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viernes, 27 de diciembre de 2019

Inmigracionismo del Papa Francisco, el rígido San Esteban, información digital, la pachamama del Vaticano



No son unas navidades fáciles en el Vaticano. Estábamos acostumbrados a que estos días todo se ralentizaba y los periódicos se llenaban de noticias amables esperando el retorno al trabajo después de la befana, o de reyes en las tierras hispanas. Este año estamos observando cómo las noticias tienen una vida propia, independiente de la Navidad, y siguen su camino. No son tiempos de perder el tiempo y tenemos la sensación de que todo se está precipitando.

Lo que el Papa Francisco puede decir o hacer a estas alturas de su pontificado ya no es una sorpresa para nadie. En un primer momento podían sonar a cierta novedad alguno de sus argumentos y actuaciones. Esto ya no es así y estamos cayendo en la continua repetición. Algunos se plantean que esto se parece mucho más a una obsesión enfermiza que a una estrategia. Hablar siempre, a todas horas, de inmigración, sean pascuas o ramos, no es normal. Los hay que hablan de una nueva religión laica centrada en una visión chata del fenómeno de la inmigración. Olvidarse de la Navidad, de la Revelación divina, de todo lo sagrado que compone la vida del ser humano y quedarnos en los discursos vacíos a la moda produce un cansancio intelectual que se está volviendo en contra de su predicador máximo, el Papa Francisco.

Otro fenómeno que estamos observando es la capacidad de hacer el ridículo por parte de las autoridades vaticanas. Nos están demostrando su total incapacidad para enfrentarse a los complicados asuntos que traen entre manos. El paso del tiempo está enrareciendo y complicando toda la situación en torno a los abusos. Los casos aumentan y los procesos no terminan nunca. El prometido informe McCarrick sigue esperando y no termina de ver la luz. La justicia civil sigue su lenta marcha, aplicando sanciones económicas que están llevando a la bancarrota a algunas diócesis americanas y está saltando al Vaticano. En escándalos financieros mejor no entramos, pero hasta en Navidad seguimos con las noticias de las sorprendentes inversiones en Budapest, en Londres … en una cadena que no tiene fin.

Por si faltará algo, seguimos haciendo el ridículo universal viendo a sus eminencias, el bertoniano Versaldi en primer plano con el amigo Edgar, en situaciones pueriles siguiendo las instrucciones de una chamana en el corazón del Vaticano y en plenas celebraciones navideñas. Creemos que no es mucho pedir que si tanto les gustan estás cosas las hagan en la intimidad y nos ahorren a todos el verlos con sus vergüenzas aireadas. Hay motivos sobrados (por mucho menos, las personas sensatas lo hacen) para acercarse a un buen especialista que tranquilice a tan elevadas inteligencias ante la locura colectiva en la que están sumergidos.

Hoy no está de moda celebrar a los mártires, porque todos, absolutamente todos, eran poco dialogantes y de una rigidez insoportable. Son tiempos de besos y abrazos, aunque sean vacíos y falsos, de fraternidades platónicas, sin paternidades que las sustenten, de apegarse a lo políticamente correcto, de cambiar de chaqueta (ahora lo llaman discernimiento) todas las veces que haga falta. El diácono Mártir San Esteban sigue siendo el mejor fruto de la Navidad y su martirio la llena de sentido.

El blog amigo de Marco Tosatti nos ofrece los datos de sus lectores que ya pasan de los 13 millones. Estamos ante un nuevo fenómeno, cuyas consecuencias no podemos valorar, que está cambiando lo que entendemos como información. Sabemos, lo estamos viviendo en propia carne, lo importante que está siendo en este momento la información libre en el mundo religioso: nos ayuda a estar unidos y a ser conscientes de que ni somos pocos ni estamos solos. Ya quisieran los medios oficiales del Vaticano contar con este número de lectores. Están gastando enormes sumas de dinero, que no tienen, en sostener medios de información que no interesan a nadie. Tienen buen cuidado de no dar nunca los datos de lectores porque la decisión de cierre sería inmediata. Mientras sus eminencias, y el amigo Edgar, estén entretenidos con la pachamama, Parolin en su mundo multicolor, y el Papa Francisco con sus chalecos salvavidas, todo sigue tranquilo aunque todos callen la inutilidad.

Un grupo de fieles se ha acercado a la prisión en la que se encuentra el Cardenal Pell a cantar villancicos, con la esperanza de llevarle un poco de consuelo en estos días. Cuanto más tiempo dure esta injusta situación más se engrandecerá la figura del cardenal, injustamente apresado. Esperemos que aguante el tirón (no es fácil) y pueda salir fortalecido. Tenemos la esperanza de que los cantos de los fieles curen la herida de los silencios, o cosas peores, del Vaticano.

En la curia romana las felicitaciones de Navidad y Pascua son una plaga. Un cardenal medio, o un alto cargo, puede pasar de 2.000 felicitaciones oficiales. La inmensa mayoría son giros entre organismos vaticanos de personas que se encuentran a pocos metros, pero que consideran una vulgaridad prescindir del lujoso tarjetón. En medio de esta avalancha se busca con intensidad si existe alguna pequeña carta que contenga una verdadera felicitación. El Papa Francisco nos dice que recibe muchas, y le creemos: una avalancha incontenible de cartas y tarjetas imposibles de contestar. Esperemos que muchas de ellas sean fruto de un verdadero cariño.

Terminamos con unas palabras de Benedicto XVI al que aprovechamos para felicitar también en estos días: “Queridos amigos, la solemnidad del Nacimiento del Señor nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de fe. La gloria de Dios no se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no resplandece en una ciudad famosa, en un suntuoso palacio, sino que establece su morada en el seno de una virgen, se revela en la pobreza de un niño. La omnipotencia de Dios, también en nuestra vida, obra con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, entonces, que el poder indefenso de aquel Niño al final vence el rumor de los poderes del mundo”

«…os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó.»

Buena lectura.

Specola