Duración 10:03 minutos
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
viernes, 16 de noviembre de 2018
Gato podrido (comentado por José Martí)
Todo parece indicar que el gato encerrado murió hace tiempo y que su cuerpo hiede. Es decir, que la podredumbre que se esconde bajo la alfombra de la Iglesia es mucho, pero mucho peor de lo que cualquiera de nosotros y cualquiera de sus enemigos pudiera haber imaginado.
Analicemos la noticia sobre la que publicamos una columna en el post anterior: la decisión del papa Francisco de prohibir explícitamente a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos de que haga algo concreto para investigar en serio la cuestión de los abusos sexuales por parte del clero y de los obispos.
Una primera objeción que podríamos plantear es que parece incoherente que el pontífice que se ha presentado como el adalid de la colegialidad, que en la exhortación apostólica Evangelii gaudium (núm. 16) escribió:
“No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización»”, y que en el último sínodo de los obispos se preocupó para que cobrara protagonismo el tema de la sinodalidad, tome una medida de este calibre.
Es que difícilmente puedan encontrarse en la historia reciente de la Iglesia un acto de ejercicio de autoridad tan contundente y grave: prohibir que los obispos de una de las conferencias episcopales para grandes e importantes del mundo hagan lo que el sentido común indica que debe hacerse: llegar al fondo de la verdad para limpiar y sanar. Esta objeción, sin embargo, se resuelve fácilmente cuando se conoce a Bergoglio que, como buen jesuita y como buen peronista, no tiene ningún empacho en decir una cosa y hacer otra.
“No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización»”, y que en el último sínodo de los obispos se preocupó para que cobrara protagonismo el tema de la sinodalidad, tome una medida de este calibre.
Es que difícilmente puedan encontrarse en la historia reciente de la Iglesia un acto de ejercicio de autoridad tan contundente y grave: prohibir que los obispos de una de las conferencias episcopales para grandes e importantes del mundo hagan lo que el sentido común indica que debe hacerse: llegar al fondo de la verdad para limpiar y sanar. Esta objeción, sin embargo, se resuelve fácilmente cuando se conoce a Bergoglio que, como buen jesuita y como buen peronista, no tiene ningún empacho en decir una cosa y hacer otra.
Pero más allá que su conciencia y su sentido de la coherencia no sean óbice, lo cierto es que esta decisión tiene un costo político enorme. Porque no se trata solamente de un acto de autoridad que suena repulsivo para oídos democráticos como los americanos; va mucho más allá ya que:
- Alimenta la desconfianza y hostilidad que ya existía en buena parte de esos obispos contra Francisco. Recordemos que hace poco más de un año votaron como su presidente al cardenal Di Nardo, en contra de la voluntad del pontífice que quería en ese lugar a Cupich (Los obispos argentinos, en cambio, bajaron la cabeza y votaron, en la tercera ronda, a Mons. Ojea como su presidente acatando, como cobardes que son, las órdenes vaticanas). Una buena parte de los obispos americanos son de tendencia conservadora y Bergoglio los tiene hartos con sus ambigüedades y agachadas. Esto no hará más que agrandar esa grieta.
- Ahondará las diferencias y rivalidades entre la misma conferencia episcopal, ubicando a un lado a los francisquistas y en el otro a los anti-francisquistas, y la discusión ya no es un detalle dogmático: es acabar de una buena vez con el escándalo de los abusos.
- Estas diferencias episcopales se reflejarán rápidamente en los laicos, que son bastante más gravitantes que en las zonas latinas. Y la enorme mayoría de ellos clama por una solución al tema. Es decir, Francisco no solamente tendrá una fuerte resistencia en el ámbito episcopal y clerical, sino también en el de los laicos. Y eso, entre otras muchas cosas, significa dinero, muchos millones de dólares que dejarán de fluir a las arcas vaticanas.
- El hecho tendrá un fuerte impacto, no en el común de la gente a la que no le llegará la noticia, sino a los analistas. A ninguno pasará desapercibida la maniobra dilatoria y de franco encubrimiento que esta haciendo Francisco.
Todas estas consecuencias, y muchas otras que no se me ocurren, debe haberlas sopesado Bergoglio antes de tomar su decisión, y sin embargo, siguió adelante. Deben existir, entonces, motivos de mucho peso para arriesgar de esa manera su credibilidad y pagar un costo tan alto. ¿Cuáles serán? Pueden ser varios. Por ejemplo, las cartas de Mons. Viganò. Más allá del silencio y de la aparente displicencia con la que el Papa está tratando el caso, lo cierto es que constituyen una piedra dentro de sus zapatos negros que cada vez se hace más grande y más incómoda y a la que finalmente deberá responder.
Pero hay otro motivo más evidente aún: la mancha de los abusos llega mucho más alto de lo que pensamos y una investigación en serio dejaría al descubierto una cloaca inimaginable. Visto desde otro ángulo, las cetrinas americanas confluyen en el albañal romano, porque la mancha séptica ya dejó los Estados Unidos llevándose puesto a un cardenal y a cientos de curas, y rodea la misma colina vaticana. Recordemos algunos hechos:
- Según se publicó recientemente, el cardenal Francesco Coccopalmerio habría participado activamente de la orgía de sexo homosexual y drogas en la que fue descubierto su secretario, Mons. Capozzi.
- El recientemente nombrado Sustituto de la Secretaría de Estado -tercero en poder- del Vaticano es Mons. Edgar Peña Parra, sobre los cuales aparecieron documentos acerca de sus prácticas homosexuales. Y en un sentido similar se pronunció Mons. Viganó.
- El cardenal Maradiaga, uno de los más cercanos al Papa Francisco, fue denunciado por sus propios seminaristas como encubridor de un red de corrupción homosexual, de la que participaba su auxiliar, Mons. José Pineda.
- Mons. Viganò dio por escrito indicios de lo que se sabía en Buenos Aires desde hace años: las graves debilidades que tendría Mons. Fabián Pedacchio, secretario privado del Papa Francisco y “gran amigo” del secretario de la Congregación de Obispos, Mons. Ilson de Jesus Montanari.
Podemos detenernos aquí. Es suficiente para darse cuenta que la mancha rodea al mismo solio petrino. Son los más estrechos colaboradores de Bergoglio los que están comenzando a mancharse.
¿Hasta dónde llegaremos?, es la pregunta que nos hacemos todos los días. ¿Desde cuándo?, es la otra.
Y me pregunto si habría que dar crédito a tantas cosas que se dijeron y que siempre consideramos habladurías y obra de los enemigos de la Iglesia. ¿Habrá sido falsa, como todos los píos católicos creyeron, la acusación pública que hizo Roger Peyrefitte en 1976 contra Pablo VI, afirmando que era homosexual y que, mientras era arzobispo de Milán, y quizás incluso más tarde, tuvo como amante al actor italiano Paolo Carlini?
¿Serán solamente habladurías lo que se comentaba con cierta insistencia en los alrededores de la curia porteña cuando era cardenal arzobispo Jorge Bergoglio acerca de los métodos de espionaje y extorsión que empleaba contra los sacerdotes de su propia diócesis que tenían debilidad por los muchachitos? ¿Habrá sido solamente un descuido debido a su ingenuidad, que el entonces cardenal Bergoglio haya sido el principal valedor de la carrera episcopal de Mons. Juan Carlos Maccarone quien, luego de haber sido filmado en medio de refocilos con su chofer, afirmó que todos sus hermanos en el episcopado conocían su “debilidad” y aún así lo habían elevado al arzobispado santiagueño?
¿Serán solamente habladurías lo que se comentaba con cierta insistencia en los alrededores de la curia porteña cuando era cardenal arzobispo Jorge Bergoglio acerca de los métodos de espionaje y extorsión que empleaba contra los sacerdotes de su propia diócesis que tenían debilidad por los muchachitos? ¿Habrá sido solamente un descuido debido a su ingenuidad, que el entonces cardenal Bergoglio haya sido el principal valedor de la carrera episcopal de Mons. Juan Carlos Maccarone quien, luego de haber sido filmado en medio de refocilos con su chofer, afirmó que todos sus hermanos en el episcopado conocían su “debilidad” y aún así lo habían elevado al arzobispado santiagueño?
Datos y preguntas que debemos hacernos. Ya no se trata de ser más o menos discreto; no se trata de refugiarnos en la negación hundiendo la cabeza en la arena para no ver ni oír. Ese camino ya está clausurado. Se trata de seguir adelante rogando de día y de noche que el Señor fortalezca nuestra fe y la de nuestros hermanos.
Addenda: Abyssus abyssum invocat, una sima llama a otra sima, dice la Escritura. Este descontrol de perversión sexual que estamos viendo en las más altas cumbres purpúreas, no viene solo. La gendarmería pontificia, cuando irrumpió en las habitaciones del Mons. Capozzi, no se encontró solamente escenas de sodomía; se encontró también con droga. Y creo que esta es otra de las líneas que habrá que seguir. No viene mal recordar aquí el hecho sucedido en septiembre de 2014, cuando la policía francesa secuestró el automóvil del cardenal argentino Jorge Mejía cargado de droga y conducido por quien se dio a conocer como gran amigo del secretario personal del cardenal, P. Luis Ducastella. La afición de este sacerdote por los giovanotti italianos era bien conocida. Sí, otro secretario cardenalicio bajo sospechas. ¿Habrá que extenderlas también al propio finado Mejía, de tristísima memoria? Eran especies que deslizaban los malvados en los corrillos vaticanos.
Moraleja: Creo que hay un hecho que está dejando de ser mera presunción para ubicarse en el plano de las certezas: la Iglesia está gobernada por una camarilla de ruines personajes que no tienen fe. Y lo más grave no es su perversión sexual; lo más grave es su falta de fe. McCarrick, Coccopalmerio y el resto de la canalla de la que venimos hablando desde hace un buen tiempo, no pueden tener fe. Un hombre de fe no hace lo que ellos hicieron. Aquí no estamos frente a un resbalón o a un mal paso que cualquiera puede tener. Estamos frente a un plan sistemático de perversión, y para llevarlo a cabo se necesita de hombres que hayan abandonado hace rato la fe en el Dios Trinitario y en la Redención de Jesucristo.
Estamos siendo testigos del fin de la Iglesia, de la Iglesia tal como la conocimos y como la conocieron nuestros padres y los padres de nuestros padres.
The Wanderer
COMENTARIO PERSONAL
Este artículo es como para poner los pelos de punta, pues lo que en él se afirma coincide exactamente con lo que está ocurriendo. Cierto que The Wanderer hace una serie de conjeturas, que son simples opiniones personales, pero que dejan abierto, sin embargo, un camino hacia la duda y nos dan qué pensar sobre ciertas acusaciones que han hecho los enemigos de la Iglesia ... a las que se las ha considerado, prácticamente siempre, como calumnias ... y nadie se ha molestado en comprobar su veracidad. Eso tiene sentido (es «normal» que tu enemigo hable mal de tí y mienta) ... pero lo que está sucediendo ahora nos pone sobre aviso. ¿No habrá algo de verdad en alguna de esas denuncias contra la Iglesia? No lo podemos saber, pero a la vista de la situación actual no parece tan descabellado que pudiesen ser verdad, tal vez no todas, pero sí alguna de ellas.
Todo esto no es bueno para la Iglesia que, como dice The Wanderer, está siendo gobernada, con toda probabilidad, por hombres sin fe (que, posiblemente, nunca la hayan tenido) ... y todo ello ante el silencio cómplice de tantos miembros de la Jerarquía que, supuestamente, tendrían que pronunciarse con toda claridad, por el bien de los fieles. Y, en concreto, deberían haber denunciado ya muchos de los dichos, hechos y omisiones del papa Francisco. Pero no se atreven.
Sería conveniente (necesario, diría yo) que, sobre el asunto de los abusos, antes de que todo esto pase al olvido, al menos los 83 obispos americanos que han votado en contra de estas disposiciones arbitrarias de Francisco, le hiciesen frente. Y no por nada sino porque lo que está en juego es el porvenir de la Iglesia y su supervivencia como tal, algo de lo que tendrán que dar cuenta ante Dios los susodichos obispos. ¡Qué bueno sería que siguieran los consejos de Monseñor Viganò!
Sería conveniente (necesario, diría yo) que, sobre el asunto de los abusos, antes de que todo esto pase al olvido, al menos los 83 obispos americanos que han votado en contra de estas disposiciones arbitrarias de Francisco, le hiciesen frente. Y no por nada sino porque lo que está en juego es el porvenir de la Iglesia y su supervivencia como tal, algo de lo que tendrán que dar cuenta ante Dios los susodichos obispos. ¡Qué bueno sería que siguieran los consejos de Monseñor Viganò!
Se avecinan tiempos muy difíciles para la Iglesia, máxime cuando sus mayores enemigos son, precisamente, los que se supone que son «pastores» cuando son, realmente, lobos, que pretenden la aniquilación y la destrucción completa de la Iglesia en todo el mundo, sustituyéndola por otra «Iglesia», la del «Nuevo Orden Mundial», que daría al traste con dos mil años de Historia de la Iglesia y supondría que Jesucristo fue un hombre más, extraordinario si se quiere, pero sólo un hombre. Son muchos los que no creen en la divinidad de Jesucristo ... pero en su pecado llevan ya el castigo ... Y, desde luego, Dios no permitirá que su Iglesia desaparezca (la que Él fundó, no lo que estamos ahora contemplando con tristeza).
Eso sí: sus caminos no son nuestros caminos y se requiere de nosotros, los cristianos, los que intentamos serle fieles y no traicionarle, una oración y una fe más intensas que nunca. Y una seguridad absoluta en que la victoria final será de Jesucristo, como no puede ser de otra manera. El mundo y la «Iglesia» se están riendo de Dios y de su Madre, la Virgen María; y persiguen a todo aquel que siga creyendo en la Trascendencia y en el carácter de peregrinación propio de todo hombre que viene a este mundo.
Pero por más que rechinen sus dientes y por grande que sea su odio, nunca podrán contra Jesucristo y «su Iglesia» pues «de Dios nadie se burla» (Gal 6, 7). Y su Palabra «es viva y eficaz y más cortante que una espada de doble filo. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuenta» (Heb 4, 12-13).
En realidad, tan solo tenemos que recordar las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos antes de ascender a los cielos, cuando les habló de los últimos tiempos: «Si alguien os dijese: 'Mirad, el Cristo está aquí o allí', no os lo creáis. Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y se presentarán con grandes señales prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. Mirad que os lo he predicho» (Mt 24, 23-25). «Cuando veáis todas estas cosas sabed que [el momento] es inminente, que está a las puertas» (Mt 24, 33).
Pero sus palabras no son de desánimo sino, por el contrario, son motivo de alegría para cuantos creen en Él: «Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza, porque se aproxima vuestra redención» (Lc 21, 28). «Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).
José Martí
Consejos vendo que para mí no tengo (10) (José Martí) Anomalías en la Iglesia
Aunque, como he comentado ya en varias ocasiones, el origen de todo este mal se encuentra fundamentalmente en el Concilio Vaticano II, cuya fatal trayectoria ha sido continuada por todos los papas post-conciliares, sin embargo, en los momentos actuales, la obra devastadora perpetrada por Francisco supera lo imaginable:
- Necesidad de una conversión ecológica;
- pedido de perdón a los «gays» por haber sido «discriminados» por la Iglesia;
- construir una «nueva humanidad» a través de la «cultura del encuentro»;
- la Iglesia y la Sinagoga poseen la «misma dignidad»;
- María (aquí y aquí) y la Iglesia tienen «defectos»;
- Lutero no se equivocó con la doctrina de la justificación;
- los Estados católicos son incompatibles con el sentido de la «Historia»;
- los musulmanes son «hijos de Dios»;
- la pena de muerte para los criminales es «inadmisible»;
- la especie humana «se extinguirá» algún día;
- no existe un Dios católico;
- la multiplicación de los panes no tuvo lugar;
- Dios se sirve de la evolución y no hace «magia»;
- el matrimonio cristiano no es más que un «ideal»;
- transmitir la fe en el lenguaje de los luteranos o de los católicos es «lo mismo»;
- la Iglesia en el pasado tuvo «comportamientos inhumanos» pero gracias al CVII aprendió el «respeto» hacia las otras religiones...
Pero, en fin, ciñámonos al tema que nos ocupa ahora: El cristiano ¿debe de armar lío o debe guardar silencio? Y si de lo que se trata es de discernir, entonces ¿qué es lo mejor: obedecer el Mensaje de Jesucristo, clarificado por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia a lo largo de casi dos mil años ... o bien obedecer a Francisco, porque él es el Papa y lo que él dice posee una autoridad superior a la de Jesucristo?
No suelen ser muchos los católicos que se hacen este tipo de preguntas, entre otras cosas porque están acostumbrados, desde siempre, a no cuestionar nada de lo que provenga del Vaticano y, más concretamente, del Papa reinante. Y es que, hasta ahora no había motivos para ello, pues los papas, aunque muchos de ellos distaran bastante de ser santos, sin embargo, respetaban la Doctrina transmitida por los Apóstoles y la Tradición. No es eso lo que hoy sucede. Al contrario, en estos momentos, cualquiera que siga manteniéndose fiel a la Tradición de la Iglesia, automáticamente es estigmatizado, ridiculizado, considerado como anclado en el pasado, rígido, inmisericorde, fundamentalista, etc...
La famosa reforma de la Curia, con la que comenzó Francisco, al poco de ser elegido Papa, en 2013, ha consistido -lo hemos ido viendo- en ir eliminando (de una manera o de otra) a todo aquel que discrepara de la idea que él se ha forjado de lo que tiene que ser la Iglesia, «su» Iglesia o, si se quiere, la Iglesia que ha surgido a consecuencia de la aplicación de los documentos más heterodoxos del Concilio Vaticano II.
Son muchos los casos y los nombres que se nos vienen a la memoria: Monseñor Livières y toda su labor destrozada, Franciscanos de la Inmaculada disueltos, Cardenal Raymond Burke, Cardenal Sarah, obispos de Malta, los cardenales de las Dubia, a quienes desprecia con su silencio, (Carlo Caffarra, Meisner, Brandmüller y Burke), la súplica filial rechazada, el testimonio Viganò sin respuesta, el engaño del sínodo de los jóvenes-2018, una extraña sinodalidad, y un largo etcétera (no tendría fin la cantidad de casos a los que nos podríamos referir) ... hasta el punto de que no podemos sino preguntarnos: ¿A qué Iglesia pertenece Bergoglio?, ¿Es católico el papa Francisco?, ¿No será Francisco el falso Profeta?, ¿cómo se explica su afinidad, tan explicita, al partido comunista?, ¿Por qué no se inclina nunca ante el Santísimo?.
Según sus propias declaraciones dijo que «no le extrañaría nada que pasara a la historia como el papa que dividió a la Iglesia». Y, desde luego, está haciendo todo lo posible por conseguirlo. Por supuesto que la victoria final no puede ser la del Anticristo, pero ello no quita para que saboree el poder durante algún tiempo, tal y como se lee en el Apocalipsis. No obstante, por más que el Diablo se empeñe en destrozar la Iglesia no lo conseguirá porque contra Jesucristo nada puede, aunque -eso sí- aquellos que sigan a Jesús pasarán por grandes pruebas y tribulaciones: «Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15, 20). Y San Pablo a Timoteo: «Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución» (2 Tim 3, 12).
Pese a lo cual nada podrá quitarnos nuestra alegría, si esto lo hacemos por amor al Señor. Cuando los del Sanedrín azotaron a los apóstoles, ordenándoles que no hablaran en el Nombre de Jesús, «ellos se retiraron gozosos de la presencia del Sanedrín por haber sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su Nombre» (Hech 5, 41). Tenían muy claro que «es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hech 5, 29).
Por eso, también nosotros, a ejemplo suyo, deberíamos de ser capaces de poder decir, con San Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación o la angustia, la persecución o el hambre, la desnudez, el peligro o la espada?» (Rom 8, 35) «Sobre todas estas cosas triunfamos por Aquél que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni criatura alguna podrá separarnos del amor De Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rom 8, 37-39).
Si se lo pedimos, con fe, al Señor, podemos tener la seguridad de que nos lo concederá.
(Continuará)
Monseñor Bux: «Francisco debe emitir urgentemente una Profesión de Fe» ... y otros artículos de interés
(Este artículo del blog de Edward Pentin, del 13 de Noviembre de 2018, se encuentra igualmente recogido en NCR, del 15 de noviembre de 2018, con el título «Silencio del Vaticano en tiempos de crisis»)
The Holy See has become increasingly mute in the face of frequent criticism — an approach which is having a detrimental effect on the Vatican, the papacy and the Church.
Whether it be the sexual abuse crisis, the Holy See’s recent landmark deal with China, or allegations raised in Archbishop Carlo Maria Viganò’s testimonies, the Vatican is often being subjected to a barrage of important questions from the faithful eager to have convincing, official explanations and answers.
But usually these days, the Vatican’s response to these inquiries is obfuscation or, more commonly, silence.
When the Congregation for Bishops issued its unpublished directive to the U.S. bishops meeting in Baltimore this week, instructing them not to vote on two proposals on handling of clergy sexual abuse, the Register contacted six Vatican dicasteries, including the Holy See Press Office, to find out the reasons for their decision.
None responded, apart from Cardinal Marc Ouellet, prefect of the Congregation for Bishops, who gave a brief, one sentence statement most people felt failed to satisfactorily shed light on the reasons behind the decision.
This tendency to ignore questions from the media has increased in recent years. The issues are also not trivial, often concerning the very survival of a particular group of faithful, or even more importantly, the well-being of their eternal souls.
When a controversy breaks over a doctrinal matter, for instance, the Vatican often fails to reaffirm the Church’s teaching or refute the substance of the claims. An example took place in March this year, when reports emerged of an interview the Pope gave to atheist Eugenio Scalfari. Francis allegedly denied the existence of hell and the story spread rapidly around the world, but the Vatican responded late, and with a vague statement that failed to reassert the Church’s teaching in the face of the claim.
Chinese authorities have reportedly been brainwashing four priests into joining the state-run church, and for the fifth time in two years, Bishop Shao Zhuyin of Wenzhou has been arrested. But requests this week for comment or reaction from the Vatican have so far met with no response.
Silence Not Always Golden
Some examples of other inquiries that have gone unanswered include a request for an official clarification of the Pope’s goals for the Pan-Amazonian synod next year, especially with regard to clerical celibacy; why the Pope has continued to grant interviews to Scalfari, despite the 94-year-old's unreliable accounts of those interviews; why the final document on the recent Youth Synod contained very little on the Church’s moral teaching; and whether there have been any developments on the Vatican investigation into Archbishop Theodore McCarrick.
This silence also extends beyond issues concerning the faithful and relates to the well-being of the Pope himself. When Archbishop Viganò called on Francis to resign in his first testimony, the Vatican was silent, neither defending the Pope in the face of such a strong charge nor offering any reaction at all. (Cardinal Ouellet’s response did not appear until two months later, and was in response to Archbishop Viganò challenge to him, made in his second testimony.)
The Pope responded to Archbishop Viganò's claims himself when he called on journalists to investigate the veracity of the former nuncio’s allegations — efforts which naturally entailed Vatican cooperation — but the Holy See failed to either comment or be cooperative.
At least five possible reasons account for the Vatican’s silences and inadequate responses to the media: it wishes to ignore controversial issues knowing that, in today’s rapid news cycle, they are quickly forgotten; it is unable to provide a response because officials are not privy to the reasons behind whatever action has been taken; it doesn’t want to be transparent because it would expose a hidden agenda; the Vatican is unable or unwilling to defend the indefensible; or it simply does not have the capacity to provide timely and substantive responses to controversial news coming out of the Vatican. (A Rome truism is never underestimate in the Vatican how much can simply put down to incompetence.)
Whatever the true reason is, and it is possibly a mix of all of the above, the silence and dearth of adequate responses to the media on so many crucial issues cannot but have a detrimental effect on the Vatican, the papacy and the Church as a whole.
It is a truth of social communications that if an institution does not step in to provide a truthful and convincing official response to a relevant matter, particularly during a crisis, then others will fill the vacuum — and usually it will be those who shout the loudest, and may not always be sufficiently informed, who get heard.
It is therefore unsurprising that some in the Vatican perceive themselves as under frequent attack and often criticized. In the absence of creating an official and trustworthy narrative, the faithful cannot be blamed if they start to believe there isn’t one, and that the situation is perhaps as bad as it seems.
But usually these days, the Vatican’s response to these inquiries is obfuscation or, more commonly, silence.
When the Congregation for Bishops issued its unpublished directive to the U.S. bishops meeting in Baltimore this week, instructing them not to vote on two proposals on handling of clergy sexual abuse, the Register contacted six Vatican dicasteries, including the Holy See Press Office, to find out the reasons for their decision.
None responded, apart from Cardinal Marc Ouellet, prefect of the Congregation for Bishops, who gave a brief, one sentence statement most people felt failed to satisfactorily shed light on the reasons behind the decision.
This tendency to ignore questions from the media has increased in recent years. The issues are also not trivial, often concerning the very survival of a particular group of faithful, or even more importantly, the well-being of their eternal souls.
When a controversy breaks over a doctrinal matter, for instance, the Vatican often fails to reaffirm the Church’s teaching or refute the substance of the claims. An example took place in March this year, when reports emerged of an interview the Pope gave to atheist Eugenio Scalfari. Francis allegedly denied the existence of hell and the story spread rapidly around the world, but the Vatican responded late, and with a vague statement that failed to reassert the Church’s teaching in the face of the claim.
Chinese authorities have reportedly been brainwashing four priests into joining the state-run church, and for the fifth time in two years, Bishop Shao Zhuyin of Wenzhou has been arrested. But requests this week for comment or reaction from the Vatican have so far met with no response.
Silence Not Always Golden
Some examples of other inquiries that have gone unanswered include a request for an official clarification of the Pope’s goals for the Pan-Amazonian synod next year, especially with regard to clerical celibacy; why the Pope has continued to grant interviews to Scalfari, despite the 94-year-old's unreliable accounts of those interviews; why the final document on the recent Youth Synod contained very little on the Church’s moral teaching; and whether there have been any developments on the Vatican investigation into Archbishop Theodore McCarrick.
This silence also extends beyond issues concerning the faithful and relates to the well-being of the Pope himself. When Archbishop Viganò called on Francis to resign in his first testimony, the Vatican was silent, neither defending the Pope in the face of such a strong charge nor offering any reaction at all. (Cardinal Ouellet’s response did not appear until two months later, and was in response to Archbishop Viganò challenge to him, made in his second testimony.)
The Pope responded to Archbishop Viganò's claims himself when he called on journalists to investigate the veracity of the former nuncio’s allegations — efforts which naturally entailed Vatican cooperation — but the Holy See failed to either comment or be cooperative.
At least five possible reasons account for the Vatican’s silences and inadequate responses to the media: it wishes to ignore controversial issues knowing that, in today’s rapid news cycle, they are quickly forgotten; it is unable to provide a response because officials are not privy to the reasons behind whatever action has been taken; it doesn’t want to be transparent because it would expose a hidden agenda; the Vatican is unable or unwilling to defend the indefensible; or it simply does not have the capacity to provide timely and substantive responses to controversial news coming out of the Vatican. (A Rome truism is never underestimate in the Vatican how much can simply put down to incompetence.)
Whatever the true reason is, and it is possibly a mix of all of the above, the silence and dearth of adequate responses to the media on so many crucial issues cannot but have a detrimental effect on the Vatican, the papacy and the Church as a whole.
It is a truth of social communications that if an institution does not step in to provide a truthful and convincing official response to a relevant matter, particularly during a crisis, then others will fill the vacuum — and usually it will be those who shout the loudest, and may not always be sufficiently informed, who get heard.
It is therefore unsurprising that some in the Vatican perceive themselves as under frequent attack and often criticized. In the absence of creating an official and trustworthy narrative, the faithful cannot be blamed if they start to believe there isn’t one, and that the situation is perhaps as bad as it seems.
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Relación por José Martí
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