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martes, 23 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (3) [Fundamento]



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Cuando el papa Francisco dijo: "Los cristianos tenemos grupos fundamentalistas también"yo voy a interpretarlo -aunque no fue esa la intención del Papa al usar esa palabra- como si hubiese dicho grupos fundamentistasSoy consciente de que esta palabra no existe (me la acabo de inventar) pero expresaría mejor aquello que son, en realidad, estos grupos cristianos ... ¿Por qué? Sencillamente porque estamos hablando de cristianos que se han tomado en serio, y creen con toda su alma y con todo su corazón, que "en cuanto al fundamento nadie puede poner otro distinto del que está puesto, que es Jesucristo" (1 Cor 3, 11).



Ojalá que hubiera muchos cristianos de este "grupo". Son los mismos que están convencidos de las siguientes palabras del apóstol Pablo, cuando dice a los cristianos de Éfeso: "Ya no sois extraños ni advenedizos sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Diosedificados sobre el cimiento de los apóstoles y los profetassiendo piedra angular el mismo Cristo Jesús, sobre quien toda la edificación [es decir, la Iglesia] se alza bien compacta para ser templo santo en el Señor, en quien también vosotros entráis a formar parte del edificio para ser morada de Dios por el Espíritu" (Ef 2, 19-22).


Son aquellos cristianos que se han creído, al pie de la letra, estas otras palabras de san Pablo, que vienen a insistir en la misma idea: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (1 Cor 3, 16). Y continúa: "Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo" (1 Cor 3, 17)


El templo santo de Dios es la Iglesia, de la que los cristianos formamos parte como miembros vivos de la familia de Dios y conciudadanos de todos los santos, edificados sobre el cimiento de los apóstolesEsta edificación, que es templo santo en el Señor, se alza compacta sobre la piedra angular, que es Jesucristo. Dios mora en ella mediante su Espíritu, el Espíritu Santo, que habita en todos y cada uno de sus miembros. Ésta es la Iglesia de la que dice Jesús que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). 


La Iglesia, como esposa de Cristo, "sin mancha ni arruga ni cosa semejante sino santa e inmaculada", (Ef 5, 27) está formada por aquellos cristianos que lo son de veras, "aquellos cuya vida está escondida con Cristo en Dios" (Col 3, 2). Es tal la unión que se da entre los verdaderos cristianos que forman la Iglesia, que san Pablo la asemeja a la que existe entre los miembros de un cuerpo, pues dice: "Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu" (1 Cor 12, 12-13). Y continúa diciendo, más adelante: "Si un miembro padece, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se gozan con él" (1 Cor 12, 26). Pues bien, nos sigue diciendo: "Vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno un miembro de Él" (1 Cor 12, 27). De este Cuerpo Místico, que es la Iglesia, unidos todos sus miembros en un solo Espíritu, que es el Espíritu Santo, Cristo es la Cabeza"Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo, del cual Él es el Salvador" (Ef 5, 23b)


Esa es la razón que le llevó a san Pablo a decir: "Ahora me alegro de mis padecimiento por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su Cuerpo, que es la Iglesia" ( Col 1, 24). No es que falte nada a los sufrimientos de Cristo en el sentido de que su sufrimiento y muerte en la Cruz para librarnos de nuestros pecados, no fuera suficiente, puesto que Él es Dios. No es ésa la interpretación correcta; lo que ocurre es que Cristo nos quiere asociar a su Vida (y su Pasión y Muerte forman parte de su Vida), nos quiere colaboradores suyos, corredentores con Él, lo que tiene su lógica: muere la Cabeza ... muere el Cuerpo; resucita la Cabeza ... resucita el Cuerpo. Además, Cristo murió por unos pecados que Él hizo suyos realmente, pero que no había cometido. En cambio, si nosotros padecemos lo hacemos por unos pecados que sí que hemos cometido. 


Lo realmente importante aquí es que si queremos que este sufrimiento nuestro tenga sentido debemos asociarlo voluntariamente al sufrimiento de Cristo: al fin y al cabo somos miembros de su Cuerpo. Cuando sufrimos, Él sufre en nosotros; pero este sufrimiento nuestro, que es real, debido a nuestra unión real a Cristo por su Espíritu, se transforma en meritorio (por pura gracia) y hace que, también nosotros, en Él, salvemos al mundo: nos convertimos en corredentores con Cristo ... de nuestros pecados y también de los de todos los hombres. 


De esta manera la expresión "completar lo que falta a los padecimientos de Cristo" se clarifica. Lo que sucede, en realidad, es que el mismo Amor de Cristo, que es su Espíritu, está en nosotros; y esto es un Don que jamás sabremos apreciar en su justa medida, pues amamos así con el Amor mismo de Dios, que también es realmente nuestro. Este Amor es aquel del que hablaba Jesús cuando decía que "nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Éste es el amor que Jesús nos ha tenido, éste es el amor que salva de los pecados; y éste es el amor del que Jesús nos ha hecho partícipes por nuestra unión con Él en Su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, del cual Cristo es la Cabeza y nosotros sus miembros.



(Continuará)

domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (2) [Introducción2]



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Dicho lo cual, yo me pregunto: ¿Quienes son los cristianos que piensan de este modo? Y la respuesta no es otra que la de aquéllos que intentan ser fieles a la Tradición recibida de los Apóstoles, tanto oral como escrita y transmitida fielmente por la Iglesia de toda la vida.  Se trata de aquellos cristianos que tienen en cuenta, al menos, estas dos ideas, fundamentales para la vida de la Iglesia, a saber:

1.  Que "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos" (Heb 13,8)

2. Que  "el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35) 

Y no estamos hablando de cristianos que se hayan quedado en el pasado o que estén al margen de la vida. Sencillamente viven -o intentan vivir- conforme a la Palabra de Dios, revelada de una vez por todas hace más de dos mil años, con la venida al mundo de Nuestro Señor Jesucristo: Puesto que Jesucristo es Dios sus Palabras poseen una perenne actualidad; no están sujetas ni al tiempo ni al espacio: son Palabras dichas para hoy, para el momento presente que estamos viviendo.

Y vuelvo a preguntarme (y respondo): ¿Cómo es posible que un cristiano, que piense según el sentir de la Iglesia de veinte siglos, pueda ser acusado de fundamentalista por el papa Francisco? ¿Tiene razón el Papa al hacer esa afirmación? Bueno, no tenemos más que analizar sus afirmaciones, una por una, y constatar su veracidad o falsedad. Analicemos las acusaciones del Papa contra estos cristianos y veamos si son ciertas:


1. Un grupo fundamentalista, su estructuraaunque no mate a nadie, aunque no le pegue a nadie, ... , es violentaLa estructura mental del fundamentalismo es violencia en nombre de Dios. Es violenta.


Ya hemos hablado sobre ello en la primera parte y es cierto que tal fundamentalismo violento existe en el caso de los islamistas y también de los judíos. Pero ¿qué violencia contra los demás puede haber en un cristiano que, sencillamente, cree de verdad que Jesucristo es el Hijo de Dios y que ha dado su vida para redimirnos del pecado y hacer posible nuestra salvación? ¿Acaso estos cristianos que aún tienen fe coaccionan a los demás para que tengan también fe? El Papa sabe muy bien que eso es falso


2El saludo del fundamentalista es ... ¡a ver dónde te puedo pegar! ... al menos ideológicamente. No es un saludo que acerqueEl fundamentalismo defiende.


Como digo, en el caso de islamistas y judíos puede darse tal alejamiento. Pero en el caso de un cristiano que tiene fe y que, por lo tanto, ama a los demás con el mismo amor de Dios [un amor que continuamente cultiva  mediante la oración, los sacramentos y el trato con Jesucristo en el Sagrario], ¿cómo su saludo a los demás va a suponer una actitud de defensa y un alejamiento de ellos, cuando en su corazón late el propio Amor de Dios? También aquí el Papa acusa sin base.


3. "Las tres religiones tenemos nuestros grupos fundamentalistas, pequeños en relación con todo el resto.

Bien, EN ESTO TIENE TODA LA RAZÓN ..., al menos en el caso de los cristianos ... porque, efectivamente, son pocos, y cada vez son menos

No deja de ser curioso, sin embargo, el hecho de que, aun siendo tan pocos, le "preocupen" tanto ... como si se tratase de cristianos hipócritas, a los que acusa de "tristes" y "con cara de pepinillo avinagrado". Buena prueba de ello es que con ellos no hace uso de su famosa "misericordia", la cual reserva sólo para los enemigos declarados de la Iglesia.


Lo más incomprensible de todo esto es que el único "delito" que han cometido estos cristianos es el de mantenerse fieles a la Tradición de la Iglesia, a la iglesia de toda la vida [no a la Iglesia que ahora, desde hace cincuenta años se está inventando por los hombres] ¿Tan grave es esto? Por lo visto, para el papa Francisco, sí lo es. Parece ser que el problema más urgente que tiene la Iglesia -según su peculiar enfoque- es el de hacer cumplir las consignas "más problemáticas" del Concilio Vaticano II, cuales son las del ecumenismo a toda costa [un ecumenismo mal entendido], el diálogo interreligioso [que no es sino intentar conseguir la cuadratura del círculo, lo que todo el mundo sabe que es imposible] y la libertad religiosa, entre otras [como si diera lo mismo tener una religión u otra, pues en todas ellas los hombres se van a salvar igualmente


¿No se da cuenta el Papa de que son estos cristianos, precisamente éstos y no otros, los que van a hacer posible que "las puertas del Infierno no prevalezcan contra la Iglesia" (Mt 16, 18)? ...  ¡Pues todo indica que no!  [ ¿O tal vez sí?]. Lo que es evidente -lo estamos viendo- es que el papa Francisco, por las "razones" que sean, no es muy amigo de la Tradición ... ¡Y lo que es aún peor: en mi opinión, la "renovación" que el Papa pretende que tenga lugar en la Iglesia [y ojalá que me equivoque], si se llevara a cabo [lo que pienso que Dios no permitirá, a menos que nos encontremos ya en los últimos tiempos o muy cerca de ellos], acabaría con la verdadera Iglesia, de la cual sólo quedaría un pequeño resto[que, además, sería perseguido por la "nueva Iglesia", por la Iglesia "oficial"], cumpliéndose así las palabras proféticas del mismo Jesús: "Os expulsarán de las sinagogas [entiéndase templos]; más aún: se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2). Y nos da una razón: "Esto lo harán porque no conocieron a mi Padre ni a Mí tampoco" (Jn 16, 3). 


La Iglesia que nos espera sería la que, según el padre Alfonso Gálvez, podría llamarse "catacumbal". Pero estamos ya advertidos: "Esto os lo he dicho para que no os escandalicéis" (Jn 16, 1). "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié". (Jn 16, 4a). Y continúa diciendo, más adelante: "Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis, y en cambio el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría" (Jn 16, 20).


La gran alegría es, fundamentalmente, la de permanecer junto a Jesús y poder escuchar de su boca estas palabras dirigidas a nosotros: "Vosotros sois los que habéis permanecido junto a Mí en mis tribulaciones. Por eso Yo os preparo un Reino como mi Padre me lo preparó a Mí, para que comáis y bebáis a mi mesa, en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel" (Lc 22, 28-30). Por eso, nuestra actitud nunca puede ser desesperanzada. No tenemos ningún motivo para ello. Al contrario. Escuchemos lo que nos dice nuestro Maestro y Amigo: "Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí" (Jn 16, 33a). De modo que, en medio de todo tipo de tribulaciones, podemos considerarnos verdaderamente dichosos, pues lo somos desde el momento en que estamos unidos a Jesucristo y compartimos su Vida, incluidos sus sufrimientos.


Ya sólo nos queda abrir bien nuestros oídos y estar muy atentos para poder percibir en lo más intimo de nuestro corazón, esas hermosas palabras que Jesús nos dirige, y que nos llevan a mirar hacia adelante con esperanza y con ilusión: "En el mundo tendréis sufrimientos; pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33b)



 (Continuará)

sábado, 20 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (1) [Introducción1]

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En esta segunda parte, muy diferente de la primera, vamos a seguir comentando el ya famoso párrafo del papa Francisco, que escribo de nuevo:

"Las tres religiones tenemos nuestros grupos fundamentalistas, pequeños en relación con todo el resto. Pero un grupo fundamentalista, su estructuraaunque no mate a nadie, aunque no le pegue a nadie, ... , es violentaLa estructura mental del fundamentalismo es violencia en nombre de Dios. Es violenta. O sea, el saludo que judíos, islámicos y cristianos nos damos es un saludo de aliento, un saludo de cercanía. Ustedes dicen "shalom" [el periodista que lo entrevista es judío], los árabes dicen "salaam"; nosotros decimos, a veces, paz, ¿cómo te va? Buenos días ... cosas de cercanía. El saludo del fundamentalista es ... ¡a ver dónde te puedo pegar! ... al menos ideológicamente. No es un saludo que acerqueEl fundamentalismo defiende. Y ya le digo ... Los cristianos tenemos grupos fundamentalistas también".

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Ya se ha visto y se ha demostrado hasta la saciedad que no tiene ningún sentido hablar de fundamentalismo cristiano

Un cristiano que vive su fe, conforme al sentir de la Iglesia de siempre, es aquel que -entre otras cosas- ha meditado la Biblia, en particular los Evangelios y el Nuevo Testamento; y que intenta hacerlos realidad en su vida. El sentido de su vida no es otro que el de parecerse a Jesucristo que, siendo verdadero Dios -el Único-, sin dejar de serlo, se hizo hombre, verdadero hombre, uno de nosotros, porque así lo quiso, para enseñarnos lo que es el amor verdadero, para que pudiéramos amarle como Él nos ama y pudiéramos ser sus amigos. Y así seríamos también capaces de amar a nuestros semejantes de la misma manera con la que somos amados por Dios, ayudándoles a encontrarse con Él, que es el mayor bien que se les puede hacer.


Al hacer suya nuestra naturaleza humana, Jesús la ha dignificado: Él es la causa de la dignidad humana, de la que hoy tanto se habla, sin saber exactamente de dónde proviene tal dignidad. Jesús ha hecho posible que podamos verlo a Él en los demás, pues realmente está en ellos, no sólo de modo metafórico. Recordemos lo que nos dice san Mateo acerca del Juicio Final"Serán congregadas ante Él todas las gentes, y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey (esto es, Jesucristo): "Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me distéis de beber, (...). Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?"  (...). Y el Rey les dirá: "En verdad os digo: cuanto hicisteis a uno de éstos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis". (Mt 25, 32-40). 


Un amor en el que, hay que decirlo, es Dios quien tiene siempre la iniciativa. Al fin y al cabo, "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8) y "nosotros amamos porque Él nos amó primero" (1 Jn 4,19) "En esto está el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4,10). Y continúa San Juan: "Si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros" (1 Jn 4, 11). Y esto hasta el punto de que "si alguno dice: 'amo a Dios' y aborrece a su hermano, es un embustero" (1 Jn 4, 20). 


Ahora bien: es preciso recordar que el amor procede de Dios y en Él tiene su raíz y su origen: "En esto conocemos que amamos a los nacidos de Dios; si amamos a Dios y practicamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2- 3a) "Y sus mandamientos no son pesados" (1 Jn 5, 3b). De modo que si no guardamos los mandamientos de Dios, no tendríamos en nosotros el amor de Dios y el amor que dijéramos tener a los demás sería un falso amor: no sería el amor tal y como Dios lo entiende, no sería el verdadero amor


El amor no es sólo vertical (entre Dios y cada uno de nosotros) pero tampoco es sólo horizontal (entre nosotros, olvidándonos de Dios), sino que es circular o envolvente, por decirlo de alguna manera. Tenemos un solo corazón; y con el mismo amor con que amamos a Dios amamos también a los hombres. El que dice amar a los hombres pero no ama a Dios, revelado en Jesucristo, cumpliendo sus mandamientos, es igualmente un embustero, porque vive centrado en sí mismo; amar a los demás sólo por ellos (sin estar, de algún modo, el amor de Dios por medio) no puede llamarse propiamente amor, pues en el fondo lo que se busca no es tanto el verdadero bien de los demás cuanto el utilizarlos para el propio interés o provecho. 


[Puede ocurrir que ni siquiera el propio interesado se percate de esta realidad ... y es que ha llegado a una situación en la que actúa así de modo automático y prácticamente inconsciente ... lo cual redunda en una mayor eficiencia para engañar a los demás acerca del amor que dice tenerles, ya que él mismo vive en un autoengaño que forma parte, en cierto modo, de su personalidad, pues acaba realmente creyéndoselo] 


De modo que no podemos decir que amamos a Dios si aborrecemos a los hombres [
aunque aborreciéramos tan solo a un único hombre]; seríamos unos embusteros y unos hipócritas ...  pero  es igualmente imposible amar, de verdad, a los hombres, si rechazamos a Dios [siempre que la idea que tengamos de Dios sea la correcta, claro está; pues puede ocurrir que no haya un rechazo del Dios auténtico, a quien no se conoce, sino un rechazo -justificado- de la falsa idea sobre Dios que hay en la mente de quien así procede]. Esto es fácil de entender pues si el amor procede de Dios, manifestado en Jesucristo (como así es) y Dios mismo es Amor ... entonces todo alejamiento de Dios es un alejamiento del amor y, en definitiva, un alejamiento de la felicidad y de la alegría.


Otro punto importante, a tener en cuenta, es que si está en nosotros el Amor de Dios [
es decir, el Espíritu Santo, que es Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo] entonces podemos llamarnos, con propiedad y verdaderamente, hijos de Dios. "Ved qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Diosy que lo seamos" (1 Jn 3,1a). Esto es pura gracia, naturalmente, sin que haya merecimiento alguno de nuestra parte; y es algo que Dios da a quien quiere y si quiere: nadie puede reclamarlo de Dios como un derecho, pues no es algo que se nos deba en razón de nuestra naturaleza humana, sino que está por encima de ella: no es algo natural sino sobrenatural y completamente gratuito. Conviene recordar lo que decía Santo Tomás, a este respecto: "Lo sobrenatural supone lo natural; y no sólo no lo anula sino que lo perfecciona y lo lleva a plenitud"



En la historia de nuestra vida, comenzamos a ser cristianos cuando recibimos el sacramento del bautismo y fuimos así elevados, por pura gracia, a la categoría de hijos de Dios, verdaderos hijos, hechos partícipes, a través de Jesucristo, de la naturaleza divina, por obra del Espíritu Santo; y pasamos a formar parte de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, como uno más de sus miembros. Y es de aquí, precisamente, de donde proviene la dignidad de un cristiano, pues aunque sea por pura gracia y sea de modo participado, es realmente hijo de Dios. [
Somos hijos en el Hijo, pero verdaderamente hijos]

Son muchas las dificultades y los problemas con los que tiene que enfrentarse un cristiano, pero dado que "el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5, 5), y dado que ese "Espíritu  ayuda nuestra debilidad; pues no sabiendo pedir lo que conviene, el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rom 8, 26), aunque sabemos que por nosotros mismos, nada podemos: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5), también sabemos que "¡todo es posible para el que cree!" (Mc 9, 23b). "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13) -decía san Pablo. 

(Continuará)

viernes, 12 de septiembre de 2014

UN SÍNODO SOBRE LA FAMILIA O UN EXTRAÑO SINCRETISMO [P. Alfonso Gálvez]

El Próximo mes de Octubre se va un celebrar en Roma un Sínodo sobre la Familia. Un gran número de Altas Jerarquías de la Iglesia, Obispos y Consultores de todo el mundo: El Papa como Presidente General, un Secretario General, varios Presidentes Delegados, un Relator General, un Secretario Especial, diversas Comisiones de las Iglesias Orientales Católicas, los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, los Cardenales Jefes de los Dicasterios de la Curia Romana, los Miembros del Consejo Ordinario, otros Miembros de Nómina Pontificia, un gran número de Colaboradores y un extenso etcétera que componen en total una larga lista.

Como no podía esperarse menos, el cristiano de a pie, guardando siempre las formas y el debido respeto, tiene perfecto derecho a reflexionar y expresar su pensamiento acerca de lo que hace y dice la Jerarquía que gobierna la Iglesia a la que él pertenece. San Pablo exhortaba a los cristianos con la siguiente consigna:Examinad todas las cosas, retened lo bueno y apartaos de toda clase de mal (1 Te 5:21). Por otra parte, el Cristianismo es la Religión que más ha abogado por la búsqueda de la verdad: No os escribo porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira proviene de la verdad, decía el Apóstol San Juan en su Primera Carta (2:21).

Y lo primero que se le ocurre al cristiano común que piensa, con respecto a tan enorme e importante acontecimiento eclesial es acerca de su objeto y, por supuesto, de su oportunidad. Claro que cuando la legítima Jerarquía lo convoca es porque habrán sido propuestos unos fines bien determinados, promovidos por una clara necesidad, buscando todos ellos el mejor bien de la Iglesia y lo más conveniente a la salvación de las almas. Es evidente que la Iglesia debe adaptarse a las exigencias de los tiempos y a los requerimientos de todos los lugares.

Pero de ningún modo está obligado el cristiano de la calle a comprenderlo todo, y de ahí su legítima ansiedad a preguntarse por los últimos porqués (y también por los primeros). Tampoco le ha negado nadie algo que es tan natural al ser humano cual es la capacidad de asombrarse ante lo que presencia. Pues fue precisamente el asombro lo que motivó en los albores del pensamiento humano el nacimiento de la Filosofía. Ahora bien, nadie se atreverá a poner en duda que muchas cosas que suceden en la Iglesia actual no dejan de suscitar admiración.

Un Sínodo Universal sobre la Familia. En el que la Iglesia, según se dice, tratará de afrontar los desafíos que el mundo moderno presenta ante la Doctrina tradicional sobre la Familia. ¿Quizá una Nueva Doctrina? ¿Nuevas aportaciones que complementen y seguramente apuntalen la Doctrina tradicional de la Iglesia? ¿Un intento de añadir especificaciones que faltan en la Revelación o de suprimir otras que sobran? ¿Tal vez de cambiarlas y modificarlas? Todo ello enfocado, claro está, desde la perspectiva de las necesidades del mundo moderno, que es, en último término, el elemento determinante que ha provocado el problema.

Como puede verse, las preguntas se acumulan en número sobre el ingenuo pensamiento del cristiano corriente. La primera de las cuales es la siguiente: Si el problema, en primera y última instancia, viene determinado por las exigencias del mundo moderno, que es el que ha obligado a re-examinar los datos de la Revelación, ¿dónde queda la fe de la antigua creencia según la cual es la Palabra de Dios la que juzga y determina al mundo, y no el mundo el que juzga y determina la Palabra de Dios?

Y las preguntas podrían continuar. Una renovación y actualización de la Doctrina sobre la Familia. ¿Pues no estaba ya contenida esta Doctrina en el Nuevo Testamento, y concretamente en el Evangelio y en las Cartas de los Apóstoles?

Para lograr una cierta comprensión de la necesidad de este importante Sínodo es necesario partir de la idea según la cual la Iglesia ha formado a la Familia cristiana sobre la base de unos principios incompletos. Millones de familias cristianas han vivido durante siglos fundamentadas sobre la base de unas estructuras que ahora se descubren como erróneas o al menos como incompletas.

Claro está - se dice ahora - que no se trata de eso. Sino de responder a las necesidades provocadas por los nuevos desafíos con los que el mundo moderno amenaza la Doctrina de la Iglesia.

Una clara falacia que esconde, a su vez, dos grandes mentiras que en realidad se reducen a una.

En primer lugar, que no es el mundo moderno el que amenaza a la Iglesia acerca de su Doctrina sobre la Familia. Sino el mundo de siempre es el que ha amenazado y estado en constante oposición contra la Iglesia. El mundo no ha dejado en ningún momento de combatir a la Iglesia y al Evangelio predicado por ella, y de ahí que sea falso decir que es el mundo moderno el que amenaza, como si de una cosa nueva se tratara.

En segundo lugar, hablar de nuevos desafíos que se presentan contra la Familia, ante los que - según parece - son incapaces de dar respuesta la Revelación ante todo, y las Enseñanzas de la Iglesia de veinte siglos después, no tiene ningún sentido. ¿Quién y cómo ha sido descubierto tal problema - un tremendo fallo en la Doctrina - y cuándo ha sido demostrado?

Pero hay algo más que confunde al cristiano del montón, llamado por su misma situación y naturaleza a escuchar y aprender de las enseñanzas de la Iglesia Jerárquica (a este grupo de cristianos se les denominaba en la Doctrina antigua como Iglesia discente): El solo hecho de poner sobre el tapete toda esta problemática induce a pensar en dos cosas:

Tiene que ver la primera con el hecho de que la Doctrina de la Nueva Ley, que es la que induce al cristiano a vivir una vida nueva en Cristo, está incompleta; en cuanto que no ha sido capaz de adaptarse a las necesidades de todos los tiempos y lugares.

La segunda se refiere a la sospecha de la relatividad de la Revelación. Como si estuviera en lo cierto el Modernismo al asegurar que la Palabra de la Escritura tiene que adaptarse al pensamiento de los hombres, según las circunstancias de los diversos tiempos y lugares (historicismo).

Es difícil evitar la sensación, una vez reunido tan gran número de gentes provenientes de tan diversos lugares, y con tantos matices en sus creencias pretendidamente comunes, de que el Sínodo busca encontrar una solución consensuada, según se dice en el argot moderno. Pero nadie ha demostrado todavía que la verdad se logre nunca a través de opiniones diversas contrastadas y consensuadas: pues de la mezcla de lo diverso, y aun de lo contrario, no puede surgir la sencillez de la verdad.

El resultado final, que es en realidad a lo que se expone el Sínodo, no es otro sino la posibilidad de aumentar la confusión y debilitar todavía más la ya vacilante fe de unos cristianos que forman parte de una Iglesia en crisis.


Padre Alfonso Gálvez

jueves, 11 de septiembre de 2014

Las Profecías de San Malaquías (3 de 3) [P. Alfonso Gálvez]

Y es que, en efecto, la Iglesia será la misma (no puede perecer), pero sin duda que es diferente de la que existió hasta el Concilio Vaticano II, por más que las nuevas generaciones no puedan imaginarla porque jamás la vieron. Pero, ¿cómo alguien puede pretender que la Iglesia de la Gran Apostasía es más auténtica que la que durante veinte siglos luchó contra las herejías? ¿A tanto han llegado el poder de la seducción y la claudicación humana, como para que se pretenda imponer al conjunto de los fieles que piensen que es blanco lo que a la vista está que es negro, o que admitan que es negro lo que están contemplando como blanco?

¿Que algunos se ven forzados a vivir de la nostalgia y a sentirse abrumados entre sollozos y llanto … ? ¿Y cómo podría ser de otra manera …? Ellos ciertamente saben que la Iglesia está ahí, puesto que es indefectible y las Puertas del Infierno no pueden vencerla (Mt 16:18). Lo cual, siendo tan cierto, no es óbice para que a veces sea difícil reconocerla y encontrarla.

Aunque el Papa Francisco parece no querer reconocerse como Pedro, el lema de San Malaquías se muestra decidido (curiosidades y misterios de la Historia) a encasquetarle el nombre para convertirlo, quieras que no, en el único Papa de la Historia que ha llevado el nombre del Príncipe de los Apóstoles
[Ver nota final]. Por el contrario, el Papa Francisco insiste en que es el Obispo de Roma, lo cual, como todo el mundo sabe, es absolutamente cierto. Aunque de todos modos resulta extraño su empeño en resaltar tal condición de Romano, como si deseara enfatizar este segundo nombre para poner en un segundo plano al del Príncipe de los Apóstoles

¿Obispo de Roma? Ciertamente que sí, aunque también sucesor de Pedro y Papa de toda la Iglesia: Petrus Romanus, el último de los que gobernarán la Iglesia, según la relación de San Malaquías, una vez llegado el fin de los Tiempos


Conclusión 

En los momentos actuales -segunda decena del siglo XXI- la Iglesia está siendo ferozmente atacada en la propia Roca sobre la cual fue erigida. La Piedra inamovible, base y fundamento que habría de asegurarla para siempre contra cualquier intento de destrucción, está sufriendo gravísimas acometidas por parte de Alguien que ansía derribar todo el Edificio que se sustenta en ella. Y la operación posee todas las trazas de lograr el éxito de lo que con ella se pretende.

Con respecto a lo cual, si hay quien se atreva a comparar los ataques sufridos por el Papado, a lo largo de una historia de veinte siglos, con la gravedad de los que actualmente están siendo dirigidos contra el Bastión, es que desconoce por completo la Historia pasada y padece absoluta ignorancia de la actual.

El Enemigo ha logrado penetrar en la Fortaleza -también es frase de Pablo VI- y ahora está centrando la fuerza de sus ataques contra la misma Base y Fundamento que la sustentan, y que no son otros sino el Papado. Mientras tanto, todo parece indicar que entre los Papas postconciliares ninguno ha dado muestras de ofrecer resistencia. Y como prueba quizá la menos importante que se podría aportar, ahí está la eliminación de todas las insignias y emblemas papales: desde la supresión de la tiara y de la silla gestatoria hasta el trono de San Pedro y el Anillo del Pescador, que son los dos últimos distintivos que el Papa Francisco ha hecho desaparecer.

Pero el Asalto definitivo a la Roca, con la consiguiente Apostasía de la Iglesia Universal, no hubiera tenido lugar jamás ni tampoco gozar de la menor oportunidad de éxito sin el consentimiento de lo Alto. Sin embargo, Dios dará en aquellos momentos licencia y poder al Enemigo para hacer la guerra contra los santos y vencerlos. [ver Ap 13, 13]

Y sucede que todos los síntomas que apuntan hacia el final de la Batalla son favorables al Enemigo, con el terrible resultado que parece previsible. Lo cual quiere decir, para quien tenga entendimiento, que los momentos actuales por los que está atravesando la Iglesia, y pese a la extraña inoperancia y absurda indiferencia de sus fieles, serían más que suficientes para inquietar a cualquiera.




¿Coincidirá el Papa Francisco con el Pedro Romano anunciado por San Malaquías? Y todo parece indicar que sí. O tal vez no, en cuyo caso le quedará a la triste Humanidad la confianza en un nuevo y verdadero Amanecer, presidido por la que es Madre de toda la Iglesia, la Virgen María, la Mujer que al fin aparecerá vestida del Sol, la Luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. La cual será para los fieles su única y verdadera Esperanza, mientras dura el tiempo de los dolores y hasta que amanezca la luz del nuevo día.


(Padre Alfonso Gálvez)
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Nota final: Para entender bien la razón por la que el nombre "Pedro Romano" puede asignarse perfectamente al papa Francisco [aunque no necesariamente] habría que leer el artículo completo al que hice referencia al principio, pues un resumen como éste, en el que copio exactamente las propias palabras del autor, queda ciertamente con lagunas, aunque la conclusión quede bien clara. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Las Profecías de San Malaquías (2 de 3) [P. Alfonso Gálvez]

Planteada así la cuestión, y en orden a su clarificación, solamente puede ser admitida como posible una de estas tres hipótesis:

- O bien la Profecía de San Malaquías carece de fundamento suficiente y puede ser rechazada, por lo tanto, como absolutamente falsa.

- O bien podría tomarse en consideración la teoría según la cual no existe una conexión inmediata entre los dos últimos lemas, lo que supondría aguardar durante un tiempo, cuya duración sería desconocida, que abarcaría desde Benedicto XVI, al que la Profecía asigna el de De Gloria Olivæ, hasta la aparición del Papa correspondiente al de Petrus Romanus

- Y en tercer lugar, también parece razonable aceptar como probable el hecho de que el lema Petrus Romanus haya sido mal interpretado. Por lo que no cabe descartar sin más la posibilidad de que efectivamente corresponda al actual Pontífice Francisco I, aun reconociendo las dificultades inherentes a su interpretación.

No hace falta insistir en las enormes dificultades (por no hablar de imposibilidad) que supondría el intento de demostrar cualquiera de las tres hipótesis, dado que nos hallamos en un terreno en el que sólo caben conjeturas y juicios de aproximación. De ahí que la conclusión más probable a deducir de nuestro Estudio sea la de que ninguna de las tres hipótesis posee argumentos suficientes para arrogarse la calificación de indiscutible, y de ahí la libertad de cada cual para mostrar sus preferencias por cualquiera de ellas. De todos modos, conviene adelantar dos advertencias antes de seguir adelante

Ante todo, ha de quedar bien establecido que, por nuestra parte, si bien somos partidarios de mantener la autenticidad de la Profecía de San Malaquías en su conjunto, en modo alguno nos pronunciamos a su favor por medio de un juicio definitivo. Por otra parte, y siempre teniendo en cuenta lo dicho, aquí vamos a investigar los fundamentos en los que se apoya la teoría que defiende la asignación del emblema Petrus Romanus al Papa Francisco I. Bien entendido que no se trata de demostrar que es la hipótesis más razonable, sino de hacer patente el hecho de que existen indicios suficientes como para no rechazarla a la ligera. Y aunque nosotros nos inclinamos decididamente a su favor, el juicio definitivo sobre su verdad o falsedad quedará, como siempre, a cargo del tiempo. Que es, en definitiva, el que se encarga de dirimir con seguridad la autenticidad o falsedad, además de su significado, de todas las profecías y revelaciones privadas.

Por supuesto que nuestra teoría será verdadera o quizá falsa. Aunque nadie podrá tacharla de arbitraria o antojadiza, una vez expuestas las razones, ciertamente no apodícticas, con las que hemos tratado de sustentarla.

Todavía falta un importante problema a considerar. Cuyo planteamiento nos conduce a que el Pontífice a quien corresponde el mote de Petrus Romanus según la Profecía de San Malaquías, y puesto que aparece como el último de la serie total de Papas que habrán existido en la Iglesia, si se admite como cierto el oráculo, su Pontificado habrá de coincidir con las graves tribulaciones que marcarán el fin de la Historia y precederán inmediatamente a la Parusía. Según lo cual, y aunque el momento del final de los Tiempos y de la segunda venida del Señor sólo de Dios Padre es conocido, conforme a las palabras del mismo Jesucristo, habría que considerar el Pontificado del Papa Francisco como el correspondiente a los Últimos Días.

Ahora bien, ¿puede decirse que los acontecimientos que en estos momentos están afectando a la vida de la Iglesia, como también a la de la Humanidad, poseen la suficiente envergadura para considerarlos como los que habrán de ocurrir en los Novissima Tempora, o al menos como los que marcarán su comienzo? Y la respuesta más razonable es, por supuesto, la de que no lo sabemos. Sin embargo, las tribulaciones y asaltos que en estos momentos está sufriendo la Iglesia, que la han conducido a la mayor crisis de su Historia, son de tan extraordinaria gravedad que hubiera sido imposible imaginarlos hace aproximadamente sesenta años. Se podrá discutir todo lo que se quiera acerca de si tales acontecimientos son los propiamente señalados como que van a suceder en los Novissima Tempora, aunque resulta difícil pensar, en el caso de que no sea así, en la manera en que podrían ser superados por los que habrían de venir después.

Puede decirse, por lo tanto, que se trata efectivamente de una teoría a la que no es posible prestar plena adhesión, pero que no deja de ser, sin embargo, otra circunstancia más que apunta hacia la identificación de Francisco I con Pedro Romano.

El desprestigio de la Jerarquía ha alcanzado cotas cuya altura se ha manifestado particularmente con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en el año 2013. El ridículo espectáculo de la samba brasileña, danzada en la Misa de clausura por los Obispos revestidos con ornamentos sagrados y delante del Papa, dirigidos por un coreógrafo homosexual experto en espectáculos incluso pornográficos, no hizo sino poner la guinda final a una Jerarquía cada vez más refractaria a los principios de autoridad y de obediencia y menos dispuesta a mantener la Doctrina y la Moral que la Iglesia ha predicado y defendido durante siglos.

A la confusión, cada vez mayor, reinante entre los católicos contribuyeron no poco los llamados Encuentros de Asís. A los que hay que añadir el cambio fundamental del concepto de la Católica, Santa y Verdadera Iglesia, único y exclusivo instrumento de salvación, según se mantuvo durante siglos, por el de apertura a todas las Iglesias en las que cualquiera se puede salvar, según se proclama ahora.

Luego está lo de la General Apostasía. La cual ofrece un aspecto externo y otro interno.

En cuanto a lo externo, se podría elaborar una interminable lista de miles de sacerdotes y de religiosos, todos ellos en franca huida. Secularizados, abandonado el celibato y, en la mayoría de los casos, también la Fe. Y lo mismo con respecto a los religiosos y monjas: conventos y clausuras desiertos y cerrados, rebelión contra la Jerarquía y noviciados completamente vacíos. Con respecto a los Seminarios y Facultades de Teología, nada hay que decir sino que, en lo poco de ellos que todavía queda, se enseña de todo menos Teología Católica. Por lo que hace a la Moral vivida por el conjunto del Mundo Católico, es mejor no aludir a las espeluznantes y negativas estadísticas de asistencia a Misa, práctica de Sacramentos, Moral sexual y matrimonial, etc., etc.

Si nos referimos al aspecto interno, el panorama que se ofrece a la vista es aún peor. Una gran parte del Orbe Católico, incluida la mayoría de la Jerarquía, ha dejado de creer en la divinidad de Jesucristo, en la virginidad de María, en la validez de los sacramentos, en la inmutabilidad de los Dogmas (que ahora han quedado reducidos a meros productos del entendimiento humano y sujetos a la banalidad de las circunstancias históricas). Se trata de un mundo que tampoco cree en la verdad de los Santos, en la infalibilidad de la Iglesia, en la realidad del pecado, en la existencia de la Ciudad del Eterno Llanto … , ni mantiene la Esperanza en una Patria y en un Mundo mejor con respecto a los cuales el hombre confiaba antes en que iba de camino para alcanzarlos. Nada tiene de extraño que apenas si sea ya conocido el sentimiento de la Alegría Perfecta, solamente capaz de ser producido por un Verdadero Amor al que, por supuesto, ya nadie conoce ni tampoco desea.

Y aquí damos por terminadas las divagaciones acerca del lema que, según San Malaquías, corresponderá al Pontífice que cerrará la Historia de la Iglesia y del Mundo. Con la obligada conclusión final de que solamente Dios sabe con certeza si el Papa Francisco es realmente Pedro Romano. Por nuestra parte, no nos hemos atrevido a asegurar que lo sea, y más bien nos hemos limitado a intentar demostrar que la hipótesis de que ambos son la misma persona no debe ser rechazada alegremente, puesto que goza de tantas razones de credibilidad como las que defienden lo contrario.

Por supuesto que tanto la Iglesia que sueña con una Iglesia Universal unificadora de todas las religiones, a la par de un Mundo que también suspira por una Autoridad Global que gobierne a todos los habitantes de la Tierra (y hay que tener en cuenta que se trata de un mismo sueño en uno y otro caso, alentado por la misma falsa sabiduría y dirigido por los mismos Poderes), están ambos abocados al más estrepitoso de los fracasos y a un castigo que supera a cualquier imaginación humana.

Teorías a favor y teorías en contra, acusaciones y discusiones en uno y otro sentido, opiniones contradictorias según las diversas ideologías y las diferentes tendencias …, todo un batiburrillo donde la Iglesia, que fue algún día Fuente de unidad y de santidad, se ha convertido en un campo de Agramante en el que cada uno de los diversos grupos cree tener la exclusiva de la Verdad, a falta de un factor común y de una mano firme capaz de reunir a las ovejas en un solo rebaño con un solo pastor.



(Continuará)

martes, 9 de septiembre de 2014

Las Profecías de San Malaquías (1 de 3) [P. Alfonso Gálvez]

Hace aquí el padre Alfonso Gálvez un estudio muy interesante según el cual no sería descabellado, en absoluto, el considerar que el lema Petrus Romanus (de San Malaquías), correspondiente al último Papa de la Historia, podría aplicarse perfectamente al actual papa Francisco, pero -eso sí- insiste en que se trata de una hipótesis, que no tiene carácter apodíctico, y que el tiempo se encargará de desvelar su veracidad

Me he servido de la lectura de dos de sus ensayos. El primero se titula "De la Gloria del Olivo", forma parte de uno de sus libros: "El Invierno Eclesial" (pp 227 a 263) y está relacionado con el papa Benedicto XVI. El segundo, que es el que he utilizado básicamente, tiene de título "Pedro Romano". El mejor modo de enterarse de su contenido es leerlos en su fuente. Yo me he limitado en estas entradas a anotar lo que considero más relevante, con respecto a la Profecía de San Malaquías. Ni que decir tiene que el texto que viene a continuación pertenece por completo al padre Alfonso Gálvez. Y mi única labor ha sido la de seleccionar aquellos párrafos que guardan más relación con el asunto de la Profecía. [Como suelo hacer escribiré con negrita algunas frases, que intentan ser un compendio de lo más importante de lo que se escribe]

Pero, en fin, independientemente de que el papa Francisco coincida o no con el último Papa, el cual sería "Pedro Romano" según la Profecía de San Malaquías, lo cierto y verdad es que la situación actual por la que está atravesando la Iglesia Católica es la más grave con la que se ha encontrado a lo largo de su Historia.

Ante lo cual, a nosotros sólo nos queda aprovechar el tiempo, porque los días son malos (Ef 5,16), mantenernos en vela y rezar, pues no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Hijo del Hombre (Mt 25, 13). Pero nunca con amargura, sino con la esperanza puesta completamente en el Señor y, por lo tanto, con alegría. Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rom 8,39), si ponemos de nuestra parte todos los medios posibles, aquellos que el mismo Jesús nos enseña, los que se encuentran en el Nuevo Testamento, cuya lectura y meditación es imprescindible si queremos mantenernos fieles a Jesucristo y a su Iglesia, aquella que Él fundó, y cuyas verdades están recogidas en la Tradición de siempre, unas verdades que debemos conocer como cristianos que somos.

Cualquier doctrina que nos apartara, de alguna manera, del fundamento de la doctrina Católica, que es Jesucristo, debe ser desechada, aunque viniera de la más alta Jerarquía, pues "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29). Dicho lo cual, le cedo la palabra al padre Alfonso.



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La conocida como Profecía de San Malaquías fue revelada, según parece, a San Malaquías, arzobispo de Irlanda, al término de una peregrinación a Roma que tuvo lugar hacia el año 1140, si bien su contenido no fue conocido hasta bastantes años después. Consta de dos partes (…). La segunda de las cuales, que es la correspondiente a los Papas y la más conocida fue publicada por primera vez hacia el año 1595. Según algunos, habría permanecido durante unos cuatrocientos años en los Archivos Secretos del Vaticano.




La Profecía-escueta y breve en su forma- contiene una serie de motes o lemas, redactados en frases cortas de contenido ambicioso y esotérico referentes a 112 Papas. Comienza con Celestino II (1143-1144) y acaba en el que se supone que marca el final de la Historia. El penúltimo de la serie corresponde a Benedicto XVI, quien lleva adscrito el lema De Gloria Olivae (De la Gloria del Olivo) y el lema Petrus Romanus (Pedro Romano) correspondería al último de todos; quien marcará el final de los Tiempos, a saber: el momento en el que ocurrirá la aparición del Supremo Juez, que será quien lleve a cabo la celebración del Juicio definitivo sobre todos los hombres que han vivido a lo largo de la Historia.

Es bien sabido que la Profecía de San Malaquías, en el caso de que se quiera admitir su autenticidad, además de ser de carácter meramente privado, no ha sido nunca reconocida oficialmente por la Iglesia ni tampoco rechazada por Ella. Lo que significa que cualquiera es libre de creer o de no creer en su contenido, siendo ambas posiciones igualmente correctas y abiertas una y otra a toda clase de posibles especulaciones. Su verdad o falsedad serán determinadas por consideraciones e investigaciones de tipo histórico y teológico, y principalmente por el cumplimiento o el fallo de lo anunciado; como ocurre con toda profecía que no posea el carácter de Revelación oficial.

En el caso concreto que estamos considerando, todo depende del índice de aciertos que se quiera reconocer a cada uno de los lemas que corresponden a los 112 Papas contemplados en la Profecía, desde el atribuido a Celestino II (1143 - 1144) hasta el asignado al último de todos ellos y que, según la Profecía, marcará el fin de los tiempos.


La elección del Pontífice actualmente reinante, Francisco I (a quien teóricamente correspondería, según la Profecía, el mote o divisa de Petrus Romanus), después de la renuncia de su antecesor Benedicto XVI (De Gloria Olivæ), ha venido a complicar las cosas para los partidarios del vaticinio de San Malaquías. Es bien conocido que en él se anuncia a un misterioso Petrus Romanus como el último de los Papas, y a su inmediato predecesor, al parecer, Benedicto XVI, como el penúltimo. Sin embargo no ha ocurrido así, pues todo parece indicar que el nombre de Francisco I nada tiene que ver con el de Petrus Romanus, señalado claramente por San Malaquías como el Pontífice que cerrará la Historia coincidiendo con la segunda venida de Jesucristo. Ni existen tampoco, al menos de momento, signos evidentes de que la Iglesia y el Mundo estén abocados a la Parusía. De donde cabe deducir, según muchos, que habiendo fallado la predicción, ha quedado demostrada su falsedad.

Sin embargo, como ya hemos sugerido más arriba, la precipitación en el juicio en el ámbito de las profecías, en lo que se refiere a su interpretación o cumplimiento, es la peor actitud que se puede adoptar y fuente segura de equivocaciones. Ya hemos dicho antes que nos encontramos aquí inmersos en un terreno esotérico y desconocido que exige andar con sumo cuidado y adoptar el mayor número posible de precauciones, a fin de evitar juicios apresurados que, casi con seguridad, conducirían al error. (...)

(Continuará)

lunes, 8 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (23) [Conclusión]

Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Después de todo lo que se ha comentado hasta este momento, pienso que podemos asegurar, con pleno conocimiento de causa, que católicos, judíos y musulmanes no creen en el mismo Dios, por más que se nos quiera vender otra cosa [incluso desde las más altas Jerarquías de la Iglesia Católica, por desgracia]


En el CASO DE LOS JUDÍOS dice el papa Francisco en su exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: "Los cristianos no podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluímos a los judíos entre aquellos llamados a dejar a los ídolos para convertirse al verdadero Dios. Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada" (num 247)


Pero eso es un error, y además, de  graves consecuencias para los fieles católicos, porque los actuales judíos, según sus propios textos, se rigen por el Talmud y no por lo que nosotros conocemos como la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento, que han sido desplazados por la autoridad de los rabinos,  los cuales ni guardan la Ley de Moisés ni se someten a ella. Y los judíos siguen a los rabinos y no el Antiguo Testamento. En cualquier caso, incluso aun cuando siguieran el AT, que no es el caso, siguen sin reconocer a Jesucristo como el Mesías prometido, cuando está claro que en Él se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento. 



Por otra parte, el Talmud, que se ha convertido, de hecho, en la única guía religiosa de los judíos de hoy en día, está lleno de blasfemias contra Jesucristo y su santísima Madre, la Virgen María. Si no creen en Cristo y, además, le injurian y blasfeman contra Él, no pueden creer en el mismo Dios que nosotros. Luego... el dios del Talmud no es el Dios Uno y Trino de los cristianos.

Y si desenmascaramos el Talmud, con los textos del propio Talmud, se manifiesta que aquel odio que les llevó a cometer el deicidio matando al Autor de la Vida, Cristo Jesús, ese mismo odio continúa ejerciéndose ahora contra los cristianos, que son los seguidores de Jesús; incluso hasta la muerte de éstos, si llegara el caso. Hay violencia en el Talmud contra los cristianos. Para ellos, los cristianos son idólatras; y todos sus ritos y cultos también lo son.

En el CASO DEL ISLAM dice el papa Francisco, en la Evangelii Gaudium, citando la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, que ellos, "confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el días final". Y de su propia cosecha añade que "frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia". 

Ya se ha hablado bastante sobre este asunto en entradas anteriores (ver, por ejemplo, aquí  y aquí). Recordemos, no obstante, dos citas del Corán con llamadas, muy concretas, al asesinato y a la masacre, que no necesitan comentario:

[Corán 2:191] “Matadlos donde quiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado. La oposición (a vuestra creencia) es más grave que matar”. Oponerse al Islam es causa suficiente para que los musulmanes desencadenen una masacre

[Corán 8:17] “Y no los matasteis vosotros, Alá los mató. Ni tirabas tú cuando tirabas sino que era Alá quien tiraba”. Esta es una absolución por adelantado para quien mata “en nombre de Alá”. El musulmán nunca tiene sentimientos de culpa tras las matanzas de infieles.

Por lo tanto: decir que cristianos, judíos y musulmanes creemos y adoramos al mismo Dios, es absolutamente falso. El trasfondo de todo esto, a mi entender, es la predicación de la salvación universal para todos los hombres que, según las palabras del cardenal Wojtyla (y luego Papa Juan Pablo II), ésta [o sea, la salvación] se daría “con independencia del hecho de que el hombre lo supiera o no, lo aceptase o no”. Decir esto es muy grave, porque supone, entre otras cosas, la negación del dogma del pecado original y de la necesidad del bautismo, en contra de las palabras de Jesucristo: "Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea, se condenará" (Mc 16, 16). 

[El hecho de que Juan Pablo II haya sido declarado santo no convierte en infalibles todas sus afirmaciones. Además, hay serios estudios acerca de la infalibilidad de las canonizaciones actuales, aquellas posteriores al Concilio Vaticano II]


En definitiva, lo que hoy está ocurriendo es el mayor ataque a la Iglesia que se ha producido en 2000 años de historia, y este ataque se está produciendo desde la propia roca de la Iglesia. 


¿Cómo es posible que los que deben vigilar por la pureza del mensaje evangélico se hayan rendido ante las corrientes modernistas actuales y proclamen, como si tal cosa, que judíos, musulmanes y cristianos creen en el mismo Dios? Pero ahí están los hechos, que no se pueden ignorar. No podemos mirar para otra parte, como el avestruz, como si no ocurriera nada. Está ocurriendo algo, y muy grave. Y es preciso que reaccionemos ... ¡ya! ...¡ahora! 


¿Qué tenemos que hacer? ... Convertirnos, arrepintiéndonos con sinceridad, de todos los pecados de nuestra vida. Acudir al sacramento de la Penitencia y confesarnos. Es Dios mismo quien nos perdona a través del sacerdote. Éste actúa "in persona Christi".  Renovar nuestra mente y conformar nuestra vida a la de Jesucristo, pues sólo en Él está la salvación. Ésta es la verdadera Iglesia, aquélla que está formada por cristianos que no se avergüenzan de ser lo que son, caiga quien caiga, no importando que la Iglesia "oficial" haya dado la espalda a Dios y se rija por criterios mundanos. 


Por otra parte, no podemos olvidar que cada uno es responsable de su vida. No podemos escudarnos en la conducta de los demás [sean éstos quienes sean, aunque fuesen nuestros mismos "pastores", si no actúan conforme al sentir de la Iglesia de siempre], conforme a las palabras de San Pablo: "Cada uno recibirá su propia recompensa según su trabajo" (1 Cor 3,8). Así pues, "no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios" ( 1 Tes 5, 6). Pero, por encima de todo, tenemos que grabar a fuego, en nuestra mente y en nuestro corazón, estas palabras que Jesús nos dirige, a cada uno, porque nos ama con un amor indecible: "Mira, he aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según haya sido su conducta. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22, 12-13)

(Fin de la primera parte)

domingo, 7 de septiembre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (22) [Sincretismo]

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Esta nueva mentalidad ecuménica malsana, sincretista y relativista, que cada día se está desarrollando con mayor fuerza y fogosidad, desde el Concilio Vaticano II ( hace más de cincuenta años), fue ya condenada solemnemente por Pío XI en su encíclica Mortalium Animos de 6 de enero de 1928, en donde afirmaba: "No pueden obtener la aprobación de los católicos los intentos basados ​​en la FALSA TEORÍA de que, supuestamente, son buenas y laudables todas las religiones (...); aquellos que se adhieren a los defensores de tales teorías se alejan totalmente de la religión revelada por Dios.

Una mezcolanza de religiones, en donde lo único que cuenta es lo que cada uno siente y le reza a "su" dios, estando todos juntos en el mismo lugar, es -además de una farsa y un montaje- lo más alejado que hay de la Verdad, máxime cuando la propia Iglesia Católica se encuentra inserta en ese conjunto de religiones, como una religión más


Cuando se hacen estas cosas, como en los famosos encuentros de Asís, y otros por el estilo, se llega a la conclusión [aunque algunos lo niegan] de que no existen verdades absolutas, sino que cada uno tiene su propia verdad. Lo mismo da una religión que otra (o incluso ninguna) pues todos se salvarán, con independencia de lo que hagan. Este enfoque erróneo de la realidad hace daño a todos pero, en especial, a los fieles católicos, que lo son de verdad ... Todo lo cual ocurre ante la pasividad e incluso, ante la "bendición" de algunos "pastores" de la Iglesia. 


Todo pasa a ser relativo, todo está bien si se realiza siguiendo la propia conciencia [aunque esa conciencia no esté bien formada y conforme con la verdad de las cosas], llegándose a un situación que va directamente contra el mandato del Señor expresado en el Antiguo Testamento e iluminado en el Nuevo:  "El Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno" (Deut 6,4) "No tendrás otros dioses frente a Mí" (Deut 5, 7)  "...No te prosternarás ante ellos y no les darás culto" (Deut 5, 9). Y, sobre todo, aquel pasaje citado por nuestro Señor cuando le preguntaron acerca del mandamiento más importante de la Ley de Dios: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (Deut 6, 5) al que Jesús añadió "y con toda tu mente, ..., y a tu prójimo como a tí mismo" (Lc 10,27). 


Esta idea de "un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos ..." (Ef 4, 5-6), fundamental para la vida de la Iglesia, fue tomada muy en serio por nuestros hermanos en Cristo, los primeros cristianos, que prefirieron morir antes que renegar de su fe. Estos mártires cristianos, que dieron su vida por amor a Jesucristo [y que hoy serían llamados fundamentalistas por el papa Francisco, por haber seguido la Tradición de la Iglesia y haber conservado el depósito de la fe, sin avergonzarse de ser lo que son] éstos -digo- están ya en el Cielo, forman parte de la Iglesia gloriosa y rezan de continuo por nosotros para que nos mantengamos firmes en la fe que hemos recibido.


Por eso llama la atención el interés tan enorme -y tan fuera de lo normal- que se está tomando el santo Padre en el llamado "diálogo ecuménico", "el diálogo interreligioso", las relaciones con el Islam y con el Judaísmo, etc ... Raro es el día que no aparece alguna noticia relacionada con lo que el Papa ha dicho o ha hecho; y no precisamente por su ortodoxia [al menos eso es lo que parece]. Sin ir más lejos, ahí tenemos la idea del Papa, llevada a cabo el día uno de Septiembre de este año de 2014, de convocar un partido interreligioso por la paz, en el Estadio Olímpico de Roma. Sinceramente, ¿eso acerca más a Dios a las personas involucradas? ¿Les ayuda a encontrarse con Jesucristo? Ojalá que así fuera, aunque yo no entiendo cómo; confieso mi ignorancia. Sigo pensando, sin embargo, que la situación más grave por la que está atravesando hoy la Iglesia es la apostasía universal ... ¡y contra eso es contra lo que se debería luchar! Lo demás no deja de ser algo secundario o anecdótico, en el mejor de los casos.



Otra noticia reciente, que data del 4 de septiembre de 2014, es que el que fue Presidente de Israel durante los últimos siete años, hasta el 24 de julio de 2014, Shimon Peres [con 91 años de edad] le ha propuesto al Papa Francisco, en una audiencia privada que ambos han tenido en el Vaticano, crear una especie de ONU de las religiones que el Papa, como líder de prestigio, guiaría al objeto de influir en que no se cometan más crímenes tomando la religión como pretexto. Francisco ha escuchado esa iniciativa pero no se ha comprometido personalmente, por el momento. 

Está claro -o debería de estarlo- que esa no es la misión del Papa. Confío en que el papa Francisco lo tenga también claro; y no tome decisiones que serían muy perjudiciales para la Iglesia. Me vienen a la mente las palabras que Jesús dirigió a Pedro, prediciendo sus negaciones: "Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero Yo he rogado por Tí para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 31-32). 


La misión fundamental del Papa es la de confirmar en la fe a sus hermanossin saltarse un ápice de lo que está escrito en los Evangelios y que es, por lo tanto, palabra de Dios, palabra siempre actual y aplicable a todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Ésta es la doctrina de la Iglesia de veinte siglos, la verdadera doctrina, la  única a través de la cual es posible la salvación, y aquella que debe ser predicada al objeto de que todos los hombres, que así lo deseen, tengan la posibilidad de salvarse, conforme a las palabras de Jesús:  "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20)



(Continuará)