Con el comienzo del nuevo curso, mis novicios vuelven a hacerme consultas malévolas o sencillamente ingenuas. Hay de todo. A pesar de mi mala fama en el monasterio y de que se les aconseja no hablar mucho conmigo (ni con Fray Malaquías), ellos suelen acercarse mientras paseo y leo en las partes más soleadas del claustro. Como el P. Abad no está nunca, pueden hacerlo con confianza. Aprovechan que está en Madrid en alguna reunión; o en la Casa Federal de la Orden, en alguna puesta a punto; o en Roma, en alguna peregrinación; o en su celda, descansando de los viajes. O sea, nunca.
Hace unos días, me vino un jovenzuelo con algunas preguntas sobre la Cultura del Descarte. Parece ser que tenía que hacer algún trabajillo pseudo-teológico sobre el tema. Alguno de los Profesores de su Centro de estudios, le había animado a realizarlo, dadas las veces que Francisco lo repite con su-habitual-dale-que-dale homilético. Aunque yo no estoy muy al tanto de todo esto, sí que he oído algo entre los repetidores de La Voz de su Amo. Porque es notorio que esto de la Cultura del Descarte se ha implantado de forma totalitaria entre los voceros del momento. Y por supuesto, utilizada con profusión en la Laudato Si en torno a los números 20-21-22 en un teológicamente apasionante subcapítulo titulado Contaminación, basura y cultura del descarte. Uno de los periodistas antes citados, lo define así:
Descartar es, a fin de cuentas, prescindir o excluir algo o alguien que me sobra, que no necesito, y por tanto lo califico de inútil, al menos para mí. Con esta connotación negativa suele usar la palabra el Papa Francisco.
Hasta donde mis neuronas teológicas llegan, esto parece que quiere decir que no se puede excluir a nadie de nuestras vidas. Ya hay muchas exclusiones, -demasiadas- en nuestro mundo. De ahí la preocupación de Francisco por ese descarte de materiales que acaba con la tierra, pero también con ese descarte de personas que las sumerge en la pobreza. Todo es todo. La Tierra es propiedad del viento, que dijo Zapaséneca. De igual modo explicó algunos aspectos a los indios de Chiapas en su viaje a México, porque ellos andan preocupados por este tema desde el siglo XVI.
Claro que no he tenido más remedio que abrir los ojos a mis novicios sobre una elemental regla de la lógica, que tantas veces dejamos de aplicar los humanos: cuando uno elabora una teoría explicativa, o una hipótesis sugestiva o unas conclusiones bien deducidas, las debe aplicar a todos los casos. Y en esto de los cambios climáticos, los cuidados de la Casa Común y las basuras contaminantes, tenemos ya sobrada experiencia de que, como decía mi abuela, consejos vendo, que para mí no tengo. Solamente recordaré al caradura-cínico de Al Gore, que se ha embolsado miles y miles de dólares dando conferencias mundiales sobre el cuidado de los vertidos tóxicos y el cambio climático, mientras poseía varias fincas en las que no se aplicaban sus consejos. Así ocurre con estos gurús consejeros totalitarios, lo mismo que con los comunistas millonarios que todos hemos conocido y seguimos conociendo. Lo mismo que con aquel Ministro de Justicia español que promovió y aprobó la ley contra el maltrato doméstico, y poco tiempo después fue denunciado por su compa por maltrato de género. O el podemita que no hacía contratos a sus trabajadores, mientras clamaba contra los corruptos que no hacen contratos a sus trabajadores. Así es la vida.
Claro que no es así en el caso de Francisco. Apoya con tanta fuerza su lucha contra la Cultura del Descarte, que -supongo-, él mismo la aplica en su entorno y en sus parcelas de responsabilidad. Yo estoy seguro de que cuando parece que se descarta de alguien o de algo, es porque realmente no tiene más remedio. Le he aconsejado a mi novicio que su trabajo escolar debería consistir en explicar desde el punto de vista de la Cultura del Descarte estas actuaciones de Francisco, que parecen contradictorias con todas sus denuncias proféticas. Es imposible que Francisco se descarte de alguien, como no sea cuando esté jugando al póker, única situación del mundo en la que se podría admitir, según las nuevas orientaciones del Magisterio Perenne.
Pero el caso es que Francisco se descarta de todos los que no piensan como él. Dicen las malas lenguas argentinas que le conocieron, que eso lo ha hecho desde su juventud. Se descarta de los Obispos que le resultan molestos sin dar explicaciones, mientras mantiene a otros que deberían estar hace tiempo en el Asilo de Obispos Corruptos. Y nombra a prodigiosos malabaristas de la Teología y de la Fe. Descarte de Obispos molestos. Y al mismo tiempo, da instrucciones severas a los Nuncios sobre cómo hay que nombrar Obispos a partir de ahora. Descarte de aspirantes molestos.
Asimismo se descarta de instituciones molestas. Véase si no, el papel ha que ha quedado reducida la Secretaría de Estado. Es verdad que en anteriores años teníamos a Bertone hasta en la sopa, pero es que ahora Parolín solamente aparece en contadas ocasiones. (Por cierto esta última semana, asistiendo vergonzosamente a la firma vergonzosa del vergonzoso gobierno de Colombia, junto a otros vergonzosos estadistas corruptos, ante asesinos de larga trayectoria. Será bueno que se recuerde este apoyo del Papa cuando Colombia caiga rendida ante el comunismo bolivariano).
Se descarta también de encuentros con quienes no le agradan. No verán una sola entrevista con algún declarado tradicionalista. Vean si no, el caso que le hizo al marido de Asia Bibi (ingenuamente presente esperando una palabra de ánimo). No verán una sola entrevista con Instituciones Pro-Vida. No verán que se descarta de los abortistas, adúlteros, transexuales y compañeros varios, aunque sí de los que piensan que no se puede destruir la doctrina del adulterio. Se descarta de los  católicos más tradicionales, pero todavía no se ha descartado de los luteranos, valdenses, musulmanes y judíos.
O sea, que esto del descarte, que en principio parece muy bonito, fraternal y guay, es solamente para los malos. Hay que descartarse de los malos de ahora y está prohibido descartarse de los malos de antes. Porque antes hacían muy mal en descartarse de los buenos de ahora, aceptando solamente a los malos de antes. ¿Está entendido?
Los ojos de mi novicio estaban dando saltos. -Si hago este trabajito, Fray Gerundio, me van a suspender. –No, querido hermano, porque tienes que decir al final del trabajo que esperas que nadie te descarte por tus ideas y que exiges no ser descartado.
Como siempre, ha acabado la conversación sin mucho éxito. Aunque yo me lo he pasado estupendamente, él no ha entendido una palabra de mis ironías realistas. Y es que si yo tuviera que hacer el trabajo diría solamente una cosa: ¿Creen ustedes que Francisco va a hacer caso a TODOS los que le están pidiendo que se defina claramente sobre lo que ha dicho (y dice) ( y hace) en torno a los gravísimos problemas planteados por la Amoris Laetitia? ¿Hará caso de los 45 profesores que se lo pidieron hace tiempo? ¿hará caso de la súplica filial que están firmando millares de fieles? ¿hará caso de los que le han pedido con imperiosa preocupación una clarificación ante el riesgo de considerarlo claramente herético?
No hará caso. Francisco practica la Cultura del Descarte como le conviene, y la predica ante el mundo como le conviene y cuando le conviene.
Fray Gerundio