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jueves, 2 de mayo de 2019

Una poesía comentada (Il trovatore)



Tras la escondida senda,
por la que nunca nadie ha transitado,
quise dejar, en prenda,
el tesoro encontrado
en mí, para ser visto por mi Amado.

A modo de poesía, el autor del poema, más de corazón que de forma, por su escaso vocabulario, como puede notarse, expresa a su modo, aquello que conoce como cierto, aunque se trate de un secreto escondido,  que sólo es conocido por Dios y por él mismo. 

En un intento de realizar un comentario o glosa de su propia composición, el autor de este escrito, un escrito con el que me encontré rebuscando en una vieja librería, escribe como pensando en voz alta, reflexionando para sí mismo. No obstante, puede verse que siente lo que dice, aunque más como un deseo que como una realidad. 

En los dos primeros párrafos comienza hablando en primera persona, pero luego continúa de manera que parece estar hablando para otros, en un intento, probablemente fallido, de hacerles ver que lo mismo que él siente (en el sentido más fuerte de la palabra sentimiento) pueden sentirlo también ellos, cada uno a su manera, si se percatan, con la gracia de Dios, de la verdad de lo que afirma en su poesía… unas afirmaciones -justo es decirlo- que, propiamente hablando, son más bien ansias y nostalgia de aquello que quisiera que fuese una realidad en su vida.

El autor es consciente de lo lejos que se encuentra de esa posesión de su amado, a la que alude, lo cual, sin embargo, no es para él motivo de desaliento, pues tiene la seguridad y sabe muy bien que este deseo se cumplirá algún día … ¡en cierto modo, ha comenzado ya a cumplirse, aunque de un modo incompleto!

Cuando llegue ese momento no será ya un mero deseo, sino un hecho real -inmerecido, por supuesto- cual es la participación en la misma vida divina intratrinitaria: Unidos al Hijo, y en el Hijo, por la acción de su Espíritu, seremos capaces, todos y cada uno, de amar al Padre. Y del mismo modo en el que el Padre ama a su Hijo, seremos también nosotros amados por el Padre.

De este modo se cumplirá el deseo ardiente de Jesús en su oración sacerdotal, en la que, dirigiéndose a su Padre, hablándole de sus discípulos, le decía: “Que todos sean uno: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti. Que también ellos sean uno en nosotros” (Jn 17, 21)

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“Donde está tu tesoro está tu corazón”(Mt 6,21)Mi tesoro es Jesús. Él da sentido a mi vida. Adondequiera que vaya, Él está conmigo. No puedo verlo con estos ojos, sensibles a la luz, pero tengo, por la fe, la certeza de su realidad en mí. Aunque sufra, si estoy a su lado y Él está conmigo, nada temo: la alegría de saber, sin ninguna duda, que Él está en mi corazón y que me quiere, de un modo total y único, es un anticipo del cielo, aquí en la tierra.

El conocimiento de esta realidad es lo que me ha llevado a entregarle, en prenda, mi corazón … para que Él lo vea: cuando eso ocurra se encontrará con la sorpresa de que es Él mismo -y no yo- quien reside en mi corazón. 

Él es mi vida y mi todo. Sin Él estoy completamente perdido. Le necesito … y quiero que Él sepa que le necesito. Esta necesidad que tengo del amor de Jesús es un regalo que Él mismo me hace, porque es lo propio de los enamorados el desearse, el necesitarse y también el poseerse mutuamente: 

“Yo soy para mi Amado y mi Amado es para mí. Y hacia mí tienden todos sus anhelos” (Cantar 7, 11). ¿Hay algo más hermoso que saberse amado de Dios y, además, del modo en el que Dios ama? ¡Dios está enamorado de mí y yo lo soy todo para Él: esta realidad sobrepasa cualquier entendimiento!

¿Cómo no enamorarse, a su vez, de Aquél que tanto nos quiere? Porque, además, nos quiere a cada uno como si sólo él existiera

“Es única mi Paloma, mi preciosa” (Cantar 6,9). 

“Paloma mía … muéstrame tu cara, hazme escuchar tu voz: porque tu voz es dulce y tu cara muy bella” (Cantar 2, 14). 

Es Dios mismo quien así se expresa. Y esas palabras van dirigidas a mí, a cada uno.

- Un mundo que languidece, como es el actual, necesita de Dios, más que nunca. Cada persona necesita que le llegue este Mensaje; y que le llegue a lo más profundo de su ser, a su corazón. Y deberíamos repetirnos muchas veces, cada uno a sí mismo: 

“Dios, encarnado en Jesucristo, está completamente enamorado de mí”

“Soy importante para Él, soy único y me quiere hasta el extremo de haber dado por mí su Vida, para que yo no me pierda”

Si le pedimos con insistencia que nos conceda estos deseos, podemos tener la completa seguridad de que lo hará: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa” (Jn 16,24)

Él nos concederá la Gracia necesaria sin la cual no seríamos capaces de darle la respuesta amorosa que Él está deseando que le demos. Y entonces nuestra vida cambiaría radicalmente: veríamos las cosas como Dios las ve, que es como realmente son. 

Y nadie sería ya capaz de quitarnos esa Alegría, que proviene de estar enamorados de Aquél que sabemos que está enamorado de nosotros: “Ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría”(Jn 16, 22)  

José Martí
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NOTA: Yo le diría al autor que, aunque artísticamente hablando su poesía deja mucho que desear, sin embargo, está escrita con tal cariño que, puestos a elegir me quedo con la poesía, más que con el comentario que hace de ella, aun cuando sea él mismo quien la comenta. Y no sé por qué, pero me da la impresión de que a él le sucederá exactamente igual que a mí. Bueno, eso creo.