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miércoles, 13 de mayo de 2020

Fátima, un recuerdo incómodo (Carlos Esteban)


 
Hoy se cumple el aniversario de las primeras apariciones de la Virgen en Fátima, aprobadas por la Iglesia, una conmemoración de advertencias y milagros muy poco acorde con la tendencia actual entre nuestros jerarcas.

Tal día como hoy, 103 años atrás, la Virgen María se empezó a aparecer a tres pastorcitos en una remota y paupérrima región de Portugal. La Reina del Cielo les reveló profecías en forma de secretos, hizo advertencias de castigos, pidió penitencias y oraciones, especialísimamente el rezo del Rosario, les dio a los videntes visiones del infierno, obró milagros ante miles de testigos. Incluso el ángel que precedió en las visiones a la Virgen se presentó como “el ángel de Portugal”, un ángel al que sí parecen importarle las fronteras y que les conminó a una especial devoción por esa misma Eucaristía de la que hoy estamos privados los fieles.

Todo, en fin, muy incómodo, casi embarazoso, para una clerecía cuyas obsesiones van, si no abiertamente en contra de todo esto, sí por caminos muy diferentes.

Para empezar por alguna parte, la Virgen anuncia castigos a la humanidad, algo que más de un obispo y numerosísimos teólogos nos aseguran hoy, a cuenta de la pandemia que ha dado excusa a un parón y a un encierro casi universales, que Dios no hace nunca.

Para seguir, hizo milagros. Los milagros pertenecen, a efectos prácticos, al sector de la Iglesia más despreciado por los doctos renovadores y clérigos avanzados. Cuando José Manuel Vidal, de Religión Digital, escribió recientemente su satisfacción de ver que avanzábamos hacia una Iglesia “menos milagrera y más científica”, estaba expresando una opinión ampliamente compartida por la hodierna cúpula oficial. Los milagros dan así como un poco de vergüenza ajena a los teólogos imperantes, no digamos ya la Virgen apareciéndose a unos pastorcitos analfabetos (ni un solo doctorado de Teología entre los tres) para anunciar prodigiosos castigos.

Y el infierno, ay. ¿Quién habla hoy del infierno? ¿Cuándo fue la última vez que su párroco predicó sobre el infierno, o incluso lo mencionó? ¿O del Cielo, o el Juicio, o cualquier otra realidad teológica que les y nos recuerde que estamos de paso y que nos espera, para siempre, un destino inefablemente glorioso o terrible? Son, al fin, realidades de obvio interés general, de las que están llenos los evangelios (como lo están de milagros, por otra parte), mientras que Jesús no dijo una palabra de ecología o política migratoria.

Realmente es una conmemoración que parece, como en su día, levantar ampollas en la propia Iglesia a la que se dirige y que ha decidido dar importancia a asuntos muy alejados de los que anuncia la Virgen.

Carlos Esteban