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martes, 20 de marzo de 2018

El Vaticano firmaría el acuerdo con China sin leerlo (Gabriel Ariza)



El Papa Francisco quiere un acuerdo con China a cualquier precio. El objetivo está muy claro: ser el primer Pontífice, y el primer jesuita, en ser recibido con honores en el país más poblado de la tierra. Por ello ha ordenado a la Secretaría de Estado que suscriba con la tiranía comunista un acuerdo “cuanto antes”, evitando, eso sí, “un nuevo caso Midszenty”, como señalaba en su audiencia con el Cardenal Zen.

La negociación ha recordado a los asesores del Papa a aquella con la Iglesia Ortodoxa rusa por la declaración conjunta, en la que el Papa Francisco le exigió al Cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que aceptara lo que presentaran los ortodoxos.

En el libro El otro Francisco, el cardenal Koch explica que el hecho de que el Papa hubiera expresado su deseo de encontrar al patriarca ortodoxo ruso “sin poner ninguna condición” contribuyó a facilitar el encuentro entre Francisco y Kiril. “Quizá la insistencia del Papa Francisco ha ayudado mucho. Recuerdo que en el vuelo de regreso de Constantinopla dijo: “Quisiera encontrarme con el patriarca de Moscú. Si él dice cuándo y dónde, yo estaría de acuerdo”. Sí, esta disponibilidad ayudó mucho”, reflexiona.


‘El Vaticano está próximo a rendirse ante el partido comunista’

La intención del Vaticano de cerrar a toda costa un acuerdo en China ha recibido duras críticas por parte del cardenal Zen, obispo emérito de Hong Kong e icono de resistencia de la Iglesia frente a la tiranía comunista, que en una carta fechada el pasado 5 de febrero habla de “rendición” ante el partido comunista.

“En los días pasados, los hermanos y las hermanas que viven en el continente chino han sabido que el Vaticano está próximo a rendirse ante el partido comunista chino, por eso están incómodos”, afirma en la misiva. El obispo emérito de Hong Kong señala, además, que “visto que los obispos ilegítimos y excomulgados serán legitimados, mientras que los legítimos serán obligados a retirarse, es lógico que los obispos legítimos y clandestinos estén preocupados por su destino”.

En una carta anterior, el cardenal Zen confirmaba la información publicada por AsiaNews que indicaba que la Santa Sede había pedido a dos obispos chinos de la Iglesia fiel a Roma que se hiciesen a un lado para ceder su puesto a obispos de la cismática Iglesia Patriótica. En nota adicional a su carta, el purpurado aclaraba que “el problema no es la renuncia de obispos legítimos, sino la solicitud de dar cabida a los ilegítimos e incluso excomulgados”.

‘La cuestión de la elección de los obispos es crucial’

La gravedad de esta noticia obligó al secretario de Estado de la Santa Sede, Cardenal Parolin, a salir al paso de esta información en el curso de una entrevista concedida a Vatican Insider en la que abordó la situación del diálogo entre la Santa Sede y la República Popular China. Parolin no negó que, al menos, a dos obispos fieles se les conminase a abdicar en favor de su homólogo cismático y, sin embargo, sí afirmó que “si a alguien se le pide un sacrificio, pequeño o grande, debe quedarle claro a todos que éste no es el precio de un intercambio político, sino que forma parte de la perspectiva evangélica de un bien mayor, el bien de la Iglesia de Cristo”.

El secretario de Estado vaticano manifestó que, en la actual situación, “la cuestión de la elección de los obispos es crucial” y expresó su confianza en que “una vez considerado adecuadamente el punto del nombramiento de los obispos, las dificultades que queden ya no deberían ser tales como para impedirle a los católicos chinos vivir en comunión entre ellos y con el Papa”.

Y añadía Parolin: “Lo que se espera es llegar, cuando Dios quiera, a ya no tener que hablar de obispos “legítimos” e “ilegítimos”, “clandestinos” y “oficiales” en la Iglesia china, sino a encontrarse entre hermanos, aprendiendo nuevamente el lenguaje de la colaboración y de la comunicación”.

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Las prisas del Vaticano frustran el acercamiento de ‘fieles’ y ‘cismáticos’ en China

En su urgencia por cerrar un acuerdo formal y poner por escrito el acercamiento entre el Gobierno chino y la Santa Sede, el Vaticano está cometiendo, sin embargo, un grave error de cálculo.

Sobre el papel, hay en China dos iglesias católicas: una creada o permitida por el Gobierno comunista y controlada por él, considerada hasta la fecha cismática por Roma, y una fiel a Roma, siempre perseguida y con frecuencia mártir.

Pero por debajo de lo formal, la realidad es bastante diferente. En realidad, los fieles de la Iglesia Patriótica viven una fe idéntica a los otros, dialogan con ellos y miran a Roma con similar obediencia en la práctica. Lo mismo o muy parecido -con la excepción de los obispos más conspicuos, los de las grandes ciudades- puede decirse del estamento clerical, obispos y sacerdotes, que buscan por todos los medios posibles el reconocimiento de la Santa Sede.

Pero ese acercamiento -no perfecto, pero sí positivo- es posible precisamente porque funcionan fuera del radar de Pekín. Y lo que hace el Vaticano al insistir en un acuerdo formal es precisamente alertar al Gobierno comunista, que ha vuelto a fijar su terrible atención en los católicos.

China adora a China y exige a los chinos que hagan lo mismo. Y dejar que un lejano Estado, el Vaticano, decida sobre el nombramiento de ciudadanos chinos para lo que sea, aunque se trate de funciones de un culto ajeno, despierta todos los recelos del Partido.

No es solamente una teoría: Pekín ha empezado a moverse, a aprobar nuevas medidas de control de actividades religiosas y a mandar a los ‘bulldozer’ para demoler iglesias.

Precisamente así lo denunciaba el cardenal Zen en su carta, en la que aseguraba que mientras el Vaticano intenta alcanzar a toda costa un acuerdo con el Gobierno chino, desde el 1 de febrero han entrado en vigor en el país nuevas regulaciones gubernamentales sobre la actividad religiosa. Unas medidas que han llevado a los sacerdotes clandestinos de Shanghái a alertar a los fieles de que si van a sus misas corren el riesgo de ser arrestados.

Gabriel Ariza