en nuestra naturaleza masculina y femenina), del que se deriva la responsabilidad de participar como padre y madre en la obra de la Creación de Dios y la voluntad universal de salvación para con la propia descendencia, sino como una especie de droga para adormecer el sentimiento básico nihilista con la máxima satisfacción de placer.


P-Tanto el cardenal Marx como Georg Bätzing apoyaron los textos que pedían al papa un cambio en la moral sexual, la ordenación de mujeres y la visión de la homosexualidad, ¿qué opina?

R-Hay dos errores en esto que solo los ignorantes teológicos pueden cometer: 1) el papa no tiene autoridad para cambiar la enseñanza de la Iglesia, que está afianzada en la revelación de Dios. Al hacerlo, se exaltaría como hombre por encima de Dios. 2) los apóstoles solo pueden enseñar y disponer lo que Jesús les mandó enseñar (Mt 28,19). Son precisamente los obispos, al igual que sus próximos sucesores, los que están llamados a la «enseñanza de los apóstoles» (Hechos 2,42) en la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y las definiciones doctrinales certeras de anteriores decisiones catedralicias papales o concilios ecuménicos. «El Romano Pontífice y los Obispos […] no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al divino depósito de la fe» (Lumen gentium 25; cf. Dei verbum 10).


P-¿Ha tenido la oportunidad de hablar con alguno de los obispos de Alemania que ocupan estos cargos?

R-Según la lógica del poder, que rehúye la verdad como el diablo el agua bendita, no tiene sentido que hable con el antiguo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Pero incluso el cardenal Kasper, al que antes celebraban como aliado en la cuestión de la comunión de los divorciados casados de nuevo, es silenciado por ellos tras sus declaraciones críticas sobre el camino sinodal.


P-¿Cuál cree que es la razón para intentar reformar la Iglesia cambiando toda la moral, los principios, las enseñanzas y las tradiciones?

R-Muchos funcionarios bien pagados en el establecimiento de la empresa «Iglesia alemana» (como el mayor empleador de Alemania) sufren el hecho de que la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y los mandamientos 6º y 9º del Decálogo contradicen la corriente principal de la sociedad debido a la revolución sexual de 1968. No soportan la contradicción con la voluntad de Dios en su comportamiento personal y los comentarios burlones de sus contemporáneos sobre el «mundo católico de la fe y la moral rezagado en la Edad Media». Por eso también quieren proyectarse como modernos y seguir la vanguardia de la ciencia de la psicología y la sociología. Quieren estar allí y no ser considerados como forasteros (como el «hijo sórdido de la nación», como lamentaba el obispo de Aquisgrán).



P-¿Cree que la Iglesia en Alemania corre el riesgo de iniciar un cisma con Roma?

R-En su ciega arrogancia, no piensan en la división, sino en apoderarse de la Iglesia universal. Alemania es demasiado pequeña para que puedan ejercer su ideología de gobierno. Reclaman un papel principal en la Iglesia universal. Se trata nada menos que de contentar al mundo entero con su sabiduría y de liberar a los católicos atrasados e incultos y a sus obispos de los demás países, incluido el papa, de la carga de la revelación y los Mandamientos divinos. Su objetivo es la transformación de la Iglesia del Dios Trino en una organización de bienestar mundano (ONG). Entonces habríamos llegado finalmente a la «religión de la fraternidad universal», es decir, a una religión sin el Dios de la revelación en Cristo, sin una Verdad que llegue más allá de la razón finita, sin Dogmas y Sacramentos como medios de Gracia necesarios para la salvación, tal como lo describió el gran filósofo de la religión ruso Vladimir Soloviev en su escrito Breve historia del Anticristo (1899). El gobernante mundial de la filantropía universal sin Dios es contradicho aquí por el papa Pedro II, que lanza la siguiente confesión al Anticristo que se ha instalado en el trono de Dios: «Nuestro único Señor es Jesucristo, el Hijo del Dios vivo».


P-¿Qué cree que le deparará el futuro a la Iglesia Católica a nivel universal?

R-Cuando uno ve la megalomanía de nuestros políticos e ideólogos desde Pekín a Moscú y desde Bruselas a Washington, no se puede esperar mucho bien para el futuro de la humanidad. Un verdadero futuro para cada ser humano en la vida y en la muerte solo lo podemos esperar de Dios , que por Amor dio a su Hijo para la salvación del mundo (cf. Jn 3,16). En un mundo en el que los hombres presumen de ser Dios, de crearse y de redimirse (cf. el principal consejero del Nuevo Orden Mundial: Yuval Noah Harari, Homo Deus), a los cristianos sólo nos queda el testimonio de la Palabra y, si es necesario, de la sangre, de que solo el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo es nuestro Salvador, porque ha vencido al mundo, a su prepotencia y a su pecado y a la muerte como precio por el pecado.

Solo cuando no adoramos a «la bestia» del abismo (la impiedad), su estatua y su falso profeta, alcanzamos la vida y el dominio con Cristo, que abarca nuestro futuro temporal y eterno. Porque la muerte temporal y eterna ya no tiene poder sobre nosotros (cf. Ap 20,6). Tenemos la paz del corazón en el Hijo de Dios, que dice a sus discípulos: «En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

La vergüenza del caso Reig Pla



Que pone absolutamente de relieve la República bananera en la que algunos parecen empeñados en convertir a la Iglesia católica en España. Y valiéndose de unas mañas tan arteras que no sólo dejan en pésimo lugar a los responsables sino que apuntan directamente a sus mismos progenitores. Tanta maldad debe tener alguna raíz genética.No pueden tener buenos padres y buenas madres y ser tan canallas.
Yo no elevo a Francisco la responsabilidad única de la decisión, aunque la firma decisoria es la suya y él tenga que responder de quién se asesora y de lo que firma.
Pero lo que estamos viviendo en la Iglesia católica hoy es tan sorprendente, tan entreguista y tan desesperanzador que hay que recurrir a todos los anclajes en la divina Providencia para no dar por irremisiblemente perdida la batalla

Las fuerzas del mal tienen poderosisimos aliados que marcan en el tablero de ajedrez eclesiástico los movimientos que ejecuta el Papa. Mayoritariamente en una misma dirección: Livieres, Cipriani, Aguer, Burke, Müller, Pell, Tobin, Farrell, Cupich, McElroy, Gómez, Rey, Marx, Castillo, Zen, el obispo de Arecibo… Y ahora Reig.

En España teníamos hasta ayer diez obispos que habían presentado su renuncia al Papa por haber cumplido 75 años. Y poco antes el inane Blázquez había cumplido los ochenta como arzobispo de Valladolid. Hoy, Osoro tiene 77 años y cuatro meses. Pues de los diez, al que se han apresurado a cepìllarse fue al más joven de todos- Que apenas rebasaba en dos meses los 75 años.

Y con especiales muestras de indignidad. Para acreditar que no había la menor urgencia en sustituir al obispo no se le nombra sucesor. Lo que corría prisa era echarle.

No sabemos, de momento, quiénes son los responsables de esta vergüenza eclesiástica pero saldrán sus nombres y los enciscaremos como se merecen.Hoy ya nada queda oculto. El único nombre aparecido hasta el momento es el de un obispo auxiliar de Madrid, a quien nadie da el menor protagonismo en esto ni en nada. Un simple mandado. A lo que haga falta. Por ruin que sea.

Y que nos vengan con sinodalidades, misericordias, puentes y demás zarandajas. ¿Las que han tenido con Reig?

Queda Reig. Aunque se vaya. Difícil de olvidar su paso por Alcalá. Brillantísimo, podía estar una hora sin consultar una nota y con el público enganchado en su palabra. Absolutamente eucarístico y martirial. Un referente de la doctrina de la Iglesia hoy tan olvidada e incluso tan prostituida.

Para que lo peor le odie.

Y nosotros veneraremos su recuerdo.

No hay que ser un genio para entenderlo (Bruno Moreno)



Hace mucho, mucho tiempo, en la época en que los dinosaurios dominaban la tierra, o casi, me tocó hacer el examen de acceso a la universidad (o selectividad, como se llamaba en aquellas edades prehistóricas). No sé si demostré muchos conocimientos, pero al menos aproveché para aprender algo importante sobre la naturaleza humana que nunca he olvidado.

Me examiné en la universidad pública a la que luego asistí como alumno y, debido a su caos organizativo endémico, no encontraron aulas suficientemente grandes para nosotros a pesar de tratarse de una universidad gigantesca. Como si no fueran capaces de encontrar hielo en pleno Polo Norte, vamos. La solución que encontraron fue hacinarnos como pulgas en perro flaco, colocándonos en sillas pegadas unas a otras, de manera que cada uno de nosotros tenía delante su examen y, a unos veinte centímetros de distancia, los exámenes de otros dos estudiantes, uno a cada lado.

Como imaginarán los lectores, aunque aquellos estudiantes eran la flor y nata de nuestra juventud española, en sus tiernos corazoncitos surgió una sibilina tentación: ¿y si copiara a troche y moche como si no hubiera mañana? A pesar de los profesores que había en el aula y de los ímprobos esfuerzos de multitud de ángeles de la guarda, en aquella mañana fatídica algunos estudiantes cayeron en la tentación y empezaron a copiar de sus compañeros.

¿Que cómo lo sé? En primer lugar porque, de forma ligeramente sospechosa, tanto mi compañero de la izquierda como el de la derecha iban escribiendo exactamente lo mismo que yo. Hasta las comas. En segundo lugar, porque, al cabo de unos cinco minutos, un profesor dijo en voz alta “¡no copiéis!”, señal inconfundible de que algunos, en efecto, copiaban. Cinco minutos más tarde, el mismo profesor repitió “¡que no copiéis!”, señal igualmente certera de que los muchachitos seguían copiando como bellacos. Finalmente, cuando apenas había pasado quince minutos desde el comienzo del examen, el profesor gritó, con impotencia, “¡os he dicho que no copiéis!”.

Supongo que no hace falta decir que, después de aquella tercera advertencia, casi la totalidad de los examinandos se pusieron a copiar alegremente a sus compañeros a dos manos y sin molestarse ya en disimularlo. Recuerdo la angustia en la cara del profesor y la resignación de sus compañeros, mientras que los sinvergüencillas de los estudiantes, en palabras del profeta, exultaban de gozo como se alegran durante la siega, como se alegran al reparto del botín.

Aquel examen me dejó una profunda impresión y me enseñó algo esencial sobre la autoridad: cuando el que manda tolera que se desobedezcan públicamente sus mandatos sin consecuencias, termina por perder de facto su autoridad. Si los alumnos ven que el profesor se limita a decir una y otra vez que no hay que copiar, pero no castiga a los que lo hacen, deducen sensatamente que no hay que por qué hacerle ningún caso. Cuando el gato es demasiado gordo, cobarde o inútil para perseguirlos, los ratones bailan y le tiran de los bigotes.

Años después aprendí que esta verdad esencial sobre la desistencia de la autoridad era incluso un principio jurídico en algunos ordenamientos desde tiempos de la antigua Roma, el de la desuetudo. De conformidad con ese principio, las leyes que la propia autoridad o los tribunales van olvidando y no hacen cumplir terminan por dejar de tener efecto y hacerse inaplicables. Los romanos, que eran eminentemente prácticos, reconocían así una realidad general sobre la naturaleza del gobierno: la autoridad que no se ejerce, se pierde. Al menos de facto, como decíamos.

Este largo rodeo me lleva a los obispos flamencos (es decir, belgas de habla rarita, también conocida como neerlandesa), que acaban de aprobar un formulario para bendecir a las parejas del mismo sexo en el que, con una encomiable brevedad de palabras, consiguen negar toda la doctrina moral de la Iglesia sobre ese tema. Sin que por ahora el Vaticano haya dicho ni mu. También podemos mencionar a los obispos alemanes, que en su sínodo nacionalsinodalítico alemán de preparación del sínodo supersinodal de la sinodalidad, se han permitido negar la moral sobre ese tema y muchos otros, además de la fe católica sobre el sacerdocio y diversas cuestiones. De nuevo, sin que el Vaticano haya tenido a bien señalarles nada al respecto, más que la conveniencia de tratar esas cuestiones en el sínodo internacional y no solo en el nacional, como si lo malo no fuera negar la fe, sino hacerlo en grupos pequeños.

Estos dos casos son los más conocidos, pero ni mucho menos los únicos. Durante los dos sínodos de las familias, multitud de obispos franceses, españoles y de otras nacionalidades negaron frontalmente la fe católica sobre el matrimonio y otros temas. Sin ninguna consecuencia ni exigencia de que se retractaran. De hecho, esta situación ya viene de bastante lejos, porque, después de la publicación de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, las conferencias episcopales de Austria, Bélgica, Canadá y Francia, entre otras, se desmarcaron de la encíclica, dando a entender que no había que exagerar, que podía haber distintos casos, que si la conciencia por aquí y por allá, etcétera, etcétera. No solo sin consecuencias, sino que, en algunos casos como el de la diócesis de Washington, el propio Vaticano obligó a obispos a levantar las sanciones que habían aplicado contra los sacerdotes que negaban la doctrina sobre los anticonceptivos de la encíclica.

En fin, no son más que algunos ejemplos entre bastantes más. Y todo esto limitándonos a obispos. Si añadiéramos los casos de sacerdotes y religiosos de todo el mundo que han enseñado durante décadas y siguen enseñando impunemente todo tipo de herejías e inmoralidades en público y sin consecuencias, necesitaríamos el Internet entero y aún nos faltaría espacio.

Teniendo en cuenta esta desistencia de décadas y más décadas de la autoridad en la Iglesia. ¿Qué sentido tiene rasgarse las vestiduras durante un par de días cuando sale a la luz el último caso de obispos desnortados? ¿De qué sirve que la Congregación para la Doctrina de la Fe haya sacado un documento que declara ilícitas las bendiciones a parejas del mismo sexo, si los obispos saben que pueden bendecir públicamente a esas parejas sin consecuencias? Si no se corrige a los que rechazan la fe católica y a menudo se les premia, por ejemplo con un puestecito en la Pontificia Academia para la Vida, ¿no será que gran parte de la Iglesia, incluidos los pastores, han abandonado esa fe y la consideran, en el mejor de los casos, una opinión más entre tantas posibles? ¿A quién puede extrañarle que el propio Papa haya negado de forma solemne, aunque confusa, la doctrina de la Iglesia sobre los actos intrínsecamente malos, la suficiencia de la gracia o la indisolubilidad del matrimonio en una exhortación postsinodal sin que la Iglesia en pleno se haya levantado a corregirle, como sucedió en otras épocas?

Casi le parece a uno escuchar los ecos de aquel profesor frustrado e impotente: ¡que no copiéis! ¡Os he dicho que no copiéis! Quizá la jerarquía en pleno tendría que hacer un examen de selectividad, a ver si aprendían algo. O quizá, solo quizá, sea más bien un problema de fe, porque en la Iglesia la autoridad sólo puede sustentarse en la fe y, cuando falta esta, inevitablemente la autoridad se derrumba.

Bruno Moreno

Cardenal Brandmüller: “Las decisiones del camino sinodal alemán son una apostasía masiva” (Carlos Esteban)



Walter Brandmüller, cardenal alemán y uno de los dos supervivientes de los firmantes de los Dubia nunca respondidos sobre Amoris laetitia, ha calificado las decisiones adoptadas por sus compatriotas en el episcopado de “apostasía en masa”.

En declaraciones públicas recogidas por LifeSiteNews, el anciano cardenal alerta sobre las decisiones que se han adoptado recientemente en la asamblea sinodal alemana, que ha aprobado la homosexualidad , la ordenación de mujeres y la fluidez de género, calificándolas directamente de apostasía.

En su declaración, Brandmüller señala que las decisiones de los obispos alemanes, la mayoría de los cuales apoyaban las declaraciones heréticas, “contradicen diametralmente las enseñanzas de las Sagradas Escrituras y la Tradición Apostólica”. Se pregunta si se han olvidado de los juramentos que hicieron en su ordenación sacerdotal y luego en su consagración episcopal. Las recientes decisiones de la asamblea alemana revelan para él “una concepción de la Iglesia, de la doctrina de la fe y la moral, que está a años luz de la auténtica proclamación de la fe de la Iglesia”.

El Camino Sinodal alemán parece pensar que puede adaptarse al zeitgeist de su tiempo, olvidando la revelación de Dios.

Al Cardenal Brandmüller, esta actitud le recuerda a “esa rebelión del hombre contra su Creador, como la toma fatal del fruto del Árbol Prohibido, que en el curso de la historia humana se ha repetido una y otra vez, y en formas siempre nuevas, y ha resultado en ríos de sangre y lágrimas.”

Como historiador de la iglesia, el prelado de 93 años también ve un paralelo con las luchas de los siglos IV y V d.C. , “cuando la mayoría de los obispos orientales de la herejía arriana negaban la divinidad de Jesús, mientras que San Atanasio , perseguido por ellos, fue expulsado varias veces de su sede episcopal o tuvo que huir”. Pero también advierte a los obispos alemanes y a los laicos de las consecuencias de la herejía cuando agrega: “Pronto, los ejércitos del profeta de La Meca cayeron sobre estas iglesias, dejándolas en humo y ruinas…”.

Carlos Esteban