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viernes, 4 de enero de 2019

Entrevista exclusiva con el Reverendo Padre Davide Pagliarani


Padre Davide Pagliarani, Superior General de la Fraternidad San Pío X

El Padre Davide Pagliarani, Superior General de la Fraternidad San Pío X, concedió una entrevista exclusiva a La Porte Latine, en la que recuerda la fecundidad de la Cruz para las vocaciones y las familias. Insiste particularmente en la necesidad de mantener el auténtico espíritu del Fundador, Mons. Marcel Lefebvre, "espíritu de amor por la fe y la verdad, por las almas y por la Iglesia", ante la reciente canonización de Pablo VI y la promoción de la sinodalidad en la Iglesia

La Porte Latine: Han pasado cinco meses desde que fue elegido Superior General de la Fraternidad San Pío X por un período de doce años. Estos cinco meses le han permitido sin duda tener una primera visión de conjunto de la obra fundada por Mons. Lefebvre, que completa su extensa experiencia personal. ¿Tiene una primera impresión general? ¿Cuáles son sus primeras prioridades para los próximos años?
La Fraternidad es una obra de Dios, y cuanto más la descubrimos, más la amamos. Dos cosas llaman más mi atención en este descubrimiento. Primero, el carácter providencial de la Fraternidad: es el resultado de las elecciones y decisiones de un santo guiado sólo por una prudencia sobrenatural y "profética", cuya sabiduría apreciamos aún más a medida que pasan los años y que la crisis de la Iglesia se agrava. Luego, he podido observar una vez más que no estamos exentos de pruebas: el buen Dios santifica a todos nuestros miembros y a nuestros fieles, mediante fracasos, dificultades, decepciones, en una palabra, por la cruz y no por otros medios. Las vocaciones provienen de hogares donde no se respira amargura ni crítica hacia los sacerdotes.
La Porte Latine: Con 65 nuevos seminaristas este año, la Fraternidad tiene su récord de inscripciones en sus seminarios en los últimos 30 años. Ha sido director del seminario de La Reja (Argentina) durante casi seis años. ¿Cómo favorecerá el desarrollo de vocaciones cada vez más numerosas y fuertes?
Estoy convencido de que la verdadera solución para aumentar el número de vocaciones y su perseverancia no reside principalmente en medios humanos y, por así decirlo, "técnicos", como boletines informativos, visitas apostólicas o publicidad. Ante todo, una vocación necesita salir de un hogar donde se ama a Nuestro Señor, su Cruz y su sacerdocio, un hogar donde no se respira amargura ni crítica hacia los sacerdotes. Es por ósmosis, a través del contacto con padres verdaderamente cristianos y sacerdotes profundamente imbuidos del espíritu de Nuestro Señor, que se despierta una vocación. Debemos continuar trabajando en este ámbito con todas nuestras fuerzas. Una vocación nunca es el resultado de un razonamiento especulativo o de una lección que hemos recibido y con la que estamos intelectualmente de acuerdo. Estos elementos pueden ayudar a responder al llamado de Dios, solamente si ponemos en práctica lo que mencionamos anteriormente.
La Porte Latine: El 14 de octubre, el Papa Francisco canonizó al Papa que firmó personalmente todos los documentos del Concilio Vaticano II, al Papa de la nueva misa, al Papa cuyo pontificado estuvo marcado por los 80.000 sacerdotes que abandonaron el sacerdocio. ¿Qué le inspira esta canonización?
Esta canonización debe conducirnos a una profunda reflexión, más allá de la emoción de los medios de comunicación que duró unas pocas horas y no deja ninguna marca profunda ni entre sus partidarios ni entre sus oponentes. Antes bien, después de unas pocas semanas, la sola emoción nos pone en el riesgo de dejarnos a todos en la indiferencia. Debemos tener cuidado de no caer en estas trampas.
Primero, me parece bastante obvio que con las beatificaciones o canonizaciones de todos los papas a partir de Juan XXIII, se ha tratado de "canonizar" en cierta manera el Concilio, la nueva concepción de la Iglesia y de la vida cristiana que el Concilio ha establecido y que todos los papas recientes han promovido.
Este es un fenómeno sin precedentes en la historia de la Iglesia. La Iglesia post-tridentina nunca pensó en canonizar a todos los papas sin distinción desde Pablo III a Sixto V. Ella canonizó solamente a San Pío V, y eso no por sus únicos vínculos con el Concilio de Trento o su aplicación, sino debido a su santidad personal, propuesta como modelo para toda la Iglesia y puesta al servicio de la Iglesia en cuanto Papa.
El fenómeno que estamos presenciando actualmente nos hace pensar más bien en el cambio de nombre de las principales plazas y avenidas, después de una revolución o un cambio de régimen. Pero es necesario leer esta canonización también a la luz del estado actual de la Iglesia, porque el afán de canonizar a los Papas del Concilio es un fenómeno relativamente reciente y tuvo su expresión más manifiesta con la canonización casi inmediata de Juan Pablo II.
Esta determinación de "apresurarse" muestra una vez más la fragilidad en que se encuentra actualmente la Iglesia salida del Concilio. Lo queramos admitir o no, el Concilio es considerado como algo “superado” por un ala ultra progresista y pseudo-reformadora. Pienso, por ejemplo, en el episcopado alemán. Por otro lado, los más conservadores se ven obligados a verificar, por la fuerza de las circunstancias, que el Concilio ha desencadenado un proceso que conduce la Iglesia a una esterilidad cada vez mayor. Frente a este proceso aparentemente irreversible, es normal que la jerarquía actual intente devolver al Concilio, por medio de estas canonizaciones, un cierto valor, que pueda frenar la tendencia inexorable de los hechos concretos.
Haciendo una analogía con la sociedad civil, cada vez que un régimen está en crisis y se da cuenta de ello, intenta hacer redescubrir la Constitución del país, su carácter sagrado, su perennidad, su valor trascendente... De hecho, es el signo de que todo lo que proviene de esta Constitución y se basa en ella, está en peligro de muerte y que se debe tratar de salvarlo por todos los medios posibles. La historia demuestra que estas medidas generalmente son insuficientes para dar nueva vida a aquello cuyo tiempo ya pasó.
La Porte Latine: Hace tres años (17 de octubre de 2015), el Papa Francisco pronunció un importante discurso para promover la "sinodalidad" en la Iglesia, invitando a los obispos a en adelante "escuchar a Dios hasta que escuchen con él el grito del pueblo, y a escuchar al pueblo hasta que respiren la voluntad a la que Dios nos llama". Según sus propias palabras (discurso del 25/11/2017), es apoyándose en esta nueva sinodalidad que promulgó las nuevas leyes que simplifican los procedimientos de nulidad del matrimonio, o que escribió Amoris Laetitia, luego del sínodo sobre la familia. ¿Reconoce en ello la voz del Espíritu Santo? ¿Qué puede decirnos acerca de esta nueva expresión utilizada hoy por las autoridades de la Iglesia?
El debate cíclico sobre la sinodalidad no es más que la proyección en el post-Concilio de la doctrina conciliar sobre la colegialidad y los problemas que ha creado en la Iglesia.
De hecho, se habla muy a menudo de ello, incluso en debates que tienen otro objetivo o tratan de otros temas. Pienso, por ejemplo, en el último sínodo sobre la juventud, donde se mencionó el tema por enésima vez. Esto demuestra que la jerarquía aún no ha encontrado una solución satisfactoria, y esto es inevitable, puesto que el problema es insoluble.
De hecho, la colegialidad coloca a la Iglesia en una situación permanente de cuasi concilio, en la utopía de querer gobernar la Iglesia universal con la participación de todos los obispos del mundo. Esto ha provocado, de parte de las conferencias episcopales nacionales, una reivindicación de descentralización sistemática e insaciable, que nunca terminará. Nos enfrentamos a una especie de lucha de clases por parte de los obispos, que ha producido, en ciertas conferencias episcopales, un espíritu que podría definirse como pre-cismático. Sigo pensando en el episcopado alemán, que ofrece el ejemplo de todas las deformaciones actuales.
Roma está en un callejón sin salida. Por un lado, frente a los episcopados nacionales, debe tratar de salvar algo de su autoridad minada. Por otro, no puede renunciar a la doctrina conciliar ni a sus consecuencias, sin poner en tela de juicio la autoridad del Concilio y, en consecuencia, la base de la eclesiología actual. De hecho, todos caminan en la misma dirección, pero a velocidades diferentes. Los debates en curso manifiestan este malestar latente y, especialmente, el hecho de que esta doctrina revolucionaria es fundamentalmente contraria a la naturaleza monárquica de la Iglesia. Solamente se encontrará una solución satisfactoria cuando se la rechace definitivamente.
Es paradójico, pero solamente la Fraternidad puede ayudar a la Iglesia, recordando a los papas y obispos que Nuestro Señor fundó una Iglesia monárquica y no una caótica asamblea moderna. Llegará el día en que este mensaje será escuchado. Por el momento, es nuestro deber conservar este profundo sentido de la Iglesia y de su jerarquía, a pesar del campo de batalla y de las ruinas que tenemos ante nosotros.
La Porte Latine: ¿Cómo podría la Iglesia corregir los errores del Concilio? Después de cincuenta años, ¿es realista pensar así?
Desde un punto de vista puramente humano, no es realista pensar así, porque tenemos ante nosotros una Iglesia completamente reformada, en todos los aspectos de su vida, sin excepción. Es una nueva concepción de la fe y de la vida cristiana, que ha generado de manera coherente una nueva forma de concebir la Iglesia y de vivir en ella a diario. Humanamente, volver atrás es imposible.
Pero olvidamos, tal vez con demasiada frecuencia, que la Iglesia es fundamentalmente divina, aunque está encarnada en los hombres y en la historia de los hombres. Un día, un papa, contra toda expectativa y contra todo cálculo humano, retomará las riendas y todo lo que se debe corregir será corregido, porque la Iglesia es divina y Nuestro Señor no la abandona. De hecho, no dice nada distinto cuando promete solemnemente que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16,18). La brillantez de la divinidad de la Iglesia será tanto más fuerte cuanto irreversible parece la situación actual.
La Porte Latine: Este año 2018 fue el trigésimo aniversario de las consagraciones episcopales realizadas en Ecône por Mons. Lefebvre, verdadera operación de "supervivencia de la Tradición". ¿Considera que esta operación fue por su naturaleza única, y que también tuvo éxito por el hecho de que hoy obispos aceptan conferir ordenaciones y confirmaciones en el rito tradicional, o cree que con el paso de los años habrá que considerar nuevas consagraciones?
El futuro de la Fraternidad está en manos de la Providencia. Depende de nosotros discernir sus signos, de la misma manera que lo hizo nuestro Fundador, fielmente, sin querer anticipar o ignorar la Providencia. Aquí tenemos la lección más hermosa de Mons. Lefebvre, y muchos de los que no lo entendieron en su tiempo, volvieron poco a poco sobre sus afirmaciones.
La Porte Latine: El Distrito de Francia es el más antiguo y más importante, incluso si ahora está "seguido de cerca” por el de los EE. UU. ¿Cuáles son las prioridades humanas, materiales o apostólicas que ha establecido para su nuevo superior, el R. P. de Jorna, quien durante 22 años fue Director del Seminario de Ecône?
Todas las prioridades se pueden resumir en muy pocas palabras. El nuevo Superior de Distrito tiene la hermosa tarea de garantizar que se conserve en todas nuestras casas y por todos los miembros de la Fraternidad el verdadero espíritu que nuestro Fundador nos legó: un espíritu de amor por la fe y por la verdad, por las almas, por la Iglesia y, especialmente, lo que se desprende de todo esto, un espíritu de genuina caridad entre los miembros. En la medida en que mantengamos este espíritu, tendremos una buena influencia en las almas y la Fraternidad seguirá atrayendo muchas vocaciones.
La Porte Latine: ¡Un hermoso y emocionante programa! Pero también será necesario que los fieles se asocien plenamente con él. Usted los ha visto llegar por miles a la reciente peregrinación a Lourdes durante la cual celebró la misa solemne del domingo de Cristo Rey. ¿Qué les pide? ¿Qué les propone?
Me sentí profundamente conmovido cuando vi peregrinos de todas las edades en Lourdes y, en particular, muchas familias y niños. Esta peregrinación es verdaderamente especial y muy significativa. Nos recuerda que el futuro de la Iglesia y de las vocaciones está en las familias donde los padres han plantado la Cruz de Nuestro Señor. De hecho, sólo la Cruz de Nuestro Señor y la generosidad que resulta de ella engendran familias numerosas. Frente a nuestra sociedad egoísta y apóstata, castigada por su propia esterilidad, no hay un testimonio más noble y precioso que el de una joven madre rodeada por una corona de niños. El mundo puede elegir no escuchar nuestros sermones, pero no puede evitar ver este espectáculo. Y eso también representa a la Fraternidad. Al fin de cuentas, es el mismo ideal de la Cruz, lo repito una vez más, que hace que un alma se consagre a Dios, y que una madre se dedique generosamente y sin reservas a la educación y la santificación de todos los niños que la Providencia quiere confiarle.
Finalmente, esta peregrinación nos recuerda también y, sobre todo, que cualquier renacimiento sólo puede hacerse bajo el manto de la Santísima Virgen, porque, en el desierto presente, no hay lugar en el mundo que siga atrayendo a las almas tanto como Lourdes.
A los fieles de Francia les digo simplemente esto: recuerden que aquellos que los precedieron fueron combatientes y cruzados, milites Christi, y que la batalla actual por la defensa de la fe y de la Iglesia es, sin lugar a duda, la más importante que haya conocido la historia.
¡Feliz y santo año 2019!