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sábado, 14 de octubre de 2017

La nueva Iglesia de Karl Rahner (Por Don Samuele Cecotti)




Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional “Cardenal Van Thuân” para la Doctrina Social de la Iglesia, ha publicado con la editorial Fede & Cultura un ágil volumen (107 páginas), bien escrito, de corte divulgativo, sin notas u otro tipo de aparato crítico, sobre el pensamiento de Karl Rahner. O, más bien, sobre el rahnerismo como “nuevo catolicismo”, como nueva doctrina de una “nueva Iglesia”.

Fontana resalta con valor el alcance totalizador del paradigma rahneriano, capaz de sustituirse totalmente al catolicismo tal como nos ha sido entregado por la Tradición. De las páginas del volumen emerge claramente la naturaleza totalmente inconciliable entre el catolicismo y el neo-catolicismo rahneriano.

Por consiguiente, hablar de “Iglesia de Karl Rahner” significa hablar de una realidad intrínsecamente distinta a la de la Iglesia católica, a pesar de que el rahnerismo surge “en la” Iglesia católica. En el fondo, Fontana denuncia la presencia tumoral de una neo-iglesia en la Iglesia, de un neocatolicismo rahneriano en el Cuerpo eclesial. Cuerpo y masa tumoral no se identifican entre sí, a pesar de que el cáncer tiende a invadir con metástasis todo el Cuerpo; el rahnerismo vive de manera parasitaria en la Iglesia, cuya identidad, sin embargo, pretende sustituir deshaciéndola desde el interior.

La denuncia del rahnerismo como peligro mortal para el catolicismo no es nueva. Entre otros, el grandísimo padre Cornelio Fabro publicó en 1974, tras publicar el año anterior Il trascendentale esistenziale e la riduzione al fondamento, La svolta antropologica di Karl Rahner, verdadera obra maestra de crítica teológica, capaz de captar y confutar el fundamento teórica y dogmáticamente subversivo del sistema rahneriano.

A la escuela del padre Fabro, teniendo presente los ensayos críticos más recientes sobre el tema de autores cualificados como Gherardini, Livi, Cavalcoli, Lanzetta, etc., Fontana ofrece al gran público un texto de gran lucidez que presenta, en capítulos breves, el núcleo del neo-catolicismo construido como sistema por el jesuita alemán.

En realidad, Fontana reconduce el rahnerismo teológico a sus premisas filosóficas, es decir, a Heidegger, pero sin olvidarse de Kant y Hegel; así, desenmascara el fundamento anti-realista del trascendentalismo moderno. Todo el sistema teológico de Karl Rahner se apoya sobre el transcendental existencial de Heidegger, sobre la noción heideggeriana de Ser. La transcendencia de Dios ya no es, por lo tanto, la de la metafísica clásica, sino que se entiende “en sentido existencial e histórico: Dios es el horizonte que nos precede y que nos hace conocer todo el resto sin ser, a su vez, cognoscible” (p. 16). La incognoscibilidad de Dios, Su ser -para Rahner- Silencio, abismo y tinieblas, hace imposible una Revelación como comunicación de Verdad de Dios al hombre; para el jesuita, se hace experiencia de la transcendencia en la existencia y, por lo tanto, en la existencia que Dios se autocomunica. El mundo y la historia se convierten, así, en Revelación, historia profana e historia sagrada coinciden, la voz de Dios es audible escuchando los hechos históricos “que suceden en la humanidad de mi tiempo, porque es allí donde Dios me habla” (p. 17).

Como puede verse, antes que este o aquel dogma, lo que se hiere mortalmente es el fundamento mismo de la Verdad Revelada. La noción de Revelación es radicalmente distinta en Rahner y en la Iglesia; para el alemán, la Revelación es atemática y su lugar es el mundo entendido como historia. La Revelación pública que se concluyó con la muerte del último apóstol, contenida en la Escritura y en la Tradición, se disuelve en el horizonte histórico-mundano.

He aquí la razón, escribe Fontana, por la que “las corrientes rahnerianas no aceptan el concepto de evangelización” (p. 19); siendo coherente, el rahnerismo no puede admitir la evangelización sencillamente porque no hay nada que evangelizar al ser el mundo, precisamente el mundo, el lugar teológico, la manifestación de Dios. La propia Iglesia es parte del mundo, por lo que tiene que leer los signos del mundo. Es el mundo como historia, como manifestación de Dios, el que debe guiar/enseñar; la Iglesia, que ya no es magistra, debe convertirse en discípula y sierva del mundo: es “el nuevo sentido de laicidad que se está imponiendo en la Iglesia católica” (p. 21), la Iglesia “es, a todos los efectos, mundo […] debe ser cada vez más mundo, disolviéndose al servicio de éste” (p. 22).

Esto lleva, por ejemplo, a la neta negación de la Doctrina Social de la Iglesia, a la negación misma de su legitimidad, de su posibilidad. De hecho, “si la Iglesia tiene que aprender del mundo, la Doctrina Social de la Iglesia es un absurdo” (p. 40).

Coherente aunque absurdamente, Rahner rechaza la Doctrina como conjunto de verdades, afirma el primado de la pastoral, es decir, de la praxis de la que dependería la doctrina, la libertad en sentido moderno liberal, la utopía como impulso futurológico que incluye de manera vital ese “proceso histórico y mundano” del que emerge la revelación de Dios.

Leyendo las páginas de Fontana se comprende que el rahnerismo no es simplemente una herejía, sino que es propiamente otra “fe”, un sistema alternativo al catolicismo e inconciliable con éste. Y, sin embargo, no se presenta como tal; de hecho, el rahnerismo no se presenta como una “nueva religión”, sino que más bien pretende leer de nuevo integramente el cristianismo cambiando su naturaleza desde el interior. De hecho, todo cambia si se acoge el paradigma rahneriano: la misión ya no es evangelización, sino promoción humana y acción filantrópica; el pecado original se reinterpreta como mal históricamente sedimentado en estructuras de explotación; todo el cristianismo debe ser desmitificado y dehelenizado; la Divinidad de Cristo ya no será, entonces, un dato ontológico, sino expresión histórica de la relación transcendental del hombre con Dios; la Resurrección no será un acontecimiento real, sino una convicción de la Iglesia; etc.

Fontana vincula la idea que Rahner ofrece de la Revelación a la de los modernistas condenados por San Pío X, remontando ambas ideas a Hegel. Tanto para los modernistas de principios del siglo XX, como para Rahner “no hay una verdad dogmática objetiva, revelada por Dios y aceptada por la Iglesia como conocimiento, sino que se da una historia dentro de la cual la Iglesia, empujada por lo que será llamado ambiguamente ‘signo de los tiempos’, interpreta la Palabra. […] Según Rahner, la historia de la evolución del dogma es la historia de su progresiva revelación [porque] la revelación acontece en el encuentro entre conciencia e historia” (p. 68).

¿Cómo es posible que se haya dejado crecer un sistema como éste dentro de la Iglesia? ¿Cómo es posible que en pocos decenios casi todos los ambientes eclesiales hayan sido infestados por el rahnerismo? ¿Cómo es posible que Rahner haya tenido tantísima influencia en los dos Sínodos recientes sobre la familia? Son muy interesantes las páginas que Fontana dedica a Kasper, discípulo perfecto de Rahner. Nos preguntábamos cómo es posible… Tal vez sea porque “la perspectiva rahneriana concilia la Iglesia con el mundo, elimina los obstáculos, permite no tener ya enemigos, acomodarnos en el mundo como si fuera nuestra propia casa […] Por lo tanto, es agradable al paladar. La Iglesia puede presumir de sus éxitos, pero en realidad son los éxitos del mundo”(p. 87).

Fontana declara que “el objetivo de este volumen era mostrar los peligros que entraña introducir a Rahner en las parroquias y favorecer esta conciencia desde abajo” (p. 88), “cultivar desde abajo la capacidad de reconocer los elementos del rahnerismo en las parroquias, contrastándolos detalladamente y liberando nuestra vida diaria eclesial de esta tendencia” (p. 88).

Cierran el volumen, casi como si fueran apéndices, cuatros artículos de Fontana publicados en el portal La Nuova Bussola Quotidiana que muestran, como si todavía fuera necesario, toda la actualidad del ensayo crítico acerca de Rahner.

El trabajo de Fontana es valiente y valioso, capaz en pocas páginas de captar lo esencial del sistema rahneriano, toda su peligrosidad, su naturaleza gnóstica. El rahnerismo, en el fondo, no sólo hace que sea imposible la Doctrina Social de la Iglesia y la idea misma de derecho natural, sino que convierte la escatología en utopía revolucionaria y el “Cristianismo” en inmanentismo, en el ateísmo más radical.

Confiemos que muchos, también miembros del clero, lean y mediten acerca de este breve ensayo de Stefano Fontana, para que pueda favorecer una confrontación honesta y una sana crítica al neo-catolicismo rahneriano. Señalamos que el Observatorio Cardenal Van Thuân está acogiendo en su portal un interesante debate sobre Rahner y la Doctrina Social de la Iglesia.

Don Samuele Cecotti