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miércoles, 6 de junio de 2018

La humillación de Héctor Aguer, predecesor de ‘Tucho’ Fernández en La Plata (Carlos Esteban)



Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández, amigo y confidente del Papa, ya tiene su obispado. Pero la humillación a que se ha sometido su predecesor, Héctor Aguer, tiene pocos precedentes cercanos.

Que el amigo y confidente del Papa, Victor Manuel ‘Tucho’ Fernández -o, como le apodan en la Curia, ‘Il Coccolato’- tenía la púrpura a la vuelta de la esquina estaba cantado; suya es la mano, dicen, que escribió el ‘programa’ de Francisco, Evangelii Gaudium. Que la diócesis con más probabilidades de corresponder a Tucho sería La Plata, también.

Matando, además, dos pájaros de un tiro, porque el titular hasta ahora de la diócesis argentina, Héctor Aguer, no era muy de la cuerda de Su Santidad. Así que nada más cumplir Aguer 75 años el pasado 24 de mayo, presentó su renuncia como está estipulado, y al Vaticano le faltó tiempo para aceptársela, lo que no es demasiado común.

Menos común, y bastante triste, es lo que ha seguido. El encargado de negocios de la Nunciatura en Argentina, al tiempo que le anunciaba que su renuncia había sido aceptada, le transmitió otras instrucciones bastante más duras: la misa de Corpus Christi, en la que pronunció su homilía de despedida, sería su última liturgia pública; no iba a ocuparse de la diócesis en funciones hasta la llegada de Fernández, sino que se nombraba administrador apostólico a Mons. Bochatey; debía irse de la arquidiócesis inmediatamente después de la celebración, no podrá residir en ella como arzobispo emérito, una ‘deportación’ en toda regla, ni tampoco se ocupará del traspaso de la sede a su sucesor.

En un pontificado que se pretende centrado en la misericordia, es forzoso advertir que se trata de una compasión bastante selectiva. Aguer, literalmente, no tiene dónde ir. Sus planes eran, como no es extraño entre los obispos eméritos, permanecer en la que ha sido todos estos años su diócesis, residiendo en el ex-seminario menor de La Plata.

El futuro personal de Aguer a sus 75 años se presentaba, en fin, tan incierto, que al final de su última misa del Corpus, el obispo ortodoxo de la ciudad, presente durante la celebración, tomó el micrófono y le ofreció a Aguer alojarse en su propia casa.

Carlos Esteban