BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



viernes, 25 de marzo de 2022

El Papa Francisco consagra Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de la Virgen María



Puntual, a las 17:00 horas de Roma ha dado comienzo la Celebración. Aproximadamente 2000 personas han seguido este acto desde la plaza de San Pedro y unas 3.500 desde el interior de la Basílica, según el Vaticano.

El acto penitencial ha comenzado con la celebración de la Liturgia de la Palabra. Se ha leído la carta de San Pablo a los colosenses, tras ello se ha cantado el Salmo 97 y posteriormente el Evangelio según san Lucas, donde se narra la escena de la Anunciación, festividad que celebra hoy la Iglesia.

El perdón, eje de la homilía del Papa


La homilía, pronunciada por el Santo Padre, ha comenzado comentando la escena del anuncio del ángel Gabriel a la Virgen. «Confesarse es darle la alegría al Padre de volver a levantarse», ha dicho Francisco. El Papa Francisco ha insistido en acudir al sacramento del perdón «para recuperar la Gracia y así redescubrir la importancia del sacramento de la alegría y experimentar el cálido abrazo del Padre».

A los sacerdotes les ha pedido «estar alegres y alejados de cualquier rigidez a la hora de ofrecer el sacramento de la confesión». «Estamos llamados a ser canales de gracia», le ha dicho a los sacerdotes. También ha añadido que «el miedo nos hace rehenes, si tus pecados te asustan o tu pasado te inquieta, no temas, Dios conoce tus debilidades y es mas grande que tus miserias, te pide que tus fragilidades y miserias no las guardes dentro de ti y se las lleves al Padre».

Francisco ha insistido en que «la Virgen nos acompaña y hemos de mirar a ella como modelo y «no temer», ya que ella nos enseña a comenzar desde Dios y acudir al Señor que es el remedio radical para quitar el miedo».

Sobre la guerra en Ucrania también ha hecho referencia para denunciar «como las bombas están destruyendo las casas de nuestros hermanos». «Sin amor, ¿qué podemos ofrecer al mundo? Un cristiano sin amor es como una aguja que no cose, por eso es necesario obtener del perdón la fuerza del amor, porque si queremos que el mundo cambie primero tenemos que cambiar nuestro corazón», ha subrayado el Papa.

Para concluir la homilía, ha pedido «renovar la entrega del mundo a la Virgen, especialmente al pueblo ruso y ucraniano. Depositemos nuestro miedo y dolor en el corazón limpio e inmaculado de la Virgen. Los labios de María pronunciaron la frase más bella que el ángel pudiera llevar a Dios, «hágase en mí según tu palabra». Nos consagramos a María para ponernos en disposición a los proyectos de Dios». Al finalizar la homilía, el Papa ha dejado unos minutos de oración personal en silencio.

Tras los minutos de silencio, ha continuado la celebración con el rito de la reconciliación. Los presentes, han hecho una confesión general de los pecados rezando el «Yo confieso», proseguido de un padrenuestro y nueve peticiones de perdón. Acto seguido, el Papa ha ido a uno de los confesionarios de la Basílica para confesarse. Al acabar de confesarse, Francisco se ha sentado en el confesionario donde se ha puesto a confesar a algunos fieles. De igual modo han hecho más de 100 sacerdotes allí presentes.

At this evening’s Penitential Liturgy with the Consecration of Russia and Ukraine to the Immaculate Heart of Mary, Pope Francis leads by example and this is first person to have sins forgiven in the Sacrament of Confession. pic.twitter.com/jogmrpeEE2

— Catholic Sat (@CatholicSat) March 25, 2022
Acto de Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María

Acto seguido, el Papa Francisco se dirigió hacia la imagen de la Virgen de Fátima, que presidía la Basílica de San Pedro, y recitó la oración compuesta para la ocasión que reproducimos a continuación:


Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén

Al acabar de recitar la oración, depositó junto a la Virgen un ramo de flores y permaneció unos minutos a sus pies rezando.