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miércoles, 13 de mayo de 2020

El acordonamiento policial del santuario de Fátima (R. De Mattei)



En la víspera del centésimo tercer aniversario de las apariciones de Fátima, se ha sabido que la Guardia Nacional Republicana portuguesa inició el pasado 9 de mayo la operación «Fátima en casa» al objeto de impedir que los peregrinos accedan al santuario este 13 de mayo. La noticia la ha dado Vítor Rodriguez, jefe de operaciones, que ha elogiado la «fantástica actitud de colaboración» de los miembros de la Iglesia Católica con los que la GNR ha cooperado «durante muchas semanas» ). A raíz de esta operación de «confinamiento», el santuario de Fátima ha sido colocado bajo la vigilancia de 3500 efectivos de la Guardia Nacional, con la misión de evitar que se acerquen fieles sin una justificación razonable (https://diariodistrito.pt/fatima-cercada-por-3500-gnr/amp/). Está claro que para las autoridades rezar no es una justificación razonable. En la práctica, no sólo se han acordonado todas las vías de acceso, sino también otros centros de devoción como Aljustrel, pueblo natal de Lucía, Francisco y Jacinta; Valinhos, lugar de la aparición de agosto, y el propio Vía Crucis.

Parece que hubiéramos vuelto a las vísperas de la Revolución Francesa, cuando el jansenismo, el galicanismo, el iluminismo y el catolicismo iluminado –fuerzas dispares y heterogéneas pero con el común denominador del odio a la Iglesia Roma– se entremezclaban y redoblaban esfuerzos a la sombra de las logias masónicas con miras a la destrucción definitiva del orden religioso y social que se cimentaba en la Cristiandad.

La limitación de las actividades de la Iglesia al terreno de la conciencia se basaba en la idea de que sólo el Estado tenía autoridad sobre la sociedad. Pero despojar a la Iglesia de su misión pública significa condenarla a una lenta asfixia y posteriormente a la muerte. El representante de esa política anticatólica en Portugal fue José de Carvalho e Melo, marqués de Pombal, destacado exponente de la Masonería y jefe del Gobierno entre 1750 y 1777 bajo el reinado de José I de Braganza. En el Imperio de Austria, José II de Habsburgo-Lorena aplicó una política similar entre 1765 y 1790, por lo que se conoció como josefinismo. El soberano nombraba obispos y abades, intervenía en la vida de las órdenes religiosas y se presentaba como reformador de la disciplina eclesiástica. Derechos tradicionalmente atribuidos a la Iglesia, como la educación y la institución misma del matrimonio, fueron absorbidos por el Estado. Las confiscaciones del patrimonio eclesiástico, el cierre de los conventos y seminarios, una nueva distribución de las diócesis, una reglamentación minuciosa del culto y la influencia doctrinal del Estado en la formación del clero priorizando las corrientes heterodoxas llevaron al colmo el proceso de secularización de la casa real de Habsburgo. «Con este gobierno filosófico –señalará el filósofo suizo Carl Ludwig von Haller en un célebre texto–, ya nada era sagrado: ni propiedad, ni ley natural, ni promesas, ni contratos ni derecho privado» (La restaurazione della scienza politica, tr.it., Turín, Utet 1963, vol. I, p. 280).

La diferencia que va de entonces a hoy es que en aquella época la política laicista la llevaron a cabo gobiernos fuertes, a veces con la colaboración de los obispos, pero siempre contra la Cátedra de Roma. Los papas condenaron enérgicamente dicha política. Hoy en día, por el contrario, gobiernos débiles e incompetentes ejercen una política análoga, en muchos casos con la colaboración de los obispos, y siempre con la tácita aprobación de la autoridad de Roma. Bastaría ciertamente una palabra clara del papa Francisco para desbaratar esta maniobra anticlerical y dar nuevamente voz al pueblo de Dios, que después del coronavirus se muestra, no sumiso, sino más vivo y dispuesto a la resistencia de lo que había estado hasta ahora.

En un ambiente de creciente confusión, el acordonamiento del santuario de Fátima por parte de la Guardia Nacional portuguesa resulta igual de escandaloso que la clausura de las piscinas de Lourdes el pasado 1 de marzo. Ahora bien, la mayor responsabilidad del escándalo no recae sobre las autoridades militares portuguesas, sino sobre las eclesiásticas, empezando por el cardenal Marto, obispo de Leiría-Fátima. Dichas autoridades ofrecieron, o quizás solicitaron, colaboración a las autoridades civiles para prohibir las peregrinaciones en el aniversario de las apariciones de Fátima.

El actual espíritu de sumisión al mundo y a sus autoridades por parte de los prelados lusos y del propio papa Francisco deja entrever que en un futuro a estos clérigos no les importará someterse al islam aceptando convivir en régimen de sharía –es decir, total subordinación– a quienes desean convertir a Europa en tierra de Mahoma. El caso de Silvia Romano, la voluntaria italiana secuestrada en Kenya el 20 de noviembre de 2018 y liberada en Somalia el pasado 9 de mayo, resulta emblemático. Esta muchacha, que trabajaba en una ONG en Kenya, al cabo de dieciocho meses prisionera reapareció como una convencida seguidora del Corán. La iglesia de su barrio la recibió echando las campanas al vuelo. Está claro que para su párroco la apostasía es un mal menor en comparación con el bien de la recuperada libertad. Actualmente, junto con la salud, la libertad contra toda restricción parece ser el bien supremo para todos. En el caso de Silvia Romano se ha hablado de síndrome de Estocolmo, ese estado particular de dependencia psicológica que se manifiesta en muchas víctimas de violencia. Pero se diría que hoy en día el síndrome de Estocolmo es el estado psicológico y moral del Vaticano y de buena parte de las conferencias episcopales para con los poderles laico-masónicos de Occidente y con el islam que avanza.

La cosa adquiere más gravedad si se tiene en cuenta que precisamente en Fátima la Santísima Virgen pidió oración y penitencia, tanto privada como pública, para evitar los castigos que se ciernen sobre el mundo. Pero este 13 de mayo el santuario de Fátima está inmerso en un vacío fantasmal, como Lourdes y como la Basílica de San Pedro en Semana Santa. Cuesta no ver en tan simbólicos sucesos la proximidad de los grandes castigos que anunció la propia Virgen en Fátima. La prohibición para los fieles católicos de manifestar públicamente su devoción a la Virgen en su santuario acerca la hora de los mencionados castigos, que tal vez se hayan iniciado ya con el coronavirus. Olvidar la inminencia de estos castigos para perseguir a los propagadores de la peste puede conducirnos a un peligroso laberinto.

Quien no recuerda la presencia de la mano de Dios en las calamidades a lo largo de la historia demuestra que no ama la justicia divina. Y quien no ama la justicia de Dios, corre el riesgo de no merecer su misericordia. El aislamiento del santuario de Fátima, más que la clausura de un lugar, parece el silencio impuesto a un mensaje.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
 
Roberto de Mattei

Fátima, un recuerdo incómodo (Carlos Esteban)


 
Hoy se cumple el aniversario de las primeras apariciones de la Virgen en Fátima, aprobadas por la Iglesia, una conmemoración de advertencias y milagros muy poco acorde con la tendencia actual entre nuestros jerarcas.

Tal día como hoy, 103 años atrás, la Virgen María se empezó a aparecer a tres pastorcitos en una remota y paupérrima región de Portugal. La Reina del Cielo les reveló profecías en forma de secretos, hizo advertencias de castigos, pidió penitencias y oraciones, especialísimamente el rezo del Rosario, les dio a los videntes visiones del infierno, obró milagros ante miles de testigos. Incluso el ángel que precedió en las visiones a la Virgen se presentó como “el ángel de Portugal”, un ángel al que sí parecen importarle las fronteras y que les conminó a una especial devoción por esa misma Eucaristía de la que hoy estamos privados los fieles.

Todo, en fin, muy incómodo, casi embarazoso, para una clerecía cuyas obsesiones van, si no abiertamente en contra de todo esto, sí por caminos muy diferentes.

Para empezar por alguna parte, la Virgen anuncia castigos a la humanidad, algo que más de un obispo y numerosísimos teólogos nos aseguran hoy, a cuenta de la pandemia que ha dado excusa a un parón y a un encierro casi universales, que Dios no hace nunca.

Para seguir, hizo milagros. Los milagros pertenecen, a efectos prácticos, al sector de la Iglesia más despreciado por los doctos renovadores y clérigos avanzados. Cuando José Manuel Vidal, de Religión Digital, escribió recientemente su satisfacción de ver que avanzábamos hacia una Iglesia “menos milagrera y más científica”, estaba expresando una opinión ampliamente compartida por la hodierna cúpula oficial. Los milagros dan así como un poco de vergüenza ajena a los teólogos imperantes, no digamos ya la Virgen apareciéndose a unos pastorcitos analfabetos (ni un solo doctorado de Teología entre los tres) para anunciar prodigiosos castigos.

Y el infierno, ay. ¿Quién habla hoy del infierno? ¿Cuándo fue la última vez que su párroco predicó sobre el infierno, o incluso lo mencionó? ¿O del Cielo, o el Juicio, o cualquier otra realidad teológica que les y nos recuerde que estamos de paso y que nos espera, para siempre, un destino inefablemente glorioso o terrible? Son, al fin, realidades de obvio interés general, de las que están llenos los evangelios (como lo están de milagros, por otra parte), mientras que Jesús no dijo una palabra de ecología o política migratoria.

Realmente es una conmemoración que parece, como en su día, levantar ampollas en la propia Iglesia a la que se dirige y que ha decidido dar importancia a asuntos muy alejados de los que anuncia la Virgen.

Carlos Esteban

Fátima: una revelación privada con vocación de universalidad (Padre Ángel David Martín Rubio)



Discernir el valor y la función de las apariciones en la Iglesia es la cuestión fundamental que hay que responder para dilucidar todas las demás implicadas en la pregunta sobre Fátima[1].
Las apariciones y revelaciones
La teología bíblica opone la Revelación, que es palabra de Dios, a otras revelaciones, que no tienen su mismo carácter[2]. Vallgornera define la revelación como «la manifestación sobrenatural de una verdad oculta o de un secreto divino hecha por Dios para bien general de la Iglesia o para utilidad particular del favorecido». De esta misma definición se desprende la división fundamental de las revelaciones divinas en públicas y privadas, según que se dirijan a toda la Iglesia (las Sagradas Escrituras) o a una persona en particular. Las públicas son el fundamento de nuestra fe, y solamente la Iglesia es su depositaria y guardiana; de ellas se ocupan la Apologética —motivos de credibilidad— y la Teología dogmática. A la Teología mística afectan únicamente las revelaciones particulares o privadas.
Para Melchor Cano «Las revelaciones privadas no conciernen a la fe católica y no pertenecen al fundamento y principio de la doctrina eclesiástica, es decir, de la verdadera y auténtica teología, porque la fe no es una virtud privada, sino común» (Opera de locis regis, libro 12, c. 3, conclusión, 3). La mística se muestra reservada sobre estos fenómenos: «…el alma pura, cauta, y sencilla y humilde, con tanta fuerza y cuidado ha de resistir las revelaciones y otras visiones, como las muy peligrosas tentaciones» (San Juan de la Cruz, Subida al Carmelo, 2, c. 27).
La certidumbre absoluta de la Revelación se opone con toda razón a la incertidumbre relativa de las apariciones, incluso reconocidas, porque este reconocimiento no se hace sino a título de probabilidad. ¿Es realmente Cristo, o es realmente la Virgen quien se aparece? ¿No puede tratarse de una piadosa ilusión? ¿No es natural que el caso de los visionarios sugiera y reclame una exquisita prudencia?
En los siglos XIX y XX la crítica de inspiración racionalista, modernista y neomodernista ha desarrollado contra las apariciones unas objeciones radicales que, al igual que la ideología que las inspira ha encontrado eco abundante y frecuente en ambientes eclesiales. La desmitologización propuesta llegaba incluso a poner en duda las apariciones de Jesucristo después de su Resurrección, para terminar negando la resurrección de los cuerpos.
Este movimiento reductor utilizó contra las apariciones múltiples argumentos:
  • El racionalismo prohibía toda interferencia del cielo con la tierra. El cientifismo declaraba imposible el milagro y llamaba alucinaciones a las apariciones.
  • Más profundamente y más radicalmente, la filosofía idealista, que domina en nuestra época desde Kant y Hegel, y hace prevalecer la subjetividad en todas las cosas, notablemente en materia de apariciones.
  • En la época moderna, la crítica se ha convertido en sospecha, en duda sistemática. Esta crítica de los valores supremos, desarrollada a partir de enfoques materialistas, hizo las delicias de los grandes maestros de la sospecha: Marx, negador de Dios y de todo lo que sea espiritual; Nietzsche, iconoclasta del cristianismo en el nombre de los valores vitales de la voluntad de poder; Freud, desmitificador de los valores morales y religiosos, fuente de rechazo y de neurosis.
En aparente contradicción con este panorama, en los siglos XIX y XX han proliferado las manifestaciones marianas. Las apariciones de Nuestra Señora a Santa Catalina Labouré, en 1830, marcaron el inicio de un ciclo de grandes revelaciones marianas: La Salette (1846), Lourdes (1858) y Fátima (1917).
Fundamento escriturístico
La visión de la Mujer Coronada (Ap 12) ¾que la Liturgia lee figurativamente en las fiestas de la Virgen y la iconografía cristiana utiliza para representar a la Inmaculada Concepción¾ tiene por objeto, a la vez, el misterio de Cristo, el misterio de la Iglesia, el misterio del desencadenamiento de las hostilidades y la caída definitiva de Satán y sus asociados.
Y un signo magno apareció en el cielo
Una mujer revestida del sol
Y la luna debajo de sus pies
Y en su cabeza una corona
De doce estrellas –
Y gestaba en su vientre
Y clamaba los dolores
Y era atormentada de parto[3]
Aunque muchos autores refieren la figura de la mujer de Ap 12 a Israel o a la Iglesia, con o sin referencia mariana explícita, «parece lógico concluir que, dada la ambivalencia simbólica del género apocalíptico, no hay necesidad, en principio, de seleccionar de modo excluyente la interpretación mariana o la eclesial, ya que caben perfectamente las dos lecturas». Más aún si tenemos en cuenta el contexto: «globalmente el autor del Apocalipsis quiere asegurar a sus lectores la victoria última de la Iglesia en tiempos de persecución». «La lucha con el dragón no se concreta en ningún episodio histórico de la vida de la Virgen, sino que se aplica a su plena asociación al Hijo Redentor»[4].
Fundamento teológico
A lo largo de toda la historia de la Iglesia hubo quienes se ocuparon de recordar y destacar que María Santísima es el Gran Signo de Dios sobre la tierra. Entre aquellos que han enseñado y predicado la misión providencial de la Madre de Dios se destaca san Luis María Grignion de Montfort. En su «Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen», el santo misionero anuncia, con acentos de profeta, que pronto se establecerá el Reino de Jesús por María.
Por María ha comenzado la salvación del mundo y por María debe ser consumada. María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo… Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos. (Cfr. nº 49-50).
Fátima y los papas
El evento de Fátima ha recibido por parte de la Iglesia -que por lo general, se muestra siempre muy cauta ante los fenómenos sobrenaturales- un reconocimiento que no tiene igual en la historia cristiana y que sitúa esa aparición y ese mensaje, objetivamente, por encima de todas las llamadas “revelaciones privadas”: todos los papas que se han sucedido han acreditado las apariciones con discursos oficiales, actos y peregrinajes, evocando a menudo comparaciones bíblicas. Pablo VI sentía Fátima como un lugar “escatológico”. Dijo: “Era como una repetición o una anunciación de una escena del final de los tiempos”. El santuario portugués recibió nada menos que tres visitas de Juan Pablo II. Más tarde, el papa Wojtyla beatificó a los dos pastorcillos que murieron de niños (Francisco y Jacinta Marto) y consagró solemnemente el tercer milenio al Corazón Inmaculado de María. Por último, la tercera parte del Secreto –que durante todo el siglo XX dio pábulo a voces apocalípticas- fue desvelada por la Santa Sede con un sesgo oficial que, una vez más, no tiene precedentes en la historia cristiana»[5].
En conclusión, no puede reducirse el mensaje de Fátima a simple y no vinculante “revelación privada”, similar a otras muchas apariciones y experiencias sobrenaturales personales, vividas por los místicos y los santos
  • Porque los protagonistas no son místicos, sino unos niños corrientes.
  • Porque la Virgen les confía un mensaje público dirigido al mundo a través de la Iglesia.
  • Porque tales apariciones han recibido un particular respaldo por parte de la Iglesia.
Cuando una revelación privada es ratificada públicamente por la Iglesia, aunque con ello no pretenda obligar a los cristianos, sería una temeridad despreciar superficialmente el juicio que, como sello de autenticidad da la Iglesia y máxime cuando estamos hablando de unas revelaciones universalmente conocidas y cuya influencia en el pueblo fiel nunca ha escapado a la autoridad eclesiástica.
La Santísima Virgen tiene una misión que Dios le ha dado. Y Fátima no hace sino recordar y confirmar esta verdad, en unos tiempos en que el mundo se ha apartado de Dios y necesita convertirse, y los cristianos necesitamos de una especial asistencia del Cielo para mantenernos firmes en la fe y en la fidelidad a los Mandamientos. Esa asistencia Dios quiere dárnosla por mediación de su Madre.

[1] Cfr. René LAURENTIN, Apariciones actuales de la Virgen María, Madrid: Rialp, 1989.
[2] Cfr. sobre el fenómeno místico de las locuciones y revelaciones en general: Antonio ROYO MARÍN, Teología de la perfección cristiana, Madrid: BAC, 1958, 814ss.
[3] Leonardo CASTELLANI, -El Apokalipsis de San Juan, Madrid: Homo Legens, 2010, 177; cfr. 177- 189.
[4] Cfr. Miguel PONCE CUÉLLAR, Mariología, Barcelona: Herder, 1995, 166-183
[5] Antonio SOCCI, El cuarto secreto de Fátima, Madrid: La Esfera de los Libros, 2012, 24-25.

martes, 12 de mayo de 2020

Entrevista realizada por el P. Javier Olivera Ravasi, SE a Mons. Schneider, vía internet


1)      Covid-19: ¿castigo, “casualidad”, o experimento del Nuevo Orden Mundial?
Aún no se ha realizado un análisis objetivo del origen de Covid-19. Hay varias opiniones sobre si este virus fue fabricado o si tiene un origen natural. Esto se verá más claramente en el futuro. La situación objetiva de un confinamiento de casi toda la población del planeta es única y esta proporción no tiene precedentes en la historia. El confinamiento radical está mostrando consecuencias desastrosas en el sector de la economía, comparables a las consecuencias debido a una guerra mundial. La economía privada ha sido gravemente dañada. Parece que después de la crisis causada con Covid-19, el estado tendrá más influencia en la dirección de la vida económica y también en la posesión de la propiedad. Existe el peligro de establecer una forma de comunismo de estado.
Otra consecuencia nefasta de esta crisis y confinamiento es el evidente y creciente control del estado sobre la vida privada de los ciudadanos. Hay evidencia de declaraciones públicas de políticos en varios países de la introducción de una vacuna obligatoria para todos los ciudadanos.
Sin embargo, la consecuencia más dolorosa es la prohibición del culto católico público.
Las medidas drásticas de seguridad de la salud son evidentemente desproporcionadas, y esto se compara con la tasa de mortalidad causada por este virus y una fuerte gripe que tuvo lugar periódicamente en los últimos años. En muchos países, la tasa de mortalidad por Covid-19 es menor que durante la gripe estacional. En Kazajstán, por ejemplo, hasta ahora solo hemos tenido 32 casos de muertes causadas por Covid-19, de una población total de 18 millones, y entre estos casos la mayoría eran personas mayores o personas con enfermedades previas y crónicas. También hay casos presenciados por miembros del personal médico de falsificación del número de infectados de Covid-19. Como ejemplo: según datos oficiales del gobierno de Alemania durante la gripe severa en Alemania 2017-2018, el número de muertes fue de 25 000 en el período de 4 meses, mientras que el número de muertes en Covid-19 es de 6 800 en el período de 3 meses, si agregamos otro mes, el número podría ser un máximo de 8 000. Según datos oficiales, Covid-19 ha en Alemania solo un tercio de casos de fatalidad en comparación con la gripe hace 3 anos.
Estos hechos por sí solos ya demuestran la desproporción de las medidas adoptadas. Sospechoso es también la orquestación del miedo y del pánico público a través de los medios de comunicación, realizada de una manera única de acuerdo con el pensamiento uniforme, eliminando voces disidentes, como en una vera y própia dictatura. El lenguaje de las noticias es claramente alarmante y revela un carácter de propaganda. Los métodos, el contenido del informe de noticias sobre Covid-19, las medidas de contención fueron las mismas incluso en sus detalles en la gran mayoría de los países, como si fueran planeados por un cuerpo central.
Todos estos elementos obvios muestran más que suficiente que las proporciones de casos de mortalidad causada por Covid-19 no superan en varios países el fenómeno de una gripe estacional fuerte, e que se utiliza esta situación como un instrumento para propósitos más globales, sin excluir la posibilidad de un establecimiento gradual de un Nuevo Orden Mundial, dirigido por estructuras ideológicas centrales.
2)      ¿Alguna vez pensó vivir una situación como la que estamos viviendo? Y no nos referimos al COVID-19, sino a la actitud del mundo y a la actitud de los católicos frente a todo esto.
Creo que ninguno de nosotros podría imaginar vivir en un confinamiento tan drástico bajo un control y supervisión totales, como un verdadero estado policial, casi el estado de terror sanitario.
Impresionante es el hecho de que la mayoría de la población acepta sin resistencia el comienzo de un control total de los ciudadanos. Debe abrir al menos un debate serio y pacífico a nivel científico y político sobre las causas, el peligro de contagio y la fatalidad de Covid-19. Parece que tal debate ha sido descartado hasta ahora por la nomenklatura política y de los medios de comunicación. Las voces de los disidentes no se escuchan en tiempos de totalitarismo.
Uno puede preguntarse si la situación actual es un castigo divino. Todas las catástrofes y enfermedades naturales e incluso la muerte son consecuencia del pecado original y, por lo tanto, también son un castigo divino. Sin embargo, con los castigos que Dios estableció, lo hizo con el propósito positivo de que los hombres expiaran los pecados. El castigo divino es también un medio de advertencia, para que los hombres despertaran de la somnolencia del pecado y la indiferencia con las realidades eternas. En este sentido, también se puede entender la situación causada por Covid-19 como un castigo de Dios, principalmente por el indescriptible pecado del aborto, la maquinaria de asesinatos en masa de los niños no nacidos, y también por el pecado de perversión y destrucción del matrimonio y de la familia por la ideología de género. Pero, todos los eventos en la historia están en manos de la Divina Providencia, y nada escapa a estas manos de Dios. Dios también permite que del mal actual causado por Covid-19 El saca un bien mayor.
3)      En muchos lugares del mundo los obispos han suspendido la administración de los sacramentos públicamente y hasta han llamado la atención a algunos sacerdotes y laicos que han actuado contra estas disposiciones. ¿Cree ud. que han desobedecido injustamente?
Mi impresión general es que la mayoría de los obispos reaccionaron apresuradamente y por pánico al prohibir todas las misas públicas y, aún más incomprensiblemente, el cierre de iglesias. Estos obispos reaccionaron más como burócratas civiles que como pastores. Al concentrarse exclusivamente en todas las medidas de protección higiénica, perdieron una visión sobrenatural y abandonaron la primacía del bien eterno de las almas. Mientras los supermercados estén abiertos y accesibles y mientras las personas tengan acceso al transporte público, no hay una razón plausible para prohibir que las personas asistan a la Santa Misa en una iglesia. Las mismas y mejores medidas de protección higiénica podrían garantizarse en las iglesias.
Los sacerdotes deben recordar que son, ante todo, pastores de almas inmortales. Deben imitar a Cristo, quien dijo: “Yo soy el buen pastor: el buen pastor da su vida por sus ovejas. Pero el mercenario, que no es un pastor, de quien no son las ovejas, ve venir al lobo, deja a las ovejas y huye, mientras que el lobo las arrebata y las dispersa, porque es un mercenario y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor: yo conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen ”(Jn 10, 11-14). Si un sacerdote observa razonablemente todas las precauciones sanitarias necesarias y es discreto, no debe obedecer las instrucciones de suspender la misa para los fieles. Tales pautas son pura ley humana; Sin embargo, la ley suprema en la Iglesia es la salvación de las almas. Los sacerdotes en tal situación deben ser extremadamente creativos para permitir que los fieles, incluso para un grupo pequeño, asistan a la Santa Misa y accedan a los sacramentos. Este fue el comportamiento pastoral de todos los sacerdotes y mártires confesos en el tiempos de la persecución.
Si una autoridad eclesial prohíbe a un sacerdote visitar a los enfermos y moribundos, no puede obedecer. Tal prohibición es un abuso de poder. Cristo no le dio al obispo el poder de prohibir que un sacerdote visite a los enfermos y moribundos. Un verdadero sacerdote hará todo lo posible para visitar a una persona moribunda. Muchos sacerdotes hicieron esto incluso cuando significaba arriesgar sus vidas, ya sea en caso de persecución o una epidemia. Tenemos muchos ejemplos de tales sacerdotes en la historia de la Iglesia. São Carlos Borromeu, por ejemplo, dio la Sagrada Comunión, con sus propias manos, en el idioma de los moribundos infectados por la peste.
Un luminoso e heroico ejemplo es San Damián de Veuster, que dedicó su vida al cuidado pastoral de los leprosos de Molokai y que se había contagiado la lepra. Mahatma Gandhi por ejemplo había dicho que el mundo cuenta con pocos héroes comparables al padre Damián de Molokai. Bélgica, el país natal de San Damián, lo ha proclamado como el más grande de su historia.
En las últimas décadas, muchos miembros de la jerarquía de la Iglesia se han visto inmersos principalmente en cuestiones seculares y temporales, quedando ciegos a las realidades sobrenaturales y eternas. Sus ojos estaban llenos del polvo de las ocupaciones terrenales, como dijo San Gregorio Magno (cf. Regula pastoralis II, 7). Su reación al tratar con la epidemia de coronavirus reveló que le dan más importancia al cuerpo mortal que al alma inmortal de los hombres, olvidando las palabras de Nuestro Señor: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?" (Mc 8, 36). Los mismos obispos que ahora tratan de proteger (a veces con medidas desproporcionadas) los cuerpos de sus fieles de la contaminación por un virus material, han permitido que el virus venenoso de las enseñanzas y prácticas heréticas se propague en su rebaño.
4)      ¿Es suficiente la contrición perfecta y la comunión espiritual, o en realidad hace falta la confesión y la comunión?
Dios mismo estableció los sacramentos como medios ordinarios de salvación. En casos extremos, donde no hay posibilidad física de recibir los sacramentos del bautismo, de la penitencia y de la Eucaristía, existe el camino extraordinario del deseo del sacramento, o como dice la teología del "votum sacramenti". Así, la Iglesia enseña que el bautismo de deseo es válido y trae salvación a la persona no bautizada que desea el bautismo. Lo mismo ocurre con el sacramento de la penitencia. La Iglesia enseña que el acto de contrición perfecta o amorosa, junto con el deseo de recibir la absolución sacramental perdona los pecados.
La comunión espiritual pertenece a la práctica comprobada de la Iglesia y a la vida de los santos. Muchos santos practicaron la comunión espiritual y aconsejaron hacerla. En el acto de comunión espiritual, el creyente debe tener un corazón contrito y desear la venida de Cristo en su alma, con todas las gracias que Cristo otorga con la recepción sacramental de la Santísima Eucaristía.
Son caminos extraordinarios. Pero debemos hacer todo lo posible para volver a las formas ordinarias de los sacramentos establecidos por Cristo en su Iglesia. Es por eso que Dios se hizo carne , se hizo hombre, se hizo visible, para darnos un camino de salvación visible y seguro.
5)      Muchos católicos ni siquiera se han conmovido por no tener los sacramentos; y otros sí: ¿por qué cree que es así?¿no hay como muchas “iglesias” dentro de la Iglesia?
La reacción diferente a la situación de privación de los sacramentos muestra el estado mental y la fe en los miembros de la Iglesia y la jerarquía. Esperamos que haya una nueva hambre de la Eucaristía en los fieles cuando pase la epidemia de coronavirus. Es una experiencia humana común que la privación prolongada de una realidad importante inflamará los corazones de quienes lo deseen. Por supuesto, esto se aplica a aquellos que realmente creen y aman verdaderamente la Eucaristía. Esta experiencia también ayuda a reflexionar más profundamente sobre el significado y el valor de la Sagrada Eucaristía. Quizás aquellos católicos que estaban tan acostumbrados a recebir el Santísimo sacramento, hasta el punto de considerarlo algo común, experimentan una conversión espiritual y entienden y tratan la Sagrada Eucaristía como algo extraordinario y sublime.
6)      ¿Qué hacer si, poco a poco, comienza de nuevo el culto y se impone obligatoriamente, la comunión en la mano?¿comulgamos o no comulgamos?
Hay opiniones de expertos en el campo de la medicina y la química que dicen que la recepción de la Comunión en la boca no es en sí misma peligrosa y que no es más peligrosa que la recepción directamente en la mano. Recientemente, en el sitio web italiano "La Nuova Bussola Quotidiana", un médico que trabaja con pacientes de Covid-19 presentó la siguiente opinión. El dijo: “Basado en la literatura científica, hemos llegado a las siguientes conclusiones: el coronavirus, a diferencia de otros virus, ataca directamente las membranas mucosas del tracto respiratorio superior (nariz, faringe y laringe) e inferior (bronquios y bronquios), directamente en sus receptores y sin pasar a través vías linfáticas y sanguíneas como lo hacen otros virus. A menudo hemos sido atacados por el caso de Galileo, cuando el padre Jesuita Grassi quería imponer una falsa idea científica (que duró 2 siglos!) solo para defender sus convicciones, ni siquiera teológicas, sino clericales: me gustaría evitar que vuelvan a ocurrir cosas similares, cuánto amas a la Iglesia. A medida que la tierra y el sol continuaron girando a su manera, independientemente de las ideas de los Jesuitas, el coronavirus hace lo mismo e infecta solo por aire, independientemente de quién esté a favor o en contra de la comunión en la boca o las manos. Podríamos decir con una expresión efectiva que COVID viaja solo en avión, pero no navega en relación con la saliva mientras permanezca en la boca en forma líquida. Las palmas de las manos y las yemas de los dedos, como la saliva, son los principales vectores del coronavirus, pero es difícil que puedan causar infección al no contener virus en forma de gotas o aerosoles: de hecho, el coronavirus debe "volar" para infectar. Mientras la saliva no pase del estado líquido, como normalmente está en la boca, al estado de gotas o aerosoles, es potencialmente inofensiva. La saliva, aunque contiene virus, no puede infectar mientras permanezca líquida en la boca y no pase a un estado parecido al aire. Además, la saliva contiene lisozima, que es un desinfectante natural, que también actúa contra los virus: incluso la lisozima ahora también se usa como medicamento contra el coronavirus. En conclusión, los métodos para recibir la Comunión en mi opinión son indiferentes y potencialmente inofensivos en lo que respecta al riesgo de coronavirus.” Así, el testimónio del doctor Fabio Sansonna.
Ahora observamos la maniobra de la imposición general de la comunión en la mano, con el pretexto de la higiene. Esperamos que la Congregación para el Culto Divino emita normas que garanticen a los fieles el derecho a recibir la Comunión en la boca. Las mismas garantías higiénicas se pueden proporcionar para la Comunión en la boca como para la Comunión en la mano.
En el caso de que un fiel o su conciencia no puedan recibir la Comunión en su mano, él puede hacer la Comunión espiritual. Un método como solución extrema sería que cada creyente pudiera tener su propia pequeña tela blanca, un corporal, el cual pone en la palma de su mano derecha y sobre sus rodillas recibe la Comunión, tomando la hostia consagrada directamente con la boca, sin tocarla con los dedos. y luego doble esta pequeña telo o corporal y después de la Misa haga la purificación del corporal si posiblemente hubiera pequeños fragmentos de la hostia. Pero incluso tal método, muchos sacerdotes no aceptarán, porque quieren imponer con fuerza la comunión en la mano.
El modo generalizado de la Comunión a la mano agravará aún más la desacralización de la Sagrada Eucaristía. La situación de la suspensión pública de la Santa Misa y de la Comunión sacramental es tan única y grave que se puede encontrar un significado más profundo detrás de todo esto. Este evento tuvo lugar casi cincuenta años después de la introducción de la Comunión a la mano (en 1969) y una reforma radical del rito de la Misa (en 1969/1970) con sus elementos protestantizantes (oraciones del Ofertório) y su estilo horizontal y instrutivo (momentos rituais de estilo libre, celebración en círculo cerrado). La práctica de la Comunión en la mano durante los últimos cincuenta años ha llevado a una profanación involuntaria e as vezes intencional del cuerpo eucarístico de Cristo en una escala sin precedentes. Durante más de cincuenta años, el Cuerpo de Cristo fue pisoteado (principalmente involuntariamente) por el clero y los laicos en las iglesias católicas de todo el mundo. El robo de las hostias consagradas también ha aumentado a un ritmo alarmante. La práctica de recibir la Sagrada Comunión directamente con sus propias manos y dedos se asemeja cada vez más como al gesto de comer comida común. En muchos católicos, la práctica de recibir la Comunión a mano ha debilitado la fe en la Presencia Real, en la transubstanciación y en el carácter divino y sublime de la Hostia consagrada. Con el tiempo, la presencia eucarística de Cristo se ha convertido, inconscientemente, para estos fieles, en una especie de pan sagrado o símbolo.
Creo que si la Iglesia no regresa a la forma más reverente y segura posible de recibir el Cuerpo Eucarístico de Cristo, que es la recepción de rodillas y directamente en la boca, Dios podría enviar un castigo más fuerte para purificarla.
En la situación de la imposición forzada de la Comunión en la mano, creo que los fieles deberían tener la posibilidad de recibir, al menos periódicamente, la Comunión en la boca durante las Misas, celebradas por sacerdotes fieles en circunstancias, por así decirlo, clandestinas o de las catacumbas.
Las catacumbas siempre trajeron muchos frutos espirituales a la vida de la Iglesia.
7)      ¿Nunca pensó en la posibilidad de fundar un seminario internacional para formar buenos sacerdotes?
De hecho, nunca pensé en organizar un seminario internacional yo mismo. Primero, porque esto es canónicamente imposible. Los seminarios internacionales solo pueden fundar la Santa Sede. También hay seminarios internacionales para Órdenes, Congregaciones y Sociedades que tienen la liturgia tradicional.
Sin embargo, pensé, lo que se necesita hoy en la Iglesia es un seminario internacional con la formación en la integridad de la doctrina católica, con la liturgia tradicional, con la vida espiritual y ascética tradicional para los seminaristas diocesanos. Tal seminario debería establecer la Santa Sede. Creo que esto lo hará en el futuro un Papa que tendrá un espíritu de tradición católica. Sin embargo, en un seminario internacional tradicional, se debe hacer una selección rigurosa de candidatos, los candidatos con tendencia homosexual se deben excluir categóricamente, tanbién los candidatos con problemas psicopatológicos, y los candidatos con un espíritu de carrera e de ambición. Solo los candidatos con una psique saludable, con motivación pura y sincera, deben ser aceptados, todos imbuidos del celo apostólico por la salvación de las almas. Incluso si tal seminario tuviera menos candidatos, valdría la pena.
En las últimas décadas, la Iglesia ha pagado demasiado con sacerdotes inadecuados, sacerdotes homosexuales y pederastas, sacerdotes con un espíritu mundano y de ambición de carrera, tales sacerdotes por lo tanto ha dañado gravemente la acción misionera y la reputación del sacerdocio. Mejor menos sacerdotes, pero hombres totalmente apostólicos y católicos en doctrina y vida moral.
Tales sacerdotes necesita la Iglesia hoy: hombres eucarísticos, hombres plenamente católicos, hombres totalmente apostólicos.
8)      La Iglesia siempre estuvo en crisis pero, al parecer, la que ahora estamos viviendo afecta a una profunda crisis que llega hasta las más altas esferas: ¿cree ud., como algunos dicen, que nos encontramos cercanos a los últimos tiempos profetizados en las Sagradas Escrituras? Y si es así: ¿cómo deberíamos reaccionar?
La situación actual proporciona suficientes razones razonables para pensar que estamos al comienzo de un tiempo apocalíptico, que incluye castigos divinos. Nuestro Señor se refirió a la profecía de Daniel: "Cuando veas, entonces, la abominación desoladora, de la cual habló el profeta Daniel, instalada en el lugar santo (¡quien lea, presta atención!") (Mt 24:15). El Libro de Apocalipsis dice que la Iglesia tendrá que huir al desierto por algún tiempo (cf. Rev 12, 14). El cese casi general del sacrificio público de la Misa podría interpretarse como un escape a un desierto espiritual. Lo que es deplorable en nuestra situación es el hecho de que muchos miembros de la jerarquía de la Iglesia no ven la situación actual como una tribulación, como un castigo divino, es decir, como una "visita divina" en el sentido bíblico. Estas palabras del Señor también son aplicables a muchos clérigos en medio de la epidemia física y espiritual actual: "porque no reconociste el momento en que fuiste visitado" (Lc 19, 44). La situación actual de este "fuego de la prieba" (cf. 1 P. 4: 12) debe ser tomada en serio por el Papa y los obispos, a fin de lograr una conversión profunda de toda la Iglesia.
Creo que en el futuro la Iglesia disminuirá en número y en influencia social directa. Será aún más despreciada y discriminada por el mundo. No excluyo que la Iglesia en el futuro llevará en parte o en ciertas regiones una vida eclesiástica semi-clandestina. En tal situación, Dios derramará gracias especiales de la fuerza de la fe, de la pureza de la vida y de la belleza de la liturgia. Sobre todo, creo, que en tal situación Dios le dará a Su Iglesia nuevamente valientes papas, confesores de fe y quizás incluso mártires.
Podemos creer que el triunfo del Inmaculado Corazón, anunciado por Nuestra Señora en Fátima, se preparará primero para un período de purificación de la Iglesia a través de la persecución.
Pero el triunfo de Cristo a través del Inmaculado Corazón de María ciertamente lo verá.
Es por eso que, incluso en medio de la tribulación actual, debemos vivir con gran esperanza y confianza.
Tenemos a Dios, tenemos a Jesús en la Eucaristía, y así tenemos todo.
9)      ¿Podría verse ante la actual imposibilidad de celebrar la santa Misa en público (al menos en ciertos lugares) el inicio del cumplimiento de la profecía de Daniel de la supresión del Sacrificio perpetuo?
En cierto modo, la situación actual también se puede comparar con el final de la adoración sacrificial en el Templo de Jerusalén durante el cautiverio babilónico del pueblo elegido de Dios. En la Biblia, el castigo divino se consideraba una gracia, por ejemplo: “¡Feliz es el hombre a quien Dios corrige! No desprecies la lección del Todopoderoso. Él es quien hace la herida y quien la cura; herir y sanar con sus manos "(Job 5, 17-18) y "Yo reprendo y castigo a los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete »(Apo. 3:19). La única respuesta apropiada a las tribulaciones, catástrofes, epidemias y situaciones similares, que son instrumentos en manos de la Divina Providencia para despertar a los hombres del sueño del pecado y la indiferencia a los mandamientos de Dios y la vida eterna, es la penitencia y conversión sincera a Dios. En la siguiente oración, el profeta Daniel da a los fieles de todos los tiempos un ejemplo de la verdadera mentalidad que deben tener y cómo deben comportarse y orar en tiempos de tribulación: "Todo Israel ha violado su ley y se ha vuelto al otro lado, para no escuchar tu voz.  […] Dios mío, presta atención y escúchanos; ¡abre tus ojos a nuestras ruinas y a la ciudad que tiene tu nombre! No es a causa de nuestros actos de justicia que presentamos nuestras súplicas a tus pies, sino en nombre de tu gran misericordia. Señor, escuche! Señor, perdona! ¡Señor, presta atención! Por tu bien, Dios mío, no te demores, porque fue Tu nombre el que se dio a Tu ciudad y a Tu pueblo” (Dan 9, 11, 18-19).
Tanto los inocentes como los culpables soportan esta tribulación, porque en el misterio de la Iglesia todos están unidos como miembros: "De esta manera, si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él" (1 Cor 12:26). El cese actual de la Misa pública y de la Comunión pública podría ser entendido por el Papa y los obispos como un castigo divino por las blasfemias y trivializaciones eucarísticas durante los últimos cincuenta años y, al mismo tiempo, como un llamado misericordioso para una auténtica conversión eucarística de toda la Iglesia.  Que el Espíritu Santo toque el corazón del Papa y los obispos y los aliente a emitir normas litúrgicas concretas para que el culto eucarístico de toda la Iglesia se purifique y se redirija hacia el Señor.
Se puede sugerir que el Papa, junto con los cardenales y obispos, lleve a cabo un acto público de reparación en Roma por los pecados contra la Sagrada Eucaristía y por el pecado de actos de veneración religiosa de las estatuas de la Pachamama. Una vez terminada la tribulación actual, el Papa debe emitir normas litúrgicas concretas, en las que invita a toda la Iglesia a volverse al Señor nuevamente en forma de celebración, es decir, celebrantes y fieles que se vuelven en la misma dirección durante la oración eucarística. El Papa también debería prohibir la práctica de la Comunión en la mano, ya que la Iglesia no puede continuar sin castigo al tratar al Santo de los Santos en la pequeña Hostia consagrada de una manera tan minimalista e insegura.
La siguiente oración de Azarías en el horno de fuego, que cada sacerdote dice durante el rito del Ofertorio de la Misa, podría inspirar al Papa y a los obispos a tomar acciones concretas para reparar y restaurar la gloria del sacrificio eucarístico y el Cuerpo eucarístico del Señor: « Con alma contrita y espíritu humillado te seamos aceptos, como con holocaustos de carneros y toros, y con millares de corderos pingües; tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade que plenamente te sigamos, porque no hay confusión para los que en ti confían. Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes en la confusión, trátanos  conforme a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia. Líbranos según tus maravillas, y da, Señor, gloria a tu nombre” (Dan 3: 39-43).
FIN DE LA ENTREVISTA

Francisco, un buen empresario "que no quiere despedir a nadie". Pero los hechos dicen lo contrario (Sandro Magister)



 
La guerra sin cuartel que ha estallado en Italia a partir del 3 de mayo entre el ministro de justicia Alfonso Bonafede y el magistrado Nino Di Matteo, ambos pertenecientes al ala justicialista de la política y a la Magistratura, ha oscurecido lo que ha sucedido en el Vaticano en los días inmediatamente anteriores, con el papa Francisco como protagonista, también allí bajo la insignia del justicialismo más desenfrenado. En Argentina, "justicialista" era el nombre del partido creado por Juan Domingo Perón, del cual, en su juventud, Jorge Mario Bergoglio fue líder y ferviente defensor; incluso llegó a ser uno de los escritores de su testamento político, publicado después de su muerte, en 1974. Pero, en el lenguaje corriente, justicialismo es querer hacer justicia sumaria a los que son puestos bajo acusación, incluso antes de que se lleve a cabo un juicio regular y se constaten sus responsabilidades. Es el proceder en modo expeditivo contra aquellos a los que se quiere golpear, con juicios en las plazas más que en las salas de los tribunales, con campañas mediáticas preconcebidas, con condenas "a priori" basadas sólo en sospechas. 
 
En el Vaticano, con este pontificado, el justicialismo es algo habitual. Y su última llama se ha encendido entre finales de abril y principios de mayo y, encima, con una clamorosa contradicción entre palabras y hechos. 
 
El 1 de mayo era la fiesta de San José Obrero y, en la homilía de su misa televisada desde Santa Marta, el Papa dijo, después de haber pedido rezar "para que a ninguna persona le falte el trabajo": "Hace dos meses hablé con un empresario por teléfono, aquí en Italia, quien me pedía que rezara por él, porque no quería despedir a nadie, y me dijo así: ‘Porque despedir a uno de ellos es despedirme a mí’. Esta es la conciencia de tantos buenos empresarios, que custodian a los trabajadores como si fueran sus hijos... Rezamos también por ellos". Los medios de comunicación, en coro, han relanzado estas emotivas palabras del papa Francisco, dichas precisamente en el día en que en todo el mundo era la fiesta de los derechos de los trabajadores (en la foto, el papa en la comida con los trabajadores del comedor del Vaticano). 
 
Sin embargo, la tarde anterior, la sala de prensa del Vaticano había emitido un sibilino comunicado de prensa, en el que se informaba que "se han dispuesto medidas individuales para algunos empleados de la Santa Sede, respecto a la fecha límite de las adoptadas al comienzo de la investigación de la secretaría de Estado sobre las inversiones financieras y en el sector inmobiliario". ¿De qué "medidas" se trataba? De despidos sin preaviso. Decididos por el papa Francisco y que han recaído sobre los desafortunados ese mismo día, el 30 de abril. La investigación sobre las causas de los despidos, citada en el comunicado de prensa, se resume en esta publicación de Settimo Cielo, del 25 de noviembre pasado: 
 
 
En resumen, el 1 de octubre de 2019, la gendarmería del Vaticano, bajo las órdenes de su entonces comandante Domenico Giani, había registrado las oficinas de la secretaría de Estado y de la Autoridad de Información Financiera, AIF, confiscando documentos, ordenadores y teléfonos móviles. Y, al día siguiente, cinco funcionarios, un clérigo y cuatro laicos, fueron suspendidos del servicio, todos puestos bajo investigación de la Magistratura del Vaticano, a los cuales posteriormente se habría agregado un sexto sospechoso, monseñor Alberto Perlasca, ex jefe de la oficina administrativa de la secretaría de Estado. La imputación se relacionaba principalmente con la compra, por parte de la secretaría de Estado, con dinero del Óbolo de San Pedro, de un edificio de lujo en un prestigioso distrito de Londres, en el Nº 60 de la avenida Sloane. Compra muy costosa y ejecutada, a través de vías retorcidas y a partir del 2015, desde la primera sección de la secretaría, dirigida por el "sustituto" que, hasta mayo de 2018, fue Giovanni Angelo Becciu, hoy cardenal, y que fue sucedido por el venezolano Edgar Peña Parra. 
 
Para cerrar el negocio, a principios de 2019, Peña Parra había pedido al IOR, el "banco" del Vaticano, otra gran suma. Y fue allí donde estalló el conflicto, que condujo al ataque de la gendarmería. El IOR no sólo se negó a proporcionar esa suma, sino que consideró que toda la operación era incorrecta, por lo que presentó una denuncia ante el tribunal del Vaticano, también involucrando a la AIF, acusada de omisión de vigilancia. El sospechoso más conocido y de mayor rango era precisamente el entonces director de la AIF, Tommaso Di Ruzza. Su inocencia fue defendida públicamente, basándose en una investigación interna, por su superior directo, el suizo René Brüelhart, para luego verse ambos despedidos abruptamente por el papa al final de sus respectivos servicios quinquenales: Brüelhart el 18 de noviembre y Di Ruzza el 20 de enero. Entre los otros sospechosos, Perlasca actualmente está en su lugar como promotor de justicia adjunto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, mientras que la única mujer de los seis, Caterina Sansone, ha sido trasladada a otro puesto. Los tres restantes cayeron el 30 de abril bajo la cuchilla del despido y son el sacerdote Mauro Carlino, ex jefe de la oficina de información y documentación de la secretaría de Estado y secretario de Becciu cuando era sustituto, y los dos laicos Vincenzo Mauriello y Fabrizio Tirabassi.
 
Becciu defendió enérgicamente, en varias declaraciones públicas, la corrección de la operación que terminó bajo investigación, de la cual él era, jerárquicamente, el principal responsable, incluso hasta tomar partido contra su superior directo, el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, quien, en cambio, la definía como "opaca". ¿Y el papa Francisco? Con el calculado candor que le es propio, al responder a las preguntas de dos periodistas en la rueda de prensa en el vuelo de regreso de su viaje a Tailandia y Japón, el 26 de noviembre, dijo que se atenía a una garantista "presunción de inocencia" respecto a los sospechosos, pero también afirmó, convencido, de que "la corrupción está y se ve". 
 
No sólo eso. Francisco ha dicho que había sido él mismo quien dio la orden al tribunal del Vaticano para que pusiera en marcha la investigación y que luego también él autorizó la redada de la gendarmería, en evidente desprecio a la distinción entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que es la esencia de un Estado liberal, e indiferente por haber destituido al comandante Giani poco después del allanamiento, por la sola culpa de haber hecho lo que el papa le había ordenado hacer.
 
En cuanto a los despidos del pasado 30 de abril, debe tenerse en cuenta que Francisco los ha llevado a cabo a pesar de que las investigaciones están aún en una fase preliminar y uno de ellos, Fabrizio Tirabassi, todavía está en espera, incluso, del primer interrogatorio. Por lo tanto, en ausencia de cualquier determinación procesal previa de sus verdaderas responsabilidades. Además, a los trabajadores despedidos no se les dio ninguna razón oficial que motivara su expulsión. No es la primera vez que el papa Francisco actúa de este modo. También se ha librado, con esta brusca modalidad, de algún cardenal que le era incómodo. Curiosamente, en coincidencia con los despidos del 30 de abril, surgió nuevamente la noticia de otro despido desconcertante tres años antes, el del suizo Eugenio Hasler, quien fue expulsado por el Papa de un día para otro de la secretaría de la gobernación de la Ciudad del Vaticano, sobre la base de acusaciones anónimas que circulaban en la curia, que el despedido siempre ha rechazado por ser totalmente infundadas, y sobre las cuales nunca se dio inicio a una investigación normal. 
 
Y esto sería el "considerar a los trabajadores como si fueran hijos" del buen empresario tan aclamado por el papa, "que no quería despedir a nadie". 
 
Sandro Magister

El Gobierno portugués ha desplegado 3.500 agentes de la Guardia Nacional Republicana para impedir que los peregrinos entren en el Santuario de Fátima durante las conmemoraciones de la primera aparición de la Virgen en Cova da Iria.


 
El Santuario de Fátima está tomado, como si fuera el objetivo anunciado de un ataque. Pero contra quienes quieren defenderlo, con 3.500 agentes de la GNR portuguesa, es contra sencillos peregrinos que todos los años se acercan en peregrinación al lugar de las apariciones en el aniversario del día en que se produjo la primera, el 13 de mayo. ¿Razón? El riesgo de contagio por coronavirus.

El obispo de Fátima ya dijo que este año se hará la celebración sin peregrinos, y el rector del santuario, padre Carlos Cabecinhas, envió un mensaje por vídeo implorando a los fieles que “peregrinen en sus corazones” y no se acerquen al lugar. Pero, al parecer, no acaban de fiarse.

La operación va a tener dos fases, y en la práctica se bloquearán todos los accesos por carretera a Fátima los días más ‘peligrosos’, 12 y 13 de mayo.

Inicialmente, la ministra portuguesa de Sanidad había indicado que la peregrinación física podría tener lugar siempre que se guardaran las precauciones necesarias, pero el obispo António Marto optó por la vía más cautelosa de cancelar las ceremonias públicas.

Carlos Esteban