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sábado, 25 de mayo de 2019

Una reflexión sobre las elecciones del 26M desde una pequeña web sin amos políticos (Elentir)


APUNTES SOBRE EL VOTO DE UN ESPAÑOL QUE VIVE DE SU TRABAJO Y SIN SUBVENCIONES

Este domingo los españoles estamos convocados otra vez a las urnas para votar en las elecciones locales y autonómicas y en las elecciones europeas. Una convocatoria en la que nos jugamos mucho.
La satisfacción de hablar con libertad y sin deber favores a políticos
Tal vez estas líneas no lleguen a muchos. Yo soy un español más, un simple trabajador autónomo que vive de su trabajo, que no recibe ni un céntimo en subvenciones y que paga religiosamente sus impuestos (con los que se alimentan tantos chiringuitos). No estoy afiliado a ningún partido. Este blog no tiene publicidad, ni recibe donativos ni ayudas públicas de ningún tipo: sólo lo sostengo yo con mis ingresos. Una de las grandes satisfacciones que me da Contando Estrelas es, precisamente, la gran libertad e independencia que tengo a la hora de escribir: nadie me dicta lo que debo publicar o lo que debo callar, y por eso no veis aquí las noticias-basura que publican por encargo ciertos medios que pagan, a base de obediencia, los favores políticos que reciben en forma de subvenciones y publicidad institucional. Esta es una web con escasos recursos pero sin más señores que Dios, el honor y mi conciencia. Y así seguirá mientras dependa de mí.
Un voto que no servirá para premiar a quienes se ríen de sus votantes
En diciembre de 2017 publiqué aquí una entrada exponiendo mis principios. Mantengo todo lo publicado, e iré a votar este domingo por patriotismo y por responsabilidad: no quiero desentenderme del futuro de mi Patria dejando que otros decidan por mí. Eso sí, no votaré a los que buscan el voto del miedo, un voto en el que los votantes sean rehenes y esclavos de sus temores. Me niego a premiar con mi apoyo a quienes nos piden el voto para derrotar a la izquierda y después hacen políticas progres en las instituciones. Basta ya de engaños. Basta ya de reírse de los votantes para luego reclamarles el voto de malos modos. De hecho, el PP ya ha dicho que formará una “coalición” con los socialistas en Bruselas: no lo harán con mi voto. Se acabaron los tiempos de votar con la nariz tapada. Me niego a votar a los que apoyan una monstruosidad como el aborto, a los que imponen la ideología de género, a los que han asumido las tesis del feminismo radical, a los que dejaron intacta la ley de memoria histórica, a los que buscan callarnos con la corrección política y a los que permiten que el separatismo campe a sus anchas.
Un voto para quienes nos han devuelto la voz en el Congreso
Este domingo no votaré con miedo ni al mal menor. Votaré por convicción, con esperanza y con ilusión. Por ello, este domingo volveré a votar a Vox, porque es el partido que defiende mis principios y porque lo hace dando, sin complejos, la batalla de las ideas de la que otros se retiraron. Este partido nos ha devuelto la voz a quienes nos habíamos quedado mudos en el Congresoy quiero que también volvamos a tenerla en Bruselas y en las demás instituciones. Pero más allá de que los planteamientos de Vox se identifican con lo que vengo defendiendo desde hace años, también importan las personas que defienden esas ideas: personas honradas como Santiago Abascal, José Antonio Ortega Lara, Javier Ortega Smith, Francisco José Contreras, Alicia Rubio, Gádor Joya, Rocío Monasterio, Iván Espinosa de los Monteros y Jorge Buxadé. Por lo demás, Roma no se construyó en un día. No cabe esperar grandes cambios tras estas elecciones, pero este domingo puede ser el inicio de un camino que nos devuelva aquello que perdimos: una España soberana y fuerte en una Europa que respete la dignidad humana, la familia y la libertad.
ELENTIR

"La hora de África" - Padre Santiago Martin


Duración 6:10. minutos

El Papa aclara por qué no aclara (Carlos Esteban)



La sorprendente alocución de Su Santidad ante la asamblea de Caritas ha dejado perplejos a muchos, pero ha servido para dejarnos claro por qué el Papa no responde a los numerosos ruegos de clarificación.

Ha quedado, al fin, claro; paradójicamente, Su Santidad ha dejado claro por qué no aclara, por qué se ha negado sistemáticamente a clarificar decenas de declaraciones ambiguas y desmentidos a medios, por qué los Dubia han quedado sin respuesta -dos de sus cuatro cardenales firmantes murieron esperando-, como las acusaciones de Viganò, como la ‘correctio filialis’, como tantas otras apelaciones ante las que ha hecho oídos sordos.

La razón es que, imago Christi al fin, quiere hacer lo que hacía Jesucristo que, según nos cuenta en la homilía dirigida a la asamblea de Caritas ayer, prefiero no dejar las cosas claras a sus discípulos.

“¿Por qué Jesús no había dado reglas siempre claras y rápidamente resolutivas?”, se pregunta Su Santidad. Y la respuesta no es que haya dejado tras de sí Su Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, con la promesa de infalibilidad y de que las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella, no: es para que evitemos “la tentación del eficientismo de pensar que la Iglesia va bien si tiene todo bajo control”. Bueno, ese riesgo parece que lo estamos evitando.

Y se lamenta: “Pobres esas Iglesias particulares que se afanan tanto en la organización, en los planes, tratando de tenerlo todo claro, todo ordenado. Me hace sufrir”. E imaginamos que es esa compasión la que le lleva a no aclararnos los puntos dudosos de Amoris Laetitia, ni si piensa realmente que Dios crea a las personas homosexuales con esa condición inmutable, o qué le dijo realmente a Scalfari sobre la otra vida, si no fue que el Infierno no existe y que las almas que mueren renegando de Dios son aniquiladas, y una docena larga de proclamaciones ambiguas.

Tres son las lecciones que extrae Su Santidad de la segunda lectura del día, de los Hechos de los Apóstoles, y las tres encajan milagrosamente con su agenda eclesial: la humildad de la escucha, el carisma de estar juntos y el valor de la renuncia.

Mater et magistra, Madre y maestra, es una encíclica del recién canonizado Papa Juan XXIII, en referencia a la Iglesia. Pero ahora se queda meramente en Madre, cuando no en Madre y Discípula del mundo. “Vemos cómo sucede con los primeros cristianos. Están juntos en el valor de la renuncia partiendo de la humildad de la escucha. Se adiestran en el desinterés de sí: vemos que cada uno deja hablar al otro y está dispuesto a cambiar las propias convicciones”.

Esto, que entre los apóstoles es posible y conveniente porque son la Iglesia y cuentan con la asistencia del Espíritu Santo, ¿debe hacerlo también la propia Iglesia con otras confesiones? ¿Con el mundo? ¿Qué pueden enseñarle? Y, ya en el plano individual, si es tan necesario para los propios pastores escuchar a sus hermanos, abiertos incluso a cambiar las propias convicciones, ¿a que espera Su Santidad para predicar con el ejemplo? ¿No son sus hermanos el cardenal Raymond Burke, el cardenal Walter Brandmüller? ¿No lo es, incluso, el arzobispo Carlo Maria Viganò? ¿Cuándo hemos visto a Su Santidad cambiar sus convicciones tras la escucha atenta de un hermano que le contradice o corrige?

El carisma de esta juntos. Dice Su Santidad que “en la discusión de la primera Iglesia, la unidad prevalece sobre las diferencias”. Sí, es totalmente cierto en esa primerísima Iglesia, pera esa unidad no se procuraba a expensas de la Verdad, sino asentada en ella. Muy poco después de esa escena habrían de surgir muchas interpretaciones dispares del mensaje de Cristo, y la Iglesia no renunció a la verdad para retener a los herejes, ni mantuvo con ellos un interminable diálogo estéril.

Por último -aunque es lo primero en el discurso papal-, el valor de la renuncia. Sostiene el Papa que tenemos que apreciar “la belleza de la renuncia”, dejar atrás lo viejo, renunciar a las tradiciones. Al reformarnos, dice, “debemos evitar el gatopardismo, es decir, fingir que se cambia algo para no cambiar en realidad nada”. Que es exactamente lo que están empezando a reprocharle muchos ‘progresistas’ que esperaban de Francisco cambios revolucionarios.


Carlos Esteban