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martes, 15 de mayo de 2018

Francisco insinúa que podría retirarse como Benedicto (Carlos Esteban)



“Cuando leo esto, pienso en mí mismo, porque soy obispo y tendré que retirarme”, ha dicho Su Santidad en el curso de su homilía en la misa de este martes, en referencia a la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles en la que San Pablo se despide de los cristianos de Éfeso.

“Es un pasaje fuerte, un pasaje que llega al corazón; es también un pasaje que nos hace ver el camino de cada obispo a la hora de despedirse”. En su reflexión de esta mañana el Obispo de Roma comentó la Primera Lectura propuesta por la liturgia del día, de la que mañana se leerá la continuación.

El examen de conciencia de Pablo

En los Hechos de los Apóstoles se relata cuando Pablo convoca en Éfeso a los ancianos de la Iglesia, a los presbíteros. Celebra una reunión del Consejo presbiteral para despedirse de ellos y ante todo hace una especie de examen de conciencia. Dice lo que ha hecho por la comunidad y lo somete a su juicio. Pablo parece un poco orgulloso – dijo Francisco – mientras, en cambio, es objetivo. Sólo se vanagloria de dos cosas: “de sus propios pecados y de la cruz de Jesucristo que lo ha salvado”.

El apóstol está en escucha del Espíritu

Después explica que “ahora está constreñido por el Espíritu “, que debe ir a Jerusalén. A lo que el Papa comentó: “Esta experiencia del obispo, el obispo que sabe discernir al Espíritu, que sabe discernir cuando es el Espíritu de Dios el que habla y que sabe defenderse cuando habla el espíritu del mundo”. Pablo, de alguna manera, sabe que está yendo “hacia la tribulación, hacia la cruz y esto nos hace pensar en la entrada en Jerusalén de Jesús, ¿no? Él entra para padecer y Pablo va hacia la pasión”. “El apóstol – prosiguió diciendo el Santo Padre – se ofrece al Señor, siendo obediente. Ese sentirseconstreñido por el Espíritu. El obispo que va adelante siempre, pero según el Espíritu Santo. Éste es Pablo”.

La despedida: velen por el rebaño

En fin, el apóstol se despide, entre el dolor de los presentes, y deja algunos consejos, su testamento, que no es un testamento mundano, el legado de cosas. “No aconseja: ‘Este bien que dejo dénselo a éste; este otro a aquel, a aquel…’”.

“El testamento mundano. Su gran amor es Jesucristo. Su segundo amor, el rebaño. ‘Velen por ustedes mismos y por todo el rebaño’. Velen por la grey; son obispos para la grey, para custodiar la grey, no para trepar en una carrera eclesiástica, no”.
El testamento de Pablo

Pablo encomienda los presbíteros a Dios, con la seguridad de que Él los custodiará y ayudará. Después vuelve sobre su experiencia diciendo que no había deseado “para sí mismo ni plata ni oro, ni el vestido de nadie”.

“El testamento de Pablo es un testimonio. También es un anuncio. Y también un desafío: ‘Yo he recorrido este camino. Sigan ustedes’. Qué lejos está este testamento de los testamentos mundanos: ‘Esto se lo dejo a aquel; a aquel o a aquel otro…’, tantos bienes. Pablo no tenía nada. Sólo la gracia de Dios, el coraje apostólico, la revelación de Jesucristo y la salvación que el Señor le había dado a él”.

El Papa piensa en el momento en que llegue su hora

“Cuando yo leo esto, pienso en mí – explicó Francisco – porque soy obispo y debo despedirme”. Y concluyó diciendo:

“Pido al Señor la gracia de poder despedirme así. Y en el examen de conciencia no saldré vencedor como Pablo que… Pero el Señor es bueno, es misericordioso, pero… Pienso en los obispos, en todos los obispos. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia de poder despedirnos así, con este espíritu, con esta fuerza, con este amor a Jesucristo, con esta confianza en el Espíritu Santo”.

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Las palabras del Santo Padre han provocado una inmediata oleada de especulaciones no muy distintas a las que suscitaran en su día el “Nunc dimitis” de San Juan Pablo II, y quizá no con mayor justificación, aunque hay dos razones para pensar que en este caso tiene más sentido tenerlo en cuenta.

En primer lugar, el precedente del Papa Emérito, Benedicto XVI.

En segundo lugar, la interpretación que hizo en su día el propio Francisco sobre la sorprendente abdicación de su predecesor, cuyo alcance carece de precedentes en la historia de la Iglesia. 

En efecto, aunque conocemos otros dos casos anteriores de Papas dimisionarios, en cada caso el interesado volvió al estado anterior a ser nombrado pontífice, mientras que Benedicto ha creado con ese mismo acto la figura, hasta ahora inexistente y eclesiológicamente cuestionable, de ‘Papa Emérito’, reteniendo el hábito, el tratamiento e incluso el nombre elegido para su papado.

En su momento, Francisco insistió en que la decisión de su predecesor no era aislada o excepcional, sino que presagiaba una fórmula que podría hacerse habitual en el futuro, e incluso insinuó que él mismo podría tomar una decisión semejante en el futuro.

La Oficina de Prensa vaticana no ha facilitado el texto íntegro de la homilía, que podría arrojar alguna luz sobre este extremo. En cualquier caso, el propio Pontífice ha declarado a personas próximas su obsesión por no dejar la Cátedra de Pedro antes de asegurarse de que sus reformas son irreversibles.

En cuanto a éstas, está, al menos, pendiente la reforma de la Curia romana, misión de un consejo privado -el C9- del que aún, cinco años después de su creación, no ha salido ninguna medida operativa en este sentido.

Carlos Esteban