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miércoles, 18 de mayo de 2016

Entre grave y ridículo: Diaconisas permanentes (Denzinger- Bergoglio)



Parodia con moraleja

Nota del Denzinger—Bergoglio:

Recibimos de un lector la siguiente colaboración. Si bien no encaja en los estilos de nuestro trabajo, le damos acogida porque, en medio del tono cómico de esta composición, su autor deja traslucir, con inteligencia, una inquietud, llamémosla duda, que compartimos plenamente. Al confrontar diversos documentos, palabras y gestos de Francisco, incluso entre los cuales encontramos, a veces, flagrantes contradicciones, el observador imparcial se pregunta muchas veces ¿cuál es el factor que da cohesión a todo esto? Muchas veces lo encontraremos en la intención inconfesada, pero supuesta, con un cierto margen de seguridad, al aplicar la vieja máxima… Qui prodest? ¿A quién o a qué objetivos favorece todo esto? El lector responda … Dicho esto, lean las siguientes líneas sin acritud y apenas como una leve distracción en medio de los trágicos días que vivimos y saquen la moraleja. [Original aquí]


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0:30, Casa Santa Marta, Suite 202

[¡Toc, toc!]

— ¿Quién es?

— Santo Padre, soy yo, Fidelio.

— Estoy descansando ya … ¡Ya te he dicho mil veces que no me llames santo!

— Era apenas para avisarle que el trabajo que pidió sobre las diaconisas ya está listo. Se lo paso por debajo de la puerta.

[Francisco no aguanta la curiosidad. Enciende la luz, abre la puerta y hace señal a Fidelio de que entre]

— Mejor léeme eso. ¿Cómo lo hicieron tan rápido? ¡Qué veloces, las monjitas!

— Es que ya estaba listo desde 2001. Las monjas sólo juntaron algunas cosas de la Comisión Teológica Internacional y una entrevista del Cardenal Müller.

— Ché… ¡el pesado ése! ¿Qué dice en esas páginas?

— Bueno, esto creo que no le va a gustar. Comienza por decir que Juan Pablo II, en la «Ordinatio sacerdotalis» de 1994, dice clarito y declarado que «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia»

— Síiiiii, flacooo, pero noooo, qué tonto sos, Fidelio. ¿Quién dice que estamos levantando ya el tema de la ordenación sacerdotal femenina?

— Sí, sí… pero es que aquí hay otro papel, de la Comisión Teológica Internacional: «Diaconado: Evolución y perspectivas», del año 2002. Dice así: «las diaconisas de las que se hace mención en la Tradición de la Iglesia antigua —según lo que sugieren el rito de institución y las funciones ejercidas— no son pura y simplemente asimilables a los diáconos». Y, además, que «la unidad del sacramento del Orden está fuertemente subrayada por la Tradición; corresponderá al ministerio de discernimiento que el Señor ha establecido en su Iglesia pronunciarse con autoridad sobre la cuestión»

— ¡Exacto Fidelio, exacto! ¿Sabés qué es eso del discernimiento? ¡Soy SHYYYYOOOO! Lo mismo con todos los que se oponían a abrir la comunión a los recasados ... Le preguntás a todos, dejás que todos hablen y después ¡ponés lo que yo digo y listo! Eso es el discernimiento.

— ¡Qué buena su infalibilidad, Santo Padre!

— ¡Fidelio, que me enfermás! No me repitas lo de santo padre. Y además, eso de la infalibilidad también tenemos que verlo. Ya le dije al Hans Kung, que es un graaaande, que lo revise, eso. Cuando lo tenga listo ya veremos cómo hacer con esa también. Además, vós no entendés nada, Fidelio. Primero se hace un discernimiento, después se habla de “espacios abiertos”, son esos espacios donde no cayó el martillazo de Juan Pablo, y ya está la brecha abierta. Por ahí entramos ... y verás cómo, después de un documento con un par de notitas de pie de página, las ordenamos a las diaconisas, todas. Cheee, va a ser re-fácil arreglar las cosas con nuestros hermanos separados. ¡Y listo! Camino abierto para hacer una sola religión. ¿Te imaginás la fiesta? ¡La mayor de todas las fiestas! Y ni te digo quién va a ser el Sumo Pontífice de esa religión … Vamos a ver si hasta el año que viene … corriendo un poquito ... porque con esta salud y estos achaques … no sé hasta dónde llego pero, por lo menos, hago lo que tenía que hacer.

— Pero Santo Padre, el problema es que el cardenal Müller dio una entrevista al periódico alemán «Die Tagespost» contando las conclusiones que le fueron entregadas al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que era Ratzinger. Eso ya está circulando por todos lados. Era 2001. En la asamblea anual de la Congregación trataron justamente del diaconado.

— ¿Y?

— Müller explica que el diaconado no es un sacramento aparte, sino que participa del único sacramento del orden y por eso al tratar específicamente del diaconado de las mujeres muestra que nunca se dieron casos de ordenación de mujeres. El periodista le pregunta directamente si no se puede separar entonces el diaconado de las mujeres del sacerdocio femenino y él le responde: «¡No! Por razón de la unidad del sacramento del Orden, que ha sido subrayada en las deliberaciones de la Comisión Teológica, no se puede medir con diferente rasero. Sería entonces una verdadera discriminación de la mujer si se la considerara apta para el diaconado, pero no para el presbiterado o el episcopado. Se rompería de raíz la unidad del sacramento si al diaconado, como ministerio del servicio, se opusiera el presbiterado, como ministerio del gobierno ... y de ello se dedujera que la mujer tiene, a diferencia del varón, una mayor afinidad para servir, y por ello sería apta para el diaconado pero no para el presbiterado».

— ¡Pará, pará! ¡Vós querés darme insomnio, Fidelio! ¿Sabés que horas son? Yo de esas teologías y distinciones no entiendo, y menos de noche. Pero eso se arregla. ¿Qué más?

— Ya termino, Santo Padre. Pero es que la cosa se pone peor. Le pregunta el periodista qué pasaría si un obispo válidamente ordenado, fuera de la comunión de la Iglesia, ordena a una mujer como diaconisa. Mire lo que le responde: «De modo invisible, es decir, ante Dios, no sucede nada, pues tal ordenación es inválida. Visiblemente, es decir, en la Iglesia, sí sucede algo, pues un obispo católico que lleva a cabo una ordenación irregular incurre en la pena de excomunión».

— Fidelioooo, ¡vós sós un anticuado! Eso de excomunión no existe más. ¿Hay alguna otra cosa importante?

— No piense que se acabó, todavía falta lo peor. El periodista le pregunta redondamente si un Papa en el futuro podría decidir que las mujeres recibieran el diaconado.

— ¿Qué le responde?

— Le leo: «El Papa, al contrario de lo que piensan muchos, no es el dueño de la Iglesia o el soberano absoluto de su doctrina. A él sólo le está confiada la tutela de la Revelación y de su interpretación auténtica. Teniendo en consideración la fe de la Iglesia, que se expresa en su práctica dogmática y litúrgica, es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos, a la que pertenece de modo esencial la cuestión del sujeto receptor legítimo del sacramento del Orden».

— ¡¡¡¿Pero adónde fueron estas monjas a buscar todo eso, flaco?!!!

— Bueno ... es que, en realidad, está circulando por todos lados.

— ¡Pará, pará! ... que cuando querés te ponés pesado que no te gana ni el San Lorenzo, Fidelio. Sós un anacrónico, vós.

— Anacrónico Ud., Santo Padre.

— ¡¿Cómo?!

— Es lo que dice el cardenal Müller: «El restablecimiento del antiguo ministerio de las diaconisas sería únicamente un anacronismo divertido».

— Si es que shyooo te digo que no entendés nada ... Aquí está el secreto. Mirá … yo hago una declaración, y hablo sobre el ministerio de las diaconisas, que era una cosa muy linda, que valoriza el papel de las mujeres en la Iglesia, que la Iglesia es mujer, que Dios es padre y madre … Digo así, una montaña de cosas ¿viste? Al día siguiente, jajjaja, yo ya sé lo que va a pasar, Fidelio. Los medios de comunicación del mundo entero dirán que estoy queriendo ordenar diaconisas. Pero yo … yo no soy boludo. Quien lea mis palabras, verá que no dije nada … ¡anacronismo divertido! Sí, sí … va a ser divertido. Pero el tema ya está lanzado, flaco. Esto hay que hacerlo despacito … Mirá, con la comunión a los divorciados fue igual: dijimos de todo en ese documento, tan grande, que no se lo lee nadie pero, en una notita de pie de página, abrimos la puerta. Yo no dije en ningún momento que estaba autorizada, jeje. Y ¿viste? ¡Al día siguiente los obispos ya estaban dándole la comunión a todos los pibes!

— Bueno, pero qué bien hace todo Ud., Santo Padre. Pero mire lo que añade Müller: «Por el contrario, el Concilio ha marcado las directrices del futuro de la colaboración de los laicos en el capítulo 4 de la Constitución Lumen Gentium, por desgracia poco estudiado».

— ¿Y qué querés,  Fidelio? ¿Que me ponga a estudiar teología a estas horas de la noche? Si ni de día conseguía yo estudiar esas cosas, cuando era joven. Ándate, le decís a las monjitas que están demasiado dogmáticas, yo ya sé lo que voy a hacer. ¡Nos vamos todos a dormir! ... Si consigo …

— Perdón, Santo Padre … que duerma bien

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