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miércoles, 12 de junio de 2019

Burke, Schneider y otros vuelven a recordar las verdades de fe (Carlos Esteban)



Una nueva “Declaración de verdades” para refutar los errores actuales en la vida de la Iglesia. Como la patrocinada por Müller hace no tanto. Autores: Burke, Schneider… Los ‘sospechosos habituales’. ¿No es hora de dar algún otro paso?

Es descorazonador que un sencillo recordatorio de verdades de fe católicas indisputables se interprete universalmente como un ‘ataque’ contra el Papa. Es desanimante que no sea el propio Santo Padre quien haga estas aclaraciones, sino que sea su ambigüedad de palabra, obra y omisión la que haga necesarias estas aclaraciones. Es desolador que estas declaraciones de la doctrina perenne vengan siempre firmadas por los mismos nombres, un puñado escaso, que se pueden contar con los dedos de una mano. Es deprimente que la fidelidad se interprete como rebeldía.

Los cardenales Raymond Burke y Janis Pujats, junto con otros tres obispos, han hecho pública una declaración de verdades de la fe para remediar la «confusión y desorientación doctrinales casi universales» que ponen en peligro la salud espiritual y la salvación eterna de las almas en la Iglesia hoy. Otra. Tuvimos recientemente la del cardenal Gerhard Müller, uno más de esos poquísimos nombres que aparecen una y otra vez en este tipo de ‘pronunciamientos’ de ortodoxia.

Infovaticana apenas se ha hecho eco. Ya hemos tenido varias; en realidad, una multitud de declaraciones, de solicitudes de aclaración dirigidas al Santo Padre, que las ignora e incluso, como pudo leerse en su significativa entrevista con Televisa, las desprecia: pobrecitos, habrá que rezar por esta gente.

Burke, Schneider, Brandmüller, Müller… Los mismos nombres se repiten una y otra vez. En este caso, ¿qué tenemos? Un cardenal sin funciones reales, Burke, condenado a un ostracismo de hecho, un obispo auxiliar de un país, Kazajstán, sin apenas cristianos, Schneider, un anciano obispo emérito lituano, Janis Pujats, que se ha sentido obligado a escribir al Santo Padre confesándose ‘tradicional’, como si confesase una culpa o eso supusiera un reto. Y todo eso, para repetir lo que cualquiera que tenga a mano un catecismo puede consultar.

¿Qué hay del resto? La Iglesia tiene cientos de cardenales, obispos con mando en plaza, monseñores, sacerdotes. ¿Por qué callan? Estoy hablando de los que tienen cura de almas, responsabilidad directa ante Dios sobre el destino eterno de más de mil millones de católicos. Silencio. No ante una llamada a las armas, no ante las 95 tesis clavadas en la puerta de la Catedral de Wittenberg, sino ante un extracto del catecismo, ante la misma doctrina que supuestamente profesan.

Están a otra cosa, o eso es lo que parece. A predicar con el mismo entusiasmo de escolares recitando la tabla de multiplicar los excitantes argumentarios que les llegan de Roma sobre el Cambio Climático y un mundo sin fronteras, atentos a los Objetivos del Milenio que dicte la ONU. Las invocaciones cristianas con que se rodee el nuevo mensaje va ya en función de la costumbre y los hábitos de cada prelado, pero siempre consiguen que la fe suene a pretexto y lo mundano e ideológico brille como sustancial.

Y no, lo que importa no es que sean pocos los que recuerdan quiénes somos y en qué creemos. Nunca ha sido ese el problema en la Iglesia, en una Iglesia iniciada con un puñado de pescadores galileos. Un poco más, que parezca condición necesaria para osar estar fuera del juego del poder eclesial u ocupar una diócesis remota y, a ojos de los administradores curiales, irrelevante.

Tampoco es lo más importante que las declaraciones sean obvias para un creyente bien formado, o que aburran y cansen con la repetición, sumando una declaración a la siguiente, tan iguales, diciendo lo mismo. O que el Sumo Pontífice haya dejado meridianamente claro en estos seis años que no va a responder nunca a nada a lo que no le obligue una fuerza mayor.

Lo realmente deplorable en todo esto es que quienes parecen tenerlo tan claro, quienes patrocinan estas iniciativas, sigan explicando pacientemente que la tierra es esférica ante escolares a los que se les insinúa que es plana. Quizá se necesite un paso más allá, mayor riesgo, algo que ponga en peligro cargos y prebendas, y hasta vidas. Algo, en fin, más parecido al martirio.

Carlos Esteban

¿SIEMPRE EQUIVOCADA? (Capitán Ryder)



Me refiero, como no, a la Iglesia.
Me he cruzado en la vida con muchos conocidos y amigos que, en un momento dado, tenían fe para acabar perdiéndola paulatinamente.
No me sorprendió en casi ningún caso, al contrario, se trataba de una evolución lógica. Cuando has asumido el discurso, tremendamente beligerante contra la Iglesia, de políticos, periodistas, gentes de la farándula etc es imposible seguir unido a la Fe católica.
Lo único que te une a la Fe ya es un débil hilo que terminará por romperse, más pronto que tarde.
Es imposible mantener esa esquizofrenia, si consideras que la Iglesia siempre ha estado del lado equivocado de la historia terminarás por romper con esa Fe, es lo más lógico.
Viene esto a cuento del pedido “de perdón” del Papa a los gitanos realizado hace unos días.
No son novedosas, con matices, estas palabras de Francisco. La Iglesia lleva unas cuantas décadas asumiendo culpas, generalmente inventadas, en ese proceso que Pablo VI llamó de “autodemolición”, y en el que él no era nada ajeno.
Podríamos citar aquellas palabras de Juan XXIII en el discurso inaugural del Concilio, por las que la Iglesia pasaba a usar, desde entonces, la “medicina de la misericordia y no de la severidad”, como había hecho hasta ese momento.
Muchas acciones y palabras desde ese día hasta llegar al pedido de perdón del año 2000.
Más allá de las intenciones del citado documento hay que resaltar una vez más la torpeza de la jerarquía católica. Porque no es el mensaje que se quería transmitir, del que no soy ningún fan, sino el que inevitablemente quedaría.
Hay que recordar que no fue un escrito del Papa, ni siquiera de la Iglesia, sino de la Comisión Teológica Internacional, pero que inevitablemente salpicó a la Iglesia como si fuesen palabras propias.
El resultado fue el que podía esperarse: la imagen transmitida era la de una Iglesia que pedía perdón por sus muchos pecados, que asumía lo dicho por el mundo respecto a las Cruzadas o la Inquisición y que asumía unas culpas que nunca fueron suyas ni de sus hijos.
No era lo buscado, ni es ese el contenido de la Declaración pero, ciertamente, no podía esperarse otra cosa.
El resultado refuerza la idea que estos amigos, y otros muchos, tenían de la Iglesia. ¡Al fin!, dicen, no estábamos equivocados, la propia Iglesia lo admite. Ha estado equivocándose permanentemente. Con lo que su Fe, ya acosada, da un paso al precipicio. ¿Quién puede militar y creer que la fe verdadera se encuentra en una Iglesia que siempre equivoca el paso?
El caso de Francisco es distinto, y creo que conecta con Juan XXXIII en este sentido, y es el socavamiento, muchas veces buscado, del prestigio de la Iglesia a costa de elevar el suyo. Ya lo comentamos en alguna entrada anterior pero, cada vez, es más evidente el tema.
Juan XXXIII consiguió el apelativo del “Papa bueno” tras derribar las murallas de defensa de la Iglesia y renunciar a la misión para la que había sido elegido.
Francisco parece como si buscase pasar a la historia como el Papa misericordioso aunque eso suponga pisotear el dogma, las enseñanzas de la Iglesia, en una palabra, La Verdad.
No se conoce ninguna persecución de la Iglesia, ni de sus miembros, a los gitanos como tal pero eso no impide una petición de perdón que esparce estiércol, perdón por la expresión, a los católicos de épocas pasadas mientras a él lo eleva. Y lo esparce a costa de una mentira.
Han sido muchos los casos con un comportamiento similar, donde debía quedar claro lo intolerante que había sido la Iglesia hasta su llegada. Por poner sólo unos ejemplos:
  • Cuando recibió a los protestantes con una estatua de Lutero y dijo aquello de “qué valientes han sido viniendo porque en otro tiempo…”. Porque claro, en tiempos de Lutero sólo existían unos fanáticos, los que ingresaban las filas católicas.
  • La filtración sobre la autorización que daba a una mujer divorciada para comulgar en contra del criterio de su párroco. Así, el Papa quedaba muy bien mientras el párroco quedaba a los pies de los caballos, restos de integrismo que aún quedan en la Iglesia.
  • Hace unos días advertía del peligro del proselitismo que se daba antes. Ahora, con él, ya no es posible.
  • Cuando rehabilita a aquellos que dedicaron toda su vida a demoler la Iglesia, por ejemplo, Ernesto Cardenal. Algunos señalaran el supuesto pedido de perdón de Cardenal. A este respecto decía la nota vaticana “El Santo Padre ha concedido con benevolencia la absolución de todas las censuras canónicas impuestas al Reverendo Padre Ernesto Cardenal, acogiendo la petición que éste le había presentado recientemente, a través del Representante Pontificio en Nicaragua, de ser readmitido al ejercicio del ministerio presbiteral”. Días después, y en visita del perejil de todas las salsas, el Padre Ángel, decía Ernesto Cardenal “Él es un milagro. La revolución que está haciendo en el Vaticano, en la Iglesia, y en el mundo se puede decir”, dice Ernesto, mientras señala con el dedo índice hacia el cielo. Y para complementar sus afirmaciones, una anécdota de cuando fue electo. “Cuando fue electo él, yo no lo sabía. Cuando llego a Buenos Aires, me entrevistan unos periodistas preguntándome que pienso del Papa. Yo pensé que era del otro Papa (Ratzinger). No sabía que contestar y tres veces me preguntaron y no entendía la pregunta hasta que me di cuenta que había un Papa nuevo (risas), el Papa argentino ¡Una maravilla de Papa, muy simpático!”. Parece que es un arrepentimiento selectivo, con Francisco bien, con Benedicto no sé qué decir.
  • Las veces que ha despreciado la Verdad, el dogma, como algo rígido que no se adapta al hombre moderno inmerso en unas situaciones tremendamente complicadas que las enseñanzas de la Iglesia no podían explica, hasta su llegada. Ha sido suficiente el “caso a caso” y el “discernimiento” para que lo negro se convierta en blanco.
En fin, sólo puede recomendar a quien se encuentre en la encrucijada en la que se encontraron muchos de mis amigos que se olviden del mundo, que con honradez y sinceridad busquen la Verdad histórica. Si en algo aprecian su fe.
La vida eterna está en juego y a ellos les toca mover ficha, el mundo no lo hará por ellos, no en el sentido que debería.
Capitán Ryder

martes, 11 de junio de 2019

NOTICIAS VARIAS 11 de junio de 2019




SPECOLA

El Vaticano y los comunistas con rolex, gender no pero sí, las soledades de Papa Francisco, vox y la defensa de la vida.

El Vaticano sustituye a la ONU, seguimos con puertos, armas, inmigrantes… , la soledad del Papa Francisco.

INFOVATICANA

Notre Dame abre sus puertas para celebrar la Santa Misa

SECRETUM MEUM MIHI

Obispos católicos de EEUU analizan crisis de abusos sexuales © AP Información de agencia Associated Press, Jun-11-2019.B...

INFOCATÓLICA

La mitad de los católicos de menos de 30 años en Estados Unidos ha abandonado la Iglesia

Mons. Chaput denuncia que el derecho al aborto es un «perverso sacramento» para los líderes del Partido Demócrata

La Congregación para la Educación Católica señala que la ideología de género niega la naturaleza del hombre

La Asociación Patriótica fiel a la dictadura niega funeral y entierro en cementerio cristiano a Mons. Li

DIANE MONTAGNA

Vatican releases new doc on ‘gender theory’ in schools, urges ‘path of dialogue’

Cdl Burke, Bp Schneider issue ‘declaration of truths’ to correct rampant ‘doctrinal confusion’ in Church

GLORIA TV

Viganò: “Mafia corrupta” de personas inmorales está gobernando la Iglesia

Estadio de 60 millones de dólares será llamado después Papa Francisco

Orden de Malta prohíbe la Misa Antigua en latín

Selección por José Martí

El padre James Martin carga contra el documento vaticano sobre ideología de género (Carlos Esteban)



Al mediático jesuita James Martin, asesor vaticano de Comunicaciones, no le ha gustado nada el documento vaticano sobre -contra- la ideología de género y lo ha dejado claro en Twitter. Y no es el único en la facción de ‘renovadores’.

“¡Atención!: documento vaticano apunta contra la “teoría de género”, escribe el jesuita James Martin, redactor jefe de la revista America y asesor vaticano de Comunicaciones, desde su cuenta en la red social Twitter. “Acierta al pedir “diálogo” y “escucha”, pero da de lado las experiencias de la vida real de la gente LGBT”. Y concluye: “Tristemente, se usará como un arma contra las personas transgénero, y como una excusa para argumentar que ni siquiera deberían existir”.

Martin, autor de ‘Buiding a bridge’ y entusiasta defensor de la causa LGTB, ha sido un fervoroso defensor del pontificado de Francisco y, muy especialmente, de sus aires de apertura y su énfasis de la misericordia a expensas de la claridad en cuestiones de doctrina moral. Pero todo tiene un límite para quien desde su cuenta ha felicitado a los gays por el mes que el Gobierno norteamericano dedica al ‘Orgullo’ pero que no ha recordado que junio es, para la Iglesia, el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.

Algunos perplejos ‘francisquistas’ han apuntado en las redes que el documento no está firmado por Su Santidad, aunque resulte enormemente pueril la idea sugerida de que Su Santidad pueda estar en desacuerdo o ignorar lo que se publica desde la propia Santa Sede. El documento constata lo que, por otra parte, no puede dejar de decir la Iglesia en esta materia sin alejarse fatalmente de la concepción cristiana de la sexualidad, pero por la reacción de algunos de sus defensores más entusiastas da la sensación de que esperan que el Papa dé un paso de ruptura con la Tradición católica, y que toda confirmación de la doctrina cierta les decepciona de algún modo.
Así, Martin se hace eco en su cuenta de un comentario de New Ways Ministry, una organización de más que cuestionable ortodoxia que sirve a los católicos gays y lesbianas. “El nuevo documento sobre género del Vaticano se usará para oprimir y dañar a la gente LGBT”, afirma el tuit de New Ways Ministry difundido por Martin. “Perpetúa falsos estereotipos que estimulan el odio, el fanatismo y la violencia”. Duras palabras son estas para hablar de un documento de la Santa Sede que no hace más que reflejar la doctrina perenne.

Martin comenta que el documento vaticano no tiene en cuenta la “ciencia”, lo que es patentemente falso y el propio jesuita se abstiene de explicar en qué sentido. “El documento es principalmente un diálogo con filósofos y teólogos, y con otros documentos eclesiales”, afirma en otro tuit. “Pero no con científicos y biólogos, no con psicólogos, y desde liego no con la gente LGBT, a cuyas experiencias se les da poco peso”.

Es osado por su parte suponer que la biología le daría la razón en que hay “mujeres encerradas en el cuerpo de un hombre” y al revés, un esencialismo completamente antibiológico, y la psicología, en el mejor de los casos, está dividida sobre el tratamiento que conviene a los individuos aquejados de disforia de género. En cuanto a tener en cuenta sus experiencias, nos tememos que el padre se refiere más a sus inclinaciones, algo a lo que la doctrina hace bien en no darle demasiado ‘peso’.

Carlos Esteban

El Gran Maestre prohíbe la misa tradicional en la Orden de Malta (Carlos Esteban)



Giacomo Dalla Torre, Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta, ha decretado en una nota que las misas de la orden deben celebrarse según el rito aprobado por Pablo VI y no según el rito tradicional, también llamado extraordinario.
“Así he decidido, como supremo garante de la cohesión y comunión de la Orden de San Juan de Jerusalén, de la que la Providencia me hizo Gran Maestro, que de ahora en adelante todas las ceremonias litúrgicas dentro de nuestra Orden deben celebrarse según el rito ordinario de la Iglesia (rito de San Pablo VI) y no según el rito extraordinario (rito Tridentino)”, se lee en la carta del Gran Maestre, Giacomo Dalla Torre, remitida a todos los Caballeros. “Esta decisión se aplica a todas las celebraciones litúrgicas oficiales tales como investiduras, misas durante peregrinaciones, misas conmemorativas, así como a todas las fiestas y solemnidades de la Orden”.
El rito tridentino vivió una situación anómala y provisional desde la aprobación por Pablo VI del Novus Ordo Missae hasta la promulgación por Benedicto XVI del motu proprio Summorum Pontificum, en el que se recordaba la validez perpetua de la llamada Misa de San Pío V y decretaba que ésta podría celebrarse libremente sin necesidad de solicitar al ordinario un permiso especial.

Pero los nuevos aires de renovación que soplan en la cúpula eclesial no son demasiado favorables a esa nueva libertad decretada por Benedicto XVI, y la carta del Gran Maestre es la última prueba. Dalla Torre no explica las razones de esta prohibición; hace meramente una referencia a la necesaria “comunión” entre los miembros de la Orden, aunque no aclara por qué la comunión de marras exige un único rito o, en tal caso, por qué elegir, siendo ambos igual de válidos, el rito Novus Ordo.

Uno podría pensar que una congregación de nuevo cuño haría bien en optar por el rito común a la mayoría, e incluso una orden de vieja data que quisiera renovarse y dejar atrás lo que podría considerar -erróneamente- reliquias de tiempos pasados y formalidades que se compadecen mal con los nuevos vientos renovadores que llegan de Roma. 

Pero querer hacer otro tanto con la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, fundada en Jerusalén en el Siglo XI para dar albergue a los peregrinos en Tierra Santa. Con semejante carisma fundacional, por no hablar del hecho mismo de tener en el siglo XXI una orden que mantiene una soberanía análoga a la de un Estado y que mantiene la parafernalia caballeresca de su origen, quizá lo más prudente sería no forzar una actualización que, en buena lógica, debería llevarles a su disolución, siendo, como son, varios siglos más antiguos aún que el propio rito 
tridentino.

Carlos Esteban

Burke, Schneider: Declaración de las verdades (texto completo)



«La Iglesia del Dios vivo, columna y cimiento de la verdad» (1Tim 3,15)
Declaración de las verdades relacionadas con algunos de los errores más comunes en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo


Fundamentos de la Fe

1. El sentido correcto de las expresiones tradición viva, Magisterio vivo, hermenéutica de la continuidad y desarrollo de la doctrina incluye la verdad que cada vez que se profundice en el entendimiento del Depósito de la Fe, sin embargo esta profundización no puede ser contraria al sentido que ha expuesto siempre la Iglesia en el mismo dogma, el mismo sentido y el mismo entendimiento (cf. Concilio Vaticano I, Dei Filius, sess. 3, c. 4: «in eodem dogmate, eodem sensu, eademque sententia»).

2. «El significado mismo de las fórmulas dogmáticas es siempre verdadero y coherente consigo mismo dentro de la Iglesia, aunque pueda ser aclarado más y mejor comprendido. Es necesario, por tanto, que los fieles rehúyan la opinión según la cual en principio las fórmulas dogmáticas (o algún tipo de ellas) no pueden manifestar la verdad de modo concreto, sino solamente aproximaciones mudables que la deforman o alteran de algún modo; y que las mismas fórmulas, además, manifiestan solamente de manera indefinida la verdad, la cual debe ser continuamente buscada a través de aquellas aproximaciones.» Así pues, «los que piensan así no escapan al relativismo teológico y falsean el concepto de infalibilidad de la Iglesia que se refiere a la verdad que hay que enseñar y mantener explícitamente» (Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la doctrina católica acerca de la Iglesia para defenderla de algunos errores actuales, 5).

Credo

3. «El reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la tierra, no es de este mundo (cf. Jn 18,36), cuya figura pasa (cf. 1Cor 7,31), y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia la esperanza en los bienes eternos, en que cada vez más ardientemente se responda al amor de Dios; finalmente, en que la gracia y la santidad se difundan cada vez más abundantemente entre los hombres. Pero con el mismo amor es impulsada la Iglesia para interesarse continuamente también por el verdadero bien temporal de los hombres. Porque, mientras no cesa de amonestar a todos sus hijos que no tienen aquí en la tierra ciudad permanente (cf. Heb 13,14), los estimula también, a cada uno según su condición de vida y sus recursos, a que fomenten el desarrollo de la propia ciudad humana, promuevan la justicia, la paz y la concordia fraterna entre los hombres y presten ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más pobres y a los más infelices. Por lo cual, la gran solicitud con que la Iglesia, Esposa de Cristo, sigue de cerca las necesidades de los hombres, es decir, sus alegrías y esperanzas, dolores y trabajos, no es otra cosa sino el deseo que la impele vehementemente a estar presente a ellos, ciertamente con la voluntad de iluminar a los hombres con la luz de Cristo, y de congregar y unir a todos en Aquel que es su único Salvador. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la Iglesia se acomodase a las cosas de este mundo o se resfriase el ardor con que ella espera a su Señor y el reino eterno.» (Pablo VI, Constitución apostólica Solemni hac liturgia, “Credo del pueblo de Dios”, 27). Es, por tanto, erróneo afirmar que lo que más glorifica a Dios es el progreso de las condiciones terrenas y temporales de la especie humana.

4. Después de la institución de la Nueva y Eterna Alianza en Cristo Jesús, nadie puede salvarse obedeciendo solamente la ley de Moisés, sin fe en Cristo como Dios verdadero y único Salvador de la humanidad (cf. Rm 3,28; Gal 2,16).

5. Ni los musulmanes ni otros que no tengan fe en Jesucristo, Dios y hombre, aunque sean monoteístas, pueden rendir a Dios el mismo culto de adoración que los cristianos; es decir, adoración sobrenatural en Espíritu y en Verdad (cf. Jn 4,24; Ef 2,8) por parte de quienes han recibido Espíritu de filiación (cf. Rm 8,15).

6. Las religiones y formas de espiritualidad que promueven alguna forma de idolatría o panteísmo no pueden considerarse semillas ni frutos del Verbo puesto que son imposturas que impiden la evangelización y la eterna salvación de sus seguidores, como enseñan las Sagradas Escrituras: «El dios de este siglo ha cegado los entendimientos a fin de que no resplandezca para ellos la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2Cor 4,4).

7. El verdadero ecumenismo tiene por objetivo que los no católicos se integren a la unidad que la Iglesia Católica posee de modo inquebrantable en virtud de la oración de Cristo, siempre escuchada por el Padre: «para que sean uno» (Jn 17,11), la unidad, la cual profesa la Iglesia en el Símbolo de la Fe: «Creo en la Iglesia una». Por consiguiente, el ecumenismo no puede tener como finalidad legítima la fundación de una Iglesia que aún no existe.

8. El Infierno existe, y quienes están condenados a él a causa de algún pecado mortal del que no se arrepintieron son castigados allí por la justicia divina (cf. Mt 25,46). Conforme a la enseñanza de la Sagrada Escritura, no sólo se condenan por la eternidad los ángeles caídos sino también las almas humanas (cf. 2Tes 1,9; 2Pe 3,7). Es más, los humanos condenados por la eternidad no serán exterminados, porque según la enseñanza infalible de la Iglesia sus almas son inmortales (cf. V Concilio de Letrán, sesión 8.)

9. La religión nacida de la fe en Jesucristo, Hijo encarnado de Dios y único Salvador de la humanidad, es la única religión positivamente querida por Dios. Por tanto, es errónea la opinión según la cual del mismo modo que Dios ha querido que haya diversidad de sexos y de naciones, quiere también que haya diversidad de religiones.

10. «Nuestra religión [la cristiana] instaura efectivamente una relación auténtica y viviente con Dios, cosa que las otras religiones no lograron establecer, por más que tienen, por decirlo así, extendidos sus brazos hacia el cielo» (Pablo VI, exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 53).

11. El don del libre albedrío con que Dios Creador dotó a la persona humana, concede al hombre el derecho natural de elegir únicamente el bien y lo verdadero. Ningún ser humano tiene, por tanto, el derecho natural a ofender a Dios escogiendo el mal moral del pecado o el error religioso de la idolatría, de la blasfemia o una falsa religión.

La Ley de Dios

12. Mediante la gracia de Dios, la persona justificada posee la fortaleza necesaria para cumplir las exigencias objetivas de la ley divina, dado que para los justificados es posible cumplir todos los mandamientos de Dios. Cuando la gracia de Dios justifica al pecador, por su propia naturaleza da lugar a la conversión de todo pecado grave (cf. Concilio de Trento, sesión 6, Decreto sobre la justificación, cap. 11 y 13).

13. «Los fieles están obligados a reconocer y respetar los preceptos morales específicos, declarados y enseñados por la Iglesia en el nombre de Dios, Creador y Señor. El amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables de la observancia de los mandamientos de la Alianza, renovada en la sangre de Jesucristo y en el don del Espíritu Santo» (Juan Pablo II, encíclica Vertitatis splendor, 76). De acuerdo con la enseñanza de la misma encíclica, es errónea la opinión de quienes «creen poder justificar, como moralmente buenas, elecciones deliberadas de comportamientos contrarios a los mandamientos de la ley divina y natural». Por ello, «estas teorías no pueden apelar a la tradición moral católica» (íbid.).

14. Todos los mandamientos de la Ley de Dios son igualmente justos y misericordiosos. Es, por tanto, errónea la opinión de que obedeciendo un mandamiento divino – como, por ejemplo, el sexto mandamiento que prohibe cometer adulterio - una persona puede, en razón de esa misma obediencia, pecar contra Dios, perjudicarse a sí misma moralmente o pecar contra otros.

15. “Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia” (Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae, 62). La divina revelación y la ley natural contienen principios morales que incluyen prohibiciones negativas que vedan terminantemente ciertas acciones, por cuanto dichas acciones son siempre gravemente ilegítimas por razón de su objeto. De ahí que sea errónea la opinión de que una buena intención o una buena consecuencia, pueden ser suficientes para justificar la comisión de tales acciones (cf. Concilio de Trento, sesión 6, de iustificatione, c. 15; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica, Reconciliatio et Paenitentia, 17; Encíclica Veritatis splendor, 80).

16. La ley natural y la Ley Divina prohíben a la mujer que ha concebido a un niño matar la vida que porta en su seno, ya sea que lo haga ella misma o con ayuda de otros, directa o indirectamente (cf. Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae, 62).

17. Las técnicas de reproducción «son moralmente inaceptables desde el momento en que separan la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal» (Juan Pablo II, Evangelium vitae, 14).

18. Ningún ser humano puede estar jamás moralmente justificado, ni se le puede permitir desde el punto de vista moral, de quitarse la vida o hacérsela quitar por otros con el fin de escapar el sufrimiento. «La eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal» (Juan Pablo II, Evangelium vitae, 65).

19. Por mandato divino y por la ley natural, el matrimonio es la unión indisoluble de un hombre y una mujer, ordenada por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole y al amor mutuo (cf. Gn 2,24; Mc 10,7-9; Ef 5,31-32). “Por su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia” (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 48)

20. Según el derecho natural y el divino, todo ser humano que hace uso voluntario de sus facultades sexuales fuera del matrimonio legítimo peca. Por tanto, es contrario a las Sagradas Escrituras y a la Tradición afirmar que la conciencia es capaz de determinar legítimamente y con acierto que los actos sexuales entre personas que han contraído matrimonio civil pueden en algunos casos considerarse moralmente correctos o hasta ser pedidos e incluso ordenados por Dios, aunque una de ellas o las dos estén casadas sacramentalmente con otra persona (cf. 1Cor 7, 11; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 84).

21. La ley natural y Divina prohibe “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.” (Pablo VI, encíclica Humanae vitae,14).

22. Todo marido o esposa que se haya divorciado del cónyuge con quien estaba válidamente casado y contraiga después matrimonio civil con otra persona mientras aún vive su cónyuge legítimo, conviviendo maritalmente con su pareja civil, y que opte por vivir en ese estado con pleno conocimiento de la naturaleza de este acto y pleno consentimiento de la voluntad a este acto, está en pecado mortal y no puede por tanto recibir la gracia santificante ni crecer en la caridad. Por consiguiente, a no ser que tales cristianos convivan como hermano y hermana, no pueden recibir la Sagrada Comunión (cf. Juan Pablo II, exhortación apostólica Familiaris consortio, 84).

23. Dos personas del mismo sexo pecan gravemente cuando se procuran placer venéreo mutuo (cf. Lev 18,22; 20,13; Rm 1,24-28; 1Cor 6,9-10; 1Tim 1,10; Jds 7). Los actos homosexuales “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2357). Así pues, es contraria a la ley natural y a la Divina Revelación la opinión que sostiene que del mismo modo que Dios el Creador ha dado a algunos seres humanos la inclinación natural a sentir deseo sexual hacia las personas del otro sexo, así también el Creador ha dado a otros la inclinación a desear sexualmente a personas del mismo sexo, y que es la voluntad del Criador que en determinadas circunstancias esa tendencia se lleve a efecto.

24. Ni las leyes de los hombres ni ninguna autoridad humana pueden otorgar a dos personas del mismo sexo el derecho a casarse, ni declararlas casadas, ya que ello es contrario al derecho natural y a la ley de Dios. “En el designio del Creador complementariedad de los sexos y fecundidad pertenecen, por lo tanto, a la naturaleza misma de la institución del matrimonio” (Congregación para la doctrina de la fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuals, 3 de junio de 2003, 3).

25. Aquellas uniones que reciben el nombre de matrimonio sin corresponder a la realidad del mismo, no pueden obtener la bendición de la Iglesia, por ser contrarias al derecho natural y divino.

26. Las autoridades civiles no pueden reconocer uniones civiles o legales entre dos personas del mismo sexo que claramente imitan la unión matrimonial, aunque dichas uniones no reciban el nombre de matrimonio, porque fomentarían pecados graves entre sus integrantes y serían motivo de grave escándalo (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 3 de junio de 2003).

27. Los sexos masculino y femenino, hombre y mujer, son realidades biológicas, creadas por la sabia voluntad de Dios (cf. Gn 1, 27; Catecismo de la Iglesia Católica, 369). Es, por tanto, una rebelión contra la ley natural y Divina y un pecado grave que un hombre intente convertirse en mujer mutilándose, o que simplemente se declare mujer, o que del mismo modo una mujer trate de convertirse en hombre, o bien afirmar que las autoridades civiles tengan el deber o el derecho de proceder como si tales cosas fuesen o pudieran ser posibles y legítimas (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2297).

28. De conformidad con las Sagradas Escrituras y con la constante Tradición del Magisterio ordinario y universal, la Iglesia no erró al enseñar que las autoridades civiles pueden aplicar legítimamente la pena capital a los malhechores cuando sea verdaderamente necesario para preservar la existencia o mantener el orden justo en la sociedad (cf. Gn 9,6; Jn 19,11; Rm 13,1-7; Inocencio III, Professio fidei Waldensibus praescriptaCatecismo Romano del Concilio de Trento, p. III, 5, n. 4; Pio XII, Discurso a los juristas Católicos, 5 de diciembre de 1954).

29. Toda autoridad en la Tierra y en el Cielo pertenece a Jesucristo; de ahí que las sociedades civiles y cualquier otra asociación de hombres esté sujeta a su realeza, por lo que «el deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2105; cf. Pio XI, Encíclica Quas primas, 18-19; 32).

Los sacramentos

30. En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía tiene lugar una maravillosa transformación de toda la sustancia del pan en el Cuerpo de Cristo y de toda la sustancia del vino en su Sangre, transformación que la Iglesia Católica llama muy apropiadamente transubstanciación (cf. IV Concilio de Letrán, cap.1; Concilio de Trento, sesión 13, c.4). «Cualquier interpretación de teólogos que busca alguna inteligencia de este misterio, para que concuerde con la fe católica, debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino» (Pablo VI, carta apostólica Solemni hac liturgia, “Credo del pueblo de Dios”, 25).

31. Las palabras con las que expresó el Concilio de Trento la fe de la Iglesia en la Sagrada Eucaristía son idóneas para los hombres de todo tiempo y lugar, ya que son «doctrina siempre válida» de la Iglesia (Juan Pablo II, encíclica Ecclesia de Eucharistia, 15).

32. En la Santa Misa se ofrece a la Santísima Trinidad un sacrificio verdadero y propio, y este sacrificio tiene un valor propiciatorio tanto para los hombres que viven en la tierra como para las almas del purgatorio. Es, por lo tanto, errónea la opinión según la cual el Sacrificio de la Misa consistiría simplemente en el hecho de que el pueblo ofrezca un sacrificio espiritual de oración y alabanza, así como la opinión de que la Misa puede o debe definirse solamente como la entrega que hace Cristo de Sí mismo a los fieles como alimento espiritual para ellos (cf. Concilio de Trento, sesión 22, c. 2).

33. «La misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, en virtud de la potestad recibida por el sacramento del orden, y que es ofrecida por él en nombre de Cristo y de los miembros de su Cuerpo místico, es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares. Nosotros creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última Cena se convirtieron en su cuerpo y su sangre, que en seguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial» (Pablo VI, Solemni hac liturgia, “Credo del pueblo de Dios”, 24).

34. «Aquella inmolación incruenta con la cual, por medio de las palabras de la consagración, el mismo Cristo se hace presente en estado de víctima sobre el altar, la realiza sólo el sacerdote, en cuanto representa la persona de Cristo, no en cuanto tiene la representación de todos los fieles. (...) Que los fieles ofrezcan el sacrificio por manos del sacerdote es cosa manifiesta, porque el ministro del altar representa la persona de Cristo, como Cabeza que ofrece en nombre de todos los miembros. Pero no se dice que el pueblo ofrezca juntamente con el sacerdote porque los miembros de la Iglesia realicen el rito litúrgico visible de la misma manera que el sacerdote, lo cual es propio exclusivamente del ministro destinado a ello por Dios, sino porque une sus votos de alabanza, de impetración, de expiación y de acción de gracias a los votos o intención del sacerdote, más aún, del mismo Sumo Sacerdote, para que sean ofrecidos a Dios Padre en la misma oblación de la víctima, incluso con el mismo rito externo del sacerdote”. (Pío XII, encíclica Mediator Dei, 112).

35. El sacramento de la Penitencia es el único medio ordinario por el que se pueden absolver los pecados graves cometidos después del Bautismo. Según el derecho divino todos esos pecados deben confesarse según su especie y su número (cf. Concilio de Trento, sesión 14, canon 7).

36. El derecho divino prohíbe al confesor violar el sigilo del sacramento de la penitencia fuere por el motivo que fuere. Ninguna autoridad eclesiástica tiene potestad para dispensarlo del secreto del sacramento, y tampoco las autoridades civiles están facultadas para obligarlo a ello (cf. CIC 1983, can. 1388 § 1; Catecismo de la Iglesia Católica 1467).

37. Por la voluntad de Cristo y por la inmutable tradición de la Iglesia, no se puede administrar el sacramento de la Sagrada Eucaristía a quienes estén objetivamente en estado de grave pecado público, y tampoco se debe dar la absolución sacramental a quienes manifiesten no estar dispuestos a ajustarse a la Ley de Dios, aunque esa falta de disposición corresponda a una sola materia grave (cf. Concilio de Trento, sess. 14, c. 4; Juan Pablo II, Mensaje al Cardinal William W. Baum, 22 de marzo de 1996).

38. Conforme a la constante tradición de la Iglesia, no se puede administrar el sacramento de la Sagrada Eucaristía a quienes nieguen alguna verdad de la fe católica profesando formalmente adhesión a una comunidad cristiana herética o oficialmente cismática (cf. Código del Derecho Canónico 1983, can. 915; 1364).

39. La ley que obliga a los sacerdotes a observar la perfecta continencia mediante el celibato tiene su origen en el ejemplo de Jesucristo y pertenece a una tradición inmemorial y apostólica, según el testimonio constante de los Padres de la Iglesia y de los Romanos Pontífices. Por esta razón, no se debe abolir esta ley en la Iglesia Romana por medio de la innovación de un supuesto celibato opcional de los sacerdotes, ya sea a nivel regional o universal. El testimonio válido y perenne de la Iglesia afirma que la ley de la continencia sacerdotal «no impone ningún precepto nuevo. Dichos preceptos deben observarse, porque algunos los han descuidado por ignorancia y pereza. Con todo, los mencionados preceptos se remontan a los apóstoles y fueron establecidos por los Padres, como está escrito: “Así pues, hermanos, estad firmes y guardad las enseñanzas que habéis recibido, ya de palabra, ya por carta nuestra” (2Tes 2,15). Lo cierto es que muchos, desconociendo los estatutos de nuestros predecesores, han violado con su presunción la castidad de la Iglesia y se han guiado por la voluntad del pueblo, sin temor a los castigos divinos» (Papa Siricio, decretal Cum in unum del año 386).

40. Por voluntad de Cristo y por la divina constitución de la Iglesia, sólo los varones bautizados pueden recibir el sacramento del Orden, ya sea para el episcopado, el sacerdocio o el diaconado (cf. la carta apostólica de Juan Pablo II Ordinatio sacerdotalis, 4). Es más, la afirmación de que sólo un concilio ecuménico puede dirimir esta cuestión es errónea, dado que la autoridad de un concilio ecuménico no es mayor que la del Romano Pontífice (cf. V Concilio de Letrán, sesión 11; Concilio Vaticano I, sesión 4, c.3).

31 de mayo de 2019

Cardenal Raymond Leo Burke, Patrono de la Soberana y Militar Orden de Malta
Cardinal Janis Pujats, Arzobispo emérito de Riga
Tomash Peta, Arzobispo de la arquidiócesis de María Santísima en Astana
Jan Pawel Lenga, Arzobispo-Obispo emérito de Karaganda
Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de la arquidiócesis de María Santísima en Astana

Nota explicativa a la Declaración de las verdades relacionadas con algunos de los errores más comunes en la vida de la Iglesia de nuestro tiempo




La Iglesia actual sufre una de las mayores epidemias espirituales. Es decir, una confusión y desorientación doctrinal de alcance casi universal, que suponen un peligro seriamente contagioso para la salud espiritual y la salvación eterna de numerosas almas. Al mismo tiempo, es preciso reconocer un letargo espiritual generalizado en el ejercicio del Magisterio a diversos niveles de la jerarquía de la Iglesia de hoy. En buena parte, ello obedece a que no se ha observado el deber Apostólico - según lo declarado también por el Concilio Vaticano II – que los obispos deben «con vigilancia, apartar de su grey los errores que la amenazan» (Lumen gentium, 25).

Los tiempos que vivimos se caracterizan por una aguda hambre espiritual de los fieles católicos de todo mundo para que se reafirmen las verdades que han sido oscurecidas, socavadas y negadas por algunos de los más peligrosos errores de nuestra época. Los fieles que padecen esta hambre espiritual se sienten abandonados, y se encuentran por eso en una especie de periferia existencial. Semejante situación requiere con urgencia un remedio concreto. No admite más demora una declaración pública de las verdades que se oponen a dichos errores. Tenemos, por tanto, presentes las siguientes palabras del papa San Gregorio Magno, válidas para todos los tiempos: «No flaquee nuestra lengua para exhortar y, habiendo asumido el cargo de obispo, no nos condene nuestro silencio ante el tribunal del justo Juez (...) La grey que nos ha sido encomendada abandona a Dios, y callamos. Vive en pecado, y no alargamos la mano para corregirla» (Hom. In ev., 17,3.14).

Somos conscientes de la grave responsabilidad que tenemos como obispos católicos conforme a la amonestación de San Pablo, que enseña que Dios dio a su Iglesia «pastores y doctores a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, al estado de varón perfecto, alcanzando la estatura propia del Cristo total, para que ya no seamos niños fluctuantes y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, al antojo de la humana malicia, de la astucia que conduce engañosamente al error. Sino que, andando en la verdad por el amor, en todo crezcamos hacia adentro de Aquel que es la cabeza, Cristo. De Él todo el cuerpo, bien trabado y ligado entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándole en el amor» (Ef 4, 12-16).

Con espíritu de caridad fraterna, publicamos la presente Declaración de verdades a modo de ayuda espiritual concreta para que los obispos, sacerdotes, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones de fieles laicos y particulares tengan oportunidad de confesar en privado o en público las verdades que más se niegan o desfiguran en nuestros tiempos. La siguiente exhortación del apóstol San Pablo debe entenderse como dirigida a cada obispo y fiel laico de hoy: «Lucha la buena lucha de la fe; echa mano de la vida eterna, para la cual fuiste llamado, y de la cual hiciste aquella bella confesión delante de muchos testigos. Te ruego, en presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús –el cual hizo bajo Poncio Pilato la bella confesión-- que guardes tu mandato sin mancha y sin reproche hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo» (1Tim 6,12-14).

Ante la mirada del Divino Juez y en su propia conciencia, todo obispo, sacerdote y fiel laico tiene el deber moral de dar testimonio inequívoco de las verdades que hoy en día se oscurecen, socavan y niegan. Declarando dichas verdades mediante actos públicos y privados se podría iniciar un movimiento de confesión de la Verdad, de defensa y reparación por los pecados generalizados contra la Fe y por los pecados secretos y públicos de apostasía, disimulada o manifiesta, de no pocos clérigos y seglares. Eso sí, hay que tener presente que lo que importa en tal movimiento no es el número de sus miembros, sino la verdad, como afirmó San Gregorio Nacianceno ante la confusión doctrinal generalizada de la crisis arriana, cuando declaró que Dios no se complace en los números (cf. Or. 42,7).

Al dar testimonio de la perenne fe católica, clero y fieles recordarán la verdad de que «la totalidad de los fieles no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando "desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos” presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 12).

Los santos y los grandes obispos que vivieron en tiempos de crisis doctrinales pueden interceder por nosotros y guiarnos mediante su enseñanza, como lo hacen las siguientes palabras de San Agustín dirigidas al Papa San Bonifacio I: «Dado que todos los que ejercemos el episcopado compartimos una misma atalaya pastoral (si bien tu vigilas desde una altura superior), hago lo que está en mis manos con respecto a mi pequeña porción del rebaño en la medida en que el Señor se digna concederme autoridad mediante la ayuda de tus oraciones » (Contra ep. pel., 1,2).

La voz unánime de los pastores y los fieles en una precisa declaración de verdades será indudablemente un medio eficaz de ayuda fraternal y filial al Sumo Pontífice en la extraordinaria situación actual de confusión doctrinal generalizada y desorientación que reina en la vida de la Iglesia.

Hacemos esta Declaración con espíritu de caridad cristiana, la cual se manifiesta velando por la salud espiritual de los pastores y los fieles; es decir, de todos los miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, teniendo presentes las siguientes palabras de San Pablo en su Primera Epístola a los Corintios: «Que no haya disensión en el cuerpo, sino que los miembros tengan el mismo cuidado los unos por los otros. Por donde si un miembro sufre, sufren con él todos los miembros; y si un miembro es honrado, se regocijan con él todos los miembros» (1Cor 12, 25-27), y en la carta a los Romanos: «Pues así como tenemos muchos miembros en un solo cuerpo, y no todos los miembros tienen la misma función, del mismo modo los que somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, pero en cuanto a cada uno somos recíprocamente miembros. Y tenemos dones diferentes conforme a la gracia que nos fue dada, ya de profecía para hablar según la regla de la fe, ya de ministerio, para servir; ya de enseñar, para la enseñanza; ya de exhortar, para la exhortación. (...) Aborreced lo que es malo, apegaos a lo que es bueno. En el amor a los hermanos sed afectuosos unos con otros; en cuanto al honor, daos preferencia mutuamente. En la solicitud, no seáis perezosos; en el espíritu sed fervientes; para el Señor sed servidores» (Rm 12, 4-11).

Los cardenales y obispos que firman esta “Declaración de verdades” la encomiendan al Corazón Inmaculado de la Madre de Dios bajo la advocación “Salus populi romani” (“Salvación del pueblo romano”) considerando el privilegiado significado espiritual que este ícono tiene para la Iglesia Romana. Que toda la Iglesia Católica, bajo la protección de la Virgen Inmaculada y Madre de Dios, “luche intrépidamente la buena batalla de la fe, persevere firmemente en la doctrina de los apóstoles y proceda seguramente entre las tempestades del mundo hasta llegar a la ciudad celestial" (Prefacio de la misa en honor de la Bienaventurada Virgen María “Salvación del pueblo romano”).

31 de mayo de 2019

Cardenal Raymond Leo Burke, Patrono de la Soberana y Militar Orden de Malta
Cardinal Janis Pujats, Arzobispo emérito de Riga
Tomash Peta, Arzobispo de la arquidiócesis de María Santísima in Astana
Jan Pawel Lenga, Arzobispo-Obispo emérito de Karaganda
Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de la arquidiócesis de María Santísima en Astana

lunes, 10 de junio de 2019

NOTICIAS VARIAS 8 al 10 de junio de 2019



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INFOCATÓLICA

El amor no es ciego ( Bruno Moreno)

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El Papa convoca en Roma a los Nuncios y Observadores Permanentes del 12 al 15 de junio

El Arzobispo de Cracovia denuncia la burla contra la fe católica en los desfiles del Orgullo Gay

Amoris laetitia y la ética individual de Karl Rahner (Alonso Gracián)

SPECOLA

Zanquetta y los obispos monarcas, el pastel político italiano y el Vaticano, el desplome de fieles, los elegebetes en la católica.

El Papa Francisco y el amigo Zanchetta, continúa persecución a Pell, Santuario de Lourdes, tiempo de esperanza.

IL SETTIMO CIELO

Caso McCarrick. Había una pregunta, pero Francisco no ha querido oírla

Dos cardenales y tres obispos corrigen a Francisco y responden a los Dubia



Los cardenales Raymond Burke, de 70 años, y Janis Pujats, de 88 años, y tres obispos kazajos -el obispo auxiliar Athanasius Schneider, de 58 años, el arzobispo Tomash Peta, de 67 años, y el arzobispo emérito Jan Pawel Lenga, de 69 años, emitieron el 31 de mayo una “Declaración de Verdades” de 8 páginas”.

Esa declaración fue publicada el 10 de junio en el sitio web NCRegister.com. Éste es otro documento después de una serie de documentos dirigidos al papa Francisco.

El texto contiene la enseñanza católica sobre la Eucaristía, el matrimonio, la homosexualidad, el castigo capital y el celibato clerical.

Esto desafía implícitamente las declaraciones heréticas de Francisco, si bien llama al documento una “ayuda fraternal y filial” para Francisco.

El documento refuta la Declaración de Abu Dhabi de Francisco. Declara que “los musulmanes y otros que carecen de fe en Jesucristo” no pueden adorar a Dios de la misma manera que lo hacen los cristianos, agregando que las religiones que promocionan la idolatría o el panteísmo son “engaños” y “excluyen de la salvación eterna”.

Contradiciendo la entrevista de Scalfari con Francisco, el documento aclara que las almas condenadas al infierno “no serán aniquiladas”.

Dando una respuesta implícita a los Dubia, el documento enfatiza que “ninguna circunstancia”, “ningún propósito”, “ninguna ley cualquiera que sea” puede hacer lícito un acto intrínsicamente ilícito.

El ‘musulmán moderado’ que firmó el pacto con el Papa permite golpear a las esposas (Carlos Esteban)



A condición de que no le rompa ningún hueso, los varones podrán golpear a sus esposas para disciplinarlas en caso de rebeldía, ha decretado el Gran Imán de Al Azhar, tenido por autoridad máxima del Islam suní, que firmó con el Papa en Abu Dhabi el célebre Pacto por la Paz interreligioso.

De pocos viajes ha vuelto tan satisfecho el Santo Padre como del que le llevó a los Emiratos Árabes a principios de este año, de donde volvió con un Documento sobre la Fraternidad Humana firmado con la supuesta máxima autoridad del Islam suní, el Gran Imán de la Mezquita del Al Azhar, Ahmad Al-Tayyib.

De hecho, Su Santidad dedicó su primera alocución en Roma a su vuelta de Abu Dhabi a subrayar la importancia de este pacto interreligioso, que envió en seguida a todas las instituciones educativas católicas y del que sus más fervorosos admiradores dijeron que se estudiaría durante muchas décadas en el futuro. En él se venían a subrayar lo que de común tienen ambas religiones, aunque hubiera que admitir afirmaciones tan dudosas para el historiador como que “las religiones no incitan nunca a la guerra”.

El islam, religión sin clero sacramental, mucho menos un pontífice, es una fe con una estructura ética que a menudo choca fuertemente con la visión occidental, no meramente cristiana. Pero, para tranquilidad de los lectores del pacto, se nos dijo que Al Azhar representaba al islam suní y que, como podía comprobarse en el propio texto fraternal que firmaba, era de tendencia ‘moderada’.

Al Azhar no representa al islam suní, no en el sentido en que el Papa representa la doctrina de la fe católica. Es simplemente, en una religión sin un centro doctrinal, la que se tiene comúnmente como la institución más prestigiosa, sin que eso vincule necesariamente a un solo musulmán.

Pero es que Al Tayyib no ha resultado tan moderado como quisieran verlo los entusiastas del acuerdo. En su día, hace algo más de tres años, ya tuvo que admitir que la pena de muerte es lo prescrito contra quien apostata de la fe islámica. Y por si alguien pudiera pensar que de entonces acá se ha “moderado”, nos enteramos hoy mismo que ha declarado que los esposos pueden golpear a sus mujeres para corregirlas según lo estipula el Corán.

Lo que quizá el Santo Padre no tuvo en cuenta o pasó por alto es que, por alta que sea la autoridad moral de Al Tayyib o de cualquier otro Gran Imán, es absolutamente nula comparada con la que su fe confiere al Corán, palabra increada de Alá hasta el último signo diacrítico, y a los ahadith aceptados.

El Gran Imán lo ha dejado claro al referirse a unos versículos de la «la sura de las mujeres» del Corán. «Los hombres están al cargo de las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos sobre otros. (…) Las habrá que sean rectas, obedientes y que guarden, cuando no las vean, aquello que Alá manda guardar. Pero aquellas cuya rebeldía temáis, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadles; pero si os obedecen, no busquéis ningún medio contra ellas».

Así lo ha resaltado Al Tayyib en unas declaraciones que sólo desde fuera se pueden considerar ‘polémicas’: «Los textos del Corán y las disposiciones de la legislación islámica son válidos en todo momento y lugar». Lo firmado con un sumo sacerdote infiel, en cambio, no lo son necesariamente.


Carlos Esteban

domingo, 9 de junio de 2019

viernes, 7 de junio de 2019

NOTICIAS VARIAS 7 DE JUNIO DE 2019




DIANE MONTAGNA


CATAPULTA


INFOCATÓLICA

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“¿Cómo me voy a oponer a tratar igual que a los demás a dos hombres que se quieren?”

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Pell apela

SECRETUM MEUM MIHI

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SPECOLA

El Papa Francisco y sus sospechosas devociones : Lourdes, Fátima, Guadalupe, Medjugorje; el martirio de Pell y la cosa nostra Vaticana.

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George Soros elogia al papa Francisco