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domingo, 18 de junio de 2023

Nefarious: cuando el demonio habla (Padre Javier Olivera Ravassi)



Recomendamos vivamente la película Nefarious, apenas estrenada y silenciada por el establishment cinematográfico, al igual que pasó con Unplanned (que comentábamos aquí) de los mismos buenos productores católicos. 

 «Nefarious» narra las últimas horas de un condenado a muerte por homicidios múltiples en el estado de Oklahoma, donde, antes de pasar por la silla eléctrica, debe ser examinado por un psiquiatra ateo, con la única particularidad de que el convicto, dice estar poseído por un demonio. 

Es una hora y media de un precioso film que, a diferencia del imperdible «El abogado del diablo», no tiene siquiera una sola escena de terror o de sexo: el 95% de la película se desarrolla en una habitación donde todo es diálogo entre un poseso y un hombre moderno que termina creyendo en el mundo sobrenatural. 

Por si alguien desea ver algunas partes, va un sencillo análisis para, Que no te la cuenten. P. Javier Olivera Ravasi, SE

DURACIÓN 21:47 MINUTOS


martes, 2 de noviembre de 2021

La existencia de Dios es demostrable científicamente. Un artículo de Miguel Toledano



La segunda cuestión de la Suma de Teología versa sobre la existencia de Dios, uno de los pasajes más conocidos de la obra del Doctor Angélico y demostración palmaria de la necia posición de los ateos, como proclama el salmista.

Hay muchos aspectos de la religión a los que difícilmente puede llegarse por las solas luces de la razón y para los que es generalmente precisa la fe. No así para saber que Dios existe. Que es precisamente lo que niegan los ateos.

Eso del ateísmo es un fenómeno típicamente moderno. Nunca el hombre había caído, en proporciones significativas, en el exceso de negar la existencia de la divinidad, hasta que llegaron Darwin, Marx y Nietzsche.

La claridad de la cuestión se refleja también en el parco número de artículos que el aquinate dedica a su tratamiento, uno de los más breves de toda la Suma. En número de tres despacha el gran teólogo la cuestión. Es como si quisiera decirnos que no merece la pena discutir mucho más sobre este asunto. Y, sin embargo, algunos se afanan en darle vueltas y más vueltas.

Un aspecto conviene, no obstante, conceder a los escépticos. La existencia de Dios no es evidente. Así comienza afirmándolo santo Tomas. A Descartes, por otros senderos considerablemente más pantanosos, le costó muchísimo llegar a acreditarla, produciendo un desaguisado fenomenal a las generaciones venideras.

En puridad, el fraile de Aquino se aparta significativamente de san Juan Damasceno, quien afirmó que el conocimiento de que Dios existe está impreso en todos por naturaleza. Luego, de acuerdo con el imponente doctor sirio, sería antinatural desconocer a Dios. A tanto no llega nuestro dominico.

Ni siquiera cabe deducirse de forma evidente que Dios exista por haber proclamado Nuestro Señor que Él es la Verdad. Puesto que la existencia de la verdad es evidente, pero no la Verdad absoluta, la verdad con mayúsculas. Por cierto, que desde Lutero y Descartes empieza a dudarse incluso de la misma verdad con minúsculas, que como explica incontestablemente santo Tomas sí es evidente.

Entonces, ¿cómo cabe demostrarse esto que no es evidente? Por sus efectos, contesta nuestro autor, toda vez que ellos son más evidentes para nosotros, constituyen lo primero que conocemos. Los efectos podrán ser finitos, siendo Dios infinito. Ello no nos proporcionará, por consiguiente, un conocimiento exacto de Dios; pero sí un conocimiento suficiente de que existe.

Y aquí es donde aparecen las cinco famosas vías, o tipos de efectos, que permiten al más inmenso de los teólogos de la Iglesia demostrar científicamente la existencia de Dios. Porque recordemos que la teología no sólo es ciencia, sino también la mayor de entre las ciencias.

El primero de los efectos, el movimiento, es el más claro de todos; pero, cuidado, se trata del termino filosófico de “movimiento”, que expresa un concepto más amplio que el traslado puramente físico de un lugar a otro. Aquí, la idea que se presenta es el paso de la potencia al acto, tomada de Aristóteles. Pero es necesaria la existencia de un primer motor no movido previamente por ningún otro, es decir, Dios. Esto es igualmente necesario en teorías físicas como la del “Big Bang”, que tienen dificultades para explicar lo que se produjo en los primeros instantes del universo a través de la sola expansión de motores intermedios.

La segunda prueba es la de la causa eficiente, nuevo término filosófico tomado de Aristóteles. Junto a la causa material, la causa formal y la causa final, todo fenómeno se explica por estas cuatro causas. La causa eficiente es aquella externa y previa al fenómeno que lo produce. Nada puede ser causa de sí mismo, por lo que es necesaria una primera causa, que es Dios.

El tercer efecto que permite racionalmente conocer la existencia de Dios es la idea de necesidad. Todos los seres, excepto uno, pueden no existir; no existieron en un cierto momento, existen en otro y en un tercero dejarán de existir. Pero es necesario que un ser, absolutamente necesario, crease a los restantes seres cuando nada había.

En cuarto lugar, santo Tomás se fija en los grados de perfección. Al contemplar el mundo sensible, cabe realizar una escala de graduación, que permite a su vez ser conceptualizada como grados de perfección del ser, ascendiendo al ser máximamente perfecto, Dios.

Finalmente, observamos la idea de orden. Todas las cosas se dirigen a un fin. El azar, error tan comúnmente extendido en la física contemporánea, queda excluido. Algunas no son capaces de conocer dicho fin, otras sí. En todo caso, unas y otras son dirigidas a su fin respectivo por una misma causa, Dios.

Para redondear la cuestión, dos objeciones plantea el doctor latino, a cuál más interesante. La primera está muy generalizada entre el vulgo, a saber, la existencia del mal y el aparente misterio que comporta. ¿Cómo puede existir un Dios que permite el mal, que tolera la enfermedad de los justos o la muerte de los inocentes? Este tipo de consideraciones, o de experiencias en el caso de que desgraciadamente se produzcan a nosotros o a nuestros allegados, puede ser causa de la pérdida de la fe o de la hundimiento en el ateísmo.

Nuestro autor nos explica por qué no hemos de caer en una tal simplificación. Y lo hace acudiendo a su gran antecesor en la teología católica, san Agustín. El obispo de Hipona sentenció: Dios, en su infinita bondad y omnipotencia, puede sacar bien del mal. Y en nuestro idioma español, tan cercano a Dios por la fe imperecedera de nuestra patria, lo hemos recogido en un refrán: “No hay mal que por bien no venga”. Todo mal sucede porque Dios lo permite; y lo permite porque de él saca algún bien, a veces misterioso de descubrir o incluso atisbar. Con menor capacidad de síntesis que san Agustín y santo Tomas ha quedado evocado este problema en otro artículo de Marchando Religión.

La segunda objeción a la existencia de Dios es igualmente de gran actualidad y engloba, en realidad, dos errores diferentes, aunque semejantes.

Por una parte, muchos piensan que todo se explica por la naturaleza. La madre naturaleza, la llaman algunos, incluso católicos, a pesar de que ninguno tenemos una quinta madre, junto a nuestra madre biológica, nuestra Madre en el Cielo, que es la Santísima Virgen, nuestra primera madre Eva y la Santa Madre Iglesia, madre mística que lo es de todos los bautizados.

También afirman otros indocumentados que la naturaleza nunca se equivoca. El único ser que no comete error alguno es Dios. Por lo tanto, eso de que la naturaleza nunca se equivoca, además de una afirmación evidentemente errónea, se acerca a la blasfemia y es un gran desprecio de nuestro Creador.

El naturalismo se extendió de modo terrible desde el siglo XIX. No obstante, santo Tomás se adelantó más de seiscientos años a ese disparate de considerar a la naturaleza en la cima del ser. Lo hizo a través de una sola frase, con una economía de medios que todavía nos deja pasmados: La naturaleza obra por un determinado fin, sin duda conviene en eso con los modernos; pero, atención, interesa no olvidar que ese fin le es dado por un ser que la dirige, que es precisamente Dios.

Por otra parte, el segundo error advertido por santo Tomas, siglos antes de que por decadencia se generalizase entre nosotros, consiste en pensar que la razón y la voluntad humana explican todo lo intencionado que existe en el mundo. También es naturalismo, pues vuelve a negar el orden sobrenatural. Todo se explica por la actuación del hombre. Aunque esta pretensión, típica del cientifismo del siglo XIX -recordemos a un Pío Baroja, que a comienzos del siglo siguiente arrastraba el dislate procedente de fuera de nuestras fronteras importándolo en la católica España-, está menos de moda que el panteísmo de la naturaleza al estilo de Greta Thunberg, las Naciones Unidas y la Agenda 2030 de Pedro Sánchez y el Partido Popular, también sigue dando coletazos.

El hombre, su razón y su voluntad, han sido endiosados de tal forma que no es preciso acudir a Dios, hasta el punto de negar su existencia. Incluso algunos católicos hablan de “humanismo” (a veces, adjetivándolo) y de poner a la persona humana en el centro de la reflexión.

Santo Tomas recuerda que la razón y voluntad humanas son mudables y perfectibles. Solo Dios es puro acto, por consiguiente inmutable, y absolutamente perfecto. Y aquellas mutabilidad y perfectibilidad, o sea, defectuosas en el ser, sin embargo operan como confirmaciones de la existencia de Dios; porque ya se ha demostrado que son necesarias la existencia de un primer motor y la de un ser absolutamente necesario, por tanto no mutable ni, mucho menos, contingente.

En 1979, apenas iniciado el largo pontificado de Juan Pablo II, se publicó en español la más difundida de las obras del recientemente fallecido teólogo suizo Hans Küng: “¿Existe Dios?”, así, con interrogaciones. Se trata de un volumen de casi novecientas páginas para poner en duda lo que santo Tomás demuestra en tres. A estas alturas, el sesudo profesor de Tubinga ya habrá comprobado quien tenía razón.

Miguel Toledano Lanza

Domingo vigésimo segundo después de Pentecostés, 2021.

Pueden leer todos los artículos de esta serie:


Les recomendamos el blog de Miguel: ToledanoLanza

jueves, 3 de enero de 2019

Papa Francisco: ¿Mejor vivir como ateo que como pecador?



El 2 de enero el papa Francisco criticó en la audiencia general a los que van a Misa, quienes – como es de esperar – sin embargo siguen siendo pecadores. Francisco mismo es alguien que va a Misa diariamente.

Él dijo (ver abajo video en italiano): “Las personas que van a Misa todos los días y después odian a otros y hablan mal sobre ellos son un escándalo: mejor vivir como ateo que dar un antitestimonio siendo cristiano”.

Francisco tiene la costumbre de insultar a otros. El ateísmo es el pecado último contra Dios.

Además, Francisco dio a entender que el sacrificio de la Misa es innecesario: “Nuestro Dios no requiere sacrificios para ganar su favor. Nuestro Dios no necesita nada. En nuestra oración, él pide solamente que mantengamos un canal de comunicación abierto”.

Si Dios “no necesita nada”, ¿por qué él nos pediría “mantener un canal de comunicación abierto”?


Carta abierta a Francisco: "No estoy de acuerdo con que usted diga que es mejor ser ateo" (José Martí)


Duración: 3 minutos
Papa en audiencia: Mejor ser ateo que ir a la Iglesia odiando a todo el mundo



VATICAN CITY, January 2, 2019 – Pope Francis addressed a crowd of faithful with some jarring remarks during his first Wednesday Audience of 2019. Speaking in the Paul VI Audience Hall, this morning, the pope focused on two reoccurring themes of his pontificate: hypocritical Christians and the “revolutionary” nature of the Gospel.

“How many times do we see the scandal of those people who go to church and stay there all day or go every day and then live hating others or talking badly about people? This is a scandal – it is better not to go to church: better to live as an atheist,” the pope admonished.
Reading from his prepared statements, the pope continued,
 “The Christian is not one who commits himself to be better than others: he knows that he is a sinner like everyone else.”
According to the Italian media outlet La Repubblica, reporting from the audience hall, the pope continued to read from his prepared texts:
“Where there is Gospel, there is revolution: the Gospel does not leave us quiet, it pushes us: it is revolutionary.” 
Pointing to the Our Father, he would conclude that
St Matthew placed Jesus’ prayer “at the center of the mountain’s discourse[.] … Blessed are the poor, the meek, the merciful, the humble people of heart: It is the revolution of the Gospel.”
The Roman pontiff’s use of the term “revolution” harkens to a recent LifeSite exclusive with Chilean author José Antonio Ureta on his book, Pope Francis’s Paradigm Shift: Continuity or Rupture in the Mission of the Church? 

In his full interview (found here), Mr. Ureta would explain the concerning trend of some in the Vatican – to include Pope Francis – to label attempts at change in the Church as “revolutions” or “paradigm shifts.” Such terms have found their place in the theological narratives of Pope Francis and his close advisers.

To note, Pope Francis’s prepared statements, today, are the first since news shook the international press of the joint resignation of Vatican spokesman Greg Burke, and his deputy, Paloma García Ovejero, over the New Year.


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COMENTARIO PERSONAL

Teniendo en cuenta que el mismo papa Francisco ha dicho que no es pecado criticarle y consciente de que es una obra de misericordia corregir al que yerra, para su propio bien, no importando aquí el rango de la persona que ha caído en el error.

En mi condición de católico, por la gracia de Dios, y miembro, por lo tanto, del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, y por el bien de ésta, dada la grave crisis por la que está atravesando en la actualidad. 

Sabedor de mi responsabilidad, en lo que concierne a aquello que dice san Pablo de que cada uno recibirá la recompensa según su trabajo (1 Cor 3, 8) 

Aunque sea un simple seglar del rebaño de Cristo, me atrevo a dirigirme al papa Francisco con la carta que sigue, pues está en juego no sólo el bien de la Iglesia, por supuesto, sino también el de todo el mundo. Si la Iglesia falla, el mundo entero irá a la deriva, y serán muchos los que sufrirán y, lo que es peor, será ingente el número de los que se condenen. 

Está en juego la salvación del mundo, ésa que nos obtuvo Jesucristo con su muerte y resurrección, dando la posibilidad de salvarse a todo el que quisiera, con la única condición de creer que sólo en Él está la salvación. 

La unión con Jesucristo -y la posibilidad de ir al Cielo, al convertirnos realmente en "hijos" de Dios- comienza con la recepción del bautismo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19). "Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea se condenará" (Mc 16, 16).

Las palabras de Jesucristo, de Aquél que es la Verdad, son muy claras: sólo los cristianos, aquellos que han recibido el Espíritu Santo por medio del bautismo, poseen esa gracia de Dios que los hace "partícipes" de su naturaleza divina, de modo que no sólo son llamados sino que son "realmente" hijos de Dios ... lo que no ocurre con quienes no hayan recibido la gracia sobrenatural. O bien, los que, habiéndola recibido, la han perdido, por su propia culpa, cometiendo pecados graves de los que luego no se han arrepentido. 

Forma parte de la esencia del Evangelio que el Mensaje de Jesucristo llegue íntegro -y sin ser escamoteado o cambiado- a todos los habitantes de la tierra. Esa labor misionera del cristiano, de todo cristiano, es fundamental: no nos salvamos solos. 

El contacto de cualquier persona con un católico, que lo sea de verdad, tiene que notarse necesariamente pues debemos reflejar en nosotros el rostro de Cristo. Somos para el mundo "el buen olor de Cristo". (2 Cor 2, 15) y no el "olor a oveja". El cristiano debe dar con su vida testimonio de Cristo, y de éste crucificado. No hay otra señal que pueda convencer al mundo.

Y si esto es cierto para todo cristiano, lo es de un modo especial para quienes han sido consagrados, es decir, para los sacerdotes y para todos los que componen la Jerarquía de la Iglesia. En particular, y de un modo especialísimo lo es para el Papa.  Así ha sido siempre, desde que la Iglesia fue fundada por Jesucristo hace ya casi dos mil años. 

La reflexión acerca de estas verdades y el darme cuenta de que tales verdades han dejado de cumplirse en infinidad de lugares del planeta, me ha llevado a plantearme acerca de mi propia responsabilidad en la edificación de la Iglesia, aunque, como digo, sea tan solo un seglar. 

Cada día que pasa me hago más consciente del amor que Dios me tiene. Por eso no puedo avergonzarme de Jesucristo, delante de los hombres. Sin Él mi vida no tendría ningún sentido. Por eso escribo en este blog. Mi único objetivo, al hacerlo así, es que sea cada vez mayor el número de personas que se acerquen a Jesús, que lo conozcan, que lo amen y que se conviertan ... y, de ese modo sean consolados cuantos están afligidos,  con el consuelo con el que nosotros mismos, los cristianos, somos consolados por Dios (2 Cor 1, 4).

El apóstol san Pablo no se lo pensó dos veces. Dice así: "Cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté a él, cara a cara, porque era digno de reprensión" (Gal 2, 11) ... "Y dije a Cefas, en presencia de todos: 'si tú, que eres judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo obligas a los gentiles a vivir como judíos?" (Gal 2, 14)

El apóstol Pablo recriminó en público a Pedro, porque éste estaba obrando mal ... ¡Y lo hizo en público! No le valió a Pedro el tener la condición de primer Papa de la Iglesia, porque, estando en un error, merecía -y necesitaba- ser reprendido, por su propio bien y, sobre todo, por el bien de la Iglesia fundada por Jesucristo. Y ésa es, entre otras, la labor de los obispos y, sobre todo, de los cardenales, con relación al Papa: reprenderlo cuando merezca esa reprensión.

Ante la declaración del Papa de que es preferible ser ateo a ser un cristiano que va a misa y luego odia a los demás, he sentido la necesidad de escribirle, porque los matices son muy importantes y sus palabras pueden confundir a muchos cristianos (¡de hecho, es lo que está ocurriendo) dándoles a entender, erróneamente, que lo mejor que pueden hacer es dejar de ir a misa, lo que sería una falta muy grave. 

Siempre se dirá que no es eso lo que el Papa pretendía decir; y que esta interpretación mía es errónea. No lo pongo en duda. Pero sigue siendo verdad -y esto es algo que nadie puede negar- que las palabras de Francisco son, casi siempre, ambiguas, de manera que cada cual las puede interpretar a su manera ... como cuando dijo que son los comunistas los que piensan como los cristianos (una frase que es contradictoria, en sí misma). 

No era ese el proceder de Nuestro Señor quien dijo, con meridiana claridad: "Sea, pues, vuestra palabra: "Sí, sí", "No, no". Lo que pasa de esto, proviene del Maligno" (Ma 5, 37). Y ésa es la razón por la que me dirijo al Papa, mediante una carta abierta, con gran cariño por su persona, pero intentando hacerle entender que está obrando mal, al actuar (o dejar de actuar, como en el caso de las Dubia o de Viganò) del modo en que lo está haciendo:


Carta dirigida al papa Francisco a la vista de lo que dijo en la audiencia del 2 de enero de 2019
Duración 4:12 minutos
 
Santo Padre:
¿Piensa usted, realmente, que los que van a la Iglesia no tienen otra cosa que hacer que dedicarse a odiar a la gente? ¿Y piensa, de verdad, que la gente reza como papagayos o para ser vistos por los demás? Si eso es así, con todos mis respetos, debo preguntarle: ¿En qué mundo vive?  
Tal vez se esté refiriendo a lo que ocurría en los años sesenta, cuando la gran mayoría de la gente iba a misa. Y, al ser muchos, por simples cálculos de probabilidad, desde luego que habría personas así, que irían a misa sólo para aparentar y para ser vistos, como ocurría con los fariseos en tiempos de Jesucristo; aunque, desde luego, había otro tipo de fariseos, que eran los que los acusaban, para así excusarse ellos mismos (ante su "conciencia") de no ir a misa ... porque no todos los que iban a misa eran fariseos. En realidad, muy pocos en comparación con el conjunto de los fieles. En fin.
Pero si esto podía decirse entonces de algunos (que no de la mayoría) hoy en día difícilmente pueden ser hipócritas los que rezan y aún más difícilmente odiarán a los demás, después de haber estado rezando... por una razón muy simple: porque prácticamente esos católicos no existen, se están extinguiendo ¿Cuántos son los cristianos que van hoy a Misa y hacen oración? ¿Y cuántos jóvenes se encuentran entre ellos? [que ése sería el verdadero fruto de las JMJ, en las que tanto dinero se ha invertido y se va a seguir invirtiendo ... para nada ... en el sentido de que -y esto es fácil de comprobar- la vida de la gran mayoría de esos jóvenes sigue siendo o bien igual o incluso peor que antes de dichas Jornadas] 
Quienes van hoy a Misa y rezan son poquísimos ... y cada vez menos ... sobre todo desde el Concilio Vaticano II. Por eso, los pocos que van a Misa y rezan están dando un verdadero testimonio de Jesucristo y de la trascendencia de la vida, un testimonio vivo de lo sobrenatural, pues la vida no se reduce al poco tiempo de que disponemos en esta tierra, antes de morirnos. Aquí estamos sólo de paso, como peregrinos. 
Y, desde luego, si van a Misa y rezan no es para que los vean. La verdad es justo lo contrario pues, por el mero hecho de hacerlo, son muchos los que se juegan su propia vida. ¿Por qué? Pues porque tienen una fe total en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Cierto que esto ocurre en los países donde se les persigue, sólo por ser cristianos, y donde se queman las Iglesias ... pero este fenómeno se está extendiendo, muy rápidamente, por todo el mundo y los cristianos - de manera especial, los católicos- son ignorados o ridiculizados. La apostasía general es ya un hecho, una profecía cumplida o que está a punto de cumplirse completamente, para dar lugar a la época del pensamiento único y del Anticristo ...
Y siendo esto así, ¿no tiene usted otra cosa mejor que hacer que desanimar -e insultar- a aquéllos que aún siguen manteniéndose fieles al Espíritu de Jesucristo, en medio de todas las pruebas? 
¿Que es posible que haya todavía algún católico fariseo e hipócrita, que se dedica luego a odiar a los demás? Es indudable que los habrá, pero ... desde luego, quien así proceda no será por haber ido a misa. Otras "razones" tendrá. Pero la causa de su comportamiento no se debe a su asistencia o no a la santa Misa. 
En realidad, de verdad, hoy en día hay mucha más hipocresía en aquéllos que se las dan de católicos y que, sin embargo, han perdido la fe: no creen en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, comulgan en estado de pecado mortal, no creen en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre, no creen en su resurrección, no creen en la virginidad de María y en su gloriosa asunción a los cielos, etc. Y, como consecuencia no cumplen los mandamientos de la ley de Dios: no matarás, no cometerás actos impuros, no robarás, no desearás la mujer de tu prójimo, etc... ¡y presumen de cristianos!
La solución, mi querido Francisco, no consiste en dejar de ir a misa y en ser ateo, sino en cambiar de actitud, en confesarse y en seguir yendo a misa. Eso sí: mejor dispuestos, porque es de ahí, del contacto con Jesús, que se hace realmente presente en el altar cuando se celebra la misa ... y que sigue estando presente luego en el sagrario, es sólo con su Ayuda, como se pueden sacar fuerzas en esta vida para seguir luchando, sin desfallecer, contra el mal y contra todos los enemigos del alma.

San Pablo dice claramente, hablando de Jesucristo, que "ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). Y es Dogma de fe que fuera de la Iglesia no hay salvación.

Señor Bergoglio, con todos mis respetos ... ¡¡¡No, no es mejor ser ateo!!!
José Martí