BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



lunes, 22 de octubre de 2018

The Difference Between Francis and Paul VI


Duración 3:04 minutos

The Difference Between Francis and Paul VI

In a lecture given in mid-October in Melbourne, Cardinal Raymond Burke compared Paul VI with Francis. Burke noticed that Francis speaks frequently and carelessly in public. In contrast, Paul VI carefully reviewed his publications. Burke told the audience that he had recently met a cardinal who, as a young priest, spoke with Paul VI about the publication of the papal sermons in the Acta Apostolicae Sedis. Paul VI said to the priest that as Christ's representative he was responsible that none of his words could be interpreted in contradiction to the doctrine of the Church.

Confusion Instead of Clarity at the Top of the Church

Marco Tosatti, a veteran Vaticanista, told LaFedeQuotidiana in an exclusive interview that never before has he seen so much confusion and division in the Church. He agrees with Pope Francis that the Church needs prayers, but – quote – “first we need clarity and the answer to many things.” But, Tosatti admits that at the moment, he does not see clarity at the top of the Church. He tells Pope Francis – quote, “It is part of the job of every leader to give clear and distinct indications, especially regarding doctrine.”

Pope Francis: Secrecy Instead of Open Dialogue

Tosatti admits that Pope Francis encourages an open dialogue. But, - quote- “Between what he says and what he does, I find some contradictions. He invokes transparency and does not respond to the legitimate questions of a bishop and cardinals, and makes secret agreements with China ".

An Uplifting Ceremony

Last Saturday, famous Archbishop Wolfgang Haas of Vaduz, Liechtenstein, conferred the tonsure and handed over the cassock to 11 seminarians of the Priestly Fraternity of Saint Peter. The seminarians are in their second year of formation in Wigratzbad, Germany. The ceremony took place in the splendid baroque church in Lindau, Germany. Archbishop Haas became famous as the Bishop of Chur, Switzerland. He undertook a successful reform of this corrupt diocese, but was removed by John Paul II who capitulated in front of the modernists, the oligarch media and the Swiss politicians who all plotted against Bishop Haas.

Cardenal Raymond Burke: Colegio de Cardenales en serios problemas



El Colegio de Cardenales que eventualmente elegirá al próximo Papa está “en una situación muy mala”, dijo el 21 de octubre el cardenal Raymond Burke al sitio web TheAustralian.com.au.

Mencionó que el papa Francisco no ha convocado a un encuentro de cardenales durante cuatro años [aunque a él le gusta hablar de “diálogo” y “colegialidad”].

La última vez que Francisco reunió a los cardenales – que se supone son sus más íntimos colaboradores – fue en febrero del 2014, para brindarles una charla en la que el cardenal Walter Kasper difundió el sacrilegio de la Comunión para los adúlteros.

Además, Burke llamó al acuerdo secreto de Francisco con los comunistas chinos “absolutamente inadmisible” y “una traición de tantos confesores [de la fe] y mártires que sufrieron durante años y años y fueron llevados a la muerte”.

¿El sínodo de la homosexualidad? (Carlos Esteban)



Lo que por ahora ha salido del Sínodo que tiene lugar en Roma es un cúmulo de frases hechas copiadas al pensamiento progresista mundano y la sospecha de que se trata de ‘normalizar’ las relaciones homosexuales por la vía ‘pastoral’.

Lo único que importa es salvarse. Todo lo demás, por importante que nos parezca, es secundario, pasajero, y debe estar ordenado a ese fin absolutamente crucial: la familia, la patria, el trabajo, la civilización o el propio planeta. Todo eso pasará algún día; el ser humano, en cambio, es coeterno, y su destino será una eternidad en el Cielo o en el Infierno.

Y para eso está la Iglesia; para eso están concilios y encíclicas, el Papa y toda la jerarquía. Todo su mensaje se encierra en la Buena Noticia de que Dios se ha hecho hombre para salvarnos del pecado con Su Pasión y Muerte. Todo el novedoso vocabulario actual tiene sentido solo si nos acerca a la salvación eterna; si el ‘acompañamiento’ nos acompaña hacia Cristo, si el ‘discernimiento’ nos sirve para evitar el pecado, si la ‘apertura’ es una apertura a la Gracia.

Si no hay pecado, la Redención no tiene sentido; sin Redención, no se necesita un Redentor. Sin el anuncio del Redentor, la Iglesia sería un club social, una gigantesca ONG redundante.

Teniendo esto en mente, querría que compararan estos dos textos, absolutamente actuales:
“No se trata de ajustar las cuentas o de una cuestión de carreras eclesiásticas. No es una cuestión de política. No es una cuestión de cómo los historiadores de la Iglesia puedan valorar este o ese papado. ¡Estamos hablando de almas! La salvación eterna de muchas almas ha sido puesta en peligro; y siguen estando en peligro”.
Y éste: 
“Creo que el Documento Final del Sínodo debería hablar a todos los jóvenes. Incluso los jóvenes homosexuales, por tanto, deben sentirse incluidos en lo que propondremos con el documento sinodal”.
El primero es un párrafo de la última carta del arzobispo Carlo María Viganò; el segundo, unas declaraciones sobre el actual sínodo del cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago.

Naturalmente, nada impide que Viganò sea un villano hipócrita, o que Cupich crea de buena fe que existe un grupo de católicos definido por sus tentaciones sexuales que requieren una especialísima dedicación pastoral para salvar sus almas. Pero el primero ‘suena’ católico y el segundo, no.

Sobre eso gira toda nuestra posible alarma, en eso, y sólo en eso, se basa cualquier recelo sobre los mensajes de renovación.

Es inevitable sospechar, no sin abundantes indicios que se han ido acumulando desde hace ya meses, que la jerarquía eclesiástica tiene un grave problema de infiltración homosexual, y que de esta reunión salga algo parecido a una ‘normalización’ de las relaciones homosexuales. Sin tocar la doctrina, naturalmente, que es inalterable, sino mediante ese ‘cajón de sastre’ para los cambios prácticos en que se ha convertido la ‘acción pastoral’.

Lo hemos visto en los dos sínodos de la familia y su corolario, la exhortación Amoris Laetitia, con respecto a las segundas nupcias cuando el primer cónyuge sigue vivo o, como se ha llamado siempre, el adulterio. El lenguaje es lo bastante ambiguo como para que pueda sostenerse que su Capítulo VIII no contradice la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, la Sagrada Eucaristía o la objetividad del mal moral. Pero la aplicación ‘pastoral’ de esa exhortación, la explícitamente preferida por Su Santidad, lleva, como muy poco, a la confusión de los fieles en este sentido y a un debilitamiento de hecho de esos tres conceptos esenciales.

De igual modo, estamos seguros de que en el documento final del presente sínodo -que es ‘final’, nos tememos, sólo en el sentido de que se presentará como tal- no va a bendecir la sodomía ni declarar que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son moralmente buenas. No pueden hacerlo. Pero sí pueden aprobarla indirectamente mediante la ‘acción pastoral’.

En realidad es ya práctica corriente, como pueden testificar abundantemente autores católicos que luchan contra esa particular tentación -Joseph Sciambra, Daniel Mattson-, o los feligreses de Nuestra Señora de Madrid. Los ‘apóstoles’ que buscan ‘construir puentes’ con el mundo LGTBI son, por lo que podemos comprobar, muy reacios a hablar de pecado, de arrepentimiento, de castidad.
Si la preocupación por los LGTBI es la preocupación por sus almas, por su salvación eterna, entonces esa pastoral específica será similar a un apostolado con pandilleros de barrio, a quienes lo primero que hay que decirles es que deben abandonar su modo de vida.
No parece que vayan por ahí los tiros. En la ‘relatio’ del sínodo de la familia se leía: “Los homosexuales tienen dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana”. La pregunta obvia es: ¿como cuales? Los homosexuales concretos, seguramente, como cualquier persona, pero, ¿qué dones, qué cualidades específicas, propias, exclusivas, puede ofrecer a la Iglesia la atracción por las personas del mismo sexo?

Carlos Esteban