
En una extensa entrevista en exclusiva al medio francés Tribune Chrétienne concedida en Roma el 9 de octubre, el cardenal Robert Sarah abordó con su habitual claridad los grandes desafíos de la Iglesia y del mundo contemporáneo. Considerado una de las voces más firmes de la ortodoxia católica, insistió en que el futuro de la humanidad depende de su relación con Dios: «El hombre tiene su raíz en Dios; excluirlo de la sociedad es destruirnos». Para Sarah, la misión de la Iglesia no es adaptarse al mundo, sino volver a colocar a Cristo en el centro: «Sin Dios no podemos vivir. La Iglesia está hecha para enseñar, santificar y guiar, no para callar».
Dios en el centro
El cardenal ve en la secularización una forma de anestesia espiritual que ha vaciado a Europa de sus raíces cristianas. «Occidente vive como si Dios no existiera», afirmó, y señaló que «los gobiernos que legalizan el aborto o la eutanasia se burlan de Dios». En ese sentido, calificó de «insulto directo a Dios» la inscripción del aborto en la Constitución francesa y condenó sin matices la eutanasia: «Ninguna autoridad tiene derecho a decidir sobre la vida o la muerte de alguien». En contraste, destacó positivamente que en Estados Unidos se haya recuperado la oración en la vida pública, valorando la actitud de quienes «invitan al pueblo a volverse hacia Dios».
La liturgia: el corazón de la fe
Sarah dedicó buena parte de la conversación a la Misa y a su sentido profundo. «La Eucaristía es el único momento en que el hombre está en contacto directo con Dios, donde Él lo escucha y le habla», subrayó, lamentando que se haya convertido «en un campo de batalla entre tradicionalistas y progresistas». A propósito del motu proprio Traditionis custodes, expresó su esperanza de que el Papa León XIV «dé lugar a cada uno», recordando que «el Papa es padre de todos: de los tradicionalistas y de los progresistas». Para el cardenal, «prohibir la Misa tradicional es un error; hay que animar a quienes practican y creen».
Doctrina y verdad
Sobre la evolución doctrinal, Sarah precisó que la Iglesia puede profundizar en su comprensión de la verdad, pero sin alterar su naturaleza. «La doctrina evoluciona como un embrión: se desarrolla, pero no se transforma en otra cosa», explicó. «La enseñanza que debemos acoger con fe es la del Magisterio, no la opinión del teólogo». Rechazó la posibilidad del sacerdocio femenino recordando que «la cuestión está definitivamente resuelta por san Juan Pablo II: la Iglesia no tiene poder alguno para ordenar mujeres».
Actualidad eclesial
Preguntado por la primera exhortación apostólica del nuevo pontífice León XIV, centrada en el amor a los pobres, Sarah respondió que aún no la había leído, pero advirtió contra la tentación de politizar la Iglesia: «La Iglesia es esposa, madre, educadora y misionera; no es para los pobres ni para los ricos, es madre de todos los pueblos». En cuanto al rumbo del nuevo pontificado, celebró la prudencia y la continuidad: «No es sabio cambiarlo todo en meses; el verdadero cambio debe empezar dentro de cada uno de nosotros: sacerdotes, obispos y fieles».
Fiducia supplicans y la cuestión moral
Sobre el polémico documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el llamado “peregrinaje LGBT”, Sarah fue categórico: «Cada persona debe ser respetada, pero cada persona también debe respetar a Dios y la doctrina de la Iglesia». Calificó de «agresión a Dios» la introducción de banderas y símbolos ideológicos en las basílicas y apoyó los actos de reparación promovidos por varios obispos. «Respetamos a todos, pero debemos respetar también a Dios», afirmó.
Migración y misión
El cardenal considera insuficiente un enfoque meramente material hacia los migrantes. «Si solo das pan, no has dado nada; dales también a Dios», dijo. A su juicio, la verdadera ayuda es ofrecer educación, trabajo y fe en sus países de origen. Recordó que la misión cristiana sigue siendo actual: «Jesús envió a sus discípulos a enseñar y bautizar; no se trata de forzar, sino de proponer a Cristo como único Salvador».
La familia y las vocaciones
Sarah identificó la crisis de la familia como el origen de la crisis vocacional. «Si destruimos la familia, destruimos la Iglesia», advirtió. «Hay una sola familia: un hombre, una mujer y los hijos». Explicó que la fe se transmite primero en el hogar y que sin esa base «la fe se apaga». Para el cardenal, reconstruir la familia es condición indispensable para renovar la vida cristiana y la misión.
África, cultura y liturgia
El purpurado respondió a quienes lo acusan de alejarse de su continente recordando que sigue siendo profundamente africano, pero que antes que africano es cristiano: «Soy cristiano africano. Primero hijo de Dios, después africano». Criticó con firmeza las celebraciones convertidas en espectáculo: «Celebramos la muerte de Cristo; ¿María y Juan bailaban al pie de la Cruz?», preguntó, lamentando que algunos sacerdotes y obispos «banalicen la liturgia» con bailes y guitarras.
Ecología y fe
Sobre el tema de la “conversión ecológica integral” relanzado por León XIV, Sarah pidió prudencia y equilibrio: «Respetamos la naturaleza porque es obra de Dios, pero no debemos convertirla en una diosa». Recordó que «la tierra nunca ha sido llamada ‘nuestra madre’ en la Biblia» y que un exceso de discurso ecológico puede llevar al sincretismo: «La verdadera conversión es la del corazón; si el corazón se convierte, también cambia nuestra relación con la creación».
Esperanza y santidad
Al final del encuentro, el cardenal resumió su vocación y su deseo más profundo: «Mi única ambición es que Dios haga de mí un sacerdote santo». Pidió orar por los sacerdotes «muchos de ellos desanimados y solos», y repitió la frase que eligió como lema episcopal: «Mi gracia te basta». Para Sarah, ese es el núcleo de toda esperanza cristiana: confiar en que la gracia de Dios basta para sostener la fe, renovar la Iglesia y reconducir al mundo hacia su verdadera luz.
Entrevista exclusiva con el cardenal Robert Sarah (versión íntegra en español)
En el mundo católico y más allá, al cardenal Robert Sarah se le reconoce como una de las grandes voces proféticas de la Iglesia. Fue prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y es miembro de la Congregación para las Iglesias Orientales. Fiel a la doctrina de la Iglesia, llama a poner a Cristo en el centro de la fe. Millones de fieles lo leen y lo escuchan.
En esta conversación, repasa su mirada sobre la Iglesia, la fe y los desafíos de nuestro tiempo.
TC — Se le describe como conservador o incluso ultraconservador. L’Humanité, en abril de 2025, antes del cónclave, lo presentó como el digno heredero de la Inquisición. ¿Cómo recibe este tipo de acusación?
RS — Lo recibo como una acusación. No tengo nada que responder. Si me juzgan así, lo acepto. Pero encuentro que es una acusación infundada, que no se sostiene. Si me juzgan así, ¿qué quiere que diga? La acepto. Por definición, no tiene fundamento.
Sobre el aborto
TC — El papa Francisco llegó a decir que los médicos que practican el aborto son “sicarios”. ¿Comparte esa expresión? ¿Y cómo puede la Iglesia seguir defendiendo la vida en un mundo donde la muerte se ha banalizado?
RS — El Concilio Vaticano II definió el aborto como un crimen abominable. Es la posición de la Iglesia: no matarás. Es un mandamiento absoluto. Comparto plenamente lo que dijo el papa Francisco. No se puede tergiversar: el aborto es un crimen abominable.
TC — En Francia, el aborto ha sido inscrito en la Constitución.
RS — Eso es una decisión francesa. Pero me parece una burla a Dios, una ofensa directa a Dios. Francia, hija primogénita de la Iglesia, ha llegado a insultar a Dios con este tipo de decisión.
Donald Trump y el retorno de la fe
TC — En Estados Unidos, Donald Trump ha devuelto la fe al centro de la vida pública. Hay oración y adoración en la Casa Blanca. ¿Qué le inspira este retorno de lo religioso a la política?
RS — El hombre tiene su origen en Dios. Separarse de Dios es suicidarse. La decisión de Trump de invitar a su pueblo a volverse hacia Dios me parece sabia. Sin Dios no podemos vivir. Occidente se suicida al excluirlo. Hoy en Occidente Dios “ha muerto”. Lo hemos desterrado de la vida cotidiana y de la política. Pero sin Dios, el hombre se destruye.
TC — ¿Y sobre el asesinato de Charlie Kirk?
RS — No lo conocía personalmente, pero parece que vivía su fe públicamente. Vivimos en una democracia que proclama la libertad de expresión, pero no tolera una palabra diferente. Es un horror que en un país civilizado se asesine por profesar la fe.
Eutanasia
TC —El Senado francés examina una ley sobre la llamada “ayuda a morir”. ¿Qué les diría a los senadores?
RS — Ningún gobierno tiene derecho a decidir sobre la vida o la muerte de nadie. No tenemos derecho a matar a una persona, bajo ningún pretexto. Decidirlo es usurpar un poder que no les pertenece.
“No hablo en nombre de ningún partido”
TC — En Francia se le asocia con un cierto movimiento identitario.
RS — Yo nunca hablo de política. Soy sacerdote y obispo: hablo de Dios, de la doctrina, de la moral. No soy ni de derecha ni de izquierda. Algunos pueden instrumentalizar mis palabras, pero yo sólo hablo en nombre de Dios.
Sobre la exhortación apostólica de León XIV
TC — Hoy se publica la primera exhortación del papa León XIV, centrada en el amor a los pobres. ¿Qué le inspira?
RS — Aún no la he leído. Pero diré esto: la Iglesia es esposa, madre y educadora. No es una creación humana, viene de Dios. Hay que evitar calificaciones ideológicas. La Iglesia no es “para los pobres” o “para los ricos”: es madre de todos los pueblos.
Ordenación de mujeres
TC — Sarah Mullally ha sido nombrada arzobispo de Canterbury. ¿Qué piensa?
RS — La cuestión está resuelta por san Juan Pablo II: no hay sacerdocio femenino. Y, por tanto, tampoco episcopado femenino. María fue la más santa de las mujeres, pero Jesús no la hizo sacerdote. La Iglesia no tiene autoridad para cambiar eso.
Evolución doctrinal
TC — Algunos hablan de doctrina “inspirada” frente a doctrina “revelada”, para justificar cambios.
RS — La doctrina puede desarrollarse, pero sin contradecir su naturaleza. Como un embrión que crece sin dejar de ser humano. Los teólogos pueden opinar, pero sólo el Magisterio enseña con autoridad.
Abusos sexuales
TC — Tras el informe de la CIASE, algunos quieren culpar a toda la Iglesia.
RS — Es terrible lo que han hecho algunos sacerdotes, pero representan el 3%. No se puede condenar al 97% restante. Hay una intención clara de usar estos casos para hacer callar a la Iglesia, pero la palabra de Dios no puede encadenarse.
Liturgia y Traditionis custodes
TC — Usted espera que el motu proprio sea revisado.
RS — Cristo rezó por la unidad. Y hemos convertido la Misa en un campo de batalla: tradicionalistas contra progresistas. Es una profanación. La liturgia es el momento en que el hombre se encuentra cara a cara con Dios. Los fieles que más practican hoy son los que asisten a la Misa tradicional. Hay que animarlos, no prohibirles. Espero que el Papa tenga en cuenta eso.
Fiducia supplicans y el “pèlerinage LGBT”
TC — ¿Qué piensa de esa bendición de parejas homosexuales?
RS — Cada persona debe ser respetada, pero también debe respetar la ley de Dios. Admitir un “matrimonio” entre personas del mismo sexo no tiene sentido. Y haber introducido la bandera LGBT en una basílica es insultar a Dios. Hay que pedir perdón.
Persecución en Occidente
TC — Usted conoció la dictadura en Guinea. ¿Cómo ve la situación en Occidente?
RS — En África sufrimos persecución física. En Occidente, la persecución es más grave: se anestesia la fe. Se profanan iglesias, se legalizan el aborto, la eutanasia, la homosexualidad. Se ha perdido la raíz cristiana. Es una persecución espiritual más profunda.
Laicismo
TC — ¿La laicidad es un pretexto para atacar a la Iglesia?
RS — Sí. El Estado laico que corta sus raíces se destruye. Es una ideología contra la Iglesia. El hombre no puede vivir sin religión. Todo en la cultura europea —arte, arquitectura, música— nace del cristianismo. Negarlo es suicidarse.
Migración
TC — El papa León XIV dijo: “Los migrantes serán siempre bienvenidos”. Usted, en cambio, ha hablado de una “traición”.
RS — Mi posición es clara: ¿por qué vienen? Porque creen que Europa es el paraíso. Hay que ayudarles a desarrollarse en sus países. No basta con darles trabajo: hay que darles también a Dios. Si sólo damos pan, no damos nada.
TC — ¿Y cómo evangelizar a los musulmanes?
RS — Jesús dijo: “Id por todo el mundo y bautizad”. No se trata de forzar, sino de anunciar. Si creemos que sólo Cristo salva, debemos evangelizar. No basta el desarrollo material: hay que anunciar el Evangelio.
Familia y vocaciones
TC — ¿La crisis de vocaciones está ligada a la familia?
RS — Claro. Si se destruye la familia, se destruye la Iglesia. La familia es la pequeña Iglesia doméstica. No hay “varios tipos” de familia: sólo una, formada por un hombre, una mujer y sus hijos. Si no se transmite la fe en casa, la fe se extingue.
Ecología y misión
TC — El papa León XIV ha retomado el tema de la “conversión ecológica”.
RS — Debemos respetar la creación porque es obra de Dios, pero no convertirla en una diosa. La “Madre Tierra” no existe en la Biblia. Introducir ídolos como la Pachamama en una basílica fue un error. La verdadera conversión es la del corazón.
Sobre León XIV y el cambio en la Curia
TC — Algunos esperaban una revolución en la Curia. No ha ocurrido.
RS — El Papa no puede cambiar todo en pocos meses. No es un mago. El verdadero cambio debe venir de nosotros: sacerdotes, obispos, fieles. El cambio auténtico es interior, de fe, de oración, de santidad.
La Iglesia de Francia
TC — ¿Está la Iglesia francesa demasiado callada?
RS — Comparada con Alemania, Bélgica o Holanda, la Iglesia de Francia no está mal. De ella han nacido muchos movimientos nuevos. Fue la única donde el pueblo salió a manifestar contra el “matrimonio para todos”. Hay que felicitarla.
África y la liturgia
TC — Algunos dicen que ya no conoce el África, que allí las Misas son festivas, con cantos y danzas.
RS — Soy africano y cristiano. Pero antes que africano, soy hijo de Dios. Jesús rezó en silencio 30 años antes de predicar. No confundan cultura con culto. No se trata de espectáculos: en la Misa celebramos la muerte de Cristo. ¿Acaso María bailó al pie de la cruz?
Su lema episcopal: “Mi gracia te basta”
TC — ¿Por qué eligió ese lema?
RS — Lo escogí porque era joven y sin experiencia. Me recordaba que no era yo quien me había elegido, sino Dios. Y su gracia basta.
TC — ¿Nunca dudó?
RS — Sólo una vez, en el seminario de Nancy. Pero luego mi padre me dijo: “Has tenido varios superiores, cada uno distinto, pero tú no trabajas para ellos, sino para Dios”.
Su testamento espiritual
TC — ¿Qué le gustaría que se recordara de usted?
RS — Sólo deseo ser un santo sacerdote, al servicio de Dios y de la Iglesia. Nada más.
TC — Muchos sacerdotes hoy están desanimados.
RS — Sí, pero que recuerden que Cristo sufrió primero. Su sufrimiento es incomparable. Que no pierdan el valor. Y que los obispos estén cerca de sus sacerdotes.
Entrevista realizada en Roma. Texto original en francés para Tribune Chrétienne. Traducción fiel al español para InfoVaticana.