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domingo, 20 de mayo de 2018

En el lenguaje postconciliar a la profanación de la eucaristía se le llama “compromiso ecuménico”



Es curioso cómo el “catolicismo postconciliar” ha hecho mella en la mente católica, el pacifismo, el optimismo, el dialoguismo …
El CVII puso en tela de juicio todos los pilares sobre los que se había apoyado el catolicismo. Una dura batalla, hoy silenciada por muchos de aquellos que deberían haber defendido la verdad, se produjo en el mismo seno de la Iglesia entre los padres conciliares. Como decía Plinio Correa , el concilio que se anunciaba como un concilio pastoral fue el más apastoral de los concilios, desde el momento que no condenó el comunismo. Mención aparte merecería el ecumenismo desenfrenado que se apoderó de los pastores y teólogos.
El otro día podíamos oir de boca del mismo romano pontífice llamar “compromiso ecuménico” a la profanación de la eucaristía puesta en marcha desde la Conferencia episcopal alemana de querer dar la comunión a los no católicos.(1)
Hace días uno de esos católicos “conservadores”, imbuido de un auténtico optimismo ideológico quería hacernos ver que la Iglesia había pasado por rachas mucho peores, por lo que debíamos mantener la calma. Esta manera de pensar es típica del nuevo espíritu conciliar, de esta primavera eclesial en la que parece que la batalla ha cesado y el católico debe echarse en brazos del mundo para conseguir reconciliar lo irreconciliable. Ahora somos mucho más civilizados y el diálogo (ay el diálogo, el nuevo becerro de oro de la nueva mente católica)todo lo consigue. Para estos católicos cuya premisa parece ser : “Cualquier tiempo pasado fue peor” me gustaría saber qué opinan ante la lista de sacrilegios, blasfemias y apostasías que llevamos padeciendo desde hace décadas por parte no solo de fieles sino de obispos, y altas jerarquías de la Iglesia católica con la bendición y el silencio de los “buenos” . Solamente desde una profunda ignorancia e indiferencia puede volverse la vista atrás y encontrar consuelo en épocas pasadas. No nos arrojan a los leones, pero quieren que cambiemos nuestra fe y además nos dicen que la nueva fe es igual que la anterior (¿quién inventaría el término de “hermenéutica de la continuidad” para justificar que una cosa es la misma que su contraria?). Los neocon han aplicado este término para hacernos ver que lo que pone en el capítulo VIII de la AL es lo mismo que lo que ha dicho siempre la doctrina de la Iglesia.
No  puedes sincerarte, ni confiar en ningún sacerdote porque lo mismo te ensalza la teología de  Hans Urs von Balthasar como te recomienda que leas la AL. ¿Cómo podremos acudir a estos curas postconciliares que tienen miedo a la Verdad? Tendremos que confiar nuestra alma sólo a Dios. Acudiremos a los sacramentos, a la eucaristía rezando para que al menos durante la homilía no intenten quitar la paz de nuestra alma con ocurrencias sentimentales y fuera de lugar. Nos confesaremos , rezaremos el rosario, pero ya no podremos abrirles nuestro corazón.
El miedo se ha apoderado del alma de los católicos que se llaman conservadores, no tienen miedo a perder la fe, porque ya no saben de qué fe están hablando, sólo tienen miedo a la Verdad porque han dejado de amarla.

¡ que arda tu corazón!