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sábado, 15 de junio de 2019

Muros y carbono; silencio y locuacidad (Carlos Esteban)



Otra vez la llamada urgente para detener el Cambio Climático; de nuevo la insistencia en abrir las fronteras. Es enloquecedor.

El mismo Papa que se niega en redondo a aclarar la confusión en torno a cuestiones de fe, la única misión que se le ha encomendado; que incluso nos pide que abandonemos nuestra ‘obsesión’ por la claridad doctrinal alegando que Cristo no la quiso, puede llegar a ser muy específico sobre asuntos para los que nadie le ha nombrado juez.

“Una política de precios sobre el carbono es esencial si la humanidad quiere usar los recursos de la creación sabiamente”, dijo en el encuentro promovido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con los jefes de las compañías petrolíferas mundiales. “La incapacidad para gestionar las emisiones de carbono ha producido una enorme deuda que ahora tendrán que devolver con intereses quienes vengan detrás de nosotros”. Bastaría sustituir “creación” por “naturaleza” para que el discurso fuera el de un alto funcionario de Naciones Unidas.

¿Por qué habla así el Papa, el Vicario de Cristo? El deber de custodia prudente que tiene el ser humano sobre la creación material puede exponerse de modo genérico, sin presumir cuáles sean las medidas concretas más aconsejables, siendo este un asunto científico en el que la Iglesia no debería comprometerse por razones obvias. Todavía se nos achaca el asunto Galileo como si hubiera sucedido ayer, y consistió exactamente en esto, en decantarse por la defensa del ‘consenso científico’ del momento.

Pero no es como si la Iglesia que le ha sido encomendada estuviera viviendo una edad de oro que permitiera a su Sumo Pontífice dedicarse tranquilamente a sus obsesiones personales, solo tangencialmente relacionadas con la fe. A la ‘fuga masiva’ de fieles en Occidente, que se ha acelerado considerablemente bajo este pontificado, hay que sumar la confusión doctrinal sobre los sacramentos, el mal moral objetivo, la doctrina sobre la sexualidad, la eclesiología y muchas otras cuestiones menores. Por no hablar de la crisis provocada por la política asentada de encubrimiento de abusos sexuales por parte de clérigos, que sigue desarrollándose imperturbable en medio de los ‘parches’ que pone Roma.

En esto, silencio. El Papa calla, y no sólo calla, sino que alaba su propio silencio comparándolo con el de Cristo en Su Pasión. Calla y recomienda que se calle. No debe haber más Viganòs, ha dicho con otras palabras en su reunión con los nuncios, a quienes ha leído la cartilla con excepcional claridad. Los nuncios deben ser totalmente fieles al Papa, no a la doctrina o a la verdad. Ni blogs ni contactos ‘impuros’.

Pero si en lo que su misión debería impelirle aconseja y practica el silencio, en cualquier otra cosa es el Papa más locuaz que hayan conocido los siglos. En cuanto a la comunión de los divorciados vueltos a casar o de los protestantes cónyuges de católicos, ha dejado la respuesta concreta en manos de las iglesias nacionales, pero en lo que se refiere a la complejísima ciencia de la climatología, todo es diáfano y no tiene dudas sobre lo que tenemos que hacer y los sacrificios que debemos sobrellevar. Nada que discernir aquí.

Tampoco tiene demasiadas dudas sobre la intrínseca maldad de las fronteras, como dejó claro una vez más en el mensaje con ocasión de la Jornada Mundial dedicada a los pobres del próximo 17 de noviembre. «Se pueden construir tantos muros e impedir la entrada para engañarse sintiéndose seguros con las propias riquezas en perjuicio de cuantos quedan fuera. No durará para siempre”, dice. Por supuesto que no durará para siempre: nada de este mundo durará para siempre. No, ni siquiera gravando las emisiones de CO2, Santidad. Y así debe ser, porque nuestro destino eterno no está aquí, destino eterno que nos jugamos a cada segundo y que importa infinitamente, pese a que nuestros pastores nos urjan cada vez menos a considerarlo.

“¿Cómo olvidar, además, los millones de inmigrantes víctimas de tantos intereses ocultos, a menudo instrumentalizados para su uso político, a quienes se les niega la solidaridad y la igualdad?», añade. Con todo el respeto, Santidad, los intereses ocultos para promover su llegada a Europa, la instrumentalización política de los protagonistas de esta avalancha son, como poco, igual de poderosos. Como muy poco, a juzgar por las opciones que prefieren los grandes medios de comunicación, las élites intelectuales, las multinacionales, la banca internacional y una mayoría del espectro político occidental.

Pero se me puede discutir, naturalmente. Es lo que sucede con este asunto, que es discutible, y de hecho en las raras ocasiones que los Papas anteriores lo han tratado ha sido para recordar no solo la evidente dignidad humana del inmigrante, sino también el derecho de los Estados para regular sus fronteras.

Es una cuestión política, que no tiene necesariamente que ver con la voluntad de acogida del inmigrante concreto, que exige discernimiento y prudencia por parte del gobernante y que implica consecuencias a muy largo plazo sobre las naciones de acogida. No un asunto para que el padre de los católicos machaque en días alternos, junto a la reducción de las emisiones de carbono, a expensas de la claridad doctrinal que esperamos, que anhelamos, del Santo Padre.


Carlos Esteban