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viernes, 24 de octubre de 2025

DECLARACIÓN GRAVISSIMUM EDUCATIONIS SOBRE LA EDUCACIÓN CRISTIANA (Papa Pablo VI)




PROEMIO

El Santo Concilio Ecuménico considera atentamente la importancia decisiva de la educación en la vida del hombre y su influjo cada vez mayor en el progreso social contemporáneo. En realidad la verdadera educación de la juventud, e incluso también una constante formación de los adultos, se hace más fácil y más urgente en las circunstancias actuales. Porque los hombres, mucho mas conscientes de su propia dignidad y deber, desean participar cada vez más activamente en la vida social y, sobre todo, en la económica y en la política; los maravillosos progresos de la técnica y de la investigación científica, y los nuevos medios de comunicación social, ofrecen a los hombres, que, con frecuencia gozan de un mayor espacio de tiempo libre de otras ocupaciones, la oportunidad de acercarse con facilidad al patrimonio cultural del pensamiento y del espíritu, y de ayudarse mutuamente con una comunicación más estrecha que existe entre las distintas asociaciones y entre los pueblos.

En consecuencia, por todas partes se realizan esfuerzos para promover más y más la obra de la educación; se declaran y se afirman en documentos públicos los derechos primarios de los hombres, y sobre todo de los niños y de los padres con respecto a la educación. Como crece rápidamente el número de los alumnos, se multiplican por doquier y se perfeccionan las escuelas y otros centros de educación. Los métodos de educación y de instrucción se van perfeccionando con nuevas experiencias. Se hacen, por cierto, grandes esfuerzos para llevarla a todos los hombres, aunque muchos niños y jóvenes están privados todavía de la instrucción incluso fundamental, y de tantos otros carecen de una educación conveniente, en la que se cultiva a un tiempo la verdad y la caridad.

Ahora bien, debiendo la Santa Madre Iglesia atender toda la vida del hombre, incluso la material en cuanto está unida con la vocación celeste para cumplir el mandamiento recibido de su divino Fundador, a saber, el anunciar a todos loshombres el misterio de la salvación e instaurar todas las cosas en Cristo, le toca también una parte en el progreso y en la extensión de la educación. Por eso El Sagrado Concilio expone algunos principios fundamentales sobre la educación cristiana, máxime en las escuelas, principios que, una vez terminado el Concilio, deberá desarrollar más ampliamente una Comisión especial, y habrán de ser aplicados por las Conferencias Episcopales y las diversas condiciones de los pueblos.

Derecho universal a la educación y su noción

1. Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación, que responda al propio fin, al propio carácter; al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las varias sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez.

Hay que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en la cultura ordenada y activa de la propia vida y en la búsqueda de la verdadera libertad, superando los obstáculos con valor y constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual. Hay que prepararlos, además, para la participación en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien común.

Declara igualmente el Sagrado Concilio que los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios. Ruega, pues, encarecidamente a todos los que gobiernan los pueblos o están al frente de la educación, que procuren que la juventud nunca se vea privada de este sagrado derecho. Y exhorta a los hijos de la Iglesia a que presten con generosidad su ayuda en todo el campo de la educación, sobre todo con el fin de que puedan llegar cuanto antes a todos los rincones de la tierra los oportunos beneficios de la educación y de la instrucción.

La educación cristiana

2. Todos los cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espíritu Santo han sido constituidos nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana arriba descrita, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en el espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, adaptándose a vivir según el hombre nuevo en justicia y en santidad de verdad, y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Místico. Ellos, además, conscientes de su vocación, acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza y a promover la elevación cristiana del mundo, mediante la cual los valores naturales contenidos en la consideración integral del hombre redimido por Cristo contribuyan al bien de toda la sociedad. Por lo cual, este Santo Concilio recuerda a los pastores de almas su gravísima obligación de proveer que todos los fieles disfruten de la educación cristiana y, sobre todo, los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia.

Los educadores

3. Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a la educación de la prole y, por tanto, ellos son los primeros y principales educadores. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, obligación de los padres formar un ambiente familiar animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, de las que todas las sociedades necesitan. Sobre todo, en la familia cristiana, enriquecida con la gracia del sacramento y los deberes del matrimonio, es necesario que los hijos aprendan desde sus primeros años a conocer la fe recibida en el bautismo. En ella sienten la primera experiencia de una sana sociedad humana y de la Iglesia. Por medio de la familia, por fin, se introducen fácilmente en la sociedad civil y en el Pueblo de Dios. Consideren, pues, atentamente los padres la importancia que tiene la familia verdaderamente cristiana para la vida y el progreso del Pueblo de Dios.

El deber de la educación, que compete en primer lugar a la familia, requiere la colaboración de toda la sociedad. Además, pues, de los derechos de los padres y de aquellos a quienes ellos les confían parte en la educación, ciertas obligaciones y derechos corresponden también a la sociedad civil, en cuanto a ella pertenece disponer todo lo que se requiere para el bien común temporal. Obligación suya es proveer de varias formas a la educación de la juventud: tutelar los derechos y obligaciones de los padre y de todos los demás que intervienen en la educación y colaborar con ellos; conforme al principio del deber subsidiario cuando falta la iniciativa de los padres y de otras sociedades, atendiendo los deseos de éstos y, además, creando escuelas e institutos propios, según lo exija el bien común.

Por fin, y por una razón particular, el deber de la educación corresponde a la Iglesia no sólo porque debe ser reconocida como sociedad humana capaz de educar, sino, sobre todo, porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación, de comunicar a los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con atención constante para que puedan lograr la plenitud de esta vida. La Iglesia, como Madre, está obligada a dar a sus hijos una educación que llene su vida del espíritu de Cristo y, al mismo tiempo, ayuda a todos los pueblos a promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar más humanamente la edificación del mundo.

Varios medios para la educación cristiana

4. En el cumplimiento de la función de educar, la Iglesia se preocupa de todos los medios aptos, sobre todo de los que le son propios, el primero de los cuales es la instrucción catequética, que ilumina y robustece la fe, anima la vida con el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y activa participación del misterio litúrgico y alienta a una acción apostólica. La Iglesia aprecia mucho y busca penetrar de su espíritu y dignificar también los demás medios, que pertenecen al común patrimonio de la humanidad y contribuyen grandemente al cultivar las almas y formar los hombres, como son los medios de comunicación social, los múltiples grupos culturales y deportivos, las asociaciones de jóvenes y, sobre todo, las escuelas.

Importancia de la escuela

5. Entre todos los medios de educación, el de mayor importancia es la escuela, que, en virtud de su misión, a la vez que cultiva con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en el patrimonio de la cultura conquistado por lasgeneraciones pasadas, promueve el sentido de los valores, prepara a la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa índole y condición, contribuyendo a la mutua comprensión; además, constituye como un centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar a un tiempo las familias, los maestros, las diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, la sociedad civil y toda la comunidad humana.

Hermosa es, por tanto, y de suma importancia la vocación de todos los que, ayudando a los padres en el cumplimiento de su deber y en nombre de la comunidad humana, desempeñan la función de educar en las escuelas. Esta vocación requiere dotes especiales de alma y de corazón, una preparación diligentísima y una facilidad constante para renovarse y adaptarse.

Obligaciones y derechos de los padres

6. Es preciso que los padres, cuya primera e intransferible obligación y derecho es el de educar a los hijos, tengan absoluta libertad en la elección de las escuelas. El poder público, a quien pertenece proteger y defender la libertad de los ciudadanos, atendiendo a la justicia distributiva, debe procurar distribuir las ayudas públicas de forme que los padres puedan escoger con libertad absoluta, según su propia conciencia, las escuelas para sus hijos.

Por los demás, el Estado debe procurar que a todos los ciudadanos sea accesible la conveniente participación en la cultura y que se preparen debidamente para el cumplimiento de sus obligaciones y derechos civiles. Por consiguiente, el mismo Estado debe proteger el derecho de los niños a una educación escolar conveniente, vigilar la capacidad de los maestros y la eficacia de los estudios, mirar por la salud de los alumnos y promover, en general, toda la obra escolar, teniendo en cuenta el principio de que su función es subsidiario y excluyendo, por tanto, cualquier monopolio de las escuelas, que se opone a os derechos nativos de la persona humana, al progreso y a la divulgación de la misma cultura, a la convivencia pacífica de los ciudadanos y al pluralismo que hoy predomina en muchas sociedades.

El Sagrado Concilio exhorta a los cristianos que ayuden de buen grado a encontrar los métodos aptos de educación y de ordenación de los estudios y a formar a los maestros que puedan educar convenientemente a los jóvenes y que atiendan con sus ayudas, sobre todo por medio de asociaciones de los padres de familia, toda la labor de la escuela máxime la educación moral que en ella debe darse.

La educación moral y religiosa en todas las escuelas

7. Consciente, además, la Iglesia del gravísimo deber de procurar cuidadosamente la educación moral y religiosa de todos sus hijos, es necesario que atienda con afecto particular y con su ayuda a los muchísimos que se educan en escuelas no católicas, ya por medio del testimonio de la vida de los maestros y formadores, ya por la acción apostólica de los condiscípulos, ya, sobre todo, por el ministerio de los sacerdotes y de los seglares, que les enseñan la doctrina de la salvación, de una forma acomodada a la edad y a las circunstancias y les prestan ayuda espiritual con medios oportunos y según la condición de las cosas y de los tiempos.

Recuerda a los padres la grave obligación que les atañe de disponer, a aun de exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales ayudas y progresen en la formación cristiana a la par que en la profana. Además, la Iglesia aplaude cordialmente a las autoridades y sociedades civiles que, teniendo en cuenta el pluralismo de la sociedad moderna y favoreciendo la debida libertad religiosa, ayudan a las familias para que pueda darse a sus hijos en todas las escuelas una educación conforme a los principios morales y religiosos de las familias.

Las escuelas católicas

8. La presencia de la Iglesia en la tarea de la enseñanza se manifiesta, sobre todo, por la escuela católica. Ella busca, no es menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la formación humana de la juventud. Su nota distintiva es crear un ambiente comunitario escolástico, animado por el espíritu evangélico de libertad y de caridad, ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la propia persona crezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo, y ordenar últimamente toda la cultura humana según el mensaje de salvación, de suerte que quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van adquiriendo del mundo, de la vida y del hombre. Así, pues, la escuela católica, a la par que se abre como conviene a las condiciones del progreso actual, educa a sus alumnos para conseguir eficazmente el bien de la ciudad terrestre y los prepara para servir a la difusión del Reino de Dios, a fin de que con el ejercicio de una vida ejemplar y apostólica sean como el fermento salvador de la comunidad humana.

Siendo, pues, la escuela católica tan útil para cumplir la misión del pueblo de Dios y para promover el diálogo entre la Iglesia y la sociedad humana en beneficio de ambas, conserva su importancia trascendental también en los momentos actuales. Por lo cual, este Sagrado Concilio proclama de nuevo el derecho de la Iglesia a establecer y dirigir libremente escuelas de cualquier orden y grado, declarado ya en muchísimos documentos del Magisterio, recordando al propio tiempo que el ejercicio de este derecho contribuye grandemente a la libertad de conciencia, a la protección de los derechos de los padres y al progreso de la misma cultura.

Recuerden los maestros que de ellos depende, sobre todo, el que la escuela católica pueda llevar a efecto sus propósitos y sus principios. Esfuércense con exquisita diligencia en conseguir la ciencia profana y religiosa avalada por los títulos convenientes y procuren prepararse debidamente en el arte de educar conforme a los descubrimientos del tiempo que va evolucionando. Unidos entre sí y con los alumnos por la caridad, y llenos del espíritu apostólico, den testimonio, tanto con su vida como con su doctrina, del único Maestro Cristo.

Colaboren, sobre todo, con los padres; juntamente con ellos tengan en cuenta durante el ciclo educativo la diferencia de sexos y del fin propia fijado por Dios y cada sexo en la familia y en la sociedad; procuren estimular la actividad personal de los alumnos, y terminados los estudios, sigan atendiéndolos con sus consejos, con su amistad e incluso con la institución de asociaciones especiales, llenas de espíritu eclesial. El Sagrado Concilio declara que la función de estos maestros es verdadero apostolado, muy conveniente y necesario también en nuestros tiempos, constituyendo a la vez un verdadero servicio prestado a la sociedad. Recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, según las circunstancias de tiempo y lugar, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas y de colaborar con ellas por el bien de sus propios hijos.

Diversas clases de escuelas católicas

9. Aunque la escuela católica pueda adoptar diversas formas según las circunstancias locales, todas las escuelas que dependen en alguna forma de la Iglesia han de conformarse al ejemplar de ésta. La Iglesia aprecia también en mucho las escuelas católicas, a las que, sobre todo, en los territorios de las nuevas Iglesias asisten también alumnos no católicos.

Por lo demás, en la fundación y ordenación de las escuelas católicas, hay que atender a las necesidades de los progresos de nuestro tiempo. Por ello, mientras hay que favorecer las escuelas de enseñanza primaria y media, que constituyen el fundamento de la educación, también hay que tener muy en cuenta las requeridas por las condiciones actuales, como las escuelas profesionales, las técnicas, los institutos para la formación de adultos, para asistencia social, para subnormales y la escuela en que se preparan los maestros para la educación religiosa y para otras formas de educación.

El Santo Concilio exhorta encarecidamente a los pastores de la Iglesia y a todos los fieles a que ayuden, sin escatimar sacrificios, a las escuelas católicas en el mejor y progresivo cumplimiento de su cometido y, ante todo, en atender a las necesidades de los pobres, a los que se ven privados de la ayuda y del afecto de la familia o que no participan del don de la fe.

Facultades y universidades católicas

10. La Iglesia tiene también sumo cuidado de las escuelas superiores, sobre todo de las universidades y facultades. E incluso en las que dependen de ella pretende sistemáticamente que cada disciplina se cultive según sus principios, sus métodos y la libertad propia de la investigación científica, de manera que cada día sea más profunda la comprensión de las mismas disciplinas, y considerando con toda atención los problemas y los hallazgos de los últimos tiempos se vea con más exactitud cómo la fe y la razón van armónicamente encaminadas a la verdad, que es una, siguiendo las enseñanzas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino. De esta forma, ha de hacerse como pública, estable y universal la presencia del pensamiento cristiano en el empeño de promover la cultura superior y que los alumnos de estos institutos se formen hombres prestigiosos por su doctrina, preparados para el desempeño de las funciones más importantes en la sociedad y testigos de la fe en el mundo.

En las universidades católicas en que no exista ninguna Facultad de Sagrada Teología, haya un instituto o cátedra de la misma en que se explique convenientemente, incluso a los alumnos seglares. Puesto que las ciencias avanzan, sobre todo, por las investigaciones especializadas de más alto nivel científico, ha de fomentarse ésta en las universidades y facultades católicas por los institutos que se dediquen principalmente a la investigación científica.

El Santo Concilio recomienda con interés que se promuevan universidades y facultades católicas convenientemente distribuidas en todas las partes de la tierra, de suerte, sin embargo, que no sobresalgan por su número, sino por el prestigio de la ciencia, y que su acceso esté abierto a los alumnos que ofrezcan mayores esperanzas, aunque de escasa fortuna, sobre todo a los que vienen de naciones recién formadas.

Puesto que la suerte de la sociedad y de la misma Iglesia está íntimamente unida con el progreso de los jóvenes dedicados a estudios superiores, los pastores de la Iglesia no sólo han de tener sumo cuidado de la vida espiritual de los alumnos que frecuentan las universidades católicas, sino que, solícitos de la formación espiritual de todos sus hijos, consultando oportunamente con otros obispos, procuren que también en las universidades no católicas existan residencias y centros universitarios católicos, en que sacerdotes, religiosos y seglares, bien preparados y convenientemente elegidos, presten una ayuda permanente espiritual e intelectual a la juventud universitaria. A los jóvenes de mayor ingenio, tanto de las universidades católicas como de las otras, que ofrezcan aptitudes para la enseñanza y para la investigación, hay que prepararlos cuidadosamente e incorporarlos al ejercicio de la enseñanza.

Facultades de Ciencias Sagradas

11. La Iglesia espera mucho de la laboriosidad de las Facultades de ciencias sagradas. Ya que a ellas les confía el gravísimo cometido de formar a sus propios alumnos, no sólo para el ministerio sacerdotal, sino, sobre todo, para enseñar en los centros eclesiásticos de estudios superiores; para la investigación científica o para desarrollar las más arduas funciones del apostolado intelectual. A estas facultades pertenece también el investigar profundamente en los diversos campos de las disciplinas sagradas de forma que se logre una inteligencia cada día más profunda de la Sagrada Revelación, se descubra más ampliamente el patrimonio de la sabiduría cristiana transmitida por nuestros mayores, se promueva el diálogo con los hermanos separados y con los no-cristianos y se responda a los problemas suscitados por el progreso de las ciencias.

Por lo cual, las Facultades eclesiásticas, una vez reconocidas oportunamente sus leyes, promuevan con mucha diligencia las ciencias sagradas y las que con ellas se relacionan y sirviéndose incluso de los métodos y medios más modernos, formen a los alumnos para las investigaciones más profundas.

La coordinación escolar

12. La cooperación que en el orden diocesano, nacional o internacional se aprecia y se impone cada día más, es también sumamente necesaria en el campo escolar; hay que procurar, con todo empeño, que se fomente entre las escuelas católicas una conveniente coordinación y se provea entre éstas y las demás escuelas la colaboración que exige el bien de todo el género humano.

De esta mayor coordinación y trabajo común se recibirán frutos espléndidos, sobre todo en el ámbito de los institutos académicos. Por consiguiente, las diversas facultades de cada universidad han de ayudarse mutuamente en cuanto la materia lo permita. Incluso las mismas universidades han de unir sus aspiraciones y trabajos, promoviendo de mutuo acuerdoreuniones internacionales, distribuyéndose las investigaciones científicas, comunicándose mutuamente lo hallazgos, intercambiando temporalmente los profesores y proveyendo todo lo que pueda contribuir a una mayor ayuda mutua.

CONCLUSIÓN

El Santo Concilio exhorta encarecidamente a los mismos jóvenes a que, conscientes del valor de la función educadora, estén preparados para abrazarla con generosidad, sobre todo en las regiones en que la educación de la juventud está en peligro por falta de maestros.

El mismo Santo Concilio, agradeciendo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares, que con su entrega evangélica se dedican a la educación y a las escuelas de cualquier género y grado, los exhorta a que perseveren generosamente en su empeño y a que se distingan en la formación de los alumnos en el espíritu de Cristo, en el arte pedagógico y en el estudio de la ciencia, de forma que no sólo promuevan la renovación interna de la Iglesia, sino que sirvan y acrecienten su benéfica presencia en el mundo de hoy, sobre todo en el intelectual.

Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Declaración han obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padre, las aprobamos, decretamos y establecemos con el Espíritu Santo y mandamos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para la gloria de Dios.

Roma, en San Pedro, 28 de octubre de 1965.


Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia Católica.

martes, 7 de enero de 2025

25 disparates educativos, presuntamente progresistas, que nos conducen al desastre (ANDRÉS AMORÓS)




1. Sentir horror por el trabajo, el esfuerzo.

Lo encarna Lilith Verstrynge, que ha sido Secretaria de Organización de Podemos y Secretaria de Estado para la Agenda 2030: «La cultura del esfuerzo genera fatiga estructural, ansiedad y cardiopatía».

Es un error garrafal: sin esfuerzo, ni los individuos aprenden nada ni los pueblos consiguen nada valioso. Lo resume un refrán: «Pereza es llave de pobreza». No creo que ése sea un ideal progresista.

2. Despreciar la memoria.

La memoria no es algo que sirva para que se luzcan los tontos. La ensalza Montaigne: es «un instrumento de utilidad asombrosa», que debe ejercitarse y desarrollarse.

García Márquez consideraba un tesoro los poemas que había aprendido de memoria, en la escuela: un pequeño paraíso, en el que siempre podía refugiarse y que nadie le podía arrebatar. ¿Qué poemas aprenden de memoria hoy los niños, en España?

3. Olvidar la historia y la cronología.

Mi nieta, de 15 años, sabe quizá más que yo sobre la primera República española pero la pongo en un grave aprieto cuando le pregunto qué siglos comprende la Edad Media, cuándo llega a España el Renacimiento, cuál es la fecha de la Revolución Francesa. Así se lo han enseñado.

Sin saber situarlos en épocas, siglos y etapas, los acontecimientos históricos pierden su significado, se convierten en un caos. A eso ha conducido el actual desdén pedagógico por la cronología.

Y, como es bien sabido, si no entendemos la historia, estamos condenados a repetir los errores.

4. Negar la autoridad de los profesores.

Lo dijo Cervantes: «Nadie es más que otro si no ha hecho más que otro». Los que saben más de una materia son los que deben enseñarla: eso les concede autoridad moral. El «colegueo» con los alumnos que muchos profesores fomentaron no ha conducido a nada bueno.

En la película Ensayo de orquesta, Fellini muestra el caos que se produce en una orquesta cuando los músicos pretenden tocar sin director. A los sindicatos italianos no les hizo ni pizca de gracia.

5. Buscar la igualdad, no la excelencia.

Es un error básico, supone la mayor demagogia: igualar por abajo. Lo único de verdad progresista es que asciendan los que se esfuerzan, sea cual sea su origen social y su nivel económico.

6. Suprimir los exámenes, los suspensos, la repetición de cursos.

Los exámenes son antipáticos pero inevitables. Sin exigencia, los individuos y los pueblos se hunden.

A comienzos de 2020, la ministra Celaá, del PSOE, anunció que la titulación de los estudiantes «no quedará supeditada a la no existencia de materias sin superar, para que nadie se quede atrás». Los periodistas que la escuchaban tradujeron: «Aprobado general».

Eso es injusto, porque iguala a los que trabajan con los vagos. Además, desanima tanto a los profesores como a los alumnos: ¿para qué se van a esforzar, si el resultado final será idéntico?

7. Hacer depender las becas sólo de la situación económica, no del rendimiento escolar.

Lo acaba de proponer Sumar, a comienzos del año 2025: es una pura demagogia, conduce a fomentar la vagancia. Como resume la duquesa, en El Quijote: «Nadie nace enseñado».

El filósofo estadounidense Michael J. Sandel, ganador del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, ha denunciado lo que él llama «la tiranía del mérito», porque provoca la soberbia de los triunfadores y la humillación de los que no lo logran. Propone algo tan infantil como un sorteo, para decidir quiénes pueden acceder a las universidades de mayor prestigio… A esas bobadas llegan algunos presuntos sabios progresistas.

8. No aprender conocimientos, sino aptitudes.

Lo leo y lo escucho con frecuencia: «Ya que todo está en internet, no hace falta aprender nada, basta con saber cómo se hace». Igual que si se tratara del folleto de instrucciones de un electrodoméstico o de una medicina. Los más cursis lo dicen en inglés: el «know how». Es algo que conduce sencillamente a la ignorancia.

9. No estudiar, hacer trabajos.

Resignados a que sus alumnos se limiten a copiar trozos de Wikipedia, algunos profesores exigen ya que les presenten los trabajos escritos a mano: así, por lo menos, los estudiantes se habrán tomado el trabajo de copiarlos, no se habrán limitado a imprimirlos.

10. «Ninguna cultura es superior a otra».

Puede sonar muy democrático pero es un verdadero disparate. A eso conduce el multiculturalismo: vale igual la filosofía griega que un rito de los antropófagos.

Tiene esto consecuencias terribles: se busca compensar supuestos agravios, eliminando los que se consideran tradicionales elitismos. Un ejemplo claro: en una universidad inglesa, han prohibido enseñar música de todos los compositores de raza blanca. Hagan la lista…

11. Suprimir unos colonialismos que no han existido.

Los hispanoamericanos tuvieron siempre la misma consideración legal que los españoles. Igualar la labor de España en Hispanoamérica con lo que hicieron en África otros países es un dislate, aunque lo crea un ministro de Cultura.

12. Considerar anticuados los libros; lo moderno son los blogs, los resúmenes, las redes sociales.

En realidad, ninguna herramienta tecnológica ha superado al libro en riqueza de posibilidades y en sencillez de manejo. No leer libros empobrece radicalmente a los individuos, convierte a las sociedades en presa fácil de dictadores y de farsantes. Leerlos fomenta nuestro espíritu crítico, nos protege de las mentiras de la propaganda política.

Resume Cervantes, con tanta belleza como exactitud: «En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos, para darle sentido a nuestra existencia».

13. Defender que una imagen vale más que mil palabras.

Es una simpleza y una falsedad, aunque se haya repetido mil veces. Unas palabras bien elegidas constituyen un instrumento de comunicación muchísimo más rico y más complejo que cualquier imagen.

Escribió Olegario González de Cardedal: «El hombre viene al mundo con sus alforjas llenas de mendrugos de pan, unas colodras de agua y unas pocas palabras primordiales. Con ellas nombra todas las cosas… Unas pocas palabras verdaderas, nacidas de la entraña de quien habla, es lo que necesitamos».

14. No enseñar a hablar en público.

En nuestras Universidades, apenas existen ya exámenes orales.

En nuestro Parlamento, casi todos los diputados se limitan a leer lo que llevan escrito en un papel, venga o no a cuento. Cuando se salen de eso y tienen que improvisar, suele dar vergüenza escuchar las simplezas que muchos dicen y los errores que muchos cometen.

15. No enseñar a escribir.

Hasta en los periódicos más prestigiosos leemos ahora con frecuencia textos con errores graves de vocabulario, sintaxis, puntuación, significado… A nadie le extraña: ya nos hemos acostumbrado.

16. Creer que las normas académicas no valen para nada.

Rechazar esa tontería no es un prurito académico sino un imperativo de la comunicación. Cualquier ignorante pretende tener su propio estilo, escribir como quiere. El mito de la espontaneidad conduce a textos ilegibles o que acaban transmitiendo lo contrario de lo que su autor pretendía. Para romper las reglas, como han hecho los grandes artistas, primero hay que conocerlas.

17. No se debe criticar nada: todo es discutible.

El mito posmoderno de que todo vale igual es una falacia y ha traído un verdadero desastre cultural. No todo vale lo mismo: yo no escribo en prosa como Cervantes, ni en verso como Quevedo.

En un país de osados charlatanes, como es el nuestro, sigue siendo válido lo que dijo Ortega: en España, lo verdaderamente revolucionario sería que cada cual hablara sólo de lo que sabe. Quizá reinaría entonces un inmenso silencio…

18. La verdad no existe, sólo es un medio de opresión, forjado por los poderosos.

El que no cree en nada, juega cínicamente con las palabras y con las ideas, dice que lo suyo no es mentir sino cambiar de opinión. Lo vemos todos los días.

Unamuno nos muestra lo que debemos hacer, en ese caso: «¿Tropezáis con uno que miente? , gritadle a la cara: ¡mentira!, y, ¡adelante!». Nos los enseña Jesús, en el Evangelio de San Juan: «La verdad os hará libres».

19. El patriotismo es propio de fachas.

En ninguna nación civilizada se acepta esta simpleza. El país que lo creyera sería incapaz de cualquier progreso material y moral. El paletismo localista es muy malo pero carecer de raíces (o negarlas) resulta lamentable y estéril.

20. España es una nación de naciones.

Nadie sabe qué significa con exactitud ese juego de palabras. Puede aludir tanto a excelencia («actor de actores», «libro de libros») como a división en partes («cantar de cantares»). Pero sí está claro lo que ahora se pretende, al usarlo: negar la unidad de España.

21. Debemos pedir perdón a Hispanoamérica.

Con sus luces y sus sombras, lo que hizo España en Hispanoamérica es, objetivamente hablando, una de las mayores hazañas de la historia de la humanidad.

Así lo definió ya Francisco López de Gómara, en la dedicatoria a Carlos V de su Historia general de las Indias: «La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crio, es el descubrimiento de Indias. Y así las llaman Mundo Nuevo».

Los murales de Diego Rivera han ilustrado para la historia del Arte, la leyenda negra de España en América

22. Todas las lenguas de España tienen igual valor.

Parece ser que existen hoy en el mundo cerca de siete mil lenguas vivas. Todas merecen respeto pero sería un disparate creer que todas ellas tienen el mismo valor cultural y social.

Como resumió Amado Alonso, el castellano se convirtió en español y éste, luego, en nuestro idioma nacional. Es la única lengua común a todos los españoles. Un separatista vasco necesita el castellano para entenderse con un separatista catalán.

23. El bable y el andaluz son lenguas de cultura.

Con todo respeto, las dos son hablas, no lenguas de cultura: no tienen una gramática propia ni una literatura considerable.

El bable es un habla derivada del antiguo dialecto astur-leonés.

El habla andaluza –resume Rafael Lapesa– reúne una serie de meridionalismos lingüísticos; se caracteriza por la entonación ágil, el ritmo rápido y vivaz, la articulación relajada. Es un habla, con sus bien conocidas variedades locales, pero no es una lengua distinta de la común, la española. Ningún español tiene problemas para entenderse, cuando va a Andalucía. Exactamente igual que sucede con el español de América.

Defender que el bable y el andaluz son lenguas obedece a motivos puramente sentimentales, de autoafirmación. En el caso del bable, además, responde a intereses económicos: ha servido para que se hayan creado departamentos, plazas de profesores, becas….

24. El franquismo sigue vivo.

Franco murió el 20 de noviembre de 1975. Los españoles que vivieron conscientemente la etapa del franquismo tienen hoy más de 70 años: evidentemente, no son la mayoría de nuestra sociedad ni tampoco los que ocupan los puestos directivos.

Alertar ahora del peligro que suponen las reliquias del franquismo es una pura operación política interesada; como define nuestro refranero, «dar lanzada a moro muerto».

25. No se debe enseñar el cristianismo.

Al margen de las creencias de cada cual, es absolutamente indiscutible que el cristianismo es una de las raíces básicas de la historia de España.

Un estado no confesional no puede ignorarlo: hacerlo supondría renegar de lo que somos y condenarnos a no entender nada de nuestra historia ni de nuestra cultura.

De la educación nacen la mayoría de nuestros males. El presunto progresismo español actual ha hecho suyos, entre otros, todos estos disparates. Así estamos.

Andrés Amorós

sábado, 28 de octubre de 2023

Podemos quiere imponer a los niños un tipo de colegios con más abusos que los religiosos




La extrema izquierda no ha tardado en exhibir cuál era el fin de la campaña de odio que ha desatado contra la Iglesia Católica en España.



Podemos exhibe su vena totalitaria: exige expropiar los colegios religiosos

Tras la presentación del informe del socialista Gabilondo sobre los abusos en la Iglesia, con unas burdas manipulaciones para convertir 487 casos conocidos en 445.000, el partido de extrema izquierda Podemos, socio de gobierno de Pedro Sánchez, no ha querido esperar ni 24 horas para exhibir sus intenciones totalitarias. En una información publicada por el ultraizquierdista Diario Red, Podemos ha reclamado la expropiación de los colegios religiosos, en estos términos: "todos los centros escolares, privados y concertados, que hoy están en manos de la iglesia católica deberán pasar inmediatamente a la red pública de gestión directa".

Podemos rechazó investigar un 99,8% de los abusos porque no afectaban a la Iglesia

Podemos defiende esa medida alegando que "una institución que reiteradamente ha ocultado y silenciado agresiones sexuales a menores está inhabilitada para gestionar centros escolares". Esta afirmación suena bastante cínica viniendo de Podemos, que rechazó investigar abusos sexuales a menores tutelados por gobiernos de izquierdas apoyados por ese partido, concretamente en las comunidades autónomas de Baleares (16 víctimas) y Comunidad Valenciana (127 víctimas).

Recordemos, además, que el año pasado Podemos votó en contra de que se investigasen el 99,8% de los abusos a menores en España, pretendiendo que sólo se investigasen los casos que afectan a la Iglesia, que son el 0,2% del total según datos de la Fundación ANAR. En esa votación, tanto Podemos como sus socios del PSOE ya demostraron lo poco que les importan las víctimas de esos terribles crímenes, dejando claro que sólo les interesa investigar aquellos casos que puedan utilizar contra la Iglesia, ignorando todos los demás.

Los derechos humanos y constitucionales que violaría la medida de Podemos

Hay que señalar que la propuesta hecha ayer por Podemos violaría varios artículos de la Constitución y varios Tratados Internacionales suscritos por España. En lo relativo a nuestro marco constitucional, la expropiación de los colegios religiosos vulneraría el derecho a la libertad religiosa (Artículo 16), el derecho a la libertad de enseñanza y la libertad de creación de centros docentes (Artículo 27), el derecho a la propiedad privada (Artículo 33) y la libertad de empresa (Artículo 38).

Así mismo, y ya sólo en lo que respecta a la Declaración Universal de Derechos Humanos, los planes de Podemos violarían el derecho a la propiedad y a no ser privado arbitrariamente de ella (Artículo 17), la libertad religiosa (Artículo 18, que fija la enseñanza como uno de los ámbitos de ejercicio de ese derecho) y la libertad de educación (Artículo 26). Es bien sabido que los comunistas no sienten el menor respeto por ninguno de estos derechos, y Podemos no deja de ser un partido comunista y, por tanto, totalitario, pero eso no significa que pueda hacer lo que le da la gana en un país democrático.


Tabla que figura en la página 172 del informe del Defensor del Pueblo, que indica el ámbito de los abusos sexuales de los que respondieron a la encuesta de GAD3. En el ámbito educativo no religioso el porcentaje es mayor (un 9,6%) que en el ámbito educativo religioso (5,9%) y que en el ámbito religioso (4,6%), pero el informe sólo se centra en la Iglesia Católica e ignora los casos ocurridos en colegios laicos.

Podemos quiere imponer a los niños el modelo de enseñanza con más abusos

Finalmente, Podemos parece no haber leído el informe publicado ayer por el Defensor del Pueblo, porque la encuesta que incluye ese documento señala que el 9,6% de los encuestados sufrieron abusos en el ámbito educativo NO religioso, una cifra mucho mayor que los casos en colegios religiosos, que son el 5,9%. Al margen de que esa encuesta sea muy cuestionable, el estudio de la Fundación ANAR (ver PDF) sobre abusos sexuales en la infancia y la adolescencia entre 2008 y 2019 ya reveló cuál es el perfil más frecuente entre los abusadores:

Gráfico sobre la condición de los autores de abusos sexuales a menores en España entre 2008 y 2019 (Fuente: Fundación ANAR).

En esta tabla, los abusos cometidos por un profesor eran el 3,7% del total y los cometidos por un sacerdote eran el 0,2%. El estudio de la Fundación ANAR no indicaba el tipo de colegios de esos profesores. La encuesta incluida en el informe publicado ayer indica que los abusos son más frecuentes en colegios no religiosos.

Si Podemos de verdad tuviese alguna preocupación por los abusos, ahora mismo estaría exigiendo una investigación sobre esos casos de abusos mucho más numerosos en los colegios no religiosos, sin excluir los demás ámbitos en los que se producen esos crímenes, por supuesto, pero eso echaría por tierra el verdadero fin de esta campaña, que es criminalizar a todos los católicos por los actos de una exigua minoría, una burda generalización que es típica de los partidos totalitarios que se dedican a señalar a colectivos sociales enteros.

Poniendo en riesgo a los niños para alimentar el odio y generar una distracción

En vez de investigar lo que está ocurriendo en la enseñanza no religiosa, Podemos pretende obligar a los niños a ir a un modelo de enseñanza donde los abusos son más frecuentes que en la enseñanza religiosa. Ya habían demostrado que los casos de abusos fueran del ámbito de la Iglesia les importan muy poco, pero esto es peor: están dispuestos a poner en riesgo a los niños para seguir alimentando el odio entre españoles y distraer a la gente de su pésima actuación en el gobierno, con hechos tan escandalosos como la rebaja masiva de penas a violadores por una ley promovida por ese partido. Esto es lo que pasa cuando pones en el gobierno a unos agitadores sin escrúpulos.

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Foto: Europa Press. La secretaria de Estado para la Agenda 2030, Lilith Verstrynge (izquierda) y la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, en el Congreso de los Diputados el 22 de febrero de 2023.

martes, 26 de septiembre de 2023

Nuestra SUPERFICIALIDAD (Padre Javier Olivera Ravasi)



Hay un mal argentino que, no por ser argentino resulta exclusivo de nuestra nacionalidad. Y es la superficialidad. Por eso, al menos cada tanto, conviene predicar sobre el tema.

Pero: ¿a qué nos referimos? A ese vicio tan contrario a la humildad que, en vez de poner sus raíces en lo esencial, en el humus del espíritu se vuelve hacia la terra, hacia lo terreno e insignificante de la planicie.

Estamos hablando acerca de ese error habitual que nos impide ir a la esencia de las cosas para quedarnos en las apariencias, tanto de lo humano como de lo divino.

La superficialidad es ese hábito de quedarse en el fenómeno, en lo que brilla o reluce, dirían los griegos, tan típico de la cultura moderna, carente de interioridad y -por eso mismo- amiga de los budismos y orientalismos de moda que muestran una pseudo profundidad.

El superficial percibe sólo lo aparente, no nutriéndose de la realidad, sino de su cáscara.

Algunos dicen que, al igual que el sanguíneo, el superficial “no penetra hasta lo profundo, ni ve el todo. Más bien se contenta con la superficie o con una parte del todo. Amigo de trabajos fáciles, vistosos, que no exigen demasiada labor, resulta casi imposible de convencer de este defecto suyo: de que es superficial”.

Porque el superficial todo lo juzga superficialmente: incluso cuando le dicen que es superficial…

Este vicio tan nuestro nos hace inconstantes, cambiantes, caprichosos y frívolos en el trato; pero no sólo en nuestras relaciones conmutativas, sino incluso distributivas: vivimos en la superficie con los amigos y con el mismo Dios uno y Trino.

Y este defecto resulta, a la corta o a la larga, un horrible escollo para crecer en la vida espiritual.

1) Pero, ¿cómo se muestra este defecto?

a. En primer lugar, el superficial, busca la apariencia de las cosas, lo fugaz, lo intrascendente e innecesario. Se queda en la epidermis de la realidad, nunca bajando al humus. Y la más de las veces se manifiesta en el valor que se le da a lo accesorio y externo

– “Dime de qué te precias y te diré de qué careces” –reza el refrán.

Porque el superficial intenta adornar desmesuradamente su exterior, para ocultar su interior.

No tiene nutrientes, sólo hinchazones:

“Le tuvieron lástima al Matungo, que ya no podía con los huesos, y en pago de sus doce años de tiro lo soltaron para siempre en un alfalfar florido. El alfalfar era un edén caballuno, extenso y jugoso, y Matungo no tenía más que hacer que comer a gusto y tumbarse en la sombra a descansar después, mirando estáticamente revolotear sobre el lago verde y morado las maripositas blancas y amarillas.

Y sin embargo Matungo no engordó. Era muy viejo ya y tenía los músculos como tientos. Echó panza sí, una barriga estupenda, pero fuera de allí no aumentó ni un gramo, de suerte que daba al verlo, hundido en el pastizal húmedo hasta las rodillas, la impresión ridícula de un perfil de caballete sosteniendo una barriga como un odre.

-¡Qué raro!

-No crea. Lo mismo le pasa a mucha gente. Al que lee mucho y estudia poco, al que come en grande y no digiere, al que reza y no medita, al que medita y no obra.

Flacos y barrigones…”

(P. Leonardo Castellani)

Es así nomás: el superficial es flaco y barrigón.

b. El superficial es, además, incapaz de aprender de las lecciones, porque nunca forja una experiencia adecuada de la realidad; nunca llega a convertirse en “un hombre de experiencia”. La memoria del pasado en cuanto pasado no le da “lecciones”, sino sólo “hechos”, “cosas pasadas”, porque hasta las acciones pretéritas quedan para él en la superficie. No hay ni heridas, ni gozos, ni tristezas que le enseñen a tener ojos mejores. Consecuencia de todo esto será su pobreza de discernimiento: porque nunca aprende del pasado…

c. El superficial es, además, inconstante: evita implicarse a fondo en cualquier tema, tanto en el ámbito amoroso, como profesional o espiritual. Ama emprender obras pero jamás se ata a ninguna, dejando siempre la puerta abierta para abandonar el partido cuando las papas quemen. En el plano del amor, es un “Don Juan Tenorio”; en el de la Fe, es un San Pedro de la noche de Jueves Santo que le dice a la sirvienta acusadora: “¡Mujer! ¡Te aseguro que no lo conozco!”.

Actúa como las abejas: desflora las rosas para pasar rápidamente a otras. Todo en él es explosivo, imprevisto, aniñado… Sólo hace lo que “le divierte”.

Habla con sus semejantes y hasta con Dios, pero pensando siempre en la próxima cosa que tiene que hacer.

2) Algunas raíces de la superficialidad

Claramente, deben existir algunas causas o raíces que predispongan a una vida epidérmica.

a. En primer lugar, un estilo de vida demasiado sensual, cómodo y poco mortificado

No nos referimos aquí a que debe uno convertirse en estoico o espartano, pero ciertamente la falta de moderación en los placeres del cuerpo vuelcan al hombre hacia lo corporal, debilitando su capacidad intelectual; es decir: nos vuelven torpes e incapaces de penetrar y entender la realidad en su profundidad. De allí que, la mayoría de las veces, la superficialidad nazca de la falta de austeridad en nuestra vida.

b. En segundo lugar, el miedo

No nos referimos aquí a cualquier clase de miedo, sino a aquél, muy específico, que nos retrae de todo tipo de compromiso. El superficial es incapaz de comprometerse siquiera con un partido de ajedrez a la semana. No-puede, porque no-quiere.

c. En tercero y último, la vanidad o el vivir del “qué dirán”

Porque el que vive “de cara al mundo”, buscando su aprobación, necesariamente privilegiará sus apariencias. Al contrario, el despreocupado del qué dirán tendrá un corazón indiviso y vuelto hacia Dios y, hacia Dios que está en el prójimo.

3. Los remedios contra la superficialidad

Digamos que, aunque parezca paradójico, resulta muy difícil lograr que una persona superficial comprenda que es superficial. Porque, si lo entendiera, su misma respuesta sería análoga a su carácter:

– “¡Y bueno!¡seré superficial y listo!” – dirá.

Pero apostemos a la buena intención y busquemos un remedio. La solución, habiendo visto las raíces, se encuentra en la principal de las virtudes cardinales, la virtud de la prudencia, esa reina de las virtudes que regula de manera conveniente y ordenada las acciones para llegar al fin propuesto. Es a partir de algunas de sus partes que podrá comenzarse a remediar la superficialidad:

a. Será importante guardar memoria de lo pasado. No para mortificarnos, sino para meditar y aprender las lecciones a partir de los yerros y aciertos, propios y ajenos.

b. La docilidad, es decir, el dejarse enseñar, el “saber dejarse decir algo”, como dice Pieper. Porque uno se hace prudente en la medida en que escucha a los prudentes, de allí que Santo Tomás diga: “En las cosas que atañen a la prudencia, nadie hay que se baste siempre a sí mismo”.

Y algo parecido nos narran las Sagradas Escrituras:

“No te apoyes en tu prudencia” dice el libro de los Proverbios (3,5),

“Busca la compañía de los ancianos y si hallas a algún sabio, allégate a él” (Eclesiástico 6,15).

c. La circunspección, es decir, el estar atento a las circunstancias, a lo que pasa a nuestro alrededor. Es el saber ubicarnos y tomar conciencia de nuestro ser; frente a qué y a quién estamos parados.

Como ejercicio práctico, quizás podría servir el nutrirse de la sabiduría de los grandes libros, meditándolos. La lectura pía, atenta y devota de la Biblia, especialmente de los libros sapienciales (Salmos, Proverbios, Sabiduría, etc.) podría ayudar muchísimo a un alma que busca el humus y no la terra.

La meditación de las postrimerías, además, ayudarían también a despertar de este sueño de la vida, como dice la copla:

“Muerte, juicio, infierno y gloria,
ten cristiano en la memoria”

Quizás por eso el gran San Ignacio, cuando despedía a San Francisco Javier, le decía en boca de Pemán:

No te acuestes una noche
sin tener algún momento meditación de la muerte y el juicio,
que a lo que entiendo, dormir sobre la aspereza de estos hondos pensamientos
importa más que tener por almohada, piedra o leño.


* * *

Pongámonos en manos de Dios, con nuestras superficialidades y banalidades, haciendo lo necesario de nuestra parte, para que Él complete el resto y recordando lo que San Pablo decía a los corintios: “pasa la escena de este mundo” (1 Cor 7,31).

P. Javier Olivera Ravasi, SE

Padres ¡revisad los libros de religión católica! | Alicia Beatriz Montes Ferrer



Recientemente he podido ver en algún medio digital así como en RRSS que se ha levantado una pequeña voz debido a que en un libro de Religión católica de primaria se ensalza la labor del fundador de la ONG Open Arms. Los que nos hemos detenido alguna vez en analizar a qué se dedica realmente esta organización, sabemos que empuja la entrada de inmigrantes ilegales a los que “sueltan” en los países que los acogen y acaban, en su inmensa mayoría, siendo presas de bandas violentas, de drogas, prostitución y delincuencia…

Sin restar importancia a este capítulo que aparece en los libros de religión católica, y teniendo en cuenta que prácticamente todas las ONGs tienen un trasfondo muy oscuro, he de decir que es una verdadera minuciosidad en comparativa con lo que podemos hallar en todos y cada uno de los libros de esta editorial, en concreto de SM, es decir, de la Fundación Santa María. Una editorial católica que se ha diluido en un mar de ideologías progresistas anticristianas.

Sin embargo, no vaya a pensarse usted que esto es reciente… Por desgracia para todos los que aún tenemos la valentía de seguir confesándonos cristianos católicos y matriculamos a nuestros hijos en esta asignatura, el adoctrinamiento está servido hace unos cuantos años atrás. Ciertamente ahora con más descaro y apoyado por el nuevo currículo de religión católica[1] publicado el curso pasado que es un calco a los postulados de la tan mencionada Agenda 2030. No queda más opción que pensar que la Conferencia Episcopal española ha roto hace tiempo con los valores católicos que debería defender y transmitir.

Rondaba el mes de septiembre del año 2018, empezaba un nuevo curso escolar cuando yo, maestra de religión católica en un centro público de infantil y primaria, recibí los nuevos manuales de mi asignatura de la editorial anteriormente citada, SM. Comencé a echar un vistazo para programar el nuevo curso y mi sorpresa fue cada vez mayor conforme indagaba más y más en los contenidos de sus páginas. Dado que los errores doctrinales, ideologías y autores heréticos iban en aumento, no me quedó otra alternativa que ir apuntando todas y cada una de las actividades de cada tema de cada curso, de modo que, tras ir analizando profundamente todo, obtuve como resultado un informe.

Dicho escrito fue enviado el curso siguiente a todos los delegados de la educación católica de Andalucía para que pusieran al corriente a los docentes de sus diócesis, fue difundido por diversas RRSS del ámbito educativo católico y publicado en algunos medios de comunicación digitales[2]. Participé en un par de programas de canales de YouTube explicando los contenidos de los libros de religión católica de SM, e incluso me llegó un comunicado amenazador de dicha editorial.

Aunque pudiera parecer a priori lo contrario, nada de esto hizo que esos libros fueran retirados o revisados. Al cabo del tiempo quedó en el olvido no sin antes haber podido comprobar que no pocos docentes de esta asignatura aprueban y abrazan muchos de los ideales que se muestran en esos manuales totalmente en contra de la doctrina católica. Recibí muchas felicitaciones por el trabajo que me llevó varios meses llevar a término, pero también saboreé el desprecio que se muestra a todo aquel que no entra por el maldito aro de la agenda 2030. Sin duda, quedó más que demostrado, que esta editorial está al servicio de los Objetivos que nos pretenden imponer para llevarnos a un nuevo orden mundial muy alejado de la libertad y dignidad de las que Dios nos ha otorgado.

Han pasado 5 años desde entonces, he creado mi propio material y este curso que tocaba renovar los libros no los he pedido para mi centro educativo. Me consta que
SM no es la única editorial que está introduciendo los temas del género, la multiculturalidad, el ecumenismo, el miedo al cambio climático, la inmigración y el ecologismo como la nueva religión sustituta del cristianismo… y como guinda del pastel, en SM tenemos la Teología de la liberación marxista en la que Jesús se nos muestra como el salvador de las injusticias de este mundo como podrían ser las discriminaciones que tan de moda están por motivos del género o por ser mujer, así como se muestra la imagen de una Iglesia semejante más a una ONG que a ser sacramento de nuestra salvación.
Yo poco puedo hacer por paralizar esta locura desde mi pequeño rincón en un colegio lleno de niños que saltan, ríen y juegan, ignorantes del adoctrinamiento al que están siendo sometidos. Paco puedo hacer si los padres siguen mirando a otro lado, si no se responsabilizan de lo que sus hijos están recibiendo entre esas paredes en las que dejan a sus hijos bastantes horas en manos de unos docentes en los que confían, pero que quizás les puedan sorprender dados sus pensamientos progresistas que profesan abiertamente.

Padres, revisad los libros de religión católica impregnada de la Agenda totalitaria, defended nuestra religión, el último baluarte que puede salvar a su hijo de las garras enemigas que merodean constantemente amenazando con herir de muerte su alma inocente.


El informe se puede encontrar en este enlace[3].[4]


Alicia Beatriz Montes Ferrer | Casada, madre de 6 hijos, máster en Ciencias de la Familia, maestra de religión católica y socia voluntaria de las asociaciones Libertas y ECA y colaboradora de la asociación Enraizados.