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sábado, 5 de marzo de 2022

Los reportes (científicos) de la muerte de Dios han sido muy exagerados




Por Enrique de Zwart

The Return of the God Hypothesis: Three Scientific Discoveries That Reveal the Mind Behind the Universe– HarperOne 2021, 568 pages.

Reseña

De acuerdo con «la ciencia», Dios es un mito. La vida, incluyendo nuestra propia vida, no es más que un accidente cósmico. Los supuestos portavoces de la ciencia nos dicen que la creencia en Dios es insostenible, y que la existencia del ser humano no tiene ningún significado. Por ejemplo, Richard Dawkins, el promocionado ateo darwinista ha afirmado que «el universo que observamos tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si, en el fondo, no hay diseño, no hay propósito… nada más que una ciega y despiadada indiferencia«.

El materialismo científico tiene altas pretensiones, nada más ni nada menos que explicar la realidad ultima. Y de que entidad o proceso surgió todo. Afirma que la materia, la energía y las leyes de la física son dichas entidades, y que han existido eternamente (o casi) como los fundamentos no-creados de todo lo que existe. Los materialistas también sostienen que la materia y la energía se organizaron mediante procesos estrictamente naturales y produjeron todas las formas de vida que poblaron y pueblan la tierra. No es moco de pavo. Naturalmente niegan la existencia de entidades inmateriales como Dios, el alma, el libre albedrio, y siguiendo su lógica reduccionista incluso la misma mente humana (meras “ilusiones neuronales”).

Pero ¿somos el producto de tal indiferencia, es decir, procesos puramente materialistas sin ningún propósito? ¿Tiene el universo las propiedades que deberíamos esperar si esta visión de la realidad de «todo lo que hay es materia» es correcta? Quizás no.

Tres notorios descubrimientos científicos contradicen las expectativas (“expresiones de deseo” es una mejor descripción) de los científicos ateos, y apuntan en cambio en una dirección no solo claramente compatible con Dios, sino inexorablemente teísta. Y esto describe Stephen Meyer, filósofo de la ciencia, en Return of the God Hypothesis: Three Scientific Discoveries That Reveal the Mind Behind the Universe.

Meyer argumenta que la ciencia misma ahora nos obliga a considerar la hipótesis de Dios, que no es sino la hipótesis de que un agente trascendente y omnipotente estableció las leyes de la física, creó el universo y la vida.

Todo esto sin ninguna apelación a la autoridad (religiosa). En esta exhaustiva obra Meyer nunca cita ningún pasaje de la Biblia, ni ningún texto religioso, y jamás menciona a Cristo o a Yahvé (aunque a más de un científico ateo le vendría bien leer Job 38). Su abundante soporte, casi 100 páginas de notas y bibliografía, es rigurosamente académico.

¿Pero cuáles son estos tres grandes descubrimientos?


El sacerdote y físico belga Georges Lemaître, padre de la teoría del Big Bang. 

El Big Bang

Primero, el Big Bang, los descubrimientos en astronomía observacional y los desarrollos en física teórica han revelado que el universo tuvo un comienzo. Esto es contrario a las expectativas del materialismo científico, que durante mucho tiempo explicó el universo como eterno y auto existente y, por lo tanto, sin necesidad de un creador externo. ¿Qué había antes del Big Bang? Nada. Ni tiempo, ni espacio, ni materia, ni energía. Nada material, estrictamente hablando.

La primera evidencia de un comienzo cósmico llegó en la década de 1920 cuando los astrónomos descubrieron que la luz proveniente de galaxias distantes se estaba estirando o desplazando hacia la parte roja del espectro de luz visible[1] (red-shifted) como si las galaxias se estuvieran alejando de nosotros (análogo al efecto Doppler en el sonido cuando una ambulancia se aleja de nosotros). Poco después, el sacerdote y físico belga Georges Lemaître y el astrónomo Edwin Hubble demostraron independientemente uno del otro que las galaxias más lejanas a la Tierra se estaban alejando más rápido que las cercanas. Eso sugería una expansión esférica del universo (y del espacio mismo) como un globo que se inflaba desde un comienzo explosivo y singular, o sea desde un «big bang».


Los astrónomos han descubierto que las galaxias distantes se están alejando unas de otras y de la tierra. En consecuencia, la luz emitida a una cierta longitud de onda desde estrellas distantes parece estirada o «desplazada al rojo». Además, cuanto más lejos están las galaxias de la Tierra, más rápido se alejan de nosotros y más se estiran las longitudes de onda de la luz proveniente de ellas. Adaptado de Return of the God Hypothesis.

Lemaître también demostró que las ecuaciones de Einstein que describían la gravedad implicaban naturalmente un universo dinámico, a pesar del intento inicial de Einstein de manipular sus propias ecuaciones para representar el universo como eternamente existente y estático, es decir, sin contraerse ni expandirse. El motivo de Einstein era ideológico, no científico, ya que encontraba “repugnante” la proposición de que el universo tuviera un comienzo. En 1931, Einstein visitó el Hubble en el observatorio del Monte Wilson en California para ver la evidencia del desplazamiento al rojo por sí mismo. Einstein, quien se había referido despectivamente a la idea de Lemaître como «inspirada por el dogma cristiano de la creación y totalmente injustificada desde el punto de vista físico», reconoció luego que negar la evidencia de un comienzo fue «el mayor error» de su carrera científica.

Esta evidencia de un comienzo cósmico, más tarde reforzada por otros descubrimientos en astronomía y física teórica como la radiación de fondo cósmica[2], no solo contradijo las expectativas del materialismo científico, sino que confirmó las premisas teístas. Arno Penzias, premio Nobel y parte de un descubrimiento clave para establecer la existencia de un comienzo cósmico, observó:

«Los mejores datos que tenemos son exactamente lo que yo hubiera predicho, si no hubiera tenido nada más que el Pentateuco… y la Biblia en su conjunto.» [243]

Y no es el único. La evidencia cosmológica ha llevado a muchos otros prominentes científicos a afirmar a un creador trascendente más allá del espacio y el tiempo como la mejor explicación para el origen de nuestro universo finito.

En una conclusión memorable de su libro Dios y los Astrónomos, el astrofísico agnóstico Robert Jastrow observó que el descubrimiento de un comienzo cósmico:

«es un desarrollo extremadamente extraño, inesperado por todos menos por los teólogos. Siempre han aceptado la palabra de la Biblia: En el principio Dios creó el cielo y la tierra… El desarrollo es inesperado porque la ciencia ha tenido un éxito extraordinario en el rastreo de la cadena de causa y efecto hacia atrás en el tiempo. Para el científico que ha vivido por su fe en el poder de la razón, la historia termina como un mal sueño. Ha escalado las montañas de la ignorancia; está a punto de conquistar el pico más alto; cuando supera la roca final, es recibido por una banda de teólogos que han estado sentados allí durante siglos.» [109]

Ciertamente, ya que se ha construido una religión alrededor de la ciencia materialista. Y esta fe religiosa del científico es rudamente profanada por el descubrimiento de que el universo tuvo un principio.
La excelsa armonía del universo

Segundo, el extraordinario ajuste fino (fine tuning) del universo. Vivimos en lo que podemos llamar un «universo afortunado», donde las leyes fundamentales y los parámetros físicos de alguna manera han sido «afinados» con fuerzas y constantes adecuadas para que la vida sea posible. Esto comenzó a ser evidente a partir de la década de 1960. Las remotísimamente increíbles probabilidades de que esto suceda por casualidad han llevado a científicos agnósticos y ateos a maravillarse. «La impresión de diseño es abrumadora» reconoció el físico Paul Davies. El ateo George Greenstein admite sufrir disonancia cognitiva al respecto: «Surge insistentemente la idea de que algún agente sobrenatural… debe estar involucrado.»

Incluso minúsculas alteraciones en los valores de muchos factores independientes —como las fuerzas de atracción gravitacional y electromagnética, las masas de las partículas elementales y la disposición inicial de la materia y la energía en el universo— habrían hecho imposible la vida.

Valgan un par ejemplos, de lo muchos descriptos por Meyer. Las masas de los “quarks arriba” y “quarks abajo”, que constituyen los protones y neutrones, deben tener valores precisos para permitir la producción en abundancia de elementos esenciales para un universo “amigable con la vida”, como carbono y oxígeno. Dichas masas deben cumplir nueve condiciones simultaneas para que las reacciones nucleares “correctas” puedan haber ocurrido en los comienzos del universo y la vida fuera posible. Una condición, por ejemplo, es la existencia de protones estables. La simultaneidad exige la intersección de las nueve condiciones, que es una zona infinitesimal de todas las plausibles. Y esto es precisamente lo que ocurre.


Ejemplo de ajuste fino del universo. Cada punto en el gráfico corresponde a los valores posibles para las masas de los quarks arriba y quarks abajo (Mu, Md, que constituyen los protones y los neutrones), relativas a la masa de Planck, Mp, natural en cosmología. Cada una de las nueve líneas del gráfico delimitan regiones de hipotéticos universos que permiten la vida y que no la permiten de acuerdo con varios criterios. Los nueve criterios deben cumplirse simultáneamente, por lo que la región que permite la vida es la marcada en gris. Un área minúscula de todas las plausibles. Return of the God Hypothesis.

No es solo que los valores de las contantes en las leyes fundamentales de la física parecen estar sorprendentemente afinados para que haya vida en el universo, como la constante G en la fuerza de gravedad[3], sino que las leyes mismas son de carácter contingente mas que una necesidad lógica. La existencia de la vida en el universo depende de su precisa estructura matemática. La fuerza de la gravedad descripta por Newton decrece con el cuadrado de la distancia (es decir el numero 2 redondito, no 2.01 o 1.99, ¿curioso no?). Y sin embargo, sin violar ningún principio lógico u otra ley fundamental esta fuerza podría haber disminuido con el cubo de la distancia, o algún exponente mas grande aún. Pero esto habría resultado en fuerzas gravitacionales demasiado débiles para que haya vida. De igual modo, la fuerza gravitacional podría haber disminuido en modo linear (exponente 1), pero esto habría resultado en fuerzas demasiado grandes para que haya vida.

Hay cuatro fuerzas fundamentales (léase inexplicables[4]) en la naturaleza: fuerza gravitacional, fuerza electromagnética (FEM), fuerza nuclear fuerte (FNF) y fuerza nuclear débil (FND). La fuerza nuclear débil causa radiación nuclear (es decir, radiactividad). La FNF, una fuerza atractiva de corto rango, mantiene unidos a los protones y neutrones. La FEM opera en todas las distancias, atrayendo partículas con cargas opuestas y repeliendo aquellas con la misma carga.

La vida depende de la existencia de estas fuerzas, que describimos con diferentes tipos de leyes, actuando en concierto. Por ejemplo, la vida en el universo requiere (1) una fuerza de atracción de largo alcance (como la gravedad) que facilite la coalescencia de las galaxias, las estrellas y los sistemas planetarios a partir de elementos químicos para proporcionar plataformas estables para la vida; (2) una fuerza como FEM para hacer posibles reacciones químicas y transmisión de energía a través del espacio; (3) una fuerza como la FNF que opera a distancias cortas para unir los núcleos de los átomos y superar las fuerzas electrostáticas repulsivas; (4) la cuantización de la energía para hacer posible la formación de átomos estables y, por lo tanto, la vida; (5) el funcionamiento de un principio de exclusión como el de Pauli que (a) permite la formación de estructuras materiales complejas y, sin embargo, (b) limita el peso atómico de los elementos.

Por lo tanto, las fuerzas que actúan en el universo mismo (y las matemáticas que describen las leyes de la física) muestran un ajuste fino que requiere explicación. Sin embargo, ninguna explicación física de esta estructura es posible, porque es precisamente la física (y sus leyes más fundamentales) la que manifiesta esta estructura y requiere explicación. En suma, la física no se explica a sí misma.

No es sorprendente que muchos físicos hayan concluido que este improbable ajuste fino para la vida apunta a un «afinador» cósmico. Fred Hoyle, el astrofísico que acuñó la frase «big bang» para ridiculizar la idea de que el universo tuvo un comienzo —una posición que le convenía como ateo y materialista— cambió de opinión y más aún se convenció de que un ser inteligente había orquestado el equilibrio preciso de fuerzas y constantes físicas en la naturaleza para hacer que el universo permitiera la vida: «Interpretando los datos con sentido común lleva a pensar que un superintelecto ha toqueteado la física» para hacer la vida posible ya que «las propiedades del universo caen dentro de rangos estrechos e improbables que son absolutamente necesarios para que existan formas de vida complejas».

Con el fin de evitar esta “inconveniente” conclusión, algunos físicos han postulado hipótesis bizarras, como que hay un gran número de universos. Esta idea del «multiverso» sugiere que nuestro universo se ganó la lotería; y también que hay un mecanismo generador de universos vomitando miles y miles de millones de universos. Tantos que uno como el nuestro con su improbable combinación de factores propicios para la vida eventualmente tendría que surgir. Ningún experimento puede proporcionar evidencia para refutar o confirmar la hipótesis del multiverso. Ergo esta fantasía no puede ser considerada ciencia.

Así y todo, los adalides del multiverso pasan por alto un problema obvio. Todas estas propuestas altamente especulativas, basadas en la «cosmología inflacionaria[5]» o en la «teoría de cuerdas[6]«, postulan mecanismos generadores de universos que a su vez requieren un ajuste previo inexplicable, lo que nos lleva de vuelta a donde comenzamos y a la necesidad de un afinador inicial.

Dijimos que antes del Big Bang no había ni tiempo, ni espacio, ni materia, ni energía. Pero ¿existían las matemáticas y las leyes de la física que no son materiales? Si hubiese un mecanismo que tratase de explicar el Big Bang de modo materialista tendría que asumir que existían leyes “incluso antes del universo mismo”. Lo cual presenta otro problema. Las leyes se expresan en forma de ecuaciones matemáticas. Si el medio de las matemáticas es la mente, ¿significa esto que la mente debe ser anterior al universo? Los ateos prefieren pasar por alto esta pregunta.

La complejidad de la vida

Tercero, la complejidad de la vida. La biología molecular ha revelado la presencia en las células vivas de un mundo exquisito de nanotecnología informativa: el código digital en el ADN y ARN; diminutas máquinas moleculares intrincadamente construidas; un complejo sistema de almacenamiento, transmisión y procesamiento de información que se asemeja, pero supera ampliamente, a nuestra tecnología digital más avanzada. No es lo que se esperaría encontrar si todo fuera el resultado de procesos materialistas al azar. El propio Dawkins confesó estar «asombrado por la complejidad miniaturizada de la maquinaria de procesamiento de datos en la célula viva».

Esto sugiere el trabajo de un programador maestro en las mismas bases de la vida. Después de que James Watson y Francis Crick dilucidaron la estructura de la molécula de ADN en 1953, Crick desarrolló su famosa «hipótesis de secuencia». En esta, Crick propuso que los componentes químicos en el ADN funcionan como letras en un lenguaje escrito o símbolos digitales en un código de computadora.

El funcionamiento del código informático depende de una secuencia precisa de ceros y unos. Del mismo modo, la capacidad de la molécula de ADN para dirigir el ensamblaje de moléculas de proteínas cruciales en las células depende de arreglos específicos de constituyentes químicos llamados «bases» a lo largo de la columna vertebral de su estructura de doble hélice. Dawkins reconoció que «el código máquina de los genes es extrañamente similar a una computadora». El ADN es como un programa de computadora, pero mucho, mucho más avanzado que cualquier software creado por el hombre. Meyer desarrollo en detalle este tópico en su primer libro, Signature in the Cell.

Es de notar que no hay enlaces químicos, y por lo tanto no hay fuerzas de atracción, entre las bases que corren a lo largo de la columna vertebral de la doble hélice de ADN. Sin embargo, es precisamente a lo largo de este eje de la molécula que se codifican las instrucciones genéticas en el ADN. Mas aun, cada una de las cuatro bases de nucleótidos adenina, timina, citosina y guanina -A, T, C, G- se adhieren a cualquier sitio en la columna vertebral del ADN con la misma facilidad, ya que están conectadas por el mismo tipo de enlace químico (enlace N-glicosídico). Las cuatro bases son aceptables, ninguna preferida. Por lo tanto, diferencias en afinidad de enlace no determinan la disposición de las bases. En otras palabras, las fuerzas de atracción química no explican la información en el ADN. ¿Cuál es el origen de esta información?


Esquema de la estructura química de la molécula de ADN que muestra los principales enlaces químicos entre sus moléculas constituyentes. No hay ningún enlace conectando las bases de nucleótidos (representadas por rectángulos con A, C, G. T a lo largo del eje donde se encuentra la información. Además, el mismo tipo de enlace químico conecta las diferentes bases a la columna vertebral de azúcar-fosfato (pentágonos y círculos P) de la doble hélice. Estas dos características de la molécula aseguran que cualquier base se puede conectar a la columna en cualquier lugar con la misma facilidad. Es decir que las propiedades de enlace de los constituyentes químicos del ADN no determinan la secuencia de las bases. Return of the God Hypothesis.

Hoy está claro que el código genético es un precisamente un código: una maravilla de sofisticación nanotecnológica para el procesamiento de información mediante la cual los codones (secuencia de tres nucleótidos) se traducen en aminoácidos que se ensamblan en proteínas. Incluso si los científicos pudieran algún día demostrar cómo la “sopa prebiótica” pudo haber generado una rica mezcla de nucleótidos, tal mezcla sería análoga a un cubo lleno de letras. La pregunta sin respuesta es cómo cucharadas al azar de la sopa podrían generar un libro como Don Quijote o la obra de Shakespeare. La célula viva más simple contiene más de 400 genes, cada uno compuesto por docenas o cientos de codones y cada uno de ellos esencial para la vida, es decir, si alguno de esos genes se elimina experimentalmente, la célula morirá. Ninguna teoría actual explica el origen de esta información genética. Algunos han propuesto ideas vagas como «autoorganización» y «selección natural prebiótica». Pero como señaló el premio Nobel de fisiología Christian de Duve, tales teorías «presuponen lo que debe explicarse en primer lugar», a saber: ¿de dónde proviene la información?

El premio Nobel de química Ilya Prigogine concluyó que las probabilidades de que las biomoléculas con alta densidad de información se desarrollen por casualidad son «desvanecedoramente pequeñas», incluso durante miles de millones de años. El mismo Crick tampoco vio ninguna posibilidad de que la vida en la tierra pudiera haber surgido espontáneamente de la “sopa primordial” y argumentó que la vida en la tierra debió haber sido sembrada por extraterrestres de otro sistema solar. La convicción entre ciertos científicos de que la vida pudo surgir espontáneamente de materia no viva es una cuestión de fe en el reduccionismo materialista y se basa completamente en ideología, no evidencia.

Ninguna teoría de evolución química al azar (no dirigida) explica el origen de la información en el ADN (o ARN) necesaria para construir la primera célula viva a partir de sustancias químicas inertes más simples. En cambio, nuestra uniforme y repetida experiencia, la base de todo razonamiento científico, muestra que los sistemas que poseen información funcional o digital surgen invariablemente de causas inteligentes.

Mas allá del misterio de la información necesaria para el comienzo de la vida, otro ejemplo de una explosión de información es la “explosión cámbrica«, a veces llamada big bang de la biología, en la que nuevos planes corporales, filos, aparecen dentro de un período de tiempo geológico cortísimo, a contrapelo de la evolución darwinista. En su segundo libro, Darwin’s Doubt, Meyer se explayó extensamente sobre esta temática.

Sabemos por experiencia que el software proviene de programadores. Sabemos en general que la información, ya sea inscrita en jeroglíficos, en libros o codificada en señales de radio, siempre surge de una fuente inteligente.

Por lo tanto, el descubrimiento de información, y un complejo sistema de transmisión y procesamiento de información en cada célula viva, proporciona bases sólidas para inferir que la inteligencia jugó un papel en el origen de la vida. Ya que «la información surge habitualmente de la actividad consciente».


El origen de los animales de acuerdo con la teoría darwinista (arriba) versus la evidencia (abajo). La teoría de Darwin predice un cambio evolucionario gradual, pero el registro fósil muestra la aparición abrupta de mayores grupos de animales, por ejemplo, durante el periodo cámbrico. Return of the God Hypothesis.

Conclusión

La premisa materialista no siempre ha sido parte del método científico. Los fundamentos de la ciencia moderna se pusieron en la edad media gracias a la cosmovisión cristiana de la época. Mas tarde los primeros científicos modernos fueron en general cristianos. Sin embargo, el materialismo ganó primacía después de Darwin. Hoy, la hegemonía de la suposición materialista es casi completa. El complejo educativo-mediático la presupone. Pero Meyer argumenta que la suposición materialista ahora plantea una obstrucción a la comprensión y niega la posibilidad del conocimiento, obligando a los científicos a proponer hipótesis inverosímiles e incomprobables con tal de evitar la hipótesis de Dios. Paradójicamente, el fanatismo religioso y la negativa a debatir los hechos honestamente ahora caracterizan a los ateos más que a los que creen en Dios.

Los científicos ateos han construido teorías cada vez más enrevesadas y fantasiosas, postulando diseñadores alienígenas para dar explicar el código de la vida; múltiples universos paralelos para tratar de explicar el ajuste fino; y desarrollado elaboradas ecuaciones matemáticas en un intento de usar la física para mostrar cómo el universo físico podría haber surgido de la nada física (lo cual es una contradicción en términos y metafísicamente absurdo). Como admitió el biólogo evolucionista Richard Lewontin:

«Nuestra inclinación a aceptar postulados científicos que van en contra del sentido común es la clave para comprender la verdadera lucha entre la ciencia y lo sobrenatural. Nos ponemos del lado de la ciencia a pesar del absurdo obvio de algunas de sus hipótesis… porque tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo… Mas aun, ese materialismo es absoluto, ya que no podemos permitir un Pie Divino en el umbral». [346]

Pero ¿y si Dios puso no solo un pie sino toda su divinidad en la creación? ¿y si el universo tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si hay un creador con voluntad e inteligencia detrás de todo? Return of the God Hypothesis argumenta que el universo tiene precisamente tales propiedades.

Meyer argumenta que la evidencia científica que tenemos sobre los orígenes biológicos y cosmológicos conduce lógicamente al conocimiento de Dios. O como dijo San Agustín crede ut intelligas, «cree para entender«. Y esto confirma la esperanza de que no somos el producto de una «ciega y despiadada indiferencia»; ridículo postulado que ninguna persona sana toma seriamente (en general los materialistas son hipócritas que imbéciles), y que si fuera tomado en serio conduce a la desesperación. Al contrario, hemos sido pensados y creados con un propósito.

…Que no te la cuenten.

Enrique de Zwart


[1] En física, un desplazamiento al rojo es un aumento en la longitud de onda, y la correspondiente disminución en la frecuencia y la energía de los fotones, de la radiación electromagnética (como la luz). Este desplazamiento al rojo en el espectro visible es observado en objetos astronómicos distantes, como estrellas y galaxias.

[2] La radiación cósmica de fondo es una radiación electromagnética que llena todo el universo y representa el eco del Big Bang.

[3] La fuerza de atracción gravitacional entre dos cuerpos es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ambos: F = G × M1 × M2 /d2, donde G = 6.67430 × 10-11 Nm2/kg2 es la constante gravitacional.

[4] Que se conozca el efecto de algo, no significa que se conozca la causa. Por ejemplo, todos sabemos el efecto de la fuerza de gravedad, y podemos medirla. Pero nadie sabe su causa. ¿Qué es la gravedad? Los objectos caen debido a la gravedad, pero la gravedad es la tendencia de los objectos a caer. Lo cual es un argumento circular. Al describir esta misteriosa fuerza que actúa a distancia sin ninguna causa mecánica aparente, Newton fue criticado de “escolástico” por el “nominalista” Leibniz, quien acusó al inglés de estar simplemente asignando el nombre del efecto como su propia causa. En defensa de Newton podemos decir que hasta el día de hoy nadie sabe qué es la gravedad, o por qué existe.

[5] Serie de conjeturas teóricas para explicar la expansión ultrarrápida del espacio en los instantes iniciales del universo.

[6] Conjunto de hipótesis y modelos teóricos que asumen que las partículas subatómicas, aparentemente puntuales, son en realidad “estados vibracionales” de un objeto extendido más básico llamado “cuerda” o “filamento”. No hay evidencia de tal cosa.