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domingo, 30 de agosto de 2020

UN JOVEN DE DIECISÉIS AÑOS ESCRIBE A MONSEÑOR VIGANÒ. LA CARTA Y LA RESPUESTA.


Monseñor Viganò

Estimado lector de Stilum curiae: Mons. Carlo Maria Viganò nos envió una breve y conmovedora carta de un chico de dieciséis años que vive en Italia, en la provincia de Milán. La carta, de la que hemos visto una fotografía, está escrita a mano. A continuación tienes el texto y su respuesta. Disfrutad de la lectura. 

Marco Tosatti

§§§


Julio de 2020

Reverendísima Excelencia,


Mi nombre es M. Vivo en la provincia y diócesis de Milán. Nací en 2004.

Es un honor para mí conocerlo, aunque sea por correspondencia. Escribo esta carta en primer lugar para felicitarles y animarles a seguir "haciendo oír su voz" para ayudarnos a comprender el verdadero espíritu católico, con su doctrina íntegra.

Quizás usted, querido monseñor, se sorprenda de que un joven de mi edad, nacido en medio del período postconciliar, tenga en el corazón la Tradición bimilenaria de la Santa Madre Iglesia. En realidad, son precisamente los jóvenes los que deberían amar y redescubrir la Tradición y la Santa Misa Tridentina, especialmente después del Motu Proprio de Benedicto XVI; pero la realidad es otra: muchos dicen que demasiados jóvenes no entienden estas cosas ... ¡no es cierto! La verdad es, simplemente, que tienen otros intereses y carecen de un temor saludable a Dios.

El tercer secreto de Fátima ha sido encubierto, pero Nuestra Señora ha prometido que al final, su Inmaculado Corazón triunfará.

Como le dije, nací en la era postconciliar, cuando Wojtyla estuvo un tiempo enfermo ya al final de sus días. Luego estuvo Benedicto XVI y finalmente Bergoglio que trastornó el poco catolicismo que sobrevivió al Concilio. Nadie ha hecho tanto daño como Bergoglio ...

Esperamos el triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y María, seguros de que si todo esto sucede y Dios no interviene es porque de ello derivará un bien mayor, que nos resulta incomprensible. Pero, mientras tanto, ¿qué podemos hacer? 

Le saludo con cariño. Y gracias por su respuesta.

Le pido humildemente que me dé su bendición episcopal y que rece por mí.

¡Alabado sea Jesucristo!

Firmado: M.

***

30 julio 2020

Queridísimo M:

Recibí tu carta, que realmente me impresionó. Revela una personalidad fuerte y aún más una claridad de ideas que muchos adultos, y entre ellos muchos clérigos y prelados, no tienen.

Has captado, con unas cuantas pinceladas, el meollo del problema: la crisis que hoy aqueja a la Iglesia se debe al olvido del santo Temor de Dios que, como enseña el salmista, constituye el primer paso de la sabiduría. Initium sapientiae timor Domini. Es un verso del Salmo 110 que hasta el Concilio escuchábamos los domingos, en nuestras iglesias, al canto de las Vísperas.

El santo Temor de Dios, como seguro que sabes, es uno de los Siete Dones del Paráclito, gracias al cual los fieles viven y actúan constantemente, considerándose bajo la mirada del Señor, y tratan de agradarle más que al mundo, como un niño que quiere corresponder al amor de su padre, más que como el sujeto que no quiere ser sorprendido infringiendo la ley. Es la conciencia de la suprema grandeza del Todopoderoso, de Su autoridad, de Su infinita Majestad: y de nuestra pequeñez, de nuestro deber de arrodillarnos ante Él, de la obediencia que le debemos.

Quien tiene el Temor de Dios sólo en Él tiene su agrado, y no piensa en cambiar de doctrina o de moral para agradar a los hombres, ni se atreve a manipular la liturgia de la Iglesia, anulando lo que en ella recuerda la divina Majestad del Señor de los ejércitos, sino que la guarda con veneración, porque en el altar se repite, en forma incruenta, el Santo Sacrificio que, en la Cruz, mereció la Redención. Quien tiene el Temor de Dios tiembla ante la idea del escándalo que puede causar a las almas que le han sido confiadas; y por cuyo amor ha derramado su sangre Nuestro Señor. Quien tiene el Temor de Dios se horroriza ante la idea de poder ofenderlo, colocando a los dioses del pueblo junto a él, en nombre del diálogo.

Y lo que dices es cierto: si todo esto sucede y Dios no interviene es porque de ello deriva un bien mayor que nos resulta incomprensible . En realidad parece que el Señor nos está abandonando a nosotros mismos, pero justo en el momento en que el error parece abrumar la verdad, cuando parece que todo está perdido y que los Pastores han huido, abandonando el rebaño a merced de los lobos rapaces, y la moral pública exalta el vicio y condena la virtud, entonces surgen almas enamoradas de Dios que, con su vida, con el ejemplo silencioso de las buenas obras, con la oración y el sacrificio, refrenan la ira divina e imploran al Cielo nuevas gracias, nuevas bendiciones, nuevos milagros impensables de los que sólo el Todopoderoso es capaz.

Me preguntas qué podemos hacer, mientras esperamos el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María: podemos y debemos cultivar el santo Temor de Dios, vivir en su Presencia, saborear el milagro inefable con el que nuestra alma, iluminada por la Verdad e inflamada por la Caridad, se convierte en el templo del Espíritu Santo y en el tabernáculo en el que la Santísima Trinidad se digna colocar su propia morada. De la vida en estado de Gracia el alma obtiene el alimento esencial para crecer en santidad, y cuanto más crece en santidad, más se ajusta su acción a la voluntad de Dios.

Ésta es la esperanza que debes tener, en la certeza de que este fuego sagrado que llevas en el corazón pueda iluminar a tus amigos e inflamarlos con el amor de Dios y del prójimo. Ante el milagro de las almas jóvenes, ardiendo de caridad, hasta los corazones viejos y endurecidos de muchos fieles y no pocos clérigos, serán conmovidos por la Gracia, y volverán a arrodillarse, con temor y temblor, quitándose los zapatos y tapándose el rostro como lo hizo Moisés ante la Majestad del Dios escondido en la zarza ardiente.

Que mi bendición paterna llegue a ti y a tu familia, querido M.

Con todo mi corazón:

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo