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domingo, 26 de abril de 2020

Quemar las naves (I) Poesía del P.[Marcelo Javier Navarro]




Duración 2:48 minutos

En puerto de mis trabajos las naves quiero en el fuego consumirse totalmente y el viento lleve los restos. No quiero volver los ojos a la orilla y ver la barca esperando mi regreso. No quiero tener en anclas la tentación y el deseo. No quiero tener el alma pronta para mal regreso. Quiero que se quede libre siempre hacia Horizontes Nuevos: ¡Siempre mirar adelante! ¡Siempre los ojos al Cielo! ¡Nunca atrás, siempre adelante! ¡Nunca tierra! ¡Siempre Cielo! ¡Siempre un amor sobrehumano! ¡Nunca, nunca amor terreno! Que haya lágrima en los ojos pero no escoria en el cuerpo, para limpiar mis pecados, no para volverlos nuevos. ¡Quemar las naves y basta pues en la entrega está el premio! Quiero calentarme al fuego que mis naves hoy consume; quiero palpar la certeza en las cenizas, que es cierto, que se han quemado mis naves y que vivo porque he muerto. Esta empresa Sangre lleva, lleva Sangre Redentora, busca en la Sangre la hora de quedar purificado. Partir de todo y dejar atrás tantas cosas buenas ¡es alegría, no es pena! Pues el que las naves quema no vuelve mares atrás porque ha destrozado velas. Llegar y no quemar naves es dejar la puerta abierta a desandar horizontes de otra tierra, siempre vieja. Es volver a usar las velas, las mismas que nos trajeron por estas grandes empresas y que otros vientos nos vuelvan a otra tierra, nunca nueva. No quemar las naves es darle las velas al viento y hacer de nosotros tales indignos de todo intento. No quemar las naves es, estar vivo y estar muerto. No estar muerto y estar vivo que eso, eso sí que es otro cuento: el haberse muerto al mundo y estar vivo para el Cielo. No quemar las naves es gran miseria y gran tormento y tentación permanente: la de alejarse del Puerto. No quemar las naves es estar vivo y estar muerto. Es veleidad, es locura, es temeridad, es viento, es tristeza, es amargura, es vanidad, es tormento. Es la Nada, es la miseria, es el llanto, es cautiverio. Es sequedad en el mar, es la sal de los que han vuelto los ojos hacia el pasado por no creer en el Cielo. No quemar las naves es no ser y no querer serlo. Es la peor desolación y el peor remordimiento. ¡No quemar las naves es NUNCA HABER LLEGADO A PUERTO! (P. Marcelo Javier Navarro, IVE)