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lunes, 14 de diciembre de 2015

Discurso de clausura del Sínodo - 10 (Análisis crítico)



Sigamos con el discurso del papa Francisco:

- Y –más allá de las cuestiones dogmáticas claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia– hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo –¡casi!– para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general –como he dicho, las cuestiones dogmáticas bien definidas por el Magisterio de la Iglesia–, todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado.

Decir que las cuestiones dogmáticas, claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia, como principios generales que son, necesitan ser inculturadas si quieren ser observadas y aplicadas ... tal afirmación es una fragante contradicción: Si algo es verdad lo es siempre ... ¡o no es verdad!. La verdad es universal, independientemente de dónde y cuándo se predique. De no ser así, ¿qué sentido tendrían la Evangelización o las misiones? Absolutamente ninguno. ¿Para qué se han jugado la vida y se la siguen jugando todos los misioneros -y también los seglares cristianos- que en el mundo son y han sido ... hasta el extremo de que han preferido la muerte antes que renegar de su fe? Si se toma en serio la afirmación papal, habrían muerto inútilmente porque la causa de su muerte fue por haber proclamado la doctrina de Jesucristo tal y como la habían recibido, sin variar un ápice de la misma ... no importándoles que estuvieran en otras culturas. La misión recibida era clara: "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar TODO lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19-20). Esto son palabras de Jesucristo, el fundador de la Iglesia, Aquél que es "el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8).

Con todos mis respetos hacia la persona del papa Francisco, yo me hago una serie de preguntas y se las hago también al papa ... aunque antes es preciso dejar claro lo siguiente. Si fuese verdad eso que el Papa ha dicho de que la verdad debe de estar inculturizada, entonces tal afirmación sólo sería verdad para esta cultura ... pero sería falsa para el resto de culturas. Y se llegaría a la conclusión de que la verdad no está inculturizada: contradicción manifiesta.

Además, esta afirmación de la inculturización de la verdad sólo tiene como base el mero hecho de que ha sido el papa quien la ha pronunciado ... a título personal, sin tener en cuenta la Tradición de la Iglesia y oponiéndose a ella.

Pero dejando eso aparte ... y suponiendo que realmente fuese verdad lo de la inculturización ... yo me pregunto y esta pregunta va dirigida al propio papa: Si resulta que la verdad depende de la cultura, ¿qué más da creer en una religión o creer en otra ... o incluso no creer en ninguna?

Una verdad relativa es una contradicción. Estamos llegando a una situación en la que lo único que realmente importa es lo que los hombres piensan o sienten: esa es la única "religión" que se acepta ... y que, por supuesto, nada tiene que ver con la verdad: personas distintas pensarán o sentirán cosas distintas. ¿Con cuál de ellas nos quedamos? ... Según el nuevo paradigma de lo políticamente correcto, que ha inundado también la "religión", la respuesta sería que habría que darle la razón a todas y a ninguna. ¿Por qué? Muy sencillo:

(1) Por una parte, puesto que el ser humano debe de manifestarse "libremente" en todo lo que haga, sienta o piense ... y puesto que esa "libertad" es lo único que cuenta (parece ser) ... pues, en ese sentido, todas son igualmente buenas.

(2) Pero, claro: Por otra parte, nos encontramos con que las afirmaciones de unos y de otros son completamente diferentes ... y es imposible que todos tengan razón. No pueden admitirse como "verdades" (al mismo tiempo) cosas que son contradictorias entre sí. De lo contrario se enloquece. Y, vistas así las cosas, con realismo, nos encontramos con que si hay una religión verdadera, ésta sólo puede ser UNA.

De modo tal que si se admite esta idea de la inculturización, a la que alude el santo Padre cuando dice que todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado (una afirmación gratuita) la conclusión lógica a la que se llega es la de un relativismo total: No existe la verdad. La única verdad es que nada es verdad. O, si se quiere, que cada uno tiene "su" verdad, que viene a ser lo mismo.

En definitiva, al final todo se queda en esta vida porque, en el fondo, se ha decidido, aunque no se diga expresamente, que no hay otra. El único "dios" que vale es el que cada uno se inventa: "Vive y deja vivir" (esa era una de las diez claves que daba el papa Francisco para ser feliz). Este es el auténtico problema: la falta de fe en lo sobrenatural, a consecuencia de las corrientes modernistas que se han infiltrado en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, hace ahora cincuenta años ... y que han llegado a su zenit con el papa Francisco, según el cual "el proselitismo es una solemne tontería", etc...

Si los santos hubieran pensado de este modo no se habrían jugado la vida, tal y como hicieron. ¿Para qué? ¿Dónde quedan las palabras del Señor: "Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda?" (Lc 12, 49). El Sumo Pontífice tiene la obligación de ser fiel a estas palabras del Señor, de extender el cristianismo por toda la faz de la tierra.

Continúa diciendo el santo Padre:


El Sínodo de 1985, que celebraba el vigésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, habló de la inculturación como «una íntima transformación de los auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en todas las culturas humanas». La inculturación no debilita los valores verdaderos, sino que muestra su verdadera fuerza y su autenticidad, porque se adaptan sin mutarse es más, trasforman pacíficamente y gradualmente las diversas culturas.

Bueno, buscando en el DRAE encuentro la definición de Inculturación como "proceso de integración de un individuo o grupo en la cultura y en la sociedad con las que entra en contacto". Es decir, son las personas que llegan a una cultura las que tienen que integrarse en ella ... pero en el Sínodo de 1985 se habla de integración de todas las culturas en el cristianismo ... y cómo los valores verdaderos transforman, sin mutarse, las diversas culturas ... ¡no es lo mismo!

- Hemos visto, también a través de la riqueza de nuestra diversidad, que el desafío que tenemos ante nosotros es siempre el mismo: anunciar el Evangelio al hombre de hoy ... defendiendo a la familia de todos los ataques ideológicos e individualistas.

Perfecto: "Anunciar el Evangelio al hombre de hoy" ... pero un poco antes, en este mismo discurso ha dicho que deben de "respetarse" las distintas culturas en el sentido de que ... lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño, casi como un escándalo –¡casi!– para el obispo de otro continente; lo que se considera violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es libertad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. O sea, que lo que es bueno para unos puede ser malo para otros. ¿En qué quedamos? 


- Y, sin caer nunca en el peligro del relativismo ...

Yo me pregunto: con las premisas anteriores, ¿es eso posible? Yo no juzgo de las intenciones del santo Padre; no soy quien para hacerlo, pero sí puedo razonar. Es un don que Dios me ha concedido para que lo ejercite. Y leyendo detenidamente e intentando comprender lo que se dice, hemos podido observar que, en el mismo discurso, se dice una cosa y la contraria ... Y esto, con todos mis respetos al santo Padre, es un insulto a la razón. Pienso que no se debe de jugar con la capacidad de razonar de las personas. Un discurso debe de poseer una lógica argumental que permita llegar a una conclusión, lo que no ocurre en este caso, dado el cúmulo de contradicciones que se agolpan en él. Según la parte de discurso que se elija llegamos a una conclusión o a la conclusión contraria: ¡algo falla! ... Pero sigamos:

... o de demonizar a los otros, hemos tratado de abrazar plena y valientemente la bondad y la misericordia de Dios, que sobrepasa nuestros cálculos humanos y sólo quiere que «todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4) ... para introducir y vivir este Sínodo en el contexto del Año Extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está llamada a vivir.

Este párrafo, por ejemplo, es evangelio puro: ¡por supuesto que Dios quiere que todos los hombres se salven! ... y que lleguen al conocimiento de la verdad: que esto también hay que decirlo. También hay que decir que este querer de Dios con relación a los hombres no se hará efectivo si los hombres deciden que no quieren saber nada de Dios. Sí, eso también hay que decirlo.

(Continuará)