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sábado, 17 de marzo de 2018

HABRA QUE BUSCAR OTRA TEORIAS (Capitán Ryder)



Andan los católicos neocon un tanto revueltos con la carta laudatoria de Benedicto XVI sobre el Papa Francisco.

Les ha pasado un poco como a los judíos, esperaban un caudillo que les liberase de Francisco y se han encontrado con un aliado de este.

Toca rehacer las teorías por las que Benedicto sigue siendo Papa, maniatado y secuestrado por unos poderes oscuros. Algunos ya están pidiendo un análisis grafológico, firma original a estudiar etc

Lo siento pero Benedicto sería el último hombre en embarcarse en un proyecto de esos, ni por carácter, ni por historia.

Creo que el catolicismo debería hacer más hincapié en las verdades de la Fe, si siguen estando claras, y menos en seguir los dichos y hechos de este o aquel Papa. Más en los tiempos actuales y cercanos en el pasado, en que los propios Papas han promocionado teorías, cuando menos chocantes, en relación a la Tradición de la Iglesia.

Sirva como muestra todo lo dicho y hecho en el tema ecuménico y de lo que hemos dado buena cuenta en el blog. Continuaremos, pues aún no hemos terminado con el tema.

El párrafo que más ha escocido de la carta es aquel en el que dice 
«Los pequeños volúmenes muestran con razón que el Papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y ayudan, por lo tanto, a ver la continuidad interior entre los dos pontificados, si bien con todas las diferencias de estilo y temperamento».
Más allá de la puya, no sé si involuntaria, de llamar “pequeños volúmenes” a lo que el Vaticano está intentando vender como la obra de un Santo Tomás reencarnado, lo cierto es que legitima las ideas y el Papado de Francisco.

Como digo, no es sorprendente, pues el año pasado ya despachaba con gran indiferencia la semilla que trajo a Francisco, su actuación (la de Ratzinger) y la de los suyos en el Vaticano II.

Para los que los desconozcan diremos que el Vaticano II estuvo dominado de cabo a rabo por lo que se dio en llamar la alianza del Rhin, de la que formaban parte la mayoría de los obispos alemanes, austríacos, holandeses, belgas, suizos, junto con otro tipo de alianzas.

¿Y quiénes marcaban el paso en esa alianza? Los teólogos Ratzinger, Rahner, Küng o Schillebeeckx. Ya sabemos cómo acabaron: Küng fuera de la Iglesia, El Santo Oficio intervino 4 veces la obra de Schillebeeckx, que tanto daño causó a la Iglesia católica con el Catecismo holandés, etc

Bien, con estos antecedentes, en el libro-entrevista a Benedicto de Peter Seewald del año 2017, y con una oportunidad de oro para impugnar todos los errores que llevaron a la Iglesia a este laberinto y que él conoce bien, el Papa manifiesta lo siguiente:
«En aquella época, ser progresista no significaba todavía romper con la fe, sino aprender a comprenderla mejor y vivirla de manera más adecuada, volviendo a los orígenes. Entonces creía todavía que todos nosotros queríamos esto. También progresistas famosos como De Lubac, Daniélou y otros tenían una idea similar. El cambio de tono se percibió ya el segundo año del Concilio y se perfiló con claridad en el curso de los años sucesivos»(1).
«La voluntad de los obispos era renovar la fe, hacerla más profunda. Sin embargo, hicieron sentir cada vez más su influencia también otras fuerzas, especialmente la prensa (2), que dio una interpretación totalmente nueva a muchas cuestiones. En un cierto momento, la gente se preguntó: ¿si los obispos lo pueden cambiar todo, por qué no podemos hacerlo nosotros?(3). La liturgia comenzó a resquebrajarse deslizándose hacia la discrecionalidad y muy pronto quedó claro que aquí, las intenciones positivas eran empujadas en otra dirección. Desde 1965, por tanto, sentí que era tarea mía poner en claro lo que verdaderamente queríamos y lo que no queríamos» (p. 135).
«Es cierto, nos preguntábamos si habíamos actuado correctamente. Era una pregunta que nos hacíamos, especialmente cuando todo se desordenó. El cardenal Frings tuvo más tarde fuertes remordimientos de conciencia. Yo, en cambio, he mantenido siempre la conciencia de que lo que habíamos dicho y hecho aprobar era correcto y no podía ser de otro modo. Actuamos de modo correcto, aunque no valoramos correctamente las consecuencias políticas y los efectos concretos de nuestras acciones. Pensamos demasiado como teólogos y no reflexionamos sobre las repercusiones que nuestras ideas habrían tenido en el exterior»(4) (pp. 135-136).
«Entonces, hasta este momento, ¿usted está satisfecho con el ministerio del papa Francisco?», «Sí. Hay un nuevo frescor en el seno de la Iglesia, una nueva alegría, un nuevo carisma que se dirige a los hombres, es ya una buena cosa» (p. 47).
Lo dicho, más allá del cariño que cada uno le tengamos, de que valoremos el intento de restauración de la liturgia, poco enérgico por otro parte, lo cierto es que no ha impugnado, ni entonces ni ahora, muchas de las ideas que nos trajeron hasta aquí. Es más, parece no darle mayor importancia a lo que pasó. Viene a ser una especie de “sí, se fue todo a paseo, pero la intención era buena…”. Hablando, como lo estamos haciendo, de la salvación de las almas, no deja de ser, al menos para mí, bastante desasosegante.

Aunque parece que el segundo año del Concilio ya había un cambio de tono eso no impidió que la Alianza del Rhin siguiese machaconamente con su programa de demolición. Los remordimientos de Frings, y otros, parece que vinieron bastante más tarde.

¿Seguro que sólo la prensa?

Una pregunta que se podían hacer muy legítimamente los fieles a tenor de lo que oían en el aula conciliar.

Lo dicho, todo se hizo de maravilla, con la mejor intención, buscando lo mejor para la Iglesia y todo se ha ido a paseo

Bueno, no pasa nada, pasemos a otro tema.

Capitán Ryder

P.D: Mañana hablaremos del denominado “Caso Siri”