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jueves, 22 de septiembre de 2016

El espíritu misionero contra el espíritu de Asís (Padre Jose María Mestre)


El siguiente artículo está tomado de PANORAMA CATÓLICO INTERNACIONAL 



El 20 de septiembre de 2016 el papa Francisco realizará una nueva reu­nión interreligiosa en la ciudad de Asís, para conmemorar los 30 años de la primera. Estaremos así ante el 5º encuentro de Asís presidido por un papa.

Juan Pablo II presidió tres de ellos:

• el primero tuvo lugar el 27 de octubre de 1986, con motivo del Año internacional de la paz promovido por la ONU;

• el segundo en 1993 [9 y 10 de enero de 1993], durante la guerra de los Balcanes;

• y el tercero, propuesto al día siguiente de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, tuvo lugar el 24 de enero de 2002.

El papa Benedicto XVI convocó una reunión de las religiones por la paz, con motivo del 25º aniversario del primer encuentro, el 27 de octubre de 2011.

1º Gravedad de estas reuniones con las falsas religiones

Estas reuniones interreligiosas entre la verdadera religión, y las demás religiones, a las que ya no quiere darse el calificativo de «falsas», es una de las cosas que más dolor y perplejidad produce en los católicos, sobre todo porque hace prescindible o facultativa la persona de Nuestro Señor Jesucristo, único Dios verdadero y único Redentor de la humanidad, y porque atenta contra el carácter divino de la Iglesia católica, única arca de salvación. Por eso la Iglesia condenó siempre los diferentes intentos pasados de tales reuniones ecuménicas. Baste, por ejemplo, leer la condenación que la encíclica Mortalium animos, del papa Pío XI, lanza sobre ellas:

Muchos anhelan hoy ver a las naciones cada vez más unidas entre sí por una fraternidad universal…Cosa muy parecida se esfuerzan algunos por conseguir en lo que toca a la ordenación de la Nueva Ley promulgada por Jesucristo Nuestro Señor. Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes, e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles y cristianos de todo género, y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión.

Tales tentativas no pueden, de ninguna manera, obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el congénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.

Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.

Ya antes, por los mismos motivos, había condenado León XIII el Parlamento mundial de las religiones, reunido en septiembre de 1893 en Chi­ca­go; y después que Pío XI lo hiciera en su encíclica Mortalium animos, del 6 de enero de 1928, el Santo Oficio volvió a reprobar tales reuniones, en su Instrucción «sobre el movimiento ecuménico» del 20 de diciembre de 1949.

2º La Fraternidad San Pío X, en nombre de la fe católica, reitera su oposición a tales iniciativas

Siguiendo estas enseñanzas perennes de la Iglesia, desde hace ya más de 30 años la Fraternidad San Pío X se opone a este «espíritu de Asís» que destruye el espíritu misionero de la Iglesia, tan vivo y pujante hasta el concilio Vaticano II.

1º El 27 de agosto de 1986, dos meses antes del primer encuentro de Asís, Monseñor Marcel Lefebvre dirigía una carta a ocho cardenales, en la cual declaraba:

"El que está sentado en la Sede de Pedro se mofa públicamente del primer artículo del Credo y del primer mandamiento del Decálogo. El escándalo en las almas de los católicos es incalculable. La Iglesia se tambalea en sus mismos cimientos. Si desaparece la fe en la Iglesia, única arca de salvación, de­­sa­parece la misma Iglesia. Toda su fuerza y toda su actividad sobrenatural tienen por base este artículo de nuestra fe.

¿Juan Pablo II seguirá destruyendo la fe católica, públicamente, especialmente en Asís, con el cortejo de las religiones previsto por las calles de la ciudad de San Francisco, con el reparto de las religiones en las capillas de la Basílica, para ejercer su culto en favor de la paz tal como la concibe la ONU?"

2º El 21 de enero de 2002, Monseñor Bernard Fellay, Superior general de la Fraternidad San Pío X, hacía público un comunicado con motivo de la 3ª reunión interreligiosa de Asís (que debía realizarse tres días después), en el que exponía las razones exactas de la indignación de los católicos fieles a la Tradición.

El problema no reside en el objeto de la oración, que es la paz. Pues rezar por la paz, e intentar establecer y fortalecer la paz entre los pueblos y las naciones, es algo bueno. La liturgia católica está llena de hermosísimas oraciones por la paz, que de todo corazón hacemos nuestras. Además, puesto que en el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo los ángeles anunciaron la paz a los hombres de buena voluntad, es muy conveniente invitar a los fieles a implorar del Dios verdadero un bien tan grande en esta época del año.


La razón de nuestra indignación viene de la confusión, del escándalo y de la blasfemia ligados a la invitación que el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo, único mediador establecido entre Dios y los hombres, dirige a otras religiones para que vengan a rezar en Asís para lograr la paz.

Se ha dicho que, para evitar todo sincretismo, no se rezará «juntos», sino que cada religión rezará en salas distintas del convento franciscano de la ciudad de Asís. El Cardenal Kasper ha dicho incluso, a justo título, que «los cristianos no pueden rezar con los miembros de las demás religiones». Pero eso no basta para disipar el terrible malestar y la confusión; pues no dejan de ser las religiones de todo tipo las que rezarán, «cada una por su lado», para obtener, en virtud de esas oraciones pronunciadas al mismo tiempo desde lugares distintos, un mismo objeto: la paz. El hecho de que todas las religiones hayan sido invitadas en la misma ciudad a rezar al mismo tiempo por un mismo fin muestra claramente una voluntad de unidad, por más que el hecho de tener que separarse para rezar muestre la contradicción y la imposibilidad del proyecto. La distinción entre «no rezar juntos, sino estar juntos para rezar», es falsa en este caso, aunque impida una «communicatio in sacris» directa. Sin embargo, a nadie le escapa el carácter sincrético del intento. Con palabras engañosas se llega a negar la flagrante realidad. Las palabras ya no significan nada: «Iremos a Asís, no a rezar juntos, sino a estar juntos para rezar… No hay ningún sincretismo…», etc.

En esa misma declaración, el Superior general de la Fraternidad San Pío X tenía el cuidado de distinguir las legítimas negociaciones diplomáticas para obtener la paz civil, y las escandalosas oraciones públicas interreligiosas para pedir la paz a distintas divinidades:

Una cosa es el establecimiento de la paz civil (política) entre las naciones por medio de congresos, discusiones, medidas diplomáticas, con intervención de personas influyentes de las diversas naciones y religiones, y otra cosa muy distinta es la pretensión de conseguir de Dios el bien de la paz por la oración de todas las (falsas) religiones. Este último procedimiento choca frontalmente contra la fe católica y el primer mandamiento…
Eso encaja con el plan masónico de establecer un gran templo de fraternidad universal por encima de toda religión y creencia, la «unidad en la diversidad» tan grata a la Nueva Era y al globalismo mundial. «Nuestro interconfesionalismo –declaraba el Gran Maestre Armando Corona, de la Gran Logia del Equinoccio de Primavera– nos valió la excomunión recibida en 1738 de parte de Clemente XI. Pero la Iglesia estaba ciertamente en el error, ya que el 27 de octubre de 1986 el actual Pontífice ha reunido en Asís a hombres de todas las confesiones religiosas para rezar juntos por la paz. Y ¿qué otra cosa buscaban nuestros hermanos cuando se reunían en los templos, sino el amor entre los hombres, la tolerancia, la solidaridad, la defensa de la dignidad de la persona humana, considerándose iguales, por encima de los credos políticos, de los credos religiosos y del color de la piel?» (Hiram, órgano del Gran Oriente de Italia, abril de 1987).

Dos años después, en enero de 2004, la Fraternidad San Pío X publicaba un estudio titulado «Del ecumenismo a la apostasía silenciosa», que hizo llegar a todos los cardenales. Este título recogía la expresión «apostasía silenciosa», empleada por Juan Pablo II en su Exhortación apostólica Ecclesia in Europa, del 28 de junio de 2003, para describir el estado de la Iglesia en Europa.

Considerado bajo el ángulo pastoral –se decía en dicho estudio–, hay que decir del ecumenismo de estos últimos decenios que lleva a los católicos a la apostasía silenciosa, y que disuade a los no católicos de entrar en la única arca de salvación. Por eso, hay que reprobar «la impiedad de los que cierran a los hombres la entrada en el Reino de los cielos». Bajo pretexto de buscar la unidad, este ecumenismo dispersa a las ovejas; no tiene la señal de Cristo, sino la del divisor por excelencia, el demonio (nº 43).

Por muy atractivo que parezca a primera vista, por muy espectaculares que parezcan sus ceremonias en la televisión, por muy numerosas que sean las masas que reúne, la realidad se impone: el ecumenismo ha hecho de la ciudad santa que es la Iglesia una ciudad en ruinas. Caminando tras una utopía –la unidad del género humano–, este papa no se ha dado cuenta hasta qué punto el ecumenismo que él perseguía era propia y tristemente revolucionario, ya que invierte el orden querido por Dios (nº 44).

Y concluía con una cita de Monseñor Lefêbvre:

Por nuestra parte, guardamos el prudente juicio y la firme sabiduría recibidas de nuestro fundador: «Queremos estar en perfecta unidad con el Santo Padre, pero en la unidad de la fe católica, porque sólo esta unidad puede reunirnos, y no en una especie de unión ecuménica, una especie de ecumenismo liberal; pues, a mi parecer, lo que mejor define toda la crisis de la Iglesia, es realmente este espíritu ecuménico liberal. Digo “ecuménico liberal”, porque hay un cier­to ecumenismo que, bien definido, podría ser aceptable. Pero el ecumenismo liberal, tal como se practica en la Iglesia actual, y sobre todo desde el concilio Vaticano II, supone necesariamente verdaderas herejías» (nº 47).

El 9 de enero de 2011, al anunciarse el 4º encuentro de Asís que debía tener lugar el 27 de octubre siguiente, bajo la presidencia de Benedicto XVI, Monseñor Fellay dio en París una conferencia en la que declaró:

Asís se ha convertido ya en un símbolo. Al decir que se va a Asís para celebrar los 25 años de este símbolo, es imposible quitarle este su valor simbólico, aunque se intente limpiarlo y corregirlo. Hay un mensaje detrás de Asís, y el único medio de borrar este mensaje es que el Vicario de Cristo, en esta ocasión, diga a todas las demás religiones: «No hay bajo el cielo otro nombre que haya sido dado a los hombres, y por el cual debamos salvarnos, fuera de Nuestro Señor Jesucristo. Así pues, convertíos». Si se hace eso, entonces sí, perfecto.

P. José María Mestre Roc. 

Sobre la FSSPX (Sociedad Sacerdotal de San Pío X) pinchar aquí.

Es digno de mención la fidelidad a la Tradición y la fidelidad a la Iglesia. De hecho, no están excomulgados.

Merece la pena leer el artículo de Javier Navascués (de Adelante la Fe) de título "Fuera de la Iglesia no hay salvación" (de fecha posterior a éste; el 24 de septiembre de 2016)