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viernes, 15 de enero de 2016

La Nueva Evangelización (Michael Lofton)

Sobre la Nueva Evangelización yo escribí varios artículos en este blog. El último en este enlace.
Original aquí


Muchos son conscientes de que la ‘Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos’ ha lanzado recientemente un documento titulado: Los Dones y el Llamamiento de Dios son Irrevocables. Este documento admite que no es parte del Magisterio, sin embargo, fue publicado por el Vaticano y se colocó en su página web, lo que causó un gran revuelo cuando se declaró: “La Iglesia católica no dirige ni apoya ningún trabajo misionero institucional específico dirigido hacia los judíos.”

Dejando a un lado la distinción entre evangelización institucional y evangelización informal, uno puede preguntarse ¿cómo es que la Iglesia católica pasó de evangelizar a los judíos durante casi 2.000 años a no sostener más “los trabajos de misión institucional dirigidos hacia los judíos”?. En pocas palabras, la respuesta es la “nueva evangelización”.


¿Qué es la Nueva Evangelización?


Los términos como “nueva evangelización” son difíciles de definir, ya que se refieren a enfoques en lugar de doctrinas. Sin duda, hay tantas definiciones de este término como número de católicos, pero una cosa es cierta: la nueva forma de evangelización no es como la forma pre-conciliar de evangelizar. De hecho, el cardenal Avery Dulles, mientras fue sólo el padre Dulles, admitió cuando escribía en el contexto de la nueva evangelización: “La Evangelización, sin embargo, puede y debe ser nueva en su ardor, en sus métodos, y sus expresiones”, [1] y afirmó claramente que se trata de un método diferente a la manera antigua de evangelizar.


El método pre-conciliar de la evangelización con rigor y sin compromiso llamó a todos los no católicos a ser convertidos a la Iglesia Católica, [2] mientras que el método post-conciliar de “nueva evangelización”, tiene un enfoque mucho más suave; rara vez, o nunca, se llama a nadie a convertirse a la Iglesia católica. [3] El primero está dirigido por la palabra y el ejemplo, mientras que el segundo, en el mejor de los casos predica sólo con el ejemplo. [4] Sobre la base de estos hechos, uno puede definir la nueva evangelización como una nueva manera de acercarse a la evangelización, lo que evita la llamada a convertirse a la Iglesia católica y en el mejor de los intentos llevar a la gente hacia la Iglesia a través de la atracción. [5]


Ahora que tenemos una definición operativa para la nueva evangelización, debemos preguntarnos por qué la Iglesia católica cambió este método, comenzando poco después del Concilio Vaticano II y que culminó con el lanzamiento del nuevo documento de Los Dones y el Llamamiento de Dios son Irrevocables. En pocas palabras, el cambio en la evangelización se debe a un cambio en el énfasis en lo que cree la Iglesia. Vamos a examinar lo que enseña la Iglesia y luego abordaremos por qué cambió su enfoque.


Dos Doctrinas


La Iglesia católica enseña que fuera de ella no hay salvación. Esta doctrina es tradicionalmente conocida por el término latino Extra Ecclesiam Nulla Salus (en adelante EENS). Es imprescindible tener en cuenta que esta enseñanza es un dogma [6] de la Iglesia católica y por esta razón no se puede rechazar.


La Iglesia católica mantiene simultáneamente la enseñanza de que si uno es ignorante de la necesidad de convertirse a la Iglesia Católica, por causas ajenas a uno mismo, entonces uno no se hace responsable por no unirse formalmente a la Iglesia católica. [7] En raras circunstancias, estas personas se pueden unir a la Iglesia católica y recibir la salvación de ella, sin pertenencia formal a la Iglesia católica y sin los medios ordinarios de salvación (es decir, los sacramentos), [8] aunque no sin la gracia de tales medios. Esta enseñanza se conoce como la doctrina de la ignorancia invencible y fue explicada por el papa Pío IX. [9]


Un cambio en el enfoque


Después de haber explicado estas dos doctrinas, ahora estamos listos para considerar por qué se produjo un cambio en el enfoque, lo que llevó a un cambio en la evangelización.


Por un lado, antes del Concilio Vaticano II el dogma EENS siempre estuvo a la vanguardia y llevó adelante la actividad misionera de la Iglesia. Después de todo, si no hay salvación fuera de la Iglesia, entonces se hace necesario contar con un programa riguroso de evangelización. Por otra parte, la doctrina de la ignorancia invencible era una rara excepción [10] y estaba en lo más profundo.


Sin embargo, con la llegada del Concilio Vaticano II, la Iglesia quiso suavizar su enfoque hacia el mundo, para bien o para mal, pensando que esto, de alguna manera, provocaría un “nuevo Pentecostés”, y uniría a todos los “hermanos separados”. Como resultado, la doctrina de la ignorancia invencible se destacó en el Concilio Vaticano II y uno puede decir que fue traída al primer plano. Mientras que la doctrina de EENS fue todavía afirmada por el Concilio Vaticano II [11], ésta se colocó en el fondo [12]. La nueva actitud se convirtió en: “seguramente la mayoría de las personas son ignorantes invencibles, así que no se tiene por qué evangelizar con urgencia y en la misma forma que antes”. [13] Esto es lo que llevó al cambio de la evangelización, un cambio de enfoque doctrinal que llevó a un cambio en la propuesta evangelizadora.


¿Fue el cambio bueno?


La pregunta ahora es, si fue o no una buena decisión un cambio en el enfoque (como nota al margen esta cuestión será debatida por Mark Shea y Christopher Ferrara el 12 de enero de 2016). Si vale la pena mencionarlo, no creo que este cambio en el enfoque haya sido útil ya que es, a la vez, poco caritativo y estéril. Es estéril como cualquier estadística que demostrara las conversiones antes y después del Concilio Vaticano II. No es caritativo por medio de la siguiente analogía:


Imagínese que usted es un bombero y hay un niño en un edificio en llamas enfrente de usted. ¿simplemente usted rezaría por el niño o trataría de salvarle y orar por su seguridad? La mayoría de las personas de fe dirán que uno debe orar y tratar de salvar al niño del fuego, ya que es muy poco probable que sobreviva. Por supuesto, es posible que Dios responda a la oración, y en una excepción extrema, conceda al niño la capacidad de encontrar algún tipo de refugio contra el calor y el aire suficiente para sobrevivir al fuego sin ayuda externa. Sin embargo, ¿quién en su sano juicio podría basar su decisión sobre si debe o no ayudar al niño basándose en una posibilidad extremadamente rara? ¿Sería realmente caritativo decir: “Voy a rezar para que Dios te salve, pero yo no voy a tratar de salvarte.” El que tiene corazón se da cuenta de que no puede hacer la excepción a la regla y actuar con base a una excepción de tal circunstancia. Así sucede a menudo con la nueva evangelización. Es como si la Iglesia estuviera mirando al mundo enterrarse en llamas y dijera: “bueno, ya que es posible que alguien pueda ser salvo por ignorancia invencible, no tenemos por qué evangelizar de la misma manera que lo hicimos antes, nos limitaremos a confiar a la gente a Dios y esperar que vengan a nosotros”.


Una llamada para retornar a la Vieja Evangelización


Como podemos ver, parece que el nuevo método de evangelización es poco caritativo e irracional, ya que no se puede hacer todo en el poder propio de uno mismo para salvar el alma del otro, se requiere que uno actúe como si la excepción fuera lo común. Esto puede ser comparado con el viejo método de evangelización, que era caritativo, razonable y eficaz. Por esta razón, ¿no sería prudente admitir que la nueva evangelización es un fracaso y es mejor retornar al viejo método? Pidamos para que la Iglesia retorne al viejo método al hacer de la norma, la norma y que la excepción, sea la excepción.



Autor: Michael Lofton

[1] Juan Pablo II y la Nueva Evangelización, p. 28. El énfasis es del autor.


[2] Véase el papa Pío XI, Mortalium animos.

[3] Es cierto que, a veces, la nueva evangelización llama a la gente a la salvación en Cristo, pero el énfasis de que esto se encuentra sólo en la Iglesia Católica, se excluye con frecuencia.

[4] Es cierto la “nueva evangelización”, en su mejor expresión, incluye un mensaje verbal, sin embargo, este método a menudo evita cualquier polémica que haría que los no católicos se sientan ofendidos.

[5] Una vez más, se trata de la nueva evangelización en su mejor forma. En su peor forma, la nueva evangelización es anti-evangelización – desalentar explícitamente la conversión a la Iglesia católica.

[6] Véase. Dr. Ludwig Ott: Fundamentos del Dogma Católico.

[7] Esto no quiere decir que la ignorancia invencible garantiza la salvación, sólo significa que la salvación no se excluye cuando uno es ignorante debido a causas ajenas a su propia cuenta.

[8] La Iglesia católica enseña que los sacramentos son los medios ordinarios de salvación, pero en raras circunstancias, un deseo implícito de los sacramentos será suficiente. Ver. Dr. Ludwig Ott, Fundamentos del Dogma Católico.

[9] Ver el documento del papa Pío IX De Promoción de doctrinas falsas (Quanto Conficiamur Moerore): "Todos sabemos que los que sufren de la ignorancia invencible respecto a nuestra santa religión, si siguen cuidadosamente los preceptos de la ley natural que han sido escritos por Dios en los corazones de todos los hombres, si están dispuestos a obedecer a Dios, y si llevan una vida virtuosa y obediente, pueden, por el poder de la luz y la gracia divina, alcanzar la vida eterna. Porque Dios, que conoce por completo las mentes y almas, los pensamientos y hábitos de todos los hombres, no permitirá, de acuerdo con su infinita bondad y misericordia, que cualquier persona que no es culpable de una falta voluntaria, sufra castigo eterno" (n. ° 7).

[10] Esto no quiere decir que la doctrina de EENS se suspende para aquellos que son ignorantes invencibles, pero que es posible que el ignorante invencible pueda unirse a la Iglesia de una manera extraordinaria que sólo Dios conoce.

[11] “Por lo tanto, aquellos no pueden ser salvados, porque sabiendo que la Iglesia católica fue fundada por Jesucristo, por Dios, como algo necesario, todavía se niegan a entrar o permanecer en ella” (Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia nº 7).

[12] Esto se puede demostrar mediante la lectura de la Lumen Gentium 14 a 16 y la observación de que la doctrina se enfatiza.

[13] No hay ninguna razón para asumir que la mayoría son ignorantes invencibles. Uno debe evangelizar de una manera tal que asuma que todos los no católicos están en peligro porque, hablando al menos objetivamente, están en peligro.

El problema del diaconado permanente (P. Alfonso Gálvez)

(Relacionado con el tema de los posibles sacerdotes casados)


Original aquí

Una de las armas principales utilizadas por la herejía modernista para destruir la Iglesia es la del fomento indiscriminado de la confusión. Para lo que ha utilizado con éxito todas las figuras retóricas del lenguaje apropiadas para el caso, como la ambigüedad, la anfibología y el equívoco, tanto en todo lo que se refiere a la doctrina y al culto como a las mismas instituciones. Utilizando las mismas palabras o vocablos de siempre, conocidos ancestralmente por el Pueblo cristiano, pero cambiándolos y vaciándolos de sentido a fin de infundirles otro diferente y de contenido puramente humano. Es lo que ha sucedido con la nueva institución del diaconado permanente.

La cual ha suscitado no pequeños inconvenientes de los que nadie suele hablar. Como tampoco se alude nunca a las posibles intenciones de quienes impulsaron la creación de esta nueva institución. Las cuales, si realmente las hubieron, no parece que fueran otras que la eliminación del celibato sacerdotal, que es un tema que abordaremos con extensión más adelante.

La hemos llamado nueva institución porque, aunque es cierto que siempre existieron en la Iglesia diáconos permanentes y más frecuentemente en la comunidad primitiva, pero estaban revestidos de un contenido y de un significado diferentes a los de la actualidad, puesto que se consideraban clérigos consagrados ajenos a la vida de los laicos y dispuestos a vivir perpetuamente el celibato


Mientras que el moderno diaconado permanente, integrado en su mayoría por varones casados que continúan ejerciendo sus deberes familiares y profesionales, no excluye la posibilidad de acceder al sacerdocio permaneciendo de todos modos los diáconos en su condición de vida matrimonial. Lo que convierte a este diaconado en una institución nueva y distinta a la conocida tradicionalmente por la Iglesia. Por lo demás, esta posibilidad de acceder fácilmente al sacerdocio, aunque sin abandonar la situación de convivencia matrimonial, es un importante detalle que conviene tener en cuenta.

No corresponde a este lugar relatar la historia de las funciones de los diáconos permanentes en la Iglesia primitiva. Baste decir, a modo de resumen, que su dedicación principal tenía que ver con funciones sociales, de asistencia de caridad y administrativas. Como demuestran las palabras de San Pedro al instituir a los primeros diáconos: No es conveniente que nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir las mesas. Escoged, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, a los que designemos para esta tarea. Mientras, nosotros nos dedicaremos asiduamente a la oración y al ministerio de la palabra (Hech 6, 2-3). El diácono San Lorenzo (martirizado en el año 258), por ejemplo, era Ecónomo de la Iglesia de Roma.

La principal razón aducida para la institución del nuevo diaconado permanente fue la extraordinaria escasez de sacerdotes. Y efectivamente existen regiones demasiado extensas (como sucede en Brasil) que apenas conocen alguno, mientras que en numerosas otras los escasos sacerdotes que ejercen el ministerio se ven desbordados en sus funciones. Una realidad que nadie va a negar por ser demasiado patente y porque afecta gravemente a la vida de toda la Iglesia.

Dejamos aquí aparte el grave problema de que nunca fueron atendidas las verdaderas causas que dieron lugar a esta situación, así como que tampoco se aplicaron los remedios que la hubieran solucionado o al menos mitigado. El estudio de cuestión tan delicada ocuparía demasiado tiempo y espacio y no corresponde a este lugar.

Sea como fuere y ante la urgente y grave necesidad suscitada, una gran cantidad de varones, generalmente ligados a sus deberes matrimoniales y familiares además de los profesionales, se hicieron eco del llamamiento de la Iglesia y se mostraron generosamente dispuestos a recibir el diaconado. Hombres de buena voluntad, dotados en su mayoría de las más elevadas intenciones, han venido realizando su tarea dignamente por lo general y hasta con laudable celo en ocasiones, remediando de algún modo situaciones que no dejaban de ser angustiosas.

Pero como suele suceder con las instituciones surgidas en la Iglesia por disposiciones disciplinares, no tardaron en aparecer dificultades dignas de ser consideradas. No siempre las cosas buenas dejan de ir acompañadas de inconvenientes. Ante todo, debe tenerse en cuenta que no resulta fácil definir la entidad teológica o jurídica de los nuevos diáconos, dada su naturaleza peculiar. Por una parte son clérigos, puesto que han recibido el sacramento del Orden (aunque sea en su grado ínfimo) y quedan obligados al rezo del Oficio Divino. Pero por otra viven prácticamente como seglares, continúan con sus deberes familiares y profesionales y el común de los fieles difícilmente los cataloga como clérigos. Esta circunstancia, aparentemente sin importancia, ha contribuido inevitablemente a diluir la figura y el papel del sacerdote en la mentalidad de los fieles.

Otro inconveniente surgido ha tenido su origen en la falta de sacerdotes en algunos lugares, o su escasez en otros, lo cual ha venido haciendo difícil o imposible la celebración de la Misa. De ahí la aparición de la Liturgia de la Palabra, en la que los diáconos permanentes, revestidos de ornamentos, celebran una liturgia donde leen los textos correspondientes a las lecturas de la Misa, celebran algunas ceremonias no vinculadas a lo esencial del Santo Sacrificio y predican la Palabra. Así resulta una especie de sucedáneo o sustitutivo de la Santa Misa que sirve de piadosa consolación a los fieles que no pueden disponer de otra cosa.

Desgraciadamente no siempre los remedios resultan prácticos, y hasta pueden acarrear inconvenientes. De hecho el común de los fieles, por lo general muy escaso de formación, se ha acostumbrado a confundir la Liturgia de la Palabra con la Misa, y de ahí que no resulte raro oír decir a gente sencilla que han asistido a una Misa sin consagración. Con lo que desaparece la idea de la necesidad de asistir al Santo Sacrificio y de aprovechar los tesoros que lleva consigo, además de diluirse su sentido de ser el centro insustituible del culto cristiano. Y sin embargo, la eliminación de la Misa, independientemente de las causas de su motivación, dada su transcendental importancia y que no puede ser sustituida por nada, lleva consigo necesariamente la desaparición del Catolicismo allí donde se produce.

Han surgido además otros inconvenientes de índole más grave que los anteriores. Como ha ocurrido, por ejemplo, con el abuso del derecho a la predicación por parte de los diáconos permanentes, en el que es imposible excluir una clara intención de disminuir la importancia del ministerio y la figura representativa del sacerdote.

Lo cual se ha llevado a cabo mediante una retorcida interpretación del Ritual de Ordenación de Diáconos en el que se dice que es oficio del diácono el predicar. Palabras cuyo sentido ha sido manipulado para hacerlas significar algo así como que es oficio exclusivo del diácono el predicar. Una burda falsedad que olvida intencionadamente que los tres grados que componen el sacramento del Orden Sacerdotal ---diaconado, presbiterado y episcopado, de menor a mayor--- son inclusivos y de ningún modo exclusivos. Lo cual quiere decir que el presbítero no pierde las facultades recibidas en el diaconado, además de adquirir las suyas propias, lo mismo que el Obispo tampoco pierde las adquiridas en el diaconado y presbiterado, además de poseer las que son exclusivamente suyas.

Lo que ha dado lugar a que se haya generalizado el hecho de obligar a muchos sacerdotes a permanecer sentados durante la ceremonia religiosa, con el único fin de dar lugar a la predicación del diácono, quien en muchas ocasiones se ha creído incluso con derechos superiores al presbítero celebrante. Todo lo cual ha desembocado en otro modo más de depreciar la figura y el papel del ministerio sacerdotal.

A lo que hay que añadir otra circunstancia no menos grave. El hecho de encomendar la función de predicar a hombres avezados en la vida secular, cuya bondad y buena fe no se discute en la mayoría de los casos, pero que también se encuentran faltos de la formación requerida para tan delicada tarea, ha dado lugar al desprestigio de la sagrada función de transmitir al Pueblo cristiano la Palabra de Dios. Por otra parte, argumentar ---por más que sea razonablemente--- que la predicación de los sacerdotes ya había decaído bastante, no es una objeción seria. Pues, si bien es de lamentar que una institución no funcione por culpa de obstáculos externos o circunstanciales que se lo impiden, el hecho no se puede juzgar al mismo nivel que cuando otra no cumple su cometido por razones que dependen de su misma naturaleza. Si el sacerdote actual vive un estado de lamentable decadencia y de progresiva degradación, tal cosa no se debe a la naturaleza misma del ministerio (existen causas que lo explican, como es la influencia de la herejía modernista y la rendición ante el mundo que ella misma ha provocado). 


Mientras que el diácono permanente, aunque posea como oficio propio el de predicar, siempre carece de la necesaria preparación para la predicación sagrada. La cual es una función que no se puede adquirir en un cursillo ---que es a lo más a lo que llega la formación de los diáconos permanentes---, sino que requiere años de estudio, además de una intensa práctica y experiencia en la vida interior y de oración, puesto que es imposible hablar de Dios a los hombres si primero no se ha aprendido a hablar de los hombres a Dios.

Aun contando con todo lo dicho, el problema más grave que presenta en la actualidad el diaconado permanente en su presente forma, del cual no se suele hablar y que además se oculta celosamente, es el de los verdaderos motivos que condujeron a instituirlo. Acerca de los cuales existen razones para sospechar que tuvieron que ver con la eliminación del celibato sacerdotal en el Sacerdocio de la Iglesia Católica. Un verdadero tesoro sobrenatural ---el del celibato--- que adornó durante siglos el sagrado ministerio y que ha sido una fuente constante de santificación, tanto para quienes lo poseían como para las almas que les estaban encomendadas.

Como es lógico, aquí no se puede demostrar esta afirmación con pruebas documentales. Aunque existen argumentos más que razonables capaces de conducir a esta conclusión para cualquiera que piense desapasionadamente.

En primer lugar, porque es un hecho de general dominio la feroz campaña emprendida contra el celibato eclesiástico desde el momento en que la ola modernista se introdujo en la Iglesia. Puestos a determinar fechas, habría que señalar una vez más los comienzos de los años sesenta del siglo pasado, con la inauguración del Concilio Vaticano II y el auge de las doctrinas progresistas. Los argumentos ofrecidos por la progresía en contra del celibato son numerosos, y han seguido siendo utilizados todavía para desorientar a los fieles durante un largo período de adoctrinamiento que ha durado ya más de cincuenta años. La escasez de sacerdotes y la necesidad de que el sacerdote se identifique mejor con el mundo secular y no parezca un ente extraño separado del mundo, son las principales razones aducidas para difundir la idea de la necesidad de abolir la obligación del celibato. Aunque en realidad sean un puro pretexto.

Pero es evidente que las campañas largas e insistentes realizadas para difundir una idea, utilizando indiscriminadamente todos los medios y sin oposición alguna dentro del ámbito de cualquier Sociedad humana, siempre indican propósitos bien determinados y nunca confesados claramente. Es cierto, por otra parte, que el Papa Juan Pablo II insistió fuertemente en la necesidad del celibato eclesiástico en su Carta a todos los sacerdotes escrita con ocasión del Jueves Santo del año 1979. El énfasis con el que se expresaba sobre el tema en la parte más importante del Documento entusiasmó a grupos de tradicionalistas que llegaron a afirmar que el Pontífice había hablado ex catedra. Cosa que, ante el revuelo organizado, el mismo Papa se apresuró enseguida a desmentir asegurando que no había tenido ninguna intención de hablar con infalibilidad.

Una de las maniobras más importantes y efectivas realizadas en la Iglesia postconciliar, con el claro fin de facilitar la idea de la conveniencia de abolir el celibato eclesiástico, fue la indiscriminada admisión en masa de grupos conversos provenientes del anglicanismo en el que figuraban lo mismo Pastores (casados, por supuesto) que simples fieles. Las condiciones para su admisión dentro del Catolicismo, permitiendo la permanencia de ritos y costumbres, fueron lo suficientemente laxas como para dudar de que se tratara efectivamente de una verdadera conversión. Teniendo en cuenta que el clero anglicano no es verdadero clero, según declaró oficialmente León XIII en la Bula Apostólica Apostolicæ Curæ (1896) puesto que había perdido la sucesión apostólica, se procedió rápidamente a ordenar Sacerdotes a los correspondientes Pastores y Obispos anglicanos conversos.

Resulta difícil encontrar razones para explicar semejante apresuramiento en las ordenaciones sacerdotales de ministros que evidentemente carecían de suficiente formación en la Doctrina Católica. Las explicaciones aportadas referentes al ecumenismo, pastoralismo, comprensión, etc., es evidente que carecían de seriedad, al no tener en cuenta la importancia de una situación que comprometía tan gravemente la salvación de las almas, tanto anglicanas como las de los fieles católicos inducidos de tal forma a confusión. La condición de casados de estos Pastores ---ahora sacerdotes--- también contribuiría eficazmente a difundir y legitimar en el Pueblo cristiano la existencia de Ministros sagrados viviendo en situación estado matrimonial. Cabe preguntar si acaso existió alguna razón más profunda que justificara tan extraña aceleración de semejantes procesos

Como es lógico, en un asunto de tan vital importancia como el que estamos comentando, cada cual es libre de sostener la opinión que le parezca más oportuna. Sin embargo, encuadrado el problema en el contexto de la fuerte campaña organizada para contribuir a la abolición del celibato eclesiástico, no parece irrazonable adivinar aquí unas intenciones que apuntan claramente en una dirección determinada.

Con todo, el argumento más fuerte en favor de lo que venimos diciendo es el anuncio ya realizado, aunque aún no de modo oficial, del tema a tratar en el Sínodo Episcopal del año 2016. El cual no va a ser otro que la discusión acerca de la conveniencia de mantener en la Iglesia la obligación del celibato eclesiástico. Y ya se sabe cuál es siempre el resultado de las deliberaciones llevadas a cabo en estos Sínodos, según ha quedado demostrado en la experiencia de los ya realizados hasta ahora. Pues sea cual fuere el sentido y el resultado obtenido en las discusiones, la decisión final siempre viene a coincidir con el propósito para el cual el Sínodo había sido convocado. En definitiva, el colofón final de una campaña llevada a cabo de modo pertinaz durante sesenta años.

En todo este asunto ---como en tantos otros de los que ahora se están planteando en la Iglesia--- concurren varios factores esenciales pero que ordinariamente pasan desapercibidos.

De un lado está el hecho innegable de que el Modernismo actúa en la Iglesia utilizando dos importantes instrumentos: el factor tiempo, sabia y pacientemente dosificado. Por otra parte la mentira, siempre envuelta a su vez en el ropaje de un falso lenguaje y de unas pretendidas buenas intenciones (ecuménicas, de comprensión y misericordia, de conseguir un cristianismo más adaptado al mundo, etc.)

De otro lado hay que contar con la triste circunstancia de que la gran masa del Pueblo cristiano ha hecho su opción por la mentira y se ha decidido por un cristianismo abierto al mundo. Que es lo mismo que decir más mundano.

Por otra parte, es indudable que al Modernismo le urgía la necesidad de acabar con el sacerdocio católico, para lo cual era importante el necesario paso previo de la supresión del celibato. Por eso era necesario ---teniendo en cuenta también todo el conjunto de sus propósitos--- fabricar toda una urdimbre de instituciones y costumbres nuevas, vaciando o desacreditando las antiguas, difundiendo entre los fieles la creencia en la necesidad de adaptar el cristianismo a las nuevas necesidades, diluyendo la Fe en la Tradición, desacreditando a la Jerarquía, etc., etc.

Nada tiene de extraño, por lo tanto, que en este ambiente creado de modo tan artificial muchos hombres de buena fe y dotados de la mejor buena voluntad imaginable, se hayan prestado generosamente a formar parte de una institución todo lo buena que se quiera conceder, pero cuyos propósitos en definitiva no resultan demasiado claros.

Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la ingenuidad y la buena fe no son suficientes para justificar, o bien la aceptación de una situación equivocada, o bien para dar por bueno un hecho erróneo. El cristiano tiene una obligación que pesa sobre él en todo momento, cual es la de discernir para distinguir la verdad del error y el bien del mal. Pues no todo lo que parece caer del cielo es bueno (a veces caen rayos o granizo), ni todo lo que se oye es verdad. Debe saber que siempre han existido en la Iglesia Pastores buenos y Pastores mercenarios (como ya lo explicó Jesucristo), y que todo el Nuevo Testamento está lleno de avisos y advertencias acerca de los falsos Pastores y los falsos Maestros que abundarán sobre todo en los Últimos Tiempos y que engañarán a muchos. Ante la abundancia del engaño y de las falsedades que reinan en el mundo, ya avisó el mismo Jesucristo acerca de la necesidad conocer y distinguir a los hombrespor sus frutos y no meramente por sus palabras


Lo cierto es que apenas si se ha pensado en los efectos que producirá la facilidad con que los diáconos casados serán admitidos en el sacerdocio. Efectos que contribuirán a difuminar entre la masa de los fieles las idea de la necesidad y de la conveniencia del celibato sacerdotal. Quienes fácilmente se dejan conducir por sus impulsos sin preocuparse de discernir lo conveniente de lo falso ni de buscar seriamente la verdad, debieran tener en cuenta la grave advertencia formulada por el Apóstol San Pablo en la Segunda Carta a los Tesalonicenses (2 Te 2: 11--12). En la que avisa que Dios envía un espíritu seductor para que acaben creyendo en la mentira y sean finalmente condenados todos aquellos que no creyeron en la verdad, por haberse dejado llevar por su complacencia en lo injusto incluso cuando a veces se presente bajo la etiqueta de lo bueno. De ahí que equivocarse de buena fe en un asunto tan grave como es el de la salvación, no es suficiente en modo alguno para apartar del camino de la perdición eterna.


Padre Alfonso Gálvez

Tenemos que mantener la calma ... con la seguridad de que la victoria final es de Jesucristo (Cardenal Burke)


Es una larga entrevista, pero si se dispone de algún tiempo, merece la pena leerla porque refleja, con mucha fidelidad, la realidad por la que está atravesando el mundo y la Iglesia, en la actualidad. Está sacada de Adelante la Fe


Entrevista concedida por el cardinal Burke al sitio web Life Site News

LifeSiteNews: Después del sínodo extraordinario sobre la familia, hemos entrado en un período de incertidumbre y de confusión a propósito de varias cuestiones “sensibles”: la comunión para las parejas divorciadas y “vueltas a casar”, un cambio de actitud hacia las uniones homosexuales y una aparente relajación de actitudes hacia las parejas no casadas. ¿Considera, su Eminencia, que esta confusión ya está dejando sus efectos contrarios entre los católicos?

Cardenal Burke: Con toda seguridad, así es. Lo escucho yo mismo: lo escucho de los católicos, lo escucho de los obispos. La gente está reclamando ahora, por ejemplo, que la Iglesia ha cambiado su enseñanza con respecto a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, o en cuanto a la maldad intrínseca de los actos homosexuales. O las personas que están dentro de las uniones matrimoniales irregulares exigen recibir la Sagrada Comunión, afirmando que ésta es la voluntad del Santo Padre. Y tenemos situaciones sorprendentes, como las declaraciones del obispo de Amberes con respecto a los actos homosexuales, que pasan sin ser castigadas, y así podemos ver que esta confusión se está extendiendo, en realidad, de una manera alarmante.

LSN: El Arzobispo Bonny ha declarado que la Humanae vitae ha sido cuestionada por muchos: y que ahora es el momento para cuestionar otras cosas. ¿No estamos en un período en que las enseñanzas de la Iglesia están siendo discutidas más que antes?

CB: Sí, creo que sí. Ahora, parece que las personas, que antes no contestaban la enseñanza de la Iglesia, porque estaba claro que la autoridad de la Iglesia prohibía ciertas discusiones, ahora se sienten muy libres para disputar incluso la ley moral natural, que incluye una enseñanza como la Humanae vitae, que ha sido la enseñanza constante de la Iglesia con respecto a la cuestión de la anticoncepción.

LSN: Se ha dicho, después de la publicación de la Relatio post disceptationem, que hubo una manipulación que consistía en introducir en las preguntas sinodales lo que en realidad no tiene nada que ver con la familia. ¿Aceptaría expresarse sobre cómo y por qué se produjo esta “manipulación”? ¿Quién se beneficia?

CB: Es claro que hubo una manipulación, porque las intervenciones reales de los miembros del sínodo no fueron publicadas, y sólo el informe de la mitad de la sesión, o la “Relatio post disceptationem”, fue dado a conocer, el cual no tenía nada que ver con lo que estaba ocurriendo en el sínodo. Y es claro que había individuos que, obviamente, tenían una influencia muy fuerte en el proceso sinodal, que estaban presionando con un programa que no tiene nada que ver con la verdad sobre el matrimonio, como Nuestro Señor mismo nos lo enseña, como nos es transmitida en la Iglesia. Ese programa se refería a tratar de justificar las relaciones sexuales fuera del matrimonio y los actos sexuales entre personas del mismo sexo y, en cierto manera, claramente relativizar -e incluso ocultar- la belleza de las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio como una unión fiel, indisoluble, procreadora entre un hombre y una mujer.

LSN: ¿Quién se está beneficiando? Como fieles católicos, estamos sorprendidos y preocupados por la aparición repentina de estos temas.

CB: Bueno, no puede ser un beneficio para nadie, porque no es cierto: no es la verdad. Y así sólo está haciendo daño a todos. Puede ser percibido como un beneficio, por ejemplo, para las personas que por alguna razón se encuentran atrapados en situaciones inmorales. Puede ser visto por algunos, en alguna manera, para justificarlos. Pero no pueden justificarlos, porque los propios actos no pueden ser justificados.

LSN: Usted ha hablado, en otra ocasión, sobre la firme resistencia puesta en estos puntos por muchos padres sinodales. ¿No es esto un gran signo de esperanza? ¿Esta resistencia le sorprende?

CB: No, no me sorprende, aunque yo estaba muy agradecido por ello, porque en cierto modo, cuando la Relatio post disceptationem fue publicada, por ejemplo, cuando se observaba la dirección que claramente se estaba dando al sínodo, se tenía miedo que, quizás, los padres sinodales no iban a hablar – pero lo hicieron. Y ellos hablaron con fuerza, un número de ellos, y gracias a Dios por eso. Confío que estos mismos padres sinodales – espero que muchos de ellos serán designados para la sesión de septiembre del 2015 – también hablarán con fuerza en esa ocasión.

LSN: En los tres artículos que no obtuvieron una mayoría absoluta de dos tercios permanece alguna confusión en el significado de los votos. Se han incluido en el informe final y en los Lineamenta. Ellos obtuvieron simples mayorías de más de la mitad, pero se me ocurre que la redacción de los párrafos es tal que realmente no se puede saber lo que significa el voto. ¿Es errónea mi idea?

CB: Es muy confuso. He participado, creo, en cinco sínodos, y en cada sínodo, excepto éste, en el cual participé, una propuesta – en este caso, un párrafo – que no recibió el voto de dos tercios necesario fue simplemente eliminado; no fue publicado, y no se convirtió en parte del documento del sínodo. En este caso se insistió en publicar el documento con todos los párrafos, simplemente indicando el número de votos. Y así, muchas personas toman esto como una indicación de que estos párrafos son, más o menos, tan aceptables como los otros. Pero, de hecho, ellos fueron excluidos por los miembros del sínodo. Tristemente, recibieron una mayoría simple de los votos, lo que es de gran preocupación para mí – que muchos padres sinodales hayan votado a favor de los textos que eran confusos, y algunos simplemente por error.

LSN: En repetidas ocasiones, todavía los padres sinodales que han promocionado los temas del “nuevo matrimonio” de los divorciados y de los homosexuales, o las uniones no matrimoniales, han repetido que la cuestión no es doctrinal, sino pastoral. ¿Cuál es su respuesta a esto?

CB: Eso es simplemente una falsa distinción. No puede haber nada que sea saludable propiamente en la pastoral que no sea saludable en lo doctrinal. En otras palabras: no se puede separar la verdad del amor. Todavía en otras palabras: no se puede amar no vivir la verdad (otra traducción: una vida fuera de la verdad no puede ser una vida de amor). Y así, decir que sólo estamos haciendo cambios pastorales que no tienen nada que ver con la doctrina es falso. Si se admiten a la Sagrada Comunión personas que se encuentran en uniones matrimoniales irregulares, entonces se está haciendo directamente una declaración sobre la indisolubilidad del matrimonio, porque Nuestro Señor dijo:“El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio”. Y la persona, en una unión matrimonial irregular, está viviendo en un estado de adulterio público. Si se le da la Sagrada Comunión a esa persona entonces, de alguna manera, se está diciendo que esto está bien doctrinalmente. Pero esto no puede ser.

LSN: Así que el simple hecho de poner esto en discusión es ya un error.

CB: Sí. De hecho, he pedido, más de una vez, que estos temas, los cuales no tienen nada que ver con la verdad sobre el matrimonio, sean sacados de los trabajos del sínodo. [Si la gente quiere discutir estas cuestiones, muy bien, pero no tienen nada que ver con la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio]. Y lo mismo pasa con la cuestión de los actos sexuales entre personas del mismo sexo, y cosas así.

LSN: Como católicos, conocemos que el matrimonio es vincularse a una vida, y que el matrimonio es un “signo” de la unión de Cristo y de la Iglesia, y también conocemos de su profundo vínculo con la Eucaristía. La “Teología del cuerpo” del Papa Juan Pablo II trajo una especial luz en esto, pero su trabajo no ha sido citado en los sucesivos documentos sinodales. ¿Cuál es su opinión sobre esta omisión? ¿La extensión de este trabajo no sería proporcionar respuestas reales a los problemas de hoy en día?

CB: Por supuesto. La enseñanza de san Juan Pablo II es tan luminosa, y él se consagró con tal atención e intención a la cuestión de la verdad sobre la sexualidad humana y la verdad sobre el matrimonio, como dijimos un número de nosotros en los debates del Sínodo y en los pequeños grupos de discusión. Nosotros abogamos por un retorno a ese magisterio del Papa San Juan Pablo II, que es un reflejo de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado. Pero, de hecho, se ha dado la impresión de que la Iglesia no ha sentado cátedra en estas áreas.

LSN: Esto es lo más extraordinario…

CB: Es muy extraordinario. Es pasmoso. Lo encontré difícil de creer habiendo sido testigo de ello. De hecho, creo que algunas personas se niegan a creer esta realidad porque es absurdo.

LSN: En realidad, san Juan Pablo II respondió a la ideología de género antes que llegara a ser bien conocida.

CB: Absolutamente. Él estaba tratando todas estas cuestiones en un nivel más profundo, y tratando con ellas estrictamente en términos de la ley moral natural, qué razón nos enseña, y qué la fe nos enseña, obviamente, en la unión con la razón, pero elevando e iluminando lo que la razón nos enseña sobre la sexualidad humana y sobre el matrimonio.

LSN: Entre los puntos de vista del cardenal Kasper y, más recientemente, del arzobispo Bonny de Amberes, y de otros, fue la consideración de que los “fieles” homosexuales, los divorciados “vueltos a casar” y las parejas no casadas, muestran cualidades de abnegación, generosidad y dedicación que no pueden ser ignoradas. Pero a causa de su elección de forma de vida, permanecen, en lo que exteriormente se juzga, como en un estado objetivo de pecado mortal: un estado de pecado mortal elegido y prolongado. ¿Podría recordarnos la enseñanza de la Iglesia sobre el valor y el mérito de la oración y las buenas obras en este estado?

CB: Si se está viviendo públicamente en un estado de pecado mortal no hay ninguna buena obra que pueda ser hecha que justifique esta situación: la persona permanece en pecado grave. Creemos que Dios ha creado a cada uno bueno, y que Dios quiere la salvación de todos los hombres, pero que sólo puede lograrse mediante la conversión de la vida. Y así, tenemos que llamar a las personas, que viven en estas situaciones gravemente pecaminosas, a la conversión. Y dar la impresión que, de alguna manera, hay algo bueno en una vida en estado de pecado grave, es simplemente contrario a lo que la Iglesia ha enseñado siempre y en todas partes.

LSN: Así que cuando el hombre de la calle dice, sí, es verdad que estas personas son amables, se dedican una a la otra, son generosos, ¿eso no es suficiente?

CB: Por supuesto que no lo es. Es como la persona que asesina a alguien y todavía es amable con otras personas…

LSN: ¿Qué auténtica pastoral recomienda para las personas en esas situaciones, y qué pueden obtener de la práctica de su fe, en la medida en que es posible, cuando no pueden obtener la absolución o recibir la Sagrada Comunión?

CB: En mi propia experiencia pastoral he trabajado con personas que se encuentran en estas situaciones, y he tratado de ayudarlos, con el tiempo, con respecto también a las obligaciones, que en justicia tienen que cumplir, para cambiar sus vidas. Por ejemplo, en el caso de los que están en uniones matrimoniales no válidas, tratar de ayudarlos, ya sea que se separen si eso es posible, o que vivan como hermano y hermana en una relación casta, si hay niños y están obligados a criar a los niños.

LSN: En el caso de las parejas vueltas a casar que tienen sus propios hijos e hijos de un matrimonio anterior, ¿no crea esto situaciones muy difíciles?

CB: Evidentemente. De hecho, estoy profundamente preocupado por el debate acerca del proceso de nulidad matrimonial: se da la impresión de que hay sólo una parte involucrada, es decir, la persona que está solicitando la declaración de nulidad. El hecho es que hay dos partes involucradas, hay niños involucrados, y hay todo tipo de relaciones implícitas en cualquier matrimonio. Y así, el asunto es extremadamente complejo, nunca se es capaz de dar cualquier solución fácil.

LSN: Se ha planteado la cuestión de la comunión espiritual para estas personas que viven en matrimonios inválidos o uniones imposibles. No entiendo muy bien cómo se puede tener una comunión espiritual en esta especie de estado.

CB: Este término fue utilizado de una manera imprecisa. Para hacer una comunión espiritual hay que tener todas las disposiciones necesarias para recibir, en la práctica, la Sagrada Comunión. La persona, que hace una comunión espiritual, está simplemente en una situación en la que -él o ella- no tiene acceso al Sacramento, pero se halla totalmente dispuesta a recibirlo, y así hace un acto de comunión espiritual. Creo que algunas personas que utilizaron este término, estaban hablando sobre el deseo de la persona, que se encuentra a sí misma en una situación de pecado, de ser liberada de esa situación, y así ruegan y piden la ayuda de Dios para voltear sus vidas, cambiar sus vidas, para encontrar una nueva forma de vivir, y así puedan estar en estado de gracia. Podemos llamar a esto el deseo de la Sagrada Comunión, pero no es la comunión espiritual. No puede ser. La naturaleza de la comunión espiritual, por cierto, fue definida en el Concilio de Trento: se dejó muy claro que se requiere de todas las disposiciones, y así tiene sentido.

LSN: ¿Cómo puede ayudar la Iglesia realmente a todos los implicados en estas situaciones: cónyuges abandonados, hijos de matrimonios legítimos que han sido heridos por el divorcio de sus padres, personas que están luchando con tendencias homosexuales o que permanecen en alguna manera “atrapados” en una unión ilegítima? ¿Y cuál debe ser nuestra actitud: la actitud de los fieles?

CB: Lo que la Iglesia puede hacer, y que es el mayor acto de amor por parte de la Iglesia, es presentar la enseñanza sobre el matrimonio, la enseñanza que viene de las palabras mismas de Cristo, la enseñanza que ha sido una constante en la tradición, a cada uno, como un signo de esperanza para ellos. Y también ayudar a reconocer la pecaminosidad de la situación en la que se encuentran; y al mismo tiempo llamar a abandonar esa situación pecaminosa, y encontrar una forma de vivir de acuerdo con la verdad. Y esta es la única manera que la Iglesia puede ayudar. Esta fue mi gran esperanza para el Sínodo: que el Sínodo levantara ante el mundo la gran belleza del matrimonio, y la belleza del matrimonio es la verdad sobre el matrimonio. Siempre le digo a las personas: la indisolubilidad no es una maldición, es la gran belleza de la relación matrimonial. Esto es lo que da belleza a la relación entre un hombre y una mujer, que la unión es indisoluble, que es fiel, que es procreativa. Pero, ahora casi se comienza a tener la impresión que, de alguna manera, la Iglesia se avergüenza del tesoro tan hermoso que tenemos en el matrimonio, como Dios hizo al hombre y la mujer desde el principio.

LSN: Algunos pastores, algunas veces, dan la impresión que se avergüenzan de hablar sobre el pecado, o de hablar sobre la castidad.

CB: Esto también fue planteado en el sínodo. Uno de los padres sinodales, dijo: “¿Acaso no existe más el pecado?” Uno tiene esa impresión. Y, lamentablemente, desde la caída de nuestros primeros padres, siempre existe la tentación de pecar, y existe el pecado en el mundo, y tenemos que reconocerlo y llamarlo por su nombre, y tratar de superarlo.

LSN: ¿No están llamados de una manera especial los católicos y los padres cristianos para educar a sus hijos en la modestia y en la decencia? Esto ha desaparecido completamente en muchos lugares.

CB: Sí, esto es tan cierto. Una parte del Evangelio de la Vida ordena enseñar a los niños, en el hogar y en las escuelas, las virtudes fundamentales que muestran el respeto por nuestra propia vida y por la vida de los demás, así como para nuestros propios cuerpos; a saber, la modestia, y la pureza, y la castidad. Formar en esta manera, desde sus primeros años a los niños pequeños. Pero esto también está en gran peligro, simplemente porque la catequesis en la Iglesia ha sido tan débil, y en algunos casos confusa y errónea, y ha habido una tal fractura en la vida familiar, que los niños han sido sometidos a una educación que les deja indefensos para vivir la verdad sobre el matrimonio, y vivir la verdad sobre su propio cuerpo, su propia vida humana.

LSN: ¿Qué es lo más urgente que deberíamos hacer para evitar el desorden del divorcio y de todas las uniones inaceptables?

CB: Yo, realmente, creo que comienza en la familia. Necesitamos fortalecer las familias, formar primero al esposo y a la esposa para que vivan la verdad del matrimonio en su propia casa, que se convierte, entonces, no sólo en la fuente de salvación para ellos, sino también en una luz en el mundo. Un matrimonio que viva en la verdad es tan atractivo y tan hermoso, que lleva a la conversión de otras almas. Necesitamos formar, de esta manera, a los niños y, sobre todo, hoy día, los niños tienen que ser criados de tal manera que sean capaces de vivir contra la cultura. No pueden, por ejemplo, aceptar esta teoría del género que está infectando a nuestra sociedad; tienen que ser criados para que rechacen estas falsedades y vivir la verdad.

LSN: Existe un vínculo entre la anticoncepción y el divorcio: del 30 al 50 por ciento de las parejas casadas, que usan la anticoncepción, llegan al divorcio; mientras que menos del 5 por ciento de las personas, que no usan la anticoncepción, ya sean cristianos o no, o que usan la planificación familiar natural, se divorcian. ¿Está de acuerdo que un lenguaje claro y una mayor participación pastoral de la Iglesia para promover la Humanae vitae son esenciales para obtener uniones más estables?

CB: Absolutamente. Y el Beato Papa Pablo VI lo dejó claro en la Carta EncíclicaHumanae vitae: que la práctica de la anticoncepción llevaría a la desintegración de la vida familiar, a la pérdida del respeto por la mujer. Simplemente, necesitamos reflexionar sobre el hecho que una pareja, que usa la anticoncepción, ya no se entrega totalmente el uno al otro. Que introduce ya un elemento de ruptura en el matrimonio; y si esto no se corrige y se remedia, fácilmente puede conducir al divorcio.

LSN: Sobre la cuestión del número de la familia y la libertad de los padres, ¿es materia de especial preocupación para usted el movimiento mundial “ecológico” y la promoción internacional de la planificación familiar y del control de la población?

CB: Sí, estoy muy preocupado sobre esto, porque las personas están siendo conducidas falsamente a pensar, que deberían usar alguna forma de control de la natalidad con el fin de ser administradores responsables de la tierra. En realidad, la tasa de natalidad, en la mayoría de los países, es muy inferior a lo que debería ser para reemplazar la actual población. Dejando de lado todo esto, la verdad es que si Dios ha llamado a una pareja al matrimonio, entonces Él los está llamando también a ser generosos para recibir el don de una nueva vida humana. Y así, hoy necesitamos muchas familias numerosas, y gracias a Dios veo hoy, entre algunas parejas jóvenes, una generosidad notable con respecto a los niños. La otra cosa que escucho que rara vez se menciona hoy, pero que siempre se enfatizó cuando yo estaba creciendo, y también en la tradición de la Iglesia, es que los padres deberían ser generosos en tener hijos para que algunos de sus hijos pudieran recibir la llamada al sacerdocio o a la vida consagrada, y al servicio de la Iglesia. Y que la generosidad de los padres, sin duda, inspirará, en el niño que tiene una vocación, una generosa respuesta a la misma.

LSN: El matrimonio monógamo de por vida es muy bien conocido para los católicos, muchos dirán, pero la “dureza de corazón” de los no católicos debiera permitir el divorcio y el nuevo matrimonio en las legislaciones civiles. Por otro lado, las naciones cristianas han hecho mucho para llevar la estabilidad social y la dignidad del matrimonio natural en muchos lugares del mundo. ¿La venida de Cristo cambia la situación de todos los hombres, y es correcto promover e incluso, tal vez, imponer esta visión del matrimonio natural, incluso en las sociedades no católicas?

CB: Creo que tiene que ser exactamente subrayado, que la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio es una afirmación, una confirmación, de la verdad sobre el matrimonio desde el principio, para usar Sus palabras, o que la verdad sobre el matrimonio está escrita en cada corazón humano. Y así la Iglesia, cuando enseña sobre el matrimonio monógamo, fiel, de toda la vida, está enseñando la ley moral natural, y tiene razón en insistir en esto en la sociedad en general. El Concilio Ecuménico Vaticano II se refiere al divorcio como una plaga en nuestra sociedad, y lo es. La Iglesia tiene que ser cada vez más fuerte en la oposición a la práctica generalizada del divorcio.

LSN: ¿Cree que los estudios sobre la situación y mejores resultados de los niños en las familias estables monógamas deberían desempeñar un papel más importante, en los preparativos para el matrimonio?

CB: Creo que sí. Enfatizar la belleza del matrimonio como es vivida por muchas parejas hoy en día, de una manera fiel y generosa, y la vida familiar, como es experimentada por los niños que viven en una familia amorosa… lo cual no significa que no haya problemas. Esto no quiere decir que no haya tiempos difíciles en la familia y en el matrimonio, pero que con la ayuda de la gracia de Dios, la respuesta es siempre, en última instancia, una respuesta de amor, de sacrificio, de aceptación de cualquier sufrimiento que sea necesario para ser fieles en el amor.

LSN: Pero la sociedad moderna no acepta el sufrimiento, ya sea al final de la vida, o durante el embarazo, o en el matrimonio…

CB: Por supuesto, no lo hace porque no entiende el significado del amor. Cristo dijo: si alguno quiere venir en pos de mí tome la cruz y sígame, y así la esencia de nuestra vida es sufrir en el nombre del amor: el amor de Dios y del prójimo.

LSN: ¿Estaría de acuerdo, como dice algunas personas, que muchos matrimonios católicos hoy en día, a causa de una preparación insuficiente o por la ignorancia del significado de los votos matrimoniales, son a menudo inválidos? ¿Cuál es su específica experiencia en este punto como prefecto del supremo Tribunal de la Signatura Apostólica?

CB: Creo que es muy injustificado hacer declaraciones generales sobre el número de los matrimonios que son válidos o inválidos. Cada matrimonio debe ser examinado; y el hecho de que las personas puedan no haber tenido una buena catequesis, y así ciertamente puedan haber sido débiles (espiritualmente) para la vida matrimonial, no necesariamente es una indicación que lleve un consentimiento inválido del matrimonio, porque la naturaleza misma enseña sobre el matrimonio. Lo vimos en la Signatura Apostólica: sí, hubo más declaraciones de nulidad del matrimonio, pero examinando esos casos que se presentaron no se estableció la nulidad del matrimonio, no se demostró ser verdad.

LSN: Usted ha mostrado en el libro “Permanecer en la Verdad de Cristo” que la simplificación del procedimiento no es la respuesta.

CB: No, en absoluto. Porque se trata de situaciones muy complejas y requieren un proceso cuidadosamente articulado con el fin de llegar a la verdad. Si la verdad no nos importa más, entonces cualquier proceso será aceptable; pero si la verdad nos preocupa, entonces tendrá que haber un proceso como el que la Iglesia emplea actualmente.

LSN: Y la Iglesia ha hecho mucho por los procedimientos judiciales en el mundo civilizado…

CB: La Iglesia ha sido admirada durante años como un espejo de justicia; su manera de administrar justicia fue un modelo para otras jurisdicciones. Ya ha existido una experiencia en la Iglesia con un proceso modificado de nulidad matrimonial, que tuvo lugar en los Estados Unidos de 1971 a 1983. Tuvo efectos desastrosos y las personas comenzaron a hablar de “divorcio católico“, y no sin razón. Esto es un escándalo para aquellos que trabajan en el ámbito de la justicia o son ministros de justicia en el orden secular, porque cuando ven que la Iglesia no practica la justicia, la verdad no les importa más, entonces ¿qué pueden posiblemente significar la ley y la justicia?

LSN: Un exorcista italiano, el padre Sante Babolin, dijo recientemente que durante un exorcismo, el espíritu malo, que atormentaba a la esposa de uno de sus amigos, le dijo: “No puedo soportar que se amen” ¿No es esto un mensaje que las parejas casadas deberían meditar?

CB: Por supuesto. No hay mayor fuerza, en el mundo, contra el demonio que el amor entre un hombre y una mujer en el matrimonio. Después de la Santa Eucaristía, tiene un poder más allá de lo que podemos imaginar. Yo no sabía nada de esta historia, pero no me sorprende; y seguramente es cierto que cada vez que una pareja ha contraído matrimonio con toda su mente y su corazón, el diablo va a hacer el trabajo de tratar de destruir ese hogar, porque ese hogar es una cuna de gracia, donde la gracia se recibe, no sólo para la pareja, sino para los niños y para todos aquellos que están cerca de la familia.

LSN: ¿Cómo pueden las parejas casadas valorar mejor y proteger su amor conyugal?

CB: En primer lugar, con una vida diaria de oración fiel, y con la confesión frecuente, porque todos necesitamos esa ayuda con el fin de vencer el pecado en nuestras vidas, incluso pecados pequeños, pecados veniales, y también protegernos contra los pecados más graves. Y luego, por supuesto, la Eucaristía que es el centro de toda vida cristiana de una manera muy particular. Es el centro de la vida matrimonial porque es comunión con nuestro Señor Jesucristo, para vivir de ese amor que Él tiene por la Iglesia, donde el matrimonio es sacramento: es el signo de Su amor en el mundo, y así en la Eucaristía la pareja recibe la gracia, de la manera más abundante y más fuerte, que le permite vivir su alianza de amor.

LSN: ¿Cree usted que existe un vínculo entre el “culto a la muerte” – una liturgia antropocéntrica, sin adoración a Dios – y la cultura de la muerte?

CB: Estoy muy convencido que donde los abusos introducidos en la práctica de la liturgia en la Iglesia, abusos que reflejaban una dirección muy antropocéntrica, en otras palabras, donde el culto sagrado comenzó a ser presentado como la actividad del hombre en lugar de la acción de Dios entre nosotros, claramente ha conducido a las personas en una dirección equivocada, y que ha tenido un impacto muy negativo en la vida de cada individuo, y de un modo particular en la vida matrimonial. La belleza de la vida matrimonial es percibida y confirmada, en una manera muy particular, en el Sacrificio Eucarístico.

LSN: Como católicos estamos obligados a actuar en la sociedad y también a actuar políticamente, teniendo un compromiso político. Pero en Francia no existe un único partido representado que defienda el matrimonio por completo y que defienda la vida completamente. ¿Qué deberían hacer los católicos: comprometerse en un movimiento incluso cuando saben que este movimiento está en contra de los principios no negociables, o deberían tratar de construir otra cosa?

CB: Lo ideal es que deberían tratar de construir una fuerza política en la sociedad que se mantenga totalmente en la verdad, en los bienes no negociables con respecto a la vida humana y a la familia. Y ellos deberían manifestar con claridad su propia posición, e insistir en esto con los partidos políticos existentes, para ser una fuerza que reforme esos partidos políticos. Es evidente que no se puede tomar partido en ningún tipo de movimiento que sea contrario a la ley moral. Por otro lado, si en ese partido o movimiento político hay signos de una reforma, de una adhesión a la ley moral, entonces deberíamos apoyarlo y alentarlo.

LSN: ¿Qué santos deberíamos invocar hoy día para la familia?

CB: En primer lugar, la Sagrada Familia de Nazaret: la Virgen María, San José y Nuestra Señor Jesús. Y luego, hay grandes santos casados. Pienso, por ejemplo, en los padres de la pequeña Teresa, el Beato Luis y Celia Martin; pienso también en un gran santo como San Gianna Molla, aquí en Italia; en un gran santo que murió mártir por la familia, Santo Tomás Moro, que era un hombre casado y comprendió plenamente la vocación matrimonial. También la pareja Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi, beatificados aquí en Italia. Pienso mucho de Santa Rita de Cascia, que era una madre muy fiel: rezó mucho por la conversión de su esposo, y también por la conversión de sus dos hijos… Estos serían sólo algunos ejemplos… hay tantos otros.

LSN: ¿Cómo podemos permanecer fieles a la Iglesia y al Papa en estos tiempos difíciles?

CB: Hay que adherirse claramente a lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado; esta es nuestra ancla. Nuestra fe no está en las personas individuales, nuestra fe está en Jesucristo. Sólo Él es nuestra salvación, y Él está vivo para nosotros en la Iglesia a través de su enseñanza, a través de sus sacramentos, y a través de su disciplina. Digo a las personas – porque muchas personas hoy día están en comunicación conmigo, las cuales se encuentran bastante confusas, preocupadas y molestas – no, tenemos que mantener la calma, y ​​debemos permanecer llenos de esperanza para llegar a una apreciación cada vez más profunda de la verdad de nuestra fe, y adhiriéndose a esto. Esto es inmutable, y nos dará la victoria al final. Cristo dijo a San Pedro cuando hizo su confesión de fe: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia". Sabemos que esto es verdad, y tenemos que sufrir, mientras tanto, por la verdad; pero tenemos que estar seguros de que el Señor va a ganar la victoria al final.

Operación "Tormenta del cielo". Campaña del Rosario por la Iglesia (Cardenal Raymond L. Burke)


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Cardenal Raymond L. Burke