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lunes, 14 de septiembre de 2020

Llegó la bendición del Papa Francisco



No me refiero a que el Santo Padre haya enviado a este blog su bendición apostólica. Es un hecho improbable aunque, si acaeciera, sería recibido con gozo y gratitud. Me refiero a que el ascenso del Papa Francisco al solio petrino ha sido una bendición para la Iglesia, del tipo de bendiciones que Dios suele propinar a aquellos a los que ama, como le recriminaba santa Teresa. 

Lo que quiero decir es que la iglesia vivió durante décadas sometida a una enfermedad terrible, que fue corroyendo sus órganos rápidamente, y muy pocos se dieron cuenta de la situación. Y estos pocos fueron silenciados o excomulgados. El resto, la enorme mayoría de fieles y clérigos, prefirieron seguir creyendo que la vitalidad ficticia que ocasionaba en ese cuerpo enfermo la morfina por goteo que recibía durante el rimbombante pontificado de Juan Pablo II era signo de salud y no un mero enmascaramiento de la gravedad de la situación. Creían que las multitudes que recibían el papa polaco en cada ciudad que pisaba era signo de un resurgimiento del cristianismo, o que las populosos e inútiles JMJ evidenciaban la conversión en masa de la juventud. Lo cierto es que las décadas juanpablistas y benedictinas no hicieron más que disimular el agresivo cáncer que se estaba diseminando por todo el cuerpo eclesial (sería ingenuo pensar que todo esto comenzó en 2013).

Fueron los largos años del auge de los movimientos neoconservadores, nuestros conocidos neocones, a los que muchos veían como la nueva manifestación del Espíritu en la iglesia. Opus Dei, Neocatecumenales, Focolares, Schöenstatt, Legionarios de Cristo, otros de cabotaje como Fasta o el IVE, y muchos más, vivían en la fantasía de la arrolladora primavera eclesial liderada por un papa carismático y magno, con potestad para determinar incluso lo bueno y lo malo. 

Varios años después, mirando hacia atrás, podemos decir que lo único que se logró fue perder un tiempo valiosísimo e irrecuperable; se enmascaró la situación gravísima por la que atravesaba la iglesia, originada por una monumental pérdida de fe, con oleadas de multitudes cantando al mensajero de la paz y, más recientemente, con la pompa y circunstancia del pontificado del papa Benedicto. 

El pontificado del papa Francisco levantó la alfombra y mostró crudamente la basura que estaba acumulada debajo. Un espectáculo triste y cruel, e impensado. Porque la pérdida de fe está mucho más extendida de lo que se creía, es mucho más profunda y afecta a la enorme mayoría del colegio episcopal, con lo cual las posibilidades de restauración son mínimas. Por otro lado, nos enteramos que esa crisis estaba acompañada de un hecatombe moral entre los miembros del clero que nadie hubiera supuesto hace algunos años, y que quienes tenían elementos para suponerla se dedicaban a viajar por el mundo para recibir aplausos y aclamaciones.

Francisco puso blanco sobre negro. Nos mostró la realidad, nos guste más o menos. Y eso es ya una enorme bendición. Nadie puede curarse si vive en la fantasía de que está sano. Ahora sabemos la gravedad de la enfermedad, y son muchísimos los que están cayendo en la cuenta y están actuando en consecuencia. E insisto, eso es una gran bendición.

La reacción de muchos neocones es sorprendente, y basta ver algunos ejemplos. Hace ya algunos años que ciertos grupos de miembros del Opus Dei (numerarios y supernumerarios) habían comenzado a expresar su malestar. El detonante fue la nominación como segundo de la prelatura de Mons. Mariano Fazio, un bergante trepador, y como tal era conocido y considerado en Argentina. Habíamos dado cuenta en este blog de las ayudas escondidas que estos miembros del Opus le hacían llegar a Mons. Rogelio Livieres cuando fue defenestrado de su diócesis. Pero últimamente, muchos de ellos han dado un paso más significativo y asisten a la misa tradicional en los prioratos de la FSSPX. Y una actitud similar han tomado un buen número de fieles de parroquias “normales” que, ante la cobardía y traición de obispos y curas durante los tiempos de cuarentena, no dudaron en buscar refugio espiritual en las misas de la Fraternidad. Estos hechos, impensados hasta hace unos pocos años, muestran un incipiente desmoronamiento del neoconismo: los fieles se animan a pensar por sí mismos, a seguir a su conciencia y a liberarse de los escrúpulos romanistas a los que estaban sometidos.

Veamos otra cara de la bendición del papa Francisco. Son muchos los que se están animando a decir las cosas como son, con una crudeza asombrosa, que hasta hace un tiempo estaba limitada a blogs disruptivos como Mundabor, Rorate Coeli, Wanderer y alguno más. Marco Tosatti nunca fue tradicionalista ni crítico de la iglesia. Conocido vaticanista, fue cercano a Juan Pablo II y calificaría con honores para integrar el grupo neoconservador. Sin embargo, la semana pasada publicó en su blog (que cosecha más de dieciocho millones de lectores) una entrevista que le hicieron en USA y en la que entre otras cosas, afirma: 

Este es el panorama: Tenemos a Bergoglio que dice cosas, y que habla continuamente de los migrantes; y uno mira qué casualidad, los migrantes y las ONG son el gran caballo de batalla de las finanzas internacionales, de Soros y de la izquierda, etc. Habla de ecología, pero mira qué curiosidad…la ecología con todas sus enormes contradicciones, es otro caballo de batalla de ese mundo. [Sin embargo] Habla poco de la familia, lo mismo que de toda una serie de otras cosas. [He dicho lo anterior] Esto es para aclarar el campo. Entonces Bergoglio, como Papa, está renegando de la que siempre ha sido la posición contracultural de los últimos treinta años de la Iglesia, la cual está basada no por los caprichos de los Papas que lo precedieron, sino en la Fe Católica. Este es -muy brevemente- el panorama general.

Entonces la gente queda encantada con el hecho de que [Francisco] sonríe, pero eso no es cierto en absoluto, él es un hombre muy duro, despiadado, vengativo. Sin embargo, los medios de comunicación se dedican a endulzar su imagen, y la gente se lo cree, dado que no tiene otros medios para enterarse y para comprender [esta situación].

Una vez más, afirmaciones como están hubieran sido impensadas hace dos años. El papa Francisco ha abierto los ojos a mucha gente, y entre ellos a muchísimos sacerdotes. Lamentablemente, me parece difícil que los obispos, que son los únicos que pueden encabezar una reforma, sean capaces de la misma actitud. Sus ojos fueron ablacionados en el momento de su consagración. 

Nadie sabe cómo se comportará el futuro. Tosatti dice en la misma entrevista: “También existen consideraciones metafísicas, que señalan que nos acercamos al fin de los tiempos, pero esas cosas se las cedo a los videntes, a aquellos con experiencias particulares. Hay varios que lo dicen. Y quizás no sea una cosa peregrina; es decir, si se ve la realidad del mundo actual desde el punto de vista metafísico, aparecen dos visiones de la vida que se encuentran en fuerte contraposición”. Sabemos que el mundo acabará algún día y sabemos cuáles son los signos que lo precederán. Nos lo dijo el mismo Señor en el evangelio. Es verdad que en varias ocasiones a lo largo de la historia de la Iglesia muchos santos creyeron estar contemplando esos momentos postreros, y estaban equivocados, pero eso no significa que alguna vez, más pronto que tarde, lo profetizado deba cumplirse. 

La otra posibilidad es que esta sea una crisis más de las que asolaron a la iglesia, pero yo no encuentro la forma en que puede manifestarse la solución. Y no tengo por qué encontrarla. De esas cosas se ocupa Dios.

The Wanderer