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martes, 21 de febrero de 2017

El cisma está a las puertas (5)



CONFERENCIA EPISCOPAL DE OBISPOS ALEMANES
Y, sin embargo, pese a todos los pesares y a todas las apariencias, la Iglesia subsistirá, puesto que está la Palabra de Dios de por medio ... aunque -todo hay que decirlo- quedará reducida a su mínima expresión. Será una Iglesia al estilo de la que había en los primeros tiempos del Cristianismo en que los cristianos eran perseguidos y vivían escondidos en catacumbas, para no ser descubiertos y entregados a los leones. 


Fue la época de los mártiresque dieron su vida antes que negar la divinidad de Jesucristo. Jesucristo no fue un mito¡no se muere por una fábula inventada! Siendo esto así asombra que llegue a negarse hoy hasta la misma existencia histórica de Jesús, como si éste hubiese sido un mero producto de la imaginación de los primeros cristianos. 

A esto llega la no admisión de lo sobrenaturalSi los hechos contradicen mi pensamiento, peor para los hechos. Se negará todo lo que no se comprenda, pues no es la verdad lo que interesa sino los sentimientos de las personas, por desvariados que sean ... y esto hasta el punto de llegar a negar lo evidente y lo obvio ... ¡tal y como está ocurriendo hoy en día! 

El hombre que reniega de Jesucristo, además de ser un malvado, acaba convirtiéndose en una amenaza, para sí mismo y para la humanidad, en un ser idiotizado e incapaz de pensar nada que no se lo den ya fabricado por otros.

Como digo, la Iglesia "oficial"
  1. Aquélla que será seguida por el mundo, pues dirá al mundo lo que éste quiere oír. 
  2. Aquélla que permitirá la comunión a los divorciados vueltos a casar y no arrepentidos. 
  3. Aquélla que admitirá a Lutero como un santo más que quiso renovar la Iglesia, pero que no lo dejaron. 
  4. Aquélla que, so capa de ecumenismo ("falso") celebrará misas conjuntas con los protestantes
  5. Aquélla que cederá en los dogmas "en favor de la moral", llegando a negar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y reduciéndola a algo simbólico
  6. Aquélla en la que todo el mundo se salvará, porque no existe el infierno ("según ella") 

... esa Iglesiaaun cuando sean mayoría, que lo seránno será la auténtica Iglesiaaquélla que Jesucristo fundó y aquélla que no puede desaparecer.

En el Apocalipsis se lee que Dios permitirá esta situación, puesto que dice que "concedió (a la Bestia) hacer la guerra contra los santos y vencerlos" (Ap 13, 7a) ... "y la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyo nombre no está inscrito, desde el origen del mundo, en el libro del Cordero que fue sacrificado" (Ap 13, 8).

En el Evangelio de san Mateo dice Jesús que "surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. Y, al crecer la maldad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11-12). "Y si no se acortasen tales días nadie se salvaría; pero por los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mt 24, 22).

Y, sin embargo, aun cuando todas estas cosas son verdad, tenemos que leerlo todo, pues -en último término- las palabras de Jesús son siempre consoladoras ... y nos dicen lo que tenemos que hacer y cómo tenemos que actuar en cualquier situación:

"Cuando comiencen a suceder estas cosas, tened ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se aproxima vuestra redención" (Lc 21, 28). 

Así es, pues, como tenemos que proceder, exactamente tal y como el Señor nos dijo que lo hiciéramos. Si seguimos sus consejos jamás quedaremos confundidos: "No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed, sobre todo, al que puede arrojar el alma y el cuerpo en el infierno(Mt 10, 28).Y, más adelante: "Quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13).

Y puesto que "las palabras del Señor son Espíritu y son vida" (Jn 6, 63) atrevámonos a decir, con san Pablo:

"¿Quién nos separará del amor de Cristo?" (Rom 8, 35). "Estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rom 8, 38-39)


José Martí