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martes, 6 de diciembre de 2022

¿Qué dice Santo Tomás sobre el secreto de la Confesión?



Summa Theologiae, tercera parte y suplemento,
pregunta 11, art 1, el sello de la Confesión

Objeciones por las que parece que el sacerdote no está obligado en todos los casos a ocultar los pecados conocidos bajo el secreto de la confesión.

Por cierto:

1. Como afirma San Bernardo, "no puede oponerse a la caridad lo instituido para la caridad". Ahora bien, en algunos casos, mantener la confesión en secreto sería contrario a la caridad: cuando uno, el P. ej., sabe en confesión que una persona es hereje, y no puede hacerle desistir de pervertir al pueblo: o cuando en confesión llega a saber la afinidad entre personas que pretenden casarse. Por lo tanto, está obligado a revelar la confesión.

2. Lo que está obligado únicamente por un precepto de la Iglesia no debe observarse cuando la Iglesia da un mandato contrario. Ahora bien, el secreto de la confesión fue introducido sólo por una disposición eclesiástica. Por tanto, si la Iglesia manda que todo el que conoce un pecado determinado lo manifieste, el que lo conoce por confesión está obligado a hablar.

3. Uno está más obligado a salvaguardar la propia conciencia que la fama de los demás: ya que la caridad es ordenada. Pero a veces, al ocultar los pecados, se daña la conciencia: como cuando se le llama a declarar por esos pecados y se le obliga a jurar que dice la verdad; o cuando un abad se entera por la confesión del pecado de un prior dependiente de él que dejarlo en el cargo es la ocasión de su propia ruina, de modo que está obligado a eximirlo del cargo por un deber pastoral, pero eximiéndolo él parece revelar la confesión. Entonces, en ciertos casos, está permitido revelar la confesión.

4. Un sacerdote por la confesión puede darse cuenta de que uno de sus penitentes es indigno de la prelatura. Ahora bien, todos están obligados a oponerse a la promoción de personas indignas, cuando de él dependa. Por tanto, ya que con su oposición podría hacer sospechar el pecado, y por tanto revelar de alguna manera la confesión, es evidente que a veces es necesario revelar la confesión.

DE LO CONTRARIO:

1. En los Cánones leemos: "Cuídese el sacerdote de no traicionar al penitente con palabras, signos o de cualquier otro modo".

2. El sacerdote debe conformar su propia conducta a la de Dios, de quien es ministro. Ahora bien, Dios no revela sino que cubre los pecados manifestados en la confesión. Por lo tanto, ni siquiera el sacerdote debe revelarlos.

Respondo que: En los sacramentos los actos que se realizan externamente significan los que se realizan internamente. Luego la confesión con que uno se somete al sacerdote es el signo del interior con que se somete a Dios Ahora bien, Dios cubre con la penitencia el pecado de quien se somete a él. Luego esto debe ser significado en el sacramento de la penitencia. Por eso es necesario que la confesión permanezca en secreto; y porque el que revela la confesión peca como profanador del sacramento. También hay otros beneficios de este secreto; en efecto por esto los hombres se sienten más atraídos a la confesión; y confesar sus pecados con más sencillez.

SOLUCIÓN DE DIFICULTADES:

1. Algunos dicen que el sacerdote no está obligado a guardar bajo secreto de confesión sino los pecados que el penitente promete enmendar: si no, puede hablar de ellos a las personas que pueden beneficiarse de ellos para bien y no para mal. Pero esta opinión es errónea, por ser incompatible con la verdad del sacramento. En efecto, como el bautismo sigue siendo un verdadero sacramento, aunque se lo reciba con malas disposiciones, tampoco cambia nada de lo que es esencial al sacramento; así la confesión no deja de ser un acto sacramental, aunque el que confiesa no pretenda enmendarse. No obstante, por lo tanto, exige secreto. El secreto de la confesión tampoco es incompatible con la caridad. Porque la caridad no exige que lo que se ignora sirva de remedio al pecado. Bueno, lo que se sabe en la confesión se ignora prácticamente: porque uno no lo sabe como hombre, sino como Dios.Sin embargo, en los casos antedichos se debe procurar los remedios que sean posibles, sin revelar la confesión: esto es, amonestar al penitente y cuidar que los demás no sean pervertidos por la herejía. También puede exhortar al prelado a velar más diligentemente por su rebaño: pero sin decir ni insinuar nada que pueda traicionar al penitente.

2. El precepto de guardar la confesión en secreto está implícito en el mismo sacramento. Por tanto, como la obligación de confesar es de derecho divino, y no puede dispensarse de ella por ninguna licencia o mandato humano, así nadie puede ser obligado o autorizado por un hombre a revelar la confesión. Por lo tanto, si a uno se le ordena bajo amenaza de excomunión que diga si es consciente de ese pecado dado, no debe hablar: porque debe pensar que se le ordena condicionalmente, "si es consciente de él como hombre". Y aunque se le interrogue expresamente sobre la confesión, no debe hablar. Tampoco incurriría en excomunión por esto, ya que no está sujeto a su superior sino como hombre; ahora, él es consciente de esos pecados no como hombre, sino como Dios.

3. Un hombre sólo puede ser citado a declarar como hombre. Por tanto, sin perjuicio de la conciencia, el confesor puede jurar que no sabe lo que sabe sólo como Dios. Asimismo, el prelado puede dejar sin castigo y sin otro remedio el pecado que sólo conoce como Dios, pues no está obligado a usar remedios sino en la forma que le conviene. Por tanto, las cosas que le son referidas en el tribunal de penitencia, debe remediar en lo posible dentro de este tribunal. En el caso anterior, el P. por ejemplo, el abad debe insistir en que el penitente renuncie al priorato. O, si no quiere, puede eximirlo del cargo por alguna otra razón: pero para evitar cualquier sospecha de que revela el secreto de la confesión.

4. Uno puede ser indigno de la prelatura por muchas otras razones, además del pecado: por ejemplo, por falta de conocimiento, edad u otras cosas similares. Por tanto, quien se opone no hace sospechar un delito, ni revela la confesión. - 

sábado, 28 de agosto de 2021

A los camioneros australianos se les ha acabado la paciencia con su gobierno: “Vamos a por ustedes y no podrán hacer nada para evitarlo”

 EL DIESTRO


Duración 1:10 minutos


Las imágenes que nos están llegando de Australia con toda esta dictadura que se está imponiendo con la excusa de la pandemia son absolutamente repugnantes. Niños arrancados de los brazos de los padres para vacunarlos, sanitarios golpeando a mujeres que no quieren ser vacunadas, policías haciendo lo mismo con todo aquel que se niegue a vacunarse o se le ocurra salir a la calle… en fin, es tremendo lo que estamos viendo.

Pero sobre todo, lo que más nos está indignando a todos, sobre todo a los camioneros australianos, es lo que está haciendo esa basura de gobierno que padecen con los niños. Ese vacunódromo que montaron para vacunar a más de 20.000 niños manteniéndolos alejados de sus padres es absolutamente asqueroso porque, además, ya hay niños a los que se vacunó que están sufriendo las consecuencias.

Pero parece que, por suerte, al pueblo australiano se le está acabando la paciencia y los que están asumiendo el liderazgo de esa indignación son los camioneros. Si ya en estos últimos días publicábamos un vídeo en el que anunciaban un bloqueo de todo el país para luchar contra el gobierno, hoy publicamos otro en el que se demuestra que la indignación va en aumento.

Esperemos que consigan parar todo lo que está sucediendo. Estamos con ellos, no solo porque queremos la libertad para todo el mundo , también porque estamos seguros que como a estos criminales le salga bien el experimento de Australia, posteriormente irán a por todo el mundo.

lunes, 5 de octubre de 2020

Cardenal George Pell quiere saber más sobre el dinero de Becciu para Australia

 ES. NEWS


El abogado del cardenal George Pell, Robert Richter, pidió una investigación internacional por medio de autoridades fiscales para rastrear el dinero misterioso que llegó a Australia a través del cardenal opositor Angelo Giovanni Becciu.

El total de la suma fue de 700.000 euros, según informa el 5 de octubre el sitio web Afr.com. El sitio web TheTimes.co.uk afirmó el 4 de octubre que Becciu “robó fondos para sobornar testigos” en el caso contra el cardenal Pell llevado adelante por un desacreditado tribunal.

Becciu negó la acusación: “Niego categóricamente haber interferido de alguna manera en el juicio contra el cardenal Pell”.

viernes, 10 de julio de 2020

El cardenal Pell relata su estancia en prisión: “Nunca me he sentido abandonado”



“La vida de prisión me quitó cualquier excusa de estar demasiado ocupado para rezar, y mi vida diaria de oración me sostuvo. He tenido un breviario desde la primera noche y he comulgado cada semana”.


(First Things)- Hay mucha bondad en las cárceles. Y estoy seguro que, en ocasiones, pueden ser el infierno en la tierra. Yo he tenido la suerte de ser mantenido a salvo y de que me trataran bien. Me ha impresionado la profesionalidad de los guardias, la fe de los prisioneros y la existencia de un sentido moral en el más oscuro de los lugares.

He pasado trece meses en aislamiento: diez en una cárcel de Melbourne y tres en la de Barwon. En Melbourne, el color del uniforme de preso es verde, pero en Barwon es rojo cardenalicio. En diciembre de 2018 me condenaron por antiguos abusos sexuales contra niños, a pesar de mi inocencia y de la incoherencia del caso presentado por la Fiscalía de la Corona contra mí. Pero en abril de este año, el Tribunal Supremo de Australia ha anulado mi condena por unanimidad. Mientras esto sucedía, yo había empezado a cumplir mi condena de seis años.

En Melbourne vivía en la celda número 11, unidad 8, quinto piso. Mi celda medía unos siete-ocho metros de largo por unos dos de ancho, lo suficiente para la cama, que tenía una base firme, un colchón no demasiado grueso y dos mantas. Entrando a la izquierda había unas estanterías bajas con una tetera, una televisión y un espacio para poder comer. Al otro lado del angosto espacio había un lavabo con agua fría y caliente y un hueco para la ducha, con agradable agua caliente. A diferencia de muchos hoteles pijos, había una lámpara de lectura eficiente en el muro, encima de la cama. Al haber sido operado de ambas rodillas un par de meses antes de entrar en prisión, al principio utilizaba un bastón para caminar. Sin embargo, luego me dieron una silla alta de hospital, lo que fue una bendición. Las normas sanitarias exigían que cada prisionero pasara una hora diaria al aire libre, y a mí me permitieron dividir esa hora en dos ratos de media hora cada uno. En ningún lugar de la unidad 8 había cristales transparentes, por lo que desde mi celda lo único que podía distinguir era la noche del día, nada más. Nunca vi a los otros once prisioneros.

Pero sí que los oía. La unidad 8 estaba formada por doce pequeñas celdas a lo largo de un muro exterior, y los prisioneros “ruidosos” estaban en un extremo. Mi celda estaba en el extremo “Toorak”, llamado así por un suburbio rico de Melbourne, pero que era exactamente igual que el extremo ruidoso, aunque generalmente sin el estruendo y los gritos de esos prisioneros angustiados y enfadados, a menudo destrozados por las drogas, sobre todo cristal. Solía asombrarme del tiempo que podían pasar dando puñetazos, y un guardia me explicó que pateaban como caballos. Algunos inundaban sus celdas, o las ensuciaban. De vez en cuando tenían que llamar a la unidad canina, o tenían que controlarlos con gas. La primera noche me pareció oír a una mujer llorando; otro prisionero llamaba a su madre.

Estuve aislado por protección, porque los condenados por abusos sexuales contra niños, sobre todo si son sacerdotes, son objeto de ataques físicos y violencia. Sólo me amenazaron en una ocasión, cuando estaba en una de las dos zonas adyacentes de ejercicio separados por un muro alto, con una apertura a la altura de la cabeza. Mientras caminaba a lo largo del perímetro, alguien me escupió a través de la red que cubría el espacio abierto, y empezó a lanzarme improperios. Me cogió de sorpresa y me giré furioso para enfrentarme a mi asaltante y reprenderle. Salió huyendo de mi vista, pero siguió insultándome, llamándome “araña negra” y otros epítetos nada halagadores. Tras mi reprimenda inicial, permanecí en silencio, aunque después me quejé y dije que no saldría a hacer ejercicio si ese tipo seguía estando al otro lado del muro. Un día o dos más tarde, el supervisor de la unidad me dijo que ese joven criminal había sido trasladado porque había hecho “algo peor” a otro prisionero.

Hubo otras ocasiones, pocas, en que el resto de prisioneros de la unidad 8 me criticaron e insultaron durante las largas horas de confinamiento -desde las 16:30 hasta las 7:15 de la mañana siguiente. Una tarde, oí un fuerte debate sobre mi culpabilidad. Uno de los prisioneros me defendió anunciando que estaba dispuesto a apoyar al hombre que había sido defendido públicamente por dos primeros ministros. La opinión entre los prisioneros sobre mi inocencia o culpabilidad estaba dividida, como en muchos sectores de la sociedad australiana; en cambio, los medios de comunicación, con alguna honrada excepción, era abiertamente hostiles. Una persona que ha pasado décadas en la cárcel me escribió para decirme que era el primer sacerdote condenado del que había oído que tenía algo de apoyo entre los prisioneros. De mis tres compañeros prisioneros en la unidad 3 de Barwon no recibí más que amabilidad y amistad. La mayoría de los guardias de ambas cárceles reconocieron que yo era inocente.

La antipatía entre los prisioneros por quienes son acusados de abusar sexualmente contra niños y jóvenes es universal en el mundo anglófono, un ejemplo interesante de la ley natural abriéndose paso a través de la oscuridad. Todos nosotros sentimos la tentación de despreciar a quienes definimos peor que nosotros mismos. Incluso los asesinos comparten el desprecio por quienes violan a los jóvenes. Por muy irónico que sea, este desprecio no es malo del todo, porque expresa una creencia en la existencia del bien y el mal, una creencia que a veces surge en las cárceles por vías sorprendentes.

Muchas mañanas, en la unidad 8, podía oír el canto de los musulmanes llamando a la oración; en cambio, otras se sentían vagos y no llamaban, pero tal vez rezaban en silencio. El lenguaje, en la cárcel, es grosero y repetitivo, pero raramente se oyen maldiciones o blasfemias. El prisionero al que le pregunté sobre este hecho me respondió que pensaba que era un signo de fe en Dios, no una señal de su ausencia. Sospecho que tampoco los prisioneros musulmanes toleraban la blasfemia.

Me escribieron prisioneros de muchas cárceles; algunos de ellos lo hacían con regularidad. Uno de los que me escribió fue el hombre que preparó el altar en el que celebré la última Misa de Navidad en la cárcel de Pentridge en 1996, antes de que la cerraran. Otro me escribió que se sentía perdido en la oscuridad, y me preguntaba si le podía sugerir algún libro. Le aconsejé que leyera el Evangelio de Lucas y empezara la Primera Epístola de Juan. Otro era un hombre de fe profunda y devoto del Padre Pío de Pietrelcina. Había soñado que me liberarían. Su sueño se demostró prematuro. Otro me escribió que los criminales de carrera estaban de acuerdo en que yo era inocente y me habían colgado el marrón; añadió que era extraño que los criminales pudieran ver la verdad, y no los jueces.

Como a la mayoría de los sacerdotes, mi trabajo me había hecho entrar en contacto con una gran variedad de personas, por lo que los prisioneros no me sorprendieron demasiado. Pero sí lo hicieron los guardias, y fue una sorpresa placentera. Algunos eran amables, uno o dos eran inclines a la hostilidad, pero todos eran profesionales. Si hubieran permanecido resueltamente en silencio, como hicieron durante meses los guardias del cardenal Van Thuận cuando este estaba en aislamiento total en Vietnam, la vida hubiera sido mucho más difícil. La hermana Mary O’Shannassy, la religiosa responsable de la capellanía penitenciaria de Melbourne, con veinticinco años de experiencia, que lleva a cabo un trabajo increíble -un hombre condenado por asesinato me dijo ¡que le tenía miedo!-, hablaba bien del personal de la unidad 8. Después de perder mi apelación ante el Tribunal Supremo de Victoria, pensé en no apelar al Tribunal Supremo de Australia, puesto que si los jueces iban a cerrar filas entre ellos, no quería colaborar en esa costosa farsa. El alcaide de la prisión de Melbourne, un hombre más corpulento que yo y muy directo, me instó a perseverar. Me animó y le estoy muy agradecido por ello.

La mañana del 7 de abril, una cadena de televisión nacional anunció el veredicto del Tribunal Supremo sobre mi caso. Desde mi celda vi a un asombrado y joven reportero del Canal 7 informando al país que había sido exonerado; y lo que le dejó aún más perplejo es la unanimidad de los siete jueces. Los otros tres prisioneros de mi unidad me felicitaron y pronto me vi libre en un mundo confinado por el coronavirus. Mi viaje fue extraño. Dos helicópteros de la prensa me siguieron desde Barwon al convento carmelita, en Melbourne; al día siguiente, dos coches de prensa me acompañaron durante los 880 kilómetros que duró mi viaje a Sydney.

Para muchos, el tiempo en la cárcel es una oportunidad para reflexionar y enfrentarse a las verdades fundamentales. La vida de prisión me quitó cualquier excusa de estar demasiado ocupado para rezar, y mi vida diaria de oración me sostuvo. He tenido un breviario desde la primera noche y he comulgado cada semana. En cinco ocasiones he ido a misa, aunque no he podido celebrarla, un hecho que me entristeció particularmente en Navidad y Pascua.

Mi fe católica me ha sostenido, especialmente porque me ha hecho comprender que mi sufrimiento no tenía por qué ser inútil, sino que podía unirse al de Cristo Nuestro Señor. Nunca me he sentido abandonado, sabiendo que el Señor estaba conmigo, a pesar de que no comprendía que hacía Él durante la mayor parte de esos trece meses. Durante muchos años he hablado del sufrimiento e insistido que el Hijo de Dios también había tenido pruebas en esta tierra, y ese hecho me ha consolado en este tiempo. Así que he rezado por mis amigos y enemigos, por mis defensores y mi familia, por las víctimas de abuso sexual y por mis compañeros de cárcel y los guardias.

Publicado por el cardenal George Pell en First Things.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

jueves, 16 de abril de 2020

Pell, siempre Pell



En la larga entrevista al recién liberado cardenal Pell, «se respaldan los rumores de que lo que sucedió puede estar relacionado con sus reformas financieras»

En Australia, mientras tanto, siguen las amenazas de muerte contra él y tenemos nuevas acusaciones: la persecución continúa. No guarda rencor contra su acusador, a quien preguntó «si no lo habrán utilizado». 

Es muy claro respecto a las molestias que ocasiona el cristianismo: «a muchas personas no le gustan los cristianos que enseñan lo que dice el cristianismo, especialmente sobre la vida, la familia y cuestiones similares»; «hay un intento sistemático de eliminar las raíces legales judeocristianas, con ejemplos de matrimonio, vida, género y sexo opuestos a ellos; desafortunadamente hay poca discusión racional y un papel excesivo para el hombre»

Pasa de refilón el papelón del Papa Francisco en todo el proceso y se siente «absolutamente» apoyado, pero entra de lleno en lo que interesa ahora mucho más al cardenal, dejando atrás las imposibles reformas financieras: «sus opiniones teológicas no se alinean exactamente con las de Francisco». «Creo que aprecia mi honestidad y quizás el hecho de que le cuente cosas que otras personas no tienen el coraje de decírselo; creo que me respeta por eso»

Las televisiones australianas han transmitido imágenes de la llegada de la policía cerca del seminario que actualmente lo alberga. Según lo informado a New Compass, la policía habría llegado al edificio de Homebush tras la llamada del rector, preocupado por la multiplicación de amenazas de muerte dirigidas al cardenal. 

Al cardenal Pell le gustaría regresar a Roma, una vez que termine la emergencia del Coronavirus. 

El cardenal Pell está adquiriendo un protagonismo importante en este momento de agonía del pontificado.

Specola

martes, 14 de abril de 2020

La policía australiana vuelve a la carga con una nueva investigación contra Pell (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA


La policía australiana acaba de anunciar que ha iniciado una nueva investigación de abusos sexuales a menores en torno al cardenal George Pell, recién liberado.

El Cardenal Pell ha sido hallado “no culpable” y liberado tras haber pasado trece meses y diez días en la cárcel, condenado en dos sentencias sucesivas por un delito especialmente repugnante de asalto sexual a dos menores cuando era Arzobispo de Melbourne. Tuvo, para comparecer ante los tribunales australianos, que interrumpir su tarea en Roma, donde ocupaba un puesto en el estratégico Consejo de Cardenales que asesora al Papa y, sobre todo, acababa de descubrir, como responsable de las finanzas vaticanas, un colosal agujero en las cuentas de la Santa Sede.

En estos momentos, George Pell es un hombre extraordinariamente peligroso, y sin duda odiado por muchos que verán con extrema preocupación su puesta en libertad.

En primer lugar, para las autoridades australianas. La Justicia australiana ha quedado a la altura del betún, sometiendo al cardenal a un juicio con las garantías y la imparcialidad de un tribunal soviético de la era de Stalin. Fue condenado por un hecho acaecido hace décadas, con la sola palabra del denunciante y contra el testimonio -rechazado por el tribunal- de más de una docena de personas. Incluso la reconstrucción de los hechos, teniendo en cuenta el escenario -la catedral de Melbourne- y el momento -al finalizar una celebración eucarística celebrada por él mismo- destruía la verosimilitud del delito, que hubiera sido casi milagroso de haberlo cometido efectivamente.

En un caso penal, se supone que el jurado debe quedar convencido de la culpabilidad del reo más allá de toda duda razonable, y lo que se hizo fue condenar más allá de toda duda razonable. No fue un error casual, ni Pell era un reo aleatorio: se trataba de una sentencia obtenida bajo una intensísima presión de determinados medios de comunicación australianos en plena psicosis del escándalo mundial de la pederastia clerical. Ha sido, en definitiva, un chivo expiatorio, al que solo el cúmulo de absurdos procesales ha conseguido salvar in extremis. Pero la imagen del imperio de la ley, del Estado de Derecho en Australia ha quedado irreparablemente dañada.

Si la acusación y el devenir del juicio tienen o no que ver con su actuación como responsable de las turbias finanzas vaticanas -como cree nuestro Specola- es algo que, en este momento, ignoramos en absoluto, aunque la frialdad de algunas ‘felicitaciones’ -o silencios- curiales no reflejan precisamente entusiasmo. En cualquier caso, Pell anunció un multimillonario agujero contable que tendrá sus responsables y que tendrá que aclararse en algún momento.

Vivo y en libertad, Pell es un peligro para muchos. Pell puede, con toda probabilidad, dar nombres o, en el mejor de los casos, reavivar la investigación que tuvo que dejar a medias. Basta que un periodista vuelva a preguntarle por lo que encontró en las cuentas de la Santa Sede para que fuerce la reapertura de un proceso que, estamos seguros, algunos querrán enterrado y olvidado.
 
Carlos Esteban

El curioso caso del cardenal Pell: “Se ha reclutado el poder del Estado para destruir a Pell”




Por el P. Glen Tattersall
Melbourne, Victoria

Especial para Rorate Cæli

“Se ha reclutado el poder del Estado para destruir a Pell. Esta situación no se puede esconder bajo la alfombra”. Esto ha escrito Paul Kelly, un prominente comentarista político de Australia, en el periódico The Australian el miércoles santo. Un día antes, la totalidad de los magistrados de la Corte Suprema del país, por un margen de siete a cero, anuló cinco condenas de abusos infantiles por las que el cardenal George Pell pasó trece meses y diez días en una cárcel de Melbourne, casi todo el tiempo en un confinamiento en solitario. Así, se le negó la oportunidad de celebrar misa y no tuvo acceso a los sacramentos en todo ese tiempo.

En el último momento, el más alto tribunal de la nación redimió parte de la credibilidad que el sistema de justicia australiano había perdido, al recordar a la nación y al mundo que el imperio de la ley aún no ha muerto. Tal afirmación, sin embargo, sigue dudosa en Victoria (el segundo estado más grande de Australia en cuanto a población). Ahí la conducción del caso Pell violó de forma rutinaria principios de justicia reconocidos como sacrosantos en cualquier sociedad civilizada.

La condena de su eminencia, basada en el testimonio infundado de un solo acusador, sin ninguna prueba forense o documental y sin ningún otro testigo, tuvo más bien reminiscencias de los procesos judiciales de los estados totalitarios, en los que el juicio resulta normalmente acorde con las costumbres políticas y culturales del estado y con las expectativas de la élite que gobierna.

En el caso Pell, todo giraba en torno a la credibilidad del querellante, cuyo nombre sigue estando reservado en Australia. Tampoco se le requirió que apareciera en persona, ni siquiera en una sala cerrada. En el primer juicio, dio sus pruebas a través de una conexión por video desde un lugar remoto, confortado por ¡un perro de apoyo emocional! En el segundo juicio, que tuvo lugar después de que el jurado del primero no lograra alcanzar un veredicto, se hizo ver de nuevo el interrogatorio del querellante a un jurado nuevo. En ambos juicios, al equipo de defensores del cardenal (y, por lo tanto, al jurado) se le negó el acceso a pruebas vitales: en concreto, que el querellante tenía una historia de serios problemas psicológicos que habían requerido tratamiento.

Fueron múltiples las deficiencias en el modo en que se condujeron ambos juicios, incluido el error de no llevar al jurado a la catedral de St. Patrick una mañana ajetreada de domingo para que viera la atmósfera en que supuestamente ocurrieron los delitos. La vergonzosa decisión del tribunal de apelación de Victoria, con un margen de dos a uno, de rechazar la apelación del cardenal en agosto de 2019, agravó la injusticia. Los jueces en su mayoría basaron su decisión en la credibilidad del querellante. Sólo el juez disidente, Mark Weinberg, uno de los juristas australianos más experimentados en asuntos criminales, se mostró “bastante poco convencido” por las pruebas del acusador. En un dictamen de 204 páginas, argumentaba que la condena de Pell “no se sostiene” porque existía una posibilidad muy significativa de que el cardenal fuera inocente.

En el veredicto pronunciado en la Semana Santa de 2020, la Corte Suprema ha estado de acuerdo con él.

No así el premier de Victoria, Daniel Andrews, el líder político del estado. Ha publicado una breve declaración después de la decisión de la Corte Suprema: “Tengo un mensaje para cada una de las víctimas y supervivientes de los abusos sexuales a niños: os veo, os oigo, os creo”.

Con tal afirmación extraordinaria y peligrosa, en efecto ha declarado una “presunción de culpabilidad” sobre cualquier acusado de abusos sexuales a niños. Los que importan más, ha dicho Andrews, son “las víctimas”.

Pero esto es cambiar la cuestión. No había tal “víctima” en el caso de Pell, sólo un acusador cuya querella estaba mal. En este caso, la única víctima ha sido el cardenal Pell, que fue injustamente condenado y encarcelado.

La Victoria de Andrews encabeza a la nación en fomentar la llamada “fluidez de género” entre los niños y adolescentes, hace alarde de las peores leyes del aborto de Australia (que han copiado otros estados) y aprobó leyes de eutanasia izquierdistas el año pasado, que causaron la muerte de 52 personas en los primeros seis meses. El premier también es responsable de leyes de declaración obligatoria, que exigen a los sacerdotes violar el secreto de confesión. De manera increíble, Andrews, un católico que se ha opuesto a las enseñanzas y a la disciplina católicas en cada ocasión, y cuyos hijos van a un colegio católico, nunca ha sido reprendido (y mucho menos se le ha impuesto una pena canónica) por parte del obispo de la diócesis de Victoria. Andrews también secundó la iniciativa Belt and Roan del Partido Comunista Chino. El virus de Wuhan no parece haber levantado ningún recelo en cuanto a esta política.

Lejos de repudiar la reacción de Andrews ante la decisión de la Corte Suprema sobre Pell, algunos de nuestros obispos han cometido el error de adoptar el mismo lenguaje y acercamiento, aunque un poco aguado. Hay un tiempo y un lugar para reconocer el daño que han hecho a menores los pecadores que han cometido abusos sexuales. Esta no era la ocasión. En este grueso error de la justicia no había “víctima” alguna de abusos sexuales, sólo un querellante.

El arzobispo de Brisbane, Mark Coleridge, el presidente de la Conferencia Episcopal Australiana, hizo una declaración que levantaba una valla:

“El resultado de hoy será bienvenido para muchos, incluidos los que han creído en la inocencia del cardenal a lo largo de este duradero proceso”, ha dicho. “También reconocemos que la decisión de la Corte Suprema puede ser desoladora para otros. Mucha gente ha sufrido mucho durante el proceso que ahora ha llegado a su conclusión”.

Curiosamente, Coleridge, que normalmente es un tuitero muy parlanchín, ignoró el asunto en su cuenta de Twitter, a pesar de su significación para la Iglesia y de que el caso sea uno de los más controvertidos asuntos criminales en la historia del país. Tal omisión parece incomprensible por parte del presidente de la Conferencia Episcopal Australiana que, al dar la bienvenida este año al Año de la Rata, tuiteó que se sentía “optimista, lleno de energía, listo y adaptable”,

El arzobispo de Hobart, Julian Porteous, ha sido más valiente al alabar la “revisión legal, profesional y precisa de las condenas” por parte del Alto Tribunal. Y el sucesor del cardenal, el arzobispo de Sydney, Anthony Fisher, abogado cualificado, ha señalado cuestiones obvias que pasaron por alto la mayoría de sus colegas. Las deliberaciones de la Corte Suprema les llevaron a creer que “se había condenado a un inocente”. El caso, ha dicho el arzobispo Fisher, “no ha sido sólo un juicio al cardenal Pell, sino también a nuestro sistema legal y a nuestra cultura”.

El arzobispo de Melbourne, Peter Comensoli, ha afirmado que “el cardenal Pell fue condenado y encarcelado erróneamente”. El cardenal Pell, ha dicho, mantuvo categóricamente su inocencia “y ahora es libre para vivir su vida pacíficamente en la comunidad”.

El padre Frank Brennan S.J., prominente activista por la justicia social y también abogado, se ha fijado en el detalle legal.

Según ha escrito en The Australian, el padre Brennan señala que, en el primer juicio, la fiscalía llamó a 23 testigos “que participaban en la celebración de la misa solemne de la catedral o que eran miembros del coro en 1996 y/o 1997”.

“Muchos de estos testigos eran también plenamente creíbles, aunque su fiabilidad vacilaba a veces, dado que intentaban recordar lo que pudieron haber estado haciendo después de la misa en la catedral de St. Patrick, un domingo en particular de 22 años atrás. La sinceridad de estos testigos no fue cuestionada por la fiscalía”, escribió.

“La Corte Suprema se dio cuenta de que muchos de estos testigos habían dado pruebas consistentes que situaban a Pell en la escalinata de la catedral durante por lo menos 10 minutos después de las misas del 15 y del 22 de diciembre de 1996, las únicas fechas posibles en que los cuatro primeros delitos se podrían haber cometido. La fiscalía “concedió que los delitos alegados en el primer incidente podrían no haberse cometido si, después de la misa, (Pell) había estado en la escalinata de la catedral saludando a los congregados durante 10 minutos”. La Corte también halló que había pruebas incuestionables por parte de testigos sinceros que situaban a Pell en compañía de su maestro de ceremonias cuando regresó a la sacristía de los sacerdotes para quitarse las vestiduras. Más aún, hubo pruebas suficientes de “un tráfico continuo hacia y fuera de la sacristía de los sacerdotes durante 10 o 15 minutos” después de que los monaguillos regresaran a la sacristía al final de la procesión y la conclusión de la misa. No hubo ni un lapso de cinco a seis minutos para que ocurrieran los delitos con Pell, el querellante y su compañero solos en la sacristía, juntos y sin interrupción, directamente después de la misa.”

De forma increíble, ni uno de los obispos australianos (que yo sepa) ha requerido públicamente una investigación pública sobre la conducta de la policía de Victoria y el sistema de justicia del estado en el caso Pell.

La policía comenzó su caza de brujas contra Pell en 2013. Sin queja alguna ante ellos, lanzaron la estrambóticamente llamada “operación Tethering” [operación anclaje]. Era la “operación coger a Pell”, escuchada la primera vista. Poco antes de la Navidad de 2015, la policía se fue a una expedición de pesca. Como informó The Age: “La Iglesia Católica de Melbourne ha sido golpeada con abusos sexuales a niños sólo dos días antes de Navidad, al seguir la policía acusaciones que caen directamente bajo el liderazgo de George Pell. En una rara declaración pública, los detectives del grupo que investiga acusaciones pasadas de abusos han hecho un requerimiento de información sobre abusos sexuales en la catedral de St. Patrick entre 1996 y 2001” (el periodo de mandato de Pell como arzobispo de Melbourne). Sobre esto hay preguntas que deben contestarse. Una sociedad libre bajo el imperio de la ley investiga delitos, no personas.

El antiguo jefe ejecutivo del Consejo Eclesial de Verdad, Justicia y Curación, Francis Sullivan, ha reflejado el punto de vista de muchos del establishment modernista de la Iglesia cuando ha dicho que la decisión de la Corte Suprema dejará a muchos aliviados, a otros confundidos y a otros enojados. El cardenal Pell, ha asegurado, “ha sido una personalidad divisiva, no particularmente popular, un poco guerrero ideológico y un pararrayos del descontento durante mucho tiempo”.

Aunque desafortunados, los comentarios de Sullivan tienen un elemento de verdad. Su eminencia, aunque no sea personalmente un tradicionalista litúrgico, fue generoso con los tradicionalistas al ser una figura central en la reforma conservadora de la liturgia postconciliar (especialmente en su papel de presidente del comité Vox Clara). Como arzobispo de Melbourne y Sydney, fue valiente, claro y directo en la defensa de la enseñanza católica central sobre la fe y la moral, y un defensor robusto y visible de la Fe en las guerras culturales. Como tal, era demasiado conservador para la mayoría de los obispos australianos y miembros del establishment de la Iglesia, muchos de los cuales o simpatizaban con el enemigo o querían una vida tranquila. Esa es la razón principal por la que los obispos nunca eligieron a Pell como presidente de la Conferencia Episcopal Australiana.

La gente de los bancos discernía mejor. En Australia, como en el resto del mundo, han ayudado al cardenal Pell con oraciones, misas, novenas, vigilias y devociones a lo largo de su dura prueba. En la cárcel, con frecuencia recibía 50 cartas al día de los que le deseaban el bien. Les gustaba como arzobispo y recordaban su fuerte liderazgo. Saltan de gozo porque se ha enmendado una gran injusticia. Muchos australianos no católicos (no los miembros de la clase charlatana) comparten nuestro alivio y nuestra alegría.

Este doloroso fiasco, no obstante, ha expuesto el gran abismo que hay entre los tímidos líderes progresistas de la Iglesia y el sensus fidelium…

–El P. Glen Tattersall es párroco de St. John Henry Newman de Melbourne, Victoria, la parroquia de la misa tradicional de la ciudad—

Artículo original. Traducido por Natalia Martín

Cardenal Pell hablará públicamente – Impactantes revelaciones



El anfitrión de Sky News Australia, Andrew Bolt, un agnóstico que, al igual que Gloria.tv, siempre mantuvo la inocencia del cardenal Pell, hará el 14 de abril una entrevista en vivo al cardenal Pell.

En un comentario efectuado el 13 de abril, Bolt califica el rol de la policía de Victoria como “uno de los más grandes escándalos” en torno a la persecución contra Pell.

La policía acusó “26 veces” con delitos de abuso infantil después de haber promocionado a los acusadores: “En cada una de las ocasiones, la acusación fue tan estúpida, tan débil, tan mal investigada o todo ello junto que las acusaciones tuvieron que ser retiradas y ahora han sido desestimadas”.

Bolt formula la impactante revelación que “ellos están preparando todavía otro caso”.

Él critica ferozmente el rol de la emisora estatal australiana (ABC) que durante un año ha llevado a cabo una “caza de brujas” contra Pell:

“Ni una sola vez he escuchado a un presentador o a un reportero de ABC expresar dudas sobre esta bizarra historia de violación, en la que una de las presuntas víctimas dijo que no había sido violada en absoluto”.

Bolt anuncia que, en la entrevista, el cardenal Pell “se defenderá” y también hablará sobre “el rol de los corruptos funcionarios vaticanos”.

domingo, 12 de abril de 2020

Cardenal Pell: la persecución NO terminó



Su condena fue revocada, pero el cardenal mártir George Pell todavía enfrenta demandas civiles a partir de las falsas denuncias de abuso.

El padre de uno de los acusadores, ahora fallecido, afirma que los “abusos” de Pell, que nunca sucedieron, causaron la ruina de su hijo.

Una segunda demanda civil, basada en las mentiras descaradas, ya ha sido archivada.

Una tercera demanda se refiere a abusos cometidos por un ex Hermano Cristiano a quien Pell, como vicario episcopal en Ballarat, “ayudó” presuntamente a trasladarse de escuela en escuela. Esto también es mentira, dado que los Hermanos Cristianos no están bajo supervisión diocesana.

Después de la liberación de Pell, militantes del odio embadurnaron con grafitis la catedral de San Patricio, en Melbourne, y la puerta del monasterio donde Pell pasó la noche.

Al día siguiente Pell abandonó el lugar, pero los equipos de noticias anti-Iglesia lo persiguieron.

La cobarde Conferencia Episcopal Australiana no mostró apoyo para Pell, mientras que el arzobispo Nguyen Chi Linh, presidente de la Conferencia Episcopal Vietnamita, lo felicitó de todo corazón por su liberación, diciendo que la estaban esperando

Kathy Clubb reveló en el sitio web RemnantNewspaper.com que Pell escribió detrás de los barrotes de la cárcel un manuscrito de 300.000 palabras sobre su experiencia en los últimos años, el cual será publicado.

Ahora, la notoriamente corrupta jurisdicción vaticana comenzará a perseguir a Pell con un proceso canónico. Según fuentes eclesiásticas, se incluirán las mentiras de los falsos acusadores de Pell.
 

jueves, 9 de abril de 2020

El proceso a Pell



La inocencia de Pell sigue coleando entre la alegría de muchos y el silencio de los medios adictos al régimen. Por si las cosas no estaban claras cada vez las tenemos mucho más. Esperemos que el cardenal se reponga de la tortura sufrida, por propios y extraños, y sigamos contando con un buen defensor de la tradición católica. Por la forma de hablar, el Papa Francisco da por hecho que sobrevivirá a la epidemia a pesar de contar con todas las variantes naturales para que no sea así: sus años, su salud y las patologías previas hacen que estemos ante un riesgo alto de contagio con consecuencias irreversibles. Las cosas son como son y estamos ante un periodo en que necesariamente tendremos que pensar mucho más en el futuro que en el pasado. El cardenal Pell vuelve con un autoridad crecida y pensamos que tiene delante años decisivos. Sin duda. Dios escribe derechos con renglones muy torcidos.

Specola

La Pascua del cardenal Pell. Con los comentarios de Ruini y Müller



 

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“Lo que más deseo ahora es celebrar una misa”, ha dicho el cardenal George Pell en cuanto ha sido puesto en libertad tras más de 400 días de reclusión, en un coloquio exclusivo con Catholic News Agency. “La semana santa es el tiempo más importante en la Iglesia y estoy especialmente feliz de que la sentencia haya llegado en este momento. El triduo pascual, que es el centro de nuestra fe, será aún más especial para mí este año”.

El cardenal (en la foto de Quinn Rooney para Getty Images mientras abandona la cárcel de Barwon) ha dicho que ha recibido un número “increíble” de mensajes de Australia y de todo el mundo.

Efectivamente, el día 7 de abril, martes santo, algunos cardenales han mostrado públicamente su alegría por la revocación de la sentencia.

Desde Italia, el cardenal Camillo Ruini ha declarado a la agencia ANSA:
“Estoy sumamente feliz por la absolución del cardenal George Pell de las acusaciones de pedofilia. A él me unen una profunda amistad y una enorme estima. Nunca he dudado de su inocencia, que ahora es reconocida. Pell es un testigo auténtico de Jesucristo, que ha pagado un precio altísimo por su fidelidad al Señor y a la Iglesia. Su ejemplo de valor y de generosidad es una luz para toda la Iglesia”.
Desde Sudáfrica, el cardenal Wilfrid Napier ha tuiteado un “Deo gratias!”.

Desde Alemania, el cardenal Gerhard Müller ha dicho a LifeSite News:
“Ahora que el cardenal Pell está de nuevo en libertad, en esta semana santa recordemos a Cristo que ‘padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente’ (1 Pedro 2, 21-23)”.
Prosigue:
“Aunque los enemigos de la Iglesia han triunfado durante mucho tiempo, doblegando la ley ante la mirada de todos, el cardenal Pell y todos los perseguidos por su fe han apelado al Dios de la justicia. Aunque quienes persiguen a la Iglesia se burlan de nuestra esperanza en la justicia celeste, no podrán sustraerse a sus responsabilidades en el juicio final”.
Y ha concluido:
“Muchos ahora están rezando para que el cardenal Pell recibe justicia también en el tribunal eclesiástico. Aunque las que actúen en él son personas, deberían sin embargo estará más cerca de la justicia divina”.
A CNA el cardenal Pell ha relatado que supo la noticia por la televisión, en su celda. “Naturalmente, no había nadie con quien pudiera hablar de ello. Pero he sentido un gran clamor procedente de alguna parte de la cárcel y tres prisioneros en celdas cercanas a la mía han gritado que estaban contentos por mí”.

Ha vivido su tiempo de reclusión como "un largo retiro", para reflexionar, escribir y, sobre todo, rezar: “La oración ha sido la gran fuente de fuerza para mí durante todo este tiempo, incluida la oración de los demás, y estoy muy agradecido a todos los que han rezado por mí y me han ayudado durante este tiempo realmente arduo”.
 
Sandro Magister

miércoles, 8 de abril de 2020

Otro Via Crucis: Cardenal Pell se encuentra con sus “obispos hermanos”



La fría reacción de los supuestos hermanos del cardenal Pell después de su liberación asombra a Marco Tosatti, según publica el 8 de abril el sitio web LaNuovaBq.it.

El obispo de Brisbane, monseñor Mark Coleridge, protegido de Pell y presidente de la Conferencia Episcopal Australiana, no expresó alegría ni compasión para Pell. En vez de ello pronunció palabras abstractas que expresaron mucha comprensión para la multitud que quiso linchar a Pell.

Un tono similar se encuentra en la declaración del Vaticano. El hospital de campo de Francisco parece incapaz de mostrar una simpatía genuina.

Tosatti compara esta reacción con el apoyo que recibieron del Vaticano obispos como Piñeda y Zanchetta.

Los presos – conocidos por su odio a los delincuentes pedófilos – aplaudieron al cardenal Pell


El cardenal George Pell se enteró de su absolución mirando las noticias de televisión, solo en su celda; le dijo el 7 de abril al sitio web CatholicNewsAgency.com:

“Escuché un gran aplauso de algún lugar dentro de la cárcel y después tres presos cerca de mi celda pusieron en claro que estaban contentos por mí”.

Después de su liberación, Pell disfrutó un bistec como su primera comida “en libertad” después de 400 días en prisión, en medio de Semana Santa. Dijo que “lo que estoy esperando realmente es celebrar una Misa privada”.

Llamó a su tiempo en prisión un “largo retiro” y un tiempo para reflexionar, escribir y, sobre todo, rezar.

martes, 7 de abril de 2020

La semana santa del cardenal Pell



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Cuando en Roma todavía era de noche, hoy martes 7 de abril el tribunal supremo de Australia ha sentenciado, por unanimidad, revocar la condena del cardenal Pell y dejarlo inmediatamente en libertad. En la foto se le ve mientras abandona la cárcel de máxima seguridad de Barwon, cerca de Melbourne. Por fin podrá celebrar su primera misa tras 14 meses de reclusión.

Este es el texto íntegro de la sentencia:

> High Court of Australia

Y ésta es la declaración que el cardenal Pell ha emitido inmediatamente después de su puesta en libertad:

> “I have consistently maintained my innocence…”

Los siete jueces del tribunal supremo han motivado su decisión en base a la “posibilidad razonable de que el reato no haya sucedido y que, por consiguiente, exista una duda razonable de que se esté condenando a un inocente”.

El cardenal Pell siempre ha sostenido su inocencia y ahora ha dicho que “la única base de la justicia es la verdad, porque justicia significa verdad para todos”.

La sentencia pone fin a siete años de procesos, puestos en marcha en 2014 a partir de una investigación de la policía de Victoria y acelerados en 2017 cuando surgieron las acusaciones, en parte sobreseídas, sobre supuestos hechos que habrían sucedido muchos años atrás. Pell abandonó Roma y se trasladó a Melbourne donde, en 2018, fue procesado y condenado a seis años de cárcel basándose en la acusación de una sola persona cuya identidad nunca se ha hecho pública. El cardenal ha dicho que no siente ningún rencor hacia esta persona.

La condena fue confirmada en la apelación por dos de los tres jueces. Ahora, esta condena ha sido totalmente anulada por el tribunal supremo.

Lo siguiente es que el cardenal Pell deberá enfrentarse a un proceso canónico ante la congregación para la doctrina de la fe, al haber concluido todo el recorrido de la justicia secular.

Sin embargo, precisamente la sentencia del tribunal supremo australiano, que ha establecido la incoherencia e inconsistencia de las acusaciones presentadas contra el cardenal, podría facilitar que la sentencia del proceso canónico fuera favorable a Pell:

> Analysis: Freed from prison, will Cardinal Pell now face Vatican trial?
 
Sandro Magister 

El cardenal Pell es inocente



En diciembre de 2018, un jurado condenó a Pell. La sentencia fue confirmada por un panel de tres jueces del Tribunal de Apelación del Estado de Victoria en agosto pasado, en un dictamen dividido, dos contra uno. 
 
Este martes, 7 de abril de 2020, el Tribunal Superior de Australia estimó que había «una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido condenada porque las pruebas no han establecido su culpabilidad según el nivel de prueba requerido». Los siete magistrados del Tribunal Superior establecieron, por unanimidad, que el tribunal inferior había «omitido abordar si existía una posibilidad razonable de que el delito no se hubiera cometido, de modo que debería haber habido una duda razonable sobre la culpabilidad»
 
Desde Specola hemos defendido, sin fisuras y desde el inicio, la inocencia absoluta del Cardenal Pell de los gravísimos delitos de los que se le acusaba. El tiempo nos ha dado la razón y estamos contentos y satisfechos. 
 
Todo este proceso de caza de brujas poco tenía que ver con los abusos a menores y mucho con el intento de limpieza que Pell quería iniciar en el Vaticano. No es la primera vez que se utiliza la presunta justicia para intentar anular a una persona. Pell es fuerte pero ha sufrido una tortura de meses, injusta, increíblemente dura, de la que esperamos que salga fortalecido y con ganas de luchar en todos los ámbitos
 
Hoy los periódicos no informarán de su inocencia como lo hicieron de su presunta culpabilidad, las cosas son así. Para nosotros, nada ha cambiado y pensamos lo que hemos pensado siempre. ¡Larga vida a Pell!, para que pueda ver la caída de sus perseguidores. 
 
Ni el Vaticano, ni el Papa Francisco, han movido un dedo por defender al molesto cardenal, esto ya nos indica mucho. No hagamos caso de las bellas palabras sino de los hechos.
 
Specola