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jueves, 1 de noviembre de 2018

Sínodo de obispos y cortinas de humo



Entre los usos y costumbres de la política en Argentina, cada vez más alejada de la verdadera política, entendida como el arte del bien común, existe la llamada táctica de las cortinas de humo. El gobierno de turno (cualquier gobierno), tratando de desviar la atención del pueblo sobre los principales problemas que aquejan al país, genera semana a semana, casi día a día, nuevos temas de debate, nuevas cuestiones, nuevos problemas, ordenados a manipular la opinión pública, con la esperanza de que las cuestiones fundamentales pasen al olvido. Se usa una expresión que lo dice claramente: “imponer y marcar agenda”. 

Cuando el gobierno se niega a admitir que la realidad, con sus inevitables problemas, es la que “impone la agenda”, es el propio gobierno el que “marca la agenda”, ficticia, inventada, ajena a los reales problemas.

Supongo que en la mayoría de los países sucederá algo parecido. Pero en estos días posteriores a la finalización del Sínodo de Obispos, a mí se me ha puesto en la cabeza que es en la Iglesia donde también está sucediendo hoy algo parecido. A fin de cuentas, y sin querer solazarme siendo mal pensado (sino sólo por intención de constatar y describir la realidad), el papa actual es argentino y, como arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, ha debido hacer política en su cargo anterior (y mucho me temo que nunca le ha desagradado el oficio, el de político quiero decir), y quizás algunos malos usos y costumbres del medio en que actuó se le hayan contagiado (involuntariamente, claro, no seamos mal pensados).

Hace alrededor de un mes, el profesor Roberto de Mattei escribía:
 “La impresionante rapidez con que se suceden los acontecimientos al interior de la Iglesia hace pensar que no sólo se deba a una dinámica de aceleración histórica, sino a una deliberada decisión de los agentes del caos para aumentar la desorientación y paralizar las fuerzas de quienes intentan contener la marea que avanza”.[1] 
Es cierto: da la impresión de que aquella consigna que en los comienzos de su pontificado daba el papa Francisco a los jóvenes: “Hagan lío”, la tiene él también como consigna propia, o bien (no seamos tan mal pensados) la tienen sus “amigos”, o sea quienes le rodean en la Curia, le asesoran y le asisten en el gobierno de la Iglesia.

Porque nadie que sea objetivo y sincero puede poner en duda que la realidad de la Iglesia en la actualidad está señalada por una crisis de fe que tiene su manifestación en una crisis moral sin precedentes, crisis de fe y crisis moral que han llegado a afectar a amplios estratos del clero y de la más alta jerarquía

Sin embargo, hoy la Santa Sede se niega a aceptar esta “agenda” impuesta por la realidad de los hechos, intentando señalar otra agenda, como si estuviera encendiendo cortinas de humo para desviar la atención de la opinión pública y, sobre todo, del pueblo fiel, desviarla de aquello que realmente importa y exige solución: la crisis de fe y crisis moral. Como si cada día Roma nos obligara a los católicos a ver un árbol, mañana otro, y pasado mañana otro… para que se nos pierda de vista el bosque.

Pero no puede haber suficientes cortinas de humo que nos tapen la realidad, los árboles no pueden impedirnos ver el bosque

La realidad ha impuesto la inevitable agenda, manifestada por las dubia, planteadas por los cuatro cardenales, y la Correctio filialis, expresada por tantas personalidades católicas de las que no se puede poner en duda su rectitud de intención. Ambas, Dubia y Correctio filialis, se dirigen a que el Papa, cumpliendo cabalmente con la misión que N.S. Jesucristo le ha confiado, confirme la Fe del rebaño [2], eliminando dudas y ambigüedades,  aclarando verdades, definiendo/recordando la fe y la moral de siempre, la moral de la ley natural y de la ley de Cristo, la moral del si-si y del no-no, llamando virtud a la virtud y pecado al pecado, señalando los errores que atacan la recta doctrina de fe y la recta doctrina moral. 

Pero la respuesta del Papa ha sido el silencio, es decir, la falta de respuesta, permitiendo de ese modo que sigan difundiéndose los errores, las herejías y la inmoralidad en el seno del pueblo fiel, y poniendo en gravísimo peligro la salvación eterna de las almas.

La realidad ha impuesto agenda, manifestada también por la valerosa declaración del arzobispo Carlo María Viganò, en sus tres cartas públicas. Y la respuesta del Papa ha sido y sigue siendo el silencio y la convocatoria a un sínodo de presidentes de todas las conferencias episcopales del mundo para febrero próximo, lo cual no hace más que dar largas al asunto, mantener los problemas sin solución y, al fin de cuentas, evadir las propias responsabilidades.

A la vez, negando la “agenda impuesta” por la crítica realidad de la Iglesia, el Papa no parece hacer otra cosa más que “señalar otra agenda”, cada vez más caótica y ficticia, ajena a las verdaderas necesidades de la hora actual.

- Ha seguido adelante con la celebración de un Sínodo sobre los Jóvenes del que nadie, ni siquiera los obispos participantes, ha tenido claro su objetivo ni su razón de ser (debiendo votar por un texto impuesto que ni podían leer).

- Otro día viene de arriba la imposición de la “sinodalidad” como problemática focal de la Iglesia, y precisamente impuesta a un sínodo, sin que sus actores tuvieran arte ni parte en traer ese tema a escena.

- Otro día es la petición de crear en Roma una nueva oficina para registro y control de los sitios y blogs de internet, sin ni siquiera darse cuenta de la inviabilidad de tal empresa.

- Otro día el foco de la atención se lo lleva la decisión del papa Francisco (él lo dijo: “Soy el único responsable”) de un acuerdo con el gobierno de China que no es sino sumisión al totalitarismo maoísta, despreciando cualquier prudente consejo y burlándose de la resistencia martirial de la Iglesia fiel en China.

- Otro día (ayer mismo) es la convocatoria a una cumbre climática en Roma, oponiéndose a la programada en Polonia, como si en el tema del “cambio climático” (de más que dudosa validez científica) nos fuera la vida y la salvación.

- Otro día son las canonizaciones de dudosos y hasta falsos santos y mártires que son ejemplo de poco y nada.

Y así siguiendo…, mes a mes, semana a semana, día tras día. ¿Es que no son cortinas de humo para desviar la atención de los verdaderos problemas?... 

Mientras, se mantiene el silencio negacionista del papa Bergoglio sobre la miseria populista en Venezuela, la persecución anticristiana en Nicaragua, y las matanzas de católicos en los países musulmanes. Y se mantiene su silencio sobre el perfil bélico-religioso de la falsa inmigración islámica en Europa

Sin olvidar su tozuda insistencia en señalar al “clericalismo” como única causa de los crímenes de pedofilia en el clero, negando la verdadera cuestión de fondo: la homosexualidad de parte de los sacerdotes, apañada por el lobby sodomítico que ha colonizado el vértice jerárquico vaticano, lobby que el papa Francisco no puede eliminar (¿o no quiere?).

No quiero extenderme en esta reflexión, que intenta ser tan sólo un “apunte”. Pero quiero aclarar a los lectores que si un día y otro debo atender aquí a la caótica “agenda” que parece querer marcar el papa Francisco, dispuesto a seguir “haciendo lío”, sin embargo, quien esto firma intenta no estar confundido, y no confundir esta agenda con la otra, la verdadera, la que viene impuesta por la realidad: la señalada por la abrumadora crisis religiosa actual, crisis de fe y crisis moral que hoy vive la Iglesia. 

No nos confundamos, entonces, que las cortinas de humo no desvíen nuestra atención de lo que realmente importa.

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[1] Roberto de Mattei, “El Primado Romano desfigurado por el sucesor de San Pedro”, Corrispondenza Romana, 26 de septiembre de 2018.
[2] Juan 21,15-17.