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viernes, 26 de octubre de 2018

Carta abierta a los simpatizantes de los “tradicionalistas” (Stefanie Nicholas)





Es difícil saber cómo empezar esta carta. Quizá ya te estás encogiendo por mi uso de calificativos católicos “divisivos”, lamentando el hecho de que no puedo simplemente llamarnos a ambos “católicos” y seguir con lo que tengo que decir. Odio este lenguaje categórico. Sin embargo, siento que no tengo más remedio que usarlo, del mismo modo que no tengo más remedio que llamarme una “cristiana católica” sin disculpas, en vez de sólo una “cristiana” porque el protestantismo ha usurpado la Iglesia como el administrador fiel del significado de cristianismo.

Somos ambos católicos en el sentido de que creemos en la única fe verdadera. El catolicismo no puede ser dividido y no puede enseñar dos verdades diametralmente opuestas. El catolicismo, como a menudo recuerdo a mis amigos protestantes, no es y nunca puede ser una denominación. Pero ¿y los católicos como tú y como yo, el elemento humano de la Iglesia? Con toda certeza, podemos caer en nuestras propias divisiones en cuanto a lo que creemos. Esto ha sido verdad desde los tiempos más tempranos de la Iglesia. Incluso la Sagrada Escritura habla de esta realidad. Nuestro Señor y Salvador Jesucristo rezó por nuestra unidad. Ese tipo de división no es nuevo.

Lo que es nuevo, sin embargo, es lo que te ha traído a leer esta carta. Lo que te ha llevado a leer One Peter Five en general. Lo que te ha llevado a engancharte a leer sobre la falsedad de Pablo VI, a la una de la mañana de un día de vacaciones… bueno, puede que esa fuera sólo yo.

Steve Skojec llama a esta cosa nueva y sin precedentes en la Iglesia “La gran fealdad”. Yo la llamo La pasión de la Iglesia, la brutal crucifixión de la esposa de Cristo. La llamemos como la llamemos y sean cuales sean las diferencias doctrinales que quedan entre tú y yo, confío en que podemos estar de acuerdo en una cosa: esta situación de la Iglesia no se parece a nada de lo que hayamos experimentado nunca, y es profundamente aterrador, incluso con la promesa de que al final venceremos.

Históricamente, cuando se desgarró en trozos el Cuerpo de Cristo, fue siempre virtualmente a causa de varios individuos o grupos que se oponían al único espíritu de la Iglesia. No nos confundamos: este pecado ya es bastante horroroso. Hiere a Nuestro Señor en la cruz. Ciega a los que están en el error y escandaliza a los católicos ortodoxos que son testigos de ello.

Hoy hay una verdad más difícil de tragar: el espíritu de la Iglesia (en su elemento humano), desde el papa Francisco hasta la mayoría de los obispos, sacerdotes y laicos, está obstruido por la desorientación diabólica sobre la que la hermana Lucia de Fátima advirtió a Pablo VI.

Se ha escrito tanto sobre el tema de qué es lo que ha ido mal en la Iglesia, que no estoy segura de qué más puedo añadir en esta breve carta que no se haya dicho ya. Si estás leyendo esto, espero y rezo porque hayas prestado un oído sincero a esos locos tradicionalistas radicales a los que quizá has descartado toda tu vida. Espero que hayas pensado en las críticas al Concilio Vaticano II. Espero que hayas leído sobre la brillante encíclica del papa san Pío X contra el modernismo. Espero que hayas investigado los cambios de la misa realizados con la creación del Novus Ordo.

Espero, sobre todo, que hayas rezado el rosario todos los días, considerando las bellas promesas que Nuestra Santísima Madre nos dio a cambio, particularmente la promesa de que el rosario “será una poderosa armadura contra el infierno; destruirá el vicio, disminuirá el pecado y destruirá las herejías”.

Si una persona de verdad quiere aprender la verdad completa de la fe católica, la fe católica tradicional que ha permanecido como un puerto seguro para las almas durante 1900 años, la información está ahí. Las ayudas espirituales están ahí, también, la mayoría de ellas disponibles incluso para aquellos de nosotros que todavía asistimos normalmente a parroquias del Novus Ordopor necesidad (yo) o por elección (quizá tú).

Lo que quiero que sepas es simplemente esto: tendrás que elegir un lado. Vendrá un tiempo, y siento que ese tiempo está cercano, en que se abrirá el terreno medio de debajo de tus pies. En el que tendrá un fin el lenguaje calificativo católico, por necesidad y de un modo muy doloroso. En el que no podré llamarnos a los dos católicos incluso en un sentido amplio. En el que cada uno de nosotros será o hijo de la Iglesia o hijo de la Antiiglesia.

No sé cómo pasará esto, pero no tengo duda de que pasará. No disfruto de esta realidad más que tú. No me gusta tener que afirmar que, sí, nosotros los católicos tradicionales somos de hecho “más católicos que el papa” por todas las evidencias disponibles.

Sabemos que hemos de ser cándidos como palomas. Pero igualmente debemos recordar siempre ser astutos como serpientes.

El tiempo de aplacar al dragón se terminó antes de que empezara. Nunca es demasiado tarde para pisar fuerte, tomar tu cruz y decidir caminar todo el camino del catolicismo que existió desde el principio. No pedir disculpas por defender toda la verdad, incluso las partes que la mayoría de la Iglesia militante ha ignorado durante medio siglo o más. Es lo que se nos mandó hacer y, aunque la tarea no es fácil, podemos contar con la gracia de Dios para que nos dé toda la fuerza que necesitamos para hacer su voluntad.

“La verdad os hará libres” no es un simple dicho. El sentimiento de liberación en saber que, por primera vez en mi pecadora vida, descanso en la verdad no se parece a nada de lo que he experimentado antes. Quiero eso para cada católico, cada uno de nosotros los que hemos sido adoptados por el bautismo como hijos de Dios. Es nuestro derecho de nacimiento y necesitamos luchar por él con todo lo que tenemos.

Si no por nosotros, tenemos que encontrar la voluntad de luchar por nuestros hijos. Tengo un hijo de tres años. No fue bautizado hasta que tuvo dos por mi ignorancia y mi pecado. El Señor, en su increíble misericordia, protegió a esta pequeña criatura que me dio para que yo cuidara, velando por él hasta esa gloriosa vigilia pascual en que finalmente fue traído a las aguas seguras del bautismo. La lucha no ha terminado para su alma, pero yo haré lo que sea para ayudarle a ir al Cielo.

No sé si vendrás a nuestro lado, el lado de la Tradición. Quizá aún estás pensándote las cosas, aún cuestionándolo todo, aún intentando encontrar un modo de hacer una “hermenéutica de continuidad”. Pero espero que considerarás tomar esta decisión con el mismo nivel de temor de Dios que tuve yo cuando me di cuenta de la gravedad del hecho de que mi hijo no estuviera bautizado. Tu alma y las almas de tus hijos dependen de seguir a Cristo en su Iglesia, en sus enseñanzas verdaderas y perennes, en la totalidad de sus sacramentos, en la belleza de sus devociones y sacramentales.

Querido simpatizante de los tradicionalistas, ten por seguras mis oraciones. Ten por seguro mi amor por tu alma, pues es preciosa sin medida. Estáte seguro de que, incluso si nos has desechado en las últimas horas, te daré la bienvenida con alegría, como harán muchos, muchos católicos de ideas afines. No te engañes. No desesperes: después de todo, el primer papa abandonó a Cristo el mismo día en que fue crucificado. Si no fue demasiado tarde para san Pedro, no es demasiado tarde para ninguno de nosotros. Por la gracia de Dios, aún respiramos y, mientras respiremos, tenemos la oportunidad de elegir lo correcto.

Reza el rosario, agárrate a nuestra Santísima Madre, y elige. Puede que no tengamos mucho tiempo.

Stefanie Nicholas

(Traducido por Natalia Martín. Artículo original)