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martes, 19 de julio de 2016

Alicia en el país de Amoris Laetitia (Anna M. Silvas) (3 de 3)

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Las implicaciones que emanan  de "Amoris laetitia"

Las serias dificultades que preveo, sobre todo para los sacerdotes, surgen del enfrentamiento entre las distintas interpretaciones sobre las escapatorias discretamente abiertas en toda la exhortación "Amoris laetitia".

¿Qué hará un joven sacerdote apenas ordenado que, bien informado, desea mantener que los divorciados que se han vuelto a casar no pueden recibir la comunión, mientras que su párroco tiene una política de "acompañamiento" que, al contrario, prevé que pueden recibirla? 
¿Qué hará un sacerdote con un sentido de la fidelidad similar si su obispo y su diócesis deciden una política más progresista? 
¿Qué hará una región de obispos respecto a otra región de obispos cuando cada grupo de obispos decida cómo cortar y dividir los "matices" de esta nueva doctrina por lo que en el peor de los casos lo que se considera pecado mortal en un lado del confín es "acompañado" y permitido en el otro? 

Sabemos que ya está ocurriendo, oficialmente, en ciertas diócesis alemanas y, no oficialmente, en Argentina e incluso aquí, en Australia, desde hace años, como puedo verificar en mi propia familia.

Un resultado como este es tan desconcertante que podría marcar, como ha sugerido otro amigo mío, también casado, el hundimiento de la narración cristiana católica

Pero desde luego hay otros aspectos del deterioro eclesial y social que nos han llevado a este punto

- el estrago de la falsa renovación en la Iglesia de los últimas décadas; 
- la increíblemente estúpida política de inculturación aplicada a una desarraigada cultura occidental invadida por un secularismo militante;
- la inexorable y progresiva erosión del matrimonio y la familia en la sociedad; 
- el ataque a la Iglesia, más potente desde el interior que desde el exterior, como denunciaba el Papa Benedicto; 
- la prolongada defección de algunos teólogos y laicos en materia de anticoncepción; 
- los espantosos escándalos sexuales; 
- los innumerables sacrilegios; 
- la pérdida del espíritu de la liturgia; 
- los cismas internos "de facto" sobre toda una serie de cuestiones y enfoques graves, sutilmente disfrazados bajo una apariencia de unidad "de iure" de la Iglesia; 
- los modelos de profunda disonancia espiritual y moral que bullen  actualmente bajo el andrajoso título de "católico". 

¿Y nos sorprendemos de que la Iglesia esté en un estado de debilitamiento y esté desapareciendo?

Podríamos incluso rastrear los largos antecedentes temporales de "Amoris laetitia". Como tengo un espíritu algo anticuado, veo este documento como el mal fruto de ciertos desarrollos del segundo milenio en la Iglesia occidental. Indico brevemente dos en concretoLa forma rígidamente racionalista y dualista del tomismo promovida por los jesuitas en el siglo XVI y, en ese contexto, su elaboración de la comprensión casuística del pecado mortal en el siglo XVII. 

El arte de la casuística ha sido aplicado a una nueva categoría de ciencia sacra llamada "teología moral" en la que, me parece, la regla de cálculo es sabiamente empleada para estimar técnicamente, caso por caso, la culpabilidad mínima necesaria para evitar la imputación de pecado mortal. ¡Qué meta espiritual! ¡Qué visión espiritual! Hoy la casuística vuelve a levantar su fea cabeza bajo la nueva forma de LA ÉTICA DE LA SITUACIÓN y "Amoris laetitia", francamente, está llena de ella, ¡aunque fue expresamente condenada por San Juan Pablo II en la encíclica "Veritatis Splendor"!

 Peroración

¿Puedo exhortarles de alguna manera que pueda ser de ayuda? San Basilio pronunció una gran homilía sobre el texto: "Pero ten cuidado y guárdate bien" (Deut 4, 9). Ante todo debemos ocuparnos primero de nuestras disposiciones. En los Padres del desierto encontramos varias historias en las que un joven monje persigue su salvación eterna mediante la heroica mansedumbre de su obediencia a un abad con serias imperfecciones. Y al final obtiene también el arrepentimiento y la salvación de su abad. No debemos dejarnos tentar por reacciones de hostilidad hacia el Papa Francisco, pues corremos el riesgo de caer en el juego del diablo. Debemos honrar y sostener en la caridad también a este profundamente imperfecto Santo Padre, y rezar por él. Con Dios nada es imposible. Quién sabe, a lo mejor Dios ha puesto a Jorge Mario Bergoglio en esta posición para encontrar un número suficiente de personas que recen eficazmente por la salvación de su alma.

He observado que los cardenales Sarah y Pell callan. Puede que sea sabio hacerlo, al menos por ahora. Mientras tanto ustedes, los que tienen responsabilidades en el gobierno de la Iglesia, tendrán que dar disposiciones prácticas en lo que concierne a las cuestiones controvertidas de "Amoris laetitia". Ante todo, en nuestras mentes no debemos tener alguna duda sobre cuál es y será siempre la enseñanza real del Evangelio. Obviamente, debe intentarse cualquier estrategia de presión para una clarificación oficial de la futura práctica. Insto en particular a los obispos a hacer esto. 

Algunos de ustedes pueden encontrarse en situaciones muy difíciles respecto a sus iguales, casi exigiendo las virtudes de un confesor de la fe. ¿Están preparados para los latigazos, metafóricamente hablando, que pueden recibir? Desde luego pueden elegir la ilusoria seguridad de la vacuidad convencional y la simpatía superficial, una gran tentación para eclesiásticos como también para hombres de negocios. No lo aconsejo. Los tiempos son críticos, tal vez mucho más de lo que sospechamos. Estamos siendo puestos a prueba. "El Señor está aquí. Él te llama".

Sobre la disposición eucarística apropiada para los divorciados que se han vuelto a casar

Recientemente un amigo me ha enviado por e-mail algunos puntos sobre las disposiciones eucarísticas justas para los que están en "situaciones irregulares". En mi respuesta he expresado lo que pensaba sobre lo que creo deba ser la conducta espiritual y sacramentalmente aconsejable para un católico que se encuentra en una "situación irregular".

Hay una encantadora señora que viene habitualmente a misa a nuestra catedral y que se sienta atrás de todo. Tuve una conversación con ella y supe que se encuentra en una de estas "situaciones irregulares", pero es muy diligente en venir a misa aunque sin acceder a la santa comunión. No despotrica contra la Iglesia, ni dice "Es culpa de la Iglesia" o "¡Qué injusta es la Iglesia!", sentimiento que en cambio he oído de otros a los que he corregido con amabilidad. Encuentro que, en sus circunstancias, el comportamiento de esta señora es admirable.

La mejor actitud que pueden tener en la oración quienes están en estas situaciones y aún no han llegado a la medida de arrepentimiento requerido (y por lo tanto a la confesión), pero no quieren dejar de mirar hacia Dios, es presentarse ante el Señor en la misa en su estado de privación y necesidad, no corriendo hacia adelante para "arrebatar"  la eucaristía, sino intentando abrirse a la acción de la gracia y a un cambio de las circunstancias, si y cuando sea posible. Mi pensamiento sobre su situación es que es mejor que esperen honesta, aunque dolorosamente, en la tensión de su situación ante Dios, sin subterfugios. Creo que ésta es la mejor posición para el triunfo de la gracia. 

[A este respecto pienso que sería interesante para todos aquellos que estén atravesando momentos difíciles en su matrimonio la lectura del libro "Un juego de amor", de José María Zavala y de su esposa Paloma que estuvieron muchos años sin comulgar, conscientes de que se encontraban en una situación de pecado mortal (ahora se llama "irregular"), hasta que se produjo su conversión]

¿Quién de nosotros no se siente identificado con esta situación desigual causada por la lucha espiritual de la propia vida, como por ejemplo, el duro combate que hay que sostener ante una pasión aparentemente insuperable y de la que a duras penas se encuentra la vía de salida? ¿O el que sostenemos cuando nos sentimos atrapados durante mucho tiempo en un pecado antes de que nuestra vida moral pueda emerger en un lugar de mayor libertad? 

Recordemos la célebre oración de San Agustín a Dios la vigilia de su conversión definitiva: "Domine, da mihi castitatem, sed noli modo": "Señor, concédeme la castidad, pero no enseguida". Pienso que cuando estas personas asisten a misa y se abstienen de tomar la comunión, el suyo puede ser un gran testimonio para todos nosotros. Sí, es un grito que nos llama a considerar nuestra propia disposición al presentarnos a participar en los santísimos y deificantes Cuerpo y Sangre de nuestro Señor.

A propósito de lo cual, me viene a la cabeza una frase del actor Richard Harris, un aguafiestas católico no practicante durante muchos años: "Me he divorciado dos veces, pero prefiero morir como un mal católico que hacer que la Iglesia cambie para que se adapte a mí".

Encuentro que hay más honradez en esto que en… bueno, mejor que no lo diga.


Anna M. Silvas

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