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domingo, 22 de julio de 2018

El cardenal Brandmüller critica la comunión en la mano: ideología de la misericordia ... y otras noticias de Gloria TV


«Jesucristo no se ha andado con ambigüedades acerca del dogma». Cardenal Pie (III)


Un pastor inglés ha tenido la osadía de escribir un libro sobre la tolerancia de Jesucristo, y el filósofo de Ginebra ha dicho, hablando del Salvador de los hombres: “Yo no veo para nada que mi divino Maestro se haya andado con ambigüedades acerca del dogma”


Nada más cierto, mis hermanos: Jesucristo no se ha andado para nada con ambigüedades acerca del dogma. Él ha traído a los hombres la verdad, y ha dicho: “Si alguno no fuera bautizado en el agua y en el Espíritu; si alguien rehusase comer de mi carne y beber de mi sangre, no tendrá ninguna parte en mi reino

Lo reconozco, allí no hay ninguna ambigüedad: es la intolerancia, la exclusión más indudable, la más franca. Y además, Jesucristo ha enviado a sus Apóstoles a predicar a todas las naciones, es decir, a violentar todas las religiones existentes para establecer la única religión cristiana por toda la tierra y sustituir, por la unidad del dogma católico, todas las creencias adoptadas por los diferentes pueblos

Y previendo las revueltas y las divisiones que esta doctrina va a provocar sobre la tierra, Él no se detiene y declara que no ha venido a traer la paz sino la espada, a encender la guerra no solamente entre los pueblos sino aun en el seno de una misma familia, y separar — al menos en cuanto a las convicciones — a la esposa creyente del esposo incrédulo, al yerno cristiano del suegro idólatra. Esto es así, y el filósofo tiene razón: “Jesucristo no se ha andado con ambigüedades acerca del dogma”.
El mismo sofista dice en otro lugar : “Yo hago como San Pablo y coloco la caridad por encima de la fe. Pienso que lo esencial de la religión consiste en que, en la práctica, no solamente es preciso ser hombre de bien, humano y caritativo, sino que a todo el que es verdaderamente tal le basta con creer para ser salvado, no importa cuál religión profese”.

Tenemos ciertamente, mis hermanos, un hermoso comentario de San Pablo que dice, por ejemplo, que sin la fe es imposible complacer a Dios; de San Pablo que declara que Jesucristo no está de manera alguna dividido, que en Él no existe el sí y el no: solamente el sí; de San Pablo que afirma que, si por un imposible, un ángel viniera a evangelizar con otra doctrina que la doctrina apostólica, será necesario declararlo anatema. ¡San Pablo, apóstol de la tolerancia! ¡San Pablo, que marcha derribando toda ciencia orgullosa que se levanta contra Jesucristo, reduciendo todas las inteligencias a la servidumbre de Jesucristo!

Se nos habla de la tolerancia de los primeros siglos, de la tolerancia de los Apóstoles. Mis hermanos, ¡ni lo penséis! Muy por el contrario, el establecimiento de la religión cristiana ha sido por excelencia una obra de intolerancia religiosa. En tiempos de la predicación de los Apóstoles el universo entero poseía, poco más o menos, esa tolerancia dogmática tan elogiada: como todas las religiones eran igualmente falsas e igualmente erróneas, tanto las unas como las otras, ellas no se hacían la guerra; como todos los dioses se ayudaban entre ellos — en tanto que demonios — no eran para nada exclusivistas, se toleraban; Satanás no está divido contra sí mismo. Roma, al multiplicar sus conquistas multiplicaba sus divinidades, y el estudio de su mitología se complicaba en la misma proporción que el de su geografía.

El triunfador que subía al Capitolio hacía marchar delante suyo a los dioses conquistados, con mayor orgullo aún con el que arrastrara a su zaga a los reyes vencidos. Muy a menudo, en virtud de un senado-consultor, los ídolos de los bárbaros se confundían en lo sucesivo con el territorio de la patria, y el Olimpo nacional se agrandaba como el imperio.

El cristianismo, al momento de aparecer (anoten esto, mis hermanos, pues son esquemas históricos de indudable valor relacionados con la cuestión presente); el cristianismo, en su primera aparición, no fue rechazado de plano.

El paganismo se preguntaba si, en lugar de combatir a esta religión nueva, no debía darle cabida en su seno: la Judea se había convertido en provincia romana; Roma, acostumbrada a recibir y conciliar todas las religiones, acogía inicialmente sin mucho esfuerzo al culto venido de la Judea. Un emperador colocaba a Jesucristo, tanto como a Abraham entre las divinidades de su oratorio, como se vio más tarde a otro Cesar proponer rendirle homenajes solemnes.

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Fragmento de sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)

"Es de la esencia de toda verdad no tolerar el principio de contradicción". Cardenal Pie(II)



Es de la esencia de toda verdad no tolerar el principio de contradicción. La afirmación de una cosa excluye la negación de esa misma cosa, como la luz excluye las tinieblas. Allí donde nada es cierto, donde nada es definido, los sentimientos pueden estar divididos, las opiniones pueden variar.

Yo comprendo y pido la libertad en las cosas discutibles: In dubiis libertas. Pero cuando la verdad se presenta con los distintivos de certeza que la distinguen, por lo mismo que es verdad ella es afirmativa, es necesaria y, por consecuencia, es una e intolerante: In necessariis unitas


Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio.

La afirmación se aniquila si ella duda de sí misma, y duda de sí misma si permanece indiferente a que la negación se coloque a su lado. Para la verdad, la intolerancia es el anhelo de la conservación, el ejercicio legítimo del derecho de propiedad. Cuando se posee, es preciso defenderse, bajo pena de ser en breve totalmente despojado.

Por eso, mis hermanos, por la necesidad misma de las cosas, la intolerancia es necesaria en todo, porque en todo hay bien y mal, verdad y falsedad, orden y desorden; en todas partes lo verdadero no soporta lo falso, el bien excluye el mal, el orden combate el desorden. 

¿Qué más intolerante, por ejemplo, que esta proposición: “dos y dos son cuatro”? Si usted viene a decirme que dos y dos son tres, o que dos y dos son cinco, le responderé que dos y dos son cuatro. Y si usted me dijera que no impugna mi manera de contar, pero que mantiene la suya, y que me pide ser tan indulgente con usted como usted lo es conmigo, permaneciendo yo totalmente convencido de que tengo razón y que usted está equivocado, posiblemente yo me callaré, en rigor, porque después de todo me importa muy poco que haya sobre la tierra un hombre para el que dos más dos sean tres o cinco.

Sobre un cierto número de asuntos, donde la verdad fuera menos absoluta o las consecuencias fueran menos graves, yo podría hasta cierto punto transigir con usted. Seré conciliador si usted me habla de literatura, de política, de arte, de ciencias amenas, porque en todas estas cosas no hay un modelo único y determinado. Ahí lo bello y lo cierto son, más o menos, convenciones; y, por lo demás la herejía, en esta materia, no incurre en otros anatemas que los del sentido común y del buen gusto.

Pero si se trata de la verdad religiosa, enseñada o revelada por Dios mismo; si va en ello vuestro destino eterno y el de la salvación de mi alma, por consiguiente ninguna transacción es posible. Me encontrareis inflexible, y debo serlo

Es condición de toda verdad el ser intolerante, pero siendo la verdad religiosa la más absoluta y la más importante de todas las verdades, es por lo tanto también la más intolerante y la más exclusivista.

Mis hermanos: nada es tan exclusivo como la unidad; por lo tanto, escuchad la palabra de San Pablo: “Unus Dominus, una fides, unum baptisma”. No hay en el cielo más que un solo Señor: Unus Dominus. Ese Dios, cuyo gran atributo es la unidad, no ha dado a la tierra más que un solo símbolo, una sola doctrina, una sola fe: Una fides. Y esta fe, este símbolo, El no los ha confiado más que a una sola sociedad visible, a una sola Iglesia, todos cuyos niños son señalados con el mismo sello y regenerados por la misma gracia: Unum baptisma

De este modo la unidad divina, que reside desde toda la eternidad en los esplendores de la Gloria, se manifiesta sobre la tierra por la unidad del dogma evangélico, cuyo depósito ha sido dado en custodia por Jesucristo a la unidad jerárquica del sacerdocio: Un Dios, una fe, una Iglesia (“Unus Dominus, una fides, unum baptisma”).
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Fragmento de sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)

Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio. Cardenal Pie (I)



Los fieles asistimos a una fragmentación de la fe
Sirva como antídoto este sermón del cardenal Pie, ejemplo para sacerdotes y pastores de almas.

“Unus Dominus, una fides, unum baptisma”
“No hay más que un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”
(San Pablo a los Efesios, IV, 5)
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Un sabio ha dicho que las acciones del hombre son las hijas de su pensamiento, y nosotros mismos hemos comprobado que tanto los bienes como los males de una sociedad son fruto de los principios buenos o malos que ella profesa.

La verdad en el espíritu y la virtud en el corazón son dos cosas que se corresponden casi puntualmente: cuando el espíritu se ha entregado al demonio de la mentira, el corazón — no obstante que el desorden no haya comenzado por él — está muy cerca de abandonarse al demonio del vicio. La inteligencia y la voluntad son dos hermanas, entre las cuales la seducción es contagiosa: si ven que la primera se ha abandonado al error, corren un velo sobre la honra de la segunda.

Y porque esto es así, mis hermanos, porque no existe ningún daño, ninguna lesión en el orden intelectual que no tenga consecuencias funestas en el orden moral y aun en el orden material, es que concedemos importancia a combatir el mal en su origen, a secarlo en su fuente, esto es, en sus ideas.

Mil prejuicios se han popularizado entre nosotros: el sofisma, asombrado de sentirse atacar, invoca la prescripción; la paradoja se vanagloria de haber adquirido carta de nacionalidad y derechos de ciudadanía. Los mismos cristianos, viviendo en medio de esta atmósfera impura, no han evitado totalmente su contagio: aceptan demasiado fácilmente muchos de los errores. Fatigados de resistir en los puntos esenciales, a menudo cansados de luchar, ceden en otros puntos que les parecen menos importantes, y no advierten nunca — a veces porque no quieren percatarse — hasta dónde podrán ser llevados por su imprudente debilidad.

Entre esta confusión de ideas y de falsas opiniones nos toca a nosotros, sacerdotes de la incorruptible verdad, salir al paso y censurar con la acción y la palabra, satisfechos si la rígida inflexibilidad de nuestra enseñanza puede detener el desborde de la mentira, destronar principios erróneos que reinan orgullosamente en las inteligencias, corregir axiomas funestos admitidos ya por la convalidación del tiempo, esclarecer finalmente y purificar una sociedad que amenaza hundirse, que envejece en un caos de tinieblas y de desórdenes, donde no será ya posible distinguir la índole y, menos aún, el remedio de sus males.

Nuestra época grita: “¡Tolerancia! ¡Tolerancia!” Se admite que un sacerdote debe ser tolerante, que la religión debe ser tolerante

Mis hermanos: en primer lugar, nada iguala a la franqueza, y yo vengo a decirles sin rodeos que no existe en el mundo más que una sola sociedad que posee la verdad, y que esta sociedad debe ser necesariamente intolerante.

Pero antes de entrar en materia, y para entendernos bien, distingamos las cosas, determinemos el sentido de las palabras y no confundamos nada.


La tolerancia puede ser o civil o teológica

- La primera no es de nuestra incumbencia, y yo me permito sólo una palabra al respecto: si la ley pretende decir que ella autoriza todas las religiones porque ante sus ojos todas ellas son igualmente buenas, o aun hasta porque el poder público es incompetente para tomar partido sobre este tema, la ley es impía y atea; ella profesa, no ya la tolerancia civil tal como vamos a definirla, sino la tolerancia dogmática, y — por una neutralidad criminal — ella justifica en los individuos la indiferencia religiosa más absoluta.

- Por el contrario, si, aun reconociendo que una sola religión es buena, ella tolera y permite el libre ejercicio de las otras, la ley en cuestión — como otros lo han observado antes que yo — puede ser sabia y necesaria, según las circunstancias. Si hay tiempos en que es necesario decir, con el famoso condestable: ” Una fe, una ley” habrá otros donde es preciso decir, como Fenelón a los hijos de Jacobo II: “Conceded a todos la tolerancia civil, aunque no aprobando todo como indiferente, sino sufriendo con paciencia lo que Dios sufre”

Pero dejo de lado este campo erizado de dificultades y, ateniéndome a la cuestión propiamente religiosa y teológica, expondré estos dos principios:

1. La religión que viene del cielo es verdad, y ella es intolerante con las otras doctrinas.

2. La religión que viene del cielo es caridad, y ella está llena de tolerancia hacia las personas.

Roguemos a María que venga en nuestra ayuda e implore para nosotros el Espíritu de verdad y caridad: Spiritum veritatis et pacis. Ave María.

Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio.

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Primer fragmento de un sermón predicado por el Cardenal Pie en la Catedral de Chartres, publicado en “Obras Sacerdotales del Cardenal Pie”, editorial religiosa H. Oudin, 1901, Tomo I pág. 356-377)

Vaticano radical a punto de vengarse del padre Stefano Manelli



Son inminentes sanciones contra el padre Stefano Manelli, de 85 años, el fundador de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, escribe Marco Tosatti el 21 de julio. La Orden de Manelli languidece bajo la mirada de un comisionario vaticano desde julio de 2013.

Los motivos para esta medida enérgica, nunca explicada por el Vaticano, son evidentes: para la actual nomenclatura vaticana, los Frailes son “demasiado católicos”.

Según Tosatti, un documento que contiene sanciones contra Manelli, elaborado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, actualmente está en la mesa de Francisco.

Después que se impongan las sanciones, el Vaticano presionará para que se realice un Capítulo General. El plan es cambiar las Constituciones de los Frailes y abolir el voto de consagración a la Inmaculada y el voto de pobreza. Éste último ha creado una situación en la que todos los bienes materiales de los frailes pertenecen a personas laicas. El Vaticano ha tratado en vano de apoderarse de este patrimonio, pero perdió todas las batallas jurídicas en las cortes italianas.

En consecuencia, el Vaticano trató de utilizar al padre Manelli con la finalidad de ejercer presión en los propietarios de los activos. Después que esto fracasara, parece que Francisco quiere castigar a Manelli, lo cual revela el extraño sentido de justicia de Francisco.

Uno de los importantes burócratas vaticanos que combate a los Frailes es el arzobispo José Rodríguez Carballo OFM, el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica e íntimo de Francisco, quien fue uno de los principales protagonistas del tremendo escándalo financiero que golpeó a los Franciscanos (OFM) en diciembre de 2014. El escándalo fue silenciado rápidamente.

Dado que Carballo es un radical-liberal, nadie lo tocó, por el contrario, Francisco lo promovió para ser arzobispo.

sábado, 21 de julio de 2018

Famoso filósofo impactado por la deslealtad del cardenal de Viena, Christoph Schönborn ... y otras noticias de Gloria TV


Rebelión alemana sobre la comunión para los protestantes: la tierra se abre



Apenas acabó de decir todas estas palabras, cuando el suelo debajo de ellos se hendió, y la tierra abrió su boca tragándolos a ellos, sus casas y todos los partidarios de Coré, con todos sus bienes. Descendieron vivos al scheol con todo lo que tenían, y los cubrió la tierra. Así perecieron de en medio del pueblo. Y todo Israel que estaba en derredor de ellos, huyó al oír sus alaridos; porque decían: “No sea que nos trague la tierra.” También contra los doscientos cincuenta hombres que habían ofrecido el incienso, salió un fuego de Yahvé y los devoró(Números 16:31-35)

Otra vez más, en este pontificado, el tesoro más sagrado de la Iglesia, el Santísimo Sacramento del Altar, se convierte en un objeto de rebelión y división. Primero fue, por supuesto, la falsa controversia sobre la comunión para los adúlteros (los católicos “vueltos a casar”).

Ahora, después de varias negaciones de Roma pero una clara autorización concedida informalmente por Francisco en otra entrevista al regresar de Ginebra a Roma la semana pasada, el primer obispo alemán ha dado finalmente una autorización expresa para que la comunión se ofrezca con regularidad a los protestantes casados con católicos.

En la página de la agencia de noticias EWTN en alemán, está la noticia de que el arzobispo de Paderborn, Hans-Joseph Becker, ha dado plena autorización para la distribución de la sagrada comunión a esposos protestantes: La excusa brindada es que esto se hará “en casos individuales” y no como “norma general”. 

¡No se dejen engañar! Esta es una simple pantalla retórica, una treta para desinformar, son noticias falsas generadas por el arzobispo: lo que importa es que, incluso en estos “casos individuales”, la comunión se ofrecerá con regularidad.

Pero esto no es lo que dice el canon 844 del Código de Derecho Canónico, el cual SÓLO prevé esto ante el “peligro de muerte” u otra “necesidad grave” y sólo cuando profesen la fe católica y estén bien dispuestos – básicamente, en una situación muy urgente en la que los pasos formales para la conversión no son posibles ante un rápido desenlace de la situación personal del no católico. 

Sin duda no es el caso del cónyuge luterano de una persona católica que quiere recibir la comunión regularmente: la respuesta para este cónyuge es que, si está dispuesto, renuncie a su fe anterior y entre en la Iglesia Católica.

Este es un tiempo de sacrilegio, apostasía, cisma, es el tiempo de la rebelión de Coré conducida por miembros de la propia jerarquía en Alemania: Apartaos de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis cosa alguna de ellos, para que no seáis envueltos en todos sus pecados.” (Números 16:26) 

Esta rebelión ha sido provocada por la confusión y las declaraciones ambiguas de un Sumo Pontífice que sólo debiera brindar claridad y certeza.

¡Parce, Domine, parce populo tuo!

jueves, 19 de julio de 2018

"Humanae vitae". Así ha nacido y ¡ay de quien la toque! (Sandro Magister)


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El ajetreo en curso para demoler la "Humanae vitae" –la encíclica de Pablo VI, de 1968, que ha dicho no a los anticonceptivos artificiales–, ha encontrado en estos días un inesperado contratiempo en un libro que reconstruye la génesis de aquél texto, gracias al acceso, por primera vez, a los documentos secretos que le conciernen; acceso autorizado en persona por el Papa Francisco:
El contratiempo es tanto más serio en cuanto que los promotores de un "cambio de paradigma", es decir, de una liberalización de los anticonceptivos –desde el cardenal Walter Kasper al teólogo Maurizio Chiodi, autor de la ya célebre conferencia en la Pontificia Universidad Gregoriana que ha desencadenado la campaña, con la aparente aprobación del Papa Francisco–, se esperaban precisamente de este libro no un obstáculo, sino un posterior apoyo a sus tesis.
De hecho, el autor del libro ha sido coordinador de un grupo de estudio constituido hace más de un año en el Vaticano, precisamente en el clima de una revisión de la "Humanae vitae". Además de Marengo, el grupo lo componían el teólogo Pierangelo Sequeri, nombrado por el Papa presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y de la familia, Angelo Maffeis del Instituto Paolo VI de Brescia y el histórico Philippe Chenaux, de la Pontificia Universidad Lateranense.
La institución del grupo de estudio había sido saludada con mucho fervor por los promotores de la "superación" de la enseñanza de la "Humanae vitae", dado que había sido lanzada precisamente por uno de ellos, monseñor Vincenzo Paglia, muy cercano al Papa Francisco, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y Gran Canciller del Instituto Juan Pablo II. El pasado 8 de marzo, el periódico de la Conferencia Episcopal Italiana "Avvenire" –también plenamente alineado con los innovadores– había llegado a pronosticar "resultados sorprendentes por los estudios autorizados por la Pontificia Academia para la Vida", respecto a la génesis y, consiguientemente, también a la interpretación en términos más liberales de la "Humanae vitae".
Pero mientras tanto, el 9 de mayo, a los innovadores les ha llegado una primera desilusión del miembro más acreditado del grupo de estudio, Sequeri, que en una docta conferencia sobre la "Humanae vitae" en la Universidad Católica de Milán, ha vuelto a confirmar como "injustificable la práctica que procura e impone una esterilización artificial del acto conyugal":
Pero ahora, después de la salida del libro de Marengo, de la desilusión se ha pasado a la consternación. Porque el libro contradice con la fuerza de los hechos justo las tesis más queridas por los promotores del cambio.
De hecho, basta leer sólo la síntesis que Andrea Tornielli ha dado del libro en Vatican Insider –fuente no sospechosa dada su proximidad al Papa Francisco–, para entender cómo ha fracasado sustancialmente el cálculo de exhibir, de entre los papeles secretos de la preparación de la encíclica de Pablo VI, algún asidero que permita redimensionar su enseñanza.
Por ejemplo, es verdad que Pablo VI hizo reescribir a los futuros cardenales Jacques-Paul Martin e Paul Poupard, en la época funcionarios de la secretaría de Estado, el primer borrador de la encíclica, escrita por el entonces teólogo de la Casa Pontificia y también él futuro cardenal Mario Luigi Ciappi. Pero en ambos borradores los contenidos doctrinales eran los mismos, aunque formulados diversamente. Y tampoco el segundo borrador satisfizo a Pablo VI, hasta el punto que lo adaptó de nuevo para remover lo que le parecían ambigüedades, con correcciones de su propia mano o de su teólogo de confianza, el milanés Carlo Colombo.
Los hechos también desmienten que Pablo VI haya descuidado, en la preparación de la encíclica, las exigencias de sinodalidad y de colegialidad, hoy tan ensalzadas –paradójicamente– durante uno de los pontificados más monocráticos de la historia.
En 1967, el año precedente a su publicación, Pablo VI pidió a los casi doscientos padres sinodales reunidos en Roma para la primera asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos, que le entregaran su opinión de manera reservada. Le respondieron 26, cuyas opiniones se encuentran en el libro; entre los que se decantaron por el no a los anticonceptivos artificiales había un futuro Papa y santo, Karol Wojtyla, y el entonces popularísimo obispo americano Fulton Sheen, un predicador de gran temple, también él en camino hacia los altares. Wojtyla, arzobispo de Cracovia en esa época, en sus apuntes entregados a Pablo VI anticipó las profundizaciones de la enseñanza de la "Humanae vitae" a las que después, como Papa, habría dado curso.
Entre los favorables a admitir los anticonceptivos había algunos cardenales y obispos destacados en el campo progresista, desde Suenens a Döpfner y a Léger. También en la importante comisión de estudio constituida por Juan XXIII, y después potenciada por su sucesor, los favorables eran más que los contrarios. Pero según el libro de Marengo, resulta también confirmado que Pablo VI "examinó con muchísima atención" sus posturas y las rechazó –como escribió después en el prólogo de la encíclica– sólo porque había reconocido en ellas "algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza".
Con otras palabras, del libro se deduce que Pablo VI, lejos de vacilar y dudar hasta lo último, ejerció "en virtud del mandato que Cristo nos confió" precisamente ese "discernimiento" que hoy se exalta tanto y que, en ese mismo año 1968, le llevó a volver a confirmar solemnemente las verdades fundamentales de la fe católica contra las dudas difusas, con la proclamación pública de lo que definió el "Credo del Pueblo de Dios".
Como es sabido, la "Humanae vitae" fue inmediatamente sometida a una onda masiva de contestaciones, incluso por parte de importantes sectores de la jerarquía. Pero Pablo VI nunca retrocedió ni un solo paso. Al contrario, la consideró siempre uno de los puntos más altos de su misión de sucesor de Pedro. En su última homilía pública, en la fiesta de los santos Pedro y Pablo de 1978, al resumir su pontificado indicó sus actos más significativos precisamente en la "Humanae vitae" y en el "Credo del Pueblo de Dios".
A los partidarios de una revisión de la "Humanae vitae" no les queda más que insistir –como están haciendo– diciendo que su enseñanza no es "ni infalible ni irreformable", como efectivamente declaró, en la época de su publicación, un teólogo de primer plano de la Pontificia Universidad Laterananse, Ferdinando Lambruschini, que según la opinión corriente, se expresó de tal forma por petición directa del Papa.
El hecho es que, inmediatamente después de aquellas declaraciones, Lambruschini fue apartado de la enseñanza, nombrado arzobispo de Perugia y sustituido, en la Lateranense, por un teólogo moralista de extremo rigor, Ermenegildo Lio.
Por no decir que, planteada así, la cuestión parece más bien impropia, ya que la "Humanae vitae" no contiene proclamación alguna de un dogma de fe, por lo que la encíclica no configura un "magisterio definitorio", sino más bien un "magisterio definitivo", es decir, la reafirmación de una enseñanza constante en la historia de la Iglesia, como confirmó solemnemente Juan Pablo II, sucesor de Pablo VI, en un memorable discurso en el vigésimo aniversario de la encíclica:
Sandro Magister

Tres cosas que me gustaría decir al Sínodo de la Juventud – por el maestro Aurelio Porfiri



No son muchos los que pueden saber esto, pero en el pasado he participado en muchos sínodos vaticanos.

No, nunca fui un padre sinodal, pero fui el organista que acompañó a los Padres sinodales durante la Hora de Tercia. Nunca tuve la oportunidad de intervenir en estos encuentros, y dado lo que he estado escribiendo desde hace algunos años hasta ahora, supongo que no estaré invitado a hacerlo en el futuro.

Ahora que estoy entrando en la etapa de la madurez, tengo algo que decir respecto al próximo Sínodo de la Juventud, al menos 
en tres cosas. Y puesto que no puedo expresarme durante el sínodo, lo haré aquí.

(1) Jóvenes, no absoluticen su juventud. Es algo pasajero, un tiempo de maduración hacia la edad adulta. Los que elogian a la juventud por sí misma o bien son cínicos o son viejos. Por eso no puedo soportar las “misas juveniles”. Las Misas son para todos, no sólo para un segmento del Pueblo de Dios.

(2) Jóvenes, recuerden que el Papa les dice que sean protagonistas de su historia. No acepten pasivamente lo que los discursos dominantes les hacen creer, incluyendo algunos discursos presentes en nuestra Santa Madre Iglesia. Pidan a la Iglesia que desafíe al mundo, que le haga preguntas, si es necesario, que no se disuelva en el abrazo mortal del mundo.

(3) Jóvenes, experimenten la Tradición. No digo el “tradicionalismo”, sino la Tradición, los tesoros del arte, de la belleza, de la espiritualidad, de la oración y de la cultura que nuestros padres nos han transmitido. Recuerden que los que abrazan la Tradición ven más lejos. Veo cómo mi vida terrenal se vuelve más breve cada día. Ustedes son mi esperanza, ustedes son las piernas que continuarán lo que ustedes y yo hemos recibido.

miércoles, 18 de julio de 2018

Un sacerdote italiano propone convertir las iglesias en refugios para ilegales (Carlos Esteban)



Hablábamos el otro día de la conferencia que se prepara a vuelta de verano sobre el destino de los lugares de culto que han dejado de serlo, iglesias que -en alto número en la Europa rápidamente descristianizada- se convierten a veces en centros comerciales, garajes e incluso discotecas.

Pero no es siempre necesario que las iglesias pierdan su titularidad católica para que el culto quede, como mucho, como una actividad residual y accesoria.

El órgano de la Conferencia Episcopal Italiana, Avvenire, entrevista en su último número al sacerdote comboniano Alex Zanotelli, uno de los ‘activistas’ que mantiene un ayuno-protesta contra el ‘dictador Salvini’ y su postura antiinmigracionista y que quiere que los templos católicos se conviertan en refugios para los recién llegados de las costas africanas.

Sí, es una mejora con respecto a las palabras del obispo emérito de Caserta, que se mostraba partidario de convertir todas las iglesias católicas en mezquitas, si eso podía ayudar a los ‘refugiados’, aunque nadie entienda bien cómo.
“Propongo a la Iglesia italiana seguir el ejemplo estadounidense y convertirse en ‘sanctuary’, refugio para quien está destinado a ser deportado de vuelta a países donde se arriesgan a morir”, declara el sacerdote a Avvenire. “Se trata de albergar dentro de los edificios sagrados a inmigrantes clandestinos, darles una ‘zona franca’, con el fin de que la policía no pueda arrestarles”.
Es curiosa esta confianza, digamos de pasada, en la inviolabilidad de los espacios sacros para la policía de un Estado laico, en un país tan afectado por la creciente secularización como cualquiera en el Occidente europeo. ‘Acogerse a sagrado’ era, sí, una vieja tradición europea, pero de cuando Europa era universal y oficialmente cristiana y, sobre todo, de cuando el centro de la vida cristiana estaba en la adoración más que en las periferias. Era entonces el catolicismo más una ‘Iglesia de entrada’ que de salida, a diferencia de ésta, caracterizada por la cantidad de cristianos que salen de ella cada año.

Pero igual que en su ayuno, Zanotelli y los suyos subrayan su condición de ayunantes, en lugar de perfumarse la cabeza y lavarse la cara como aconseja el Evangelio, también en esta propuesta se refleja esa hipócrita política de signos y poses que la realidad derriba de un soplido.

¿Convertir las iglesias en albergue de clandestinos? Ahí tiene el APSA, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica sus más de 5.000 propiedades inmobiliarias repartidas, sobre todo, por Italia. Hace poco que tiene un nuevo administrador, el ex secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, Nunzio Galantino, tan conmovido con la condición de los refugiados como el que más, a juzgar por sus constantes declaraciones en este sentido.

Pero eso sería vertiginosamente real, ¿verdad? Que la Iglesia sea realmente ‘pobre’,  como ha repetido el Santo Padre y dicen desear con él los clérigos con intenciones de ascender en la jerarquía, está al alcance de Galantino, que puede deshacerse de ese multimillonario patrimonio y cederlo a los refugiados con una firma. Pero mejor nos quedamos con los gestos, o cedemos las iglesias a las que, total, solo acude un puñado de cristianos sospechosos de rigidez, ese pecado del que debemos siempre guardarnos.

Este eclipse del culto, sin embargo, quizá fuera preferible a la profanación de la Santa Misa por quienes tienen la sagrada responsabilidad de celebrarla. Es el caso, por poner un ejemplo de ayer mismo, del padre Fabian Ploneczka, de la diócesis alemana de Augsburgo, en cuya primera misa, recién ordenado, bailó un joven en taparrabos y el nuevo cura habló en la homilía del “erotismo de la fe” y aconsejó un “amor sensual por Jesús”.


Para eso, sí, mejor refugios.

Carlos Esteban

Noticias varias del 17 de julio de 2018

ONE PETER FIVE

Dialogue or Disassociation: What to Do with Heretics and Public Sinners in the Church

Martín Lutero en la Dieta de Worms

EL ORIENTE EN LLAMAS



GLORIA TV


IOTA UNUM

Los santos que vienen (I)  (Capitán Ryder)


INFOCATÓLICA

El pueblo argentino está en contra de la legalización del aborto


A Mordor en tren



LIFE SITE NEWS

Papa elogia directrices de Lisboa que permiten la comunión a los divorciados vueltos a casar


ONE PETER FIVE

Un veterano periodista católico afirma que "Todos los obispos involucrados en escándalos de abusos sexuales deben renunciar"


LA  NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA

El año cero de las vocaciones. La esperanza es la tradición


KATHOLISCHES

Declaración ecuménica Anglicana-Católica




Selección por José Martí

martes, 17 de julio de 2018

‘Castigan’ a un sacerdote irlandés tras dar una homilía provida (Carlos Esteban) [breve comentario al final]



Bruscamente y sin previo aviso, el padre James E. Larkin, de la parroquia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Clonskeagh, ha sido obligado a abandonar su iglesia para ocuparse de la capellanía de las Hermanas de Loreto en Rathfarnham por su obispo, Diarmuid Martin, tras dar una homilía contra el aborto que molestó a algunos de sus parroquianos, informa Church Militant.

El inesperado traslado es, según fuentes consultadas por la web de información católica, resultado directo de la homilía que pronunció Larkin después del referéndum que el pasado mayo llevó a la derogación de la Octava Enmienda de la Constitución, que protegía expresamente la vida del no nacido.

Larkin recordó a sus feligreses que votar a favor de la matanza legal de niños es un grave pecado que exige el arrepentimiento y la confesión. De hecho, pidió a la congregación que consideraran acercarse al confesionario antes de comulgar si habían votado ‘Sí’.

La rapidez y la injusticia percibida del traslado han entristecido a numerosos parroquianos. La parroquia, por su parte, no ha querido comentar la noticia salvo para confirmarla, añadiendo sólo que el Padre Larkin era “un sacerdote preconciliar”.

El pasado 13 de julio, Larkin dio su última misa en la parroquia, ocasión en la que leyó a sus feligreses la carta en la que Monseñor Martin le ordenaba el traslado con efecto inmediato, prohibiéndole dar más misas públicas o mantener el contacto con sus antiguos feligreses.
En el episcopado se refieren a una simple forma de jubilación, aunque no comentan sobre lo súbito de la orden. Martin ha mantenido un empecinado silencio sobre el hecho de que, en un país en el que una abrumadora mayoría se confiesa aún católica, dos tercios hayan apoyado el derecho de las madres a eliminar a sus hijos no nacidos.

Martin será el anfitrión del Encuentro Mundial de las Familias de este agosto, en el que una de las estrellas invitadas será el jesuita Padre James Martin, famoso por su proximidad a los grupos LGBTI.

Carlos Esteban 

COMENTARIO

Vivir para ver. Esto es algo insólito y demuestra hasta qué punto el diablo se ha infiltrado en la Iglesia, tanto en las altas Jerarquías como en el pueblo llano. Una auténtica pena y una gran tristeza ... humanamente hablando. 

Pido por este valiente sacerdote, que no se ha arredrado de decir la verdad, aunque ello le haya costado el ser despedido 'ipso facto' de su parroquia, de un modo contundente y sin explicaciones ... y no por los "enemigos" de la Iglesia sino por su propio obispo, falso pastor que confunde a sus ovejas y abusa de su "poder". 

En realidad de verdad, me da más pena este señor obispo que el sacerdote. Éste ha actuado así cumpliendo su misión y actuando conforme a  la voluntad de Dios, pues "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". No así su obispo, que tendrá que rendir cuentas a Dios por esta injusticia.

José Martí