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lunes, 8 de mayo de 2017

Müller encubre a Francisco (Christopher A. Ferrara)



Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Gerhard Müller tiene encomendada la tarea de “difundir la sólida doctrina y defender aquellos puntos de la tradición cristiana que parecen estar en peligro, como consecuencia de doctrinas nuevas no aceptables”. No obstante, ante las “doctrinas nuevas no aceptables” enunciadas en el desastroso capítulo 8 de Amoris Laetitia, Müller se rodea de una descarada cortina de humo, dejando a ciertos laicos comprometidos la labor de defender la enseñanza moral infalible de la Iglesia frente al flagrante ataque de AL contra ella.
En una entrevista publicada por Aleteia el 21 de abrilMüller declara que “El Papa no ha cambiado, ni cambiará, ni puede cambiar la Revelación. Algunos afirman que el Papa ha cambiado los fundamentos de la moral de la Iglesia y ha relativizado el sacramento del santo matrimonio. Él no haría ni puede hacer esto.”
Una declaración deliberadamente falsa del asunto pensada para ocultar la verdadera cuestión.
La verdadera cuestión no es si el Papa busca “cambiar la Revelación”, como si eso fuera posible, sino más bien si el capítulo 8 socava la verdad revelada en lo que respecta a la indisolubilidad del matrimonio y el carácter universalmente vinculante, sin excepciones, de los preceptos negativos de la ley natural, incluyendo el Sexto Mandamiento.
Un día después de que la entrevista de Müller apareciera, Sandro Magister publicó en su indispensable blog un enlace al texto en italiano de una extraordinaria charla del Dr. Claudio Pierantoni, profesor de Filosofía Medieval en la Universidad de Chile, una de seis pronunciadas en Roma en una conferencia de académicos laicos el 22 de abril, convocada para hacer frente a la amenaza que supone AL.
Después de tratar los casos del Papa Honorio y el Papa Liberio, Pierantoni dice del “caso de Francisco” que representa, con la promulgación de AL, una crisis que “se considerará la más seria de aquellas a las que se ha enfrentado nunca la Iglesia”. La apertura del Papa Bergoglio a la Santa Comunión para adúlteros públicos en “ciertos casos”, escribe, es “un mortal Caballo de Troya capaz de desencadenar, desde dentro del edificio de la Iglesia misma, una demolición estratégica de todas sus defensas y sus propios cimientos”.
El principal mal del capítulo 8 de AL, como cualquier lector perspicaz puede ver, es su reducción del precepto negativo de la ley natural que prohíbe el adulterio a una mera “regla”, del orden de una ley humana positiva, que admite excepciones, cuando en realidad, como Pierantoni apunta, la ley natural está inscrita en la naturaleza humana y nunca puede ser violada sin violentar a la persona humana. Por analogía, argumenta, la directriz de una empresa fabricante de automóviles de que no se debe poner diésel en un motor de gasolina no es una “regla”, sino un requisito para el correcto funcionamiento del motor que no puede tener excepciones, según la naturaleza misma de la cosa.
La combinación del Papa Bergoglio, groseramente demagógica, de la ley natural con las “reglas” humanas se confirma, dice Pierantoni, por su “repetido ataque, presente en AL 8, contra los legalistas, los supuestamente duros de corazón e hipócritas ‘fariseos’. Su ataque, de hecho, revela una completa confusión de la posición de Jesús hacia la Ley, pues su crítica del comportamiento farisaico se funda precisamente en la distinción entre ley positiva (‘los preceptos de los hombres’)… y los Mandamientos fundamentales, que son por el contrario el requisito principal e irrenunciable que Él mismo exige a sus potenciales discípulos.”
Incluso más devastadora es la intervención en la misma conferencia del 22 de abril de la Dra. Anna M. Silvas, una renombrada investigadora e historiadora de la Antigüedad tardocristiana, que descubrió la localización del retiro de San Basilio Magno en una expedición a Turquía. Ella da cuenta de la cuestión refiriéndose a los “deliberadamente ortodoxos… más altos prelados y teólogos [Müller obviamente entre ellos] que tratan la confusión dimanante de Amoris Laetitiacomo una cuestión de ‘malas interpretaciones’”.
Por el contrario, escribe, “la ‘intención’ del Papa Francisco en este texto es perfectamente identificable en el texto mismo, leyéndolo normal y naturalmente y sin filtros”. No es necesario repetir aquí los análisis detallados que sitúan este asunto más allá de cualquier disputa, como vemos aquí, por ejemplo.
Luego, apunta Silvas, está también la sobrecogedora evidencia contextual de la intención sediciosa de Bergoglio. Su resumen (que he modificado para facilitar la lectura) es muy útil, destacando los siguientes aspectos:
… la conocida práctica del Arzobispo Bergoglio en su archidiócesis de admitir tácitamente a la Sagrada Comunión a todos los asistentes, a los que viven en concubinato, además de a los divorciados y vueltos a casar por lo civil;
su elección personal del Cardenal Kasper para pronunciar el discurso inaugural del Sínodo de 2014, como si debiéramos, educadamente, hacer la vista gorda respecto del historial completo de las actividades de Kasper en cuanto a estos asuntos;
las distintas maneras en las que estos dos sínodos fueron manipulados, como la orden papal de que una proposición de comunión para los divorciados y vueltos a casar, que los obispos rechazaron en votación en el sínodo de 2014, fuera incluida en la relatio final;
… sus mordaces condenas a los fariseos y otras personas rígidas en su discurso final en la conclusión del Sínodo de 2015;
… más recientemente, su cálida alabanza a Bernard Häring, el decano de los teólogos morales disidentes de los años 70 y 80, cuyo libro de 1989 sobre la admisión a la Eucaristía de los divorciados y vueltos a casar por lo civil en imitación de la oikonomía de los ortodoxos orientales fue munición para las alforjas de Kasper;
[su] respaldo de la interpretación de AL hecha por los obispos argentinos, precisamente en el modo en que él pretendía: “No hay otras interpretaciones”;
Seguidamente, Silvas da rienda suelta a una serie de comentarios admirablemente francos sobre el astuto método bergogliano para cambiar la enseñanza de la Iglesia mediante la promoción de un cambio en su práctica, permitiendo a los apologetas como Müller afirmar que nada ha cambiado realmente:
El Papa Francisco, estoy segura, es bien consciente de la doctrina de la infalibilidad papal, sabe lo arduas que son sus condiciones —y es lo suficientemente astuto como para nunca desencadenar su mecanismo
– Pues para Francisco, y tenemos que entender esto: la infalibilidad no importa, no importa en absoluto, si él puede continuar siendo la especie de agente de cambio en la Iglesia que quiere ser…
– Pero creo que “el espíritu” al que Francisco alude tan dulcemente, tiene más que ver con el Geist (espíritu) de Hegel que con el Espíritu Santo del que nuestro santo Señor habla, el Espíritu de Verdad a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce (Jn 14: 17)
El Geist hegeliano, por otra parte, se manifiesta en medio de contradicciones y oposiciones, superándolas en una nueva síntesis, sin eliminar las polaridades o reducir una a la otra. Este es el espíritu gnóstico del culto de la modernidad
– Así que Francisco continuará con su agenda sin infalibilidad papal, y sin preocuparse por declaraciones magistrales…
Estamos en un mundo de fluidez dinámica, donde se inician procesos no concluyentes, donde se siembran semillas del cambio deseado que triunfarán con el tiempo…
Tales tácticas taimadas están claramente en la onda de la dialéctica hegeliana. Este es el modus operandi del Papa Francisco
Téngase en cuenta cierto “incidente entre bastidores” ocurrido en el Sínodo de 2015: “Si hablamos explícitamente sobre comunión para los divorciados y vueltos a casar”, dijo el Arzobispo Forte, comunicando una broma del Papa Francisco, “no sabéis el lío tan tremendo que vamos a hacer. Así que no hablaremos claramente, (sino) que lo haremos de una manera en que las premisas estén ahí, y después sacaré las conclusiones.” “Típico de un jesuita”, bromeó el Arzobispo Forte.
– En este juego de subterfugio y metas graduales, la elaborada conversación sobre el meticuloso “discernimiento” y “acompañamiento” de las situaciones morales difíciles tiene una función precisa —como una ceguera temporal para la meta última.
¿No hemos visto cómo las artes oscuras del “caso extremo” en el politiqueo secular servían como paso previo para la reingeniería social? Pues esa es ahora la política de la Iglesia
El resultado final estará precisamente de acuerdo con la práctica tácita que el Arzobispo Bergoglio aplicó durante años en Buenos AiresNo hay que llamarse a engaño: el fin del juego es un permiso más o menos indiferente para que cualquier persona asistente pueda recibir la Santa Comunión.
¿Y qué tiene que decir el Cardenal Müller frente a la innegable realidad de que el hombre de Argentina ha pasado los últimos cuatro años acometiendo una subversión eclesial, que culminó con la publicación de AL? Declara:
La verdadera intención de la exhortación apostólica, Amoris Laetitia, era poner el foco sobre el mensaje completo en materia de matrimonio como un sacramento y modo de vida. Además, pretendía tener en cuenta a aquellos que, por diversas circunstancias, han fracasado o se han metido en problemas, de manera que no se pueda decir: “Aquí están los que lo hacen todo bien, mientras que los demás no son de los nuestros”.
Esto es, simplemente, un calculado encubrimiento. Y aún peor, por imitar la caricatura bergogliana de los defensores de la ortodoxia como fariseos duros de corazón que dicen “Aquí están los que lo hacen todo bien, mientras que los demás no son de los nuestros”, pasa de un simple encubrimiento a ayudar y ser cómplice descarado de la conspiración —no hay otra palabra para ello— bergogliana para minar todo el edificio moral de la Iglesia mediante la institucionalización del acuerdo eclesial con el adulterio público.
Al menos los cuatro cardinales han tenido el coraje para cuestionar públicamente la intención de Bergoglio bajo la forma de sus cinco dubia, que se reducen a una única cuestión: Si Bergoglio pretende minar el mismo concepto de ley moral —y, con esto, la misma credibilidad del magisterio docente de la Iglesia.
Tal y como están ahora las cosas, el Cardenal Müller no es un defensor de la ortodoxia. Ha decidido, más bien, ser un defensor del Papa Bergoglio. Esto es, es defensor del Papa más díscolo en la historia de la Iglesia —un Papa que, en palabras de Pierantoni, es “la víctima de una alienación generalizada e histórica de la Tradición en amplios estratos de la enseñanza teológica”.
Bajo su presente mandato, lo que la Congregación para la Doctrina de la Fe ofrece a la Iglesia es mucho peor que nada.
Christopher A. Ferrara
[Traducido por Reyes V. Artículo original.]