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jueves, 9 de mayo de 2019

Una parroquia de Turín da un retiro para enseñar fidelidad a parejas homosexuales (Carlos Esteban)



El padre Gian Luca Carrega, delegado pastoral de la Diócesis de Turín, ha organizado discretamente el mismo ‘retiro espiritual’ para parejas gays que el año pasado tuvo que cancelar el arzobispo por presión de los fieles. ¿Su objetivo? Enseñar ‘fidelidad’ a los convivientes homosexuales.

La iniciativa del padre Gian Luca Carrega de enseñar fidelidad a parejas en uniones homosexuales, dice su superior, el arzobispo de Turín, Cesare Nosiglia, pretende “ayudar a las personas homosexuales a comprender y realizar plenamente el proyecto de Dios sobre cada uno de ellos”. Y ese proyecto, al parecer, consiste en que reserven los actos que la Iglesia considera pecado grave el uno con el otro.

Nosiglia se apresura a añadir que eso no significa en absoluto cuestionar la enseñanza de la Iglesia sobre el carácter intrínsecamente pecaminoso de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, pero eso es exactamente lo que significa, o no tiene sentido alguno.

Que la fidelidad en las parejas homosexuales pueda ser conveniente para la salud pública, por ejemplo, o incluso para el bienestar de los implicados es algo que quizá interese a las autoridades civiles fomentarlo. Pero la Iglesia no puede fomentar lo que considera un grave pecado sugiriendo que mantenerse ‘fiel’ lo atenúa.

Siendo muy claros: los actos homosexuales pueden ser el pecado que la Iglesia ha enseñado siempre como uno de los cinco que claman al Cielo o puede no serlo. Si no lo es, entonces la Iglesia ha enseñado el error durante estos dos mil años, por no contar los otros milenios en que la Ley Mosaica lo consideró una abominación. Y si la Iglesia ha errado en enseñanza tan crucial para el concepto mismo de la moral sexual, la Iglesia no es la portavoz del mensaje perenne de Cristo -siempre el mismo ayer, hoy y mañana-, sino una especie de club de debate que adapta su pensamiento al albur de las modas del siglo. En ese caso, como decía Flanney O’Connor de la Eucaristía considerada como un mero símbolo, al diablo con ella.

Si, por el contrario, la actividad homosexual es lo que la Iglesia ha afirmado siempre e invariablemente, lo que se está enseñando en Turín es la contumacia en el pecado habitual. Incluso dando por bueno que pueda ser moralmente menos malo pecar mortalmente de forma doméstica y habitual con la misma persona que con varias, nos chocaría encontrar un retiro encaminado a encarecer a los defraudadores que estafaran una cantidad más modesta o que se limitaran a desfalcar siempre la misma entidad.

Decía Chesterton que si había algo que nunca podría decirse de la Iglesia Católica es que fuera ‘respetable’, entendiendo bien lo que el autor inglés quería decir con esa palabra. Pero eso parece ser lo que se viene filtrando hoy en este asunto de la práctica homosexual, un tufo ‘conservador’ por el que lo importante es que la actividad de que se trate ‘parezca’ normal y regulada, como si la respetabilidad doméstica y burguesa fuera la suma ley.

Es, naturalmente, absurdo. Todo lo que sea tratar de ‘normalizar’ esas relaciones, regularlas, es un modo indirecto y oblicuo de aceptarlas, con gravísimo peligro para las almas.

Carlos Esteban