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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Una orgía de maniqueísmo hipócrita recorre la izquierda (Carlos Esteban)



Un eurodiputado del partido del primer ministro húngaro Viktor Orbán ha sido cazado en una orgía saltándose todas las restricciones por la pandemia de la COVID-19 en Bruselas, y la izquierda ha reaccionado confirmando que es una reencarnación o pervivencia atea del calvinismo.

“Eurodiputado de la extrema derecha cazado en una orgía de 25 personas con drogas en pleno COVID”, se lee en un comentario aparecido en la cuenta de Podemos en la red social Twitter. “Dios, patria, familia… drogas y orgías, en ese orden. Los guardianes de la moral de occidente”.

Eurodiputado de la extrema derecha cazado en una orgía de 25 personas con drogas en pleno COVID.

Dios, patria, familia… drogas y orgías, en ese orden.

Los guardianes de la moral de occidente.

— PODEMOS (@PODEMOS) December 1, 2020


Sería demasiado fácil y, por tanto, sin interés, responder del modo más obvio, a saber, que si el comportamiento personal incoherente deslegitima el ideario de un grupo o partido, hace tiempo que el propio Podemos habría tenido que echar el cierre a su propio chiringuito, cuyos miembros colocados a la sombra del poder han reaccionado a su buena fortuna política con una voracidad tan desvergonzada y amante del capital que hubiera hecho enrojecer a Al Capone. Podría, cualquiera de mis lectores podría, calcar ese mismo tuit cambiando solo el ‘pecado’ concreto y los ideales podemitas, y multiplicarlo por más de una docena.

Pero me interesa más otro aspecto de la denuncia de este partido y otros egregios representantes de esa o parecida doctrina, un aspecto que, además de ser más significativo, es también más propio de una publicación de temática religiosa. Y ese aspecto es que la izquierda en particular y toda la progresía que constituye el pensamiento dominante de la modernidad tiene una raíz evidentemente religiosa y que toma de la Iglesia sus rasgos más cuestionables, convirtiéndolos en caricatura.

En concreto, el pensamiento progresista es heredero directo del calvinismo. Calvino postulaba que, siendo Dios omnipotente, no cabía la posibilidad de que el hombre pudiera oponerse a Su Voluntad, ni positiva ni permisiva. Así, la libertad del hombre es incompatible con la Soberanía de Dios, con lo que no puede existir y sería meramente ilusoria. Dios habría creado, pues, a los hombres predestinados al Cielo o al Infierno. Los primeros, los Elegidos, no podrían pecar por más que lo intentasen, y tampoco podrían hacer el bien los segundos, los Réprobos, fatalmente destinados al Mal.

En una entrevista concedida por el ahora ministro de Consumo, el comunista Alberto Garzón, a la periodista Ana Pastor, éste alegaba que una persona de izquierdas no puede delinquir. Con lo que si un miembro de un partido de izquierdas delinquía -era ‘malo’ en un sentido moral-, entonces no era realmente de izquierdas. No me crean, busquen la entrevista porque no tiene desperdicio.

Podemitas con más luces que el señor ministro no hacen tan evidente la naturaleza férreamente teológica de sus creencias, pero todo en su participación en el debate público lo refleja claramente para quien sepa interpretarlo. La misma doble vara de medir que emplean de continuo, por la que es intolerable en otros lo que en ellos es impecable -la propia tenencia del celebérrimo chalet del líder, por citar un ejemplo manido-, revela claramente que, en su sistema de creencias, “todo es puro para los puros” y, perteneciendo ellos al Ejército de la Luz, nada de lo que hagan puede considerarse realmente culpable, al contrario que sucede con sus enemigos, que incluso el bien aparente lo hacen por intereses inconfesables.

Lo curioso en este caso es que, supuestamente, no hay nada en sus principios expresos que condene la participación en una orgía, bien al contrario: en materia sexual, solo la continencia -la ‘represión’- es un pecado. Lo que reprochan al eurodiputado es su ‘hipocresía’, lo que en su caso tiene alguna gracia.

No tengo ni idea de si el húngaro del cuento es un hipócrita. Bien podría ser. También podría ser algo más común que todo eso: un pobre pecador. Pero eso es accidental y ni entra ni sale, porque no podemos pretender que un comunista entienda que el cristiano, a diferencia de lo que sucede en sus filas, no presume de santo, sino que se acusa de continuo de pecador.

Naturalmente, que las ideas de Dios, patria y familia sean tan defendibles si sus partidarios son coherentes con ellas como si no lo son, es algo que se escapa a quienes, como Iglesias, pretende que quien paga 600.000 euros por un chalet no puede ser ministro de Economía pero sí, oh milagro, vicepresidente del Gobierno.

Carlos Esteban