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martes, 13 de febrero de 2018

Los problemas de recibir la comunión en la mano (P. Justo Lofeudo)


En los últimos 50 años se ha generalizado la práctica de recibir la Sagrada Comunión en la mano, para consumirla individualmente.


Conmovido por esta práctica tan común, y habiendo estudiado aquello de que en cada partícula, por pequeña que sea, está Cristo presente con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, un seminarista estadounidense realizó un experimento gráfico cuyos resultados son ciertamente reveladores, y que nos trajo el blog Sacram Liturgiam de InfoVaticana:

1- El seminarista utiliza para el experimento una forma sin consagrar, y un guante negro, que permitirá ver con mayor claridad los resultados del experimento. Además, se muestra que no existen residuos anteriores en el guante.


2.- A continuación, se coloca la hostia sin consagrar sobre el guante, de la misma manera en que una persona recibiría la comunión en la mano.


3.- Finalmente, el experimentador toma la forma sin consagrar, la consume (claramente es solo pan), para luego observar la numerosa y contundente cantidad y tamaño de las “migajas” de pan que quedan sobre el guante.

Claramente, si una persona fuese a comulgar en la mano, estos trozos caerían al suelo fácilmente, siendo una forma de Sacrilegio a la Presencia Real de Cristo.


La instrucción Redemptionis Sacramentum, de 2004, ‘sobre algunas cosas que se deben evitar acerca de la Sagrada Eucaristía’, se refiere así a la comunión en la mano:

Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.
La adoración es un acto que implica todo el ser. Nuestra adoración es un acto espiritual y también es un acto corporal. 

Como enseñaba Benedicto XVI, la etimología de la palabra griega de adoración es “proskynesis” que indica “postración”. 

El ser inteligente se inclina, se postra, en acto de sumisión y reverencia ante el Dios que lo creó. 

La adoración es también reconocimiento del Amor que nos salva y de ahí la otra etimología latina “adoratio” que alude a la boca, al beso, al gesto de amor. 

La adoración es un acto de fe y de amor, y lo propio como gesto corporal es postrarse o arrodillarse ante la Presencia Divina, ante el Santísimo Sacramento.

En el siguiente enlace podemos escuchar una charla 
magistral  del P. Justo Lofeudo, misionero del Santísimo Sacramento, en la que hace una serie de reflexiones sobre la conveniencia de recibir la Eucaristía de rodillas y en la boca.