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lunes, 6 de febrero de 2017

Al árbol se le juzga por sus frutos (Ignacio Vaz-Romero Trueba)



[Aunque se trata de un artículo muy extenso, merece la pena tomarse el tiempo de leerlo, porque clarifica mucho la situación actual por la que atraviesa la Iglesia. La molestia que suponga la lectura se verá recompensada]

Cada día que pasa una nueva noticia acerca del Papa Francisco aparece en los medios de comunicación. No hay día en que los medios no se hagan eco de sus acciones, sus discursos o sus viajes. Parece que nunca antes el mundo (ni tampoco los propios católicos) habían estado tan pendientes de todo cuanto rodea la vida del Obispo de Roma. Y a raíz de esta implosión mediática no son pocos los católicos que actualmente se encuentran perplejos y confusos ante todo lo que ven u oyen por sí mismos. Allá donde va Bergoglio le acompaña también un titular y junto él un gran desconcierto entre los católicos que le siguen. No son pocas las veces que hemos oído comentar: ¿cómo es posible que el Papa haga esto? o ¿cómo puede atreverse a decir tal cosa? ¿No es eso contrario a lo que la Iglesia siempre ha enseñado? A día de hoy, hemos comprobado con tristeza como muchas de sus declaraciones son motivo de escándalo. Éstas son de cariz muy diverso y atañen a casi todos los dominios de la vida humana: la vida en familia, la vida conventual, la vida política, la vida espiritual, etc. Sin embargo, analizando fríamente lo que está sucediendo hoy en día — y que parece inaudito para muchos católicos — nos damos cuenta que, en verdad, Bergoglio, tal como el mismo reconoció no hace mucho en una entrevista, no hace más que seguir las directrices del Concilio. Y es que, como viene siendo habitual, cuando nos ponemos a analizar los orígenes de la llamada “crisis en la Iglesia”, el origen de los problemas actuales acaba convergiendo siempre en el mismo acontecimiento histórico: el Concilio Vaticano II. Y aquí de nuevo podemos decir: “con el Concilio hemos topado”.

Tal como decíamos, muchos católicos actualmente, a raíz de las consignas y directivas que llegan desde Roma, empiezan a hacerse preguntas e intentan hallar respuestas convincentes capaces de dar paz a sus almas atormentadas ante tanta confusión y apostasía. Aun así, muchos son los católicos aterrados ante esta situación, y no sin razón. No quieren (o no pueden) concebir que desde Roma — la cuna de la Cristiandad y la que debiera ser faro de luz para los pueblos y naciones — se promueva la herejía, la confusión y hasta el sacrilegio. Simplemente no es posible, eso no puede ocurrir… El Papa siempre ha sido el Papa y los católicos debemos seguirle, así como a la Iglesia si queremos salvarnos. El Papa no puede errar. Él es el “Santo Padre”. No entraremos ahora a revisar y profundizar en el dogma de la Infabilidad Papal proclamada en el Concilio Vaticano, pues no es el objeto de este artículo, pero sí me gustaría recuperar aquí las sabias palabras de Monseñor Lefebvre, de bienaventurada memoria. Leámoslas con atención, pues en ellas queda resumida la gran estrategia del diablo, el enemigo de las almas, para llevar a los católicos por la vía de la perdición aun creyendo seguir el buen camino.

“Para hacer eso [engañar a los católicos], […] el golpe maestro de Satanás será […] difundir los principios revolucionarios introducidos en la Iglesia por la autoridad de la misma Iglesia, poniendo a esta autoridad en una situación de incoherencia y de contradicción permanente; mientras que este equívoco no sea disipado, los desastres se multiplicarán en la Iglesia. Al tomarse equívoca la liturgia, se torna equívoco el sacerdocio, y habiendo ocurrido lo mismo con el catecismo, la Fe, que no puede mantenerse sino en la verdad, se disipa. La jerarquía de la Iglesia misma vive en un equívoco permanente entre la autoridad personal, recibida por el sacramento del Orden y la Misión de Pedro o del Obispo y los principios democráticos”.

Y sigue así: “Satanás ha logrado verdaderamente un golpe maestro: logra hacer condenar a quienes conservan la fe católica por aquéllos mismos que debieran defenderla y propagarla”.

Esta corta descripción de lo que él ya percibía en los años inmediatos al Concilio sigue siendo lo mismo de lo que somos testigos hoy en día. Lo que estamos viviendo actualmente no deja de ser una subversión en toda regla de la moral católica, las costumbres y la práctica religiosa. Y como en toda revuelta, esta subversión viene del mismo diablo. Lo dramático en este caso no es tan sólo que haya quienes buscan la ruina de las almas y la destrucción de la vida sacramental y espiritual sino que los impulsores de toda esta revolución no se hallan ya fuera de la Iglesia (como en otros tiempos) sino que parecen emerger del seno mismo de la barca de San Pedro. Como hemos visto reflejado en las palabras de Monseñor Lefebvre, el diablo ha sabido utilizar la estructura misma de la Iglesia y sus principios bimilenarios — como la obediencia al Papado— para destruirla (o intentar destruirla) desde el interior. Si indagamos en la historia reciente de la Iglesia no son pocas las pruebas de las que disponemos de la existencia de un plan a medio/largo plazo de infiltración de la Iglesia por la masonería y los enemigos de Cristo. Pero como todo plan destructor, éste no puede llevarse a cabo de la noche a la mañana. Los destructores deben actuar sigilosamente para evitar levantar sospechas entre los católicos y así hacer prevalecer sus tesis y sus novedades sin excitar las conciencias y las inteligencias de las gentes. De otro modo, su plan fracasaría.

Tal como vemos ahora, la estrategia de los que trabajan por la destrucción de la Iglesia Católica es siempre la misma: se trata de cambiar las cosas sin decirlo abiertamente, jugando con la ambigüedad y el doble lenguaje típico del modernismo. Examinando el ejemplo de la trágica protestantización de la Santa Misa esta estrategia parece más que evidente. En ningún momento se nos ha dicho que la nueva misa era de inspiración protestante — al menos desde las fuentes oficiales —, simplemente nos ha sido impuesta sin mayor explicación de forma que los fieles, sin ellos saberlo, se protestantizan por la práctica. Es lo que podemos llamar, sin miedo a pecar de osadía, un gran fraude, quizás el engaño más grande del siglo XX o de toda la Historia. Si hoy mismo preguntáramos a un católico de a pie si se siente protestante responderá con un “no” rotundo e incluso podrá mostrar su espanto ante tal proposición (eso si aun conserva el “sentir católico”). Pero si le preguntamos por la definición de la Misa, ¿sería capaz de repetir las tres líneas del Catecismo [de San Pío X] acerca de la noción sacrificial de la Misa y sus cuatro fines?

Probablemente este católico nunca haya oído hablar de la Misa como de la renovación verdadera del Sacrificio de Cristo en la Cruz sino más bien como de una comida fraterna o una mera reunión social en la cual los fieles se reúnen para alabar y “adorar” a Dios confundiendo muchas veces, y de forma trágica, la Presencial Real de Cristo en el Santísimo Sacramento del Altar con una simple presencia espiritual. Como vemos, y esto es innegable, todo ha sido subvertido por la práctica, sin decirlo, poco a poco, año tras año, sermón tras sermón. Evidentemente se ha tardado mucho tiempo en llegar hasta el extremo en el que nos encontramos actualmente. Pero hoy en día la hoja de ruta sigue siendo la misma: nunca se dirá abiertamente, por ejemplo, que se permite la Comunión a los divorciados vueltos a casar pero sí se les dará la Comunión cuando éstos la soliciten. Nunca se dirá que la Iglesia revoca los 500 años de Contrarreforma o los dictámenes del Sacrosanto Concilio de Trento pero, en cambio, se procede a nombrar a Lutero “testigo del Evangelio” y “renovador de la Iglesia” sin ningún tipo de pudor o condenación alguna por parte de los estamentos que debieran velar por la salvación eterna de las almas. Todo esto, en otros tiempos, habría levantado ampollas entre los católicos y los fieles se habrían precipitado sin duda a las parroquias o a la misma plaza de San Pedro a pedir explicaciones. ¿Se imaginan a San Pío X defendiendo a Lutero?

Recomiendo aquí a los católicos de buena fe que lean lo que los Papas no tenían reparo alguno en proclamar acerca de ese monje maldito que sin duda alguna fue condenado a sufrir el fuego eterno del infierno — sin ir más lejos, la bula Exsurge Domine, de León X condenando los errores de Lutero —. Sin embargo, hoy no vemos ninguna reacción en contra, nadie alza su voz desde la jerarquía para defender la sana doctrina y llamar a las cosas por su nombre. Y aquellos sacerdotes, que dentro de la estructura conciliar, son aun algo más conservadores accederán quizás a reconocer en privado que hay cosas que sorprenden o que no alcanzan a entender acerca del rumbo que está tomando la Roma actual, pero nunca harán públicas esas inquietudes contribuyendo así con su silencio a la degradación de los cimientos mismos de la Iglesia. Así pues, desde los púlpitos de las iglesias no se vacila a la hora de exaltar la revuelta de Lutero, de colocar carteles con su foto con motivo del quinto centenario de la Reforma protestante (omitiendo descaradamente el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima). Tampoco se duda a la hora de recalcar las virtudes de las otras religiones y de lanzar otro sinfín de mensajes envenenados. Pero las conciencias están adormecidas y no ven el peligro que se cierne sobre ellas. Les han cambiado la religión y apenas se han dado cuenta. La maestría del plan diabólico es innegable.

Hemos de insistir en que todo esto requiere de un proceso, un proceso de moldeado de las mentes y los espíritus; en definitiva, un oscurecimiento de las inteligencias. Y si bien ahora vemos todos estos escándalos multiplicarse y nos escandalizamos (legítimamente) por ello, hemos de considerar que, en el fondo, no hay nada nuevo bajo el sol. Y aunque esto pueda chocar voy a proceder a decir algo en favor de la gestión de Bergoglio, algo en lo que sí está contribuyendo al bien de las almas aun sin saberlo él; y es que, su política y sus gestos son tan descarados y anticatólicos que aquel que no quiera ver lo que está sucediendo no es por no poder sino por no querer. Muchos católicos, gracias a Bergoglio, están en efecto abriendo los ojos después de un largo y penoso letargo. Pero lo que muchos no han comprendido aun es que Bergoglio no es más que un títere en la hoja de ruta postconciliar. Los masones, liberales y modernistas que infiltraron la Iglesia sabían que sólo a través de un Concilio ecuménico lograrían alcanzar su meta e infiltrar la Iglesia hasta lo más alto para, desde los puestos de poder, darle la vuelta a todo cuanto parecía inamovible hasta entonces.

Si bien la infiltración se fraguó ya mucho antes de los años ‘60 desde los propios seminarios y escuelas, no es hasta el Concilio cuando por fin la masonería parece tener preparado a “su Papa”; un Papa listo para llevar a cabo las reformas que tanto tiempo llevaban reclamando. Y es que el Concilio no fue un mero conjunto de sesiones y discusiones sino que constituye de forma clara la piedra fundacional de la nueva “religión Conciliar” que ha copado las estructuras de la Iglesia Católica y ante la cual nos encontramos hoy en día. El Concilio permitió definir todas las novedades sobre las cuales los destructores se apoyan ahora para llevar a cabo la demolición del edificio de la Iglesia. ¿Cuántas veces oímos citar en nuestros púlpitos o a Bergoglio mismo a Pío XII o a San Pío X? Nunca, ¿no es cierto? Sin embargo, ¿cuántas alusiones al Concilio, a sus constituciones e instrucciones y a los “Papas postconciliares”? El cómputo es innumerable. Pueden hacer la prueba de ir a una de esas tantas librerías que se dicen “religiosas” y preguntar, en la sección de magisterio, por la Pascendi, la Mortalium Animos o la Humanum Genus. Creo que no las hallarán por ninguna parte. En su lugar, las estanterías estarán repletas de obras y documentos del Concilio, de “San Juan XIII”, de “San Juan Pablo II” y otros tantos autores y “teólogos” (de la Nouvelle Théologie todos ellos) que han contribuido de forma directa a la subversión del orden natural en la Iglesia como son Lubac, von Balthasar, Congar, Rahner, Hans Küng o el propio Ratzinger. Podemos afirmar y comprobar cómo han hecho desaparecer todo el magisterio que pone en entredicho la nueva forma de proceder de la Iglesia Conciliar. Toda su forma de vivir la religión “católica” se basa en textos y aseveraciones que, a lo sumo, se remontan a 60 años atrás. Los otros 2000 años de historia de la Iglesia son conscientemente olvidados e ignorados. Cojan un libro de catequesis actual y cuenten las referencias o citas a cualquier documento previo al Concilio. El resultado es sencillo: cero. Los innovadores han ido confeccionando en estas últimas décadas una multitud de documentos alternativos de “magisterio” para poder justificarse así en lo sucesivo de forma a hacer avanzar el tan siniestro plan que habían planeado ya desde el siglo XIX en las oscuras logias masónicas. Para aquellos que piensen que todo esto suena a una especie de teoría de la conspiración aplicada al terreno eclesiástico, por desgracia, no es así. Por ejemplo, cualquiera puede consultar hoy en día los planes de la Alta Vendita que llegaron a manos de Gregorio XVI y a raíz de los cuales éste redactó la brillante Encíclica Mirari Vos.

A pesar de la gravedad de los acontecimientos, hemos de confiar en que Dios es el conductor de la Historia. Su Palabra es eterna y por eso mismo, en este punto, sería apropiado leer con detenimiento lo que Dios mismo, mediante el Santo Evangelio, nos dice acerca de cómo reconocer a todos estos falsos pastores y profetas que conducen al pueblo por sendas inseguras.

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. Es sabido que al árbol se le juzga por sus frutos” (Lc. 6.43-44).

El Santo Evangelio, como de costumbre, no puede ser más claro y explícito. Un mal árbol no puede sino dar malos frutos. Y sólo hemos de pararnos a observar los frutos que ha dado el Concilio hasta hoy. ¿Dónde está esa ansiada “primavera espiritual”, ese “renacer de la Iglesia”? ¿Dónde está esa mejor comprensión de los santos misterios? ¿Dónde el mayor celo apostólico por la conversión de los pecadores, herejes y cismáticos? ¿Dónde ha quedado el celo misionero por bautizar a todas las Naciones para así hacer partícipe a todos los pueblos de la obra de la Redención? Bergoglio ya dijo hace un tiempo que el “proselitismo” (léase, la evangelización) es una “solemne tontería”, que no hay tal cosa como un “Dios católico” y que a él no le preocupa lo más mínimo en qué religión sean educados los niños siempre y cuando éstos no pasen hambre (parece pues que las necesidades materiales suplen y sustituyen las necesidades del alma y el alimento espiritual). Ha abandonado completamente el celo por la Salus Animarum. Sin embargo, aquellos que se escandalizan ahora ante tales propósitos, una vez más han de ser conscientes que el problema no radica en Bergoglio ni en los prelados que le rodean, sino que todo ello responde al mismo plan masónico al que hacíamos referencia unas líneas atrás. Si aun queda alguna duda acerca del origen de todos estos profundos males, sólo hemos de releer el fragmento de la siguiente entrevista:

“Santo Padre, algunos piensan que en los encuentros ecuménicos usted quiere liquidar la doctrina católica, que se quiere protestantizar la Iglesia”, le dice al Papa sin rodeos Stefania Falasca del periódico Avvenire. Y Francisco responde: “No me quita el sueño. Sigo el camino de los que me han precedido, sigo el Concilio”.

Ahí está. “Sigo el camino…”; todo ha quedado claro. Él mismo se ha delatado, ha dejado al descubierto su plan y su propósito. Se trata por tanto de un verdadero camino, de un largo recorrido que se inició durante el Concilio y que todos los papas postconciliares se han esforzado en seguir paso a paso sin salirse ni un ápice de la hoja de ruta preparada. Todo estaba y está planeado. Bergoglio tiene hoy una misión y la está llevando a cabo, avanzando en el camino trazado previamente por sus antecesores (evidentemente los “antecesores” a los que se refiere se paran en Roncalli). Pero, volviendo a nuestro razonamiento, para que hoy Bergoglio pueda prácticamente rehabilitar a Lutero, lavarle los pies a mujeres musulmanas en el Mandatum del Oficio de Jueves Santo o rezar con toda clase de herejes sin suscitar ningún tipo de reacción por parte de los católicos, ha sido necesario un gran trabajo previo de corrupción de las almas. Cualquier alma cristiana, bien formada y en posesión del conocimiento que otorga el Catecismo tradicional, ya sea ésta niño o adulto, podría en apenas dos frases desmotar y dejar en evidencia a esta falsa religión que se nos quiere imponer en nuestros tiempos. De ahí el incesante esfuerzo de hacer olvidar el catecismo en los colegios y las salas de catequesis, de retirar los misales en las parroquias, de cambiar el catecismo redactando uno nuevo y adulterado (les propongo también encontrar la definición del Santo Sacrificio de la Misa en el catecismo de 1992 — les adelanto que les será imposible…), etc.

Nada es casual. Y no son pocos los ejemplos de los que disponemos para demostrar que Bergoglio no ha sido el primero en llevar a la práctica acciones tan escandalosas como las que le hemos visto perpetrar en Suecia, en su visita a Hispanoamérica, a Sri Lanka o en la JMJ de Río de Janeiro. Muchos católicos, con un buen sentir, se escandalizan ahora, por ejemplo, del reciente intento de rehabilitación de Lutero. ¿Cómo es posible que el Santo Padre vaya a rehabilitar a aquel que destruyó la unidad de la Cristiandad?, se preguntan. ¿A aquel que negaba la culpa del pecado original? ¿A aquel que afirmaba “pecar necesariamente”? ¿A aquel que arremetió contra la Misa, el Papado y los Sacramentos y por tanto contra los medios de Salvación? Muchos se escandalizan cuando ven a Bergoglio rezar junto a los mahometanos en mezquitas o junto a los judíos en sinagogas o incluso cuando se reviste de prendas paganas en sus numerosos viajes. Pero no hemos de pecar de ilusos y hemos de atrevernos a mirar al pasado y examinarlo sin miedo a las consecuencias. ¿Acaso no fueron igual de escandalosas las sacrílegas reuniones de Asís donde se llegó a colocar un ídolo de Buda en el Sagrario de la Basílica de San Francisco o donde imanes musulmanes predicaron desde los presbiterios? ¿No fueron igual de escandalosos los viajes de Wojtyla o Ratzinger donde ambos se dejaron marcar por toda clase de señales paganas? ¿No fue igual de escandalosa la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación de 1999 dónde Juan Pablo II “pone fin” a todos los anatemas y sanciones de Trento impuestas a los seguidores de Lutero? ¿De qué nos extrañamos ahora? En este proyecto de rehabilitación de Lutero, Wojtyla ya dio el primer paso. Y más aun, ¿no fue aun más escandalosa la “reforma” litúrgica del Concilio que desdibuja y pone en entredicho la concepción católica de la Misa? ¿No hemos de escandalizarnos al saber que seis pastores protestantes, cuyos nombre se conocen, contribuyeron a redactar el nuevo misal que sería promulgado por Montini en 1969 bajo el nombre de Novus Ordo Missae? ¿Por qué somos pues capaces de reconocer la perfidia en las nuevas directrices provenientes de Roma pero no acabamos de atrevernos a reconocer el origen de toda esta iniquidad?

Retomando el fragmento evangélico citado con anterioridad, “al árbol se le juzga por sus frutos”. Hoy estamos catando los frutos de un árbol que quiso venderse a los fieles católicos como la panacea para un “catolicismo oscuro y alejado de la realidad de los tiempos modernos” pero que ha resultado ser un árbol envenenado de raíz por quienes lo plantaron. No basta pues con observar los malos frutos y podarlos con la esperanza de que surjan otros mejores. La solución no es tampoco abonar el árbol o fertilizar el suelo para que los frutos crezcan mejor o más fuertes. La solución es cortar el árbol de raíz. Por eso ahora, en relación con la misa nueva, se está empezando a hablar de una “reforma de la reforma” para esclarecer algunos de los puntos que levantan más controversia entre los católicos más “conservadores”. Pero la solución no es esa. Podemos establecer la comparación con un viejo jersey repleto de agujeros. Por mucho que apliquemos un remiendo, el agujero seguirá ahí y podrá volver a abrirse en cualquier momento. La solución es coser el agujero y cerrarlo; es decir, sanear el problema, no sólo camuflarlo o edulcorarlo. Otra comparación muy evidente con el ámbito de la medicina. Ante un enfermo que presenta una serie de signos y síntomas, el médico no ha de pensar únicamente en la forma de atajar las manifestaciones que presenta el paciente sino que ha de establecer un diagnóstico concreto y planificar un tratamiento que ponga fin al substrato orgánico (si lo hay) que está siendo responsable de su mal estado de salud. Con un tratamiento sintomático el paciente quizás no experimente fiebre ni molestias, pero seguirá padeciendo el problema de base que poco a poco irá deteriorando su estado físico y su fisiología normal. Al igual que la enfermedad, el error hay que atajarlo de base, no hemos de contentarnos con aliviar los síntomas o las consecuencias ulteriores del error. Pero para ello, primero hay que identificar de forma correcta el origen del error en cuestión. Sin ello no podremos hacerle frente de forma eficaz pues, tarde o temprano, volverá a aflorar en la misma o en otra forma. El error se corrige, no se remienda.

Así pues, en este caso, y a modo de ejemplo, el problema auténtico de la nueva misa no radica en las licencias excesivas de ciertos sacerdotes que buscan a toda costa introducir notas de “creatividad” en la celebración de la misma — como se pretende desde los sectores defensores del Novus Ordo —, sino que el problema radica en el propio ritual, un ritual que fue desprovisto de todo aquello que era “demasiado católico” y que era susceptible de obstaculizar el buen entendimiento con las distintas sectas protestantes. Asimismo, en el contexto ecuménico, el problema no reside en la persona misma de Bergoglio y en su ideología marxista (que también), sino en la nueva y errónea concepción de la libertad religiosa que ofrece el Concilio Vaticano II en su declaración Dignitatis Humanae y que ha dado pie a todos estas empresas ecuménicas que llevamos contemplando con horror en los últimos treinta años. No debe sorprendernos por tanto nada de lo que pueda hacer Bergoglio, quien a tanta gente ha escandalizado y hecho dudar de su Fe, pues el verdadero origen del mal no está en él, sino que no hace más que aplicar las directrices de un Concilio nefasto que determinó una nueva hoja de ruta, el nuevo camino que debería emprender la nueva religión mundialista y concebida a la imagen del mundo.

Recemos pues en este primer Centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima para que ella proteja a la Iglesia y la conduzca siempre a buen puerto. Debemos consagrarnos a ella y confiar plenamente en la Providencia de Dios que, por alguna razón, quiere que vivamos este último suplicio de la Iglesia a imagen de la Pasión de su Hijo. Sin embargo, conociendo la desolación en la que se encontrarían los católicos en el Fin de los Tiempos, Nuestro Señor mismo no dudó en dejarnos como remedio a todas nuestras aflicciones a su Bendita Madre y la devoción a su Corazón Inmaculado. Muchas son las veces en las que la Santísima Virgen María, en un acto de profundo amor por nosotros sus hijos, ha bajado del Cielo para advertirnos de los tristes acontecimientos que estaban por venir — y que muchos se están cumpliendo hoy en día — con el fin de que no cayéramos en el engaño en el momento de la prueba. No cabe duda que la apostasía anunciada en La Salette o en Fátima son hoy realidades tangibles a las cuales hemos de hacer frente. Así pues, en espera de la anunciada Restauración de la Iglesia, esforcémonos por rezar diariamente el Rosario, reparar cuantas blasfemias o sacrilegios presenciásemos y en cumplir la santa voluntad de Dios. No perdamos nunca la confianza, pues, tal se nos prometió, “mi Corazón triunfará”.

Ignacio Vaz-Romero Trueba

¿Por qué odian a Trump?



3 de febrero de 2017 (LifeSiteNews) - Olvídate de la mayoría de las quejas y acusaciones contra Donald Trump que estás escuchando estos días. Hay una creciente, fea y violenta guerra que se está librando contra el gobierno de Trump y los conservadores en general. La mayor parte de esa guerra está siendo orquestada y financiada por unas  elites financiadas masivamente pertenecientes a un movimiento general, el movimiento para un Nuevo Orden Mundial y un gobierno mundial agresivamente secular, sin fronteras y despoblacionista.

Aquí están los elementos principales, todos estrechamente interconectados del movimiento del Nuevo Orden Mundial:


Las Naciones Unidas y la Unión Europea. 


International Planned Parenthood y otras organizaciones que promueven el aborto y la anticoncepción.


Todas las organizaciones de control de la población


El multimillonario George Soros y las numerosas organizaciones de agitación social radical que ha financiado con cientos de millones de dólares. Soros es uno de los principales impulsores del malvado movimiento del Nuevo Orden Mundial.


Los líderes del movimiento de calentamiento global / cambio climático, que entre otras cosas, quieren destruir el capitalismo, despoblar al mundo y están dispuestos a un ocultismo panteísta.


La mayoría de los principales medios de comunicación en Occidente que son controlados por las élites del Nuevo Orden Mundial. Estos controladores de información están vomitando propaganda descarada y mentiras que demasiados crédulos, ciudadanos desinformados están cayendo.


Los movimientos militantes de los derechos de los homosexuales / transgénero / movimiento feminista radical (destruyendo el matrimonio, la familia y la fe de las naciones libres, socialmente sanas y soberanas)


Marxistas, anarquistas y otros grupos sociales radicales violentos, generalmente financiados por George Soros.


Las instituciones de educación pública estadounidenses, especialmente debido a la influencia de los sindicatos de maestros ricos y de extrema izquierda, han sido desde hace mucho tiempo capturadas y cooptadas en la propaganda de los estudiantes cada día con su visión ideológica antiamericana y anticristiana. En los últimos años, los estudiantes han sido especialmente sometidos a un adoctrinamiento total y unilateral sobre la ideología del cambio climático que exige cambios masivos a la sociedad.


Sociedades masónicas y similares de las elites ateo, anti cristianas que todavía ejercen influencia sustancial en el mundo.


Lo más asombroso es que el propio Vaticano se vea involucrado, como el Papa Francisco, los obispos alemanes y otros que le rodean han desarrollado relaciones estrechas con muchos líderes del mundo, invitándolos al Vaticano a dar charlas y consejos (contrariamente a fuertes declaraciones de Francis contra el aborto , "Matrimonio" gay, familias numerosas, etc.). Los informes sugieren que George Soros favoreció a Bergoglio durante el Conclave que lo eligió papa. Por primera vez, el movimiento del Nuevo Orden Mundial ha ganado un poderoso respaldo público para muchas de sus agendas de la cabeza de la Iglesia Católica Romana, que ha insistido agresivamente en que el cambio climático, las fronteras abiertas y más son ahora cuestiones de obligación moral y religiosa para una Iglesia Católica nueva y mundana. También parece que algunos en el Vaticano están sentando las bases para un caso moral y religioso en favor del control de la población, el uso de la anticoncepción, las familias pequeñas y la aceptación de la homosexualidad, de nuevo, a pesar de muchas declaraciones contrarias de Francisco. 


Muchos de los multimillonarios del mundo y las corporaciones más grandes, que han sido seducidos en el movimiento. Por ejemplo, Bill Gates, Apple, Michael Bloomberg, Warren Buffet, Mark Zuckerberg y más.


El islam militante,- Angela Merkel, otros líderes de la UE, George Soros y otros defensores progresistas del Nuevo Orden Mundial, incluso dentro de la Iglesia Católica-, están usando un influjo masivo y agresivo de islamistas agresivos (muchos musulmanes no son islamistas), en Occidente para forzar el Nuevo Orden Mundial del mundo, abierto a las fronteras, hacia el Oeste. Los islamistas también están facilitando el derribo final de la civilización cristiana dondequiera que estén inundando naciones previamente cristianas. Canadá, bajo el abogado de fronteras abiertas Justin Trudeau, está acelerando este movimiento en su país. Los globalistas están jugando un juego muy peligroso dado que el Islam militante tiene su propio deseo históricamente consistente de subyugar al mundo y obligar al Islam y la ley Sharia a todas las naciones. El envalentonar, financiar y promover la aceptación de su religión ideológica y política totalitaria, que es diferente a cualquier otro, ha estado ayudando a un resurgimiento mayor de los viejos esfuerzos islámicos de conquista del mundo.

¿Puede Trump y su administración soportar este asalto casi satánico? Muchos oraron por él durante la elección y él, asombrosamente, prevaleció. Está claro, a pesar de los defectos personales del presidente, que está haciendo muchas cosas correctas. Él no sería tan intensamente odiado por todas estas personas si no lo hiciera. Se necesitan aún más oraciones para proteger, guiar e inspirar a Trump y a su administración para que sigan el curso y sirvan a la Voluntad de Dios. Las oraciones son necesarias para su continua conversión - especialmente en las cuestiones de derechos homosexuales / transgénero. También hay una gran necesidad de orar por la seguridad física del Presidente Trump y su equipo de liderazgo.

domingo, 5 de febrero de 2017

El cisma está a las puertas (2)

CONFERENCIA EPISCOPAL DE OBISPOS ALEMANES

El cisma está a las puertas (1)
El cisma está a las puertas (2)
El cisma está a las puertas (3)
El cisma esta a las puertas (4)
El cisma está a las puertas (5)
El cisma está a las puertas (6)

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Si hacemos un poco de historia, recordemos que la AL fue dada a conocer públicamente el 8 de abril de 2016, aunque estaba firmada el 19 de marzo, festividad de san José (la elección de la fecha es desdichada, para empezar). Ya entonces comenzó la alarma, aunque aquí no se pretende ser exhaustivos acerca de este tema.


El tan traído y llevado asunto de las Dubia sobre la Amoris Laetitia se hizo público, de modo oficial, el 14 de noviembre de 2016. El contenido de las mismas y los diferentes comentarios acerca de ellas puede leerse en uno de los artículos de este mismo blog: aquí

El 9 de diciembre de 2016 hubo ya una declaración de apoyo a las Dubia de los cuatro cardenales, por 23 académicos y pastores católicos y otra de dos importantes filósofos Germain Grisez y John Finnis, quienes describen en la Amoris Laetitia ocho posiciones que son contrarias a la fe católica. [La carta, de 33 páginas, en formato pdf, puede verse pinchando aquí, aunque viene en inglés]. 

Éste es el resumen que hace Secretum Meum Mihi, con relación a lo que estos dos filósofos pedían que Francisco condenara explícitamente:



Curiosamente, el mismo día en el que se da una respuesta informal a dichas Dubia por el Prefecto para la Doctrina de la Fe, el cardenal Müller (¡que no por el Papa!), en el sentido de afirmar todo lo que la Iglesia siempre ha dicho sobre el matrimonio ... justo ese día ... aparece el escrito de los obispos alemanes al que ya hemos aludido y al que se refiere Catholicvs en estos términos:

En dicho escrito los obispos alemanes establecen oficialmente que, en virtud de ciertos pasajes de "Amoris laetitia" -incluyendo las polémicas notas al pie-, los adúlteros no arrepentidos y sin propósito de la enmienda pueden recibir sacrílegamente la Comunión.

Nada sorprendente, teniendo en cuenta la deriva moral -inmoral, más bien- de la Conferencia Episcopal Alemana (ver aquí), que en 2012 estableció oficialmente y por decreto la simonía -negando los sacramentos a quienes no paguen el impuesto religioso-, que apoya la homosexualidad y la anticoncepción (ver aquí), y que dio permiso expreso para que los hospitales católicos alemanes perpetren abortos dispensando en ellos la píldora del día después, también conocida como PDD (ver aquí).


Como vemos, un disparate tras otro, un día y otro día, ante el silencio y la complicidad de infinidad de cardenales del Vaticano.

Entonces, ¿cómo puede un fiel católico discernir lo bueno de lo malo, tal como están hoy las cosas? 

De nuevo tenemos que enfrentarnos con el escándalo de la cruz. Esto le dijo ya Simeón a María el día en que Jesús fue presentado en el templo, refiriéndose a Él: "Mira, éste ha sido destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción (y a tí misma una espada te atravesará el alma) para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). 

En consonancia con lo que dijo san Pablo a los Corintios, en su primera carta: "Oigo que cuando os reunís en Asamblea, hay divisiones entre vosotros, y en parte lo creo; pues es conveniente que haya entre vosotros desacuerdos, para que se pongan también de manifiesto entre vosotros los que son de probada virtud" (1 Cor 11, 19).

Todo esto forma parte, en realidad, de la corrección fraterna (cfr Mt 18, 15-17; Lc 17, 3) que debe de darse entre los discípulos de Jesús, como muestra de verdadera caridad hacia aquellos hermanos que cometen pecado, para su propio bien y edificación de la Iglesia.

Tal corrección es aplicable también al santo Padre, si éste se desviase de la recta doctrina. Recordemos el incidente de Antioquía, en donde san Pablo les dice a los gálatas, con relación a san Pedro: "Cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque era digno de reprensión" (Gal 2, 11) ... 

Eso es lo que ocurre actualmente: el Papa es digno de reprensión y la obligación de los cardenales es la de enfrentarse a él -tal y como hizo Pablo con respecto a Pedro- pues lo que está en juego es la integridad de la doctrina católica y la salvación de las almas

Y ésa es precisamente la razón (¡no hay otra!) por la que el cardenal Burke, junto a otros tres cardenales, se han enfrentado al papa Francisco. Es un deber de caridad, para con el mismo Papa y, sobre todo, para la Iglesia y el conjunto de los fieles.

José Martí

Las calles de Roma han amanecido empapeladas con carteles críticos con el Papa Francisco (Catholicvs) y reacción del Papa (Secretum Meum Mihi)


Por primera vez desde hace 150 años, esta mañana de sábado las calles de Roma han amanecido empapeladas con carteles críticos con el Papa Francisco. Este tipo de pasquines críticos eran habituales antes de 1870, cuando los Papas eran también los gobernantes seculares de los Estados Pontificios. Los carteles cercanos al Vaticano han sido cubiertos, pero los hay por toda la capital italiana. Como se aprecia en las imágenes, el texto, escrito en italiano "romano", dice así:


"Ah Francisco, has comisariado Congregaciones, removido sacerdotes, decapitado la Orden de Malta y los Franciscanos de la Inmaculada, ignorado Cardenales... Pero, ¿dónde está tu misericordia?".











sábado, 4 de febrero de 2017

¿Vara dura con fieles a los Evangelios y tolerancia con los herejes? (Carlos Álvarez Cozzi)




Por estos tiempos turbulentos en la barca de Pedro, el actual sucesor de éste parece tener mucha misericordia no sólo con los alejados, con los periféricos, sino también con los de dentro que afirman herejías, mientras que se les aplica mano dura a quienes pretenden seguir siendo fieles a los Evangelios que recogen las enseñanzas de Jesús.

Parece realmente el mundo del revés. Ese que observábamos hasta hace poco en el mundo ahora lo tenemos como lamentable espectáculo dentro de la Iglesia Católica bajo el pontificado actual de Francisco.

Y si no adviértanse estos hechos:

  1. Luego del Sínodo de la Familia, la Exhortación Amoris Laetitia es tan confusa en el tema acceso a los sacramentos y a la comunión de los casados por Iglesia que se han divorciado y se han vuelto a casar por lo civil, y no tienen propósito de enmienda; porque unos quieren interpretar que no han habido cambios en la doctrina bimilenaria de la Iglesia y otros, conferencias episcopales, obispos y sacerdotes, entienden que se les ha dado vía libre para admitir a los sacramentos a éstos en forma más o menos libre. Ya incluso ni si habla de discernimiento sino que se invoca alegremente el fuero interno y la conciencia olvidando que ésta no es la norma suprema sino que lo es la Revelación, en este tema, como en todos los temas de fe y moral.
  2. Tan confuso es el panorama, que en vez de confirmar en la fe y la moral el papa nos viene confirmando en el error y en la duda.
  3. Y como a las dudas legítimas (“dubia”) que cuatro cardenales le plantearon a Francisco sobre este punto, con todo derecho, éste no las ha respondido, aquellos, decidieron hacerlas públicas, siguiendo siempre el Derecho Canónico y la solicitud pastoral de sus altas investiduras de Senadores de la Iglesia.
  4. Ante este silencio apareció la Conferencia Episcopal de Filipinas admitiendo que interpretan la Amoris Laetitia en sentido amplio al igual que los obispos de Buenos Aires, que incluso recibieron carta del papa afirmando que la de admitir a los divorciados vueltos a casar a la comunión, es la única interpretación posible, con el discernimiento del caso a caso.
  5. Pero el tema se complicó cuando recientemente los dos prelados de Malta no sólo adhieren a esa interpretación generosa sino que van más allá y dicen que si el vuelto a casar se siente en paz con Dios, a pesar de su situación objetiva, y sin discernimiento alguno con su confesor, puede comulgar. Lo que se confirmó cuando los mismos obispos malteses han comunicado a los sacerdotes incardinados en sus diócesis que quien tenga otra interpretación podrá ser suspendido “a divinis”. Más recientemente los laicos de Malta, invocando a cartas de San Pablo, han anunciado que no acatarán las instrucciones de sus obispos por no ser conforme a los Evangelios.
  6. En Colombia, un sacerdote que expresó que disentía de tal interpretación de la Exhortación y que no daría la comunión a los adúlteros, por defender la doctrina de los Evangelios, que recogen la enseñanza de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio, fue suspendido “a divinis” por su obispo (*).
  7. Y por si fuera poco, recientemente, una monja supuestamente católica, Lucía Caram, ha declarado que San José mantenía relaciones sexuales con la Virgen María, yendo contra un dogma de la Iglesia, y hasta ahora nada ha pasado.
Como mínimo se observan dos claros patrones de conducta de parte de la autoridad eclesiástica que el relato nos exime de abundar.

Por ello lo del título: vara dura para unos, claramente injusta y tolerancia total con otros que deberían de ser amonestados. Así vamos, la barca de Pedro parece hundirse pero debemos confiar porque es el Señor que la conduce realmente por el mar embravecido de la historia, y no ninguno de sus vicarios, como lo recordó Benedicto XVI al dejar su ministerio petrino. Se ha colado el humo del infierno dijo el beato Pablo VI, “pero las puertas del infierno, no prevalecerán ... ” nos enseñó el mismo Cristo. ¡¡¡Esa es nuestra única esperanza!!!

Carlos Alvarez Cozzi

(*) N.de R. Posteriormente la sanción ha sido levantada. Véase

¿Un papa violento? (Por Roberto de Mattei)





Contra la evidencia, poco se puede argumentar. La mano tendida por el papa Bergoglio a la Fraternidad San Pío X es la misma que cae en estos días sobre la Orden de Malta y sobre los Franciscanos de la Inmaculada.

El asunto de la Orden de Malta ha concluido con la rendición incondicional del Gran Maestre y la vuelta al poder de Albrecht von Boeslager y del poderoso grupo alemán al que representa.

Riccardo Cascioli resume la cuestión en estos términos en La Nuova Bussola quotidiana: El responsable de la deriva moral de la Orden ha sido rehabilitado, y han despedido a quien intentó pararle los pies.

Lo sucedido supone un desprecio total a la soberanía de la Orden, como se desprende de la carta dirigida el pasado 25 de enero por el secretario de estado vaticano Pietro Parolin a los miembros del Soberano Consejo en nombre del Santo Padre, con el que la Santa Sede ha intervenido de hecho a la Orden.

Sería lógico que los otros cien estados que mantienen relaciones diplomáticas con la Orden de Malta retirasen a sus embajadores, dado que pueden mantener relaciones directas con el Vaticano, del cual ya depende totalmente la Orden.

El desprecio que manifiesta el papa Francisco por la ley se extiende del derecho internacional al derecho civil italiano.

Un decreto de la Congregación de la Congregación de los Religiosos,i con la aprobación del Papa, impone al padre Stefano Maria Manelli, superior de los Franciscanos de la Inmaculada, la prohibición de dirigirse a los medios informativos o hablar en público, así como de participar en toda iniciativa o encuentro. Y sobre todo, «devolver en el plazo de 15 días a contar de la recepción del presente decreto el patrimonio económico administrado por asociaciones civiles y cualquier otra cantidad a su disposición de cada uno de los institutos». Es decir, devolver a la Congregación de los Religiosos los bienes patrimoniales de los que, como ha confirmado el Tribunal de Apelación de Avellino, el padre Manelli no puede disponer porque pertenecen a asociaciones legalmente reconocidas por el Estado italiano.

«En 2017, en la Iglesia de la Misericordia», comenta Marco Tosatti, «sólo faltan tormentos como la garrucha y la máscara de hierro para que el catálogo esté completo».

Por si fuera poco, monseñor Ramon C. Argüelles, arzobispo de Lipa (Filipinas), ha tenido noticia de su destitución por un comunicado de la Sala de Prensa Vaticana.

Se desconocen los motivos de tal medida, pero se pueden intuir: monseñor Argüelles ha reconocido canónicamente una asociación que agrupa a ex seminaristas de los Franciscanos de la Inmaculada que han abandonado la orden a fin de poder estudiar y prepararse para el sacerdocio con plena libertad e independencia. Se trata de una culpa, por todo lo que se ve, imperdonable.

Surge la pregunta de si no será Francisco un papa violento, si entendemos bien el sentido de la palabra. La violencia no es la fuerza ejercida de modo cruento, sino la fuerza aplicada de manera ilegítima, menospreciando el derecho, con vistas a alcanzar los propios fines.

El deseo de monseñor Bernard Fellay de regularizar la situación canónica de la Fraternidad San Pío X mediante un acuerdo que no perjudique en modo alguno la identidad de su instituto es ciertamente admirable, pero cabe preguntarse: ¿es oportuno colocarse bajo la tutela jurídica de Roma precisamente en el momento en que se desprecia el derecho, o incluso se lo utiliza como un medio para reprimir a quien quiere ser fiel a la fe y a la moral católicas?

Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F)

Necesitamos un san Pablo (Fray Gerundio)



No es muy querido San Pablo por la progresía post-vaticanista. Su carácter, su modo de ser y su firmeza en el mantenimiento de la doctrina auténtica, lo encajan perfectamente entre los rígidos de Francisco. Su teología clara, lo hace acreedor a ser uno de estos teólogos que Francisco quería encerrar en una isla, para que discutieran allí sin molestar a nadie. San Pablo no era muy partidario del discernimiento actual, ni de las soluciones pastorales que se pasan la doctrina por el arco del triunfo, ni del ecumenismo del pasteleo, ni de la cobardía episcopal, que tanto se lleva ahora entre los más conservadores.
El modelo episcopal de San Pablo, molesta a los progres. Solamente les gusta eso de que los obispos sean casados una sola vez (1Tim. 3,2), especialmente a los que andan ansiosos de cargarse el celibato porque se sienten solos. Eso de que los obispos sepan gobernar su propia casa (3,4) es intolerable. Y eso de que deben dar doctrina es insufrible, pues ya se sabe que la única doctrina que merece la pena es la doctrina Kasper (esa sí que es buena), dispuesta a cargarse toda otra doctrina porque no se puede tolerar la dictadura doctrinal que no es la suya. Kasper, Martini (que estará mirando de reojo desde la otra vida), Marx, los Malteses y los argentinos y españoles. A todos ellos hay que recordarles la consigna de San Pablo a Timoteo (3,7): que los obispos gocen de buena fama, para que no caigan en el descrédito ni en las redes del diablo. Ya han caído en el mayor de los descréditos. Los fieles de Malta les han dado un rapapolvo a sus pastores, sumergidos en el demérito y la deshonra como pastores. Mientras, en España la Conferencia Episcopal ve cómo se profana la virginidad de María por parte de una monja indigna, incrédula y hereje descarada, sin hacer un comunicado de esos que ellos hacen para criticar a Donald Trump o para pedir que se marque la X en la Renta. Descrédito total.
He recomendado a algunos de mis novicios más espabilados (que son pocos), que hagan un seguimiento de los sermones de Francisco en Santa Marta (debe haber ya más volúmenes que la enciclopedia Espasa que tenemos en el calefactorio). Estoy seguro de que las citas del Apóstol de los Gentiles son escasas y muy seleccionadas. San Pablo era mucha tela para ellos y a Francisco no le viene en gana ponerlo como ejemplo por las razones antedichas. Rígidez y avinagramiento.
Sin embargo, necesitamos ahora mismo en la Iglesia algunos Obispos dispuestos a ser como San Pablo y actuar como él. Es difícil, porque hace falta santidad y energía. Tener bien atado el cinturón para que no se bajen los pantalones. No tener necesidad de un buen bálsamo para que la lengua no se irrite, por el exceso de lametones civiles y eclesiásticos. No tener que ingerir vitaminas contra la cobardía y el acongojamiento. Pero tenemos muy poquitos, y además están silenciados.
En el capítulo 2 de la carta a los Gálatas, cuenta San Pablo lo que se ha dado en llamar el incidente de Antioquía. Es bien conocido. San Pedro se dedicaba a disimular ante los judíos para que éstos no se enfadaran por las exigencias del cristianismo naciente. Vamos, que ya en aquella época el Vicario de Cristo tendía puentes y planteaba el discernimiento. Ahora hubiera dicho: Si un judío quiere ser judío y a la vez ser cristiano, pero su conciencia está tranquila, puede acercarse a la comunión. Seguramente algunos querrían haber redactado alguna nota 305 en el Concilio de Jerusalén. Pero san Pablo lo impidió. Le cantó las cuarenta en bastos al Papa Pedro y puso las cosas en su sitio.
Nadie se escandalizó. No hubo ningún problema, porque San Pedro era humilde (de verdad, no de boquilla) y supo aceptar la reprimenda. No era un dictadorzuelo y sabía perfectamente que la Iglesia no era su finca particular, ni su rancho, ni su cortijo. Como San Pedro era realmente bueno (y no de boquilla), ni había sido elegido hombre del año por las revistas gays de Antioquía, ni era celebrado por  la web corintodigital.com como pobre y humilde, supo aceptar lo que San Pablo exigía. Y menos mal, porque eso salvó a la Iglesia. Es que entonces había las dos cosas: un verdadero Vicario de Cristo preocupado por la fidelidad al mandato del Señor, y un verdadero Obispo que dijo lo que tenía que decir.
Es curioso que San Pablo nos cuenta que no se anduvo con vueltas y revueltas. Le dijo las cosas cara a cara. In faciem ei, dice la Vulgata. En su cara, vamos. No se dedicó a conceder entrevistas para decir un día una cosa y otro día otra. No se dedicó a hablar en general sin aterrizar. No se dedicó a dar la coba al Jefe. Le resistí en la cara, porque merecía reprensión. Toma ya. Y dijo las cosas como las tenía que decir.
Nos están tomando el pelo. El cardenal Müller, que hace unos días dijo que la famosa Amoris Laertitia no plantea ningún problema doctrinal, se enfrenta esta semana a los que la interpretan mal. Sin citarlos, claro. Porque tendría que incluir ahí al mismo Francisco, que también la interpreta mal cuando aconseja a los argentinos que la interpreten mal (según Müller) y bien (según el propio Francisco). Y a los malteses. Y a los alemanes en pleno, que ayer se descolgaron diciendo que a partir de ahora van a hacer lo que hasta ahora vienen haciendo. Y a los españoles en pleno, que apoyan la Amoris Laetitia sin rubor. Y a la Diócesis de Roma. Y a tantos otros que no salen en los periódicos y ya están distribuyendo la comunión a mansalva.
Me parece que ha llegado la hora en que los más directamente responsables, imiten a San Pablo. Pido por ello. Ya han pasado las dubbia y la actuación fina, respetuosa y educada. La respuesta ha sido tremendamente tajante. Nada de claridad. Se ha contestado a las dubbia por la vía del cabreo monumental, de la vendetta y de las amenazas. Y de los mandaderos que dan entrevistas. Nada de seriedad para responder a la seriedad de las dubbia. En cualquier momento, vienen por ahí nuevas destituciones: eso que ya todo el mundo conoce como misericordiear. Palabra que pronto estará en los diccionarios, y cuyo significado y uso situarán los expertos a partir de 2013. Sus sinónimos son fulminar, destruir (con malas artes), destrozar y eliminar. Antes se hacía con veneno. Ahora se hace con uva mala y leche caducada.
Creo que ya es la hora de actuar como San Pablo. En la cara. Respetuosa, pero firmemente. Usted, querido amigo, es un hereje promotor de la herejía y merece la reprobación. Puede usted disponer de mis cargos, capelos y beneficios. Pero no dispone usted de mi amor a la verdad y de mi responsabilidad como Obispo.
También lo dijo esto San Pablo a Tito (1, 9) como característica necesaria de todo Obispo: ser capaz de ajustarse a la enseñanza recibida, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y corregir a los adversarios. El propio Jesucristo tuvo que decirle a San Pedro en otra ocasión: Tú me escandalizas, porque no piensas como los hombres, sino como Dios.
Parece que en estos tiempos de ahora, han cambiado las tornas. Lo bueno es pensar como los hombres, aunque sea a costa de la profanación de la Eucaristía y de lo que se ponga por delante. Seguro que te dan un buen cargo. Me sospecho que pronto van a nombrar Maestra de la Orden de Malta a la monja Caram. Méritos ha hecho, desde luego.
Fray Gerundio

No todo son malas noticias


Gracias a Dios seguimos teniendo todavía algunos buenos pastores que se encargan de clarificar ideas al simple pueblo cristiano, cumpliendo su triple misión de enseñar, gobernar y santificar. 


Copio aquí sólo una muestra ... pues hay muchísimos más. Pero la idea importante es que los hay. Y que aquellos católicos que deseen permanecer fieles a la Iglesia siguen contando todavía con esos pastores que la Iglesia tanto necesita, aunque hacen falta muchos más. Aquí sólo queda actuar como nos dijo el Señor que hiciéramos: "Rogad al señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9, 38)