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jueves, 28 de julio de 2016

El primer mártir del Islam en Europa (Roberto Mattei en Adelante la Fe)


Este artículo, escrito por Roberto de Mattei, está tomado de Adelante la Fe.


El primer mártir del islam en tierra europea tiene nombre: se trata del padre Jacques Hamel, asesinado mientras celebraba la Santa Misa el pasado 26 de julio en la parroquia de Saint-Etienne-du-Rouvray, en Normandía. 

Dos musulmanes irrumpieron en la iglesia exaltando al Islam y, tras haber tomado rehenes a los pocos fieles presentes, degollaron al celebrante e hirieron de gravedad a uno de los feligreses. 

No hay dudas en cuanto a la identidad de los agresores y al odio anticristiano que los impulsaba. A través de la agencia noticiosa Amaq, el Estado Islámico ha llamó a ambos asaltantes «nuestros soldados».

El nombre de Jacques Hamel se añade al de millares de cristianos que todos los días son quemados, crucificados y decapitados por odio a su fe. Pero la matanza del 26 de julio supone un punto de inflexión, porque es la primera vez que sucede en Europa, y proyecta una sombra de temor y alarma sobre los cristianos de nuestro continente. 

Desde luego es imposible vigilar los 50.000 edificios religiosos de Francia y un número análogo de iglesias, parroquias y santuarios en Italia y otros países. Todo sacerdote es blanco de posibles atentados, destinados a repetirse con el efecto multiplicador que desencadena esta clase de delitos.

 «¿Cuántos muertos serán necesarios, cuántas cabezas decapitadas, para que los mandatarios europeos comprendan la situación que vive Occidente?», se ha preguntado el cardenal Robert Sarah.

¿Y qué tiene que suceder, añadimos nosotros, para que los compañeros del cardenal Sarah en el colegio cardenalicio, empezando por su jefe supremo, que es el Papa, se den cuenta de la espeluznante situación en que se encuentra hoy en día, no sólo Occidente, sino la Iglesia universal? 

Lo que hace más terrible esta situación es la política de buenismo y de falsa misericordia para con el Islam y con todos los enemigos de la Iglesia. 

Es verdad que los católicos debemos rezar por nuestros enemigos, pero también debemos ser conscientes de que los tenemos, y no debemos limitarnos a rezar por ellos sino que tenemos también el deber de combatirlos. Nos lo enseña el propio catecismo de la Iglesia Católica en el nº 2265, donde dice que la legítima defensa puede ser un deber grave para el que es responsable de la vida de otros. «La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar perjuicio».

El papa Francisco ha dicho estar «particularmente impresionado por este acto de violencia que ha tenido lugar en una iglesia, durante una Misa, acción litúrgica que implora de Dios su paz para el mundo», evitando una vez más llamar a los asesinos por su nombre.

El silencio de Bergoglio es paralelo al de los musulmanes de todo el mundo, que no denuncia con voz clamorosa, unísona y colectiva los delitos cometidos por sus correligionarios en nombre de Alá. 
Y eso que hasta el presidente de la República Francesa, François Hollande, en su discurso a la nación del martes por la tarde, habló de una guerra abierta de Francia contra el Estado Islámico. 

Durante su pontificado, el Papa ha beatificado con una celeridad inusitada a algunos personajes del siglo XX como Óscar Arnulfo Romero y el P. Pino Puglisi*, que no fueron exactamente asesinados por odio a la fe católica.

Ahora bien, el 12 de mayo de 2013 también canonizó en la plaza de San Pedro a los ochocientos mártires de Otranto, masacrados el 11 de agosto de 1480 por los turcos por negarse a renegar de su fe. 

Si el papa Francisco anunciase el inicio de un proceso de beatificación del padre Hamel, daría al mundo una señal pacífica, pero resonante y elocuente, de la voluntad de la Iglesia de defender su propia identidad

Si por el contrario sigue engañándose con la posibilidad de un acuerdo ecuménico con el Islam, repetirá los errores de aquella desdichada política que sacrificó las víctimas de la persecución comunista en los altares de la Ostpolitik. 

Pero el altar de la política es diferente de la sagrada mesa sobre la que celebra el sacrificio incruento de Cristo, y a este sacrificio, el 26 de julio pasado, el padre Jacques Hamel tuvo la gracia para unirse, ofreciendo su propia sangre.

Roberto de Mattei

Sacerdote de 85 años asesinado en Francia


Coloco un vídeo de Gloria TV y luego algunos enlaces a páginas web que hablan sobre este acontecimiento así como una foto en la que aparece el sacerdote cobardemente asesinado

43 segundos

En el siguiente enlace de BBC mundo puede conocerse quién era el padre Jacques Hamel (un artículo bastante completo, que incluye un corto vídeo en el que aparecen las declaraciones de una de las dos monjas). También hay un artículo en Infocatólica del sacerdote jesuita Samir Khalil (un experto en Islamismo) titulado El terror islámico en Francia y Alemania, que es muy ilustrativo respecto a la verdadera cara del Islam.




martes, 26 de julio de 2016

Sarah y Leticia (The Wanderer)



El hecho: A comienzo de julio, el cardenal Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, lanzó una bomba. Pidió a los sacerdotes que comiencen a celebrar la misa ad orientem, es decir, en la misma dirección de los fieles, mirando hacia el este, donde se levanta el Sol de Justicia. O bien, como dicen los progres, “de espaldas al pueblo”. Esto sucedió en la conferencia pública que dictó durante el congreso de Sacra Liturgia, en Londres. Allí explicó que ese modo de celebrar está previsto en el novus ordo y que, por tanto, no se necesita ninguna reforma a las rúbricas ni tampoco permiso especial. Todo queda en la voluntad de los sacerdotes. Y fue incluso más allá: propuso que el cambió comience a partir del primer domingo de adviento


Por supuesto, las reacciones no se hicieron esperar. Días más tarde, la oficina de prensa de la Santa Sede salió a responderle: no hay ninguna modificación prevista para el próximo adviento y, aprovechando la oportunidad, no se privó de aclarar que el papa Francisco ha sido muy claro al decir que la forma extraordinaria del rito romano no debe tomar el lugar de la forma ordinaria. 

[¡Bueno, que yo sepa el cardenal Sarah no dijo nada de la forma extraordinaria del único rito de la Santa Misa ... pero, en fin!]

Y, en los últimos días, la conferencia episcopal de los Estados Unidos restó importancia a las palabras del cardenal Sarah y dejó muy claro que cualquier iniciativa de los sacerdotes en ese sentido debe ser supervisada por el obispo

El back scene: La afirmación y sugerencia concreta del cardenal Sarah fue incisiva. Quizás la más importante en favor de la liturgia tradicional desde el motu proprio Summorum pontificum. Fue dicha en un ámbito público del que participaban no solamente sacerdotes tradicionalistas sino de todos los pelajes. Y, según me cuenta gente que estuvo presente en la conferencia, el purpurado insistió, en varias ocasiones, en que esta propuesta había sido aprobada por el Santo Padre en una reciente reunión que había tenido con él.

El cardenal Sarah no es jesuita y, por tanto, debemos suponer que no miente. No tengo dudas que en ese encuentro con el papa Francisco le habrá planteado la posibilidad y Bergoglio habrá puesto cara de interesado en el tema, le habrá contando algún recuerdo inventado de cuando era niño y asistía con su abuelita a las misas de espalda, y lo habrá animado a proponer el cambio a los sacerdotes. Es decir, habrá hecho lo que siempre hace, según nos relataba su finado amigo Omar Bello: decirle a cada uno lo que quiere escuchar, siguiendo en esto el consejo del general Perón. Y a esto se suma el hecho de que a Bergoglio la liturgia le importa un comino. Como jesuita que es, la considera una pérdida de tiempo, pues le quita tiempo para meditar y para trabajar ad maiorem Dei gloria

Y así, el pobre guineano, se largó a la pileta confiado en el apoyo pontificio. ¡Pobre ingenuo! Cuando llegó la noticia a Roma, los liturgistas,  a quienes sí les interesa la liturgia, y saben de su importancia fundamental para restaurar, o para destruir, la cultura cristiana, urdieron el comunicado que firmó el renunciante P. Lombardi. Y, seguramente, habrán coordinado con sus amigotes de las conferencias episcopales del mundo el modo más efectivo de neutralizar a Sarah: todo cambio deberá ser “guiado y supervisado por el obispo”. Y ya sabemos nosotros que los obispos son los peores enemigos de la fe católica: es decir, todo quedará en nada. 

[Ciertamente, no todos los obispos son así, como dice The Wanderer, pero sí una mayoría demasiado numerosa; y bastantes de ellos por cobardía, si mi sentido común no me engaña]

Y si a Sarah se le ocurrió ir a ver nuevamente Leticia, es decir, al Papa de la alegría (Papa Letitiae), éste le habrá dicho: “¡Qué te hicieron Sarah! Es que estoy rodeado de progresistas que no entienden la importancia de liturgia y no puedo hacer nada para detenerlos”. Es decir, nada nuevo.

Efectos: La propuesta de Sarah no es nueva pero es, sin embargo, concreta. El papa Benedicto XVI, siendo aún cardenal Ratzinger, había escrito un libro (El espíritu de la liturgia) en el que dedica un capítulo al tema y se define claramente por la celebración de la misa ad orientem pero finaliza diciendo que, tal como están las cosas, sería suficiente con poner un crucifijo en el centro del altar mirando al sacerdote. Lo típico de Ratzinger: buena doctrina pero ningún efecto práctico. El cardenal Sarah, en cambio, fue mucho más concreto puesto que fijó una fecha para comenzar con el cambio. ¿Qué efectos tendrá?

Probablemente en Europa y en Estados Unidos, muchos sacerdotes comiencen a celebrar ad orientem. Quizás un día a la semana, quizás una misa dominical, quizás permanentemente. Sería un pasa intermedio (para ellos) entre el novus ordo y la misa tradicional. En casi todas las diócesis americanas se celebra semanalmente la misa en la forma extraordinaria y lo mismo ocurre en países europeos como el Reino Unido o Francia. Muchos sacerdotes que están indecisos tendrían ahora toda la autoridad que dio el cardenal encargado de la liturgia para comenzar el cambio. Es decir, no habrían ya impedimentos de conciencia o episcopales que pudieran frenarlos. Veremos.

En Argentina, salvo escasísimas excepciones, no pasará nada. En nuestro país los obispos son muy malos y los curas muy cobardes. Seguramente a una buena cantidad de ellos le gustaría implementar el cambio pero saben que, si lo hacen, durarían apenas unos meses en su puesto ya que la bondad de sus obispos los eyectaría rápidamente al peor destino que pudiera conseguirse en sus diócesis. 

Por otro lado, todos aquellos sacerdotes, religiosos y monjes que afirmaban que a ellos les gustaría celebrar ad orientem pero no podían hacerlo porque el obispo no lo aprobaría, no tendrán ahora excusa: tienen el permiso y el aliento del mismísimo prefecto de la congregación del culto divino. Ya no hay excusa posible. ¿Se animarán? 

Colofón: Lamento ser bastante pesimista, pero la impresión que tengo es que ya es demasiado tarde. El estado catastrófico en que se encuentra la Iglesia y la labor destructora de Bergoglio y sus secuaces no se soluciona con cambiar la orientación del altar. Concretamente, creo que no hay solución humana posible. Sólo queda hacer lo que se pueda en los pequeños ámbitos en los que cada uno de nosotros puede actuar, y no esperar mucho más que eso. 
The Wanderer
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[NOTA: Esto no significa que no haya ninguna solución, pero sí está claro que, de haberla, tendrá que ser de carácter sobrenatural. Dicho de otro modo: Dios deberá intervenir directamente. Estoy convencido de que lo hará, aunque no sé cómo ni cuándo ... pero intervendrá: su Iglesia no se puede ir a pique, de ninguna de las maneras, que es lo que se está intentando llevar a cabo en todo el mundo mundial, haciendo uso de todos los poderes mediáticos habidos y por haber: ¿Quién podrá más? El tiempo lo dirá. Y posiblemente, muy pronto. Ahora bien: Dios puede perder batallas, porque nos ha dado la libertad. Pero nunca perderá la guerra. Su Victoria es segura. Ahí radica la seguridad de los católicos ... y su esperanza, que nunca, nunca, quedará defraudada]

El Conmonitorio de san Vicente de Lerins




Esta entrada se encuentra desarrollada en mi otro blog. Pinchar aquí


El Conmonitorio a cámara lenta

 (1) INTRODUCCIÓN  

 (2) REGLA PARA DISTINGUIR LA VERDAD CATÓLICA DEL ERROR   


lunes, 25 de julio de 2016

Súplica al Papa (versión completa con subtítulos en español) de LifeSiteNews

Hace referencia a la entrada del 15 de julio, con la particularidad de que en esta entrada las entrevistas correspondientes están ya subtituladas en español

Duración 29 minutos

La Compañía de Jesús al servicio de la heterodoxia: desmontando los ardides de la revista oficial jesuita "La Civiltà Cattolica" dirigida por Antonio Spadaro (CATHOLICVS)



Christopher A. Ferrara, abogado, periodista y activista pro-vida católico, nacido en Nueva York hace 64 años y fundador y presidente de la Asociación de Abogados Católicos Americanos, ha escrito un demoledor artículo publicado en La Red de Fátima sobre otro artículo del jesuita Thomas P. Rausch (en la imagen que abre esta entrada), aparecido en La Civiltà Cattolica el pasado lunes 18 de julio, y titulado "La doctrina al servicio de la misión pastoral de la Iglesia". Merece la pena echarle un ojo, pues pone de manifiesto cómo se está empleando la revista oficial jesuita -dirigida por el también jesuita Antonio Spadaro-, cuyos contenidos son supuestamente aprobados directamente por el Papa Francisco, para difundir planteamientos heterodoxos que chocan con la fe católica. Aquí está el artículo íntegro, que he traducido al español:


La estratagema modernista detrás del pontificado bergogliano

por Christopher A. Ferrara

La propia esencia del modernismo es negar lo que el modernista parece estar afirmando. El doble discurso es el lenguaje de la teología modernista.

Un ejemplo clásico de este engaño modernista es un reciente artículo de Thomas Rausch, SJ, aparecido en 'La Civiltà Cattolica', la supuestamente oficial revista jesuita pontificia cuyos contenidos son aprobados por el Vaticano. El título por sí solo avisa al lector atento de que otra estafa modernista está a la vista: "La doctrina al servicio de la misión pastoral de la Iglesia".

Por supuesto, la misión pastoral de la Iglesia está al servicio de la doctrina, no al revés, ya que es la doctrina -es decir, la verdad- la que nos hace libres. La misión pastoral para todos los tiempos emprendida por el mismo Cristo por mandato divino es precisamente liberar al alma perdida de la oscuridad del error por la predicación de la verdad -la doctrina católica y el dogma- no para dar cabida a los que están en la oscuridad o, haciendo referencia al absurdo tema del capítulo 8 de Amoris Laetitia, "integrar la debilidad" en la Iglesia.

A la manera modernista típica, Rausch afirma una verdad católica con el fin de negarla a lo largo del resto del artículo. Cita a San Vicente de Lerins porque la verdad católica básica que legitima el desarrollo de la doctrina católica deja intacta "la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo significado" (o más exactamente, "la misma doctrina, el mismo sentido y la misma interpretación") -exactamente como afirmó el Concilio Vaticano I- y eso durante su legítimo desarrollo, refiriéndose sólo a su expresión más plena, la doctrina "se hace más firme a lo largo de los años, más amplia con el transcurrir del tiempo, más elevada a medida que avanza en edad". Es decir, no hay ningún cambio en la doctrina, ya sea en el contenido o en su interpretación, sino sólo el afianzamiento y desarrollo de su enunciado. De ahí la famosa fórmula de San Vicente: "Sostenemos la fe que ha sido creída en todas partes, siempre, por todos [quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est]". No hay un "Dios de las sorpresas" en el pensamiento de San Vicente ni en la tradición de la Iglesia.

A pesar de haber afirmado esta verdad, Rausch la niega inmediatamente, citando a su modernista colega jesuita, el P. Spadaro, en la siguiente proposición:
"San Vicente de Lerins hace una comparación entre el desarrollo biológico del hombre y la transmisión de una época a otra del depositum fidei [el depósito de la fe], que se desarrolla y afianza con el tiempo. En este caso, la auto-comprensión humana cambia con el tiempo y, asimismo se amplía la percepción humana. En este sentido podríamos pensar en el tiempo en que la esclavitud se consideraba aceptable, o la pena de muerte se aplicaba sin cuestionamientos. De la misma manera, así es como se desarrolla la comprensión de la verdad. Los exégetas y teólogos ayudan a la Iglesia a madurar en su propio juicio. Las demás ciencias y su desarrollo también ayudan a la Iglesia en su desarrollo de la comprensión. Hay reglas y preceptos eclesiásticos secundarios que una vez fueron eficaces, pero que ahora han perdido su valor y significado. La opinión de que el Magisterio de la Iglesia es un monolito al que defender sin matices o diferentes interpretaciones es errónea".
Nótese la subrepticia no-sequitur [falacia en la cual la conclusión no se deduce -no se sigue- de las premisas]metida de extranjis a través de las frases en cursiva: de la analogía biológica de San Vicente relativa al aumento y desarrollo de la misma, irreformable doctrina de la Iglesia, Rausch (citando sólo a su colega modernista para sostenerlo) concluye que así como "la auto-comprensiónhumana cambia con el tiempo", la enseñanza de la Iglesia está sujeta a "diferentes interpretaciones" a lo largo del tiempo. Por supuesto, eso es exactamente lo contrario de lo que Rausch había afirmado tan sólo unas pocas líneas antes: es decir, la insistencia de San Vicente en "la mismadoctrina, el mismo sentido, y la misma interpretación" a lo largo del tiempo. Dios no cambia su comprensión de la verdad, y tampoco la Iglesia cambia su comprensión de la fe y la moral.

Las referencias a la esclavitud y a la pena de muerte son maniobras de distracción. La Iglesia siempre ha condenado la esclavitud (la supuesta propiedad de otro ser humano y el control sobre su derecho natural a casarse y tener hijos), mientras que tolera ciertas formas de servidumbre en la práctica, sin ningún "cambio" en la "interpretación" de la doctrina.

En cuanto a la pena de muerte, la Iglesia nunca ha cambiado su enseñanza sobre su legitimidad moral en casos pertinentes. Como establece incluso el nuevo Catecismo en lo que se refiere al quinto mandamiento: "La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas".

Pese a que Francisco piense lo contrario, no puede alterar (por citar a San Vicente) lo que en la Iglesia "ha sido creídoen todas partes, siempre, por todos" en relación con la pena capital; ahora no puede declarar simplemente, en contra de toda la Tradición, que la pena capital viola el quinto mandamiento. Él puede pronunciar esas palabras, como ciertamente ha hecho, pero no puede cambiar una enseñanza constante basada en la Revelación. Las palabras pronunciadas son meramente la opinión errónea de un Papa; y no es la primera vez que un Papa atípico expresa una opinión errónea.

La afirmación del Catecismo que añade que los casos en los que la pena de muerte sería necesaria "suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos" no es una enseñanza constante de la Iglesia o un cambio en la doctrina, sino simplemente un argumento basado en una opinión sobre las condiciones penales vigentes: "Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen", etc. La doctrina de la Iglesia no conlleva estudios de las condiciones penales en todo el mundo y las "posibilidades... para reprimir eficazmente el crimen", sobre las cuales el Magisterio no tiene competencia.

Por lo tanto, habiendo empezado a afirmar aparentemente, citando a San Vicente, que la doctrina y el dogma no cambian, Rausch termina afirmando exactamente lo contrario: "el dogma de fe no cambia en su esencia, pero la exposición de la doctrina y su espontánea interpretación marcada por la cultura sí cambian, y por esta razón el magisterio y los concilios deben garantizar la correcta formulación de la fe".

Que "la espontánea interpretación" de la doctrina como "marcada por la cultura" cambie con el tiempo y deba ser "corregida" con el tiempo por "el magisterio y los concilios" para reflejar estos supuestos cambios en la interpretación, es puro modernismo. Con esta idea, en palabras de San Pío X en su Encíclica de referencia sobre los errores de los modernistas, "Así queda expedito el camino hacia laevolución íntima del dogma. ¡Cúmulo, en verdad, infinito de sofismas, con que se resquebraja y se destruye toda la religión!".

Pero, sin importar cuáles sean las intenciones subjetivas de Francisco, la ruina y destrucción de toda la religión parece ser precisamente el programa de este pontificado, con sus constantes ataques demagógicos sobre "rigorismo" y "doctrina monolítica" y su incesante intento de suavizar la enseñanza de la Iglesia y la práctica pastoral en relación con la inmoralidad sexual. Como Francisco declaró en un discurso citado por Rausch: "La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas, dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe inquietar, sabe animar. Tiene un rostro que no es rígido, tiene un cuerpo que se mueve y crece, tiene carne tierna: la doctrina cristiana se llama Jesucristo".

En realidad no. La doctrina cristiana no es la carne real de Cristo, que aumentó y cambió a medida que el Cristo niño se hizo un hombre, padeció, murió y resucitó de entre los muertos, sino más bien el Verbo encarnado, que nunca cambia y ha existido desde toda la eternidad, incluso antes de que se encarnara en la naturaleza humana que el Hijo asumió: "en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El mismo era en el principio con Dios (Jn 1:2)".

Pero en este caso, es triste decirlo, tenemos más doble discurso modernista de otro jesuita, el que se sienta en la silla de Pedro. El que se ha rodeado de los afines Rausch y Spadaro. El que ha iniciado, aunque parezca increíble, "la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás", la batalla contra el matrimonio y la familia de la cual Sor Lucía nos advirtió y que ahora se está llevando adelante bajo el eslogan invertido de la "Doctrina al servicio de la misión pastoral de la Iglesia .

Que Dios defienda a su Santa Iglesia contra este ataque, del que no ha visto otro igual en 2.000 años.

[TRADUCCIÓN: CATHOLICVS]

domingo, 24 de julio de 2016

La demolición de los dogmas, la demolición de la Iglesia (Infocatólica)


Excelente artículo del padre Jose Luis Aberasturi,  que indica la realidad en la que, desgraciadamente, está inmersa la Iglesia en la que vivimos actualmente. 



Los ataques están en marcha, sistemáticos, virulentos, envalentonados…, y ni cesan ni van a cesar. Y no cesan, por tres motivos principales.
El primero, porque hay este empeño: hay gentes que quieren desmantelar la Iglesia con todo lo que significa, para que desaparezca de la faz de la tierra la más mínima traza del actuar -del Amor- divino en favor de los hombres. Y en ello están. Por lo que se refiere a España, ahí están los Pagola & Cía dándole al pico desaforadamente.
El segundo, porque muchos medios de comunicación están en esa misma onda. Ahí están Vida Nueva, RD, más algunas editoriales “católicas” para demostrarlo, desde el ámbito eclesial. Más todos los medios de comunicación que, sin ser “católicos” han dejado el “humanismo católico” que hasta hace unos años parecía envolverles.  Más los medios que nunca lo han sido; vamos, que ni lo han pretendido tampoco, antes al contrario.
El tercero, finalmente, porque en tantas ocasiones las voces y los gestos de los pastores alertando a sus ovejas del peligro del lobo, de las hierbas venenosas y de las aguas corrompidas, ni se han oído ni se han visto. Y así les ha ido a las ovejas, de las que los mismos obispos destacan su profunda ignorancia respecto a Jesucristo y su Iglesia -por citar lo último que ellos mismos han dicho-, lo que les impide su seguimiento; especialmente a los jóvenes. Y así les ha ido a los mercenarios que venían a saquear y destruir…, y lo han hecho: ¡vaya si han destruido, y si han saqueado! ¡Y les ha salido gratis! Mejor dicho: cobran bien por sus patochadas, pues siempre encuentran a alguien que se las publica; y se las paga, claro..
Una prueba más de lo que afirmo está en el articulito que se ha marcado Castillo -ex jesuíta, sacerdote “católico", con 86 tacos a sus espaldas- y ha recogido amorosamente RD: ¡han perdido el antifonario antes de dejar que se les escapara esta oportunidad! De ahí las prisas con que lo han puesto en circulación.
Pero lo que más horroriza -empezando por mí mismo, pero no soy el único al que estas cosas les dejan perplejos-, y lo que más escandaliza, es que, siendo el Castillo “sacerdote” como lo es, ¿no tiene un superior que le diga algo? ¿O ya está tan fuera de la Iglesia que lo de sacerdote es residual, y lo de superior es superfluo y no viene al caso?
Y estando RD -el útero amoroso y fecundo de todos estos “esperpentos"- pagada, subvencionada y consolada económicamente por tantos y tantos organismos religiosos, católicos, cuando no por entidades directamente dependientes de la mismísima CEE que sufrimos en España, que denuncia los males y deja hacer a los que los infligen, ¿tiene que seguir -la CEE, digo- consolando económicamente a RD como se mantiene a una apreciada y nunca abandonada querida?
¿Que qué es lo que ha escrito el Castillo en RD? Copio literal, y así no hace falta que vayan a la página y sumen visitantes: “ni Jesús fundó (o instituyó) una Religión, ni fundó (o instituyó) una Iglesia". Oyes, tan chuleta él…, si a los 86 años puede uno permitirse esos lujos.
Y ya lanzado por la pendiente, y sin posibilidad alguna de detenerse en pleno descenso por la velocidad alcanzada, va y remata: ¿Y quién fue Jesús? Y contesta: “Leyendo y analizando a fondo los evangelios, lo que en ellos queda patente es que Jesús fue un profeta, que transmitió a la posteridad un proyecto de vida, una forma de estar y de actuar en este mundo".
Para acabar de darle la puntilla a Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, recalca las tres actitudes fundamentales de su vida: “la salud", con curaciones milagrosas -¡nada de Salvación, oigan! ¡Nada de Redención! ¡No me sean fundamentalistas, supersticiosos y crédulos, por fa!-; “la alimentación", con los “relatos de comensalía", que así los cataloga; y “las relaciones humanas", señalando sus “enseñanzas” sobre la “felicidad, misericordia, perdón, justicia, amor, etc.".
Bueno, y así todo. ¿Para qué seguir? ¿Queda algo de Jesucristo? ¿Y de la Iglesia?
Vamos a rezar para que “quienes pueden y deben” hagan algo serio, algo que sirva de verdad a la Iglesia y a las almas. Empezando por la suya propia, claro.

PREOCUPADOS POR AMORIS LAETITIA ( De Secretum Mihi Meum)


El artículo correspondiente se puede leer pinchando aquí. Se trata de una traducción al español del original inglés del blog del doctor Joseph Shaw . En realidad viene a decir lo mismo que ya se expresó en este blog en la entrada del 17 de julio titulada Cuarenta y cinco Prelados, sacerdotes y académicos católicos firman una petición al Sacro Colegio Cardenalicio para que inste al Papa Francisco a rechazar los "errores" de Amoris Laetitia. El doctor Joseph Shaw es uno de los firmantes y actúa como portavoz de los cuarenta y cinco.

Con todo, lo más importante, que añado al final de esta entrada, se encuentra en la noticia, también de Secretum Mihi Meum, del 23 de julio, según la cual "progresistas desesperados" dan los nombres de los cuarenta y cinco que hicieron dicha petición al Santo Padre, haciéndolo, además, de modo acusatorio que es, en realidad, lo más grave, a mi entender, a ver si Francisco tiene "misericordia" con ellos. 

Aun cuando yo he realizado capturas de pantalla de Secretum Mihi Meum (en formato de imagen) para tener aquí la información, sin embargo lo ideal es leerlo en su propia web, en donde se tiene acceso a los diferentes enlaces, lo que en una simple captura de imagen no puede hacerse. 




sábado, 23 de julio de 2016

¿Mirada parusíaca o quietismo apocalíptico? (Infocaótica)

FUENTE AQUÍ


Tal vez el aporte más notable del P. Castellani haya sido llamar la atención sobre la centralidad del dogma escatológico como especificativo del ser cristiano. Con acribia teológica y gran talento literario, Castellani nos recordó la importancia de ampliar el horizonte con la mirada parusiaca. Y de vivir en eso que se ha dado en llamar tensión escatológica. Lo cual nos previene de los mesianismos temporales que cifran la perfección en algún bien intramundano. Pero hay grandes verdades que, cuando se sacan de quicio, enloquecen. Veamos algunos peligros:
1. Curiosidad indiscreta. Lo seguro es que el Señor vendrá. Pero la Escritura enseña que nadie sabe el día ni la hora (cfr. Mc 13,33-37). Cristo ha revelado lo necesario y conveniente; y a la vez quiso mantener la incertidumbre acerca del momento preciso en que acontecerá la Parusía. Es un error ponerse a buscar revelaciones privadas que complementen la Revelación pública para remediar una incertidumbre querida por el Señor.
La indeterminación del momento temporal no debe ser obstáculo para una vida cristiana auténtica, ni fuente de desasosiego. Como lo hizo notar San Atanasio, resulta beneficioso:
“No conocer cuándo será el fin ni cuándo será el día del fin es útil a los hombres. Si lo conocieran, despreciarían el tiempo intermedio, aguardando los días próximos a la consumación. En efecto, sólo entonces alegarían motivos para pensar en ellos mismos. Por esto guardó silencio sobre la consumación de la muerte de cada uno para que los hombres no se enorgullecieran con tal conocimiento y no comenzaran a pasar la mayor parte del tiempo irreflexivamente. Ambas cosas, la consumación de todo y el final de cada uno, nos lo ocultó el Verbo (pues en la consumación de todo se halla la consumación de cada uno y en la de cada uno se contiene la del todo) para que siendo incierto y siempre esperado, cada día avancemos como llamados, tendiendo hacia lo que está delante de nosotros y olvidando lo que está detrás (Flp 3, 13)” (Contra Arrianos 3,49).
2. Parálisis moral. Cristo enseñó que para entrar en la vida eterna hay que cumplir los Mandamientos (Mt 19,16-17). De ningún modo dijo que ante la inminencia de la Parusía algunos cristianos -creyéndose superiores a los demás por su mirada parusiaca- estarían dispensados de cumplir los Mandamientos y de practicar las virtudes. Por el contrario, se deben cumplir todos los Mandamientos; practicar todas las virtudes. Dentro de las cuales se incluyen virtudes sociales como la piedad patriótica, la justicia legal y la caridad social. Jamás se puede pensar que ante la inminencia de la Segunda Venida los cristianos deban "congelarse" en una suerte de "ataque de pánico". 
3. Descuido de los deberes de estado. La palabra deber ha sufrido un desprestigio, por lo cual pareciera que hablar de deber de estado implica solidarizarse con la ética kantiana. Pero esto no es correcto: los deberes de estado no son otra cosa que la concreción de los Mandamientos y de las virtudes a las distintas situaciones en las que se encuentra un ser humano: familia, profesión, sociedad, comunidad política. “Nadie puede, pues, santificarse sin guardar los […] deberes de su estado; descuidarlos, so pretexto de dedicarse a obras de supererogación, es ilusión perniciosa, y una verdadera aberración; no hay que decir que el precepto es antes que el consejo.” (Tanquerey).
San Pablo tuvo que enfrentarse con este modo particular de parálisis moral que es el descuido de los deberes del propio estado (cfr. cf. 1 Tes 5:14; 2 Tes, 3:6-15). Así describe la actitud de algunos cristianos el comentario bíblico de la BAC a los textos del Apóstol:
“…ante la persuasión de una próxima parusía, descuidaban el trabajo, con los consiguientes trastornos para la vida de la comunidad…”.
“…la preocupación escatológica de los tesalonicenses, quienes andaban agitados y algunos ni trabajaban, pensando en que todo iba a terminar muy pronto.” 
Estos tesalonicenses descuidaron sus deberes de estado profesionales. Pero la enseñanza paulina vale también para otros deberes familiares, sociales y políticos.
En suma, la mirada parusiaca no justifica un quietismo apocalíptico, ni tampoco debe causar en los seglares la fiebre desordenada por una fuga del mundo específica del estado religioso. Hay que “vivir el momento actual pensando en la eternidad” (Garrigou-Lagrange), en tensión escatológica, tanto personal como colectiva, sin que esta última se convierta en opio para los laicos o implique una rebaja en su vocación.

viernes, 22 de julio de 2016

"El pacto de las catacumbas" (Adelante la Fe; The Remnant)

Artículo completo original aquí


Nota del Editor: Escribí esto el año pasado, y apareció solamente en la edición impresa de The Remnant. Dados los acontecimientos recientes, involucrando a un papa Francisco cada vez más agresivo, parece apropiado publicarlo aquí en nuestro sitio. MJM
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La enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el deber de los fieles católicos a resistir a la autoridad legítima en tiempos de crisis está fundada en la Escritura: “Mas cuando Cefas vino a Antioquía” -escribe san Pablo en Gálatas 2:11- “le resistí cara a cara, por ser digno de reprensión”.
En las Escrituras, la exhortación más firme al respecto viene también de Gálatas: “Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!”(Gal 1, 8)
Como católico que llegó a la mayoría de edad durante la turbulenta era post-conciliar, era claro para mí, incluso de niño, que los Papas pueden fallar y causar un gran daño a la Iglesia. Pero siempre consideré que este potencial era más por ignorancia o debilidad humana, que por pura maldad. El mismo Pedro sentó el precedente. Antes de dejar su vida por Cristo, nuestro primer Papa lo negaría tres veces, excediéndose, por demás, en demostrar que los Papas están ciertamente sujetos a la debilidad humana. ¿Pero deseaba Pedro destruir la Iglesia? Definitivamente no. ¿Y Liberio? ¿Honorio? ¿Alejandro VI? Otra vez, parecería que no.
Los intentos papales proactivos para destruir la Iglesia son en verdad escasos, y de hecho parecen estar confinados casi exclusivamente a los pontificados de los más recientes ocupantes de la silla de Pedro. Pero incluso estos intentos no parecen descalificar como vicarios legítimos de Cristo en la tierra a los pontífices culpables. Así como Pedro negó a Cristo y se unió momentáneamente a quienes deseaban su sangre, los sucesores de Pedro, evidentemente, tampoco estarían impedidos de tomar parte en el misterio de iniquidad; cosa que no sorprende demasiado a quienes recuerdan la visión del papa León, la de Cristo permitiendo al mismo Satanás poner a prueba a su Iglesia durante cien años.
Pero dado que los sucesores de Pedro pueden—por temor, debilidad o desorientación diabólica—trabajar activamente para destruir la Iglesia, esto no significa que estén por encima de todo reproche o que no deban ser fuertemente resistidos.
“Así como es lícito resistir al Papa que ataca el cuerpo” -argumenta san Roberto Belarmino (De Romano Pontifice, Lib. II, Ch. 29)- “también es lícito resistir al que ataca a las almas, altera el orden civil o, sobre todo, al Papa que intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo no haciendo aquello que ordena y evitando que se ejecute su voluntad.”
Hace cincuenta años, en la noche del 16 de noviembre de 1965, unos cuarenta obispos católicos se reunieron en las catacumbas de Santa Domitila para decir misa y, efectivamente, para hacer un juramento de renuncia eclesial cuando se trate del dogma que sostiene que la Iglesia católica es la única vía de salvación.
Bajo la apariencia de lo que la historia consideraría una nueva preocupación de la Iglesia por la condición humana, este cuadro de modernistas juró cambiar la Iglesia católica para siempre transformándola en una “Iglesia para los pobres” que levantaría la bandera blanca en relación a la dura doctrina y el compromiso de la Iglesia con proteger del mal, fomentar la santidad y trabajar para la salvación de las almas.
Según el informe favorable del Washington Post sobre este acontecimiento, ‘El Pacto de las Catacumbas’—cuya descripción parece extraída de las páginas de una novela de Malachi Martin—se desarrolló a modo de drama:
La misa fue celebrada poco antes de terminado el concilio Vaticano II, la reunión histórica de todos los obispos del mundo que a lo largo de tres años puso a la Iglesia en el camino de la reforma y de un compromiso sin precedentes con el mundo moderno — lanzando el diálogo con otros cristianos y otras religiones, respaldando la libertad religiosa y cambiando la misa del latín a la lengua vernácula, entre otras cosas…
Y mientras la liturgia finalizaba bajo la tenue luz de la abovedada cámara del siglo IV, cada uno de los prelados se acercó al altar y adhirió su nombre al corto pero apasionado manifiesto que prometía que todos ellos "intentarían vivir de acuerdo a la manera ordinaria de su gente en todo lo referido a la vivienda, alimentos, medios de transporte y asuntos relacionados".
Los signatarios juraron renunciar a las posesiones personales, las vestimentas sofisticadas, y los “nombres y títulos que denoten prominencia y poder,” [por ejemplo, ‘Papa’, ‘monseñor’ etc.] y dijeron que abogar por los pobres y los débiles sería el foco de su ministerio. Para todo esto, dijeron, “buscaremos colaboradores en el ministerio para que podamos ser animadores según el espíritu en lugar de dominadores según el mundo; trataremos de ser lo más humanamente presentables y acogedores posible; y nos mostraremos abiertos a todos, sin importar sus creencias.”
El documento sería conocido como ‘El Pacto de las Catacumbas’, y los firmantes esperaban que marcara un punto de inflexión en la historia de la Iglesia. En cambio, el citado pacto de las catacumbas desapareció, para toda intención y propósito. Apenas se lo menciona en las exhaustivas historias del Vaticano II, y si bien hay copias del documento circulando, nadie sabe qué sucedió con el documento original. Además, el número exacto y los nombres de los firmantes originales está en discusión, si bien se cree que sólo uno sobrevive aún: Luigi Bettazzi, de casi 92 años, obispo emérito de la diócesis italiana de Ivrea.
Si bien jamás se menciona ‘El Pacto de las Catacumbas’, no es difícil observar que el papa Francisco sabe acerca de él. Y de acuerdo al Washington Post, el cardenal Kasper concuerda, admitiendo que el programa del papa Francisco “es en gran medida lo que era ‘el Pacto de las Catacumbas’. Ahora se habla en todos lados del ‘Pacto de las Catacumbas’.” Kasper incluso lo menciona en su libro Misericordia: Clave del Evangelio y de la Vida Cristiana.
El Post publica que este mes se llevará a cabo en Roma un seminario de jornada completa, marcando el aniversario de este acontecimiento: (...) Un reconocido historiador de la Universidad de Santo Tomás en Saint Paul [Minnesota], Massimo Faggioli, dijo al Post que el ‘Pacto de las Catacumbas’ es clave para comprender a Francisco: “con el papa Francisco no se puede ignorar el ‘Pacto de las Catacumbas’. Es una clave para entenderlo a él, por eso hoy no es un misterio que haya regresado a nosotros.”
“Tenía el olor del comunismo” dice fray Uwe Heisterhoff, miembro de la Sociedad del Verbo Divino, la comunidad misionera a cargo de las Catacumbas de Domitila: “Lo que las catacumbas representaban realmente,” dijo Heisterhoff, “era una Iglesia sin poder, una Iglesia que mostraba lo que Francisco alabó como ‘testigo convincente’ — una visión radical de simplicidad y servicio que dice el Papa que es necesaria para la Iglesia actual—.”
En otras palabras, una Iglesia que será neutralizada, marginada y eventualmente aplastada bajo el dominio del mundo moderno, dado que ella está esencialmente aceptando cambiar su mandato divino de bautizar a todas las naciones por una mezcolanza llamada hermandad del hombre.
No se confundan: el papa Francisco está tratando de destruir la Iglesia tal como existió por dos mil años. ¿Por qué? Por su compromiso personal de enrolar a la Iglesia en una guerra mundial para establecer un nuevo orden social, tal como prometió hacer el párrafo número 10 de Pacto de las Catacumbas:
Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos promulguen, y pongan en práctica, leyes, estructuras e instituciones sociales requeridas por la justicia y la caridad, la igualdad y el desarrollo armonioso y holístico de todos los hombres y mujeres y, de esta manera, dar lugar al advenimiento de otro orden social, digno de hijos e hijas de la humanidad y de Dios. También conocido como Nuevo Orden Mundial basado en la hermandad del hombre y el rechazo del reinado de Jesucristo.
Acabo de regresar del Sínodo de la Familia en Roma, el cual, debo decirlo, se trató más que nada del surgimiento de la nueva Iglesia de la hermandad del hombre concebida hace cincuenta años en esa catacumba romana. He regresado de la Ciudad Eterna convencido sin sombra de duda que hemos entrado en la siguiente fase de la auto-demolición de la Iglesia de Pablo VI.
Como miembros de la prensa, nos reunimos en la sala de prensa del Vaticano a escuchar al Papa y a los padres sinodales elegidos a dedo explicar por qué las palabras de Nuestro Señor y las enseñanzas tradicionales e infalibles de la Iglesia ya no están a la altura para lidiar con los problemas de una sociedad iluminada y moderna como la nuestra.
Fuimos instruidos en lecciones de misericordia (como si la Iglesia del pasado no supiera nada de ello) y la importancia de la escucha porque, verán, esta nueva Iglesia trata de ser complaciente con quienes en el último medio siglo recibieron piedras en lugar de pan, no fueron catequizados, y ahora están en familias destruidas que han estado bebido demasiado de las fuentes venenosas del Vaticano II y de la nueva misa. Dado que ahora los católicos se divorcian y toman anticonceptivos al mismo ritmo que el resto del mundo, es hora de que los obispos y los Papas los escuchen, aprendan de ellos y basen la política pastoral futura en las mismas políticas fracasadas que los condujeron a la ruina.
¡Sí, es así de estúpido!
La entera pesadilla sinodal es como un extraño experimento de la era soviética que primero lava los cerebros de la gente y luego les pide que expresen lo que el Gran Hermano necesita escuchar para justificar la revolución que él hará creer al mundo que es voluntad del pueblo.
Sorprendentemente, la Iglesia post-conciliar que ya ni puede llenar los bancos, igualmente llevó a cabo un sínodo complejo cuyo propósito era apuntar los dedos acusadores a la Iglesia de hace 2000 años que construyó la majestuosa cristiandad y bautizó a medio planeta.
En una de las conferencias de prensa del sínodo, observé con abatida incredulidad al arzobispo Leonard de Bélgica asegurar a la prensa que este sínodo lo oficializa: No somos una Iglesia que juzga. Somos una Iglesia acogedora, que escucha a la gente y le habla en términos claros. La ternura es la palabra de este sínodo. Este es el comienzo de una nueva Iglesia.”
Presuntamente, en oposición a la vieja Iglesia, que juzgaba a las personas y no las hacía sentirse bienvenidas. ¡Dios, ayúdanos, qué blasfemia!
Pero el cardenal de Ghana Peter Turkson coincidió alegremente: “Sí, este sínodo es un emblema de la nueva Iglesia.”
Al menos en esto nos dicen la verdad: han salido de la catacumba y admiten públicamente lo que se traen entre manos. El Sínodo de la Familia fue debido a la promesa de Francisco de cambiar la Iglesia de manera tal que ningún Papa futuro pudiera volverla a lo que era … al menos ése es el deseo.
El Sínodo refleja el espíritu de una nueva era, la del Concilio y de lo que pasó hace 50 años en aquella catacumba bajo las calles de Roma, donde los clérigos se rindieron al mundo en la boca de una catacumba de 10 millas con tumbas de 100.000 cristianos convertidos en tontos testigos de la segunda traición de Pedro—esta vez la del Cuerpo Místico de Cristo.
¿Puede un Papa destruir la Iglesia? ¡No! ¿Puede un Papa intentar destruir la Iglesia? Bueno, eso es exactamente lo que está haciendo Pedro, quien se encuentra una vez más en el patio del sumo sacerdote, y el Cuerpo Místico de Cristo está frente a Pilato, azotado y coronado con espinas. La pregunta es, ¿cuándo comenzará Pedro a llorar?
Michael Matt
Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original.
Nota: “Un «Pacto de las Catacumbas» hasta ahora secreto, surge después de cincuenta años y Francisco le da nueva vida”, por David Gibson

EXCLUSIVA: Rorate Caeli entrevista a Mons. Schneider (FSSPX, lavado de pies a mujeres, consagración de Rusia, obispos antipastorales y mucho más)


ORIGINAL  AQUÍ

PUBLICADO POR RORATE COELI EL 3 DE FEBRERO DE 2016

DE LECTURA OBLIGADA PARA TENER IDEAS CLARAS ACERCA DE LA CRISIS ACTUAL DE LA IGLESIA Y OTROS TEMAS DE INTERÉS  PARA  TODO CATÓLICO.
[Nota: Hay otra entrevista a Monseñor Schneider que se encuentra en un vídeo de este blog, del 6 de junio de este año. La exhortación apostólica Amoris Laetitia , conclusión de los dos sínodos sobre la familia, ya era bien conocida cuando se realizó esta nueva entrevista]

La semana pasada Rorate Caeli entrevistó sobre varios temas a uno de los prelados con más perfil en la restauración de la misa latina tradicional y de la fe, Su Excelencia el obispo Athanasius Schneider. 
En el curso del amplio espectro de esta entrevista Su Excelencia se explayó cuidadosamente acerca de asuntos cruciales para la Iglesia en este importante momento de crisis. Es imprescindible leer la entrevista en su totalidad para no perderse los comentarios de Su Excelencia acerca de la condición actual de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), la participación de la mujer en la misa y el lavado de pies, si fue realmente Rusia consagrada al Inmaculado Corazón de María, el Summorum Pontificum y los obispos antipastorales y mucho, mucho más. 
Se puede reproducir libremente este texto haciendo siempre mención a Rorate Caeli.
*NB: el texto en negrita es énfasis añadido por Rorate Caeli



LA IGLESIA POSTSINODAL Y LOS NO CREYENTES DENTRO DE LA JERARQUÍA
Rorate Caeli: Acerca del sínodo próximo pasado, no sabremos cuál será el impacto legal que tendrá en la Iglesia por algún tiempo ya que es el Papa quien debe tomar el siguiente paso; más allá del resultado, y a todos los efectos, ¿no existe ya un cisma en la Iglesia? De ser así, ¿qué significa en sentido practico? ¿En qué manera se manifestará ante el católico típico de a pie?
S.E. Schneider: El cisma significa, según la definición que le da el Código de derecho canónico, Can. 751, «cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos». Es necesario distinguir entre el defecto en una creencia, o herejía, con el cisma. El defecto en una creencia, o herejía, es ciertamente un pecado mayor que el cisma, como lo afirma Santo Tomas de Aquino: «es evidente que la infidelidad es pecado contra Dios mismo, en cuanto que es en sí mismo la verdad primera en que se apoya la fe. El cisma, en cambio, se opone a la unidad de la Iglesia, que es un bien participado, menor que Dios mismo. Resulta, pues, evidente que el pecado de infidelidad, por su naturaleza, es más grave que el de cisma» (II-II, p. 39, r. 2 c). 

La crisis de la Iglesia en nuestros días consiste en 
un creciente fenómeno, el de individuos que no creen plenamente, o profesan íntegramente la fe católica, y que con frecuencia ocupan puestos estratégicos para la vida de la Iglesia, como profesores de teología, maestros en seminarios, superiores religiosos, párrocos y hasta obispos y cardenales. Estos individuos, con una fe defectuosa, declaran estar sometidos a la autoridad del Papa. 

El colmo de la confusión y el absurdo se manifiesta cuando esos clérigos semiherejes afirman que aquellos que defienden la pureza y la integridad de la fe católica se oponen al Papa —son cismáticos, según esa opinión. Para el católico promedio, desde las bancas, una situación de confusión como esta es un verdadero reto a su fe en una Iglesia indestructible. Deben, sin embargo, continuar aferrándose a la integridad de su fe según las verdades católicas inmutables que hemos recibido de nuestros antepasados, las mismas que encontramos plasmadas en el catecismo tradicional y en las obras de los padres y doctores de la Iglesia.   
Rorate Caeli: Ya que hablamos del católico típico, ¿con qué tendrá que lidiar el típico párroco postsinodal que no tuvo necesidad de encarar antes? ¿Qué nuevas presiones, tal como el lavado de pies a mujeres el Jueves Santo, según el ejemplo de Francisco, agobiarán a los párrocos aún más al sumarse a las ya existentes?

S.E. Schneider: 
El párroco católico típico debe conocer bien el significado inmutable de la fe católica, así como el significado perenne de las normas de la liturgia católica y, consciente de todo esto, fundar ahí su certeza y su entereza interior. Debe recordar siempre los principios católicos del discernimiento: «Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus”», i.e., lo que se ha sostenido y practicado siempre, por todos y por doquier. 

Las categorías «siempre, por doquier y por todos» no se deben considerar en un sentido aritmético, sino en un sentido moral. Un criterio concreto para el discernimiento es el siguiente: ¿Constituye el cambio en una afirmación doctrinal, en una práctica pastoral o doctrinal, una ruptura con el pasado centenario o quizá milenario? ¿Causa realmente esta innovación que la fe luzca más diáfana y brillante? ¿Nos acerca más esta innovación a la santidad de Dios, o manifiesta de manera más profunda los misterios divinos? ¿Esta innovación en la disciplina incrementa realmente en mayor medida nuestro celo por la santidad de la vida? 


En lo que se refiere específicamente a la innovación de lavar los pies de una mujer durante la Santa Misa de la Última Cena el Jueves Santo, en esta Santa Misa celebramos la conmemoración de la institución de la eucaristía y el sacerdocio. 
Por lo tanto, lavar los pies de hombres y mujeres constituye no solo una distracción del enfoque central en la Eucaristía y el sacerdocio, sino que genera también confusión en torno al simbolismo histórico de «los doce» y del sexo masculino de los apóstoles. Universalmente, la tradición de la Iglesia jamás ha permitido el lavado de pies durante la misa, únicamente fuera de ella, en una ceremonia especial. 

Por cierto, el hecho de que un hombre lave en público los pies de una mujer y los bese —y en nuestro caso se trata de un sacerdote o un obispo— se considera, por cualquier persona con sentido común en cualquier cultura, como un acto indebido y hasta indecente. Demos gracias a Dios que ningún sacerdote u obispo está obligado a lavar en público los pies de una mujer el Jueves Santo, ya que no existe una norma vinculante y el lavado es, en si mismo, tan solo facultativo.    
LA FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X (FSSPX)
Rorate Caeli: Una situación atípica en la Iglesia es la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX). ¿A que se debe, Su Excelencia, que tantos católicos se sienten atemorizados por la FSSPX, o sienten ansiedad ante cualquier asociación con esta? Según lo que Su Excelencia ha podido observar ¿que dones considera que la FSSPX podría introducir en la vertiente central del catolicismo?
S.E. SchneiderCuando algo o alguien es insignificante o débil a nadie le causa temor. Aquellos que están atemorizados de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X están, en resumidas cuentas, atemorizados de las verdades católicas perennes y de sus precisiones en el ámbito moral y litúrgico. 

Cuando la FSSPX cree, adora y vive moralmente de la misma manera que nuestros antepasados, de la misma manera que lo hicieron los santos mejor conocidos durante un periodo milenario, 
no nos queda más que considerar la obra de estos sacerdotes católicos y fieles de la FSSPX como un don a la Iglesia en nuestros días —quizá incluso como uno de los instrumentos de los que se vale la Divina Providencia para remediar la enorme crisis actual de la fe, de la moral y de la liturgia dentro de la Iglesia. 

Existen, sin embargo, en algunos sectores de la FSSPX, 
como ocurre en toda sociedad humana, personalidades excéntricas; estas tienen un método y una mentalidad con cierta escasez de justicia y caridad y como consecuencia ese sentire cum ecclesia, y hay peligro de una doctrina autocéfala y de considerarse como la última instancia judicial de la Iglesia. Sin embargo, a mi saber y entender, la parte saludable corresponde con la mayoría de la FSSPX, y yo considero a su superior general, Su Excelencia monseñor Bernard Fellay, como un obispo católico verdaderamente ejemplar. Hay esperanzas de un reconocimiento canónico de la FSSPX.   
EL SÍNODO Y LA PAPOLATRÍA
Rorate Caeli: Volviendo al Sínodo, mientras que se centra en la tradición, ¿cree Su Excelencia que los cambios en la liturgia Romana después de Vaticano II han contribuido a la actual crisis en la Iglesia, en el matrimonio, en la familia y en la moral de la sociedad en general?
S. E. Schneider: Yo no afirmaría eso de tal manera. De hecho, el origen de la actual crisis en la Iglesia, en la crisis del matrimonio, en la de la familia y en la de la moral en general no es la reforma litúrgica, sino los defectos en la fe con la doctrina del relativismo, de la que brota la moral y la litúrgica relativista. Ya que si yo tengo fe de forma defectuosa, viviré con una moral defectuosa en la vida y adoraré defectuosamente, de manera indiferente. Primero es necesario restaurar la claridad y la firmeza de la doctrina, de la fe y de la moral en todos los niveles, para desde allí, empezar a mejorar la liturgia. La integridad y la belleza en la fe exigen la integridad y la belleza de la vida moral, y esto exige a su vez la integridad y la belleza de la adoración pública.
Rorate Caeli: Siguiendo con el Sínodo, está claro para aquellos que tienen ojos para ver como el Papa Francisco ha causado gran confusión en lugar de claridad durante el proceso Sinodal, y como este alentó un giro hacia la ruptura al elevar el papel de los Cardenales Kasper y Danneels, del Arzobispo Cupich, etc. ¿Cuál sería la actitud correcta que un católico debería tomar en relación al papa en estos tiempos difíciles? ¿Estarían los católicos obligados a dar a conocer sus opiniones y a “resistir” tal y como el Cardenal Burke dijo en una entrevista el año pasado con nosotros, incluso cuando sus opiniones son críticas con el Papa?
S. E. Schneider: Durante muchas generaciones, hasta nuestros días, reinó en la vida de la Iglesia una especie de “papa-centrismo” o una especie de “papolatría“, que era sin duda alguna, algo excesivo en comparación con la visión moderada y sobrenatural de la persona del Papa y la debida veneración que le era debida en tiempos más antiguos. Una actitud tan exagerada hacia la persona del Papa genera en la práctica un sentido teológico excesivo y equivocado sobre el dogma de la infalibilidad Papal.
Si el Papa fuese a decirle a toda la iglesia que hiciese algo que pudiese dañar directamente a una verdad inmutable Divina o a un mandamiento Divino, todos los católicos tendrían el derecho a corregirlo en la debida forma, respetuosamente y movidos de reverencia y amor por el oficio sagrado y la persona del Papa. La Iglesia no es la propiedad privada de la Papa. El Papa no puede decir “yo soy la Iglesia”, como hizo el rey Luis XIV de Francia, quien dijo: “L’État c’est moi.” El Papa es sólo el Vicario, no el sucesor de Cristo.
Las preocupaciones acerca de la pureza de la fe, es en última instancia una cuestión de todos los miembros de la Iglesia que son uno, y un cuerpo único vivo. En los tiempos antiguos, antes de confiarle a alguien en el cargo sacerdotal u obispal, se les preguntaba a los fieles si podían garantizar que el candidato tenía una fe adecuada y una elevada conducta moral. El viejo Pontificale Romanum dice: “El capitán de un barco y sus pasajeros tienen las mismas razones para sentirse seguros o en peligro durante un viaje, por lo tanto, deben ser una sola mente en sus intereses comunes.” Fue precisamente el Concilio Vaticano II, quien alentó a los fieles, para contribuir al auténtico bien de la Iglesia, con el fortalecimiento de la fe.
Creo que, en un momento en el que una gran parte de los titulares de la oficina del Magisterio son negligentes en su deber sagrado, el Espíritu Santo llama a día de hoy a los fieles, para que llenen ese vacío y para que con un auténtico “sentire cum ecclesia“, defiendan con valentía la fe Católica.
TRADICIÓN Y SUS ENEMIGOS DE DENTRO
Rorate Caeli: ¿Es el papa la medida de la Tradición, o está él medido por la tradición? Y ¿deberían de rezar los fieles católicos para que llegase pronto un papa tradicional?
S. E. Schneider: El Papa no es ciertamente la medida de la tradición, sino todo lo contrario. Siempre debemos tener en mente la siguientes enseñanza dogmática del Concilio Vaticano I: La función de los sucesores de Pedro no consiste en dar a conocer una nueva doctrina, sino en vigilar y exponer fielmente el depósito de la fe transmitida por los apóstoles (cf. Constitutio Dogmatica Pastor Aeternus, cap. 4).
En el cumplimiento de una de sus tareas más importantes, el Papa ha de esforzarse para que “A fin de que, apartado todo el rebaño de Cristo del pasto venenoso del error, sea alimentado con el manjar saludable de la doctrina celestial” (Concilio Vaticano I, ibíd.). La siguiente expresión, que estaba en uso desde los primeros siglos de la Iglesia, es uno de las definiciones más notables del oficio Papal, y tiene que ser en cierto sentido como una segunda naturaleza de cada Papa: Y así Nos, adhiriéndonos fielmente á la tradición de la fé cristiana entendida desde su origen (Concilio Vaticano I, ibíd.).
Siempre debemos orar para que Dios dé a Su Iglesia Papas con mentalidad tradicional. Sin embargo, tenemos que creer en estas palabras: “A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad” (Hechos 1: 7).
Rorate CaeliSabemos que hay muchos obispos y cardenales – posiblemente la mayoría – que quieren cambiar el lenguaje doctrinal de la Iglesia y la antigua disciplina, bajo las excusas del “desarrollo de la doctrina” y de la “pastoral de la compasión.” ¿Qué está mal con su argumento?
S. E. Schneider: Expresiones tales como “desarrollo de la doctrina” y “pastoral de misericordia” son de hecho, generalmente un pretexto para cambiar la enseñanza de Cristo, y en contra de su sentido e integridad perennes, tal y como los Apóstoles la habían transmitido a toda la Iglesia, y que fue preservada fielmente a través de los Padres de la Iglesia, de las enseñanzas dogmáticas de los Concilios Ecuménicos y de los Papas.
En definitiva, esos clérigos quieren otra Iglesia, y aun otra religión: Una religión naturalista, que se adapte al espíritu de la época. Tales clérigos son realmente lobos vestidos de oveja, a menudo, coqueteando con el mundo. No son pastores valientes pastores–, sino más bien conejos cobardes.
EL PAPEL DE LA MUJER EN LA IGLESIA
Rorate CaeliEscuchamos mucho sobre el papel de la mujer en la Iglesia de hoy – el llamado “genio femenino”. Las mujeres, obviamente, han jugado un papel fundamental en la Iglesia desde el principio, empezando con la Santísima Virgen María. Pero litúrgicamente, Cristo nos mostró Su posición tan claro como el agua, tal y como lo hicieron los papas preconciliares. ¿Cree Su Excelencia que la implicación de las mujeres en la liturgia, tanto si se trata de mujeres que toman parte en el Novus Ordo de la Misa como de niñas monaguillos, ha jugado un papel positivo o negativo en la Iglesia de las últimas cuatro décadas?
S. E. Schneider: No Hay ninguna duda sobre el hecho de que la implicación de las mujeres en los servicios litúrgicos en el altar (tanto como lectores, o sirviendo en el altar o distribuyendo la Sagrada Comunión) representa una ruptura radical con toda la tradición universal de la Iglesia. Por lo tanto, es una práctica que está en contra de la tradición Apostólica.
Esta práctica dio a la liturgia de la Santa Misa, una clara forma protestante y caracterizándola como si fuese una reunión informal de oración o un evento de catequesis. Esta práctica va sin duda contra las intenciones de los Padres del Concilio Vaticano II y no hay en ellos una indicación de esto en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.
LA SANTA MISA TRADICIONAL 
Rorate Caeli: Su Excelencia es bien conocido por la celebrar la Santa Misa Tradicional en muchos lugares alrededor del mundo. ¿Cuál es lección más profunda que Vuestra Excelencia ha aprendido al decir la Misa en latín, tanto como sacerdote y como obispo, para que otros sacerdotes y obispos pueden tener la esperanza de ganar la misma experiencia al decir la Misa Tradicional?
S. E. Schneider: La más profunda de las lecciones que he aprendido de la celebración de la tradicional forma de decir la Misa es esto: Yo solo soy sólo un pobre instrumento de lo sobrenatural, y de una elevada acción sagrada, cuyo celebrante principal es Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Siento que durante la celebración de la Misa, pierdo, en cierto sentido, mi libertad individual, por las palabras y los gestos que son prescritos incluso en sus detalles más pequeños, y no soy capaz de deshacerme de ellos. En mi corazón siento profundamente que sólo soy un siervo y un ministro, que aunque con libre albedrío en la fe y en el amor, no se cumple mi voluntad, sino la voluntad de Otro.
El más que milenario y tradicional antiguo rito de la Santa Misa, que ni siquiera el Concilio de Trento cambió, porque el Ordo Missae antes y después de este Concilio era casi idéntico, proclama con fuerza evangelizadora la Encarnación y la Epifanía de la inefable santidad e inmensidad de Dios, que en la liturgia como “Dios con nosotros”, o como “Emmanuel,” se hace tan pequeño y tan cerca de nosotros. El rito tradicional de la Santa Misa está muy elaborado y, al mismo tiempo, es una poderosa proclamación del Evangelio, al realizar la obra de nuestra salvación.
Rorate Caeli: Si el Papa Benedicto está en lo correcto al decir que el Rito Romano en la actualidad (aunque parezca extraño) existe en dos formas, en lugar de uno, ¿por qué no ha sucedido todavía el que todos los seminaristas estén obligados a estudiar y aprender la Santa Misa Tradicional en latín, como parte de su formación en el seminario? ¿Cómo puede ser que un sacerdote diocesano de la Iglesia Romana no conozca las dos formas del rito de su Iglesia? Y ¿cómo pueden denegar a tantos católicos los sacramentos y la Santa Misa por el Rito Tradicional si es igual a la otra forma?
S. E. Schneider: De acuerdo con las intenciones del Papa Benedicto XVI, y de las normas claras en la Instrucción “Universae Ecclesiae”, todos los seminaristas católicos tienen que saber la forma tradicional de la Santa Misa y saber celebrarla. El mismo documento dice que esta forma de Misa es un tesoro para toda la Iglesia – esto es para todos los fieles.
El Papa Juan Pablo II hizo un llamamiento urgente a todos los obispos para acomodar generosamente el deseo de los fieles con respecto a la celebración de la tradicional forma de la Santa Misa. Cuando los clérigos y obispos obstruyen o restringen la celebración de la Misa Tradicional, no obedecen lo que dice el Espíritu Santo a la Iglesia, y actúan de una manera muy anti-pastoral. Se comportan como si fuesen los poseedores del tesoro litúrgico, que no les pertenece, ya que son únicamente sus administradores.
Al negar la celebración de la Misa Tradicional o su obstrucción y discriminación en contra de ella, se comportan como un administrador infiel y caprichoso que – contrario a las instrucciones del padre de la casa – mantiene la despensa bajo llave como una malvada madrastra que da a los niños una comida magra. Tal vez estos clérigos tienen miedo del gran poder de la verdad que irradia la celebración de la Misa Tradicional. Uno podría comparar a la Misa Tradicional con un león: al dejarlo libre, se defenderá a sí mismo.
RUSIA AÚN NO ESTA CONSAGRADA EXPLÍCITAMENTE
Rorate Caeli: Hay muchos rusos ortodoxos donde vive Su Excelencia. ¿Le han preguntado a Su Excelencia personas en el Patriarcado de Moscú o el mismo Alexander de Astana sobre el reciente Sínodo o acerca de lo que está sucediendo a la Iglesia bajo el pontificado de Francisco? ¿O han llegado ya al punto de que no les importe esta situación?
S. E. Schneider: Los Prelados Ortodoxos con los que tengo contacto, generalmente no están bien informados sobre la actualidad interna o los conflictos de la Iglesia Católica. Al menos nunca han hablado conmigo acerca de tales cuestiones. A pesar de que no reconocen la jurisdicción de la primacía del Papa, sin embargo ven al papado como el puesto principal dentro del rango jerárquico de la Iglesia, desde un punto de vista de orden de protocolario.
Rorate Caeli: Estamos a sólo un año del centenario de Fátima. Discutiblemente Rusia no fue consagrada al Inmaculado Corazón de María y ciertamente no ha sido convertida. La Iglesia, aunque siempre está inmaculada, se encuentra en un completo desorden – tal vez incluso peor que durante la herejía arriana. ¿Irán las cosas de mal a peor antes de que puedan mejorar? Y ¿cómo deberían de prepararse los fieles católicos para lo que viene?
S. E. Schneider: Tenemos que creer firmemente: La Iglesia no es nuestra, ni del Papa. La Iglesia es de Cristo y sólo Él la posee y la conduce indefectiblemente, incluso a través de los periodos más oscuros de crisis, tal y como de hecho es la presente situación actual.
Esta es una demostración del carácter Divino de la Iglesia. La Iglesia es esencialmente un misterio, un misterio sobrenatural, y no podemos acercarnos a ella, del mismo modo al que nos acercaríamos a un partido político o a una sociedad meramente humana. Al mismo tiempo, la Iglesia es humana y en su nivel humano, tiene hoy en día que soportar una dolorosa pasión, que es a su vez una participación en la Pasión de Cristo.
Uno puede pensar que la Iglesia de nuestros días está siendo flagelada como lo fue nuestro Señor; que está siendo despojada, tal y como lo fue Nuestro Señor, en la décima estación de la Cruz. La Iglesia, nuestra Madre, está siendo obligada contra las cuerdas no sólo por los enemigos de Cristo, sino también por algunos de sus colaboradores en el rango del clero, e incluso a veces del alto clero.
Todos los que somos buenos hijos de la Madre Iglesia, como valientes soldados, tenemos que intentar liberar a nuestra Madre – con las armas espirituales para defender y proclamar la verdad, la promoción de la Liturgia Tradicional, la adoración Eucarística, la cruzada del Santo Rosario, la batalla contra el pecado en la vida privada y la búsqueda de la santidad.
Tenemos que orar para que el Papa pueda pronto consagrar explícitamente a Rusia al Inmaculado Corazón de María, y entonces Ella ganará, tal y como la Iglesia oró desde los tiempos antiguos: “Alégrate, Virgen María, tú sola has destruido todas las herejías del mundo entero.” (Gaude, Maria Virgo, cunctas haereses sola interemisti in universo mundo).
[Traducción por Enrique Treviño y Miguel Tenreiro. Artículo original]