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sábado, 27 de octubre de 2018

Summary of all 83 LifeSite articles on the historic Vigano testimonies (Steve Jalsevac)



October 26, 2018 (LifeSiteNews) –The three recent testimonies from Archbishop Vigano have been the most important documents that LifeSite has published in its 21-year history. They have generated world-wide interest and numerous additional stories related to the testimonies that mark an historic time in the Roman Catholic Church.

Some are saying that the Vigano letters, especially the first one, “hit the Curia like an atomic bomb” and hopefully mark the beginning of a long overdue and very necessary cleansing of the Church, and especially the Vatican, of currently deep moral, financial and spiritual corruption. 
Regardless, the testimonies, given that they have come from such a senior and highly regarded member of the Church hierarchy, have set off a firestorm of controversy, articles and many more revelations. 
Because of the historic significance of this development we publish below a handy summary of the 83 articles that have appeared to date in LifeSite on the Vigano letters. The list begins with the three testimonies themselves and the remaining articles are grouped into major categories. 
It is especially notable how many bishops have publicly noted that the archbishop’s testimonies are credible and deserving of serious consideration. The LifeSite list of such bishops is limited to mainly US bishops and is not intended to be a comprehensive list of all bishops in the world who may have also positively spoken about the Vigano testimonies. 
We hope that this list will be seen as an important resource for promoting greater understanding of the historic nature and importance of the Vigano letters. We encourage all readers to promote this resource.
Steve Jalsevac
Co-founder and President 
LifeSiteNews 
1ST 11-PAGE VIGANO TESTIMONY
2ND VIGANO TESTIMONY
3RD VIGANO TESTIMONY
VIGANO STATEMENT ON ST. PAUL AND MINNEAPOLIS DIOCESE/NIENSTEDT CONTROVERSY
VIGANO AND KIM DAVIS CONTROVERSY
VIGANO APPEAL TO CARDINAL OUELLET
POSITIVE EPISCOPAL RESPONSES TO VIGANO TESTIMONY
EPISCOPAL CRITICS OF VIGANO
OTHER SUPPORT FOR VIGANO
The track record supports the Vigano testimony (by Phil Lawler) – Sept. 5
POPE FRANCIS RESPONSES TO VIGANO TESTIMONIES
OTHER COMMENTARY
OTHER CRITICS OF VIGANO
Steve Jalsevac

Noticias varias 25 y 26 de octubre de 2018



GLORIA TV

Obispos de Estados Unidos donan u$s 240.000 a promotores del aborto y de la homosexualidad

Atontadas revistas de “estudios de género” pro-homosexuales publican estudios fraudulentos

Cardenal Müller: el Vaticano hace con frecuencia acuerdos nauseabundos

“LGBT” no está en el documento final del Sínodo, pero sí la “orientación sexual”


Arzobispo alemán promueve la propaganda homosexual

Factor escalofriante: el cardenal Tagle bailando

¿Cómo esta gente puede mantenerse donde está, diciendo lo que dice? Muy mal está la Iglesia, cuando se consiente que obispos y cardenales (además de sacerdotes) se manifiesten en contra de la doctrina católica y sigan, sin embargo, en sus puestos. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

EL ORIENTE EN LLAMAS

Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por signos exteriores, y que, en consecuencia, sólo por la experiencia individual o por una inspiración privada deben ser movidos los hombres a la fe, sea excomulgado.

Selección por José Martí

HALLOWEEN: ¿Está bien para un católico celebrarlo ? (Vídeos y artículos)

Duración 5:39 minutos

INFOVATICANA

¿Todos los Santos o Halloween?

Halloween y el Día de Todos los Santos

¡Cuidado con el Halloween!  fragmento programa catolico un cafe con galat

Duración 12:24 minutos

¿Deberíamos permitir a nuestros hijos celebrar el Halloween?   Padre Pedro Nuñez

Duración 5:21minutos

Fiesta de Todos los Santos 2014

Duración 3:01minutos

Un católico no debe celebrar Halloween

Duración 13:02 minutos

Selección por José Martí

El SILENCIO del VATICANO ante el Testimonio Viganò, según SPECOLA (14) El olvidado «statu animarum», primer libro del caso Viganò.




25 octubre 2018

El caso Viganò está más vivo que nunca. Todos los días siguen las referencias a los tres famosos testimonios que han desatado la tormenta y por ahora las aguas no se han calmado.

El National Catholic Register se ha convertido en una referencia imprescindible en la crisis sin precedentes que vive la Iglesia Católica en Estados Unidos. Es la prensa libre que en tiempo real está contando las cosas como son sin intentar adornarlas, ocultarlas o edulcorarlas. 


Charles Pope es un sacerdotes relevante de la diócesis de Washington que no tiene pelos en la legua y con gran autoridad es capaz de poner los puntos sobre las íes. Nos pone al día sobre cómo están las cosas al otro lado del océano y, sobre todo, se sorprende de que Viganò hable con una gran preocupación por las almas, la suya y las de los fieles, tan ausente en los eclesiásticos al uso. 

En los tiempos preconciliares existía en las parroquias un libro celosamente custodiado por los párrocos y testigo, que pasaba al sucesor con gran seriedad y reserva: era el libro “de statu animarum”. En él se detallaba, con una precisión admirable, que denotaba un conocimiento profundo de los fieles encomendados y de sus almas, en cuanto es posible a  los humanos. Los párrocos tenían muy claro que su oficio, el de cura de almas, era llevar al cielo a todos sus feligreses y a ello dedicaban todas sus fuerza divinas y humanas. 

Hoy, por desgracia, esto ha desaparecido y en mucho casos se prefiere no saber el ‘statu animarum’ y dormir tranquilo. El prólogo del Catecismo de la Iglesia Católica a día de hoy empieza así : “Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a Tí, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo” (Jn 17,3). “Dios, nuestro Salvador… quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2,3-4). “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4,12), sino el nombre de Jesús.” 

Sin duda que para eso existe la Iglesia. Si pierde esto, ha perdido su esencia y será despreciada, porque no sirve para nada.

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Aldo Maria Valli, cuyo nombre es una autoridad en Italia, nos ofrece un libro entrevista que se titula: “El caso Viganò”. Empezamos a contar con bibliografia que reflexiona sobre los ‘recientes acontecimientos’ que siguen esperando las ‘oportunas aclaraciones’. 


La reunión urgente de febrero, casi marzo, contará con una abundante documentación y no sería raro pensar que lo peor está por llegar.
Specola

El último día del sínodo o la consagración de la 'primavera’ (Carlos Esteban)



La renovación eclesial anunciada por Francisco desde el primer año de su pontificado, todo apunta, va a venir de la mano de esta nueva palabra de la que hablábamos ayer y que pronto escucharemos por todas partes: sinodalidad.

El sínodo que acaba este sábado, presentado como sínodo de los jóvenes como podría haberse llamado de cualquier otra manera, contiene dos capítulos enteros dedicados a la sinodalidad, aunque apenas se haya hablado de ello en todo este mes de sesiones.

La anécdota desmiente su propio objeto, porque si los que van a liderar la ‘renovación’ son estos supuestos sínodos y en el documento final los padres sinodales se encuentran con casi una sección entera dedicada a lo que apenas se ha discutido, ¿para qué todo el paripé? ¿Quién está mandando, realmente?

No es el único contenido inesperado para los propios participantes. Sí, parece que las polémicas siglas que van a centrar las búsquedas de la mayoría de periodistas -LGBT- y que fueron asombrosamente incluidas en el Instrumentum laboris -tras asegurar fálsamente el cardenal Baldesseri que las había recogido del informe del presínodo-, se han evitado. Pero el concepto se ha colado con otros ropajes, como el de “orientación sexual”.

En esta última rueda de prensa antes de la presentación el sábado del documento final se ha podido ver muy bien los dos tipos de obispos que han acudido a este sínodo: los que se lo han tomado como una oportunidad eclesial de recuperar el Evangelio y presentárselo sin diluir ni aguar a las nuevas generaciones, casi todos procedentes de esas periferias tan amadas por el Papa; y quienes están en el secreto sobre aquello de lo que de verdad va todo esto, y saben que su papel es alimentar una maquinaria demagógica que oscurezca un resultado trazado de antemano.

Eamon Martin, arzobispo de Armagh, no parecía muy feliz al asegurar que “el Espíritu Santo parece haber quedado fuera del documento de trabajo”, aunque ha añadido haber sentido “Su presencia” durante toda la reunión, hablando de “la nueva Primavera” que se espera en la Iglesia. No entiendo cómo después de lo mal que ha salido siempre todo cuando se anuncian ‘primaveras’ -ya sean eclesiales o árabes- todavía se siga usando una expresión tan gafada.

El Cardenal Christoph Schönborn, el arzobispo de Viena que recientemente convirtió su hermosa catedral en local discotequero de una ‘rave’ multitudinaria, como si fuera una nave industrial de un polígono abandonado, ha derrochado, concentrada, todo la sinuosa demagogia que ha caracterizado estas semanas. Ha sacado pecho, recordando que han sido 270 obispos de todo el mundo escuchando atenta y amorosamente a los jóvenes y preguntándo que otro grupo de líderes podrían presumir de lo mismo.

Con todos los indicios de descarados amaños, seguir fingiendo que esto ha consistido en “escuchar a los jóvenes” exige el sólido descaro de un veterano como el de Viena. Pone luego en boca de un joven delegado africano estas palabras que, asombrosamente, coinciden con la idea inicial de todo el sínodo, de todo el pontificado de Francisco, de toda la herencia del difunto cardenal Martini: “La Iglesia es nuestra única esperanza porque aquí encontramos un lugar donde somos acogidos, comprendidos, donde podemos ser nosotros mismos y sentirnos en casa”.

Es una suerte que esto haya acabado ya, porque no sé si podría aguantar mucha más blanda jerga del Verano del Amor. Eminencia, recuerde por un segundo que es un príncipe de la Iglesia Católica, la Esposa de Cristo, sucesor de los Apóstoles; no puede hablar como un concursante de Operación Triunfo. Sí, la Iglesia es nuestra única esperanza, pero no porque sea una especie de gigantesco grupo de terapia y autoafirmación para jóvenes, sino porque nos trae a Cristo, y Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra esperanza. Si la Iglesia es sólo una alternativa al diván del psicoanalista, Su Eminencia se iba a encontrar sin empleo mañana mismo.

Es un alivio oír, tras esta viejuna exposición de psicologismo, al africano del grupo, el arzobispo de Nyeri, en Kenia, Anthony Muheria. No es que haya sido una homilía de San Juan Crisóstomo, entiéndanme, pero al menos ha hablado de conectar a los jóvenes “a la obra de la Gracia, conectarles con Cristo, de modo que puedan alcanzar a Dios”. Se diría que uno tiene que irse a África para volver a oír los términos habituales del mensaje cristiano.

A Schönborn le ha preguntado un periodista por ‘el tema’, si se ha desarrollado el asunto de la homosexualidad y se ha cambiado “tendencias sexuales” por “orientación sexual”. Pero si cree que va a pillar en un renuncio a un veterano como Schönborn, con más conchas que un galápago, es que no le conoce. El cardenal ha dicho que “aún no disponemos del Texto Definitivo”. Y lo ha dicho sin inmutarse.

También a Schönborn se le ha preguntado por la diferencia entre ‘colegialidad’ y la palabra de moda, ‘sinodalidad’. Ha dicho que lo primero se refiere a los obispos, mientras que lo segundo “es una noción mucho más amplia que se refiere al funcionamiento de la Iglesia”. Asegura que el modelo es el Concilio de Jerusalén del que habla el Capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. Aunque no consigo imaginar a ningún prelado diciéndole a la cara y claramente a Francisco que está equivocado y logrando que cambie de parecer, como hizo San Pablo con San Pedro.

El irlandés parece alinearse con sus colegas africanos al decir que la Iglesia “debe presentar sin miedo al mundo, en el que los jóvenes se ahogan, un mensaje contracultural”, porque “si la Iglesia va detrás de las modas con la esperanza de atraer a los jóvenes, no lo conseguirá”. ¿Oído, cocina?

Pero la suerte está echada, la sinodalidad es el futuro previsto para el gobierno de la Iglesia y, a juzgar por los sínodos que hemos visto hasta ahora, no augura nada bueno ni tiene nada que ver con esa imagen de “todos, obispos, el Papa y el pueblo de Dios, caminando juntos”. Se parece bastante más a una cámara de resonancia de la Curia que ofrecerá la coartada ‘colegial’ a este último experimento en primaveras.

Carlos Esteban

viernes, 26 de octubre de 2018

El defenestrado obispo de Memphis achaca su cese a una ‘venganza’ de Wuerl (Carlos Esteban)



Resultó bastante inusual el fulminante cese, el pasado 24, del obispo de Memphis, Martin Holley, por “mala gestión”. Se sospechó algo más, tal como está el clima en el episcopado americano. Y ahora el defenestrado Holley asegura a CNA que todo ha sido una venganza del ex arzobispo de Washington, Donald Wuerl, por frustrarle un nombramiento en la Curia vaticana.

Tenemos que admitir que, de primeras y sin conocer nada más, el cese fulminante por el Vaticano del obispo Martin Holley, de Memphis, ‘sonaba’ bien. Después de todas las revelaciones de este verano terrible sobre encubrimiento de abusos sexuales del clero por parte de obispos -el caso McCarrick, el informe del gran jurado de Pensilvania, la exasperante inacción de Roma, llena de buenas palabras se hacía cada día más inexplicable. Los fieles querían ver acción, acción efectiva y visible, sobre todo, en forma de ‘cabezas rodando’. Así que la defenestración de, al menos, un obispo americano, por más que se justificara con el vago motivo de ‘mala gestión’, parecía un paso en la dirección acertada.

Sólo que nada parecía cuadrar en este caso. El Vaticano ha sido consistente, hasta tozudo, en su inactividad en este asunto. Ni siquiera parecía haber modo de que Roma aceptara al más obvio de los ‘reemplazables’, el cardenal Donald Wuerl, sucesor de McCarrick al frente de la Archidiósesis de Washington y citado casi doscientas veces en el informe del gran jurado de Pensilvania.

Wuerl tenía a sus propios sacerdotes en pie de guerra, cancelaba actos por temor al ‘odium populi’ y las voces pidiendo su sustitución eran ya un clamor. Al fin el Papa se vio forzado a actuar en una forma que nos recuerda poderosísimamente a la aceptación de la dimisión su flamante primer prefecto para las comunicaciones vaticanas, Monseñor Edoardo Viganò, que al poco de estrenarse fue pillado por la prensa mundial en un flagrante intento de manipulación de un texto del Papa Emérito.

Los pasos fueron idénticos. Primero, negación y resistencia. Cuando la situación se vuelve imposible, el despido toma la forma de dimisión aceptada, que se realiza con una carta pública en la que se pone por las nubes al defenestrado. Y, por último, se le deja en su puesto con otro nombre.

En el caso de Wuerl, su dimisión llevaba ya -por edad canónica- tres años sobre la mesa de Su Santidad, y al aceptarla el Papa lo hizo con una misiva que algún día podría servir en su proceso de canoninación, poniéndole como ejemplo de lo que debe ser un obispo. Y, por último, le ruega que continúe al frente de la archidiócesis como administrador apostólico. El Papa odia, odia, odia que le fuercen a prescindir de alguno de sus hombres.

Y no ha habido más. Al contrario, los obispos elegidos por influencia del pedófilo McCarrick -el trío Cupich, Tobin y Farrell-, lejos de sufrir con su proximidad a la crisis, son objeto de constantes gestos de favor pontificio. Cupich fue elegido para asistir a este ‘sínodo de sínodos’ que se celebra aún en Roma, Farrell fue nombrado responsable del nuevo megadiscasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y el nombre de Tobin suena cada vez con más fuerza para sustituir a Wuerl en Washington.

Y en vista de eso, ¿cesan fulminantemente -se negó a dimitir- a un obispo cuyo nombre no se ha mencionado siquiera en la gran polémica de los abusos alegando ‘mala gestión’? Suena tan raro, tan poco propio del modo de actuar de Francisco en esta crisis que la explicación que da el propio Holley resulta eminentemente creíble.

Dice Holley que, en 2012, siendo entonces Holley obispo auxiliar de Washington bajo el liderazgo de Wuerl, el nombre de este se barajó en Roma para que ocupara el cargo de secretario de Estado en la Curia romana. Tradicionalmente, el ‘número dos’ del Vaticano solía ser el prefecto para la Doctrina de la Fe, pero hace ya más de medio siglo que la politización burocrática entró en la Iglesia, convirtiendo al secretario de Estado en el verdadero ‘hombre fuerte’ después del Papa.

Un cargo de tanta importancia no se da sin el debido proceso de consultas, y entre estas, Benedicto tuvo a bien recabar la opinión del obispo Holley que, al parecer, no consideraba a su superior la persona indicada para tan alto puesto. Sea como fuere, Wuerl no obtuvo el cargo y achacó a Holley, en opinión de este, su fracaso. Y este es el motivo, opina Holley, de que Roma abriera una investigación sobre su gestión que ha desembocado en su cese por Roma: la venganza. “Me interpuse en su camino hacia algo que deseaba”, asegura Holley.

La versión oficial es que la investigación se inicia a raíz de las fuertes críticas que provocaron la decisión de Holley de reasignar a dos tercios de sus sesenta sacerdotes en activo y el nombramiento de un sacerdote canadiense, Padre Clement Machado, como vicario general, moderador de la Curia y canciller de la diócesis.

Carlos Esteban

Carta abierta a los simpatizantes de los “tradicionalistas” (Stefanie Nicholas)





Es difícil saber cómo empezar esta carta. Quizá ya te estás encogiendo por mi uso de calificativos católicos “divisivos”, lamentando el hecho de que no puedo simplemente llamarnos a ambos “católicos” y seguir con lo que tengo que decir. Odio este lenguaje categórico. Sin embargo, siento que no tengo más remedio que usarlo, del mismo modo que no tengo más remedio que llamarme una “cristiana católica” sin disculpas, en vez de sólo una “cristiana” porque el protestantismo ha usurpado la Iglesia como el administrador fiel del significado de cristianismo.

Somos ambos católicos en el sentido de que creemos en la única fe verdadera. El catolicismo no puede ser dividido y no puede enseñar dos verdades diametralmente opuestas. El catolicismo, como a menudo recuerdo a mis amigos protestantes, no es y nunca puede ser una denominación. Pero ¿y los católicos como tú y como yo, el elemento humano de la Iglesia? Con toda certeza, podemos caer en nuestras propias divisiones en cuanto a lo que creemos. Esto ha sido verdad desde los tiempos más tempranos de la Iglesia. Incluso la Sagrada Escritura habla de esta realidad. Nuestro Señor y Salvador Jesucristo rezó por nuestra unidad. Ese tipo de división no es nuevo.

Lo que es nuevo, sin embargo, es lo que te ha traído a leer esta carta. Lo que te ha llevado a leer One Peter Five en general. Lo que te ha llevado a engancharte a leer sobre la falsedad de Pablo VI, a la una de la mañana de un día de vacaciones… bueno, puede que esa fuera sólo yo.

Steve Skojec llama a esta cosa nueva y sin precedentes en la Iglesia “La gran fealdad”. Yo la llamo La pasión de la Iglesia, la brutal crucifixión de la esposa de Cristo. La llamemos como la llamemos y sean cuales sean las diferencias doctrinales que quedan entre tú y yo, confío en que podemos estar de acuerdo en una cosa: esta situación de la Iglesia no se parece a nada de lo que hayamos experimentado nunca, y es profundamente aterrador, incluso con la promesa de que al final venceremos.

Históricamente, cuando se desgarró en trozos el Cuerpo de Cristo, fue siempre virtualmente a causa de varios individuos o grupos que se oponían al único espíritu de la Iglesia. No nos confundamos: este pecado ya es bastante horroroso. Hiere a Nuestro Señor en la cruz. Ciega a los que están en el error y escandaliza a los católicos ortodoxos que son testigos de ello.

Hoy hay una verdad más difícil de tragar: el espíritu de la Iglesia (en su elemento humano), desde el papa Francisco hasta la mayoría de los obispos, sacerdotes y laicos, está obstruido por la desorientación diabólica sobre la que la hermana Lucia de Fátima advirtió a Pablo VI.

Se ha escrito tanto sobre el tema de qué es lo que ha ido mal en la Iglesia, que no estoy segura de qué más puedo añadir en esta breve carta que no se haya dicho ya. Si estás leyendo esto, espero y rezo porque hayas prestado un oído sincero a esos locos tradicionalistas radicales a los que quizá has descartado toda tu vida. Espero que hayas pensado en las críticas al Concilio Vaticano II. Espero que hayas leído sobre la brillante encíclica del papa san Pío X contra el modernismo. Espero que hayas investigado los cambios de la misa realizados con la creación del Novus Ordo.

Espero, sobre todo, que hayas rezado el rosario todos los días, considerando las bellas promesas que Nuestra Santísima Madre nos dio a cambio, particularmente la promesa de que el rosario “será una poderosa armadura contra el infierno; destruirá el vicio, disminuirá el pecado y destruirá las herejías”.

Si una persona de verdad quiere aprender la verdad completa de la fe católica, la fe católica tradicional que ha permanecido como un puerto seguro para las almas durante 1900 años, la información está ahí. Las ayudas espirituales están ahí, también, la mayoría de ellas disponibles incluso para aquellos de nosotros que todavía asistimos normalmente a parroquias del Novus Ordopor necesidad (yo) o por elección (quizá tú).

Lo que quiero que sepas es simplemente esto: tendrás que elegir un lado. Vendrá un tiempo, y siento que ese tiempo está cercano, en que se abrirá el terreno medio de debajo de tus pies. En el que tendrá un fin el lenguaje calificativo católico, por necesidad y de un modo muy doloroso. En el que no podré llamarnos a los dos católicos incluso en un sentido amplio. En el que cada uno de nosotros será o hijo de la Iglesia o hijo de la Antiiglesia.

No sé cómo pasará esto, pero no tengo duda de que pasará. No disfruto de esta realidad más que tú. No me gusta tener que afirmar que, sí, nosotros los católicos tradicionales somos de hecho “más católicos que el papa” por todas las evidencias disponibles.

Sabemos que hemos de ser cándidos como palomas. Pero igualmente debemos recordar siempre ser astutos como serpientes.

El tiempo de aplacar al dragón se terminó antes de que empezara. Nunca es demasiado tarde para pisar fuerte, tomar tu cruz y decidir caminar todo el camino del catolicismo que existió desde el principio. No pedir disculpas por defender toda la verdad, incluso las partes que la mayoría de la Iglesia militante ha ignorado durante medio siglo o más. Es lo que se nos mandó hacer y, aunque la tarea no es fácil, podemos contar con la gracia de Dios para que nos dé toda la fuerza que necesitamos para hacer su voluntad.

“La verdad os hará libres” no es un simple dicho. El sentimiento de liberación en saber que, por primera vez en mi pecadora vida, descanso en la verdad no se parece a nada de lo que he experimentado antes. Quiero eso para cada católico, cada uno de nosotros los que hemos sido adoptados por el bautismo como hijos de Dios. Es nuestro derecho de nacimiento y necesitamos luchar por él con todo lo que tenemos.

Si no por nosotros, tenemos que encontrar la voluntad de luchar por nuestros hijos. Tengo un hijo de tres años. No fue bautizado hasta que tuvo dos por mi ignorancia y mi pecado. El Señor, en su increíble misericordia, protegió a esta pequeña criatura que me dio para que yo cuidara, velando por él hasta esa gloriosa vigilia pascual en que finalmente fue traído a las aguas seguras del bautismo. La lucha no ha terminado para su alma, pero yo haré lo que sea para ayudarle a ir al Cielo.

No sé si vendrás a nuestro lado, el lado de la Tradición. Quizá aún estás pensándote las cosas, aún cuestionándolo todo, aún intentando encontrar un modo de hacer una “hermenéutica de continuidad”. Pero espero que considerarás tomar esta decisión con el mismo nivel de temor de Dios que tuve yo cuando me di cuenta de la gravedad del hecho de que mi hijo no estuviera bautizado. Tu alma y las almas de tus hijos dependen de seguir a Cristo en su Iglesia, en sus enseñanzas verdaderas y perennes, en la totalidad de sus sacramentos, en la belleza de sus devociones y sacramentales.

Querido simpatizante de los tradicionalistas, ten por seguras mis oraciones. Ten por seguro mi amor por tu alma, pues es preciosa sin medida. Estáte seguro de que, incluso si nos has desechado en las últimas horas, te daré la bienvenida con alegría, como harán muchos, muchos católicos de ideas afines. No te engañes. No desesperes: después de todo, el primer papa abandonó a Cristo el mismo día en que fue crucificado. Si no fue demasiado tarde para san Pedro, no es demasiado tarde para ninguno de nosotros. Por la gracia de Dios, aún respiramos y, mientras respiremos, tenemos la oportunidad de elegir lo correcto.

Reza el rosario, agárrate a nuestra Santísima Madre, y elige. Puede que no tengamos mucho tiempo.

Stefanie Nicholas

(Traducido por Natalia Martín. Artículo original)

Francisco esconde la tiranía modernista detrás de las hojas de parra de la “sinodalidad”



Edward Pentin publicó el 25 de octubre en Twitter información sobre un borrador de los contenidos del documento final del Sínodo sobre la Juventud. Los 173 parágrafos fueron repartidos confidencialmente el lunes y serán votados el próximo domingo.

Según Pentin, la tercera parte del borrador está dominado por el mantra “sinodalidad”, aunque esto no está conectado al tema y a las discusiones del Sínodo. Además, la “sinodalidad” no es el estilo del gobierno absolutista de la Iglesia del papa Francisco, quien utiliza la “sinodalidad” sólo como un pretexto.

Sin embargo, las fuentes de Pentin afirman que Francisco planea imponer la “sinodalidad” como un “nuevo modelo de la Iglesia” (por ejemplo, la revolución permanente).

El borrador contiene encabezamientos tales como “Sinodalidad – Sinodalidad misionera en la Iglesia” o “Sinodalidad en nuestras relaciones diarias”.


NOTA: Esta idea de «sinodalidad» está bien explicada por Carlos Esteban. Pinchar aquí.

¡Era la sinodalidad, estúpidos! (Carlos Esteban)



Vaya, al final la palabra clave parece no ser, esta vez, como temíamos, ‘homosexualidad’, sino más bien ‘sinodalidad’, un concepto al que, por lo visto, dedican dos capítulos del documento final. ¿Que qué significa eso? Si lo tienen tan claro como el arzobispo peruano de Trujillo, Héctor Cabrejos Vidarte, tenemos un problema. ¿Jóvenes? ¿Qué jóvenes?

“Que hagan ellos las leyes, que ya haré los reglamentos”, solía decir el Conde de Romanones. Porque la ley no es nada sin su aplicación concreta, sin su desarrollo específico, que son los reglamentos, que pueden usarse para atenuar lo que no gusta e incluso para introducir cosas que la ley no dice.

Eso, en la Iglesia, podría aplicarse a lo que se conoce, abusivamente, como ‘pastoral’. Por poner un ejemplo evidente, ningún obispo o conferencia episcopal ha tenido que rebelarse contra la doctrina católica contenida en la Humanae Vitae para ignorarla por completo. Basta con apartarla en absoluto de la ‘pastoral’, es decir, de la relación cotidiana del clero con el pueblo fiel. Lo vemos todos los días, en sacerdotes como el padre James Martin o los sacerdotes de Nuestra Señora de Madrid, que pueden mostrarse abiertamente en contra de la doctrina católica sobre la homosexualidad sin perder el favor de sus superiores, antes al contrario.

Esa es una herramienta de renovación que usa mucho Su Santidad, pero no la ha inventado él, sino que nos viene del Concilio Vaticano II, que empezó ya por definirse como un concilio “pastoral y no dogmático”.

De hecho es -como temíamos- que el presente sínodo introdujera un cambio de la actitud de la Iglesia con respecto a la homosexualidad, por la vía ‘pastoral’, sin tener que cambiar una iota de la doctrina. Todavía podría ser, por lo que sabemos, pero las fuentes mejor informadas -aquí mismo hemos ofrecido la visión del prestigioso vaticanista Sandro Magister- indican que ha sido el propio Francisco quien ha dado instrucciones de dejar el asunto para mejor ocasión. Es probable que haya tenido mucho que ver en su decisión la firme defensa de la ortodoxia en este aspecto del episcopado africano, y sin duda ha pesado el Testimonio Viganò y los escándalos de abusos homosexuales asociados, que aún colean y no tienen visos de ir a menos.

Pero la revolución de este sínodo parece ser, precisamente, el sínodo como instrumento de gobierno de la Iglesia, esa ‘Iglesia sinodal’ que ha dicho querer Francisco en otras ocasiones y que define con términos adecuadamente vagos y biensonantes. En la práctica viene a ser instituir la revolución permanente.

De hecho, ha sido una enorme sorpresa que ha enfurecido a no pocos padres sinodales saber a estas alturas que a este aspecto, que se ha ignorado por completo a lo largo de todos estos días a juzgar por las ruedas de prensa, se va a dedicar dos capítulos enteros en el texto final, los dos primeros de la Tercera parte: ‘Sinodalidad Misionera en la Iglesia’ y ‘Sinodalidad en Nuestras Relaciones Cotidianas’.

La ‘sinodalidad’ es el modelo por el que optó hace ya décadas la Iglesia Anglicana, con los resultados que están a la vista: su práctica desaparición y su absoluta irrelevancia. ¿Recuerdan cuando el cardenal alemán Walter Kasper, teólogo favorito del Papa, respondió de forma algo despectiva a las objeciones de los obispos africanos diciendo que África “no nos va a dictar cómo hacemos aquí las cosas”? Bien, pues en la nueva Iglesia sinodal, muy probablemente los alemanes podrán tener ‘su’ catolicismo a medida y los africanos, el suyo.

“Enterrar a Benedicto”, lo definía Matthew Schmitz en mayo del año pasado en la revista americana First Things. Allí señalaba que Francisco parecía decidido a trastocar todo lo que Ratzinger -primero como prefecto para la Doctrina de la Fe y luego como Papa- había intentado dejar sentado para siempre, como la abolición de esa aparente primacía de la pastoral sobre la doctrina de la que hablábamos antes. Y otro mal que Benedicto pretendía conjurar era el de las fuerzas centrífugas en la Iglesia, cuando escribía insistiendo en que la Iglesia Universal era “una realidad temporal y ontológicamente anterior a todas las iglesias particulates concretas”.

Cómo se va a articular ese modelo, es más que dudoso, al menos si tenemos en cuenta la respuesta que ha dado hoy en la rueda de prensa el arzobispo peruano de Trujillo, Héctor Cabrejos Vidarte a esa misma pregunta, que parecía un artista conceptual explicando su obra: “El Papa Francisco hace hincapié en la noción de caminar juntos, con todos, también con los que están más alejados, es importante participar, cooperar, escuchar”. También añadió que “la sinodalidad es el fruto del Espíritu Santo, que ha indicado que la Iglesia debe practicar la sinodalidad”. No estudié yo eso en catequesis, pero quizá estaba distraído. Cabrejos ha sido algo más prolijo que todo esto, pero en ningún momento más claro, por lo que mejor lo dejamos aquí.

Y esta falta de claridad es lo que nos hace recelar, más aún de lo que ya podamos desconfiar de un modelo revolucionario que ha destruido la Iglesia Anglicana. Porque, en principio, la sinodalidad sería una descentralización, una cesión de poder del centro -la Curia romana- a las iglesias nacionales. Ahora bien, Dios no nos ha dado ojos para que pretendamos no haber visto en estos cinco años que el Santo Padre no es hombre que se deshaga del control con facilidad y ligereza. A lo largo de su pontificado le hemos visto empeñarse en causas concretas, incluso más allá de lo que cualquier juzgaría razonable, especialmente en el apoyo a determinados prelados de su confianza.

Del mismo modo, habla desde el primer día con un hombre que tiene una misión y que está decidido a llevarla a cabo contra viento y marea. Ya comentamos en otra ocasión la conversación que mantuvo en Vilna, durante su visita a las repúblicas bálticas, con un grupo de jesuitas, a quienes confesó sentir que Dios le pedía que completara lo decidido en el Concilio Vaticano II.

¿Cómo conciliar estas dos realidades? De un modo perfecto. Que el sínodo está amañado -como lo estuvieron, al menos parcialmente, los dos dedicados a ‘la familia’- es creencia común entre muchos comentaristas, entre ellos el citado Magister. 
De hecho, para quien lo organiza, y más si es el Papa, es relativamente sencillo ‘teledirigirlo’, disponiendo del control de la elección de padres sinodales, del equipo de redacción y, naturalmente, de todos los resortes del primado petrino. 

Así que este nuevo instrumento -el sínodo cuasi permanente, transformado por la constitución Episcopalis Communio- se convierte en la maquinaria perfecta para que el Papa pueda imponer todas sus reformas sin tener que responsabilizarse individualmente de ellas: ya ven, es lo que quieren mis colegas en el episcopado, no hago más que respetar los deseos del pueblo de Dios.

Y ustedes se preguntarán: todo esto, ¿qué tiene que ver con los jóvenes? A lo que sólo se me ocurre responder: ¿y a quién le importa?

Carlos Esteban