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miércoles, 29 de abril de 2020

“Hacer proselitismo”: Obispo cita a Juan Pablo II para corregir a Francisco



“Se nos dice erróneamente, incluso por parte de algunos líderes de la Iglesia [= Francisco], que cuando hablamos de nuestra vocación misionera no deberíamos ‘hacer proselitismo’”, escribe el 27 de abril en el sitio web TheWandererPress.com el obispo de Tyler (Texas), monseñor Joseph Strickland.

Strickland explica que Juan Pablo II trató “este uso erróneo del término” en Redemptoris Missio n. 46.

En este pasaje, Juan Pablo II critica que convertir a los no-cristianos es presentado algunas veces como “un acto de ‘hacer proselitismo’”.

Por el contrario, él señala que “toda persona tiene el derecho de oír la ‘Buena Noticia’ del Dios que se revela y se da a sí mismo en Jesucristo”.
 

La extraña ‘revolución’ (Carlos Esteban)


 
No recuerdo en cuál de sus incontables entrevistas dijo Su Santidad que le encantaba que le llamaran ‘revolucionario’ lo que, según en qué época o en qué acepción podría dejar de piedra a muchos oyentes.

Supongo que cada era, cada generación, tiene un concepto -mejor: una imagen mental- distinto de revolución. En los albores del siglo XIX sería una palabra que haría temblar, de expectativas o de terror, según el caso, aún fresca la abundantísima sangre derramada por el Terror de la guillotina. A partir de finales de los sesenta del pasado siglo, en cambio, tendría más el sentido de difusa revuelta juvenil, de Mayo del 68 o de la Revolución Sexual. Quitando la trivialización absoluta del término en nuestros días (“Detergente X: una revolución en la limpieza”), esa última es la que queda hoy, la de revuelta, desobediencia pasiva, resistencia a lo establecido.

Por eso resulta extraño que el ‘Papa revolucionario’ se alinee siempre, llegado el momento, con la autoridad secular fuerte. Hace algún tiempo nos sorprendió -me sorprendió, al menos- pidiéndonos que obedezcamos a la ONU, un organismo con nula representación popular que lleva décadas liderando los esfuerzos contra todo lo que representa y ha representado la Iglesia Católica. Ayer nos sorprendía (ya menos, es cierto) contradiciendo a la Conferencia Episcopal Italiana -que en ocasiones se ha mostrado más papista que el Papa- pidiendo de nuevo que acatemos mansamente el arbitrio de nuestros gobernantes, frente a los obispos indignados con el retraso del culto público. Hoy vuelve, por segunda vez, a pedirnos que recemos por la unidad de la Unión Europea, de la que puede decirse tres cuartos de lo mismo que de la ONU en cuanto a principios. ¿Por qué debemos los católicos rezar por la ‘unidad’ de una estructura política, cuanto menos, cuestionable? ¿Es inmoral desear, por el contrario, que se disuelva? ¿Había que rezar en su día por la unidad de la Unión Soviética?

No entro ahora en absoluto en disquisiciones sobre si es bueno o malo mantener la UE. Pero me parece evidente que no es en absoluto ‘de fide’ que sea otra cosa que un arreglo político, coyuntural, del que se puede ser apasionadamente partidario o detractor sin oponerse a la doctrina católica. En todo caso, es un poder establecido y universalmente aplaudido por los medios en manos de los hombres más poderosos del planeta.

Las opinión políticas de Pedro no deberían alterarnos a los católicos, salvo que se opongan frontalmente a la doctrina, en un sentido o en otro, ya que no entran en absoluto en su función magisterial o pastoral. Uno, ciertamente, preferiría que se las guardase para sí, ya que puede prestarse a confusión para los más sencillos, que se pierden en las sutilezas del concepto de infalibilidad papal y en su autoridad jurisdiccional. Y, sin duda, también esperaríamos muchos que, de hacerlo, no fuera tan a menudo que más pareciera un líder político que ese otro ‘título histórico’, Vicario de Cristo. Pero, en cualquier caso, definir su actitud de ‘revolucionaria’ se presta a la más absoluta ambigüedad, como tantas otras cosas en este pontificado.
 
Carlos Esteban

Jesús en las profecías del Antiguo Testamento (José María Manrique García)




Este artículo propone una meditación o, al menos, de reconsideración de lo que antaño se estudiaba como Historia Sagrada, concretamente la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Quiérase o no, España, desde los visigodos, e incluso antes, está vertebrada por la Religión Católica mucho más que por el derecho romano o cualquier otro “valor cultural”. Desgraciadamente, no hemos recibido la formación adecuada por parte de nuestros pastores, incluso los que conocimos la iglesia anterior al Vaticano Segundo. Al menos en mi caso, en muchas ocasiones la búsqueda de los tesoros de nuestra fe ha sido esfuerzo casi individual, dado que los consagrados cada vez están más volcados en un buenismo, peligroso y herético, casi absolutamente vacío de moral católica.

Bien, expuesta mi motivación y desgranada mi queja, trataré de resumir algo que, sin duda también por mi falta de interés, no he encontrado en homilías o escritos, habiendo llegado a su conocimiento a través pequeños descubrimientos a lo largo del tiempo: lo que los profetas del Antiguo Testamento predijeron del Mesías, especialmente de su Pasión, cientos de años antes. Algo que considero puede reforzar la fe que profesamos y, para los no creyentes, ampliar su visión no solo de la historia del mundo occidental de raíces judeo-cristianas, sino la metahistoria de la humanidad. Por supuesto hay estudios importantes sobre el tema, incluso de manos de protestantes, pero no son muy accesibles ni se divulgan en los púlpitos.

Utilizaré la Biblia traducida por Monseñor Struaubinger (1883-1956), directamente del hebreo, así como sus Notas, y pondré, a continuación, la relación cronológica de los profetas cuyos textos, en negrita y cursiva, se volcarán luego enhebrados en el desarrollo temporal de la vida y muerte de Jesucristo. Pondré en mayúsculas los artículos que se refieran al Señor, como durante centenares de años se hizo.

Fuentes: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio (tradicionalmente se ha considerado que Moisés fue el autor-recopilador del Pentateuco; s. XIV-XIII a.C), David (1040-966 a.C.), Natán (consejero de David y Salomón, s. X-IX a.C.), Salmos (varias épocas y autores; muchos de David), Elías, Isaías, y Oseas (s. VIII a.C. todos), Miqueas (s. VIII-VII a.C.), Daniel y Jeremías (s. VII-VI a.C.), Libro de las Lamentaciones (s. VI a.C.), Ezequiel (s. VI a.C.), Zacarías (s. VI a.C.), Libro de la Sabiduría (s. I a.C.).

Antes de comenzar, pongámonos en situación, y nada mejor que aproximarnos a Cleofás y al otro discípulo que abandonaban Jerusalén camino de Emaús aquel primer día de la semana después de la Pascua, cuando el propio Jesús les dijo (Lucas 24, 13-35):

«“¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?”. Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura».

Su anuncio

…Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: Éste te aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar (Génesis 3:15). Explicación: “La descendencia de la mujer vencerá al demonio de la misma manera que el hombre aplasta la cabeza de una serpiente. La descendencia de la mujer es, en general, el género humano; más principalmente, el Salvador Jesucristo (P. Vaccari).

Bendeciré a quienes Te bendigan, y maldeciré a quienes Te maldigan; y en Ti serán benditas todas las tribus de la Tierra (Génesis 12:3). Explicación: Dios Padre habla a Abrám, “tipo” o prefiguración de Jesús.

No se apartará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta que venga Schiloh: a Él obedecerán las naciones (Génesis 49:10). La interpretación corriente, desde los Santos Padres hasta hoy, atribuye a esta profecía carácter mesiánico. Al “Schiloh” hebreo se le ha dado muchas interpretaciones, entre otras “El que ha de ser Enviado” o “El Pacífico”.

Palabra de Balaám, hijo de Beor; palabra del hombre de ojos cerrados, palabra del que oye los dichos de Dios, conoce los pensamientos del Altísimo, y ve las visiones del Todopoderoso; recibe visión y se le abren los ojos. Le veo, pero no como presente, Le contemplo, mas no de cerca: una estrella sale de Jacob, y de Israel surge un cetro … (Números 24:15-17). Balaám anuncia, bajo la figura de una estrella, la gloria más grande de Israel, Cristo.

«Entonces me contestó Yahvé: ‘Tienen razón en lo que han dicho. Les suscitaré un profeta de en medio de sus hermanos, semejante a ti; y pondré mis palabras en su boca, y Él les hablará todo -cuanto Yo Le mandaré…”» (Moisés, en el Deuteronomio. 18-17). Straubinger escribió que “Lucas al narrar (Lc.: 1, 68-69), y Pedro al hablar `aquí´ (Hc.: 2, 22-24), usan en griego el verbo anastesei (lo mismo que el texto de Moisés en los LXX, que es la versión citada por S. Pedro), cuyo sentido principal es resucitará, y repiten el mismo verbo en el versículo 26, donde tal sentido es evidente y exclusivo de todo otro: levantar de entre los muertos”.

Él Me ha dicho: “Tú eres mi Hijo, Yo mismo Te he engendrado en este día. Pídeme y Te daré en herencia las naciones, y en posesión tuya los confines de la Tierra… (Salmo 2:7; de David).

Jesús, en, cita el salmo 110: «“¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo?”. Dícenle: «De David». Díceles: «Pues ¿cómo David, movido por el Espíritu, le llama Señor, cuando dice: “Oráculo de Yahvé a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que Yo haga de tus enemigos el escabel de tus pies”».

«Estando aún reunidos los fariseos, Jesús les propuso esta cuestión: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?”. Dijéronle: “de David”. Replicó Él: “¿Cómo, entonces, David (inspirado), por el Espíritu, lo llama “Señor”, cuando dice (Salmo 110): “El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies”? Si David lo llama “Señor” ¿cómo es su hijo? Y nadie pudo responderle nada, y desde ese día nadie osó más proponerle cuestiones» (Mateo 22:42).

He aquí que vienen días, dice Yahvé, en que suscitaré a David un Vástago justo, que reinará como rey, y será sabio, y ejecutará el derecho y la justicia en la tierra. En sus días Judá será salvo, e Israel habitará en paz, y el Nombre con que será llamado, es éste: “Yahvé, Justicia Nuestra” (Jeremías 23:5-6).

Habla (Natán), pues, ahora de esta manera a mi siervo David: … Cuando se cumplieren tus días y tú descansares con tus padres. Yo suscitaré después de ti, un descendiente tuyo que ha de salir de tus entrañas, y haré estable su reino. Él edificará una casa para mi Nombre: y Yo afirmaré el trono de su reino para siempre, Yo seré su Padre y el será mi Hijo (2º de Reyes ó 2º de Samuel).

Conoce y entiende: Desde la salida de la orden de restaurar y edificar a Jerusalén, hasta un Ungido, un Príncipe, habrá siete (7) semanas y sesenta y dos (62) semanas; y en tiempos de angustias será ella reedificada con plaza y circunvalación. Al cabo de las 62 semanas será muerto el Ungido y no será más Y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el Santuario (Daniel 9:25).


Explicación de la Profecía de Las 70 Semanas, teniendo en cuenta que la datación antigua, e incluso de la fecha de nacimiento de Cristo (¿año 7 a.C.?), tiene errores próximos a la decena de años, y que los santos padres uniformemente asignan siete años a cada “semana” (el año lunar judío era de 360 días): las siete primeras semanas (49 años) comienza a partir del año 458 (aproximadamente) en que Artajerjes envió al profeta Esdrás a Palestina con poderes para reconstruir Jerusalén (Esdrás 7); una vez reconstruida (458-49 = 409), las 62 semanas (434 años) sitúan el tiempo bíblico en las proximidades del año 30 de nuestra era; es decir, predice la muerte de Cristo. A partir de aquí se interrumpe la cuenta divina hasta un futuro en el que a las 69 semanas transcurridas se sume la 70ª, adentrándose entonces en el campo escatológico del Fin de los Tiempos.

El Señor mismo os dará una señal: he aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y Le pondrá por nombre Emmanuel (Isaías 7:14).

Pero tú, Belén de Efratá, pequeña (para figurar) entre los millares de Judá, de ti me saldrá El que ha de ser dominador de Israel, cuyos orígenes son desde los tiempos antiguos, desde los días de la eternidad (Miqueas 5).

No habrá más lobreguez sobre la (tierra) que (ahora) está en angustia. Como primeramente (Dios) cubrió de oprobio la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, así al fin hará glorioso el camino del mar, la otra parte del Jordán, la Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los habitantes de la tierra de sombras de muerte resplandeció una luz (Isaías 9:1-2).

Vida pública

He aquí mi Siervo, a quien sostengo, mi escogido, en el que se complace mi alma. Sobre Él he puesto mi Espíritu, y Él será Legislador de las naciones. No gritará, ni levantará su voz, ni la hará oír por las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante; hará justicia conforme a la verdad. No desmayará ni se desalentará, hasta que establezca en la Tierra la justicia; su ley esperan las islas (Isaías 42:1).

En aquel día los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán, libres ya de la oscuridad y de las tinieblas. Los humildes se alegrarán más y más en Yahvé, y los pobres de entre los hombres se regocijarán en el Santo de Israel (Isaías 29:18).

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, y serán destapados los oídos de los sordos; entonces el cojo saltará cual ciervo, exultará la lengua del mudo (Isaías 35:5). Jesucristo Se aplicó estas palabras (Mateo 11, 5).

Prestad vuestro oído y venid a Mí; escuchad, y vivirá vuestra alma, y Yo haré con vosotros una alianza eterna (según) las misericordiosas promesas dadas a David. Mira, Yo Le he constituido como testigo para los pueblos, como caudillo y maestro de las naciones. He aquí que llamarás a pueblos que no conocías (los gentiles), y naciones que Te eran desconocidas correrán hacia Ti por amor de Yahvé, tu Dios, y del Santo de Israel, pues Él Te ha glorificado (Isaías 55:3-4).

En aquel día la raíz de Isaí se alzará como bandera para los pueblos; la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada (Isaías 11:10).

El Espíritu del Señor, Yahvé, está sobre Mí porque Yahvé Me ha ungido, y Me ha enviado para evangelizar a los humildes; para vendar a los de corazón quebrantado, para anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los encarcelados; para pregonar el año de la gracia de Yahvé (Isaías 61:1-2). El carácter mesiánico de esta profecía es indiscutible ya que Jesucristo la aplicó a Sí mismo: “Hoy se ha cumplido la Escritura que acabáis de oír” (Lucas 4, 16).

Él (Yahvé de los Ejércitos) será (vuestra) santidad, más también una piedra de tropiezo, y una roca de escándalo para las dos casas de Israel, un lazo y una trampa para los habitantes de Jerusalén. Muchos de ellos tropezarán, caerán, y serán quebrantados; se enredarán en el lazo y quedarán presos. (Isaías 8:14). Según San Lucas (2:34-35), en la presentación de Jesús en el Templo, Simeón a María: “Este es puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser una señal de contradicción–y a tu misma alma, una espada la traspasará–, a fin de que sean descubiertos, los pensamientos de muchos corazones”.

Por eso, así dice el Señor Yahvé: “He aquí que pondré en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, piedra angular preciosa, sólidamente asentada; el que confía (en ella) no necesita huir (Isaías 28:16). La piedra que rechazaron los constructores ha venido a ser la piedra angular. Obra de Yahvé es esto, admirable ante nuestros ojos (Salmos 118/117:22). Jesús lo cita en Marcos 12,1-12, y los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos “intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos” considerando que la piedra Él. Nota: la numeración hebrea/protestante sólo se corresponde con la Biblia Griega (Septuaginta, o de Los LXX, y la Vulgata) en los ocho primeros salmos y en los tres últimos, porque fusiona los salmos nueve y diez en uno solo, y hace lo mismo con el 113 y 114; de manera inversa, divide en dos el 116, denominándoles 114 y 115, y de la división del 147 surgen 146 y 147, por lo que puede decirse que entre los salmos 10 y 148, la numeración católica es igual a la numeración hebraíco-protestante menos uno.

¡Alégrate con alegría grande, hija de Sión! ¡Salta de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey; Él es justo y trae salvación, (viene) humilde, montado en un asno, en un borrico, hijo de asna. (Zacarías 9:9). Domingo de Ramos

… Porque Me devora el celo de tu casa, y los baldones de los que Te ultrajan cayeron sobre Mí (Salmo 68/69:9). Texto que los discípulos aplicaron a Jesús cuando vieron su santa indignación al arrojar a los mercaderes del Templo (Juan 2, 17). La expulsión aparece en todos los Evangelios, en los sinópticos al final, tras el Domingo de Ramos, y en el de Juan al principio, lo que da pie a que pudiera haber ocurrido en dos ocasiones distintas.

La Pasión

Si me insultara un enemigo, lo soportaría; si el que me odia se hubiese levantado contra mí, me escondería de él simplemente. Pero eres tú, mi compañero, mi amigo y mi confidente, con quien vivía yo en dulce intimidad, y subíamos en alegre consorcio a la casa de Dios (Salmo 55:12-13).

Hasta mi amigo, de quien me fiaba, que comía mi pan, ha alzado contra Mí su calcañar (me dio una patada; Salmo 41:9). Con tal sentido aplica Jesús estas palabras a la traición de Judas, comparándola con la de Aquitofel a David (Juan 13, 18: «Yo sé a quiénes escogí; sino para que se cumpla la Escritura: “El que come mi pan, ha levantado contra Mí su calcañar”»).

Y les dije: “Si os parece justo, pagad mi salario; y si no, dejadlo”. Y ellos pesaron mi salario; treinta (monedas) de plata. Entonces Yahvé me dijo: “¡Tira al alfarero ese lindo precio en que me estimaron!”. Tomé las treinta (monedas) de plata, y las tiré al alfarero en la Casa de Yahvé (Zacarías 11:13). Se cumplió en Cristo, vendido por Judas por treinta monedas de plata, que luego fueron arrojadas en el Templo y que sirvieron para comprar el campo del alfarero (Mateo 27, 3).

Por lo que Me debieran amar, Me acusan, y Yo hago oración. Me devuelven mal por bien, y odio a cambio de mi amor (Salmo 109:4; Huerto de los Olivos).

Él, en verdad, ha tomado sobre Sí nuestras dolencias, ha cargado con nuestros dolores, y nosotros Le reputamos como castigado, como herido por Dios y humillado (Isaías 53:4).

Éramos todos como ovejas errantes, seguimos cada cual nuestro propio camino; y Yahvé cargó sobre élla iniquidad de todos nosotros (Isaías 53:6).

¡Despierta, espada, contra mi Pastor, y contra el Varón de mi compañía, dice Yahvé de los Ejércitos: ¡Hiere al Pastor! y se dispersarán las ovejas, y extenderé mi mano contra los párvulos. (Zacarías 13:7; el “prendimiento”).


Mis amigos y compañeros se han apartado de mis llagas, y mis allegados se mantienen a distancia. (Salmos 38:11).

Se levantaron testigos de iniquidad (falsos); me pedían cuentas de cosas que Yo ni conocía. 12Por el bien me devolvían mal, para desolación de mi alma (Salmo 35:11).

Fue maltratado, y Se humilló, sin decir palabra como cordero que es llevado al matadero; como oveja que calla ante sus esquiladores, así Él no abre la boca (Isaías 53:7).

¿Qué te he hecho Yo, oh pueblo mío, y en qué te he agraviado? Respóndeme (Miqueas: 6,3).

Fue arrebatado por un juicio injusto, sin que nadie pensara en su generación (Isaías 53:8). Muchos santos Padres ven en la última palabra una alusión a la generación eterna del Hijo por el Padre, mientras que modernamente otros creen que alude a la conducta de sus contemporáneos.

Vio que no había hombre (justo), y Se asombró de que nadie intercediera. Entonces Le ayudó su propio brazo, y Se apoyó en su justicia (Isaías 59:16).

Entregué mi espalda a los que Me herían, y mis mejillas a los que ME mesaban la barba; no escondí mi rostro ante los que Me escarnecían y escupían (Isaías 50:6).

Es un (Hombre) despreciado, el desecho de los hombres, varón de dolores y que sabe lo que es padecer; como alguien de quien uno aparta su rostro, Le deshonramos y Le desestimamos (Isaías 53:3).

Porque Me han rodeado muchos perros: una caterva de malvados me encierra; han perforado mis manos y mis pies; puedo contar todos mis huesos. Entretanto, ellos miran, y al verme se alegran. Se reparten mis vestidos, y sobre mi túnica echan suertes (Salmo 22:16-18; véase Juan 19, 23).

“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son éstas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fuí herido en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6).

Si uno … fuere muerto y colgado de un madero, su cadáver no quedará durante la noche en el madero; antes Lo enterrarás en ese mismo día; porque un colgado es objeto de la maldición de Dios (Deuteronomio 21:22). San Pablo, en Gálatas 13:3, dice: «Cristo, empero, nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros maldición, porque escrito está: “Maldito sea todo el que pende del madero”, para que en Cristo Jesús alcanzase a los gentiles la bendición de Abrahán, y por medio de la fe recibiésemos el Espíritu prometido». En relación con su muerte en la cruz, Nuestro Señor dijo a Nicodemo (Juan 3:5-7): “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”.

Pero es que Yo soy gusano, y no hombre, oprobio de los hombres y desecho de la plebe. Cuantos Me ven se mofan de Mí, tuercen los labios y menean la cabeza: “Confió en Yahvé: que Él Lo salve líbrelo, ya que en Él se complace” (Salmo 22:7-8; véase Mateo 27:41-43).

Porque Yo soy un infortunado y pobre, y llevo en Mí el corazón herido. Como sombra que declina, Me voy desvaneciendo; soy arrojado como la langosta. Mis rodillas vacilan, debilitadas por el ayuno, y mi carne, enflaquecida, desfallece. Y he venido a ser el escarnio de ellos; Me miran, y hacen meneos de cabeza (Salmo 109:25).

Por comida Me ofrecieron hiel; y para Mi sed Me dieron a beber vinagre (Salmo 69:21; véase el testimonio literal de Mateo 27: 34 y 48).

Dios mío, Dios mío, ¿por qué Me has abandonado? (Salmo 22:1). “Elí, Elí, lemá sabactani?” exclamó Nuestro Señor en arameo antes de morir (Mateo 27:46; Marcos 15:34). San Agustín dice que “la Pasión de Cristo aparece luminosa como en un Evangelio en este Salmo que más parece una historia que un vaticinio”.

En tus manos encomiendo mi espíritu. (Salmo 31:5; y continúa ¡Tú Me redimirás, oh Yahvé, Dios fiel!). Son las últimas Palabras de Cristo en la Cruz (Lucas 23:46) y de San Esteban protomártir.

En aquel día, dice Yahvé, el Señor, haré que se ponga el Sol al mediodía, y en pleno día cubriré de tinieblas la Tierra (Amós 8:9).

Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los habitantes de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración y pondrán sus ojos en Mí, a quien traspasaron. Lo llorarán, como se llora al unigénito, y harán duelo amargo por Él, como suele hacerse por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadad-Remmón en el valle de Megiddó (Zacarías 12:10-11).

Fue traspasado por nuestros pecados, quebrantado por nuestras culpas; el castigo, causa de nuestra paz, cayó sobre Él, y a través de sus llagas hemos sido curados (Isaías 53:5).

Muchas son las pruebas del justo, más de todas lo libra Yahvé. Vela por cada uno de sus huesos; ni uno solo será quebrado (Salmos 34:20). Véase Juan 19:33-39; también Éxodo 26:43-46, puesto que al cordero pascual Yahvé había ordenado que: “no sacaréis fuera de la casa nada de la carne, ni le quebraréis ningún hueso”.

Pero mi vida Dios la librará de la tumba, porque Él me tomará consigo (Salmos 49:15). Tú, Yahvé, sacaste mi vida del sepulcro; Me sacaste de entre los que descienden a la fosa (Salmos 30:3). … Pues Tú no dejarás a mi alma en el sepulcro, ni permitirás que tu Santo experimente corrupción (Salmo 16:10). Respecto del Salmo 16, el Día de Pentecostés, «Pedro, poniéndose de pie, junto con los once, levantó su voz y les habló: … “A Jesús de Nazaret, … vosotros, por manos de inicuos, Lo hicisteis morir, crucificándolo. Pero Dios Lo ha resucitado anulando los dolores de la muerte, puesto que era imposible que Él fuese dominado por ella. Porque David dice respecto a Él: yo tenía siempre al Señor ante mis ojos, pues está a mi derecha para que yo no vacile (Straubinger dice que “David no habla por su propia persona, sino en representación y como figura de Jesucristo”). Por tanto, se llenó de alegría mi corazón, y exultó mi lengua; y aun mi carne reposará en esperanza. Porque no dejarás mi alma en el infierno, ni permitirás que tu Santo vea corrupción» (Hechos Apóstoles: 2, 22-33).

El mismo Jesucristo, cuando se apareció a los discípulos por última vez el Domingo de Resurrección, les dijo (Lucas:24, 35-48): «“Esto es aquello que Yo os decía, cuando estaba todavía con vosotros, que es necesario que todo lo que está escrito acerca de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos se cumpla”. Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras. Y les dijo: “Así estaba escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se predicase, en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas…”».

Con relación a la Resurrección al “tercer día” que reiteradamente profetizó Jesús, está prefigurada en el viaje de tres días de Abrahán a “la tierra de Moriah … (a) uno de los montes que Yo te mostraré” para el sacrificio de Isaac, su único hijo (Génesis: 22,4; identificándose tradicionalmente ese lugar como el que luego se asentó el templo de Salomón); en el anuncio de Yahvé a Moisés de que se aparecería al pueblo en una densa nube pasados tres días sobre el monte Sinaí (Éxodo: 19,9); y en la figura de Jonás, quien estuvo en las entrañas del pez tres días y tres noches (Jonás: 2,1; Straubinger comenta que Jonás es también `tipo´ o prefiguración de nuestro Salvador en cuanto Enviado que desde Israel trajo la salvación a los gentiles). Pero, para mí, fundamentalmente en Levítico: 7,16-19, donde se dice que “Cuando presentéis un sacrificio pacífico a Yahvé, ofrecedlo voluntariamente. La víctima se ha de comer el mismo día en que la inmolareis, y al día siguiente; y lo que sobrare hasta el día tercero, será entregado al fuego. Si se comiere algo al tercer día, estando ya en putrefacción, no será acepto…”

Muchas más hay, pero este resumen puede ser una asequible aproximación al tema.
 
José María Manrique García