BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



Mostrando entradas con la etiqueta comunión en la mano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comunión en la mano. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de agosto de 2022

¿Comunión en la mano? No, gracias (Padre Ildefonso de Asís)

ADELANTE LA FE


En los últimos años, por desgracia, y con la excusa del covid-19, se ha impuesto de forma arrolladora la recepción en la mano del Cuerpo de Cristo. En España, y fuera de España, son muy pocas las Iglesias donde en la Santa Misa apenas unos pocos fieles comulgan con reverencia en la boca (y menos aún de rodillas) siendo en muchos casos observados como “extraños” por los demás fieles y por no pocos sacerdotes. Es un terrible cáncer que se ha hecho viral, nunca mejor dicho, y se ha convertido en algo así como una “pandemia espiritual”.

Ante el mencionado hecho no vale solo lamentarse y orar: es necesario dar argumentos sólidos desde la moral, la liturgia y el derecho canónico ante esta ofensiva diabólica contra la Eucaristía gestada, sorprendentemente, en el interior de la misma Iglesia. Veamos:

Desde el derecho canónico: denunciar el tremendo ABUSO clerical que supone obligar a los fieles a comulgar en la mano en bastantes templos. Un abuso contrario al derecho canónico ante el cual nadie forma “comisiones” para luchar contra dicho abuso y a la vez se multiplican los “perdones” en relación a otra clase de abusos en mucha ocasiones nada demostrados.

Desde la liturgia: recordar que solo el sacerdote tiene las manos ungidas para tocar el Cuerpo de Cristo, y añadir que la comunión en la mano es un elevado riesgo de profanación de las formas eucarísticas así como de su destino final al suelo de la Iglesia, bolsillo o guantes de los fieles…etc.

Desde la moral: porque así como el sacerdote, por muy amigo que sea de un matrimonio, no tiene potestad para acariciar a la mujer del amigo al ser ello cosa única del esposo, cualquier laico por muy fervoroso que sea no tiene potestad para tocar el Cuerpo de Cristo (salvo caso excepcional)

Pero en este breve artículo quiero compartir otro argumento que me vino de un fiel laico quien, con nula formación teológica y mucha sabiduría popular, me expresó en una ocasión y que con gusto repito aquí: “¿Comulgar en la mano? No, gracias; porque yo quiero que la comunión me la de CRISTO y no otra persona, ni siquiera yo mismo. Si el sacerdote es CRISTO durante la Misa, solo Él debe darme la comunión. No quiero que me la de nadie más: ni monja ni catequista ni sacristán…ni yo quiero tomarla en mano porque entonces me la daría yo mismo y quiero recibirla de CRISTO”.

He pensado muchas veces en ese argumento de un laico cuyo anonimato respeto y que personalmente, como sacerdote, me parece acertadísimo. Hagamos eco del mismo en esta oleada demoníaca que pretende, y consigue, protestantizar la liturgia, adulterar la fe católica y sobre todo consigue ofender a DIOS.

Padre Ildefonso de Asís

viernes, 27 de mayo de 2022

Liturgia: ¿Comunión en la boca o en la mano? (Padre José María Iraburu)



–Historia. El rito de la comunión de los fieles se ha ido desarrollando en formas diversas, que conviene conocer, al menos a grandes rasgos. Ciertas posiciones actuales, duramente contrapuestas en esta cuestión, reflejan en ocasiones una ideologización del asunto y una notable ignorancia de la historia de los formas litúrgicas. Resumo a grandes rasgos la evolución de este rito litúrgico ateniéndome a los documentados datos que da el P. Joseph Jungmann, S. J. en su clásica obra Missarum sollemnia (orig. 1949; El Sacrificio de la Misa, BAC 68, Madrid 1959, pgs. 942-960).

En el primer Ordo Romanus los fieles se quedaban en su sitio y el clero les llevaba la comunión. En otra regiones, ya en siglo IV, los fieles se acercaban a comulgar al mismo altar (Sínodo de Tours 567). En tiempos de San Agustín, en el norte de África, los fieles se acercaban a la barandilla que limitaba el presbiterio. Como era alta, recibían de pie el Santísimo. A partir del siglo XIII se generaliza la costumbre de extender un paño ante los comulgantes, sostenido por acólitos. Por entonces se inicia la costumbre de poner el paño en un banco fijo, el comulgatorio, o se acostumbra el comulgatorio en forma de barandilla, más baja que las antiguas, para comulgar de rodillas. Esta piadosa costumbre de recibir la comunión de rodillas se generalizó en Occidente entre los siglos XI y XVI. Pero en Roma esta costumbre se consideraba ya tradicional en el siglo XII. En una forma ritual o en otra, San Agustín enseña que nadie debe acercarse a la comunión nisi prius adoraverit, sin un gesto anterior de adoración.

San Cirilo de Jerusalén (315-386), en sus famosas Catequesis, da normas muy cuidadosas sobre la comunión en la mano: «Cuando te acerques, no lo hagas con las manos extendidas o los dedos separados, sino haz con la izquierda un trono para la derecha, que ha de recibir al Rey, y luego con la palma de la mano forma un recipiente, recoge el cuerpo del Señor y di Amen… Que no se te caiga ni una miga de lo que es más valioso que el oro y las piedras preciosas» (Catequesis V,21ss). Normas análogos se encuentran en otros autores, como Teodoro de Mopsuestia (+428) y San Agustín (+430).

Como había sin duda un cierto peligro en entregar el Cuerpo sacramental de Cristo en la mano del comulgante, era obligado sumir la Hostia inmediatamente. Algunos Sínodos españoles consideran sacrilegio no comulgar en el acto (Zaragoza, 380; Toledo, 400). Por otra parte, la creciente devoción al Sacramento hizo que se generalizara la comunión en la boca. Así lo prescribe, por ejemplo, el concilio de Ruán (878). «Este cambio –dice Joungmann– se hizo aproximadamente en el mismo tiempo en que se dio el paso del pan fermentado al pan ázimo, y está relacionado seguramente con él. Casi podríamos afirmar que el cambio lo sugirió la facilidad con que se adherían a la lengua húmeda las partículas de las delgadas obleas, a diferencia de los sólidos pedacitos de pan fermentado usado hasta entonces» (pg. 950). El uso del paño de la comunión o de la bandeja se prescribió el años 1929 para los fieles, como un signo más de la devoción creciente a la Eucaristía.

En cuando al ministro de la comunión, ya Cristo lo dispuso en la multiplicación de los panes, anticipación de la Eucaristía. Multiplicados los panes, «los entregó a sus discípulos, y los discípulos a la gente» (Mt 14,19; cf. Mc 6,41; Lc 9,16). En todos los documentos antiguos de la Iglesia que tratan del tema, siempre reservan al Orden sacerdotal la distribución de la comunión. San Francisco de Asís (+1226) dice: «sólo ellos [los sacerdotes] deben administrarlo, y no otros» (Cta. IIª a todos los fieles, 35). Y Santo Tomás (+1274): «Por reverencia a este Sacramento, ninguna cosa entra en contacto con él a no ser que esté consagrada; y por eso se consagran no sólo el corporal sino también el cáliz y, asimismo, las manos del Sacerdote, para tocar este Sacramento. De donde se dedice que a ningún otro le es lícito tocarlo» (STh III, 82, 3).

–La vuelta a la comunión en la mano se inició en Centroeuropa por los años 50 –Holanda, Francia, Bélgica, Alemania– sin autorización de Roma, es decir, en forma abusiva. Ante la presión insistente de algunos Episcopados, la Congregación de Ritos concedió esta práctica a ciertas Conferencias Episcopales (por ejemplo, Alemania, 6-VII-1968; Bélgica, 11-VII-68). Pero las protestas surgidas fueron tantas que aconsejaron al Papa Pablo VI suspender esa concesión (25-VII-1968), y enfrentar el problema en un documento importante, por supuesto, aún vigente.

La Instrucción Memoriale Domini, de modo Sanctam Communionem ministrandi documento de la Congregación para el Culto Divino (28-V-1969), impulsado y aprobado por el Papa Pablo VI, comienza por advertir que el modo de la comunión eucarística en la fieles «ha sido multiforme» en la historia. Y señala que, en el ambiente de la reforma litúrgica postconciliar, se «ha suscitado en algunas partes, durante los últimos años, el deseo de volver al uso de depositar el Pan Eucarístico en la mano de los fieles, para que ellos mismos, comulgando, lo introduzcan en la boca. Más aún, en algunas comunidades y lugares se ha practicado este rito sin haber pedido antes la aprobación de la Sede Apostólica». La Instrucción reafirma la norma general de la comunión eucarística en la boca.

Recuerda que al paso de los siglos «se introdujo la costumbre de que el ministro por sí mismo depositase en la lengua de los que recibían la comunión una partícula del pan consagrado. Este modo de distribuir la santa comunión, considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado, no solamente porque se apoya en un uso tradicional de muchos siglos [unos doce], sino principalmente porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía… Por lo demás, con este modo de obrar, que se ha de considerar ya común, se garantiza con mayor eficacia la distribución de la Sagrada Comunión con la reverencia, el decoro y la dignidad que convienen, para alejar todo peligro de profanación de las especies eucarísticas… y para tener con los mismos fragmentos del pan consagrado el cuidado diligente que la Iglesia ha recomendado siempre». Me permito añadir aquí una frase de San Agustín: «Sería una locura insolente el discutir qué se ha de hacer cuando toda la Iglesia universal tiene una práctica establecida» (Cta. a Jenaro 54,6).

–Se consulta, sin embargo, al Episcopado católico. No obstante que la Instrucción confirma la norma doce veces secular de la comunión en la boca, considera que habiéndose generalizado mucho el uso o el deseo de la comunión en la mano era prudente consultar al Episcopado universal en cuestión de tan gravé importancia.

«Habiendo pedido algunas conferencias Episcopales y algunos obispos en particular que se permitiese en sus territorios el uso de poner en las manos de los fieles el pan consagrado, el Sumo Pontífice mandó que se preguntase a todos y cada uno de los Obispos de la Iglesia latina su parecer sobre la oportunidad de introducir el rito mencionado»… La pregunta principal que se hizo, con otras accesorias, fue ésta:

«1. ¿Se ha de acoger el deseo de que, además del modo tradicional, se permitan también el rito de recibir la Sagrada Comunión en la mano? Placet: 567. Non placet: 1.223. Placet juxta modum: 315. Votos inválidos: 20»…



El Episcopado mundial se expresó, pues, con una abrumadora mayoría en favor de mantener la comunión en la boca, negando la introducción de la comunión en la mano. Como concluye la Instrucción, «la mayor parte de los obispos estiman que no se debe cambiar la disciplina vigente; más aún, que el cambio sería dañoso, tanto para el sentimiento como para el culto espiritual de los mismos obispos y de muchos fieles». Consiguientemente, «el Sumo Pontífice ha decidido no cambiar el modo hace mucho tiempo recibido de administrar a los fieles la Sagrada Comunión».

–El poderoso retroprogresismo posterior al Concilio persistió, sin embargo, en su intento, actuando en contra de su pretendido espíritu democrático, que se caracteriza por su respeto a la voluntad mayoritaria, ya expresada. Es éste un caso típico del retroprogresismo, que considera un progreso volver a prácticas «superadas» de la antigüedad, en el caso que nos ocupa hace más de un milenio.

Conviene recordar aquí dos principios eclesiológicos importantes:

1º.- El desarrollo de las formas en la Iglesia es normalmente perfectivo, según Cristo lo anunció: «el Espíritu de la verdad os guiará hacia la verdad completa» (Jn 16,13). Son innumerables los Sínodos y Concilios que durante más de un milenio ordenaron que la comunión eucarística se administrase directamente en la boca, y más de dos tercios del Episcopado católico, consultado por Pablo VI, se pronuncia en 1969 en contra de la posibilidad de «volver» a la costumbre antigua de la comunión en la mano. ¿Será realmente un progreso «regresar» a tal costumbre?…

2º.- Y otro principio debe ser también recordado: el de la colegialidad episcopal. Cuando el Papa, concretamente, hace una consulta al Episcopado católico, la opinión prudencial expresada por éste, aunque no se trate de una cuestión atinente a la fe –como cuando el Papa consultó sobre la declaración dogmática de la Asunción de la Virgen antes de su proclamación­– en principio debe ser respetada. ¿Para qué, si no, se hace la consulta?

–Indulto. Roma locuta, quæstio finita.
Este antiguo principio se quebrantó en el primer tiempo postconciliar con gran frecuencia . La supresión total del uso litúrgico del latín, la vuelta de los altares hacia el pueblo, la fidelidad a la guía de Santo Tomás, el desarrollo de la música religiosa, el abandono generalizado del hábito en sacerdotes y religiosos, y otras muchas cuestiones fueron siempre resueltas por la vía de los hechos consumados y de la presión de los medios. Y con frecuencia en contra de lo explícitamente establecido por la Iglesia, a veces en el mismo Concilio Vaticano II.
Pues bien, en el tema que nos ocupa, la misma Instrucción sugiere en su final que «si el uso contrario, es decir, el poner la Santa Comunión en las manos, hubiera arraigado ya en algún lugar, la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales», estima posible eximir de la norma general a las Conferencias Episcopales que lo soliciten, siempre que su solicitud se fundamente en un «previo y prudente estudio», y que proceda de un acuerdo de la Conferencia en votación secreta «y por dos tercios de los votos; acuerdos que luego han de presentar a la Santa Sede, para su necesaria confirmación, remitiendo aneja una exposición precisa de los motivos que han llevado a tales acuerdos. La Santa Sede ponderará cuidadosamente cada caso». El indulto, legítimamente concedido, autoriza para hacer lo que sin él estaría prohibido por la norma, que sigue vigente.

–Omito la descripción del proceso posterior –diferente en cada país, lógicamente–, pero que en una gran parte de la Iglesia Católica condujo a la aceptación de la comunión en la mano. 
De este modo la excepción vino con frecuencia a hacerse norma. La concesión de la comunión en la mano, que se presentaba como un indulto, es decir, como un permiso concedido por la Santa Sede para eximir lícitamente del cumplimiento de una ley general, nunca derogada, vino así a transformarse de hecho en ley postconciliar, nunca escrita, por supuesto
De hecho, son muchos los fieles de buena voluntad, pero ignorantes en esta materia, que aceptan el cambio de la comunión en la mano «por obediencia a la voluntad de la Iglesia», o si se quiere, «por fidelidad al Concilio» (!).

Pero no todos los Obispos católicos han querido acogerse al citado indulto. Por fidelidad a la tradición y norma general de la Iglesia, por convicción de conciencia, o simplemente por respeto a la costumbre más arraigada en el pueblo cristiano de su Iglesia local, siguen practicando la comunión en la boca. Por otra parte, es preciso señalar en esto que la gran mayoría de los Obispos y sacerdotes que mantienen esta norma nunca niegan la comunión en la mano a los fieles que lo solicitan. Mientras que, por el contrario, no es un hecho muy excepcional que los ministros ideologizados, fieles a esa ley inexistente, niegan la comunión a los fieles que la solicitan en la boca.


No en todas partes, en efecto, se ha seguido esta ley inexistente. Por ejemplo, el Sr. Obispo de San Luis (Argentina), Mons. Juan Rodolfo Laise, no permitió esta práctica en su diócesis –confrontando en esta cuestión al Episcopado argentino–, y publicó un libro, uno de los más documentados sobre el tema, para justificar su oposición: Comunión en la mano. Documentos e historia (San Luis 1997, 142 pgs., comentario del P. G. Díaz Patri; la misma obra en Vórtice, Buenos Aires 2005). Sus sucesores, Mons. Jorge Luis Lona y Mons. Pedro Daniel Martínez Perea han mantenido la comunión en la boca. Otros Obispos, como el auxiliar de Karaganda (Kazajastán), Mons. Atanasio Schneider, o como el Papa Benedicto XVI, en su diócesis de Roma, rechazaron también el uso de la comunión en la mano. En muchas grande concentraciones internacionales, en Congresos Eucarísticos, en Roma, Santiago, Roncesvalles, Guadalupe, etc. puede comprobarse en la Misa que a la hora de comulgar son muchos los que comulgan en la boca, a veces tantos o más que en la mano.

–La Notificación acerca de la comunión en la mano (3-IV-1985), publicada por la Congregación para el Culto Divino, bajo la autoridad de Juan Pablo II, sintetiza el status quaestionis sobre esta cuestión. La resumo.

«La Santa Sede, a partir de 1969, aunque manteniendo en vigor para toda la Iglesia la manera tradicional de de distribuir la Comunión [en la boca], acuerda a las Conferencias Episcopales que lo pidan y con determinadas condiciones, la facultad de distribuir la Comunión dejando la Hostia en la mano de los fieles.

«Esta facultad está regulada por las Instrucciones Memoriale Domini e Inmense Caritatis (29-V-1068 y 29-I-1973), así como por el Ritual De sacra Communione (21-VI-1973). 

De todos modos parece útil llamar la atención sobre los siguientes puntos.

1. Una u otra forma de comulgar debe manifestar «el respeto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía»…

2. De acuerdo con la Tradición, «se insistirá en el Amén que pronuncia el fiel, como respuesta a la fórmula del ministro: “El Cuerpo de Cristo”»…

3. «El fiel que ha recibido la Eucaristía en su mano, la llevará a la boca antes de regresar a su lugar, retirándose lo suficiente para dejar pasar a quien le sigue, permaneciendo siempre de cara al altar».

4. Es tradición constante de la Iglesia que «no se ha de de tomar el pan consagrado directamente de la patena o de un cesto, sino que se extienden las manos para recibirlo del ministro de la comunión».

5. «Se recomienda a todos, y en particular a los niños, la limpieza de las manos»…

6. «Conviene ofrecer a los fieles una catequesis del rito, insistiendo sobre los sentimientos de adoración y de respeto que merece el Sacramento (Dominicae Cenae, 11). Se recomendará vigilar para que posibles fragmentos del pan consagrado no se pierdan».

7. «No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la comunión en la mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para recibir la comunión o en la mano o en la boca»…

«Los pastores de almas han de insistir no solamente sobre las disposiciones necesarias para una recepción fructuosa de la Comunión –que, en algunos casos exige el recurso al Sacramento de la Penitencia–, sino también sobre la actitud exterior de respeto, que, bien considerado, ha de expresar la fe del cristiano en la Eucaristía».

* * *

Finalmente, no ideologicemos trágicamente el modo exterior de la comunión eucarística. Nunca olvidemos que precisamente la Eucaristía es el sacramento que expresa y causa la unidad de los cristianos … Lamentablemente, sobre los dos modos exteriores de la comunión se oyen a veces afirmaciones de uno y otro lado muy excesivas, muy idóneas para crear divisiones internas en la Iglesia. Como hemos visto, a lo largo de la historia la comunión eucarística de los fieles ha tenido formas exteriores bastante diversas. Pero la devoción eucarística del comulgante está integrada principalmente por sus disposiciones interiores de fe, de esperanza y de amor, como hemos de considerar en el próximo artículo.

Puede haber comuniones en la mano devotísimas, y también triviales, despectivas, sacrílegas. Pero eso mismo puede decirse de la comunión en la boca
Que la comunión en la mano entró en la Iglesia postconciliar en forma lamentable –como la vuelta de los altares–, parece un dato evidente; pero esto en modo alguno autoriza a considerarla como algo en sí misma mala. 
Es una gran impiedad satanizar una forma de comunión practicada durante muchos siglos y bendecida por la Iglesia. La forma exterior puede favorecer la actitud interior del comulgante, pero muy hasta cierto punto. Y no debe ponerse en la forma del rito, a favor o en contra, un énfasis apreciativo o reprobatorio excesivo, que está ciertamente fuera de lugar y que crea dentro de la Iglesia divisiones no solo malas, sino también insensatas.

José María Iraburu, sacerdote

domingo, 15 de mayo de 2022

Signos cotidianos de la protestantización en la Iglesia católica



Desde el estudio teológico crítico se evidencia de forma clara que la reforma litúrgica que trajo el concilio vaticano II, sobre todo con el nuevo rito de la Santa Misa, supone un signo meridiano del protestantismo en nuestra Iglesia. Pero en este breve artículo quiero incidir en una serie de signos cotidianos (o sea menos importantes o no tan esenciales como el “novus ordo”) que avalan por si mismos la protestantización de nuestras comunidades cristianas (parroquias, conventos, movimientos…etc). Son signos que pasan a diario sin que quizás advirtamos la debida influencia reseñada:

1: La concepción de Iglesia como “casa del pueblo” y no como lo que es: casa de Dios. La mayoría de los católicos entran, pasean, salen del templo sin hacer al menos un gesto de respeto y/o adoración a Jesús Sacramentado

2: La falta de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Vemos con estupor (ya casi admitido como normal) como muchos fieles rezan ante imágenes del Señor, de la Virgen María, de los santos….y no dedican ni siquiera una mirada al sagrario que es donde se ubica esa presencia real

3: La misma tendencia multi-uso de no pocos templos donde se organizan actos culturales, conciertos, reuniones cívicas….etc

4: La falta de respeto a la presencia de Cristo cuando se observan ciertas vestimentas en los fieles que son del todo impropias en un lugar sagrado (al llegar el verano este punto se hace tremenda realidad)

5: La ausencia total de silencio en los fieles cuando la Santa Misa ha terminado. Los protestantes solo creen en la presencia de Cristo en la asamblea, y la eucarística la ven como un “símbolo”; al acabar el rezo comunitario no tiene sentido guardar silencio ya que la presencia real ya no está (desde la “fe” luterana)

6: La misma definición de Misa como sólo “eucaristía” lo cual supone asumir la Misa como mero banquete, lugar de encuentro….etc pero sin comprender que la Misa es el santo sacrificio de Cristo y que en la misma se actualiza su pasión, muerte, resurrección y ascensión

7: La disminución gradual de la presencia del sacerdote en el confesonario. En no pocas parroquias quien quiera confesar debe ir a buscar al sacerdote. Se pierde por completo la entrañable imagen del cura en el confesonario que recuerda al padre de la parábola del hijo pródigo a la espera del regreso del hijo perdido

8: Esos saludos, entre horteras y artificiosos, que dan algunos curas al empezar o acabar la Misa: “buenos días”, “que pasen una buena tarde”…etc

9: El empeño en no pocos templos de atiborrar de moniciones y añadidos a la liturgia convirtiendo la Misa en un trasiego molesto y desagradable (para el fervor verdadero) de gente que sube y baja al presbiterio

10: El abandono de la palabra “sacerdote”, suplantada por otras más secularizadas y/o de tipo luterano como “animador parroquial”, “coordinador de la asamblea”, “ministro”, “pastor de la comunidad”, “presbítero”

11: El mismo tuteo al sacerdote olvidando que el respeto debido es por lo que representa y no por sus cualidades/virtudes si las tuviera más o menos. El sacerdote más indigno en su vida personal no obstante es “otro Cristo” cuando bendice, consagra o absuelve los pecados

12: La falta de sacralidad en las sacristías convertidas en no pocos casos en lugares de encuentro, charla y reunión. Para el protestante la sacristía no es más que un cuarto aparejado para estar y guardar cosas. Para el sacerdote católico la sacristía en lugar de oración y preparación para la Santa Misa

13: El horror que supone ciertas músicas de fondo en los templos cuando no hay Misa y están abiertos al público. El órgano, gregoriano…. Típicamente católicos dan paso a melodías sensibleras más propias de un acuario o un jardín botánico que de la casa de Dios

14: El tono de aspaviento, artificial, mundano en definitiva….que no pocos sacerdotes usan para llamar la atención en sus predicaciones y en los mismos ritos. Signo claro de la concepción protestante de sacerdote como “hombre que ejerce una función” y no como “otro Cristo” (que, por tanto, tiene la misión de hacer y desaparecer)

15: Y por supuesto la comunión recibida en la mano. Esto supone una tremenda falta de respeto, unción y adoración (Fe en definitiva) a Jesús Sacramentado. Para los protestantes la eucaristía es un símbolo y la Misa una cena compartida. La comunión recibida en la mano da opción a profanaciones terribles, es un riesgo de pérdida de partículas que acaban en el suelo barridas como basura o pegadas a bolsillos y finalmente en lavadoras junto a ropa interior sucia; además atenta contra la diferencia esencial del sacerdocio ministerial respecto al sacerdocio de los fieles. Este punto, siendo el último de la lista en realidad es primero en gravedad.

Hay muchos más signos cotidianos. He traído a colación algunos que se repiten bastante. Muy bueno sería que, antes de quedarnos “quietos” esperando que la Divina Providencia suscite en la Iglesia la necesaria contra-reforma litúrgica (para recuperar plenamente la Santa Misa tradicional) nos pongamos manos a la obra para eliminar o reducir al máximos estos signos luteranos que hoy hacen tanta mella en la Fe de los fieles al dañar sin duda alguna la liturgia.


Padre Ildefonso De Asís

domingo, 21 de noviembre de 2021

Natalia Sanmartín: «La comunión en la mano es un caballo de Troya en la Iglesia»



Hay quienes piensan, entre ellos algunos intelectuales católicos, que el tiempo que nos toca es el mejor tiempo posible para vivir. ¿Qué opina sobre esa afirmación?

Depende de cómo se interprete la frase. Todos vivimos en el tiempo en el que debemos vivir, porque todo nuestro ser, incluidas las circunstancias en las que hemos nacido, forman parte de la voluntad de Dios, así que en ese sentido no tengo problemas con la idea. Pero si ese “mejor” se extiende a la época en sí, a la idea es que esta es la mejor de las épocas, entonces no estoy de acuerdo. Es muy difícil juzgar el momento en el que uno vive, nunca hay perspectiva suficiente, pero me parece evidente que estamos inmersos en una época cada vez más oscura, hostil y brutal, aunque se defina a sí misma como tolerante y civilizada, en la que todo el orden cristiano se está derrumbando con enorme rapidez. Esta especie de veneno ha penetrado también en la Iglesia mediante una labor de desgaste, confusión y secularización que no ha comenzado hoy, pero que se está acelerando cada vez más. Es una crisis que tiene una característica inquietante, el hecho de que hay una enorme cantidad de gente que no la ve.

¿No es una visión demasiado pesimista o incluso desesperanzada?

Creo que es una visión dolorosa, sí, pero realista, y que no tiene nada que ver con la desesperanza, sino con abrir los ojos y ver dónde estamos y qué es lo que tenemos delante. Me parece fundamental asumir que vivimos en una cultura que no solo ha dejado de ser cristiana, sino que apenas es ya cristianizable, que no solo es indiferente a la fe, sino radicalmente hostil a ella. Pero esto no excluye la esperanza, porque nada de lo que sucede ni en el mundo ni en la Iglesia es gratuito; Dios lleva las riendas de la historia. A nosotros nos toca lo que siempre ha tocado a los cristianos, preservar lo que se nos ha dado, conservar la fe de los apóstoles, no una nueva fe, sino la fe que la Iglesia ha custodiado a lo largo de los siglos, y hacerlo para nuestra salvación y la de los que vengan detrás de nosotros.

Usted da una gran relevancia a la liturgia y ha hablado en muchas ocasiones de la misa tradicional, que está muy presente en este cuento de Navidad. ¿Qué relación hay entre fe y liturgia y por qué es tan importante?

La Iglesia enseña que lo que se reza es lo que se cree, por eso la liturgia ha expresado a lo largo de los siglos la fe milenaria de la Iglesia, lo que ésta siempre ha creído, y por eso es tan importante protegerla y preservarla. La liturgia se nos ha dado en primer lugar para rendir culto a Dios, pero también es una escuela de fe y de piedad para nosotros. Eso explica, y puedo decirlo porque lo he vivido personalmente, la fuerza de conversión que tiene la liturgia tradicional, el modo en que expresa las grandes verdades cristianas. Para mí la misa tradicional es inseparable de mi fe, descubrirla me trajo de vuelta a la práctica religiosa y puso luz donde las clases de religión, las catequesis y las convivencias escolares pusieron confusión. Su reverencia, su misterio, su riqueza y su fuerza enseñan con mucha más claridad que el mejor de los catecismos verdades eternas, como la presencia real, el valor sacrificial de la misa o la sacralidad del culto a Dios.

El motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco ha limitado recientemente la misa tradicional. ¿Cómo ha recibido en su caso esa decisión?

Con estupor, con dolor y una enorme sensación de impotencia. Como la mayoría de los que amamos la liturgia tradicional, yo nací después de la reforma litúrgica y descubrí la antigua misa casi por casualidad, en la medida en que un cristiano puede creer en la casualidad. He madurado mi fe gracias a ella y gracias también a los esfuerzos del Papa Benedicto XVI, que quiso ponerla al alcance de todos los fieles como el tesoro de la Iglesia que es. Él recordó que lo que la Iglesia católica ha considerado sagrado en el pasado tiene que seguir siendo sagrado. Por eso, a poco que uno tenga presente el principio de no contradicción y no abdique de la razón, la primera reacción ante lo que está ocurriendo es como mínimo de incredulidad.

En el motu proprio se habla de los fieles como nostálgicos de otros tiempos, pese a la juventud de una gran parte de los católicos de misa tradicional y el creciente número de vocaciones. ¿Se puede sentir nostalgia de una misa que no se conoció?

Es evidente que no. Y que basta con abrir los ojos para ver que esa descripción no se corresponde con la realidad. Tengo una relación muy estrecha con monasterios benedictinos, como Clear Creek o Le Barroux, que celebran la liturgia tradicional, me he encontrado con muchas personas de muy distintas procedencias, muy diferentes entre sí, en muy distintos países, que acuden a misa tradicional, algunos en sus parroquias, otros en monasterios y otros en lugares con presencia de institutos sacerdotales tradicionales, como es mi caso en Madrid. Hay una enorme cantidad de familias y de jóvenes, generaciones de católicos que ya han sido bautizados y educados en la antigua liturgia, escuelas, universidades, congregaciones y seminarios que aman y celebran esta misa, la misma que santificó a tantos grandes santos de la Iglesia. Y hay también un creciente número de seminaristas y sacerdotes diocesanos que quieren conocerla y celebrarla. Afortunadamente, la mayor parte de los obispos conocen que esta realidad y están siendo prudentes al aplicar el motu proprio en sus diócesis. Pero no hay duda de que vienen tiempos difíciles, que exigirán mucha oración, mucha fe y fortaleza.

¿Cree que Traditionis Custodis acabará con la misa tradicional?

Creo que hay un elemento importante que TC no ha tenido en cuenta. Los católicos tradicionales no pertenecen a ningún movimiento, no forman una organización, no es una realidad homogénea, no es una estructura que se puede disolver, hay todo tipo de personas entre ellos, como es propio de la Iglesia. Pero la mayor parte de ellas tienen algo en común: han sacrificado mucho por la misa, han pagado un precio alto por un tesoro que han encontrado enterrado en el campo, y están acostumbrados al esfuerzo. Mi experiencia es que una vez que conoces la misa tradicional no es sencillo volver atrás, no se vuelve atrás. Y en último término, las cosas son bastante simples si se miran con perspectiva: pese al daño y el dolor que ha generado el motu proprio, y las dificultades que vendrán, los cristianos nacemos y morimos, los pontificados comienzan y se acaban, pero la antigua liturgia de la Iglesia permanece. Ha sobrevivido a los siglos, y no dudo de que seguirá haciéndolo.

En una entrevista reciente, usted se ha posicionado en contra de la comunión en la mano. ¿Por qué?

Creo que la historia de la comunión en la mano es la historia de un caballo de Troya. Siempre me llama la atención que se hable tanto sobre las tensiones que vivió el Papa Pablo VI por la encíclica Humanae Vitae y tan poco sobre las que le produjo este conflicto y sobre el modo en que intentó reconducirlo. Durante su pontificado, él reafirmó la que sigue siendo la ley general de la Iglesia en este ámbito, la comunión en la lengua, y estableció un indulto, una excepción, para resolver el problema de algunas regiones donde la comunión en la mano se practicaba en abierta desobediencia a Roma, entre ellas Bélgica, Holanda y Alemania. La decisión le produjo mucho sufrimiento, porque no era partidario de la medida, como tampoco lo fueron la mayoría de los obispos que consultó antes de tomarla. Temía que hacerlo debilitase la fe en la presencia real de Cristo en el sacramento, un temor que él mismo confirmó más tarde y que le llevó a limitar el indulto, aunque no logró evitar que la práctica se generalizase. Lo terrible de todo esto es que lo que nació como una respuesta pastoral a una desobediencia se ha convertido en una práctica generalizada y hasta impuesta, como hemos visto en esta pandemia, en la que se ha aplastado de forma intolerable la piedad y los sentimientos religiosos de todos los fieles que comulgamos como prescribe la ley de la Iglesia.

¿Y qué supone personalmente para usted?

Para mí es una cuestión fundamental de adoración y de veneración a Dios. Si se cree no solo intelectualmente, sino también, por decirlo así, con las entrañas, que Cristo está realmente en el sacramento, la única actitud posible es postrarse de rodillas ante Él y recibirlo como hicieron los grandes santos, los mártires y la inmensa mayoría de los cristianos que nos han precedido.

En su cuento de Navidad una madre le explica a su hijo que la muerte no es el final, sino «un despertar». En un mundo que no quiere pensar en el misterio de la muerte, ¿tiene sentido tratar de explicársela a un niño?

Es cierto que la muerte es un misterio, pero también lo es que la revelación y la doctrina de la Iglesia arrojan luz sobre ese enigma, no es una realidad de la que no sepamos absolutamente nada. A mí me parece que en la educación de un niño cristiano la muerte tiene que ocupar su lugar, porque sin ella no se puede explicar qué es el hombre, por qué es como es y por qué debe ser redimido y salvado. ¿Cómo se explica la redención o el pecado original sin hablar de la muerte? Hay un temor natural a la muerte, pero creo que a un niño puede explicársele, en su lenguaje y poco a poco, lo que sabemos de ella y de lo sucede tras ella. Sin esa explicación, la vida humana es un rompecabezas sin sentido.

Su cuento de Navidad es un cuento sacramental, lo ha explicado en más de una ocasión. ¿Es posible contemplar el mundo de forma sacramental?

Simone Weil dice en uno de sus escritos que resultaría absurdo que cualquier iglesia, construida por manos humanas, esté repleta de símbolos, y que el universo no esté infinitamente lleno de ellos. Sólo hay que leerlos. Yo creo que es así y que esa es la manera correcta de contemplar la creación, el orden que Dios ha impreso en el mundo, el secreto de un mundo que vemos de espaldas, en esa imagen tan hermosa de Chesterton. El cuento de Navidad, que escribí para los benedictinos de Barroux, cuenta la historia de un niño que le pregunta insistentemente a Dios, durante tres años, si la Navidad existe, si es real, y de cómo Dios escucha y responde a esa voz.

En el cuento se reza, y se reza en latín. ¿Por qué?

Mi madre y mi abuela me enseñaron a rezar las letanías del rosario en latín, no los misterios, pero sí las letanías, y para mí es natural hacerlo así; rezarlas en vernácula me resulta extraño. También es lo más natural en el contexto del cuento, porque es la historia de un niño criado en un entorno católico tradicional. El latín sigue siendo la lengua de la Iglesia, es un idioma dulce y musical, con un significado que no cambia, y eso es parte de su belleza.

En el cuento vuelva a plantear la idea del alejamiento del mundo, de un mundo en el que cada vez es más difícil educar en el fe cristiana, pero del que pocos pueden separarse. ¿Cómo afrontar ese reto?

Es una pregunta muy difícil de responder. La Iglesia ha enseñado siempre que un cristiano debe tener una sana distancia con el mundo, vivir en el mundo, pero no pertenecer a él. Esto me parece muy evidente ahora, cuando la secularización, el error y la confusión han roto todos los diques fuera y dentro de la Iglesia. Hoy no basta con elegir un colegio católico o enviar a los niños a catequesis, porque muchos colegios católicos transmiten algo que ya no es posible considerar catolicismo, y lo mismo ocurre en un buen número de parroquias. Yo creo que son las familias, y en especial las madres en los primeros años, las que deben asumir esa función, las que deben inculcar y transmitir la fe. Un niño católico debería crecer en un entorno de piedad católica, con toda su fuerza, su poesía y su belleza, y con una liturgia que le acerque al misterio y la adoración.

¿En algún momento se propone evangelizar desde la literatura o esta idea está lejos de su pensamiento cuando escribe?

No me propongo evangelizar al escribir, sino simplemente hablar de cosas que me parecen buenas, valiosas y verdaderas, que son importantes para mí y creo que es importante defender, y son pocas. El cardenal Newman cuenta en sus diarios que nunca escribió una línea sin una razón, sin un motivo que en su opinión justificase hacerlo. Yo creo en ese principio, y trato de seguirlo.

martes, 18 de mayo de 2021

“De aquellos barros estos lodos”. Sobre la profanación eucarística en Alemania



Causa consternación, que no sorpresa, la profanación eucarística “celebrada” en Alemania este pasado fin de semana: con el aval y aprobación de las altas jerarquías episcopales en aquella nación se han oficiado Misas donde se ha dado la comunión a todos (católicos, protestantes, fieles de otros credos….etc).

Y decimos que no sorprende porque, parafraseando el refranero sabio del pueblo, “de aquellos barros estos lodos”. Esta profanación NO surge de la nada; no es algo novedoso e ideado de repente. Sencillamente es la consecuencia lógica (en lo racional y en lo teológico) de todo lo vivido con anterioridad desde hace muchos años. Profanación que, dicho sea de paso, no es más que una de tantas, por cuanto, como todo aquel que no quiera cegarse voluntariamente sabe, la profanación de la Eucaristía es hoy día mayoritaria (comuniones con todo tipo de pecados mortales, comunión en la mano…). En una iglesia en la que se ha institucionalizado la profanación eucarística permitiendo a los adúlteros recibir la comunión sin arrepentirse de sus pecados ¿por qué no podría comulgar cualquier otro sea protestante o no?

Por sólo señalar algunos de los lodos:

1- El decreto “Unitatis Reintegratio” sobre el ecumenismo en el concilio Vaticano II (1964), con su ambigüedad práctica

2- El “Novus Ordo” que reforma el rito de la Santa Misa con objeto de acercarse más a los protestantes (1970), un rito elaborado con la participación de observadores protestantes y que tras cincuenta años ha borrado casi por completo de entre los católicos la creencia en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía y en la Santa Misa como Sacrificio propiciatorio e impetratorio, quedando reducida a un mero memorial festivo… a lo protestante.

3- Los encuentros ecuménicos iniciados en 1986 por Juan Pablo II y continuados por Benedicto XVI con un continuo mensaje de que tanto protestantes como católicos pertenecemos a una supuesta misma “iglesia de Cristo”.

4- La declaración conjunta firmada en 1999 entre católicos y protestantes en Augsburgo (Alemania)

5- La “celebración” en 2017 de la reforma protestante en Suecia junto al signo visible de la estatua de Lutero en Roma.

Se podrían señalar muchos más eventos pero con solo estos cinco es suficiente como para concluir que lo sucedido en Alemania este fin de semana no es ni más ni menos que el efecto natural de una dinámica interna en la Iglesia de vaciamiento doctrinal. Por tanto la solución no radica en condenar lo sucedido sino, esencialmente, en desandar lo mal andado desde hace, al menos, 60 años.

sábado, 10 de octubre de 2020

Monseñor Schneider: Sacerdotes del Rito Antiguo ponen partículas de hostias en un desinfectante

 ES NEWS


Incluso algunos sacerdotes del Rito Antiguo sumergen sus dedos en desinfectante después de cada comulgante cuando distribuyen la Sagrada Comunión y así frotan partículas de hostias consagradas en ella.

El obispo Athanasius Schneider criticó esta práctica el 6 de octubre frente a Gloria.tv (vídeo a continuación): "Esto no es aceptable".

Schneider no nombró lugares específicos. Sin embargo, Gloria.tv sabe de varias congregaciones de la Fraternidad de San Pedro en Alemania donde se practica este grave abuso.

El obispo “tampoco piensa mucho” en dar la Sagrada Comunión en platos de pastel y describe el uso de guantes de goma como "excesos" que tratan la Hostia como basura. Tales métodos son indignos y no corresponden a la gran santidad de la Eucaristía, explica Schneider.

También enfatiza que recibir la Sagrada Comunión en la lengua no es más problemático que agarrar la Comunión con la mano, especialmente desde un punto de vista higiénico, ya que la mayoría de las bacterias y virus se encuentran en la palma y los dedos. Varios científicos de diferentes países han confirmado esta evaluación.

sábado, 23 de mayo de 2020

Monseñor Schneider, la comunión en la mano, los cambios en la santa Misa y la reprimenda divina


Por primera vez en la historia de la Iglesia se prohibieron las Misas públicas en todo el mundo, advirtió monseñor Athanasius Schneider durante el desarrollo del Foro Romano por la Vida, transmitido electrónicamente el 22 de mayo.

Él llama al coronavirus solamente un “pretexto” para infringir los derechos de los cristianos. Esto creó una “atmósfera de las catacumbas” con sacerdotes celebrando en secreto para sus fieles.

Para Schneider es “increíble” cómo hay obispos que se han convertido en “funcionarios públicos rígidos” al prohibir el culto público, incluso antes que lo hicieran sus gobiernos.

La situación actual podría comprenderse como una “reprimenda divina por los últimos cincuenta años de desacralización y trivialización de la Eucaristía” a través de la Comunión en la mano (1969) y de la reforma radical del rito de la Misa (1969/1970), analiza Schneider.

Él ofrece muchos argumentos contra la Comunión en la mano:

• Partículas de las hostias consagradas son pisoteadas por el clero y los laicos

• Se roban hostias consagradas

• La Comunión en la mano es como tomar la comida habitual

• Para muchos fieles la Comunión en la mano convirtió el Cuerpo de Cristo en “pan sagrado” o en algún “símbolo”.

Es por eso que “ahora el Señor intervino y privó a casi todos los fieles de asistir a la Santa Misa”.

miércoles, 20 de mayo de 2020

El presidente de la Asociación de Médicos Católicos dice que la comunión en la mano es más contagiosa que la comunión en la lengua



(The Eponymous Flower)- 

“El problema que nos preocupa a todos, y en primer lugar a los médicos, es la difusión del virus. Lo que es seguro es que las manos son la parte del cuerpo más expuesta a los virus, porque lo tocan todo, desde objetos infectados a dinero. Hay personas obsesionadas con la idea de contagiarse y enfermar. Me gustaría contar una anécdota sobre esto: Al principio de mi carrera, un médico, compañero de trabajo, me pasó una pluma estilográfica muy elegante para que firmara un certificado. No quiso que se la devolviera porque yo la había tocado, y me la regaló. Como la situación me dejó incómodo, le compré una pluma estilográfica pero no la quiso, porque seguramente muchos la habrían tocado antes que yo. El resultado es que ahora tengo dos plumas estilográficas muy elegantes. Este médico contrajo un virus y murió, tal vez porque le faltaban anticuerpos”.

“La comunión en la lengua es más segura que la comunión en la mano. Como he dicho, las manos lo tocan todo, por lo que, definitivamente, es más contagiosa. En África he operado en carreteras polvorientas y al aire libre, en condiciones nada favorables, pero nadie enfermó. No era un riesgo para la gente”.

“Sí, he leído sobre las pincitas. Y también sobre la propuesta de distribuir la hostia consagrada en pequeños sobres para llevar. En serio, después de la gripe española, la gente siguió recibiendo la comunión en la lengua y nada cambió. Creo que estamos perdiendo el sentido común. No deberíamos estar defendiendo ciertas cosas. Sí, la salud es importante, es obvio, pero no hay que exagerar ni perder la razón. Como médico, estoy convencido que la comunión en la mano es menos higiénica y, por consiguiente, menos segura que la comunión en la lengua. Además, ¿no se nos está diciendo a diario que no toquemos nada, que nos lavemos las manos, que nos desinfectemos, que no nos toquemos el rostro, los ojos, la nariz? Tenemos que seguir algunas reglas sanitarias básicas y necesarias. No debemos tener miedo, ni debemos especular y, menos aún, perseguir intereses comerciales”.

“La fragilidad siempre ha acompañado la última etapa de nuestra vida, en la que la salud es más vulnerable. No quiero someter a un proceso judicial el tratamiento de los pacientes. Si tuviera que hacer alguna crítica, la dirigiría a las familias. Muchas de las personas fallecidas han muerto en residencias. En muchos casos, las familias han abandonado a sus seres queridos en ellas. Mi pregunta es: ¿por qué no han dejado que su ser querido se quedara con ellos, en su casa? A una cierta edad, las personas necesitan humanidad más que tratamientos. Por desgracia, hay una tendencia a externalizar y hospitalizar. Al hacerlo, hemos esterilizado y estandarizado los ritos de transición, pero deshumanizándolos y, por tanto, perdiendo la idea de compasión, de pietas, en el sentido verdadero del término”.

Publicado en The Eponymous Flower.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

viernes, 15 de mayo de 2020

Los obispos no pueden ordenar que se reciba la Comunión en la mano ni prohibir recibirla en la boca (Peter Kwasniewski)



A medida que se van suavizando las restricciones a las concentraciones públicas, algunas diócesis están comenzando a fijar nuevas normas para la celebración de misas. Dichas normativas suelen declarar su preferencia por la administración de la Eucaristía en la mano, llegando a veces a prohibir que se reciba en la lengua.
En el presente artículo me propongo demostrar dos cosas: en primer lugar, con relación al Rito Ordinario, aunque los prelados son libres de manifestar su preferencia personal, carecen de potestad para ordenar que se reciba en la mano o para prohibir que se reciba en la lengua (es más, ningún párroco tiene autoridad para ello). Segundo, con respecto al Rito Extraordinario, la Comunión sólo se puede recibir en la boca.
Antes de entrar en estos temas canónicos, es importante señalar que no hay pruebas de que la normativa y la manera tradicionales de recibir la Comunión –es decir, en la boca– sea menos higiénica o en modo alguno menos peligrosa para la salud pública que recibirla en la mano. Un canonista me escribió lo siguiente: «Muchos han señalado que los microbios se propagan con igual facilidad mediante el contacto frecuente de la mano que colocando la Hostia en la boca (cosa que, si el sacerdote sabe hacerla bien, no debería entrar en contacto con la saliva del comulgante)».
El pasado 2 de marzo, la Arquidiócesis de Portland publicó la siguiente declaración:
«Consultamos a dos especialistas, uno de los cuales ejerce de inmunólogo en el estado de Oregón, y ambos concordaron en que si se hace correctamente el riesgo viene a ser más o menos igual tanto si se comulga en la boca como en la mano. Evidentemente, existe el riesgo de tocar la lengua de algún y fiel y transmitir a otros su saliva; no obstante, las posibilidades de rozar la mano son las mismas, y las manos están más expuestas a los microbios.»
A fines del pasado febrero, monseñor Athanasius Schneider sostuvo lo mismo:
«No es más higiénico comulgar en la mano que en la boca. La verdad es que puede agravar el riesgo de contagio. Desde el punto de vista de la higiene, la mano contiene ingentes cantidades de bacterias. Las manos transmiten numerosos gérmenes patógenos. Ya sea al estrecharle la mano a alguien, al tocar constantemente diversos objetos, como manijas o tiradores de puertas, o al asirse de la barra del bus o del metro, los microbios pasan con facilidad de mano en mano, y luego la gente se lleva con frecuencia esas manos y dedos sucios a la nariz o la boca. No sólo eso; a veces los microbios pueden sobrevivir durante días en la superficie de objetos que se han tocado. Según un estudio publicado en 2006 en el boletín BMC Infectious Diseases, los virus de la gripe y otros semejantes pueden sobrevivir durante varios días en superficies como puertas, barandillas o barras del transporte público.
Muchos fieles que van a la iglesia y reciben la Comunión en la mano han tocado antes manillas de puertas o se han asido de la barra en el transporte público o de la baranda en una escalera. Llevan virus sobre la palma de la mano y los dedos, y luego durante la Misa se llevan esas mismas manos a la nariz o la boca. Con esas manos y dedos contaminados tocan la Hostia consagrada, con lo que los virus pasan a su vez a la Sagrada Forma, y luego los virus juntamente con ella a la boca.
Sin duda alguna, comulgar en la boca es menos arriesgado y más higiénico que hacerlo con la mano. Es más, si no se lavan concienzudamente, la palma de la mano y los dedos acumulan muchos microbios.»
Un estudio realizado el pasado noviembre en el Reino Unido obtuvo este inquietante resultado:
«La próxima vez que vaya a un McDonald’s preferirá no pasar por las nuevas máquinas de autoservicio, ya que un estudio reciente descubrió restos de materia fecal en todas las pantallas táctiles de un restaurante de dicha cadena. El estudio, realizado el pasado mes de noviembre [2019] por el diario inglés Metro, tomó muestras de pantallas de ocho establecimientos de la cadena en Londres y Birmingham. Todas las máquinas expendedoras dieron positivo para toda una serie de bacterias patógenas.»
El P. John Zulfsdorf sintetiza la experiencia de todos los sacerdotes con los que he hablado del asunto:
«En mi experiencia de casi tres décadas de distribuir la Comunión tanto en la mano como en la lengua a congregaciones enteras, de forma casi exclusiva en la mano con raras excepciones en el rito del Novus Ordo y en la boca sin excepción en el Extraordinario, es muy raro –repito: muy raro– que me lleguen a rozar los dedos con una lengua. En cambio, es muy frecuente –pasa casi siempre– que haya contacto entre mis dedos y una mano. Insisto: cuando pongo la Hostia directamente en la boca es rarísimo que roce la lengua. Mientras que cuando la doy en la mano es frecuente, muy frecuente, que toque los dedos o la palma de la mano del comulgante. (…) Si se hace bien, aunque sigue siendo frecuente el contacto cuando se comulga en la mano, eso prácticamente no sucede nunca cuando se recibe en la lengua».
Normativa vigente en el Rito Ordinario:
La Instrucción general del Misal Romano promulgada por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 12 de noviembre de 2002, dice lo siguiente en el apartado 161 (edición para EE.UU. de 2011):
«Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno, diciendo: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo.»
Corroborándolo, la importante instrucción Redemptoris Sacramentumde la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del 25 de marzo de 2004, dice en su artículo 92:
«Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar [así] la sagrada hostia.»
La Congregación para el Culto Divino ha expresado su parecer en al menos tres ocasiones en respuesta a situaciones en que se ha intentado imponer la Comunión en la mano. En una carta fechada el 3 de abril a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos [Prot. 720/85] se puede leer:
«Desde 1969 la Santa Sede, aun manteniendo la forma tradicional de recibir la Comunión, concede a las conferencias episcopales que lo solicitan facultades para distribuir la Sagrada Comunión colocándola en las manos de los fieles. (…) Éstos no están obligados a adoptar la costumbre de comulgar en la mano. Cada uno es libre de hacerlo de una u otra manera.»
Veamos una respuesta de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicada en Notitiae (abril de 1999):
«Pregunta: Si en las diócesis en que se permite administrar la Comunión poniéndola en las manos de los fieles pueden los sacerdotes y los ministros extraordinarios obligar a los comulgantes a recibir la Comunión en las manos en vez de en la lengua.
Respuesta: Sin duda alguna, los propios documentos de la Santa Sede dejan claro que en las diócesis en que el Pan Eucarístico se pone en las manos de los feligreses el derecho a recibirlo en la boca se mantiene intacto. Por consiguiente, quienes obligan a los comulgantes a recibir la Sagrada Comunión exclusivamente en la mano contravienen las normas, al igual que quienes se niegan a dar la Comunión a los fieles de Cristo en las diócesis beneficiadas por el indulto.»
Más recientemente, durante la epidemia de  gripe   porcina, el P. Anthony Ward S.M. subsecretario de la misma congregación, respondió así a una consulta (Prot. N. 655/09/L, con fecha 24 Julio de 2009):
«Nuestra congregación acusa recibo de su carta del 22 de junio preguntando por el derecho de los fieles a recibir la Sagrada Comunión en la boca. Este dicasterio señala que la Instrucción Redemptoris Sacramentum (25 de marzo de 2004) estipula claramente que “todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca” (nº92). Del mismo modo, tampoco es lícito negar la Sagrada Comunión a ninguno de los fieles de Cristo que no esté legalmente impedido para recibir la Sagrada Eucaristía» (cf. nº91).
El pasado mes de febrero, cuando aparecieron las primeras normativas locales, consulté con un canonista, y me respondió lo siguiente:
«Desde mi perspectiva, un obispo no puede exigir a nadie que la reciba en la mano. En el mismo Rito Ordinario, la norma consiste en comulgar en la boca, existiendo el derecho de acercarse a recibirla en la mano. Ésa es ni más ni menos la norma, y se basa en el derecho de los fieles a decidir cómo adorar a Dios en un momento de la Misa profundamente personal por naturaleza, no comunitario. Baso mi opinión en la   abundante jurisprudencia de la Santa Sede en lo referente a hacer valer el derecho de los fieles a comulgar en la boca y arrodillados en una Misa según el Rito Ordinario, aun en el caso de que su obispo haya decretado lo contrario. Estas normas se consideran por naturaleza sugerencias y no son en modo alguno vinculantes. Si esto es así con la normativa emanada de un obispo, con más razón lo es en el caso de un párroco. No se puede negar a un lego el Santísimo Sacramento salvo que se trate de un pecador público notorio. El sacerdote que por iniciativa propia dijese a los feligreses que sólo pueden comulgar en la mano incumpliría el reglamento y haría que lo incumplieran también ellos.»
A fin de evitar toda posible confusión, reitero que toda la legislación arriba citada se aplica exclusivamente al Rito Ordinario o Novus Ordo.
Normas relativas al Rito Extraordinario:
Así como los obispos carecen de potestad para alterar lo legislado por la Iglesia sobre la forma de recibir la Comunión en el Rito Ordinario, tampoco tienen autoridad para modificar lo legislado para el Rito Extraordinario. El documento pertinente, la instrucción Universae Ecclesiae determina lo siguiente en los nº 24 y 28):

«Los libros litúrgicos de la forma extraordinaria han de usarse tal como son. Todos aquellos que deseen celebrar según la forma extraordinaria del Rito Romano deben conocer las correspondientes rúbricas y están obligados a observarlas correctamente en las celebraciones. (…) Además, en virtud de su carácter de ley especial, dentro de su ámbito propio, el Motu Proprio “Summorum Pontificum” deroga aquellas medidas legislativas inherentes a los ritos sagrados, promulgadas a partir de 1962, que sean incompatibles con las rúbricas de los libros litúrgicos vigentes en 1962.»
 
Jamás ha habido la menor duda sobre lo que significan estas normas: en el Rito Extraordinario, los laicos que se acercan a comulgar deben recibir la Comunión en la boca; la legislación no contempla ni permite otra cosa. Para establecer una nueva costumbre (no lo quiera Dios), un prelado o una conferencia episcopal debería obtener un decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del mismo modo que los obispos de algunos países lo solicitaron hace décadas para permitir la Comunión en la mano. Es más, en el caso de que lo consiguiera, no se alteraría el derecho de los laicos a escoger la manera de comulgar.
Desde el punto de vista psicológico, sería un abuso decirles a los católicos amantes del Rito Extraordinario por su tremenda reverencia a la Eucaristía que contradijesen todos las inclinaciones naturales y las rúbricas de esta liturgia tradicional romana alargando las manos para recibir la Hostia de un modo que, según el sentir tradicionalista, sólo puede hacerlo el ministro sagrado en nombre de Cristo.
Todo el mundo comprende que pueden darse situaciones extraordinarias que excluyan temporalmente a los católicos de la recepción de los sacramentos. Con todo, los obispos tienen el  solemne deber de velar porque dichas situaciones duren el menor tiempo posible. Es indiscutible que constituiría un abuso de sus atribuciones episcopales establecer medidas arbitrarias que no sólo contravinieran la legislación universal sino que además redundasen en perjuicio de algunos miembros de su grey, como los que participan del rito romano tradicional.
Conclusión
A pesar de su importancia, las consideraciones que acabamos de exponer se reducen al ámbito de lo natural y lo jurídico. Para considerar el asunto en toda su complejidad habría que tener en cuenta además la dimensión sobrenatural de la reverencia que se debe tributar a Nuestro Señor  en el Santísimo Sacramento, que no puede supeditarse a nuestras preocupaciones sanitarias, y que la Ley de la Iglesia tiene por objeto proteger y promover. Como dice monseñor Schneider, los pastores y la grey de la Iglesia serán acusados de mundanos ante el tribunal de Dios si no les importa hacer concesiones en lo que se refiere al tratamiento que corresponde al Cuerpo de Cristo a fin de salvar su vida mortal y perecedera. Se nos acusaría con justicia de anteponernos al Reino de Dios:
«Si la Iglesia de nuestro tiempo no vuelve a esforzarse con el máximo empeño por estimular la fe, la reverencia y las medidas de protección para el Cuerpo de Cristo, toda medida de protección para los fieles será en vano. Si la Iglesia actual no se convierte y vuelve a Cristo, concediendo la primacía a Jesús, y en concreto a Jesús-Eucaristía, Dios demostrará la veracidad de sus palabras: «Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Yahvé no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano” (Sal.126, 1-2)».
 Peter Kwasniewski
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

NOTA:

"Este modo de distribuir la santa comunión (en la boca), considerando en su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado no solamente porque se apoya en un uso tradicional de muchos siglos, sino, principalmente, porque significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía. [...]" (Memoriale Domini, Pablo VI)

sábado, 21 de marzo de 2020

Obispo español se mantiene firme: “No es necesario dejar de celebrar Misa”



El obispo de Alcalá de Henares (España), monseñor Juan Antonio Reig Pla, de 72 años, NO suspendió las Misas públicas en su diócesis: “la Misa es el cielo en la tierra, sin ella el hombre pierde su alma”, dijo el 20 de marzo Reig en el sitio web LaNuovaBq.it:

“No hay necesidad de negar el Pan del Cielo a los que pueden asistir a Misa y desean el Consuelo de Dios”.

Reig no fue presionado por el gobierno para dejar de celebrar Misas publicas aunque España está sometida a restricciones. Se permiten las liturgias bajo medidas preventivas, como mantener distancias seguras y desinfectar pisos y bancos.

Para Reig, el coronavirus es un golpe al “orgullo del globalismo y a nuestra sociedad tecnocrática”.

La Iglesia debería ahora “volver a las cuestiones decisivas de la salvación humana”.

sábado, 7 de marzo de 2020

Monseñor Schneider: El rito de la Sagrada Comunión en tiempos de pandemia



Nadie puede obligarnos a recibir el cuerpo de Cristo de una manera en que exista el riesgo de que se pierdan partículas o se menoscabe la reverencia, como sucede cuando se recibe la Comunión en la mano. Aunque es cierto que se puede recibir directamente con la boca sobre un paño blanco pequeño y limpio (un purificador o corporal de pequeñas dimensiones), no siempre es factible, e incluso hay sacerdotes que se niegan a hacerlo.

En tales casos, lo mejor es hacer una comunión espiritual, que colma el alma de gracias especiales. Durante épocas de persecución, muchos católicos no han podido recibir la Sagrada Comunión de modo sacramental por periodos muy prolongados, pero hacían comuniones espirituales que les reportaban muchos beneficios espirituales.

No es más higiénico comulgar en la mano que en la boca. La verdad es que puede agravar el riesgo de contagio. Desde el punto de vista de la higiene, la mano contiene ingentes cantidades de bacterias. Las manos transmiten numerosos gérmenes patógenos. Ya sea al estrecharle la mano a alguien, al tocar constantemente diversos objetos, como manijas o tiradores de puertas, o al asirse de la barra del bus o del metro, los microbios pasan con facilidad de mano en mano, y luego la gente se lleva con frecuencia esas manos y dedos sucios a la nariz o la boca. No sólo eso; a veces los microbios pueden sobrevivir durante días en la superficie de objetos que se han tocado. Según un estudio publicado en 2006 en el boletín BMC Infectious Diseases, los virus de la gripe y otros semejantes pueden sobrevivir durante varios días en superficies como puertas, barandillas o barras del transporte público.

Muchos fieles que van a la iglesia y reciben la Comunión en la mano han tocado antes manillas de puertas o se han asido de la barra en el transporte público o de la baranda en una escalera. Llevan virus sobre la palma de la mano y los dedos, y luego durante la Misa se llevan esas mismas manos a la nariz o la boca. Con esas manos y dedos contaminados tocan la Hostia consagrada, con lo que los virus pasan a su vez a la Sagrada Forma, y luego los virus juntamente con ella a la boca.

Sin duda alguna, comulgar en la boca es menos arriesgado y más higiénico que hacerlo con la mano. Es más, si no se lavan concienzudamente, la palma de la mano y los dedos acumulan muchos microbios.

Prohibir la Comunión en la boca resulta infundado en comparación con los graves riesgos para la salud que comporta hacerlo con la mano en épocas de pandemia. Tales prohibiciones constituyen un abuso de autoridad. No sólo eso; da la impresión de que algunas autoridades eclesiásticas se aprovechan de la epidemia como pretexto. Pareciera también que algunos se regocijan cínicamente en extender cada vez más el proceso de trivialización y desacralización del Santísimo Cuerpo de Cristo en el sacramento eucarístico, poniendo con ello en riesgo el Cuerpo del propio Señor de graves de falta de respeto (pérdida de partículas) y de sacrilegio (robo de formas consagradas).

Hay que tener en cuenta además que a lo largo de los 2000 años de historia de la Iglesia no ha habido ningún caso documentado de contagio por recibir la Sagrada Comunión. En la Iglesia Bizantina, el sacerdote da de comulgar a los fieles con una cucharilla, y se utiliza la misma para todos. Terminada la Comunión, el sacerdote o el diácono se bebe el agua o el vino con el que ha purificado la cuchara, la cual tocó la lengua de algunos feligreses mientras comulgaban. Muchos fieles de iglesias de rito oriental se escandalizan por la falta de fe de los obispos y sacerdotes de rito latino cuando prohíben comulgar en la boca; prohibición que, en el fondo, obedece a falta de fe en el carácter divino y sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo-Eucaristía.

Si la Iglesia de nuestro tiempo no vuelve a esforzarse con el máximo empeño por estimular la fe, la reverencia y las medidas de protección para el Cuerpo de Cristo, toda medida de protección para los fieles será en vano. Si la Iglesia actual no se convierte y vuelve a Cristo, concediendo la primacía a Jesús, y en concreto a Jesús-Eucaristía, Dios demostrará la veracidad de sus palabras: «Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Yahvé no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano» (Sal.126, 1-2).

Recomendamos la siguiente oración para hacer comunión espiritual:

«Me postro a tus pies, Jesús mío, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, doblegado en su nada y ante tu sagrada presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la humilde morada que te ofrece mi corazón. Mientras aguardo la dicha de la Comunión sacramental, anhelo poseerte espiritualmente. ¡Ven a mí, Jesús mío, pues por mi parte me dirijo a Ti! Tu amor abrace mi corazón en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti y te amo. Amén.»

+Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

viernes, 6 de marzo de 2020

El Vaticano recordó en 2009 el derecho a recibir la comunión en la boca (Carlos Esteban)



Ante el creciente clamor para que las ‘recomendaciones’ de recibir la comunión en la mano se conviertan en prohibición de recibirla en la boca por el temor al coronavirus, la periodista de LifeSiteNews Diane Montagna rescata una comunicación de 2009 que reitera el derecho de los fieles de comulgar de este último modo.



Se trata de una carta dirigida a la Congregación para el Culto divino durante una fuerte epidemia de gripe en 2009, cuando se le consultó si las circunstancias aconsejaban que se diera la comunión exclusivamente en la mano. La respuesta fue negativa, reafirmando el derecho de los fieles a recibir el Cuerpo de Cristo de la forma tradicional.
“Este dicasterio hace notar que su Instrucción Redemptoris Sacramentum (25 de marzo de 2004) estipula claramente que “cada uno de los fieles tiene siempre el derecho a recibir la Santa Comunión en la lengua” (nº 92), y no es lícito negar la Sagrada Comunión a ningún fiel cristiano a quien no impida la ley recibir la Sagrada Eucaristía”, reza la respuesta de la congregación a la cuestión presentada.
Pero el miedo parece ser más fuerte que el derecho ratificado por el Vaticano en esa instrucción. Una serie de diócesis francesas ya han dado el paso de prohibir la comunión en la lengua, permitiendo en cambio la comunión en la mano, lo que no hace más improbable el contagio

El obispo Joseph Galea-Curmi, auxiliar de Malta, informa LifeSiteNews, también ha hecho pública una directiva dirigida a las parroquias del país prohibiendo la comunión en la lengua “hasta que se emitan nuevas directrices”

En respuesta a la epidemia, prelados católicos en Jerusalén, Singapur, Filipinas, algunas diócesis de Estados Unidos y otras partes del mundo también han hecho públicas directivas o recomendaciones a favor de dar la comunión en la mano, pero no en la lengua.

El obispo auxiliar de Astaná, en Kazajstán, Athanasius Schneider, por su parte, argumenta que “la comunión en la boca es, sin duda, menos peligrosa y más higiénica que la comunión en la mano”.

“Desde el punto de vista de la higiene, la mano es portadora de una enorme cantidad de bacterias. Muchos patógenos se transmiten a través de las manos […] Según un estudio de 2006, publicado en la revista ‘BMC Infectious Diseases’, los virus de la gripe y similares pueden sobrevivir en superficies inanimadas como manillas o barras en el transporte o los edificios públicos durante algunos días”, insiste.
Schneider calificó las prohibiciones de recibir la comunión en la lengua de "infundadas" cuando se comparan con los grandes riesgos sanitarios de la comunión en la mano en tiempos de pandemia”. Para el obispo, es como si las autoridades eclesiásticas estuvieran usando el coronavirus como un “pretexto” para trivializar la recepción de la comunión. 

Carlos Esteban