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lunes, 13 de febrero de 2017

¿Una misa protestante? (De Gloria TV)

Duración: 38 segundos

A Protestant Mass: The Italian blog “Anonimi della Croce” cites a confidential source in Santa Marta according to which Pope Francis envisages changes in the New Rite Eucharist which serve a single goal: ecumenism. Francis plans to create a Eucharistic liturgy that could be celebrated with the Protestants. The source claims that the deal is practically done.

Traducción al español


Una misa protestante: El blog italiano "Anonimi della Croce" cita una fuente confidencial en Santa Marta según la cual el Papa Francisco prevé cambios en el Nuevo Rito Eucarístico que sirven a un único objetivo: el ecumenismo. Francisco planea crear una liturgia eucarística que se pueda celebrar con los protestantes. La fuente asegura que el acuerdo está prácticamente hecho.

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La situación crítica por la que atraviesa la Iglesia es gravísima. Yo tengo la esperanza de que tal evento "planeado" (y más que planeado) no llegue a tener lugar. 

Pero, por desgracia, tenemos un papa que, aunque legítimo (legalmente, y sólo mientras no se demuestre lo contrario) es, al decir de The Wanderer, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro y, al mismo tiempo, Líder del Enemigo y de las Fuerzas Oscuras.

Así pues, este año de 2017 tenemos que estar preparados para las auténticas sorpresas del Espíritu Santo (no las sorpresas de Francisco, que no son tales, pues están ya programadas) quien no permitirá que la Iglesia de Cristo se hunda.

José Martí

domingo, 12 de febrero de 2017

El cisma está a las puertas (3)


CONFERENCIA EPISCOPAL DE OBISPOS ALEMANES
El cisma está a las puertas (2)
El cisma está a las puertas (3)
El cisma está a las puertas (5)
El cisma está a las puertas (6)

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Es de señalar la importancia que tienen en el Evangelio los siguientes versículos, en los que se relata lo que dijo Jesús a sus discípulos en el monte de los Olivos: "Todos vosotros os escandalizaréis esta noche por mi causaporque escrito está: 'Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño'" (Mt 26, 31).

Y me vienen a la mente también estas otras palabras de Jesús: "Al ver a las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36)

Hoy contemplamos, consternados, la enorme división que se está dando en el interior de la Iglesia entre cardenales, entre obispos y entre sacerdotes. Todo esto ha ido "in crescendo", de modo acelerado, desde que subió al pontificado, hace ya casi cuatro años, el actual papa Francisco, cuyo lema, que todos conocemos muy bien es: "Hagan lío". Y, desde luego él lo lleva a la práctica de continuo y predica con el ejemplo, pues no hay día en el que no aparezca una noticia relativa a nuevos disparates papales.

Pero eso no le preocupa. Hace y deshace "a plaisir". Habla de colegialidad pero ... "el Papa soy yo"; como si eso justificase cualquier acción que ejecute. El hecho cierto es que no se inmuta, a pesar de toda la oposición que encuentra por parte de aquéllos que desean seguir siendo fieles a la Iglesia católica de toda la vida, desde que ésta comenzó a existir, fundada por Jesucristo, hace casi dos mil años. 

Lo lógico sería que él fuese el primero en "confirmar a sus hermanos en la fe" (Lc 22, 32) y en "guardar el depósito" (1 Tim 6, 20) ... Y, sin embargo, como afirmó en otro lugar, él simplemente se limita a poner en práctica el camino que ya comenzó a partir del Concilio Vaticano II ... Por eso está tranquilo y no le preocupa cuando encuentra alguna oposición por parte de los llamados "sectores conservadores" de la Iglesia. Los destituye, los cambia de lugar, les obliga a callar, etc... Eso sí: con misericordia.

¡Está muy claro, [por sus frutos los conoceréis, dijo Jesús], que la Religión que Francisco predica no es la religión católica, pues ésta no comenzó en el Concilio Vaticano II, hace poco más de cincuenta años ... ni muchísimo menos. Siempre habla del "espíritu del Concilio" (refiriéndose al Concilio Vaticano II), pero dicho espíritu, si se tratase del Espíritu Santo produciría estos frutos: "Caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. Contra esto no hay Ley" (Gal 5, 22-23).

Y ¿es esto lo que vemos? ... No, sino división; y una división de tales dimensiones que jamás se había producido tal en la historia de la Iglesia pues hace referencia al núcleo mismo de la fe católica. Se está llegando a una situación insostenible, de modo que el cisma está al caer. Pero ... ¡atención y ojo al dato! porque ocurrirá que "oficialmente" sólo se considerará católicos a aquellos que comulguen con lo que el Papa actual piensa y a los que actúen conforme a "la voluntad del papa".

Tal modo de proceder no tiene nada de católico, pues la referencia para un cristiano es Jesucristo y no es el Papa

Se cumplen de nuevo, una vez más, y como no podía ser de otra manera, las palabras de Jesús, esas Palabras que son Espíritu y que son Vida: "Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas [léase ahora "iglesias"]; más aún: se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 1-2). 

Y es que, por más vueltas que le demos, lo cierto y verdad es que la condición normal de un cristiano es la persecución. Esto nos lo advertía también Jesús: "Seréis odiados POR TODOS a causa de mi Nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 10, 22). 

En este mismo sentido, podríamos recordar también lo que decía san Pablo a Timoteo: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12) ... y esto hasta el punto en que "vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos; y se apartarán de la verdad, volviéndose a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4) 

Es decir: se llegará a una situación de apostasía general; y, a poco que se piense, es fácil constatar que nos encontramos ya inmersos en ella.  

Ante lo cual, el cristiano no puede tener miedo, sino vivir la alegría de estar así más unido a Jesucristo: "Si me persiguieron a Mí también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20a) ... sabiendo que siempre quedarán personas que acepten el Mensaje de Jesús, que elijan caminar por la senda estrecha, la que conduce a la Vida. Serán pocos, pero los habrá. Esto dice Jesús: "Si guardaron mi Palabra, también guardarán la vuestra" (Jn 15, 20b). 

Y tiene que haberlos, pues de lo contrario no se cumplirían las palabras de Jesús, lo cual no puede ocurrir: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Y entre las muchas cosas que dijo una de ellas fue que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16, 18).

Conviene prestar mucha atención a esas palabras, pues en ellas Jesús se refiere a SU IGLESIA ... no a la "Iglesia oficial". Jesús se refiere a la única Iglesia verdadera, que es la que está formada por todos los bautizados que creen en Él y en todo lo que la Iglesia siempre ha dicho a través de los siglos, desde su fundación.

José Martí

viernes, 10 de febrero de 2017

El Cardenal Martínez Sistach contra el Evangelio y la Doctrina de la Iglesia al presentar su libro "Cómo aplicar Amoris laetitia"




Ayer, miércoles 8 de febrero, el Cardenal Lluís Martínez Sistach, durante la presentación en Madrid de su libro "Cómo aplicar Amoris Laetitia", afirmó lo siguiente:

"El discernimiento en divorciados y vueltos a casar ha de considerar aspectos del anterior matrimonio y la nueva unión. Si en algún momento, el interesado, en conciencia y ante Dios, constata que se da alguna circunstancia que hace que a la situación objetiva de pecado no le corresponde imputabilidad subjetiva grave, se puede acceder a los sacramentos".

Veamos qué se opone a tal afirmación, comenzando por el Decálogo, los Santos Evangelios, la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia:

1) El Sexto Mandamiento del Decálogo: "No cometerás adulterio" (Ex 20,14; Dt 5,17).

2) La prohibición expresa de Nuestro Señor Jesucristo, como recogen los Santos Evangelios:

El que repudia a su mujer y se casa con otra, o si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio; y el que se casa con el repudiado o la repudiada también comete adulterio (Mt 19,9 y 5,32; Mc 10,11; Lc 16,18).

3) El Catecismo de la Iglesia Católica:

2072. Los diez mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves. Son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano.

2380. El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5, 27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf Mt 5, 32; 19, 6; Mc 10, 11; 1 Co 6, 9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf Os 2, 7; Jr 5, 7; 13, 27).

2382. El Señor Jesús insiste en la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (cf Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc 16, 18; 1 Co 7, 10-11), y deroga la tolerancia que se había introducido en la ley antigua (cf Mt 19, 7-9). Entre bautizados, "el matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte" (CIC can. 1141).

A pesar de ello, el Cardenal Sistach, a quien no se le puede suponer desconocimiento del Catecismo de la Iglesia Católica, lo ignora a propósito. En una entrevista concedida a "El Punt Avui" (ver aquí), publicada el 22 de diciembre de 2014, decía:

"...i no hi ha la possibilitat, respectant la indissolubilitat, que hi hagi una nul·litat més ampla o que el papa tingués, per exemple, unes facultats, una dispensa, per dissoldre un matrimoni que era vàlid en determinades circumstàncies?"

"...¿Y no existe la posibilidad, respetando la indisolubilidad, que haya una nulidad más ancha o que el Papa tuviera, por ejemplo, unas facultades, una dispensa, para disolver un matrimonio que era válido en determinadas circunstancias?"

4) El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento (dogmático):

Canon VII. Si alguno dijere que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del Matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro Matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea anatema” (Denz. 1805 y 1807).

Volviendo a la afirmación del Cardenal Sistach, y siendo de todos conocido que no se puede comulgar en pecado mortal, ¿se puede sostener que se pueda estar en gracia santificante incluso cuando objetivamente se comete un pecado mortal? En algunos casos, sí. 

Pongamos un ejemplo:

No abstenerse de comer carne el Miércoles de Ceniza es objetivamente un pecado mortal (contra el 4º mandamiento de la Santa Madre Iglesia). 

Pero no lo sería:

- Si la persona no se da cuenta (o bien de que ese día es Miércoles de Ceniza, o bien de que no se puede comer carne ese día).

- Si desconoce la prohibición (bien por falta de formación, o porque erróneamente crea que se ha derogado la obligación de abstenerse de comer carne).

- Si no lo hace voluntariamente (porque alguien le obligue o por ser imposible consumir otro alimento, por ejemplo por una catástrofe o guerra).

Sin embargo, el recurso a la "inimputabilidad" no se aplica, como tampoco en otros pecados, en el caso del adulterio, aparte de por todo lo visto más arriba, porque nadie puede argumentar:

- Que no se daba cuenta de que estaba fornicando, o viviendo en concubinato/amancebamiento, o cometiendo adulterio con una persona que no era su legítimo cónyuge -al que sigue unido por el sacramento del matrimonio-.

- Que no sabía que la fornicación, el concubinato/amancebamiento y el adulterio son pecado.

- Que estaba obligado a hacerlo, sin que existiera ninguna posibilidad de no hacerlo y, por tanto, que no había voluntariedad.

Naturalmente, si no se diese alguno de estos tres puntos, no habría pecado mortal. Pero es obvio que no se puede argumentar tal cosa en el caso del adulterio, que es un acto intrínsecamente malo, prohibido por el Decálogo y expresamente por Nuestro Señor Jesucristo, que se realiza de forma consciente, voluntariamente y de forma prolongada en el tiempo -en el caso de las parejas "recasadas" por lo civil-.

A este respecto, esto es lo que dice la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia:

(1) El Catecismo de la Iglesia Católica:

1857. Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento” (RP 17).

1859. El pecado mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento. Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.

(2) La Exhortación Apostólica Post-Sinodal "Reconciliatio et Paenitentia", de San Juan Pablo II:

Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento [...] algunos pecados, por razón de su materia, son intrínsecamente graves y mortales. Es decir, existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto. Estos actos, si se realizan con el suficiente conocimiento y libertad, son siempre culpa grave (Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Sesión VI De iustificatione cap. XV: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, ed. cit. 677 (DS 1544))

(3) El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento (dogmático):

Sesión VI. De iustificatione

Capítulo XV

Con cualquier pecado mortal se pierde la gracia, pero no la fe

Se ha de tener también por cierto, contra los astutos ingenios de algunos que seducen con dulces palabras y bendiciones los corazones inocentes, que la gracia que se ha recibido en la justificación, se pierde no solamente con la infidelidad, por la que perece aun la misma fe, sino también con cualquiera otro pecado mortal, aunque la fe se conserve: defendiendo en esto la doctrina de la divina ley, que excluye del reino de Dios, no sólo los infieles, sino también los fieles que caen en la fornicación, los adúlteros, afeminados, sodomitas, ladrones, avaros, vinosos, maldicientes, arrebatadores, y todos los demás que caen en pecados mortales; pues pueden abstenerse de ellos con el auxilio de la divina gracia, y quedan por ellos separados de la gracia de Cristo.

(4) La Encíclica "Humanae vitae", del Beato Pablo PP. VI:

Aunque refiriéndose a las acciones voluntarias para impedir la transmisión de la vida, en el punto 10 niega que la conciencia tenga la última palabra para juzgar la licitud de una acción, sobre todo si se trata una acción intrínsecamente mala (lo cual es extensible a otros pecados) y niega que se pueda cometer un acto malo para conseguir un supuesto buen fin:

"...los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir [...] no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social".

(5) Declaración del Concilio Vaticano II "Dignitatis humanae":

Los cristianos, al formar su conciencia, deben atender con diligencia a la doctrina cierta y sagrada de la Iglesia. Pues, por voluntad de Cristo, la Iglesia católica es maestra de la verdad y su misión es anunciar y enseñar auténticamente la Verdad, que es Cristo, y, al mismo tiempo, declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana.

(6) Carta a los obispos de todo el mundo sobre el acceso a la Comunión de los divorciados vueltos a casar, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmada por el Prefecto (el Cardenal Joseph Ratzinger), por mandato de San Juan Pablo PP. II, el 14 de septiembre de 1994:

"Si los divorciados se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios y por consiguiente no pueden acceder a la Comunión eucarística mientras persista esa situación [...] El fiel que está conviviendo habitualmente «more uxorio» con una persona que no es la legítima esposa o el legítimo marido, no puede acceder a la Comunión eucarística. 

En el caso de que él lo juzgara posible, los pastores y los confesores, dada la gravedad de la materia y las exigencias del bien espiritual de la persona y del bien común de la Iglesia, tienen el grave deber de advertirle que dicho juicio de conciencia riñe abiertamente con la doctrina de la Iglesia. También tienen que recordar esta doctrina cuando enseñan a todos los fieles que les han sido encomendados [...] La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción, sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible.

Por lo tanto, como sin arrepentimiento ni propósito de la enmienda una persona no puede acceder a los sacramentos, so pena de hacerlo de forma sacrílega, quienes sin haber contraído el sacramento del matrimonio conviven "more uxorio" deben abstenerse de acudir a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía hasta que abandonen voluntaria y definitivamente la situación de pecado, bien sea separándose de la persona con la que conviven o, en caso de imposibilidad grave, guardando la castidad y viviendo como "hermano y hermana" (e incluso en este caso, evitando el escándalo).

Por último, todos los fieles deben recordar las palabras del Apóstol San Pablo, previniéndonos, que recogen los Santos Evangelios:

Me sorprende que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo para seguir otro evangelio; aunque no es que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema! Como os lo acabamos de decir, ahora os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema! (Gal 1,6-9).

CATHOLICVS

Martín Lutero, anti-testigo del Evangelio (por Monseñor Atanasio Schnëider)

Duración 23:11 minutos

jueves, 9 de febrero de 2017

AMORIS LAETITIA (Monseñor Atanasio Schnëider)

Duración 30:32 minutos

Y ahora, cambiemos la fe católica sobre el sacerdocio (Bruno Moreno)



Como sabrán los lectores, La Civiltà Cattolica, revista oficiosa del Vaticano e impresa con el control previo de la Santa Sede, acaba de publicar un artículo del P. Giancarlo Pani SJ dedicado a la propuesta de cambiar la doctrina católica sobre el sacerdocio, de modo que se admita el sacerdocio femenino en la Iglesia.

Es un artículo pasmoso, que revela una actitud de rechazo abierto y frontal de la fe de la Iglesia, al servicio de las ideologías de moda en nuestra época. Resulta casi increíble que un medio como la Civiltà preste cobijo y apoyo a posturas como esta, imposibles de reconciliar con el catolicismo.

La doctrina de que la Iglesia no está facultada para ordenar mujeres ha sido enseñada siempre por el Magisterio, sigue el ejemplo del mismo Cristo y es parte de la fe católica. Recogiendo una larga sucesión de textos magisteriales sobre el mismo tema, San Juan Pablo II enseñó que:

“Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia” (Ordinatio Sacerdotalis)

Por si eso fuera poco, la Congregación para la Doctrina de la Fe declaró un año después que “la Iglesia no tiene facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres” y que esa verdad, “exige un asentimiento definitivo”, está “basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio”, “se ha de entender como perteneciente al depósito de la fe” y “ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal” (Congregación para la Doctrina de la Fe, respuesta a dubia del 28 de octubre de 1995).

En principio, uno pensaría que “infalible”, “definitivo”, “Palabra de Dios”, “Tradición” y “depósito de la fe” bastan para que un tema quede perfectamente claro para los católicos. Sin embargo, el P. Pani SJ no lo considera así y propone un cambio en esta doctrina, quizá sin ser consciente de que algo así equivale a pedir la destrucción completa de la doctrina católica, porque si una doctrina infalible y definitiva está equivocada y se puede cambiar, eso quiere decir que no existen las doctrinas infalibles y definitivas. Si la fe católica puede cambiar, eso quiere decir que no es verdadera revelación de Dios, sino una mera opinión humana.


¿Cuáles son los argumentos de peso del P. Giancarlo para pedir algo tan grave? En apoyo del sacerdocio femenino, de forma bastante trillada pero no por eso menos sorprendente, apela a que la doctrina no contempla los “profundos cambios sociales y culturales que han afectado a las mujeres” “en el siglo XX”. ¿Qué sentido tiene dar ahora como argumento los cambios del siglo XX, si precisamente la Iglesia del siglo XX fue la que definió de manera irreformable la cuestión? 

¿No vivían San Juan Pablo II y Benedicto XVI en el siglo XX? En otro lugar, el articulista intenta camuflar un poco la incoherencia apelando al siglo XXI y diciendo que la Iglesia, al definir que el sacerdocio ministerial está reservado a los hombres, “no toma en cuenta los desarrollos que en el siglo XXI han tenido la presencia y el rol de la mujer en la familia y en la sociedad. Se trata de dignidad, de responsabilidad y de participación eclesial”. Esta táctica, sin embargo, produce más bien sonrojo, porque, como hemos visto, en otra parte del artículo reconoce que esos “desarrollos” son los mismos del siglo XX, algo evidente por otra parte, teniendo en cuenta que el nuevo siglo apenas lleva diecisiete años de andadura, en los que, francamente, no hemos inventado nada nuevo.

Por otra parte, se trasluce un entendimiento de la cuestión completamente ajeno al catolicismo. En primer lugar, es una forma de razonar burdamente cronolátrica, como si la naturaleza del hombre, de la mujer y del sacerdocio no fuera la misma hoy que hace dos milenios. En segundo lugar y de forma fundamental, el artículo revela un enfoque montanista de la Revelación, que nada tiene que ver con la fe católica:

“No se puede recurrir siempre al pasado, como si solamente en el pasado hubiera indicaciones del Espíritu. También hoy el Señor guía a la Iglesia y sugiere asumir con valentía perspectivas nuevas”.

Es asombroso que en un artículo publicado en una revista católica seria y tan importante, se digan estas cosas. La frase “no se puede recurrir siempre al pasado” es frontal y expresamente anticatólica. El autor olvida (o rechaza) que el catolicismo no es una filosofía que construimos, sino la Verdad revelada por Dios en su Hijo Jesucristo, encarnado en el siglo I para nuestra salvación, que es “mediador y plenitud de toda la Revelación” (Dei Verbum 2). 

Contra lo que dice el P. Pani SJ, la misión de la Iglesia es, expresamente, recurrir siempre al pasado, volver la mirada a la Revelación “entregada de una vez a los santos” en Jesucristo y transmitida por la Tradición, y proponerla de modo siempre nuevo a los hombres. Las fuentes de la Revelación son dos, Escritura y Tradición, interpretadas por el Magisterio (DV 10), y no hay una tercera consistente en “perspectivas nuevas” o “indicaciones del Espíritu”, que se salgan de lo revelado. No hay nuevas revelaciones públicas, ni el Señor puede guiar a la Iglesia a algo fundamentalmente diferente de lo que siempre ha enseñado. Como explica San Juan de la Cruz (y cita el Catecismo):

“el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad” (San Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo 2,22,3-5) 

Como ya hemos indicado, la Iglesia, al definir esta verdad de fe católica, hizo lo que tenía que hacer: recordarnos una verdad “basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio”, siguiendo el ejemplo del mismo Cristo. Quien critica algo así, está criticando toda la fe de la Iglesia, porque toda ella la hemos recibido “del pasado”. Así lo enseña el Catecismo: “la fe cristiana no puede aceptar ‘revelaciones’ que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud” (Catecismo de la Iglesia Católica 67).


Por otra parte, el artículo utiliza un lenguaje engañoso, inadmisible en cualquier reflexión teológica seria. Se dice, por ejemplo, que “las dificultades de recepción de la respuesta crearon «tensiones» en las relaciones entre Magisterio y Teología por los problemas vinculados”. Con esto, a lo que realmente se refiere es a que, a pesar de la definición infalible, hubo algunos teólogos que continuaron sin aceptar la enseñanza de la Iglesia y siguieron defendiendo lo indefendible, pura y simplemente porque no estaban dispuestos a aceptar la fe católica. No se trata de tensiones entre Magisterio y Teología, sino falta de fe por parte de algunos seudoteólogos (que, además, en el artículo de la Civiltà, se identifican directamente con la “Teología”, con una desfachatez asombrosa, como si no hubiera innumerables teólogos católicos que aceptaron con alegría la definición infalible de la Iglesia, del mismo modo que antes habían aceptado siempre su doctrina constante sobre este tema).

Del mismo modo, se utiliza como argumento a favor de cambiar nuestra fe católica que “hoy hay malestar entre quienes no llegan a comprender cómo la exclusión de la mujer del ministerio de la Iglesia puede coexistir con la afirmación y la valoración de su igual dignidad”. 

Para ver lo absurdo de esta forma de razonar, basta aplicarla a cualquier otra parte de la fe de la Iglesia y decir, por ejemplo, que “hoy hay malestar entre quienes no llegan a comprender cómo la existencia de tres personas en Dios puede coexistir con la afirmación y la valoración de su unidad de naturaleza”. Cualquier teólogo con dos dedos de frente sabe que, ante esa “objeción” lo que hay que hacer es, por un lado, explicar lo mejor posible la fe de la Iglesia (cosa que, la Civiltà se abstiene significativamente de hacer en este caso) y, por otro, recordar a los que sufren ese malestar que la fe de la Iglesia no es producto de un razonamiento humano, sino de la Revelación de Dios. Crede ut intelligas. Cree, acepta, ora, contempla y entenderás.

Da la impresión de que, en realidad, lo que se está ofreciendo es, simplemente un argumento basado en el sentimentalismo: mirad a los pobres angustiados y agobiados porque no entienden lo que dice la Iglesia (con la insinuación de que no lo entienden porque es absurdo); si no queremos que la gente viva angustiada, debemos cambiar lo que enseña la Iglesia para que dejen de sufrir. ¿Por qué resulta tan familiar ese argumento? Quizá porque es el mismo que utiliza el mundo contra todas las doctrinas de la Iglesia que le resultan incómodas, desde la pecaminosidad de los anticonceptivos hasta la condena del aborto, pasando por el matrimonio indisoluble y la fe en la Trinidad, la transustanciación o la misma Encarnación. O quizá porque numerosos seudoteólogos llevan décadas utilizándolo “dentro” de la Iglesia para acabar con esas mismas doctrinas.

Asimismo, el P. Pani SJ afirma, citando a otro teólogo, que los pronunciamientos de la Iglesia sobre el sacerdocio “más que expresión de autoridad, parecen significar autoritarismo”. ¿Y qué criterio se nos da para diferenciar ambas cosas? Ninguno, más allá de que todo lo que le cueste creer al mundo (paganizado) de hoy es autoritarismo y debe cambiarse. El criterio de verdad es lo que quiere el mundo moderno o, mejor dicho, lo que quiere el Mundo en el sentido teológico del término. Y, por supuesto, lo que quiere y propone el autor, por mucho que se esconda de forma algo pueril tras expresiones como “muchos católicos”, la “participación”, los “cambios socioculturales”, la “Teología” o “los que no llegan a comprender”.

Quizá lo más triste de todo esto es que ni siquiera se trata de una sesuda especulación teológica, aunque sea errada, sino de una argumentación de niño pequeño. Tengo un hijo de dos años y sé de lo que hablo. Cuando quiere algo, no pierde el tiempo en grandes argumentaciones o razones sólidas, sino que se limita a decir “quero”, “quero”, “quero”, una y otra vez, a un volumen cada vez más alto, con lágrimas y, si es necesario, con una pataleta. Hasta que alguien le dé lo que quiere o, si sus padres cumplen su deber, le hagan entender que no puede tener todo lo que quiere. Así ha sucedido con los defensores del sacerdocio femenino, aunque algunos mantengan aún hoy la pataleta infantil.

Dicho más finamente, se trata de un argumento que ya expresó hace dieciocho siglos el poeta romano Juvenal: Hoc volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas. Es decir, “quiero esto y lo exijo; valga mi voluntad como razón”. Un “razonamiento”, este sí, definitivo, porque vale absolutamente para todo y tiene la ventaja de terminar con cualquier discusión. Contra la nuda voluntad no caben argumentaciones.


Curiosamente, este último párrafo lo escribí ya, casi idéntico, hace un año y medio. Tengo una cierta sensación de dejà vu, porque esta situación ya la hemos vivido. Cuando comenzaron los Sínodos sobre la Familia, se afirmó, increíblemente, que en el Sínodo habría “un clima de respeto por todas las posturas, de caridad mutua y con auténtico sentido constructivo. […] De hecho, es importante expresarse claramente y con valentía. En un clima de diálogo sereno y leal, los participantes estarán llamados a no presentar su propio punto de vista como exclusivo, sino a buscar juntos la verdad”.

Ya entonces señalé que esas afirmaciones no tenían sentido en la Iglesia, porque pretendían partir de cero, como si en la Iglesia no hubiera “puntos de vista exclusivos”, que son precisamente los formados por la fe y la doctrina católicas, que no se pueden discutir y cuya negación nunca es respetable. Por aquel entonces, diversos comentaristas afirmaron que yo exageraba en mi crítica, que sólo se estaba buscando una discusión sana de los temas, que nadie pensaba cambiar la doctrina de la Iglesia… y un año y medio después, se está dando la comunión a los divorciados en una nueva unión en la mitad de las diócesis del mundo, sin necesidad de arrepentimiento y propósito de la enmienda.

Usando la misma táctica, la Civiltà pretende crear de nuevo una tabula rasa y partir de cero en un tema que ya está definido por la Iglesia. De un plumazo, se borra la doctrina constante de la Iglesia sobre el tema a lo largo de dos milenios e incluso el magisterio clarísimo y específico sobre este tema de los dos últimos Papas, exactamente igual que ha sucedido ya con el acceso de los divorciados a la comunión. Y todo eso sin ningún argumento, más allá de vagas referencias a la misericordia, al siglo XX, al malestar, a la angustia, al acompañamiento y al discernimiento.

De todas formas, a mi entender, no importa que el artículo esté desprovisto de argumentos, porque su única finalidad real es introducir dos frases envenenadas:

“La objeción básica, que ha reaparecido en el debate, es: ¿por qué la Iglesia antigua admitió a algunas mujeres al diaconado y hasta al apostolado? ¿Y por qué después la mujer fue excluida de estas funciones?”

Estas frases muestran con claridad por dónde van los tiros y cuál va a ser la táctica del nuevo ataque contra la doctrina: basarse en la innecesaria comisión sobre el diaconado que se creó recientemente, para atacar desde ahí la fe de la Iglesia sobre este tema. En las frases, maliciosamente, se asume que las mujeres ya fueron diaconisas ordenadas sacramentalmente e incluso de alguna forma obispos, al igual que los Apóstoles, pero que después la malvada Iglesia les arrebató inmisericordemente ese derecho.

Igual que sucedió en el Sínodo con el pretexto de “hablar con libertad”, con la excusa de la comisión se desea reabrir un tema zanjado. A fin de cuentas, como sabe todo el mundo, tanto los defensores de la fe de la Iglesia como los partidarios de cambiarla, el tema no es el diaconado (no sacramental) de las mujeres, sino dar sea como sea un nuevo paso hacia el sacerdocio de la mujer, al igual que ya ocurrió en el anglicanismo.

Digámoslo una vez más: todo esto nada tiene que ver con el catolicismo. Es pura mundanidad, disfrazada de palabras bonitas y vagas para confundir las cuestiones

La única respuesta posible de un católico ante estos despropósitos es recordar las palabras de San Pablo: Mas si aun nosotros o un ángel del cielo os anunciara otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. (Gal 1, 8)

BRUNO MORENO

martes, 7 de febrero de 2017

El responsable de caridad de la Orden de Malta justifica el reparto de condones y dice que la caída de donativos no se debe a éso sino al enfrentamiento con el Papa. La nueva reforma podría posibilitar su acceso o el de Albrecht von Boeselager al puesto de Gran Maestre



Según relata el semanario británico The Tablet [autodenominado "católico progresista"], el pasado jueves 2 de febrero el responsable de la rama caritativa [filantrópica, más bien] de los Caballeros de la Orden de Malta, Dominique de La Rochefoucauld-Montbel, afirmó en rueda de prensa que tanto él como Albrecht von Boeselager -a la derecha en la foto que abre esta entrada, en la que aparecen ambos durante dicha rueda de prensa-, que anteriormente había dirigido la rama de caridad mundial de la Orden [se trata del Gran Canciller destituido por el reparto de condones], tomaron medidas cuando la Orden fue informada de que los condones estaban siendo distribuidos.

No dice qué medidas tomaron. Sin embargo, justifica dicha distribución:

Rochefoucauld-Montbel explicó que los condones fueron distribuidos en partes de África y en Myanmar donde los caballeros participaban en un proyecto diseñado para ayudar a prevenir la esclavitud sexual. "Hay que seguir los principios", explicó. "Pero de vez en cuando nos encontramos en una disyuntiva, y tenemos que encontrar una solución dentro de la enseñanza de la Iglesia. No siempre es fácil".

Y como no es fácil, ante la duda... ¡a distribuir condones!

También admitió que el "lío" producido en la Orden (ver aquí, aquí y aquí) ha llevado a una caída en los donativos, y en Francia, donde se recaudaban millones de euros al año [el texto original habla de libras], ha disminuido alrededor de 30.000 euros (25.800 libras). "Esto ha sido problemático para nuestros donantes", dijo Dominique de La Rochefoucauld-Montbel a los periodistas. "La gente ha decidido no ayudarnos porque pensaban que estábamos luchando contra el Papa. Pero no era cierto. Necesitamos restablecer la confianza".

Así que, ya lo saben: los benefactores de la Orden no han dejado de dar donativos porque con su dinero se paguen y repartan condones, algo condenado por la moral de la Iglesia Católica, sino "por estar luchando contra el Papa". ¿Se lo habrán preguntado a todos los ex donantes, uno por uno?

También afirmó que ahora la prioridad de la Orden era centrarse en su trabajo a favor de los pobres y los enfermos y, en particular, de los refugiados.

Es decir: como cualquier otra ONG mundana. Como si hubiera que elegir entre la atención a los pobres y refugiados o seguir los principios morales de la Iglesia Católica. ¿Acaso no han sido compatibles durante dos milenios? ¿Por qué ahora iban a dejar de serlo? Pues, por lo visto, en las prioridades de la nueva Orden de Malta los principios morales, la evangelización y la religión en sí misma, ni están ni se los espera.

Por último, el referido artículo plantea un dato interesante: actualmente, los únicos candidatos que pueden optar a ser elegidos como Gran Maestre son aquellos que han hecho los votos completos, es decir, tan sólo 55 de los 13.500 caballeros con los que cuenta la Orden de Malta. Tras su comisariamiento por parte de la Santa Sede, las anunciadas reformas podrían permitir que dicho puesto estuviera abierto a caballeros del rango inferior, haciendo posible que tipos como von Boeselager o Rochefoucauld-Montbel puedan ser elegidos

CATHOLICVS

Pasquino regresa a Roma (Roberto de Mattei)


En la noche del viernes al sábado, una mano desconocida ha empapelado las calles en las proximidades del Vaticano con un manifiesto en el que, bajo la imagen de un papa Bergoglio de mirada sombría y ceño fruncido se lee: 

«Ah, Pancho, has intervenido congregaciones, destituido a sacerdotes, decapitado a la Orden de Malta y a los Franciscanos de la Inmaculada, desdeñado a cardenales… Pero ¿dónde está tu misericordia?».

La cáustica protesta en dialecto romanesco se ajusta a lo que en Roma es conocido como la tradición de las pasquinadas. Se conocía como Pasquino a una estatua sobre la cual se fijaban durante la noche carteles y manifiestos en los que se denunciaban los abusos de las autoridades o se hacía burla de los defectos de pontífices y cardenales. Por ejemplo, cuando falleció Clemente VII (1534) apareció un retrato de su médico, que en vez de sanar a un paciente lo había enviado al otro mundo, acompañado de un letrero que expresaba gratitud: ecce qui tollit peccata mundi (he aquí al que quita los pecados del mundo).

Hoy lo mismo que ayer, las pasquinadas han recogido siempre sentimientos difundidos entre el pueblo y aun el mismo clero romano.

En nuestro caso, precisamente en estos días en que la cuestión de la Orden de Malta ha concluido con la destitución del Gran Maestre, la rehabilitación por el Vaticano de un hombre acusado de deriva moral, Albrecht von Boeslager, y la atribución a monseñor Angelo Becciu facultades para intervenir la Orden. Todo ello en absoluto desprecio a la soberanía de la Orden, que sólo está subordinada a la Santa Sede en lo que respecta a la vida religiosa de sus caballeros profesos, pero que es –o debería ser– totalmente independiente en la vida interna y sus relaciones internacionales.

La misma falta de consideración por la ley parece extenderse al derecho civil italiano. Un decreto de la Congregación para los Religiosos con la aprobación del Papa, impone al padre Stefano Maria Manelli, superior de los Franciscanos de la Inmaculada, a «devolver en el plazo de 15 días a contar de la recepción del presente decreto el patrimonio económico administrado por asociaciones civiles y cualquier otra cantidad a su disposición de cada uno de los institutos». Es decir, devolver a la Congregación de los Religiosos los bienes patrimoniales de los que, como ha confirmado el Tribunal de Apelación de Avellino, el padre Manelli no puede disponer porque pertenecen a asociaciones legalmente reconocidas por el Estado italiano.

Por si fuera poco, monseñor Ramon C. Argüelles, arzobispo de Lipa (Filipinas), ha tenido noticia de su destitución por un comunicado de la Sala de Prensa Vaticana. Se desconocen los motivos de tal medida, pero se pueden intuir: monseñor Argüelles ha reconocido canónicamente una asociación que agrupa a ex seminaristas de los Franciscanos de la Inmaculada que han abandonado la orden a fin de poder estudiar y prepararse para el sacerdocio con plena libertad e independencia.

«Libertad libertad, ¡cuántos delitos se cometen en tu nombre», se lamentaba Madame Roland, ilustre víctima de la Revolución francesa. «Misericordia, misericordia, ¡cuánta violencia se ejerce en tu nombre!», podrían repetir las víctimas del Pontificado de la misericordia.

Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F)

Caos en la Iglesia en Alemania a raíz de las nuevas directrices pastorales (Mike Hickson)

Artículo de Mike Hickson, de One Peter Five, traducido por Víctor  Lozano en Infocatólica


Sólo dos días después de la publicación oficial de las nuevas directrices pastorales sobre el matrimonio, el desorden parece aumentar en Alemania. Se dejan oír voces contradictorias, confusas y alarmadas por todos los rincones del país. Pero, sobre todo, dicho documento resulta ser más peligroso e insidioso que lo que parecía a primera vista. Ahora incluso cabe preguntarse si los laicos ejercerán alguna jurisdicción en la Iglesia Católica.

En un principio, las directrices alemanas sobre los divorciados casados de nuevo eran a primera vista menos liberalizadoras que las de los obispos de Malta, que el Dr. Edward Peters (abogado canonista) llegó a calificar de «Desastre maltés» Sin embargo, al mismo tiempo, los obispos alemanes se han acercado mucho a los niveles de Malta. En efecto, la expresión alemana de que «la decisión [de los divorciados «recasados»] de recibir los Sacramentos debe ser respetada» está muy próxima a la declaración de los obispos malteses de que los «recasados» pueden acceder a la Comunión si se sienten «en paz con Dios». En ambos casos, se ensalza la conciencia subjetiva y sentimental, con un peso muy decisivo.

Por ejemplo, he aquí lo que dijo recientemente el Arzobispo Heiner Koch de Berlín en materia de conciencia: «Nosotros [los obispos alemanes] indicamos que –en casos individuales justificados [sic] y tras un prolongado proceso– el creyente puede decidir en conciencia recibir los Sacramentos y esta decisión debe ser respetada.» Al ser preguntado por qué los obispos alemanes ahora «optan por la postura más aperturista del mundo [con respecto a los divorciados vueltos a casar], que hace de la propia conciencia el criterio determinante», Koch respondió muy significativamente: «Porque estamos firmemente convencidos de que esa es la intención –tanto en la letra como en el espíritu– que el propio Papa Francisco desea y asume, por lo que la ponemos en práctica junto con él».

Así pues, está cada vez más claro que las directrices pastorales alemanas plantean problemas crecientes por el acento que ahora se va a poner en la conciencia individual, por no decir en una conciencia subjetiva no formada.

Hasta ahora hemos pasado por alto que los obispos alemanes ya no hacen referencia expresa a los sacerdotes a la hora de llevar a cabo el «camino de discernimiento».

Por ejemplo, en las directrices pastorales en su conjunto, únicamente se utilizan las palabras «pastoral» y «agente de pastoral» (sin más definición); la palabra «pastor» o «sacerdote» no figura en ninguna parte. Las graves consecuencias que entraña este fenómeno lingüístico es que, al menos en Alemania, ahora también los laicos (hombres y mujeres) pueden «acompañar» oficialmente a los divorciados casados de nuevo en su discernimiento acerca de si pueden o no recibir los Sacramentos. Me percaté de esta cuestión al leer una entrevista publicada recientemente en el sitio web de la Conferencia Episcopal alemana, Katholisch.de. En tal entrevista, Ute Eberl, una laica que trabaja en la atención pastoral en la diócesis de Berlín, comenta las nuevas directrices pastorales alemanas y elogia expresamente el hecho de que la persona que realiza el acompañamiento puede ser también un laico. Eberl explica:

Antes de nada, diré que estoy contenta. Creo que es realmente maravilloso que los obispos hayan tratado el tema de los divorciados recasados en el texto principal diciendo: la decisión de la conciencia debe ser respetada. Espero que así terminen las polémicas. El consejo que puede ofrecer un agente de pastoral es excelente. Además de un sacerdote, también puede desempeñar esa función una persona cercana, que acompaña durante el proceso de separación y que también se regocija cuando surge una nueva relación. El documento episcopal [las nuevas directrices] no es, por tanto, una forma de imponer un nuevo conjunto de normas y comportamientos, sino que respiran una gran libertad.

Tras leer toda la entrevista, me puse en contacto con la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal alemana, pidiendo si podían aclarar quién será entonces la persona que acompañe oficialmente al divorciado casado de nuevo. Hice mención del siguiente pasaje de las nuevas directrices alemanas: «Amoris Laetitia habla de un proceso para llegar a una decisión [sobre la recepción de los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía] con el acompañamiento de un agente de pastoral» A la pregunta de si esto significa que una persona distinta de un sacerdote está legitimada para acompañar a los divorciados y vueltos a casar, recibí la siguiente respuesta del Dr. Michael Feil de la Conferencia Episcopal alemana. Estas son todas las explicaciones que he recibido:

Para una definición de la expresión «agente de pastoral» en este contexto, puede consultarse el canon 519 del Código de Derecho Canónico:

«El párroco (parochus) es el pastor (pastor) propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho».

Hasta el momento, no he vuelto a tener noticias del Dr. Feil, en particular tras escribirle por segunda vez solicitando que confirmara si esto significa que ahora los laicos pueden también acompañar legítimamente a los divorciados recasados en su proceso de discernimiento sobre si pueden recibir los Sacramentos, y acerca de si los obispos alemanes sostienen ahora que el sacerdote local ha de respetar en todo caso la decisión en conciencia del divorciado casado de nuevo a efectos de la recepción de la Sagrada Comunión.

Queda también poco clara otra cuestión polémica, a saber: ¿Cuáles serían los efectos de todo lo anterior para la recepción del Sacramento de la Penitencia? ¿Un laico podría encargarse de asesorar al divorciado recasado, participando así en la decisión de recibir la confesión? ¿En qué medida los laicos ejercerán ahora jurisdicción en la Iglesia? Después de todo, los obispos alemanes hablan de «agentes de pastoral» en general cuando mencionan expresamente la posibilidad de acceder a los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.

El Dr. Peters formuló recientemente, en sus comentarios sobre las directrices alemanas, una pregunta similar y conexa, a saber:

Por cierto, otros pasajes de los documentos alemanes dan a entender que también los divorciados y vueltos a casar pueden acudir a la Confesión, pero sin requerir, al parecer, a estos penitentes un ‘firme propósito de enmienda’ (incluso en lo que respecta a los actos sexuales voluntarios con una persona distinta del cónyuge). Como señalé en HPR hace algunos años, con este planteamiento la celebración de la Penitencia corre el riesgo de incurrir en sacrilegio y el sacerdote puede cometer un delito de solicitación en confesión.

Aquí el Dr. Peters subraya el peligro de que los sacerdotes se vean presionados –como consecuencia de la obligación de remitirse a la conciencia subjetiva del divorciado recasado– a dar la absolución a un adúltero no arrepentido, lo cual pone en riesgo su propio sacerdocio, de conformidad con el Derecho canónico. Por consiguiente, recomendamos encarecidamente a nuestros lectores un estudio atento del análisis realizado por el Dr. Peters en 2011 sobre el canon 1387 (véase el anterior hipervínculo del Dr. Peters), en el que se afirma que un sacerdote que «solicita a un penitente a un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo,» en confesión o con ocasión de la misma, debe ser castigado. El concepto de «solicitación» también puede incluir, según el Dr. Peters, el hecho de que un sacerdote induzca y estimule a un penitente a incumplir el sexto mandamiento con cualquier otro tercero, y no únicamente con el propio sacerdote.

Como ejemplo de esta confusión, cabe citar al obispo alemán Konrad Zdarsa. Considera que nosotros, los obispos «hemos atribuido una responsabilidad tan enorme a los sacerdotes locales que no todos podrán soportarla y administrarla de la misma forma.» Este prelado alemán se plantea una punzante pregunta: ¿si un sacerdote no tiene siquiera tiempo suficiente para la preparación de las jóvenes parejas que van a contraer matrimonio, «cuánto menos tiempo, fuerzas y paciencia» tendrá para llevar a cabo ese proceso, deseablemente concienzudo, de discernimiento, «tal como el Papa lo demanda»? En este contexto, el obispo Zdarsa teme que se adopten «decisiones prematuras» («Schnellschüsse»), «o que existan otras graves causas de conflicto que no pudieran preverse adecuadamente.»

Asimismo, el obispo Zdarsa se pregunta, en general, si los divorciados alemanes recasados recabarán siquiera el consejo sacerdotal, habida cuenta de que «en nuestro país, no es demasiado frecuente la práctica de la confesión.» En cuanto a la cuestión de la conciencia individual, Monseñor Zdarsa señala, con una mirada de dolor en el rostro, que es preciso empezar con la «formación de la conciencia», y a continuación admite que, en Alemania, se ha descuidado mucho este aspecto. «Apenas analizamos esta cuestión de la formación de la conciencia». Tras destacar la importancia de que la vida del hombre se oriente según la Ley de Dios, este obispo –que se educó en la Alemania Oriental comunista– contesta con pesar a la pregunta «Entonces, ¿será difícil?» con un lacónico «Sí.» Casi puede palparse el sufrimiento de este prelado atribulado en el actual contexto de confusión y desorden.

Sin embargo, el obispo Zdarsa no es el único clérigo que expresa con sinceridad sus reservas a las nuevas directrices pastorales (que no han sido aprobadas por todos los obispos individualmente, sino sólo por el Consejo General de la Conferencia Episcopal alemana, del que son miembros los delegados elegidos por todas las diócesis, uno por diócesis). Por ejemplo, el diario progresista alemán Der Spiegel publicó hace poco un artículo con el título: «Sacerdotes conservadores rechazan la iniciativa de la Conferencia Episcopal alemana.» El artículo indica lo siguiente:

Representantes de la Red de Sacerdotes Católicos («Netzwerk katholischer Priester»), del Opus Dei de Alemania, de los Legionarios de Cristo y de otros grupos ortodoxos hablan ahora de «cismas en las parroquias» y «oscurecimiento del Sacramento del Matrimonio».

Es importante destacar en este contexto que un canonista alemán, P. Gero P. Weishaupt, ha publicado un comentario en el Facebook de Mathias von Gersdorff, describiendo el creciente caos que afecta a Alemania: «Ahora reina el caos, especialmente entre los obispos. El Cardenal de Colonia [Cardenal Rainer Maria Woelki] dijo ayer […] que no excluye un cisma. El Papa no podrá eludir una aclaración sobre esta materia.»

Es oportuno mencionar también los comentarios del analista católico alemán Mathias von Gersdorff. Con respecto a un artículo publicado el 2 de febrero en el influyente diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ), en el que se llega a asegurar que «todas las demás conferencias episcopales del mundo tendrán que preguntarse con qué argumentos podrán ahora negar su lealtad al Papa en esta cuestión [el acceso a la comunión de los divorciados recasados],» Von Gersdorff comenta en tono jocoso: «¡Estamos en tiempos nuevos: de entre todos los pueblos, los obispos alemanes son ahora el nuevo modelo de lealtad papal !»

Von Gersdorff añade que el FAZ de Alemania presenta a los obispos Walter Kasper, Karl Lehmann y Oskar Saier –que ya en 1993 ejercieron fuertes presiones en sus propias diócesis para permitir la Comunión sacramental a los divorciados vueltos a casar– como víctimas valientes que finalmente han sido exculpadas.

Según el FAZ, «con el documento Amoris Laetitia, el Papa Francisco se adhiere ahora a las ideas de estos tres obispos [antes disidentes].» Von Gersdorff comenta estas afirmaciones haciendo uso de su ironía: «Después de un largo tiempo de sufrimiento –unos 25 años– ha quedado patente lo siguiente: los verdaderos seguidores leales del papa son los alemanes, después de todo! Tan pronto como el cardenal Kasper muera, Daniel Deckers [el periodista del FAZ ] solicitará, con toda probabilidad, su canonización».

Con demasiada frecuencia, el mundo parece haberse vuelto del revés. Los antiguos disidentes son ahora papistas leales, y los católicos ortodoxos son los nuevos desleales recalcitrantes.

El caos en Alemania está indiscutiblemente expandiéndose, al igual que en la Iglesia en general.

Maike Hickson