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domingo, 13 de octubre de 2013

Acerca de la Iglesia Católica y su historia (3)


Jesucristo vive: la Iglesia es un organismo vivo. En este organismo Cristo es la cabeza y nosotros somos sus miembros: "Vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros cada uno por su parte" (1Cor 12, 27). Por eso decimos que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Y tal como es la Cabeza así estamos llamados a ser sus miembros, haciendo realidad la Vida de Jesús en nuestra propia vida, de modo que "si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los demás comparten su gozo" (1 Cor 12, 26)

Como todo organismo vivo, la Iglesia no permanece anquilosada en su estado originario, sino que se desarrolla, manteniéndose "idéntica a sí misma dentro de ese desarrollo". En realidad, todo esto comenzó cuando "el Verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Y es de este hecho fundamental de la Encarnación, un hecho que nos ha sido revelado (no debemos olvidarlo), de donde debe partir toda "verdadera" historia de la Iglesia. Viene aquí a colación aquello que dijo Jesús de que "el cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). Y también aquello de que su Reino se extendería por todos los pueblos de la tierra. Esta misión se la encomendó a sus discípulos (a Pedro y a los demás apóstoles): "Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19)

Debemos tener también muy presente, en nuestra mente y en nuestro corazón, que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos" (Heb 13,8). Y si nos fijamos un poco, caeremos enseguida en la cuenta de que toda la enseñanza del Nuevo Testamento exige, de modo inequívoco, la unidad de la Iglesia, como puede verse, por ejemplo, en la oración sacerdotal de Jesús, en la que ruega a su Padre: "Que todos sean uno; como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, para que así ellos estén en nosotros y el mundo crea que Tú me has enviado" (Jn 17, 21). Y San Pablo a los efesios les habla de que hay "un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y en todos" (Ef 4,5).

La verdad prometida a la Iglesia por su fundador sólo puede estar de modo pleno y objetivo en UNA Iglesia. El católico cree y afirma que esa Iglesia es la Iglesia católica, apostólica y romana. Debemos aquí distinguir entre lo que sería la posesión objetiva de la verdad por parte de la Iglesia católica y la apropiación subjetiva de esa verdad por parte de sus miembros de una manera perfecta. Decía San Agustín: "¡Cuántos de aquellos que no están con nosotros son, sin embargo, nuestros! ¡Y cuántos de los nuestros se hallan fuera!"
(Continuará)